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Entrevista

Rolando Díaz hace comedia en Venezuela consciente de los riesgos
Comediante casi que por accidente, con una licenciatura en física sobre sus hombros, comenzó escribiendo guiones para la radio y hoy ya cuenta con una reputación respetada en el medio
Asegura que es imposible hacer comedia libremente en el país  y hay que estar claros de que hay unas reglas de juego que están ahí, que son crueles e injustas
Nelson Bocaranda, George Harris y Jose Rafael Briceño son algunos de los  personajes con los que le ha tocado trabajar y de quienes tiene muchas lecciones
Considera el mundo de la comedia “innecesariamente hostil” para quienes se aventuran a entrar en él y es por eso que decidió, junto a un gran amigo, Ricardo del Bufalo, comenzar a formar nuevas generaciones de comediantes, con cursos que lo han llevado a formar comediantes a lo largo y ancho de Venezuela

@ldmiquilena

 

Rolando Díaz es comediante, guionista, esposo, papá e hincha del queso parmesano. Así se define este caraqueño quien hoy ya es un nombre respetado y admirado en el mundo de la comedia en Venezuela. También es licenciado en física egresado de la prestigiosa Universidad Simón Bolívar, ubicada en la capital venezolana. Desencantado con sus estudios, consiguió la oportunidad de comenzar a escribir guiones para varios programas radiales con figuras fuertes del medio.

Se ve a sí mismo como una variante extraña entre el “multiverso” de todos los posibles Rolandos, por lo curiosa que fue la manera en la que llegó a donde está: de estudiante de ciencias, a guionista de radio y luego a integrar un grupo de estudiantes que se formaban junto a Bobby Comedia en el stand up. Al principio no estaba muy convencido del tema, pero fueron varias las señales que le dejaron claro que este era el camino a seguir.

Hace apenas unas semanas estrenó su unipersonal “Todo está bien”, un viaje en donde confiesa sentirse cien por ciento satisfecho con el resultado y que define como un viaje bien emocional. Comienza con la risa, típica del stand up, pero también toca temas profundamente personales que logran sacar lágrimas en la audiencia. “Creo que logré algo muy especial con este especial”, confiesa Díaz.

Casi 3 años encerrados cambió muchas cosas en la vida de todos. ¿Qué cambió para ti con el tema de la pandemia?

-Sonará raro, pero creo que no han cambiado tanto las cosas. Cuando comenzó la pandemia pensaba que todo sería diferente una vez que terminara, pero siento que personalmente y como sociedad volvimos a la normalidad bastante rápido. Mi teoría personal es que como venezolanos ya estamos condicionados para olvidar y superar la crisis de turno, no importa que tan grave sea. Todos perdimos en esto, familiares, económicamente y bueno, el encierro con un chamo pequeño fue fuerte.

Y profesionalmente, ¿cuál es el cambio que más valoras?

-El Zoom. Honestamente, es una maravilla moderna. Tener la posibilidad de reunirse con personas en cualquier lugar cambió mi vida profesional para mejor. Para los talleres que dicto fue un “gamechanger”, como dicen. Aunque hoy es más fácil comunicarse a distancia gracias a esta plataforma, es muy difícil superar el poder de sentarse a hablar con otros comediantes para sacar ideas o la magia de un show de comedia en vivo y sé que suena un poco contradictorio.

Venezuela es un país con mucho material para los comediantes hoy en día… ¿Sientes que se puede hacer comedia libremente?

-No. 100% no. Pero eso no significa que no se pueda hacer comedia. Literalmente, hay demasiado material, porque hay cosas que en el fondo uno desearía no tener que hablar de ellas en ese tono. De todo ese material se puede hacer comedia, pero inteligentemente, con cuidado y estando muy consciente de los riesgos. Siempre hay maneras de decir lo que uno quiere decir y que produzca risa, sin meterte en problemas. Cualquier equivocación puede acabar con tu carrera. Puedes terminar preso, exiliado, en la mira del gobierno. Eso lo hace emocionante, pero al mismo tiempo, muy desgastante.

La comedia ha evolucionado y sigue haciéndolo. ¿Cómo valoras esta evolución?

-Ha sido muy rápida esta evolución. La industria de la comedia en nuestro país es algo en constante cambio, por no decir muy convulsionada. Antes todo se trataba de hacer comedia en televisión, ahora el formato cambió con la llegada de las redes sociales. Actualmente, lo peor que te puede pasar es perderle el ritmo a estos cambios, a estos nuevos formatos.

¿Sientes que los comediantes deben tener límites? ¿Hay temas que se deben dejar por fuera?

-Como dijo Andrés Barba en una clase del taller donde lo tuvimos como invitado, la comedia vive en el límite. No se puede hacer buena comedia si no se está en el límite de lo que se puede decir. El talento del comediante es estar pisando siempre esa línea y no salirse completamente hacia el lado de lo inapropiado o inaceptable. Hay temas de los que no se puede hablar irresponsablemente o con flojera. Mientras más denso el tema, más esfuerzo tiene que hacer el comediante.

El año pasado vivimos algo sin precedentes: la cachetada de Smith a Rock… ¿qué pasó allí?

-Para mi lo que vimos fue un comediante que no imaginó que sus chistes pudieran salir mal y un actor que no tenía claro cómo comportarse apropiadamente o cómo manejarlos. Hubo errores de ambas partes.

¿Cómo ves a la generación que viene formándose en relevo y en la cual tienes una fuerte influencia?

-Te confieso que me entusiasma ver a tantos jóvenes interesados en la comedia, en el stand up particularmente. Por un lado, como comediante, porque la disciplina en la que me desarrollé seguirá creciendo y no es una moda que llegó y murió al poco tiempo, como la de vender Herbalife, por citar un ejemplo. Por otro lado, como público de comedia, porque muchos de ellos son MUY pero muy buenos. Me hacen reír genuinamente y me parece que hacen un trabajo increíble.

Es gratificante ver cuando llegan comediantes más jóvenes y hablan de cosas que a ti jamás se te hubieran ocurrido.

¿Te consideras influenciador de tu audiencia, o le huyes a esa palabra?

-No, nunca me he considerado un “influencer”. Ni siquiera en la época de Viral, el show que hacía junto a Kabeto y Ricardo y cuando mis “followers” en Instagram crecían constantemente y la gente me pedía fotos en la calle y ese tipo de cosas. Mi carrera me ha llevado más hacia ser un comediante respetado por otros comediantes, y eso me gusta. Si tuviera que elegir, prefiero ese tipo de prestigio a la fama del influenciador.

Comenzaste a formar comediantes junto a otro gran nombre en la industria, Ricardo Del Búfalo, con una serie de talleres. ¿Qué los impulsó a esto?

-Creo que era la consecuencia natural de la manera en la que Ricardo y yo nos acercamos a la comedia. Él es una persona extremadamente apasionada por la comedia, que la estudia y hasta libros tiene. Yo soy un comediante que ve la comedia de una manera muy organizada, casi algorítmica, creo que en buena parte por mi formación en una carrera científica. Ver la comedia desde estas perspectivas hace que pasemos mucho tiempo analizando chistes y entendiendo por qué dan risa. Viendo la comedia de una manera casi académica. Estos talleres casi que fueron una válvula de escape para toda esa energía nerd de ambos.

Los cursos van dirigidos a una generación que no la ha tenido fácil. ¿Cuál sientes que es tu mayor contribución hacia ellos?

-Hacer la comedia accesible, porque creo que esta industria es innecesariamente hostil para los que quieren entrar en ella. Hay demasiado “gatekeeping”, como dicen los gringos. No solamente el stand up, sino la radio y el trabajo creativo en general. En la comedia se supone que tienes que tener el «talento» para entrar. Tienes que haber hecho algo, pero hay muchos que no hacen nada porque sencillamente no saben cómo hacerlo.

Para mí es importante poder ahorrarle a otras personas todo ese tiempo que yo estuve, como decimos en criollo, meando fuera del perol, al principio de mi carrera.

No cobran por estos cursos ¿Por qué hacerlos gratis? ¿El país, ganas de enseñar, pasar el “testigo” de alguna manera o simplemente evitar la mediocridad en el tema?

-Bueno, la explicación corta es que conseguimos una alianza espectacular con los CVA (Centros Venezolanos Americanos) en toda Venezuela. Siendo el stand up una forma de expresión artística que nació en los Estados Unidos, pudimos ponernos de acuerdo para que estos talleres fueran parte de un proyecto de intercambio cultural. Eso fue una gran victoria para Ricardo y para mí a nivel profesional. Recibimos mensajes de chamos que no tenían los recursos para un cupo en nuestros talleres y quienes estaban súper emocionados por aprender pero que la situación del país no los dejaba. A esos chamos le pudimos llegar con este proyecto y eso ha sido una experiencia increíble.

Rodaste por Venezuela con el taller de escritura humorística durante un tiempo, hasta que el coronavirus tocó la puerta. ¿Cómo fue el cambio de lo presencial a lo virtual?

-Como te comenté al principio, el Zoom cambió todo para mejor. Hoy en día creo que sería difícil retomar de forma presencial estos talleres. En línea todo es más organizado, los recursos visuales son más fáciles de manejar, hay mejores herramientas pedagógicas. Eso sí, hay temas que no deben ser presenciales, la prueba final es uno de ellos. Para probar un chiste, debes hacerlo en público.

Has tenido la oportunidad de salir de Venezuela y presentarte fuera de Venezuela. Cuéntame un poco sobre esto

-Es curioso porque aunque la mayoría de los shows que he tenido afuera han sido con público venezolano, son muy diferentes las sensibilidades. Para ponerte un ejemplo, uno en Venezuela habla de la gente que pasa hambre o de que te secuestraron o apuntaron con un arma, y la gente se ríe muy fácilmente. Se ríen porque te entienden, porque también les ha pasado y porque, al final, es la vida que compartimos y de la que no podemos escapar. Hay un sentimiento de complicidad. Ese mismo chiste en Nueva York o en Miami o en cualquier lugar y la gente no se reirá tanto.

¿Cómo ves el tema de la diáspora?

-Mi sensación sobre eso es que cada día que pasa los venezolanos afuera y los venezolanos en el país se vuelven más y más diferentes. Y a medida que se vuelven más diferentes, por vivir vidas tan distintas, empatizan menos con los otros. Eso, en mi opinión, es triste y peligroso, y se hará más fuerte con el tiempo. Siento que nos estamos convirtiendo en dos tribus diferentes, los que se fueron y los que se quedaron.

Acabas de estrenar el unipersonal “Todo Está Bien”, grabado el año pasado. ¿Qué tal fue la experiencia?

-Bueno, eso fue un logro profesional. “Todo Está Bien” es mi primer show en solitario y la primera vez que grabo un show del cual estoy 100% conforme y satisfecho. En ese show reuní mis mejores chistes. Además mezclé eso con historias más personales, como la muerte de mi papá, que es un tema que necesitaba hablar en la tarima. Obviamente fue difícil entrarle a algo tan duro desde el lado de la comedia, pero creo que conseguí abordarlo de una manera que da risa, y más importante aún, honra la memoria de mi padre. Es un show que te hace reír por una hora y después te da un golpe en el estómago y te saca un par de lágrimas.

Ahondas en lo personal en este especial. ¿Qué te impulsó a contar lo que podría considerarse íntimo, por decirlo de alguna manera?

-Que sabía que iba a dar risa con eso. Cuando uno hace chistes de las cosas que te afectan y te duelen y te importan, hay una energía distinta. La empatía que recibes con lo que estás contando tienen un significado real para ti y te acompañan en el sentimiento que expresas en la tarima. Cuando el público conecta tan fuertemente con lo que dices, puedes lograr mucho.

También creo que a un nivel más egoísta, escribir comedia de mi propia vida es una manera de autoanalizarme, de revisar qué es lo que en el fondo pienso y siento sobre algo que me esté atormentando.

¿Por qué esperaste todo este tiempo para lanzarlo?

-Honestamente, no estaba feliz con detalles de postproducción, como la colorización y el sonido, y estaba tan ocupado en otros asuntos personales que no había querido enfrentar eso. Procrastiné mucho, pero todo lo que digo es tan válido hoy como lo fue hace seis meses que lo grabé.

