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El enemigo emerge de las entrañas, por Armando Martini Pietri

Hace tiempo Venezuela está, atiborrada de un Gobierno lerdo, mal encaminado y obsesivamente porfiado en sus errores, se afirma que no habrá golpe de estado, ni militares en rebelión, tampoco intervención de otros gobiernos, ni llegarán los marines estadounidenses a las playas, mucho menos, rebeliones populares, como sucede en Haití, donde gobierna la anarquía, el caos, y en Nicaragua, los Ortega mandan a linchar democráticamente, es decir, sin preferencias.

Aseguran, cada vez más convencidos y expectantes los que piensan, analizan y se frustran porque el castro-madurismo sigue en el poder, que este Gobierno finalizará por implosión social. Es decir, que revienta por abajo, pierde fundamento, se desmoronan sus bases y estructura, haciéndose pedazos, se viene al piso por su propio peso como aquel coloso legendario de pies de barro. ¿Será así?

Lo advirtió una vez José Vicente Rangel; el verdadero enemigo del chavismo está dentro, en sus propias entrañas. Tuvo y sigue teniendo razón. De otra manera lo señaló, Müller Rojas, general del ejército izquierdoso y, cercano al proyecto de Hugo Chávez, que éste se enfrentaba a un nido de alacranes, refiriéndose a lo interno del movimiento, pero no a las bases sino a quienes querían adueñarse de ellas escudados en el comandante Chávez.

Con todos los errores y empecinamientos miopes que han arruinado a la industria petrolera, buena parte de la producción agropecuaria, la agroindustria, comercio e industria automovilística, partes y repuestos, fabricación e importación farmacéutica y amenazan a todo el sistema comercial, el castro-madurismo continúa con relativa pero muy disminuida fuerza popular, un sentimiento con jefes alejados, dirigentes y socios corrompidos, pero con la profundidad del tambor, del sol tropical, de la paciencia popular, de la emoción de quienes siempre han tenido poco que perder porque nada han tenido. Que ahora son menos, pero siguen siendo.

Es adentro donde está el problema de verdad. El chavismo verdadero, aquella furia ensordecedora, alegría retumbante por una revolución imposible pero que el carisma de Chávez hizo creíble, que presentó como alcanzable con su liderazgo, se quedó sin guía. Maduro ordena, quizás mande, pero es incapaz, nada eficiente, no enamora, no seduce. Cabello y Rodríguez menos aún, repugnan, no importa con cuánta fuerza se aferren al poder.

Lo que Rangel, analítico frío y veterano en demasiadas batallas, dijo años atrás, sigue vigente. El problema del chavismo no está en la MUD fragmentada e inoperante, tampoco en la oposición incapaz de renovarse, sino dentro del chavismo profundo, el de las calles estrechas, viviendas humildes, en la zona popular donde conviven los desposeídos, los menos afortunados, los más débiles sociales, donde no hay agua ni luz, se pasa hambre, se come de la basura, se muere por falta de medicinas e inseguridad. Es allí donde está el enemigo que puede y va a terminar con el poder castro-madurista. Dentro de sí mismo, en sus entrañas que se revuelven, se agitan, eructan, y duelen cada día más.

El madurismo es un movimiento, pero no una emoción de efervescencia popular. Es un partido político que está en el poder, sólo eso, un partido, que tiene militantes inscritos, que exige obediencia sumisa y ciega. Manda, cobra, paga, conviene a algunos que lo necesitan, pero ya no emociona no inquieta. Produce miradas elocuentes y posiciones de firme armado y estático, pero no alegra, no abre simpatías ni señala caminos.

En el castro-madurismo ya no hay encantamientos, no hay oídos a tambores. Hay disciplina, recompensas, pagos, pero no espontaneidad. El chavismo ha muerto. Falleció. Se extinguió con su fundador. Los chavistas profundos lo saben. No pueden ser, ni siquiera con el pañuelo en la nariz, entusiastas de un entusiasmo que se dañó y pudrió. Ése es el enemigo y hace tiempo está afuera pero ahora también adentro. El desencanto y desesperanza.

