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Reuben Morales Nov 12, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Lo que callan los venecos

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@ReubenMoralesYa

Hay un secreto que guarda todo aquel veneco que haya emigrado a un país de Latinoamérica. Es el secreto para ganar cualquier discusión con algún nacional de esa nueva patria que le alberga. Supongamos que dicho veneco se mudó a Colombia. La discusión entre el colombiano y él sería así:

C: ¿Y por qué se vino, parce?

V: Porque la situación en Venezuela está muy dura.

C: ¿Pero sí es verdad todo lo que dicen las noticias?

V: ¡Hasta peor!… Lo que pasa es que en los medios no sale todo por el tema de la censura.

C: ¡Igualito que acá! Todos los medios están comprados.

V: Bueno, pero es que allá te pueden hasta meter preso o desaparecer por decir algo que incomode.

C: Uy, ¿y qué le cuento de acá, hermano?

V: Bueno, pero al menos acá tienen buen internet para revisar otras páginas de noticias.

C: ¿¿Buen internet?? Métase en un plan de 30 meguitas para que vea. ¡Eso es una tortuga!

V: Allá el internet promedio no llega ni a un mega.

C: ¿Qué habla? Sí acá hay niños que ni pueden acceder a la teleeducación porque no tienen internet.

V: Pero al menos siguen estudiando. Allá han tenido que dejar la escuela y emigrar.

C: Vea, ¿pero por qué salen tantos venezolanos todos los días?

V: Es que la vida allá está sumamente cara. El salario no alcanza ni para hacer mercado. Menos para pagar un alquiler.

C: ¡Como acá! ¡Gane usted un sueldo mínimo a ver cómo vive!

V: ¡Acá al menos comen! Allá tú dejas de ver a alguien unas semanas y después te lo encuentras con diez kilos menos.

C: ¿De qué habla? Váyase a las comunas más pobres para que vea lo que es bueno.

V: Pero acá al menos tienen salud. Allá los hospitales no tienen nada.

C: Pida usted una cita acá en el sistema de salud y espere a ver cuándo lo atienden. ¡Son meses para que le den una cita! Se muere usted ahí esperando.

V: Bueno, pero al menos no se enferman tanto. Allá no puedes ni tomar agua. O te llega sucia por la tubería o no te llega. La tienen racionada en todo el país.

C: ¡Ay, hermano!… Retrásese un día acá en el pago del agua para que vea. ¿Y qué le cuento de La Guajira colombiana? ¡Esa gente allá parecen camellos!
V: Pero al menos tienen electricidad. No como en Venezuela, que hay apagones en todo el país y a veces, en varios estados a la vez.

C: ¿Y usted cómo cree que era Colombia en los ’90? Vea que hasta por esos apagones salió uno de los programas de radio más famosos: “La Luciérnaga”.

V: Ah, sí, yo lo escuché el otro día en mi celular. ¡Ah, que ésa es otra! Al menos acá uno puede caminar con el celular por la calle.

C: ¿Y usted cree que está en Suiza, hermano? Camine por el centro de noche para que vea cómo lo chuzan.

V: ¿Aquí roban con cuchillo? ¡Qué delicia! Allá en Venezuela roban con pistola. ¡Y ruega que no te maten!

C: Ay, papito, infórmese sobre los carteles, la guerrilla y los paracos y después hablamos, ¿sí?

V: ¡Ah, es que ése es otro tema! ¡El narcotráfico! Venezuela ya se convirtió en un narcoestado que ahora vive más de la droga que del petróleo.

C: Ay, hermano, ¿pero si esta es la fábrica del mundo?

V: Bueno, sí… Pero al menos aquí se respira cierta estabilidad. Hay elecciones cada cuatro años y la gente elige a quien quiera.

C: ¿A quién quiera? ¿Y usted quién cree que monta a los presidentes acá? ¿El voto popular? No, papá, son las mismas familias que siempre se reparten el poder. Si usted supiera lo corruptos que son los políticos colombianos.

V: ¡Claro que lo sé! Precisamente queremos devolver a uno. Ya tenemos más de veinte años de chavismo.