¿Ser padre te cambió? Cuéntanos cómo.

-Estoy más llorón. Es raro, pero ser papá me convirtió en una persona más emocional. Desde siempre he sido un tipo bastante frío, pero ahora creo que mi manera de ver y sentir la vida ha cambiado totalmente. Al ser padre he tenido alegrías y momentos hermosos como nunca antes, pero también he pasado por momentos extremadamente complicados y dolorosos. Por eso creo que es importante ser padre en un momento donde estás bien, no solo económicamente, sino emocionalmente también.

Paralelo a todo lo que nos has contado ¿En qué anda Rolando en estos días?

-Actualmente ando en los Estados Unidos visitando a la familia de mi esposa y explorando oportunidades académicas. Desde hace unos años estuve involucrado en un proyecto con una universidad estadounidense y apareció la posibilidad de entrar a un doctorado en comunicaciones. Eso es un sueño para mi.

También soy editor de El Fake Post, que es una página de noticias y memes satíricos sobre Venezuela. Es un proyecto del que soy co-fundador y le tengo mucho cariño. Estamos en Twitter, Instagram y TikTok por si quieren seguirnos, valga la cuña… (risas)

Ah, y no sé si lo mencioné, acabo de estrenar mi primer especial unipersonal de stand up en Youtube.

Llego el momento de la pregunta #modomiss ¿cómo perfilas a tu país en unos 5 años?

-No soy optimista. Yo estoy muy desencantado con la política venezolana y hoy en día no creo que haya nadie que le haga frente al gobierno de manera realista. No veo una propuesta realista por ningún lado que pueda generar un cambio.

Venezuela es como una escuela estadounidense en la que cada tres días hay una tragedia, un tiroteo, todos saben cuál es la razón de fondo del problema (el fácil acceso a armas) y saben que eso no va a cambiar. Así que todos terminan optando por hacer pupitres blindados, puertas de plomo o cualquier otro intento absurdo para hacer más manejable la tragedia y haya la menor cantidad de víctimas. Venezuela se siente así, como un control de daños constante.

Danos 3 herramientas que podamos usar a la hora de escribir

-Para empezar, hay que escribir mucho. Escribir las cosas aunque tu sepas que no son buenas. Escribir una página entera de cosas que pueden o no servir. El secreto es que uno tiene que entender que hay una parte de nuestro cerebro que crea y una parte de nuestro cerebro que edita, y son dos procesos totalmente diferentes que con frecuencia se cruzan y sabotean entre sí.

Otra cosa importantísima es trabajar en equipo. En general, todo esfuerzo creativo es mejor en grupo. Eso no significa que no se puedan hacer las cosas en solitario, pero será más lento. Trabajar en grupo hace que todo fluya mejor. Hay algo en nosotros como seres humanos que cambia cuando tienes a otros enfrente. Además los demás nos sacan de nuestra perspectiva personal, nos hacen darnos cuenta de cuando estamos hablando de cosas que están demasiado metidas en nuestro mundo, cosas que el público podría no darles tanta importancia como uno le da.

Y por último, para crear hay que vivir. No hay nada que mate más la creatividad o la espontaneidad que la rutina. El ingenio es una semilla que germina de la experiencia. La materia prima en la que uno trabaja como creativo es la vida misma, todas esas cosas que uno ve o escucha y te llaman la atención.

Elías Sayegh o el ojalá que llueva república
Conversa con el alcalde de El Hatillo, Elías Sayegh: “Yo no comulgo con eso de que el alcalde es el conserje”

 

@solmorillob

Dicen que el carnaval es tiempo para no pensar, para embriagarse y dejarse arrastrar por la locura. Que son días para fingir lo que no se es y ponerse máscaras del disimulo. Yo creo que es lo contrario. Estos días, demasiado ruidosos y que algunos sienten son de meter todo en el saco del olvido, son para esta pequeñita mujer que soy tiempos buenos para mirar con claridad lo que suele confundirse en el éxtasis y el vértigo de un país que se deja seducir por versos con errores ortográficos y música sin lírica, un país que ya no sabe leer las señales.

Elías Sayegh tiene 35 años. Apenas 35. Y, como es de esperarse, su cuerpo y su mente hospedan un entusiasmo que va a mil por hora. Pero -importante- a no confundir la energía de su juventud con inexperiencia o, mucho menos, con populismo ramplón o con incapacidad para desactivar la desesperación como modelo de gestión. Si algo destaco de él es el aplomo. Probablemente de la nueva hornada de políticos venezolanos, Sayegh impacta por su comedida habilidad para estructurar pensamiento y acción, sin perjuicio de uno y otra.

Me gusta que es afable, que no grita ni dice improperios. Que tiene buenos modales y que no es un simple. Que no anda rebuscando en el glosario de la politiquería las palabras subidas de tono para herir a los que no lo apoyan. Desde muy jovencito intentaba edificar consensos. Acostumbrados como hemos estado en los últimos años a la permanente diatriba y a los políticos hiperkinéticos y en constante e improvisado modo «para ya», la serenidad con la que habla me produce algo de lo que todos los venezolanos tenemos sed: confianza. Su voz es serena, sin afanes desgastantes.

Elías es abogado, graduado con méritos en la Universidad Metropolitana de Caracas y con estudios de posgrado en gerencia. Se zambulló en la política desde muy joven. Lo conocí hace ya varios años, cuando en esa cabeza no se asomaba ni una sola cana y esos ojos estaban libres de patas de gallo. La política es un oficio que pasa facturas temprano. Y a Elías la agenda le puso enfrente trabajo de calle, de ese que agobia, encanece y arruga.

Pasó por la mejor experiencia que alguien que quiere hacer carrera política puede vivir: perder una elección. Sí, lo digo en serio. Esos que solo ganan, no aprenden a ganar. Usted leyó bien. No es un error de tipeo. Repito, los que solo ganan no saben ganar. Es como la gente que jamás se ha equivocado, o que nunca ha pasado por angustias y penurias. Nada es más educativo que el fracaso, porque los que nunca pierden no entienden a cabalidad el valor del triunfo. El dolor es un buen maestro. La vida nos enseña mucho más y mejor con los traspiés que con los éxitos. Las caídas nos liman las torpezas y los desatinos. Los golpes que recibimos nos templan el carácter, nos configuran la resistencia, nos enseñan buen juicio y nos desvisten del inmenso defecto de la pedantería. Los tropiezos se convierten en faros que nos iluminan el camino de la sensatez.

Así fue para Elías. Por allá, por 2013, compitió por la alcaldía de El Hatillo. Y perdió. Y eso, creo yo, fue una magnífica lección de vida y de política. Sé que le dolió. Comprensible. Pero no se hundió en la derrota. No se dedicó a ese deporte nacional que es el buscar a quién echarle la culpa. Se lamió las heridas, se levantó del suelo, se limpió las rodillas, se plantó frente al espejo para entender en qué había fallado y, entonces, siguió adelante. En las elecciones de 2017 volvió a candidatearse. Y ganó. Y recientemente, en noviembre de 2021, compitió por la reelección y volvió a ganar. Haber perdido le permitió aprender a ganar.

Conozco muy bien El Hatillo. No solo fui vecina de ese municipio por muchas y lindas décadas; me cupo además el privilegio de ser concejal suplente por ocho años. Y no, no fui un suplente de adorno. Me lo tomé muy en serio y trabajé con intensidad y denuedo por hacer de ese espacio territorial un modelo de progreso. Creo que no lo logramos. Al menos no según mis estándares. Muchas cosas se mantuvieron igual o hasta empeoraron. Pero dejamos sembrado el deseo de cambio. Llevo años viviendo fuera de El Hatillo, pero jamás me he desentendido de él. Sigo aportando en cada oportunidad que me lo solicitan. Sigo creyendo que quien no suma, resta.

El escenario de la política en Venezuela está muy enredado y empatucado. Cuesta entenderlo y cuesta todavía más explicarlo. Llevamos ya demasiados años en estado de defensa, pataleando en el fango de la impronta anti Venezuela. Esto no es tan solo, como algunos equivocadamente piensan, una lucha por recuperar la democracia. Esto es ya un asunto de conseguir tener algo que es fundamental: una república.

Venezuela es hoy un país arrasado y atrasado. Pero que nuestro país esté en este lamentable estado, que haya sido desguazado por estos bandoleros, que haya algunos que se han echado en brazos de la displicencia, no significa que esté firmada la rendición. De hecho, uno puede detectar un ánimo imbatible en una nueva generación de políticos. Solemos enumerar las naciones que han caído en desastre, como Cuba. Y poco espacio dedicamos a países que sufrieron percances muy dramáticos y se recuperaron al punto de ser modelos hoy de progreso, bonanza y prosperidad, como Uruguay. Cuba sigue hundiéndose. Uruguay trabajó para su renacimiento.

El tiempo no ha pasado en vano. Estos largos años han sido penosos y destructivos, pero el esfuerzo y el indecible sufrimiento también produce réditos. Esta nueva camada de la que Sayegh forma parte no quiere recuperar, quiere rehacer. Acaso por eso Elías siempre es un entusiasta gerundio.

Quiero hacerle preguntas. Me interesa saber qué sueños habitan en el alma de este joven venezolano. Descubrir cómo son las angustias que se le asoman por los portales y que seguramente le acosan con insomnios. Entender los dolores que lo hacen dejarse llorar por las esquinas cuando nadie lo ve. Quiero saber cosas del hombre y también del político, porque no se puede separar el uno del otro. Procuro hallar el que intuyo quiere ser un creativo gerente de lo público, y no apenas, y con penas, un alcalde más que se sume a la larga lista de los que pasan por un cargo y es más lo que se llevan que lo que dejan. Quiero saber de este hombre que es un creyente. Del Elías que es hijo, esposo y padre. Quizás quiero descubrir qué hay en la mente de uno de los que se niega al “más de lo mismo”, uno que entiende que el camino correcto no es la mediocridad, que el conformismo es de idiotas y que la pasividad es artilugio de los que no entienden que la pereza es sinónimo de involución.

Y entonces, le pregunto cosas así:

−Eres muy venezolano, muy hatillano. Pero algo debe pesar en tu modo de ser, de pensar y de actuar tu herencia libanesa. Dime, ¿en qué te define ser descendiente de libaneses?

−Siempre he estado muy orgulloso de mi familia, de mi origen. Por parte de mi papá, mi abuelo era sirio; mi abuela de origen libanés. Por mi mamá, mi abuelo era dominicano, huyó de la dictadura de Trujillo. Mi abuela era venezolana, hija de españoles. La verdad es que soy producto de inmigrantes, que llegaron al país sin nada, que llegaron a estas tierras a trabajar, que hicieron suyas estas tierras y echaron raíces. Siempre se me inculcó en casa vivir bajo unos códigos muy claros, Dios, familia y trabajo. Sobre todo, esa colonia libanesa de la que me preguntas, son personas en su mayoría muy religiosas, de fe, que le dan a la familia un valor único, sin igual. Son gente entregada a su trabajo. Y eso es lo que he recibido en mi familia; es eso lo que he tratado de poner en mi vida, en lo que soy, en lo que hago, mientras hemos crecido, en cada paso que hemos ido avanzando. Mis antepasados llegaron aquí muy jóvenes. Llegaron sin nada y, a través del trabajo duro, arduo, con el sudor de la frente, es que se lograron las cosas. Nos enseñaron a valorarlas, a que las cosas se consiguen con mucho sacrificio, con mucho esfuerzo, trabajando todos los días, que es con trabajo de hormiguita que se va avanzando. Eso lo tengo muy claro y muy arraigado. Siempre se me enseñó que las cosas fáciles no valen la pena; que uno debe luchar por las cosas con mucho ahínco, con perseverancia, con constancia. Esos son los valores que nos definen, y que de algún u otro modo siempre están de manifiesto en nuestro accionar.