Ésa es la tragedia de Maduro. El chavismo lo resiente y se resiste, años atrás los intestinos rojos se debatían entre insaciables con aspiraciones y aspirantes con ambiciones, entre teóricos del gobernar y codiciosos del dinero, entre santos dispuestos al martirio y soldados preparados para martirizar, hoy está aplastado por la frialdad del régimen, la ineptitud generalizada, y la incapacidad de ilusionar. Todo es insensibilidad áspera de Raúl Castro, guayabera bien planchada e inmutable de Díaz-Canel, y las órdenes de un Maduro que preside sobre escombros.

En la aplicación en esta aislada Venezuela del castro-madurismo, versión caribeña y readaptada del marxismo, la revolución se despedaza por la base, el descontento es incontenible, ya no puede ocultarse, se desborda por los poros, no es una explosión social -como fue el Caracazo- que los siempre derrotados comunistas tratan de adjudicarse como obra propia, es una implosión dentro del chavismo que dejo de creer, perdió la confianza. Rebulle la indignación popular, será un movimiento telúrico de alta escala y consecuencias impredecibles.

La victoria electoral de Chávez no fue, como el chavismo lo proclamó, un triunfo de la voluntad popular, realmente fue el desbarajuste, ceguera e incapacidad de los partidos políticos; muy similar a lo que hoy sucede, cuando algunos dirigentes opositores lucen desconcertados, desesperados, temerosos, no encuentran salida, optan por acomodarse en la cohabitación y no pierden tiempo en negociar la supervivencia política, ignorando y olvidándose de las demandas populares.

 

@ArmandoMartini 

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 09.01.2018: ALTO: Misma receta
ALTO
¡EL ENEMIGO…!: 

Desde su comienzo el “comandante eterno” comenzó a buscar enemigos a quien enfrentar para irse creando la épica que no tuvo cuando el golpe del 4F al tener que rendirse a las Fuerzas Armadas que mantuvieron la vigencia de la constitución. El “imperio” siempre fue el preferido por el retador caudillo militar que se sintió guapo y apoyado por un barril de petróleo que pasó la barrera de los $100 y que le permitió repartir dólares por el mundo entero buscando apoyos -sin cuestionamiento alguno- y por supuesto asignar recursos petroleros a las varias misiones creadas para hacer dependiente del gobierno a una mayoría de venezolanos que por unos años tuvieron mejores índices de ingresos y de algunas de sus condiciones de vida. Igualmente ello trajo la corrupción que el mismo comandante denunció –sin hacer seguimiento alguno- desde la creación de los consejos comunales y las distintas misiones que gozaron desde el PSUV con ese efímero “festín de Baltazar”. Siempre sostuve que Chávez, cuando vio que su proyecto era inviable y los ingresos petroleros comenzarían a caer, sus erradas políticas desmantelarían el país, sin el dispendio al que se acostumbró, dio permiso para la corrupción militar y civil para lograr su apoyo incondicional. Ya había comenzado, tras el golpe de 2002, a elucubrar atentados en su contra que nunca cuajaron, no fueron investigados, no aportaron pruebas, produjeron si un par de muertos. El sainete revelaba que buscaba morir antes de ver su fracaso. Esta vez los deseos si empreñaron, no en la tierra sino en el cielo, pues muere cuando ya el fiasco era palpable. Maduro recibe un país destartalado pero sigue el peor camino posible aumentando el caos, la pobreza, el hambre, las enfermedades desaparecidas hace 80 años retornan con mas fuerza al no haber medicamentos y el desmantelamiento institucional se acentúa. El sucesor se las ha visto peor que su mentor criollo y mucho más que sus mentores castristas. Utilizando la misma receta ha buscado “enemigos y atentados” por distintas coordenadas. Desde el imperio estadounidense (renglón fijo cubano) hasta los gobiernos de Colombia (el mas denigrado y repetitivo) España, Francia, Argentina, Perú, Brasil, México, Gran Bretaña y otros más dependiendo de su momento histriónico. El tema de la “guerra económica” (sus palabras certifican que la han perdido sin poder hacer nada los uniformados y ministros encargados del área) y del contrabando de extracción son premisas discursivas sin llegar a nada. Blablá para las masas. Solo pensar que vamos para 19 años viendo pasar –con estupor-  las gandolas llenas de gasolina a Colombia (algunas llevan el logo de PDVSA) bajo la mirada complaciente de los militares encargados de las fronteras da una imagen del contubernio rojo entre civiles y uniformados “autorizados” desde el poder máximo. Buscando nuevos derroteros se le ocurrió acusar a las antillas vecinas – Curazao, Bonaire y Aruba- de participar en el contrabando de extracción de alimentos. El refrán aplicable es el de “llevar chivos para Coro” pues esas tres islas tienen comida abundante gracias a su intercambio comercial con Estados Unidos y Europa. Si no que lo digan funcionarios y enchufados que hacen mercado semanal en ellas adonde llegan en aviones propios, en los asignados graciosamente por la ONA o en aeronaves oficiales. La brillante idea gubernamental no reparó en las consecuencias para un sector de la economía nacional que cada día que pasa se encuentra en peores condiciones: la aviación comercial …