C: Y aquí más de veinte de uribismo.

V: Bueno, hermano, pero hagamos algo: Si la cosa está tan mal aquí en Colombia, le regalo las llaves de mi casa en Venezuela. Apartamento amoblado con carro y todo.

C: ¡Uuuuy, no hermano!… Tampoco ofenda… ¿Sumercé se volvió loco? Aquí al menos hay trabajito y uno no pasa hambre. Deje así.

¿Ven?… He ahí el secreto que esconde todo veneco para ganar cualquier discusión en su nuevo país. Saber que en Latinoamérica la disputa la gana… quien lo haga peor.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Escocia: uno de los nuevos oasis para quienes huyen de la crisis venezolana

Aberdeen y otros lugares de Escocia se han convertido sin mucho alboroto en pequeños oasis para refugiados que huyen de los conflictos sociales y el colapso económico en Venezuela.

Escocia es una ciudad antigua sobre el gélido Mar del Norte en la costa de Escocia, conocida por su arquitectura de edificios de granito, numerosos pubs y parques, y gente amable que habla en un dialecto regional lírico pero muchas veces ininteligible para el extraño.

Los venezolanos comenzaron a llegar a Escocia hace más de un decenio, atraídos por una cosa que los dos países, muy diferentes en todo lo demás, tienen en común: la industria petrolea. Buena parte de la economía de Aberdeen está vinculada con la producción de petróleo y gas en el cercano Mar del Norte. Así que cuando la industria estatal petrolera venezolana empezó a trastabillar, cierta cantidad de personas vinieron a trabajar a Escocia.

Esa fue la semilla de una pequeña pero cada vez mayor comunidad. Los nuevos refugiados Carlos y Nathaly Hernández, con sus dos hijas y un hijo adolescente, habían esperado escapar del caos y la delincuencia mudándose a Miami, donde ya vive una comunidad venezolana significativa. Pero temiendo que fuera difícil vivir legalmente a largo plazo en Estados Unidos, pronto pusieron la mira en Escocia.

La transición no ha sido fácil: encontraron la comida desabrida, no hablaban inglés, y mucho menos la variante local, y el tiempo fue un choque fuerte en comparación con la cálida Caracas.

“Todo lo veía muy gris”, recordó Nathaly Hernández de su llegada a Aberdeen. “En ese momento, las niñas se pusieron a llorar. Es una ciudad gris, no les gustó”.

Para los exiliados venezolanos, la experiencia de los Hernández suena dolorosamente familiar.

Él era veterinario y agricultor de buena posición, y ella, contadora y miembro de la directiva en una empresa de telecomunicaciones. Vivían en una comunidad cerrada en las afueras de Caracas, sus hijos iban a escuelas privadas y se iban a vacaciones a Miami y Orlando.

Ahora, Carlos pedalea su bicicleta medio oxidada a su trabajo de lavaplatos en un restaurante. Nathaly pasa las noches limpiando habitaciones de hotel. Y todos viven en un pequeño apartamento junto a un cementerio antiguo.

Pero las niñas, Ana, de 9 años, y Sophia, de 6, pueden hacer algo que era impensable en Caracas, ciudad abrumada por la delincuencia: jugar afuera sin temor.

“Los parques, la playa, aquí no hay peligro, no es como en Venezuela, donde no podía salir a jugar afuera”, dijo Ana en una mezcla de español e inglés.

La familia Hernández logró sobreponerse a la situación en Venezuela mucho más tiempo que otros.

Ellos y sus tres perros —Jesús Alberto, Fucho y Princesa— vivían en el Country Club Los Anaucos en una casa en una montaña que ofrecía una vista magnífica de Caracas. Carlos Hernández tenía una granja y se dedicaba a la compraventa de cerdos, ganado y pollos, lo que significa que nunca les faltó comida, incluso cuando los alimentos comenzaron a escasear pronunciadamente en los últimos años. Incluso cuando la violencia envolvió a la capital y los robos se dispararon, la familia vivía “aislada del mundo”, dijo Nathaly Hernández.