−El Hatillo es uno de los municipios de la ciudad de Caracas. Y es por tanto parte de la ciudad Capital. Algunos han querido mantenerlo siempre como un lugar modesto, sin brillo. Son los de mirada conservadora. Además de los graves problemas del país, de los que El Hatillo no escapa, hay quienes no quieren que haya cambio y progreso. Lo quieren mantener como chiquitico, calladito, muy provinciano. Ven la modernidad como una afrenta. Y resulta que El Hatillo tiene enormes potenciales aún no explotados. Me refiero a la prosperidad de tener más comercio, más turismo, más universidades, más deporte, más cultura, más oportunidades. Tiene grandes posibilidades de generación de empleos de calidad. Y aunque parezca una incongruencia, cuando se producen estos desastres en los países, también hay más imaginación, más creatividad. No me refiero a unos bodegones o algunos negocios que no son más que bachaquerismo glorificado. Hablo de inversión privada de calidad, perdurable, no de capitales golondrinos oportunistas. Yo me niego a creer que los jóvenes gestores públicos compren esquemas pasados de moda. Pero sé que existe una resistencia al cambio. Hay una visión muy equivocada que ve a los alcaldes como “solucionadores de problemas” y no como lo que pueden y deben ser: los grandes planificadores y creadores de oportunidades de progreso y prosperidad. ¿Cómo se hace para cambiar la mentalidad tanto en los funcionarios como en los ciudadanos?

−Una vez me dijeron que ser alcalde es ser bombero y filósofo a la vez. Debe apagar los fuegos del día a día, mientras piensa en la nueva generación que va a vivir en esta ciudad. Eso es un poco lo que nos toca. Yo no comulgo con eso de que el alcalde es el conserje. Tiene que ser algo más. A la alcaldía le tocan obligaciones y responsabilidades muy variopintas, disímiles, pero muy importantes. Así que nos hemos trazado objetivos muy claros. Tenemos un proyecto escrito desde 2012. En este proyecto hemos plasmado nuestras intenciones. El proyecto lo denominamos “El Hatillo Posible”, porque es posible.

Soñamos con un municipio de avanzada. No llegamos improvisando y tirando flechas. Llegamos sabiendo a dónde vamos, con objetivos muy claros. Invertimos mucho tiempo y recursos, con los mejores asesores por cada área de trabajo. El Hatillo Posible es un municipio productivo, que busca que el ciudadano pueda vivir bien dentro de su municipio, que nadie tenga que salir a buscar empleo o estudios o ninguna otra cosa fuera del municipio.

Hoy 6 de cada 10 hatillanos deben salir del municipio para ir a trabajar. Hace 10 años eran 8 de cada 10. Hemos ido mejorando.

Hemos pensado en frenar el desarrollo residencial y volcarnos en ser un municipio productivo, privilegiando usos comerciales y de oficina y también, en la medida de lo posible, industriales. El Hatillo se forma bajo el esquema de las ciudades de los 70, las ciudades dormitorio. La ciudad de Caracas tenía su núcleo urbano, sobre todo la vida a nivel comercial y financiero, lo que llaman los “downtown”. Caracas fue así. El centro de Caracas, luego lo que es la parte de Chacao y ese eje norte de la ciudad. La periferia era vista como zona dormitorio. El Hatillo era un sitio al que la gente iba básicamente a dormir. Hoy, en la teoría moderna urbanística, y es lo que se está aplicando en los países desarrollados, el ser humano debería poder hacer su vida dentro de 20 cuadras. Dentro de ese espacio uno debería tener un centro asistencial, un lugar para estudiar, para esparcimiento, para vivir, para trabajar, para hacer las compras, etc.

Nosotros vamos con esa nueva visión. Son conurbaciones autónomas, que no dependen de que el ciudadano deba viajar horas o largos minutos para llegar a su sitio laboral. ¿Cómo se cambia la mentalidad?, me preguntas. Es un tema de paciencia, de predicar con el ejemplo, una tarea de todos los días del que lleva el timón, de mostrar con resultados que lleva el barco a puerto seguro. Y a medida que se generan esos logros, la gente va comprando la idea y se monta en el barco. No siempre la gente sabe lo que le conviene, no siempre la gente sabe hacia dónde le conviene ir. Y esa justamente es la tarea del liderazgo responsable, del liderazgo que piensa en las próximas generaciones, del liderazgo decente que tiene una verdadera vocación de servicio.

−Hablemos de política. Estás ahora en un nuevo partido. No voy a decir si me parece bien. Solo apunto que, para tener oportunidad de ganar en 2024, la unidad es imprescindible. En cada elección en la que vamos divididos, perdemos. Y todo lo que se escucha es pleito. Algunos, con poca visión, creen que falta mucho para el 2024, que hay tiempo de sobra. Hablando corto y claro, el 2024 es pasado mañana y hay muchísimo trabajo por hacer. Trabajo duro y fuerte, que tiene que estar muy bien sincronizado. Sea Maduro el candidato, o Héctor Rodríguez, o Rafael Lacava, o el que se saquen de la chistera, la elección va a ser ruda. Y alguien como tú puede convertirse en un gran catalizador de pasiones. A ti te respetan en muchas organizaciones políticas y sociales. Luces como una voz que puede ser escuchada, un constructor de puentes, un armador del rompecabezas de piezas rotas. Eso no tiene que ser con estridencia, ni por Twitter. Puede ser en voz baja. Te pregunto, ¿qué pensamientos tienes en tu cabeza para contribuir?

−El país vive probablemente los peores momentos de su historia. Y necesita liderazgos con la suficiente estatura moral y espiritual para encarar los procesos que vienen. No será fácil, pero la decisión que hemos tomado es ayudar, es sumar. Por eso los sacrificios y el trabajo que estamos haciendo.

Yo creo que debe venir un tiempo en el que el liderazgo realmente genere un reencuentro de país. Ningún país dividido avanza.

Nosotros tenemos que reunificar a Venezuela. Y no, no va a ser fácil. Son muchas las diferencias, muchos años de polarización, de enfrentamientos muy duros y con razones, años de confrontación y de enemistad. Pero debemos buscar las formas de unirnos otra vez, y sobre todo de unir a la gente. Porque esto se trata de la gente, de unir a Venezuela en torno a un nuevo proyecto común, un nuevo gran consenso nacional, un nuevo proyecto de país que rescate a Venezuela de la tragedia que vive.

Es doloroso que el país con más proyección, con más recursos de América Latina y uno de los que más recursos ha tenido en el mundo entero esté viviendo esta situación desastrosa. Y a mi generación, siempre le digo que no somos los culpables, no vivimos las épocas del ta’ barato dame dos, no vivimos esos tiempos de bonanza petrolera que permitía muchas cosas. Pero, aunque no somos los culpables, sí somos responsables de lo que pase de aquí en adelante. Yo creo que hay mucha conciencia en una parte importante de mi generación. Nos toca, pues, romper paradigmas, abrirnos paso poco a poco. Ser pacientes, luchar de forma constante, predicar con el ejemplo. Demostrar que sí hay un país posible, distinto. Mostrar que hay liderazgos emergentes que son responsables, personas decentes, que pueden llevar el barco a puerto seguro. Y de eso se trata. No será fácil, no será de la noche a la mañana, pero hay que empezar cuanto antes y nosotros estaremos donde Dios diga.

−Eres un hombre joven, que tiene mucho para decirle a los jóvenes y también a los mayores. La gente está harta de los discursos vacíos, de las frases insípidas, de la necedad grandilocuente. La abrazadera y la besuqueadera no sirven ya. La gente pasa de eso, lo ve como gallina que mira sal. Porque la gente ha sufrido mucho. Y todavía más hastiada está de los que pontifican y pretenden sermonear y dictar cátedra mientras están cómodamente sentados en sus burbujas, flotando en su tierrita del verde jengibre, en una fantasía francamente idiota y desvergonzada. Pero la gente quiere creer en los políticos. Necesita creer en los políticos. Este silencio ensordecedor de los ciudadanos no quiere decir que la gente no quiera escuchar sobre política. Quiere decir más bien que la gente guarda silencio porque está a la expectativa, tiene los oídos atentos a lo nuevo inteligente que van a decirle los políticos. Hay que escribir un nuevo relato, del nuevo liderazgo, con nuevo sujeto, con verbos y predicados nuevos. ¿Estás en eso?

−Se trata de un proceso de construcción de un liderazgo en equipo cuya plataforma es una nueva organización política, Fuerza Vecinal, en la que hemos puesto mucho tiempo y cariño para que las cosas se puedan hacer bien. No es un proceso fácil. Los procesos de construcción siempre son difíciles; fácil es destruir. Lo que nosotros pensamos es que se deben generar los espacios para que esa Venezuela decente, esos jóvenes que tienen hambre de ver un país distinto, que quieren sumarse a un movimiento de cambio real, pues puedan tener cabida.

Para eso son las organizaciones políticas. Nosotros estamos apostando a un liderazgo en equipo, con una estructura que es bastante distinta a la de los demás partidos y organizaciones políticas. Me cupo el honor de trabajar mucho en esa propuesta distinta de estructura para una nueva organización que debería estar a la vanguardia de un proceso de cambio en Venezuela. En lo personal, yo estaré en ese proceso de cambio, desde la posición en la que mejor pueda ayudar. Yo soy un jugador de equipo. Si el equipo necesita que yo esté en la arquería, pues allí estaré para parar los goles; si me necesita en la defensa, allí estaré; si me necesita metiendo gol, yo estaré allí. De eso se trata, de entender que cada uno es un factor que se puede sumar y que cooperativamente con los otros pueda hacer que el país avance. Esa es justamente nuestra intención.

Hay que quebrar la dinámica del caudillismo, del liderazgo unipersonal, del gendarme necesario, de ese héroe salvador todopoderoso que puede cambiarlo todo y que es la salvación del país. No, la salvación del país es un movimiento de ancha base, con liderazgos verdaderamente humanos que estén preparados moral, espiritual y académicamente para conducir un proceso que será duro, que encarará muchísimos obstáculos, pero que será el proceso por el que el país pueda tomar un rumbo de progreso, de avanzada, el rumbo que queremos que tenga Venezuela para las próximas generaciones.

−Como bien sabes, yo he trabajado muy de cerca con muchos políticos de oposición. Los he visto acertar y errar. Y a pesar de los errores, pienso que el país del mañana habrá de reconocerles su esfuerzo, su lucha y su inmenso sacrificio. Algunos no aguantaron. No tuvieron el cuero lo suficientemente duro y se rindieron, o entregaron su alma al diablo, cayendo en ese patético ejercicio de lo que el pueblo de a pie llama «picados de alacrán», una figura literaria muy descriptiva. El país está invadido de oportunistas que ven a Venezuela, no como una nación, sino como un negocio, como un botín. Están por todas partes. En los medios, las industrias, el comercio, la escena inmobiliaria. Y como se sienten muy exitosos, no tienen pudor alguno y son rastacueros.

Es muy difícil hacer política en Venezuela. Los partidos no tienen fondos, hasta se los quitaron por ley, y estos oportunistas tratan de colarse en las estructuras de oposición para tratar de infiltrarlas. La realidad es que el dinero en Venezuela ha cambiado de manos. Si la oligarquía de antes era reprochable en muchos sentidos, la nueva clase adinerada es más feroz y no tiene ni un ápice de ética. ¿Cómo se hace para que estos individuos voraces no crean que pueden convertir a los partidos, las gobernaciones y las alcaldías en sus oficinas de negociados? Sé que es una pregunta complicada, pero creo que seguramente es algo en lo que piensas, no solo como político y alcalde, sino como venezolano.

¿Acaso no es momento para que una de las banderas de la oposición sea una política de libros abiertos de sus gobiernos y partidos, de transparencia total en la gestión, con auditorías pulcras hechas por instituciones autónomas? Porque si de algo está harto el ciudadano es de lo gris, lo turbio, lo que no se explica. ¿No es tiempo ya de una vez por todas de deslindarse de lo oscuro, denunciarlo y buscar el apoyo del pueblo para limpiar la podredumbre? ¿No es ya el tiempo de lavar bien con agua y jabón la bandera de Venezuela?