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El mal existe, por Victor Maldonado C

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El mal es enemigo de la libertad. Allí donde el mal está presente la represión y la muerte son el signo. El mal es hambre, tristeza, desesperanza y violencia. El mal es el ejercicio de la mentira. El mal es la perturbación de la paz. El mal es la invocación de la fuerza. El mal es la mirada de Cain, su mano levantada contra Abel, la envidia y el resentimiento constante. La apelación al pasado para justificar un presente ominoso. La exculpación de la violencia que se ejerce porque otros, en otros momento histórico, hicieron lo mismo. El mal se alimenta del historicismo como si el presente fuera mejor o peor porque otros hicieron o dejaron de hacer la ignominia. El mal es el depredador de la libertad.

El mal existe en el corazón del que lo practica. Paul Ricoeur lo confirma cuando señala que “el mal está inscrito en el corazón del sujeto humano. En el corazón de esa realidad altamente compleja y deliberadamente histórica que es el sujeto humano“. Hacer el mal, participar del mal, contribuir a sus efectos es una decisión consciente que genera responsabilidad. Nadie en el régimen que hoy nos asola con su demencial forma de aniquilarnos puede luego decir que “ellos no sabían”. Ningún partidario puede hacerse el ciego ante las embestidas autoritarias del régimen. Ni el más furibundo de todos ellos puede decir después que no tenía conciencia de las consecuencias de la violencia. Nadie puede callar cuando el debate de las ideas es sustituido por el arrebato turbulento de los grupos violentos. No hay indiferencia posible cuando, por cuenta de lo que practicamos y creemos,  otros sufren muerte, dolor, miedo, injusticia y desolación. El mal, que está en el corazón de los hombres que lo practican, tiene por tanto culpables y víctimas. Y en el caso venezolano, todos somos víctimas del mal practicado como sistema.

El sistema es el socialismo del siglo XXI. Su causa es el resentimiento transformado en venganza. El mal es una falla en el corazón del que lo practica. Algo pasa en las cabezas y corazones de los que se dedican a destruir la esencia republicana del país para que en su lugar impere el caos y el despropósito.  El mal es destrucción. El socialismo es un sistema que destruye a partir de promesas que rápidamente se convierten en un chantaje extorsivo. La mentira se ceba en los corazones de la gente sencilla para hacerlos presa de la infamia disfrazada de justicia. El mal a veces se disfraza de espíritu luminoso para confundir y hacerse pasar por lo que no es. El mal dice que es reivindicación social cuando en realidad es solo el negocio de unos pocos que se llenan de riquezas mientras manipulan a un pueblo empobrecido y aplacado por los mendrugos que a veces les tiran. El mal dice que es revolución cuando en realidad lo que provoca es involución. El mal grita que con ellos manda el pueblo cuando en realidad todos los hilos del poder están en manos de una oscura camarilla. El mal dice que son amor pero idolatran el odio, son sus fieles seguidores, idolatran la división,  el desencuentro, la puñalada artera, el sectarismo y el desconocimiento de la otredad. El otro no existe para el mal. El que piensa diferente es enemigo a aniquilar. La disidencia es inscrita en el canon de las locuras. El pluralismo siempre es el enemigo a vencer. El mal es una epidemia que aspira al monopolio de todos los espacios. El mal irrumpe, golpea, grita, enloquece, reprime, mata. Las hordas del mal tienen dueño. El dueño es el odio ejercido desde los que tienen esa falla elemental que los hace pensar que su misión es el exterminio. El mal es ese callejón sin salida que tan esplendorosamente está representado en este infame socialismo del siglo XXI.