“No veíamos la realidad de lo que ocurría”, contó. “Nuestra realidad era diferente”.

Pero esa realidad se vino abajo en julio del 2017, cuando ocho adolescentes armados que buscaban dinero entraron a la fuerza a la granja de Carlos Hernández y mantuvieron de rehenes cuatro horas al hombre y sus empleados. Lo liberaron después de convencerlos que era el veterinario, no el dueño.

“Cuando llegué a casa, le dije a mi esposa: ‘Haz las maletas, nos vamos de Venezuela”, dijo Carlos Hernández.

La familia se fue primero a Miami. En años anteriores viajaban al sur de la Florida con las maletas vacías, con el plan de llenarlas con ropa y otras cosas que compraban en los centros comerciales Sawgrass y Dolphin. Esta vez, llenaron las maletas con tantas pertenencias como les fue posible.

“Nunca he llorado como lloré en ese vuelo”, dijo Nathaly Hernández.

Se quedaron con amigos venezolanos en Miami, quienes le rogaron que se quedaran y solicitaran asilo en Estados Unidos. Pero la familia sabía que no tenía buenas probabilidades de que les concedieran el asilo. Y al no querer vivir en Miami ilegalmente, Carlos y Nathaly se mudaron a España, pero las perspectivas de empleo allí resultaron malas. Después de hablar con un amigo que vivía en Escocia, la familia decidió asentarse en Aberdeen, ahora su nuevo hogar.

 

Venezolanos con permiso especial en Colombia tendrán acceso a seguridad social

Frontera colombia Venezuela

Los cerca de 238.000 venezolanos que se beneficiarán del permiso especial de permanencia (PEP) en Colombia podrán acceder al Servicio Público de Empleo y a Seguridad Social, informaron hoy fuentes oficiales.

Los ciudadanos venezolanos tendrán garantizados los mismos derechos que un colombiano tras aplicar a las vacantes disponibles y al portafolio de servicios que ofrece la Red de Prestadores del Ministerio de Trabajo, indicó ese despacho en un comunicado.

En este sentido, la titular de esa cartera, Griselda Restrepo, “se suma a la iniciativa que se fundamenta en la promoción de una política migratoria ordenada, regular y segura, garantizando la seguridad y el respeto de los derechos de nacionales y extranjeros, con el fin de evitar la explotación laboral y preservar el orden interno y social”.

El PEP tiene vigor por 90 días y es prorrogable hasta por dos años y será otorgado a los venezolanos que hayan ingresado a Colombia hasta el 28 de julio.

Finalmente, indicaron que el Ministerio del Trabajo, junto con la Cancillería y Migración Colombia, trabajará de manera continua para conocer las características de los trabajadores venezolanos que han decidido migrar, en miras de brindar oportunidades de acceso a trabajo decente con condiciones laborales dignas.

Pence frente a venezolanos exiliados en Miami: No permitiremos que Venezuela se desmorone

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Frente a representantes de la comunidad venezolana en Miami, el vicepresidente estadounidense Mike Pence calificó al régimen de Nicolás Maduro como «brutal y bárbaro» y vaticinó una «solución pacífica» junto a los países de la región.

«Estaremos con ustedes hasta que la democracia sea restablecida en Venezuela», afirmó Pence en un discurso dirigido a los miles de venezolanos que dejaron su país huyendo de la crisis económica, social y política.

Y agregó: «Pueden tener confianza que con el presidente Trump los escuchamos y estamos de su lado. No permitiremos que Venezuela se desmorone. El gobierno de EEUU ya ha aplicado sanciones contra el régimen de Maduro, y habrá más; tenemos muchas opciones y vamos a lograr una solución pacífica para ese pueblo».

«Como el presidente Trump ha dicho, EEUU está del lado de todo el pueblo de nuestro hemisferio que quiere ser libre», concluyó el vicepresidente.

El senador republicano Marco Rubio, uno de los dirigentes norteamericanos que más ha denunciado las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Maduro, también tomó la palabra durante el acto e instó a los venezolanos a no darse por vencidos: «En Estados Unidos hay una administración que está con ustedes».