−Uno de los principales males que ha tenido la política en Venezuela ha sido justamente la corrupción, el aprovechamiento de los fondos públicos para fines personales. Cuando uno estudia la historia vemos que ha sido una conducta recurrente que los factores de poder político han generado factores con poder económico. Y el chavismo no ha sido una excepción, el chavismo lo ha hecho de manera mucha más exacerbada, con mucha más visibilidad, de forma más grotesca. Pero es un mal que siempre hemos tenido y hay que asumirlo como tal. Yo creo que eso comienza desde que una persona se acerca a la política con ansias de obtener beneficios personales. Hay muchas personas que ven en la política una forma de meterle la mano a fondos públicos, un modo quizás de escalar posiciones sociales, de tener el poder por el poder y el dinero. Y, la verdad, yo siempre le doy gracias a Dios por la formación que uno ha tenido. Quienes me conocen, saben de dónde vengo y saben que no es mi interés el tema económico de la política. Todo lo contrario. Yo vengo del sector privado. Más bien he dejado de hacer muchas cosas en el ámbito privado por dedicar estos años importantes en mi vida a lo público y siempre digo que una de mis aspiraciones es en algún momento volver al sector privado. Tristemente vemos funcionarios que llegan a un cargo de una manera y luego lo dejan viviendo muy distinto a como entraron. Las personas que me conocen saben cómo vivía yo antes de ser alcalde y cómo vivo ahora. Y no hay ninguna diferencia. Somos los mismos de siempre. Nos definen nuestros principios, nuestros valores y, en función de esos, pues trabajamos y obramos.

En Venezuela se debería sincerar los mecanismos de financiamiento a la actividad pública. A mi modo de ver, como en otros países, la actividad pública debería estar financiada por el Estado para prevenir la intromisión del sector privado en la política. Y además debería haber mejores mecanismos de rendición de cuentas, de monitoreo a las gestiones públicas. Siempre lo digo, nosotros nos arropamos hasta donde nos da la cobija. Hemos hecho una gestión en El Hatillo con muchísima austeridad, con los recursos que nos permite nuestro presupuesto municipal, que viene dado en su gran mayoría de los impuestos a las actividades económicas, de los contribuyentes. Y a la vez hemos desarrollado una política agresiva de alianzas con el sector privado, con ONG y fundaciones, que nos ha permitido aumentar nuestras capacidades y así desarrollar programas que de otra manera no hubiésemos podido desarrollar. Yo me siento realmente orgulloso. No le debo este cargo a nadie. Se lo debo a mi propio esfuerzo, al esfuerzo de mi equipo y a los miles de hatillanos que han votado por mí para que podamos estar sirviendo desde esta posición.

−Tienes una niña pequeña. ¿Qué puedes prometerle y le prometes a Emiliana?

−Es una de las preguntas más bonitas que me han hecho. Yo lo que le prometo a mi hija es que su padre la ama con toda su alma y su corazón, y que estará para siempre trabajando por ella y por su país. Porque el trabajar por su país es también para dejarle un legado a ella y a sus futuros hermanos, si Dios nos los concede. De eso se trata, de que entendamos que al final uno es un servidor público, un instrumento de Dios para lograr transformaciones necesarias en donde estamos, en Venezuela, nuestro país. Y lo que le puedo prometer y le prometo a mi hija es que nada de lo que haga yo la hará a ella bajar la cabeza, sino todo lo contrario. Viviré y trabajaré siempre para que ella pueda sentirse orgullosa de su padre, tal como lo hicieron mis padres y mis abuelos, para que ella pueda sentirse tan orgullosa de mí como yo me siento de ellos.

La entrevista a Elías, más bien conversación, termina como comenzó, con una amorosa alusión a sus padres y abuelos. Mal puede saber a dónde va quien no sabe de dónde viene. Y Elías sabe bien de dónde viene. Quizás por eso tiene la brújula bien calibrada.

Se me apaciguan las angustias cuando escucho a un joven político hablando con sobriedad y huyendo, como de la peste, de la tentación del facilismo y el populismo. Se me amansan las rabias cuando escucho a un joven dejando de lado las insulsas pazguatadas y atreviéndose a decir, sin aspavientos, que liderazgo no es darle a la gente lo que pide sino lograr que desee lo que necesita. Lo escucho, con paciencia y atención. Lo noto entendiendo con diafanidad lo endemoniadamente complejo de los problemas, comprendiendo que no se puede −porque es inmoral− el andar vendiendo pajaritos preñados volando en retroceso. Me dirán que la ética no está de moda, que hay que ser prácticos y no esperar excelencia cuando la masa solo da para “peoresnada”. Eso es pensamiento de holgazanes mentales e idiotas éticos. Yo cambio guateque rastacuero en un tepuy por un vaso de chicha en la plaza Bolívar de El Hatillo, y salgo ganando.

Hay ya en proceso un relevo generacional. Pero esos jóvenes necesitan entender que quien no se ha enamorado de la historia no puede enamorar al futuro. En veintitantos años que ya acumulamos de este proceso de destrucción masiva en Venezuela (toda una generación), muchos errores se han cometido. Pero no es lo mismo un error que un horror. No lo es ni ética ni moralmente.

Elías no tiene miopía ética. Eso es importante. No sufre de presbicia emocional ni de hipermetropía intelectual y es claro que logra leer los mensajes entrelíneas. No se ha dejado infectar por el virus de la ira. Eso es bueno y necesario, equitativo y saludable, es nuestro deber y no sé si nuestra única salvación. Pero una cosa sí sé: esa Venezuela que tiene que renacer de las cenizas solo será posible si nos miramos a los ojos, dejamos de decirnos mentiras y comenzamos a cantarnos verdades. Y si entendemos de una vez por todas que es muy difícil darle la mano a alguien que tiene el puño cerrado. Hay que arrimar el alma. Mirar al cielo y pedir que ojalá llueva república. No por nosotros. Por los grandes inocentes, los niños que nacieron y están por nacer, que no son culpables de nada. Esos niños que arrullamos con el himno nacional necesitan que esta sea la nación a la que puedan, con despliegue de orgullosa sonrisa, llamar «mi país».

En la foto que acompaña esta entrevista está Elías con Daniela, su esposa, y la preciosa Emiliana. Cuando un político entiende el supremo valor del concepto de familia, pues siempre tendrá una concepción mucho más acertada de la noción de país.

La historia hay que escribirla con tinta de sudor, no con tinta de obituarios.

soledadmorillobelloso@gmail.com

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Entrevista | Carmen Rodríguez de Zuloaga, 101 años de genio y figura
Carmen Rodríguez de Zuloaga (†): “Siempre le pedí a Dios que, si me iba a dejar aquí muchos años, que fuera con lucidez, que no me fallara la cabeza”

 

@cjaimesb

Carmen Luisa Rodríguez de Zuloaga se acaba de ir a sus 101 años. Cuando cumplió cien la entrevisté y la encontré como siempre: lúcida, activa y bien. En aquella oportunidad me aseguró que Dios la escuchó cuando le pidió que, si iba a vivir por largo tiempo, que fuera con lucidez.

Su infancia transcurrió en una Caracas tranquila y lejana. Quien fue su marido, Ricardo Zuloaga, uno de los hombres que más he respetado y admirado en mi vida, comenzó a rondarla cuando apenas entraba en la adolescencia. Formaron una bella familia, y cuando sus siete hijos estaban todos en el colegio, se fue a la universidad a estudiar Economía, carrera de la que egresó Cum Laude. Luego trabajó en el Banco Mercantil donde creó el primer banco hipotecario de Venezuela, del que llegó a ser vicepresidente. Pasó por la tragedia de perder a un hijo, la que transitó con estoicismo “y el apoyo de Ricardo”. Todas las veces que vio hacia atrás, lo hizo con la satisfacción de haber vivido con plenitud. Aquí este recuerdo cariñoso a su memoria.

−¿Qué recuerdas de tu infancia?

«¡Qué lejos me llevas con esa pregunta! Nací en Caracas, una Caracas muy tranquila, donde no teníamos problemas».

–Tuve dos hermanas, una mayor y una menor, con quienes jugué y viajé mucho. Mis padres siempre se ocuparon de nosotras con dedicación. Estudié primaria en un colegio que se llamaba “Teresa Caballero”, que era laico. Allí pusieron también a Mariela Zuloaga, prima de Ricardo mi marido. Sus padres no querían que fuera a un colegio de monjas y al saber que yo estudiaba ahí, la inscribieron. Mariela y yo siempre fuimos muy amigas. Cuando iba a entrar en bachillerato, abrieron un bachillerato en la casa de Ricardo, para familiares y amigos, al que no pude entrar. ¿Y sabes la razón? Ricardo ya “me bregaba” y mis padres no me permitieron ir. Pero yo quería estudiar –siempre he adorado el estudio– y me dije “me dejen o no, yo sigo” y me inscribí en el San José de Tarbes de El Paraíso, donde me gradué de bachiller.

−¿Cuándo y cómo conociste a Ricardo?

−Fíjate que quien tenía recuerdos de cuándo nos conocimos era Ricardo. Yo no puedo precisar cómo ni cuándo. Yo era compañera, como te dije, de Mariela Zuloaga, su prima, y él se acuerda de cuando yo iba a almorzar a casa de ella y me quedaba después a estudiar. En aquel momento yo me ocupaba de estudiar, pero él como que se enamoró de mí desde entonces. Yo no lo sabía, pero mi papá y mi mamá sí, porque no me dejaron estudiar en el bachillerato que había en su casa. Pero como Ricardo vivía en El Paraíso, iba a la puerta del colegio a verme salir, aunque todavía no éramos novios. A mí sí me gustaba él, pero era muy chama. Aunque sí me daba cuenta de que estaba bregándome. Nos hicimos novios después de que yo terminé el bachillerato. Salimos sin ser novios, porque ser novios en aquella época era dificilísimo. No recuerdo cuánto tiempo fuimos novios, han debido ser unos cuantos años, hasta que nos casamos.

−¿Alguna vez pensaste que llegarías a cumplir cien años?

−La verdad es que tanto como cien no, pero siempre le pedí a Dios que, si me iba a dejar aquí muchos años, que fuera con lucidez, que no me fallara la cabeza. Que, si me iba a fallar la cabeza, a la edad que fuera, mejor me llevara. Y me lo concedió: es una felicidad llegar a esta edad teniendo capacidad intelectual. Si no, mejor era quedarme por el camino. Porque no todo el mundo llega a viejo con cabeza.

−Háblame de tus hijos y nietos.

−Tuve siete muchachos. Tres varones primero, Ricardo, Carlos y Rodolfo. Luego vino Cristina. Después Gabriel, Carmen Luisa y Alfredo. Rodolfo murió en un accidente de avioneta. Lo peor que le puede pasar a unos padres es que se les mate un hijo en un accidente… no sé… es peor… Porque si hubiera estado enfermo, uno puede esperárselo… pero así, fue horrible. Lo superé gracias a Ricardo, que fue mi apoyo en todo momento, me acompañó mucho. Todos mis hijos están pendientes de mí y también mis nietos. Cristina se fue de Venezuela hace muchos años, y luego Carmen Luisa, que era mi compañera, quien más se ocupaba de mí, también se fue… el país que nos ha tocado vivir… Y tengo muchos nietos… pero no les doy consejos porque no me paran mucho… ellos no están esperando consejos míos (risas).

−Fuiste a la universidad con los siete muchachos nacidos… ¿cómo fue eso?

−¡Imagínate! Fui a la universidad vieja, porque quería estudiar. La primera condición era que la carrera fuera de mañana, porque mis hijos estaban en el colegio a la misma hora. La segunda condición era que tuviera que ver con matemáticas y consideré Ingeniería Civil. Pero Carlos mi hijo se había graduado de bachiller ese año y quería estudiar ingeniería también y me dijo “mamá, ni de broma voy a estudiar contigo”. Y tenía razón… era así como que la mamá llevara al bebé a la universidad. Además, yo no sabía si iba a poder terminar la universidad, de manera que entré en Economía. Lo divertido del asunto fue que un año después Carlos cambió de parecer y se cambió de Ingeniería a Economía… pero cayó un año por debajo mío, así que no estudiamos juntos.

−Estudiar Economía me permitió estar en mi casa en las tardes, porque las clases eran de mañana. Mis hijos se iban para el colegio, y yo, para la universidad. Así fueron los dos primeros años. En tercer año las clases eran de tarde, pero ya a esas alturas no iba a dejar la carrera y Ricardo me apoyó. Me fascinó la carrera. Era casi como una tremendura haber ido a la universidad de esa edad.