El mal anula al individuo para aplastarlo bajo la ficción de pueblo. El pueblo es solo una invocación al populismo que deja todo recurso y toda decisión en manos de los saqueadores del país. El pueblo, en la boca de los populistas, es solamente parte de la neo-lengua. Los hombres no existen. Ellos se apropiaron de una entelequia y por eso mismo les resulta indiferente al que con nombre y apellido se muere de hambre, es asesinado, pierde el empleo, ve partir a sus hijos, sufre enfermedad sin remedios, y es presa del discurso del odio. Ellos no ven a los hombres porque están atragantados de esa conveniente fantasía en donde todo es perfecto, con la excepción de la realidad. Esa neo-lengua propia del socialismo del siglo XXI es sobre todo un intento para avasallar el razonamiento complejo y crítico. El mal necesita idiotizar a la sociedad. El mal necesita abatir las ideas y vivir entre monumentales egos. El mal necesita de los personalismos y repudia el derecho universal y abstracto, que atañe a todos, del cual nadie esta exento. El mal se encarna en caudillos y se regodea en esas montoneras erotizadas que cierran su cabeza a cualquier intento de la razón y se abrazan a la concupiscencia que supone el seguir fanáticamente a un lider. El mal es una epidemia psíquica. El odio se puede convertir en un hábito de vida. El resentimiento puede adquirir connotaciones virulentas. Es difícil salir del mal, pero hay que intentarlo, primero revocándolo y luego haciendo un inmenso esfuerzo para lograr la reconciliación con los rigores de la realidad y los esfuerzos que suponen la convivencia entre los diversos. Del mal se sale haciendo política pluralista. Libertad y liberación son un esfuerzo contante. Nunca termina de ser. Pero es fácil caer una y otra vez en la emboscada fantasiosa del que se presenta como el adalid de su culminación. Cuando eso ocurre, aparece en escena el tirano. Y comienza de nuevo la tragedia del mal.

¿Cuál es la cara del mal? El mal conspicuo tiene las vestiduras del populismo. Un régimen que desprecia el derecho para transformar sus ganas en ley. Un régimen que ignora los derechos humanos para aplastar la voluntad humana. Un régimen que se salta cualquier barrera institucional para ser interlocutores directos de una ficción acomodaticia que ellos llaman pueblo, aunque solamente es el espejo en donde se refleja con claridad esplendorosa su propia ambición.

La cara del mal tiene voz para la mentira. Su discurso es la demagogia. Su oferta es la irresponsabilidad. Su trampa es el compromiso de redención sacrificando las energías productivas de la nación. Su carta escondida es la ruina económica y la destrucción de cualquier futuro posible. Cancelan el futuro porque el presente es ya ruina, descalabro, crisis e hipoteca. El mal se aprecia en sus efectos.

La estética del mal es la idolatría al líder. Y la exacerbación del miedo. Por eso mismo, Juan Pablo II llamaba a no tener miedo, a confiar en Dios y a tener siempre presente que detrás de todas esas estatuas que indican mirar al cielo solamente hay frágiles hombres caídos en el peor de los pecados. Cada cadena presidencial ofende la dignidad humana, sus derechos y su libertad. Cada estatua de Chávez es idolatría al pasado, a las ideas muertas, y a la muerte que esas ideas muertas han provocado. El mal existe, lo estamos experimentando, y se llama socialismo del siglo XXI.