Asimismo, reiteró sus acusaciones contra el régimen por sus vínculos con el narcotráfico. «Aquí sabemos quienes son los líderes del régimen chavista. El vicepresidente Tareck El Aissami es un narcotraficante», apuntó. Y volvió a calificar a Diosdado Cabello como «el Pablo Escobar de Venezuela».

Rubio también aprovechó su pronunciamiento para exigir «elecciones libres» y «libertad» para los presos políticos. «Jamás vamos a aceptar como legítimo este sistema creado por estos tiranos, criminales y narcotraficantes», concluyó, en referencia a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) impulsada por Maduro.

Activistas, líderes comunitarios y exiliados venezolanos acudieron este miércoles a un acto del vicepresidente Mike Pence sobre la crisis con el régimen de Nicolás Maduro. El tema del encuentro fue la «continua devastación y disturbios» en Venezuela, dijo la Casa Blanca en un comunicado.

Desde temprano los venezolanos colmaron la iglesia católica Nuestra Señora de Guadalupe, algunos con gorros, camisetas y banderas venezolanas. En la cita participaron también el gobernador de Florida Rick Scott y los legisladores cubano-estadounidenses Marco Rubio y Mario Díaz Balart.

La reunión tuvo lugar pocos días después del viaje de Pence a Colombia, Argentina, Chile y Panamá, donde el foco de atención fue Venezuela. Ante los líderes latinoamericanos el vicepresidente intentó suavizar el mensaje que dio Donald Trump cuando mencionó que Estados Unidos considera una acción militar en la nación sudamericana.

En Estados Unidos viven cerca de 273.000 venezolanos, un tercio de ellos el sur de Florida, de acuerdo con información de la oficina del censo de 2015. La cifra probablemente sea mayor en la actualidad debido a la cantidad de gente que ha llegado en los últimos dos años huyendo de la crisis de su país.

Australia rechaza visas de turista a venezolanos con familiares en el país

Sello-pasaporte-Australia

La comunidad de venezolanos en Australia mostró su preocupación por el rechazo de visados de turista a sus familiares debido a la crisis “impredecible” en Venezuela.

El gobierno australiano no ha dado el número de solicitudes de visado de venezolanos que han sido denegadas pero cartas de embajadas australianas obtenidas por la radio SBS atribuyen la decisión a la crisis que golpea al país.

“La información del Departamento (de Inmigración) demuestra que no es infrecuente que los ciudadanos venezolanos se excedan del período de su visa o soliciten protección después de su llegada a Australia”, indicó una de las cartas emitida por la embajada en Chile.

Preguntado por si el rechazo de visados de turista a venezolanos es sistemático, el ministerio de Inmigración indicó que “sigue cuidadosamente la situación política y económica en Venezuela y el posible impacto en el venezolano que busca viajar a Australia”.

El ministerio también recalcó que se exigen los mismos requisitos a todos los extranjeros de cualquier país en relación a su salud, ingresos e intenciones de su visita a Australia.

En el año fiscal 2015-16 se presentaron 3.354 solicitudes de visado temporal y permanente por parte de venezolanos, además de 40 solicitudes de protección en los últimos dos años.

La comunidad venezolana en Australia cuenta con unas 4.500 personas, según el último censo, y es una de las que más crece entre los hispanohablantes en el país, con un aumento del 71 % en los últimos años.

Venezolanos desesperados ponen la vista en Colombia

REP-GEN VENEZOLANOS EN COLOMBIA

Cuando los primeros rayos de sol despuntan sobre un vecindario colombiano conocido como “Pequeño Mene Grande”, una referencia a la cálida ciudad venezolana de la que proceden muchos de sus últimos vecinos, seis hombres y mujeres se levantan de sus viejos y desgastados colchones.

Las mujeres se maquillan delante de un espejo que cuelga de las barras de seguridad instaladas por dentro de la ventana. Una de ellas envuelve a su hija de cuatro meses en una manta amarilla. Los hombres se visten con chaquetas y gorras de béisbol.