−Y te graduaste con honores…

−Sí, me gradué con honores. Es que me encantó la Economía. De ahí me fui a trabajar al Banco Mercantil, donde también pude dar clases. Y fundé el Banco Hipotecario Mercantil, del que me siento muy orgullosa. Trabajar me fascinó: además tenía una oficina preciosa que tenía vista al Ávila en la nueva Torre Mercantil. Estuve allí 22 años, llegué a vicepresidente. No esperé el retiro, porque recuerda que empecé vieja… (risas).

−Ahora háblame de Ricardo Zuloaga, tu marido.

−Ricardo fue una persona excepcional en todo sentido. La mejor persona que he conocido en mi vida ha sido él. Como Ricardo no existe nadie. Me dejó estudiar, siempre me apoyó en todo lo que quise hacer. No a todos los maridos en aquella época les gustaba que sus esposas fueran a la universidad. También me permitió trabajar y eso que para él no fue fácil, porque cuando yo entré al Mercantil él estaba en la junta directiva. Fue un compañero fiel, de una honestidad intelectual increíble. Decente. Bueno. Un ejemplo de hombre. Me gané la lotería casándome con él. Yo no soy tan buena como él… Él tenía un alma perfecta, recta. Fue muy fácil haber estado casada con él.

−¿Qué significa Venezuela para Carmen Luisa Rodríguez de Zuloaga?

−Estamos por muy mal camino… esto es un desastre. Yo era muy joven cuando la dictadura de Gómez y cuando uno es joven no le para mucho a eso. Pero Pérez Jiménez era diez mil veces mejor que esto, con todo y que era dictadura. Era una Venezuela distinta, encaminada a la modernidad. Ahora vamos para atrás con el acelerador pegado. Me da mucha tristeza.

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Entrevista | Carolina Jaimes Branger: “Venezuela me encanta y me subleva”
“Venezuela para mí es una paradoja: la quiero y la detesto. La necesito y, en ocasiones, quisiera no necesitarla”, nos dice Carolina Jaimes Branger

 

@mainav

Carolina Jaimes Branger ha ejercido la docencia, profesión que exige ser un comunicador nato. Hoy desde diferentes medios ejerce su derecho a opinar e impulsa el trabajo de emprendedores.

Entrevistar a un amigo no siempre es fácil, más aun cuando esta persona es conocida por muchos. Uno desea hacer un trabajo inteligente y a la vez ameno. Cuando preparaba esta conversación con Carolina Jaimes Branger recordaba que la conocí en la embajada de Italia, cuando le entregaron la condecoración Caballero de la Orden al Mérito de la República Italiana. No imaginaba yo que con el tiempo llegaríamos a compartir un espacio semanal en la radio.

Durante estos años he podido descubrir en Carolina Jaimes Branger a una mujer que es frontal en sus posiciones, que no teme ejercer su derecho a opinar.

Actitud que la llevó a asumir el rol de comunicadora, algo que ya ejercía antes de situarse frente a un micrófono, pues era docente y esta es una profesión que requiere un dominio perfecto de la comunicación. Pero Carolina también es una madre dedicada y con un sentido de la solidaridad que se observa a través de sus redes sociales.

Aunque no cree en falsas esperanzas, es optimista y tiene fe en aquellos que trabajan por hacer un mundo mejor. El programa que lidera en Éxitos 99.9 FM es un claro ejemplo de ello, pues allí presenta a emprendedores, intelectuales, artistas y a tanta gente que no se deja vencer por las circunstancias. Su hija Tuti, tan querida por quienes somos amigos de Carolina, también nos muestra su sentido positivo de la vida. Su angelito, como suele llamarla, disfruta desde una ópera hasta desfilar por una pasarela.

Esta vez no hablo con Carolina de la realeza, sino que he querido descubrir para el lector algunos aspectos de su vida como ciudadana comprometida.

−Te graduaste como Ingeniero de Sistemas, ¿qué hizo que las comunicaciones se convirtieran en tu profesión?

−Una casualidad: después de haber dado clases de Matemáticas y Cálculo durante casi 25 años, un artículo de Ibsen Martínez donde criticaba agriamente a mi queridísimo y admiradísimo Luis Alberto Machado hizo que yo escribiera una réplica que El Universal publicó. Cuando vi mi artículo en el diario y la buena acogida que tuvo entre los lectores, me envalentoné y escribí otro, que también publicaron.

Ese artículo fue citado por otra persona muy querida para mí, Álvaro Miranda, quien era jefe de información del periódico, en su columna de los viernes. Cuando lo llamé a darle las gracias, me preguntó: “¿dónde estás metida tú que escribes tan bien y yo no te conozco?”. Yo vivía en Maracay y vine a Caracas a conocerlo. Me presentó a María Teresa Mata, y a las dos semanas recibí una carta de Andrés Mata, editor de El Universal, en esa época, invitándome a ser articulista semanal de ese diario.

Eso me abrió las puertas de otros medios de comunicación: Radio Capital, TVS y El Aragüeño en Maracay, Notitarde en Valencia, El Impulso en Barquisimeto, Correo del Caroní en Guayana, La Verdad del Zulia (donde dejé de escribir por voluntad propia), El Sol de Margarita en Nueva Esparta, el Diario de Los Andes en Trujillo, Táchira y Mérida, La Antena de Apure en Apure y Guárico, y en Nueva Prensa de Oriente en Anzoátegui, Monagas y Sucre. También Venezuela Analítica, Noticiero Digital y Mujer Analítica como portales web. De allí se unieron otros más, como El Estímulo, donde escribo semanalmente desde hace cinco años y más recientemente, Termómetro Nacional. También Runrunes. Trabajé en Radio Capital en Maracay, en Radio Caracas Radio y desde hace 12 años en Unión Radio, primero en UR Noticias y desde hace 10 años en el Circuito Éxitos.

−¿Qué piensas de aquellos comunicadores que hacen del protagonismo personal la noticia?

−La sensación de triunfo de dar “un tubazo” es algo normal para cualquier reportero. El problema surge cuando la investigación informativa se desvirtúa y, por dar el tubazo, se divulgan noticias falsas que no han sido corroboradas, que con la proliferación de redes sociales corren y se expanden a una velocidad increíble. Entonces la noticia falsa se convierte en algo imparable. Mi palabra de disgusto también va hacia los “periodistas” que roban las noticias que provienen de las investigaciones de otros y las hacen propias, olvidándose de los créditos imprescindibles y éticos.

−¿Qué consideras cohíbe a una persona, sus limitaciones propias o esa capacidad de la sociedad de imponer patrones excluyentes?

−Una combinación de ambas. Hay limitaciones propias que dependen exclusivamente de la personalidad de la persona. Pero si a ello se le añaden los patrones excluyentes, el hostigamiento, bullying, como lo llaman ahora por su nombre en inglés, cohíbe el doble, el triple y quién sabe cuánto más. Hay personas −incluyendo niños− que han llegado al suicidio. En el siglo XXI y con el descubrimiento del genoma humano, que echó por tierra todas las teorías racistas y de supremacías de clases, deberíamos ser más empáticos, solidarios y generosos. Todos pertenecemos a la misma raza: la humana.

−¿Cuáles han sido, hasta el momento, las mayores satisfacciones que te han dado tus hijas?

−Creo que apartando los éxitos como excelentes profesionales y como personas honestas y de bien de Irene y Sofía, la mayor satisfacción es saberlas felices. Y Tuti, que es mi angelito, lo es más que ninguna. Al verlas realizadas la satisfacción es infinita de saber que cumplí mi labor como madre. Y esto lo digo sin ninguna falsa modestia.

−En estos momentos de “fin de mundo” como decían las abuelas, ¿qué rescatarías?

−Creo que en todas las épocas ha habido la sensación de “fin de mundo”. Solo piensa que en el siglo XX hubo dos guerras mundiales, genocidios, exclusiones por raza y otras tantas barbaridades. Soy optimista y creo que estamos viviendo −con todos sus defectos− el mejor momento de la Humanidad, a pesar de la pandemia. Espero, y rescato, que la comunicación personal que es tan importante, no se pierda.

−Tenemos adelantos tecnológicos que nos facilitan la vida, pero junto a ellos convive todavía la esclavitud, la violencia de género, la explotación. ¿Por qué no lo superamos?

−Porque como dijo Einstein, si hay algo infinito es la estupidez humana…

−¿Qué ciudad te cautiva y por qué?

−Definitivamente, Estambul. Es la ciudad más fascinante que he conocido. Por supuesto hay ciudades que adoro, como Florencia, Roma, Budapest, Praga, Madrid, Barcelona y tantas otras, pero Estambul tiene esa mezcla perfecta de oriente y occidente, esa belleza que va más allá de lo puramente estético, que me cautiva y me hipnotiza. Y también me fascina Caracas, con su locura, su frenesí, su desorden… la tierra llama, ¿no?…

−¿Cómo ha sido tu relación con Madame Glamour? Pues nació como algo fortuito y continúa…

−Ciertamente nació como algo fortuito, por una entrevista que “se me cayó” a última hora y buscando a quién entrevistar encontramos un reportaje que tú, Mayte, habías escrito sobre la boda de un príncipe de Dinamarca. Mi productora estaba dudosa, pero la hicimos. Ese lunes, cuando llegué a la radio, me dijeron que Jaime Ross, vicepresidente del circuito, quería hablar conmigo. Yo temblé… Cuando te llaman a la oficina del vicepresidente es para algo muy bueno o para algo muy malo. Y fíjate lo que es saber de radio, que Jaime me dijo que tenía que volver a entrevistarte.

De ahí nació el espacio más querido y esperado de mi programa, Conversaciones con Madame Glamour, un “recreíto” −como tú lo llamas− necesario para seguir soportando lo dura que se nos ha puesto la vida en Venezuela. Nuestra relación se afianza semana a semana. Hemos construido una bella y sólida amistad, basada en la admiración y el respeto mutuos.

−¿Tus proyectos para el 2022?

-Más que proyecto, es un deseo: salir de este régimen y poder trabajar de lleno en la reconstrucción del país.

−Emulándote, cierro esta entrevista con tu pregunta de siempre: ¿Qué significa Venezuela para Carolina Jaimes Branger?

−Venezuela para mí es una paradoja: la quiero y la detesto; la necesito y, en ocasiones, quisiera no necesitarla. La llevo en mi mente y, sobre todo, en mi corazón. Me preocupa y me molesta, me encanta y me subleva. Su gente me conmueve, pero hay gente que me resulta deleznable. Veo tanto potencial y a la vez tanta ignorancia, que me pregunto cuál prevalecerá. Me da rabia que teniendo tanto para salir adelante lo que hagamos sea echar para atrás. Pero aquí estoy. Siempre digo que mi “plan B” es el crematorio de La Guairita. Me quedo para seguir educando, mi granito de arena o mi piedra de granito, no lo sé. El tiempo lo dirá. Aquí sigo. Aquí seguiré.

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Entrevista | Leonardo Aranguibel: “Soy de donde comen mis hijos”
“Venezuela es lo que soy, como persona y en muchísimos sentidos. Es además una alegría intacta en mi memoria y lamentablemente también un dolor”, Leonardo Aranguibel

 

@cjaimesb

Sabía de Leonardo Aranguibel porque su nombre sonaba como el muy joven director de importantes producciones en los últimos años del siglo XX en Venezuela. Pero conocerlo ha sido como destapar una caja de sorpresas, donde todo lo que va saliendo es algo bonito, interesante, conmovedor. Descubrimos que ambos nacimos en Caracas, el mismo año y en la misma parroquia, La Candelaria. Que nos encantaba ver Perdidos en el espacio y El Zorro. Hasta lloramos durante nuestra conversación.

Aranguibel es hoy nada menos que vicepresidente de producción y jefe de operaciones y estrategia de producción de The Walt Disney Company Latin America. Se lo merece, porque el camino a llegar serlo fue uno de excelencia y trabajo, esfuerzo y mística. Y su humildad es encantadora. Es simpático, llano, sencillo. El éxito no lo ha engreído.