@vjmc

Carlos Blanco Jun 08, 2016 | Actualizado hace 8 años
El enemigo de Maduro por Carlos Blanco

NMaduro

 

El régimen cree que su enemigo fundamental es la oposición y no advierte que lo es el caos que ha creado. Como el ejército que se adentra en la selva para batir a su contrincante y cuando encuentra a un combatiente lo aniquila, pero no ve que al penetrar con mayor profundidad en lo que es un insondable territorio se encuentra atrapado en sus ciénagas viscosas, enmarañado en la oscuridad ominosa, mientras las alimañas lo mordisquean y envenenan, al tiempo que miles de ojos brillan allá lejos, en la sombra, y observan el naufragio del todopoderoso atacante.

Maduro se hunde en el caos que ha creado. El comercio ha sido sustituido por el “bachaqueo”; el orden de la calle respondona se le ha entregado a los “colectivos”; la palabra civil ha sido tomada por la salacidad de los rojos; la salud la han roído bacterias, suciedad y abandono; el hambre está en la mendicidad alineada en colas infamantes; a la Fuerza Armada le han hecho abandonar su misión para sumirla en la corrosión ideológica y la incapacidad operacional, sin sentido y sin convicción.

El tejido social ha sido destruido y en lo que eran redes organizadas para la industria y el comercio, para la actividad laboral o la diversión, para el placer o el trabajo, para la seguridad y el abastecimiento, ahora emerge el desorden, la miseria, el odio y la anarquía.

Es cierto que el gobierno quiere estirar el tiempo político para que no haya referéndum revocatorio, ni libertad de los presos, ni proceso ordenado para su sustitución. Quiere tiempo. Pero hay que decir que, mientras más tiempo político tiene, el incremento del tiempo social lo corroe, inclemente. Un día tras otro se incrementa el caos y la ciénaga se traga el régimen y el país como un todo. Gana tiempo, pero lo socava no la oposición sino el caos.

El régimen cierra desde adentro su última puerta de salida del edificio en llamas dentro del cual se guarece. La cierra al prostituir un diálogo que podría haber sido –con mediadores confiables y de haberse intentado con toda la oposición– un camino, aunque tortuoso, un camino.

Venezuela se enfrenta prácticamente devastada a las tormentas del caos. Aunque el régimen no alcance a entenderlo, la invocación que ese valeroso personaje que es Luis Almagro ha hecho de la Carta Democrática pudiera ser el último camino pacífico de resolución del conflicto si la comunidad de naciones americanas se involucra.

Pero, no. Por su obcecación, la ciénaga se los traga y lo único que se oye en la noche sobrecogedora de la selva es el cri-cri-cri de los grillos y el glú-glú-glú de Maduro.

@carlosblancog

El Nacional 

Claro y raspao: Gobierno de Maduro es hoy el mayor enemigo de la libertad de expresión

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Ante el inminente cierre de TalCual como diario impreso, no podemos callar nuestra indignación y tristeza ante la persecución infame de que han sido objeto articulistas y directivos, al punto de forzar a estos a suspender la circulación de este emblemático espacio de democracia, pluralismo y tolerancia, de información independiente y de ejercicio valiente y ágil de la libertad de ideas y expresión de opiniones sin cortapisas, sin temor de hablar «claro y raspao».

El matutino caraqueño ha sufrido 7 demandas judiciales en 15 años de existencia, un acoso permanente desde diversos órganos del Estado, multas y procesos administrativos. El régimen, militarista, retrógrado y de vocación totalitaria, al parecer ha presionado a eventuales anunciantes para impedir publicidad en TalCual.

Quebrada, la empresa ha sido sometida sin justificación, como si hubiera razones de sospecha, a inspecciones minuciosas e incesantes del ente tributario SENIAT, el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social.

El gobierno de Maduro es hoy el mayor enemigo de la libertad de expresión. Se ha caracterizado, más aún que el del mandatario difunto, por amordazar, neutralizar, doblegar la prensa y los medios de comunicación o liquidar el sentido y función de estos al comprarlos mediante testaferros sin saber quiénes son los propietarios ni con qué fondos fueron adquiridos, para consolidar la hegemonía comunicacional y convertirlos en siervos de la propaganda oficial.