Bogotá es fría comparada con su ciudad natal en Venezuela y su día será largo. Su tarea: vender 54 mangos a menos de un dólar cada uno, con la esperanza de poder enviar algo de dinero a sus familiares, que atraviesan aún más problemas en casa.

«Nunca imaginé vivir así», dijo Génesis Montilla, una enfermera y madre soltera de 26 años que dejó a sus tres hijos con su abuela.

Mientras Venezuela se hunde cada vez más en la ruina política y económica, la huida de sus ciudadanos se acelera y alcanza niveles nunca vistos en su historia. Los expertos creen que casi una décima parte de sus alrededor de 31 millones de habitantes vive ahora fuera del país. Para los profesionales cualificados, el destino preferido es España o Estados Unidos, donde se quedan superando los límites de sus visados y ahora solicitan asilo por primera vez _ 18.155 solo el año pasado.

Pero para muchos, más pobres, que huyen de la inflación de tres dígitos, de las largas filas para comprar comida y de la escasez de medicamentos, Colombia es el final del viaje. La vecina nación andina ha recibido a más venezolanos que cualquier otro país. Las estimaciones indican que en la últimas dos décadas llegaron más de un millón de personas, invirtiendo la tendencia previa de colombianos que pasaban a Venezuela para huir de la guerra.

Los más desesperados cruzan de forma ilegal a través de una de los cientos de «trochas», caminos de tierra sin pavimentar en la porosa frontera de 2.200 kilómetros (1.370 millas) entre los dos países.

«Cuando hablas con venezolanos, todos dicen ‘me quiero ir'», dijo Saraid Valbuena, de 20 años, que realizó el viaje con su esposo y su bebé de un mes a principios de año. «A pesar de que uno viene aquí a dormir en el suelo, quieren venir porque saben que con un día de trabajo, dos días de trabajo, uno puede comer”.

Este flujo no da señales de disminuir y preocupa a las autoridades colombianas hasta el punto de que están elaborando planes de contingencia por si aumenta o se repite una crisis como la de 2015, cuando el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, expulsó a unos 20.000 colombianos de la noche a la mañana.

El gobierno de Colombia envió recientemente una delegación a un campo para refugiados sirios en Turquía para aprender cómo responder a una repentina llegada masiva de inmigrantes. El alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados está estudiando la preparación de sus oficinas en Colombia, Brasil y Trinidad y Tobago, para gestionar una posible avalancha de migrantes venezolanos.

«Desde hace como año y medio ha sido una migración constante», señaló Daniel Pages, presidente de la Asociación de Venezolanos en Colombia. «La necesidad venezolana es salir de Venezuela para vivir».

Oficialmente, Venezuela niega que sus ciudadanos estén huyendo a Colombia. En febrero, Maduro afirmó que los colombianos seguían entrando «en masa» al país. Caracas no presenta estadísticas sobre inmigración desde hace más de una década.

Valbuena y Montilla comparten cuatro diminutas habitaciones de bloques de concreto con otras 12 personas. Robaron chaquetas usadas para soportar el clima húmedo y andino de Bogotá. Uno de sus desvencijados colchones de fue sacado de la basura.

«Todos los días amanezco con ganas de irme, pero no puedo», lamenta Montilla, que en su país vivía en una casa confortable con sus tres hijos. Su salario diario en el servicio de urgencias de una clínica no le alcanzaba para comprar un tubo de pasta de dientes.

En un día normal, Montilla y los otros cinco toman un autocar hasta el mercado mayorista donde compran los mangos. Pero con el final de la temporada de mangos, las frutas escasean y los precios suben y, en lugar de los cuatro dólares habituales por un saco de 30 piezas, el comprador les pide 7,5 dólares, casi el doble.

En su lugar, deciden intentar vender los 54 mangos que dejaron en carros de madera que guardan durante la noche en una parte más adinerada de Bogotá.

Con el bebé arropado y las chaquetas puestas, el grupo sale del departamento y se dirige a la estación de autobuses. En las inmediaciones, dos policías con chaquetas amarillas reflectantes les dan el alto.

«Cédula todo el mundo», pidió uno de los agentes.

