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Las duras condiciones de prisión que denuncia El Chapo Guzmán en México

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La nueva vida de Joaquín «El Chapo» Guzmán es bien diferente a la que estaba acostumbrado.

Sentado en el piso con la mirada hacia abajo y un gesto de cansancio, mientras en el fondo un policía con un perro lo vigilan atentamente: así lo muestra una fotografía publicada el 16 de enero por el semanario Proceso y que fue tomada horas después de su captura, el pasado 8 de enero.

El Chapo aparece como un personaje abatido, muy distinto al que se conocía en videos y fotografías que lo mostraban desafiante, a veces con un fusil de asalto o sonriente mientras disfruta de una fiesta.

Ya es historia. La nueva imagen revela la cruda realidad que enfrenta Guzmán Loera en la prisión de máxima seguridad de El Altiplano, de la que se fugó en julio de 2015.

La Comisión Nacional de Seguridad (CNS), responsable de las prisiones federales en México, dice que sólo se cumple el reglamento de las cárceles cuando tiene al capo vigilado permanentemente por cámaras de seguridad que siguen todos sus movimientos en la celda.

Durante el día, los celadores de la prisión revisan cada hora que esté presente, lo que se conoce como «pasar lista». Y en las noches es despertado cada cuatro horas para repetir el procedimiento.

Para su esposa, Emma Coronel, Joaquín Guzmán es víctima de maltrato y tortura. El mismo capo afirma que su salud ha empeorado: «No me dejan dormir», se queja.

En todo caso, dicen especialistas, lo que sucede es que el líder del Cartel de Sinaloa enfrenta algo nuevo en su vida: por primera vez siente lo que es estar en verdad prisionero.

 

Lujos

 

Antes de ahora, solamente una ocasión El Chapo supo del rigor de una captura.

Ocurrió en 1993 cuando fue detenido en Guatemala por militares al mando del ahora expresidente Otto Pérez Molina.

Esa vez Guzmán Loera fue encerrado en una celda oscura y luego trasladado con esposas en las manos en la caja de una camioneta para su entrega en la frontera a las autoridades mexicanas.

El capo fue encarcelado en la prisión de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, de la que escapó en enero de 2001.

Pero a excepción de las rejas y los muros de la cárcel, El Chapo vivió casi igual que en sus días de libertad.

En las investigaciones sobre esa primera fuga la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR) encontró que el narcotraficante tenía plena libertad para moverse dentro de la prisión.

Varias veces al mes organizaba grandes fiestas amenizadas por grupos musicales y con cerveza, whiskey y otras bebidas.

Nunca comía los alimentos preparados en la cocina de la cárcel sino que encargaba comida de restaurantes, a veces de lujo.

En época navideña cenaba con su familia e incluso tuvo una pareja dentro de la cárcel: la también prisionera Zulema Hernández.

La PGR documentó que muchos celadores y funcionarios de la prisión estaban al servicio del capo.

Incluso el director de seguridad de esa época, Dámaso López Núñez, fue quien organizó la fuga del capo.

Actualmente el personaje y su hijo, Dámaso López «El Mini Lic», son dos de los principales líderes del Cartel de Sinaloa.

 

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