Como Maduro y sus áulicos no soportan ni la excelente calidad ni la trayectoria impecable de los periodistas que integran el equipo de redacción, ni la hospitalidad del periódico para abrir sus páginas a antiguas figuras, algunas prominentes, del proyecto de Chávez, que abandonaron la farsa siniestra de 2 gobiernos sucesivos que usurparon las estructuras del Estado para ejercer sin auctoritas el poder en el «socialismo bolivariano del siglo XXI», han acelerado y agudizado las agresiones contra
TalCual.

Entre ellos destacan las acciones del Presidente de la Asamblea Nacional, otro militar incrustado en el poder público, que se ha ensañado con especial ferocidad contra el diario por una frase de un opinador que según él, no dijo, como si no le conociéramos el lenguaje virulento al calificar a sus adversarios y la escasa ponderación con la que ejerce sus funciones como diputado. Se aplica aquí el «mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio».

Lo peor para un régimen inviable, mafioso y vengativo que esperamos que no dure puesTalCual no se rinde y volverá a diario, es que su Director y uno de sus fundadores, Teodoro Petkoff, pertenece legítimamente a las fuerzas sin concesiones antidemocráticas de la izquierda progresista; es uno de los venezolanos más valerosos y lúcidos de la política y la cultura y se enfrentó al totalitarismo stalinista del comunismo soviético y a su prolongación sanguinaria con la dictadura castrista en Cuba. Eso no se lo perdonan.

(In)Justicia y enemigos por Gonzalo Himiob Santomé

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Lo han dicho Günther Jakobs y Eugenio Raúl Zaffaroni, solo por mencionar a algunos ¿Quiénes son? Pues nada más y nada menos que dos de los teóricos más importantes del derecho penal moderno: Para el “Derecho Penal del Enemigo” existen solo dos categorías: Las personas y los enemigos, y esto acarrea importantísimas consecuencias que van más allá de lo netamente teórico y tienen un profundo impacto en la práctica, en el “día a día” de la interpretación y aplicación de las normas penales.

De cara a cualquier órgano del poder público, especialmente ante la administración de justicia, no es lo mismo ser tenido como “persona” o como “ciudadano” que como “enemigo”.  Esto es particularmente cierto en Venezuela. Una “persona” es un ser humano, con deberes, pero también con derechos inalienables, uno que no puede ser sometido a un proceso penal sino respetando importantes garantías que han sido consagradas a su favor, tales como la presunción de inocencia, su derecho a ser investigado y juzgado en libertad, su derecho a la defensa o su derecho a que se respete su integridad física y psíquica y a no ser sometido a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Un “enemigo”, por el contrario, no es un ser humano, no es “persona”, así que con él puede hacerse cualquier cosa. Al “enemigo” no se le respeta su derecho a la defensa, ni su derecho a ser juzgado en libertad, tampoco se le respeta la presunción de inocencia y, a veces, hasta se le violenta su integridad física o psíquica, se le tortura, se le incomunica, se le maltrata.

El “enemigo” no tiene derecho a un juicio justo, es condenado de antemano, no se espera siquiera que cometa un delito, se le atribuye directamente la condición de “sujeto peligroso” y, sobre estas bases, esto es, sobre lo que el sujeto “es” o “se cree que es”, que no sobre lo que el sujeto en realidad “hace”, se le condena de manera anticipada. No en balde Zaffaroni equipara al “Derecho Penal del Enemigo”, con el “Derecho Penal de Autor”, que no con el “Derecho Penal de Acto”, que es el que debe regir en modelos de Estado como el nuestro.

Jakobs lo explica de manera muy clara. El “Derecho Penal del Enemigo” consiste“…en sancionar la conducta de un sujeto peligroso en una etapa muy anterior a un acto delictivo, sin esperar a una lesión posterior tardía. Se sancionan la conducta y la peligrosidad del sujeto, y no sus actos…”. En otras palabras, en el “Derecho Penal del Enemigo” a la persona se la criminaliza no por lo que haya hecho, sino por lo que al poder le parezca que esa persona “pueda llegar a hacer”. Es una suerte perversa de retorno al determinismo positivista de Lombroso, Ferri y Garófalo. La intervención penal, entonces, se basa no en hechos concretos, no en daños objetivos y verificables a intereses o valores jurídicamente protegidos, sino en interpretaciones subjetivas, normalmente acomodaticias y coyunturales, dirigidas a la “Defensa Social” -léase, a la defensa del status quo- contra individuos que, al capricho del intérprete de turno, son tenidos como “peligrosos”.