Desde sus estudios en la London International Film School, pasando por su grado de Comunicador Social de la UCV, dio muestras de un talento natural −potenciado a través de sus estudios− para la dirección y producción de cine y TV.

Dejó Venezuela a principios del milenio, en 2002. Hasta finales del año previo había sido vicepresidente de producción original de HBO y Cinemax para Latinoamérica y Brasil, y emigró por circunstancias relacionadas con la situación política.

Llegó a Estados Unidos, el país donde había construido una red de conexiones profesionales por su rol en HBO. En ese momento él y su esposa, la periodista Moira Angulo, trabajaron preparando comidas para vender y repartiendo encomiendas, entre otros oficios, mientras resolvían los asuntos legales para obtener la Green card; conscientes ambos de que el trabajo dignifica y estaban siendo ejemplo para sus pequeños hijos. Gracias a José Vicente Scheuren, quien lo propuso como director de una telenovela, su familia tuvo un respiro de varios meses. Y eso, además, les abrió la ruta legal hasta que la residencia les salió y lo demás es parte de la historia.

De su padre, educador y periodista, conserva una colección de libros de clásicos de la literatura universal, que devoró siendo joven.

Guarda entrañables recuerdos de su vida en Venezuela, aunque la nostalgia no lo embarga, porque tiene muy presente un dicho de su abuela “Uno es de donde comen sus hijos”.

–¿Qué recuerdos de infancia y juventud te mueven aún ahora?

–Mi infancia fue “muy movida”. Mi padre era periodista y nos mudamos muchas veces. Y mi madre era maestra. En una de esas mudanzas, viviendo en Cumaná, se divorciaron y nos devolvimos, fracturados para siempre, a vivir a Caracas.

De mis años en Venezolana de Televisión guardo el recuerdo de mi tesis de grado −con Erika Tucker− que se convirtió en el exitoso programa A toque que transmitió VTV durante más de tres años, donde presentaban las bandas de rock venezolanas que trataban de abrirse paso en un mundo aún dominado por el rock anglosajón.

–¿La pasión por el cine y la TV de dónde vino?

–Desde muy pequeño sentí pasión por la televisión. Me encantaban las series. Tuve la suerte de que mi tío Luis Brito, el gran fotógrafo −ya fallecido− me llevaba a los sets de filmación de películas donde di mis primeros pasos, como aprendiz. De su mano descubrí el teatro y aprendí a amar el cine, los musicales y al mundo escénico en general.

Otro recuerdo es de cuando mi padre fue nombrado director de Cultura de la Universidad de Oriente. Iba con frecuencia a hacer mis tareas en su oficina, porque tenía unos libros que me encantaban (de hecho, cuando él murió, lo único que quise conservar fue su colección de Clásicos de la Literatura Universal). Un día, en el auditorio de la UDO, estaban presentando la obra Los fusiles de la madre Carrar, del dramaturgo Bertolt Brecht y él me llevó. Yo tenía sueño, pero descubrí que había algo ahí que me hipnotizaba.

Cuando salí, ya la fascinación por el teatro se había apoderado de mí, un sentimiento que luego mi tío Luis apalancó. De hecho, recuerdo cuando me llevó a ver un ensayo con vestuario de Ricardo III, aquel histórico montaje de El Nuevo Grupo que protagonizaba José Ignacio Cabrujas. Yo estaba sentado solo en el teatro, mientras mi tío hacía sus fotos. Cuando Cabrujas bajó, se me acercó y me dijo “¿tú eres el sobrino de Brito, carajito?”. Lejos de abrumarme, me impactó tanto que me convenció de que estaba en el medio al que quería pertenecer.

–Háblame de tu ida a Inglaterra… ¿es cierto que te fuiste de aventurero?

–Podría decirse eso, ¡sí! Aunque era muy joven ya sabía que lo que quería estudiar era cine. Además, estaba enamorado. Y sin beca y sin recursos −recuerda que mis padres eran un periodista y una maestra− me fui sin pensarlo dos veces. El avión que tomé era como un autobús lechero, mucho más barato que los que iban directo a Londres desde Caracas. De Barbados a Luxemburgo, luego a París por tierra, y desde allí tardé en total como tres meses en llegar a Londres.

Una locura, pero a los 19 años, con las ganas de comerme al mundo que tenía y siguiendo a un amor platónico que se había ido a estudiar allá, era indetenible. Allá tuve la suerte de encontrar buenos amigos que me tendieron la mano, lo que me permitió estudiar en la London International Film School durante un año y algo más. Trabajé haciendo muchas cosas, pero no pude obtener la beca porque Venezuela vivía un cambio de gobierno y me tuve que regresar. Pero lo que aprendí me dio bases sólidas para mi carrera.

–Tus inicios en Venezuela…

–Tuve tres grandes escuelas: RCTV, Radio Capital y El Nacional, en la sección de edición de revistas. También la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela, donde estudié gracias a mi otro tío y padre, Iván Feo, una de las personas que más me ayudó en mi profesión, además de ser una figura inmensamente influyente en mi vida, en la persona que hoy soy. Como verás, tengo mucho y muchos a quienes agradecer.

–¿Qué ha significado para ti trabajar para una compañía tan importante como Disney?

–Un gran honor y una gran responsabilidad. Tuve el privilegio de haber sido convocado para trabajar en un momento en el que hubo un cambio muy significativo para la compañía. Por ese entonces prácticamente todo lo que producía Disney se hacía en California y de ahí se exportaba a todo el mundo. Las oficinas en otras partes eran básicamente de distribución. El cambio fue empezar a crear contenido local y América Latina tuvo la iniciativa de ser una suerte de programa piloto.

Marcos Santana, uno de los ejecutivos más exitosos de la televisión internacional, gran amigo y vecino durante mi adolescencia en Venezuela, fue quien me presentó a quien todavía es mi jefe en Disney, y por la experiencia que yo traía de HBO, me dieron el puesto. Al comienzo en ese departamento estaba yo solo. Hicimos producciones maravillosas que tuvieron gran éxito, como Amas de casa desesperadas (Desperate housewives) en Argentina, A corazón abierto, The amazing race, entre otras. Nuestra oficina fue creciendo y la experiencia se replicó en Europa, Medio Oriente y otros territorios. Desde entonces paso mucho tiempo montado en un avión…

–¿Qué significa Venezuela para Leonardo Aranguibel?

–Venezuela es lo que soy, como persona y en muchísimos sentidos. Es además una alegría intacta en mi memoria y lamentablemente también un dolor. En estas circunstancias, mucho más dolor que alegría. Siempre será el lugar donde me formé, donde crecí, donde vive gente a la que quiero entrañablemente.

Mi vida hoy está en los Estados Unidos, que me abrió las puertas y donde hemos echado raíces. Mis hijos y mi esposa viven aquí (mi hija mayor estudió en Venezuela y se devolvió para acá). Mi abuela tenía un dicho que ahora es cuando lo entiendo a cabalidad: “uno es de donde comen sus hijos”.

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Entrevista | Ana Caraballo de Celis: “La vida comienza a los 60”
“El lugar donde he sido libre a plenitud». Esto es Venezuela para Ana Caraballo de Celis, quien produjo niños, edificios y poesía

 

@cjaimesb

Escogida por la Arquitectura, casada con un arquitecto y enamorada de la poesía, esta joven de 93 años nos acaba de dejar. Sin embargo, su tiempo transcurrió de manera fructífera. Su secreto: estar viva y vivir la vida. Consideraba que su educación había sido “poco convencional”. Por eso fue a la universidad cuando casi ninguna mujer lo hacía y se convirtió en una de las primeras mujeres profesionales en Venezuela. La arquitecta Ana Teresa Caraballo Gramcko de Celis Cepero vivió su vida plenamente. Hasta su fallecimiento estuvo activa física e intelectualmente. Fue la mater familias de un hermoso grupo familiar donde la poesía tiene un lugar protagonista.

En la Arquitectura la enamoró la inmaterialidad del número, su esencia y su naturaleza. Y supo combinarlo con el diseño y los espacios, donde la creación es infinita. Siempre admiró a su marido, Carlos Celis Cepero y él a ella. No fueron rivales, sino que se complementaron.

Presentó su último libro, Dualidad, del brazo de Rafael Cadenas y Armando Rojas Guardia. Pensaba que la poesía era el vínculo entre lo humano y lo divino. Me aseguró que la vida comenzaba a los sesenta años y que la libertad fue su acompañante perenne.

Aquí la entrevista que le hice cuando cumplió 90 años:

–¿Cuál fue el proceso que te llevó a la universidad en un momento cuando las mujeres -en particular las niñas de la alta sociedad como tú- a duras penas terminaban el bachillerato?

–Pienso en la fortuna que significó haber crecido en un hogar poco convencional, en el cual ambos padres me aportaron experiencias personales de gran valor para la transformación constante como camino vital. Se sentía amor, libertad, igualdad, y respeto por la personalidad de cada quien.

La única imposición que recuerdo, fue al terminar la primaria. Debía estudiar una carrera corta antes de llegar a la universidad a fin de poder ser independiente. Escogí el comercio porque lo impartían en mi colegio, pero, sobre todo, porque me permitía incursionar en la pintura, en el piano, en la música.

Cumplida la “imposición”, en mi mente no había obstáculos ni paradigmas que me impidieran seguir el camino a la universidad.

–¿Por qué escogiste Arquitectura? ¿Qué te llamaba la atención, quiénes te inspiraron?

–Pienso que la arquitectura me escogió a mí.

Durante los estudios de bachillerato en el Colegio Santa María, tuve el privilegio de contar como orientador profesional al Dr. Rafael Vegas, quien invitó a varios profesionales para hablarnos sobre distintas carreras, entre ellas la Arquitectura, y me escogió para ser la presentadora del arquitecto ponente, al considerar esta disciplina apropiada a mis aptitudes.

Más adelante al estudiar quinto año de bachillerato, opción física y matemática, me sentí deslumbrada por la esencia del número, su inmaterialidad y presencia permanente sobre la naturaleza, su capacidad para un encuentro lúdico donde su libertad nos conducía hacia un fin que podía ser inexistente o estimular la imaginación de mil y una maneras. Ante mí aparecieron las matemáticas puras como profesión. Siendo que esta carrera no existía en la UCV, me inscribí en Ingeniería. Esta escogencia no duró mucho. Apenas un mes, al constatar las limitaciones que sufrían mis números y comprobar que los materiales de construcción no eran más que una barrera que los aprisionaba, haciéndolos perder su libertad.

Me topé entonces con la arquitectura, que en aquella época funcionaba en el mismo edificio de Ingeniería, y reconocí que el Dr. Vegas tenía razón. En la arquitectura, el espacio, infinito en su esencia, me permitía la misma libertad de crear que el número, sin duda algo que satisfaría a plenitud mi libertad para imaginar, para idear espacios habitables en armonía con los materiales de construcción.

–¿Fue fácil o difícil casarse con un arquitecto? ¿Hubo rivalidad entre ustedes?

–En nuestro caso fue fácil. Carlos era un enamorado de su profesión, discípulo accidental del maestro Le Corbusier en Bogotá. Se mantenía al día sobre nuevas teorías y materiales relacionados con un momento histórico de transformación arquitectónica en el mundo.

Mis inquietudes, aunque incipientes, eran muy parecidas. Lo admiré desde un principio y sigo haciéndolo.

No es fácil hallar a alguien que como él, integre libertad de diseño, correcto uso de los materiales, y honestidad con clientes y usuarios al facilitarles ambientes destinados a su superación material y espiritual. Estas condiciones pueden observarse en la vivienda de interés social que él diseñó cuando fue director del TABO (Taller de Arquitectura del Banco Obrero) asesorado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva y que luego continuó en toda su trayectoria profesional.

Cuando comenzamos a trabajar juntos, en algunas oportunidades nos complementábamos. En otras, cuando desarrollábamos proyectos individuales, los discutíamos respetando el concepto de cada quien.

–¿Cómo incorporaste el trabajo con la familia?

–Tampoco presentó problemas, ambos considerábamos como prioridad la familia, de esa manera mi trabajo se supeditó a mis posibilidades de tiempo. Este se fue incrementando en la medida en que los hijos crecían y se independizaban. Al final terminé trabajando a tiempo completo en la OMPU (Oficina Metropolitana de Planeamiento Urbano), y hasta llegué a estudiar Urbanismo a nivel de postgrado, lo cual me abrió una ventana más amplia hacia una arquitectura con enfoque social.