«Somos venezolanos», respondieron varios en el grupo.

Los policías, sorprendidos por su franqueza, anuncian que llamarán a inmigración, una amenaza que no altera a los venezolanos. Una de las tres chicas del grupo saca una tarjeta fronteriza que permite viajes cortos a Colombia. Los agentes parecen quedar satisfechos, pero les dicen que lleven identificación la próxima vez.

Hace décadas, cuatro millones de colombianos realizaron el viaje a la inversa cuando su país estaba envuelto en un conflicto armado con las guerrillas y Venezuela, rica en petróleo, estaba despegando.

Muchos de los venezolanos que llegan hoy al país tienen raíces colombianas, pero tienen complicado legalizar su estatus. Al contrario que el vecino Perú, que ha ofrecido visados temporales de trabajo a los venezolanos, Colombia no les proporciona ningún tipo de estatus legal humanitario. Pueden solicitar visas de refugiado, pero pueden tardar más de dos años en procesarse.

En los primeros años de la revolución socialista del fallecido presidente Hugo Chávez, ejecutivos del petróleo y otros venezolanos adinerados huyeron a Colombia en una cantidad tal que elevaron los precios de las viviendas y complicaron aún más el acceso a las escuelas privadas de élite. Pero los recién llegados tienen apenas unas monedas en sus bolsillos.

Aunque la mayoría de los que ingresan ahora a territorio colombiano son de clase media y baja, Montilla y sus amigos han visto incluso a profesionales cualificados, como arquitectos o ingenieros, durmiendo en estaciones de autobús.

Montilla decidió dejar su país cuando sus hijos le decían «tengo hambre» y ella no tenía con qué alimentarlos.

Antes de partir, les contó que quería hacer.

«Sí, anda. Para que no pasemos necesidades. Para que no pasemos hambre”, le dijo su hijo mayor, de 10 años.

Medellín se convirtió en refugio de venezolanos

Venezolanos´

Un mes lleva en Medellín el concejal de Voluntad Popular del municipio de Bolívar, Estado Táchira, Venezuela, José Luis Guerrero.

Abandonó su tierra y dejó la curul a su suplente huyéndole a la persecución del chavismo contra los opositores, con especial intensidad a los seguidores del líder Leopoldo López, condenado a 13 años y 9 meses, al final de un juicio político.

Guerrero, de 29 años, ingeniero industrial y líder político en su municipio, hoy se mueve en las calles de Medellín a la espera de que el gobierno colombiano, le dé asilo político para tratar de rehacer su vida en esta ciudad. Su salida apresurada de su país sucedió al ser notificado de que agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, Sebín, lo seguían y le tomaban fotografías.

Para evitar una captura donde corría el riesgo de ser cargado con armas o explosivos para poderlo condenar optó por averiguar en Migración Venezuela si era requerido por alguna autoridad lo que le impediría salir del país y como la respuesta fue negativa, sacó una visa para viajar a Colombia como turista.

Llegó a Cúcuta, allí estuvo unos días y luego viajo a Medellín donde hoy trata de subsistir y tramita una visa para poder trabajar.

Visas de turismo

El economista Tony Vitola, dirigente en Caracas, del partido Voluntad Popular, quien lleva un mes y medio en la ciudad, dijo que reconocer el número preciso de compatriotas suyos que han entrado a Medellín es difícil porque la mayoría lo hace con visas de turistas como el concejal Guerrero, que solo da una permanencia de tres meses y como consiguen trabajo en la informalidad, se quedan pero evitando ser detectados por Migración Colombia que los deporta inmediatamente.

Calculó que por las manifestaciones que han realizado en Medellín y los contactos en las redes sociales, desde septiembre de 2016 a la fecha han entrado al Valle de Aburrá, 6.000 venezolanos y la gran mayoría de ellos laboran como meseros, lavadores de carros, venteros ambulantes, oficiales y obreros en construcciones, pequeños talleres o están desempleados.

Carlos Alberto Ruiz, economista venezolano, quien lleva varios años en la ciudad comentó a El Colombiano que la presión del chavismo contra la empresa privada obligó a la compañía en la que él trabajaba a cerrar sus puertas.

