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El dolor de Tumeremo a una semana de la desaparición de los 28 mineros

Correo del Caroní, El Pitazo y Runrun.es | Fotos Germán Dam

TUVIERON QUE IMPROVISAR. Un mecate tensado en medio de la Troncal 10 y el revés de una vieja pancarta blanca, sirvieron para que los familiares de 17 mineros de Tumeremo, al sur del estado Bolívar, alertaran que sus parientes habían desaparecido en una masacre. En aquel viejo anuncio, puesto justo al lado del cierre de la única vía que comunica a la región, colocaron los rostros y nombres de las víctimas.

Pedían justicia, sí, pero sobre todo, exigían que les devolvieran los cuerpos de sus seres queridos para poder enterrarlos y advertían que había más víctimas. Afirmaban que nunca los habían atacado de una manera tan cruenta y brutal. Nunca habían sido tantos los caídos.

Cinco días después de lo sucedido, la rabia en el pueblo continuó tan intacta como la tranca de la carretera que mantuvo durante días a cientos de vehículos varados. El dolor en Tumeremo se transformó en una protesta donde la desconfianza en las autoridades locales se convirtió en consigna.

Al lado de las imágenes de los desaparecidos, una tela pintada a mano reclamaba la salida del Cicpc de la localidad por considerar que eran cómplices de cada delito que se cometía. «Aquí no creemos en nadie», decía el miércoles una de las familiares afectadas justo en medio de la manifestación que inició el sábado pasado. Todo, sin embargo, acabó en la madrugada del sexto día. Los militares los sorprendieron.

A toda hora, los dolientes habían permanecido en la protesta y se reforzó con cauchos y palos para cerrar el tránsito. El día lo sobrellevaron con la comida que hacían a un lado de la carretera, a unos metros de la pancarta con las fotos de los desaparecidos. Se instalaron allí con sillas, bancos plásticos y fogones de leña. Lo que prepararon lo sirvieron en botellones plásticos cortados y convertidos en una suerte de vasos. De noche, esos mismos recipientes portaron las velas con las que rezaban a los que no volvieron a su hogar.

Pero el jueves, a las 2:30 am, la Guardia Nacional y el Ejército rodearon de manera inesperada a los manifestantes. A esa hora, solo un puñado de ellos quedaba allí, así que intimidarlos fue tarea fácil. Los de la tranca salieron corriendo y cuatro fueron apresados por algunas horas. En pocos minutos, el reclamo cesó. Un par de horas más tarde, las calles estaban militarizadas. Los manifestantes se quedaron en sus casas con el luto por dentro.

Ser minero en Guayana

Así amaneció Tumeremo


«Aquí casi todos somos mineros. Todos los de estos pueblos del sur. Por aquí no hay empresas grandes que lo puedan emplear a uno, por eso hay que irse a las minas. Uno no puede mantenerse con un sueldo mínimo cuando un litro de aceite cuesta 2.000 bolívares». El testimonio es de una mujer que tiene un sobrino desaparecido y su queja es compartida. No hay quien no justifique la minería ilegal que se practica en la zona cuando lo que está en juego es la comida.

La actividad minera es la que sustenta la economía de la región sur de Bolívar. Desde Guasipati hasta el Kilómetro 88 de la Troncal 10, justo antes de entrar a la Gran Sabana, los pueblos viven de las gramas de oro que a diario se extraen de los yacimientos auríferos, lugares que durante los últimos años han pasado a estar en las manos de bandas de hampones. Así lo confirman no sólo los dolientes de Tumeremo, sino también los medios locales que han seguido cómo, desde la caída de Minerven, se ha desmantelado el control del Estado sobre estos territorios y se ha consolidado el poder de las bandas armadas.

Lea aquí todo sobre el caso de los mineros de Tumeremo

El lugar que originó la desaparición de los mineros no era exactamente una mina, sino apenas una «bulla» adyacente al fundo Atenas. Era un sitio donde se consiguió una veta de oro que comenzó a explorarse y explotarse en diciembre pasado.

Hasta la semana pasada, no había una banda al mando del lugar, sino que esta se había mantenido en las manos «del pueblo de Tumeremo», de acuerdo con los habitantes de la zona. Fueron ellos quienes hasta entonces habían ido masivamente hasta allí para trabajar sin maquinarias, sino de forma artesanal.

 

Tumeremo


El viernes 4 de marzo, todo cambió para muchos de los pobladores de Tumeremo. Delincuentes levantaron alcabalas en varios puntos de la trocha que conducía a «la bulla» de Atenas. La primera de ellas estaba apenas a 20 minutos de la entrada de Tumeremo, entre los fundos Peregrino y San Ramón. Allí, cuatro días después de la desaparición, se podía ver que algo había pasado entre los matorrales. Desperdigadas entre la maleza había prendas de ropa, carteras, calzados, gorras rotas y dos elementos que apuntan a la violencia: casquillos de pistolas y fusiles y manchas oscuras de sangre en la tierra y en palos. En ese espacio, aseguraron los testigos, acabaron con la vida de varios mineros que se trasladaban en motos.

Quienes sobrevivieron al ataque, volvieron a Tumeremo para contarlo, pero también para esconderse porque están, todavía, aterrorizados. Dijeron que a quienes no volvieron a casa, los emboscaron. Contaron que los detuvieron, amarraron y amordazaron en un descampado, que los golpearon, que los balearon, que los descuartizaron, que subieron sus restos a un camión para borrar del mapa cualquier evidencia. Todo, según ellos, fue planeado por el hombre que controla la mayoría de las minas de la zona: «El Topo».

Nadie esperaba que «la bulla» fuese escenario de una masacre, aunque a pocos sorprende que este grupo haya actuado de manera tan cruel. Los hombres de “El Topo”  cobran peaje a quienes acuden a explotar el oro y son también quienes vigilan cada actividad que allí se realiza con un arma larga en las manos. A su cargo están las maquinarias con las que ubican «las bullas» mientras escarban la tierra en la búsqueda del preciado mineral dorado. A ellos se le atribuyen varios de los asesinatos que han sucedido en los yacimientos auríferos de la zona en el último año.

En horas de la tarde de ese viernes, los delincuentes terminaron su operación en “la bulla”, donde asesinaron al menos a dos personas. Un testigo, que había pernoctado en el lugar, comentó que había empezado a sospechar que algo ocurría cuando, a lo largo del día, no vio llegar a ningún minero. A las 4:00 pm, se escucharon las detonaciones que hicieron que todos corrieran a refugiarse. Algunos terminaron en un cerro cercano y allí esperaron que amaneciera para volver a Tumeremo.

Así amaneció Tumeremo

En seis días, el Estado no ha dado respuestas concretas. Ni siquiera se ha divulgado la lista oficial de las desapariciones. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas recogió las evidencias halladas en la trocha que conduce hacia el fundo Atenas. Una moto fue conseguida en ese camino. El jueves fue encontrado un camión tritón blanco, en el que se cargaron los cadáveres desde “la bulla” hasta el fundo El Peregrino, donde recogieron al resto de los muertos. Se espera que el conductor, obligado a hacer los traslados, indique cuál fue el destino final.

Mientras las informaciones extraoficiales corren, los familiares de las víctimas esperan. Prestan su testimonio, andan en bandada hacia las distintas instituciones y hasta dan muestras de sangre para que estas se comparen con las gotas halladas en las prendas halladas. La pancarta blanca que tenían en su manifestación quedó tirada a un lado de la carretera. Las fotos de los desaparecidos quedaron en la tierra.

 

 

MinerosdeTumeremo