–No solo es la arquitectura. La literatura ha sido parte de tu vida y eres una escritora fenomenal. Has publicado dos libros de poesía. ¿Cómo incorporaste esa disciplina a tu vida y desde cuándo?

–Percibo a la poesía como vínculo entre lo divino y lo humano. Flota a nuestro alrededor y se muestra de mil maneras, no siempre en función de palabra. Ella ha sido una constante para mí. Papá, en su juventud, escribió teatro y poesía. Cuando notó mi interés por las palabras, ya que me gustaba hojear el diccionario, buscar palabras, hallar familias y significados, él me regaló su diccionario y continuó ofreciéndome libros de todo tipo incluyendo los de versos.

Ida Gramcko, mi prima, me hizo un poema para mi primera comunión y ella era motivo de regocijo y admiración para toda la familia desde que sin saber escribir ya hacía poemas.

Me casé con alguien que, sin escribir poesía era poeta. Creó el Premio de poesía León de Greiff, diseñó nuestra casa alquímica en Las Palmas, un poema espacial, en tres dimensiones; me rodeó de poetas, rematando con un primer libro de poesía escrito por mi hija Laura, titulado Tiempo de mariposas, prologado por Elizabeth Schön.

Luego, al comenzar una nueva etapa de mi vida, decidí estudiar Literatura en la Universidad de la Tercera Edad y en ella se dio mi encuentro con la palabra como misterio, la vi abrir el portillo y ofrecerme su libertad.

Cuando la universidad cerró, algunos formamos un grupo para continuar ahondando en nuestras inquietudes literarias, el cual mantuvimos durante mucho tiempo.

Empecé a escribir pequeños artículos de opinión en algunos periódicos. Pero ante la urgencia de dar forma a algo interior, mi escritura fue evolucionando hasta la actual sin saber que lo hacía poéticamente. Cuando el poeta Aladar Temeshi leyó mi primer libro, Corporalidades, supe que estaba escribiendo poesía.

–Eres un ejemplo a seguir para las mujeres venezolanas: a los 90 años sigues trabajando en lo que te gusta y con pasión. ¿Cuál es el secreto?

Estar viva. Las palabras del Eclesiastés 3: “hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace”, quizá contestaría esta pregunta.

Somos tiempo, sin él no existiríamos, es nuestro haber para dar lo que solo nosotros podemos dar. Mi presente me hace intuir la razón de haber vivido mi tiempo como lo he hecho, transformándolo y aceptándolo al producir niños, edificios o poemas, pero solo lo sabré con certeza al traspasar el misterio de mi vida.

–Si tuvieras que darles consejos a las muchachas jóvenes que apenas empiezan, ¿qué les dirías?

–Lo que le digo a mis nietos: cada uno tiene un lugar propio en esta inmensidad, visible o no, a la cual pertenecemos.

La vida comienza a los 60. En ese momento estamos capacitados para transitar un nuevo camino con una experiencia inaudita en un maravilloso renacer.

–¿Cómo te sentiste cuando en la presentación de tu segundo libro de poemas tenías al lado a Rafael Cadenas y Armando Rojas Guardia?

–En una nube susurrante, privilegiada y agradecida, obligada a seguir sus ejemplos de entrega a ese vínculo entre Dios y nosotros llamado poesía. A veces los sueños dejan de serlo.

–¿Qué significa Venezuela para Ana Teresa Caraballo de Celis?

–Todos tenemos un sitio único para desarrollar nuestro potencial a plenitud. Un sitio único para anidar sueños, crecer, multiplicarnos. Para sentir frescura, tibieza, olores. Un sitio para estar en Dios y sentirnos plenos. A veces las circunstancias lo extravían o lo esconden pero nunca lo perdemos porque también está dentro de nosotros.

Este sobrevuelo de mi devenir a lo largo de nueve décadas, me ha permitido descubrir en cada momento crucial la palabra libertad. Mi proceso de vida ha transcurrido apegado a ella. En mi hogar primero, en mi preparación profesional, en el hogar creado, en mis espacios habitados por más de 65 años. El lugar donde he sido libre a plenitud. Esto es Venezuela para Ana Teresa.

Entrevista | Domingo Oropeza Bello: “Mi religión es la Naturaleza”
“Como comunicador visual he creado piezas gráficas para incentivar el cuidado y uso responsable de la naturaleza», alienta Domingo Oropeza Bello

 

@cjaimesb

Conocí a Domingo hace más de veinticinco años, cuando ambos formamos parte de la junta directiva de la Sociedad de Padres y Representantes del Instituto de Educación Integral de Maracay. Desde el primer día se nos hicieron obvias a todos los miembros de la junta su inteligencia, su rectitud, su responsabilidad y su asertividad. Trabajamos juntos en muchos proyectos educativos que todavía muchos de los niños de aquella época hoy recuerdan –como adultos– con nostalgia, cariño y aprecio por lo que aprendieron.

Un ilustrador insigne, siempre sentí que estaba subvalorado por quienes lo contrataban. Domingo era y sigue siendo una fuente de buenas ideas, de un trabajo impecable, ingenioso, con un gran bagaje cultural. Ha sido el autor de las portadas de mis cinco libros y de una cantidad de libros más, entre ellos Lovescaping, de mi hija Irene. En mi casa todas somos miembros del club de fans de Domingo.

Domingo Oropeza es un agudo observador, gran lector y tiene un sentido del humor que raya en la ironía fina, cualidades imprescindibles para ser un buen caricaturista. Desde marzo de este año se destaca con sus caricaturas dominicales para el portal Termómetro Nacional.

Domingo asegura que el amor por la Naturaleza es su religión y lleva diseñadas preciosas, interesantes y atractivas campañas para el cuido y prevención de los recursos naturales. Siente que, a pesar de todo, Venezuela es una tierra bendita. Y yo le respondo que lo será cuando la mayoría de nuestra gente sea como él: trabajador, decente, brillante, emprendedor y valiente.

–¿Cómo se acerca al arte Domingo Oropeza Bello?

–Desde niño, el dibujo me permitía ver lo que imaginaba, ¡era mi mejor juguete! Recuerdo que lo mío era inventar y todo eso lo ponía en el cuaderno. La primera vez que vi el Moisés de Miguel Ángel fue en una estampa de cajita de fósforo y eso me dejó impactado… el pensar cómo lo había hecho. Mi papá también dibujaba y pintaba ocasionalmente, aunque nunca lo desarrolló como arte. Me sorprendía que él pudiera reproducir un pájaro con tanta fidelidad. Luego desde el liceo comencé a participar en concursos de dibujo y pintura y a familiarizarme con la historia del arte, que (todavía) es de mis lecturas favoritas. El diseño gráfico, la ilustración, la fotografía, el ecodiseño, la escritura, todos ellos son campos donde he podido expresar mi creatividad y hacer lo que me apasiona. Hoy por hoy no me queda otro calificativo para el arte que ¡liberador!

–Hay diseñadores que son artistas, pero no todos los diseñadores lo son. Yo pienso que tú eres artista por encima de todo. ¿Cómo te consideras?

–No es fácil responder eso. Yo comencé por los medios tradicionales del dibujo y la pintura al óleo en un taller de pintura en Los Teques. Al llegar a Maracay, ofrecí mis servicios como dibujante y entré en contacto con las artes gráficas, que es como se conocía al Diseño Gráfico en esa época.

Intenté hacer estudios en la Escuela de Arte Rafael Monasterios, pero no los concluí. Me fui dedicando más al trabajo de diseño para agencias de publicidad, y el contacto con gente muy profesional y exigente me obligó a hacerme de una formación que se repartía entre mucha lectura técnica, ejercicios en casa y el trabajo diario.

La práctica del dibujo con pretensiones artísticas siempre la desarrollé en paralelo al diseño y me dio ventajas al abordar más adelante el campo de la ilustración editorial. Esta formación autodidacta me permitió la suficiente libertad creativa y multiexpresiva que se deja ver en las diferentes técnicas que aplico al trabajo, según sea el requerimiento. Pienso que, como diseñador e ilustrador, he dejado que esa sensibilidad del artista, que late dentro de mí, se haga permeable para poder comunicar ideas y conceptos. Pero mejor que hablar, es mostrar el portafolio.

Portafolio DAO 2021

–Tu aproximación al humor es sencillamente genial. Tus caricaturas son lapidarias. Es mucho más difícil hacer reír, que hacer llorar.  ¿Tienes una técnica o es algo que te sale natural?

–Comencé a hacer caricaturas en el liceo, para reírnos de los profesores; eso me hizo muy popular. Fue un género que estudié y practiqué mucho porque es difícil. Intenté entrar en los diarios para ofrecer mis servicios pero no había vacantes en ese entonces, todos ya tenían su caricaturista; era la época de Eneko, Pardo, Ras, Peli, Fonseca… y el eterno Zapata, imagínate, ¡puros monstruos del humorismo gráfico!

Luego, cuando se hizo normal la represión militar a las marchas de protesta, donde fui activista, para drenar mi rabia e impotencia, seguí haciendo mis dibujos y mostraba mis sátiras políticas entre grupos de amigos. Hacer humor gráfico en Venezuela puede ser fácil y difícil a la vez, porque somos un país de absurdos, cosa que es base del buen humor; somos un país surrealista, un país que no cabe en ninguna estadística seria. Somos un país con muchos problemas y contradicciones, y esa es materia prima para el humor gráfico.

Digamos que la técnica se centra en tener la sensibilidad para sacar con pinza cuál es la médula del problema y exponerla de manera simple, para que la gente capte la denuncia o la reflexión y le haga un clic. O que, al menos, lo deje pensando. El trabajo que estoy dando a conocer ahora a través de la plataforma digital Termómetro Nacional va sustentado sobre mi reflexión de país, es una posición crítica ante lo que me preocupa y de las ganas que le tengo al poder para desenmascararle sus patrañas bien maquilladas.

Entrevista | Domingo Oropeza Bello: “Mi religión es el amor por la Naturaleza”, por Carolina Jaimes Branger
Me cuesta creer que hayamos permitido que se instaurara este presente tan oscuro y vergonzoso. Caricatura de Chavez, autor Domingo Oropeza Bello.

–Recuerdo con nostalgia tus clases de arte efímero a los muchachos del IEI en Maracay. ¿Qué te dejó esa cercanía con los más jóvenes y con el proceso educativo?

–El Encuentro de Arte Efímero del colegio IEI, en Maracay, del cual fuiste gran promotora y colaboradora, fue una tremenda experiencia para mí. Tantos niños, tanta creatividad a flor de piel, tanto entusiasmo de trabajo en equipo para desplegarlo en una mañana, eso sí que era un reto, un vórtice de energía. Y también una lección de cuánto se puede aprender, tanto el estudiante como el docente, sacando el aula al patio. Para que tome el aire fresco de la experiencia inmediata, de poner al alumno en contacto con sus cinco sentidos frente al enriquecedor acto de crear con lo que se tiene a la mano y luego soltar, sin apegos.

–Te autodefines como ecologista –entre otras cosas más– y en este preciso momento estamos viviendo, además de la pandemia, enormes catástrofes naturales en todo el mundo, que son solo un anticipo de lo que puede venir y vendrá si no hacemos nada. ¿Qué estás haciendo en ese sentido?

–Podría decirte que mi religión es “El amor a la Naturaleza”: allí tenemos todo lo que necesitamos: materia, farmacia, sabiduría y conexión con la divinidad. La relación del Hombre con la Naturaleza –desde la revolución industrial hasta hoy– ha sido de irresponsabilidad e inconciencia depredadora y por eso tenemos estos resultados.

Como comunicador visual he creado piezas gráficas para incentivar la toma de conciencia hacia el cuidado y uso responsable de la naturaleza. Paralelamente, tengo una marca personal, @oroverdi, donde cobijo mi trabajo de ecodiseño, con producción de piezas utilitarias a partir de material reciclado, e información acerca de prácticas amigables con el ambiente.