“De un momento a otro comprendí que allí no había futuro para los empresarios que no estuvieran del lado de Chávez, pero hoy ni siquiera lo hay para los chavista, por lo que la llegada de venezolanos a Colombia, único país que ofrece oportunidades, en buena parte por la vecindad, se va a multiplicar”.

Esto es toda una paradoja, hace apenas unas décadas Venezuela era uno de los sueños de los colombianos para buscar mejores oportunidades de vida y empleo, hoy somos nosotros los que tocamos puertas en este país”, comentó Ruiz.

Continúa leyendo a Rodrigo Martínez Arango en El Colombiano

Indígenas venezolanos emigran a Brasil buscando comida

indígenas venezolanos Brasil

«¿Cómo se dice en Brasil? ¿Obrigado? Pues obrigado porque en Brasil hay comida. En Venezuela no hay comida». Una treintena de indígenas de la etnia warao intenta comunicarse con Juliano Torquato, alcalde de Pacaraima, un municipio en Roraima, el Estado más al noreste de Brasil. Quieren explicarle su situación. Que viven al lado de la autopista, no muy lejos de donde están esta lluviosa tarde de verano. Que duermen en el suelo y viven de donativos entre perros, moscas y juguetes de segunda mano. Que comen cuando hay comida. Y lo que es más problemático para esta localidad de 16.000 habitantes, para la ciudad que tiene al lado y para el Estado en el que se encuentra: que no están solos.

La región ha sido sacudida en los últimos meses por un torrente de inmigrantes venezolanos —indígenas o no— que cruzan la frontera de Roraima con la esperanza de que Brasil les ofrezca una vida mejor, o al menos trabajo, o al menos comida. La mayoría llega a través de Pacaraima y echa a andar hacia Boa Vista, la capital; en el camino, viven de donativos, de trabajos sueltos o de mendigar. Los indígenas intentan volver a sus comunidades en algún momento. Los no indígenas, no. Freiomar Viana, de 41 años, pertenece al segundo grupo: se trajo a la familia de Caracas a Brasil hace un año y ahora ya no le ve sentido a dejar su trabajo en una cafetería de Boa Vista. «Con un salario venezolano uno no puede comer más de tres días. Si tienes familia, ¿cómo vas a apañártelas?».

En Pacaraima muchos ya estaban acostumbrados a las idas y venidas de los venezolanos, que llegaban desde su país, compraban productos de primera necesidad y volvían. Pero ahora los visitantes ya no regresan y es común verlos malviviendo en las calles del municipio. El Gobierno del Estado contó hasta 177 venezolanos en situación precaria por las calles, el pasado agosto. En diciembre, la ciudad decretó un estado de emergencia para la salud pública. Es una situación insólita también para los venezolanos, que vienen de un país acostumbrado a recibir migrantes y no a lo contrario, según Francilene Rodrigues, profesora de estudios sobre fronteras de la Universidad Federal de Roraima. Pero en cuanto comenzó la presidencia de Hugo Chávez en 1999 se inició también el nuevo movimiento migratorio: la clase media empezó a irse a Estados Unidos y España. Después empezaron a irse los más pobres. «Y a partir de 2010 el proceso se recrudece», recalca Rodrigues. «El alto coste de la vida en Venezuela, más la caída del precio del petróleo ha hecho estragos con la economía del país».

María Pérez, indígena warao, tiene otras palabras para explicar este fenómeno migratorio: «Chávez murió en 2013 y entonces se acabó la comida y llegó la crisis. No hay nada que comprar y cuando lo hay es demasiado caro». La mayoría de estos nuevos expatriados son jóvenes, es decir, personas en edad de producir.

Pero hay un problema insondable: estos jóvenes eligen Roraima más por la proximidad que por las oportunidades que ofrece. «Los venezolanos sienten un gran orgullo de su nación; el estar cerca de la frontera les da la oportunidad de volver en cualquier momento», explica Rodrigues. Son un gran número para un Gobierno relativamente pequeño y una bolsa de trabajo aún menor.

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