Es una suerte de “adelanto de la punibilidad”, y así el “Derecho Penal del Enemigo” es, por su naturaleza, profundamente autoritario, profundamente inhumano. No existe nada más contrario a las garantías democráticas, a las garantías que nacen del Estado de Derecho y a los DDHH que intervenir penalmente a un ciudadano, esto es, someterlo a investigación y a juicio penal y castigarlo, por algo que no ha hecho, por un daño que no ha causado, por un delito no cometido, solo porque el poder “cree” o “piensa” que se trata de una persona “peligrosa” que “eventualmente”, a futuro, puede cometer algún delito o hacer algo que al gobierno, sensible en extremo a la crítica, le “parezca” que pueda ser disfrazado de delito.

En esto es importantísimo ponderar el inmenso peso que tiene el poder en la capacidad atributiva de “roles” sociales. En contextos políticos como el nuestro, en la atribución “anticipada” de responsabilidades penales, en el proceso de estigmatización de una persona cualquiera como sujeto “peligroso”, juega un papel fundamental el gobierno. En Venezuela esto lamentablemente es la regla.

Chávez, por ejemplo, en cadena nacional atribuyó a los comisarios y a los PM la cualidad de “criminales”, y ello bastó para que todos ellos fuesen injustamente condenados. Por otro lado, coronó a los “Pistoleros de Puente Llaguno” como “héroes de la revolución” y llegó hasta decir, haciendo valoraciones jurídicas que no tenía atribuidas ni estaba en capacidad de hacer, que habían actuado en “legítima defensa”, todo lo cual condujo a su absolución plena. También fueron estigmatizados desde el poder como “criminales” y hasta como “terroristas” los que se sumaron al “Paro Cívico Nacional” de 2002-2003, los que reclamaron con sus firmas un Referendo Revocatorio en 2004, los que protestaron contra el cierre de RCTV y contra la reforma constitucional en 2007, y así sucesivamente, todos los que en algún momento han alzado su voz contra el gobierno. La consecuencia de todo esto ya se conoce: La real y sistemática criminalización formal de la protesta y de la disidencia. Más de 2000 investigaciones penales abiertas, solo en relación a las más de 9000 manifestaciones del año pasado, conducidas además de una manera en la que queda claro que no se trata a los ojos del poder de “personas” sino de “enemigos”, dan fe de ello.

Maduro, sin que haya terminado el juicio, condena y estigmatiza como “monstruo” y como “asesino” a Leopoldo López, y se apoya en todo el poder mediático del gobierno para propagar y mantener la mácula. Que las pruebas presentadas en su juicio no lo vinculen a la comisión de delito alguno, no importa: López es un “enemigo” contra el que “todo vale”, incluso la trampa. Hace pocos días, usurpando funciones que no le corresponden y violentando la presunción de inocencia que tiene rango constitucional, llegó hasta a tarifar las “pruebas” que se utilizan contra Antonio Ledezma como “plenas pruebas” de sus supuestos “delitos”, y hasta le asignó el mote despersonalizador y deshumanizador, de “el vampiro”. El mensaje está claro: para el poder Ledezma no es un ser humano, no tiene derecho a ser tratado como tal, es un “enemigo”, es un ser “peligroso” y “maligno”.

Así, la responsabilidad penal en Venezuela en los casos políticos no la determinan los tribunales siguiendo las normas o respetando los principios que establece nuestra Carta Magna, tampoco depende de que hayas cometido un delito o no. Está sujeta a lo que se diga o se deje de decir de ti en una cadena nacional, depende de si eres visto por el poder como un “enemigo” o como una “persona”.

Todo opositor está “bajo sospecha”, todo disidente es “peligroso”, y todos deben ser criminalizados aunque jamás les haya pasado por la mente cometer un delito. Es pecado la queja, la protesta, el atreverse a exigir en paz un cambio de rumbo. Ya no somos seres humanos, todos somos “enemigos”.

 

@HimiobSantome