Como senderista y fotógrafo aficionado, divulgo los hallazgos de mis paseos y motivo para que otros se unan a esta actividad saludable de aprendizaje, amor y respeto. Creo que cada uno puede aportar algo positivo desde su propio espacio. No serán las soluciones tecnológicas las que salvarán al planeta de la autodestrucción, sino la toma de conciencia, que creará presión suficiente para que se establezcan las políticas correctivas que restauren el equilibrio ambiental. La pandemia podría ser un buen punto de quiebra para revisarnos.

«Como senderista y fotógrafo aficionado, divulgo los hallazgos de mis paseos para que otros se unan a esta actividad de aprendizaje, amor y respeto por la Naturaleza».

–¿En cuáles valores de los que le has transmitido a tu hijo has insistido más?

–Para mí lo más importante es que hayamos cultivado una conexión afectuosa entre ambos, pues es a través de ella que podemos transmitir valores. Ante todo, le insisto en la importancia de edificar la confianza en sí mismo, respetarse y creer en su potencial y en su singularidad como ser, de ahí saldrá lo que él tenga para dar a otros. Hacerse responsable por sus actos, ser constante y disciplinado en lo que se proponga y aportar valor con su desempeño.

–¿Qué significa Venezuela para Domingo Oropeza?

–Venezuela es una tierra bendita, de eso no me caben dudas. Es hermosa, fértil, rica en todas sus manifestaciones. Me duele ver que mucha gente no aprecie estas bendiciones, no valore el sentido de pertenencia, ignora su historia. Y no solo me refiero a la historia militar de la independencia.

Tenemos tantos ejemplos de talento, de bondad, de ingenio, de creatividad, de civilidad, de valor y coraje en nuestra historia, que me cuesta creer que hayamos permitido que se instaurara este presente tan oscuro y vergonzoso.

Apelo a ese sustrato de nuestra cultura para retomar, a través de la educación en valores y la conciencia colectiva, el trato justo y amoroso que la restaure a su condición de país digno, pleno y ejemplar. Hay mucho trabajo por delante y eso debería ser un aliciente nacional.

ilustradao.jimdofree.com

@ilustradao61

@oroverdi

Entrevista | Bettina Lobo: “En las redes intento ser mi versión más auténtica
“En las redes sociales es bueno ser uno mismo; se puede ser exitoso mostrando su lado verdadero”, Bettina Lobo.

 

@cjaimesb

Conocí a Bettina Lobo cuando cantó el Ave María en la boda de su hermana. Todos los que estábamos en la iglesia nos sentimos cautivados –y electrizados- por su talento, su carisma y su humildad al recibir, al final de la misa, tantos halagos. Esa humildad es una de sus grandes virtudes: sabe lo que ha logrado y está consciente de lo que le falta.

Desde niña manifestó su amor por el canto… Curiosamente comenzó con un género nuevo para ella, la ópera. Desde entonces no ha dejado de aprender, de estudiar, de prepararse. Bettina Lobo actualmente vive en los Estados Unidos, donde espera conseguir una puerta que se le abra, específicamente en Broadway. Su lema es “el que persevera, vence”. Y la verdad es que Bettina no ha hecho otra cosa que perseverar día a día. Trabaja con denuedo en mejorar cada día sus fortalezas. Y aun con más voluntad en lo que considera que tiene que mejorar, como su baile.

A Bettina Lobo la inspiran actrices como Meryl Streep, por su capacidad de mimetizarse; Julie Andrews por su fidelidad a su estilo y Caissie Levy, la canadiense que le dio vida a Elsa, el personaje de Frozen en Broadway, por su capacidad de triunfar en un país que no era el suyo y de quien ha aprendido muchas cosas, porque fue su profesora en la universidad.

Cree que la familia debe ser siempre la prioridad y no se olvida de dónde viene: Venezuela siempre está en su mente y en su corazón. Recuerden su nombre: Bettina va a triunfar porque tiene todo lo que se necesita para hacerlo en un mundo tan competitivo, duro y demandante como es el del espectáculo.

–¿Cómo empezó tu amor por la música y en particular, el canto?

–Comenzó por mi amor al teatro musical. Desde muy pequeña mis papás siempre nos mostraron a mí y a mi hermana películas de musicales y nos hablaban de lo increíble que era ver las obras en vivo. Desde que vi la película El fantasma de la ópera comencé a cantar las canciones por todos lados de mi casa y descubrí que me encantaba imitar a los artistas de la película, cantando un género que nunca había escuchado –ópera. Así comenzó mi historia de amor con el canto.

Bettina Lobo En las redes intento ser mi versión más auténtica, #Entrevista por Carolina Jaimes Branger
Bettina Lobo: «Cantando ópera comenzó mi historia de amor con el canto».

Poder narrar una historia a través de mi voz es de las cosas que más me trae alegría y saber que mi instrumento puede tocar los corazones de muchas personas es una de las bendiciones más grandes que Dios me ha dado.

La música para mí es magia; sin ella mi vida no sería tan alegre. Al final, es el idioma universal que no importa si no entiendes la letra, puedes sentir la canción o pieza e igual te puede invocar alguna reacción. Apenas sentí que cantando era donde estaba más feliz y me sentía lo más “yo” supe que esto tenía que ser más que un hobby, tenía que dedicarme a hacerlo por todo el tiempo que fuera posible.

–¿Cuándo decidiste seguir ese rumbo con estudios formales?

–Durante mi primaria estuve en el coro del colegio, cantando en las misas y practicando las canciones una vez por semana. Pero no fue hasta sexto grado, cuando abrieron una escuela de música en Caracas llamada School of Rock, que mi mamá me dijo para meterme en clases de canto formales. Yo conocía los calentamientos básicos por el coro, pero aquí fue la primera vez que empecé a descubrir otros géneros musicales y a aprender a moldear mi voz dependiendo del estilo. Ahí comenzó mi camino de entender la voz y conocer mis capacidades con el instrumento.

Luego quise aprender más sobre teoría musical y un poco de piano, entonces me inscribieron en la Escuela de Música Manuel Alberto López por dos años, en los que aprendí muchísimo: fui a campamentos de teatro a lo largo de bachillerato, canté en un coro profesional llamado Arpegio por 6 años, participé en obras, hasta que me mudé a Nueva York para estudiar en la capital de musicales sobre mi pasión número uno: el teatro musical. Básicamente desde los 12 años decidí que esto era a lo que quería dedicarme y lo único que nunca dejé de hacer desde eso momento hasta hoy ha sido cantar.

–Sabes que llegar a Broadway es un largo camino, pero tienes el talento y la disposición. ¿Cuáles son los próximos pasos?

–Sí, ¡es un largo camino! Pero no imposible, si lo quieres lo suficiente. Este año recibimos la increíble noticia de que ¡por fin los artistas internacionales que tienen un permiso de trabajo en Estados Unidos pueden participar en musicales de Broadway! Antes no se podía y esa meta la vi casi imposible por muchísimos años, ahora no lo veo así. Una vez que comiencen a abrir los teatros y las audiciones, a eso me dedicaré. Como decimos en el mundo del teatro, las audiciones son el trabajo de verdad y estar en la obra son las vacaciones.

Hay que aprender a ser constantes y confiar en el talento de uno. Yo soy una cantante fuerte, pero me cuesta horrores bailar tap o hip hop, es un área que sé puedo mejorar y que, una vez que domine, me va a abrir más puertas; ¡así que uno de los pasos definitivamente va a ser tomar clases de baile! (risas). Yo creo que el tiempo de Dios es perfecto y es importante no frustrarse si algo que quieres se está tardando más de lo normal. Solo hay que seguir intentando y por más cliché que suene “el que persevera vence” y en eso creo firmemente.

Bettina Lobo: «Yo soy una cantante fuerte, pero me cuesta horrores bailar tap o hip hop«.

–¿Qué actrices te inspiran?

–Hay muchas actrices espectaculares que me inspiran. La resiliencia de Meryl Streep y su capacidad de ser un camaleón, sin importar el personaje que esté interpretando, es admirable; su profesionalismo me inspira muchísimo. Julie Andrews es mi ídolo, ella comenzó también en el mundo del teatro musical y, a pesar de las presiones de la industria, siempre se ha mantenido muy fiel a quién es ella como persona y como artista. Por último, una actriz de Broadway que se llama Caissie Levy; ella no solo originó el rol de Elsa en el elenco original de Frozen en Broadway y fue Elphaba en Wicked… también fue mi maestra en la universidad. De ella aprendí a ser una mejor narradora de historias, el poder de la voz, a tener disciplina y a creer en mí misma. Y que, a pesar de la fama y reconocimiento, la familia tiene que seguir siendo la prioridad número uno. Como canadiense que es, también ha sido una inspiración por ser una actriz internacional lográndolo en el mundo artístico estadounidense y de Inglaterra.

–¿Cómo es tu rutina diaria de preparación?

–En tiempos normales y no de COVID iría más o menos así: levantarme temprano en la mañana para agarrar un tren y anotarme en las listas de las audiciones del día, elegir el material con el que voy a audicionar, arreglarme en el edificio de mi universidad (ya que los exalumnos siempre están bienvenidos), practicar el material, regresar al lugar de la audición, audicionar, luego ir a trabajar; si tengo un show tipo cabaret ese fin de semana, ir al sitio del show a ensayar con el elenco y luego de la práctica. A veces me iría a ver con mis amigos, regresar a mi casa y ver las audiciones del día siguiente. Mientras espero para recuperar esa rutina, ahora tengo la de “creadora de contenido”, por decirlo así. Esta es mucho más flexible y requiere moverme menos, pero sí necesita de mucha planificación e imaginación.

Mis días ahora consisten en hacer ejercicio para no perder ese movimiento necesario, ir a mi casa a arreglarme, preparar la idea del contenido que ya había pensado en los días anteriores (yo llevo una lista en el celular con todas las ideas que se me pueden ocurrir porque si no se me olvidan), arreglar mis materiales (micrófono, luz blanca, lugar en donde grabar, etc.), calentar la voz (si es un video de canto), grabar el contenido, editar y tenerlo listo para montarlo al final del día. A veces grabo hasta 2 o 3 videos en un día para adelantar y así tener tiempo de hacer otras cosas.

–Eres una tik toker con miles de seguidores. Conquistar las redes sociales no es tarea fácil. ¿A qué atribuyes haber calado tanto y tan rápido, además de tu talento?

–El talento contribuye un poco, pero creo que la razón principal por la que las personas se sienten atraídas a mi página, o por lo menos lo que me han dicho, es que es muy particular y específica. A mí me gusta describir mi página como mi esencia: una venezolana dedicada al teatro musical, amante de Disney, las películas animadas, Harry Potter, enamorada de su país y de representar la comunidad latina en Estados Unidos. Hay personas que se han identificado con la página porque es primera vez que ven a una venezolana que se dedica al teatro en el extranjero y que habla de sus experiencias como alguien internacional en ese mundo tan particular. También intento ser mi versión más auténtica. Ojalá las personas que vean la página puedan sentirse inspiradas, no solo a compartir sus talentos si los tienen, sino a ser ellas mismas. Porque se puede ser exitoso mostrando su lado verdadero.

–¿Qué significa Venezuela para Bettina Lobo?

–¡TODO! Venezuela es mi hogar y nada va a cambiar eso. Es el lugar en dónde crecí, en donde está gran parte de mi familia. Llevo el nombre de Venezuela con tanto orgullo que se me puede explotar el pecho. Soy muy afortunada de ser de donde soy y, no solo es parte de mi “marca”, es gran parte de mi identidad. Mientras conozco a más venezolanos en el extranjero, he visto que es un factor común que nos sentimos muy orgullosos de ser de nuestro país. A veces he conocido a venezolanos que cuando nos damos cuenta de que somos del mismo país nos abrazamos y por un momento nos sentimos en nuestro hogar otra vez. Venezuela me ha dado a las personas más importantes de mi vida, mi educación, mi relación con Dios. La primera vez que agarré un micrófono fue ahí. Me enseñó sobre el poder de la amistad, a nunca rendirme, a luchar por lo que quiero, a querer justicia. Y me dio la convicción de que en grupo funcionamos mejor. Mi país lo llevo en el corazón y espero algún día hacerlo muy orgulloso.