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Donald Trump

¿Cuándo se sabrán los resultados de las elecciones de EEUU?
En EEUU, los presidentes se deciden cuando ganan en suficientes estados del país

Este martes, 3 de noviembre, llegó el esperado día en los Estados Unidos: las elecciones presidenciales donde se disputará el puesto Donald Trump para intentar alcanzar la reelección, y el candidato demócrata Joe Biden.

Las elecciones de este año son inéditas, y es probable que pasen días o incluso semanas antes de que se conozca quién resultó ganador.

Debido a la pandemia de COVID-19, para esta elección millones de personas realizaron su voto por correo, lo que significa que es muy probable que el recuento de todos los votos se retrase, reseñó la BBC Mundo.

Generalmente, cuando hay elecciones en EEUU, los resultados suelen anunciarse la misma noche del evento electoral. Diferentes estados concluyen las votaciones en horarios distintos.

Según señala la nota, diferentes medios «declaran» la victoria de un estado cuando creen que un candidato tiene una ventaja definitiva, pero eso es una predicción y no el resultado final. Lo mismo ocurre cuando los medios «declaran» ganador a nivel nacional.

 

Vale recordar que, los presidentes de EEUU no se deciden por el total de la votación popular en el ámbito nacional, sino ganando en los suficientes estados.

¿Por qué la elección por correo podría retrasar los resultados?

Durante las elecciones anteriores era común que algunos estados limitaran el voto por correo, restringiéndolo a personas mayores de 65 años, aquellos con alguna enfermedad o que se encontraban fuera de ese estado.

Por el contrario, para esta elección, esta modalidad está ampliamente permitida en la mayoría de los estados.

De acuerdo con el Proyecto de Elecciones de EE.UU., hasta este 2 de noviembre más de 97 millones de estadounidenses votaron anticipadamente, ya sea por correo o en persona. Esto ya es más que el número total de votos anticipados emitidos en las elecciones de 2016.

De todo ese total, unos 62 millones de ciudadanos votaron por servicio postal, en medio de los intentos de los estados por evitar aglomeraciones ante la COVID-19.

 

Sin embargo, el Servicio Postal de EEUU presenta recortes presupuestarios y Trump impidió disponer de fondos adicionales, preocupado por si el organismo podrá hacer frente al volumen de papeletas o si habrá mayores retrasos.

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Abren los colegios electorales en EEUU para elegir entre Trump o Biden
8 de los 50 estados de EE.UU. (Connecticut, Indiana, Kentucky, Maine, Nuevo Hampshire, Nuevo Jersey, Nueva York y Virginia) comenzaron a votar a las 6.00 hora local, mientras que algunos electores pudieron depositar su papeleta una hora antes en Vermont

Los primeros colegios electorales de EE.UU. abrieron este martes a las 6.00 hora local (11.00 GMT) para dar comienzo a una jornada histórica en la que el país decide entre el actual presidente y candidato republicano, Donald Trump, o su rival, el demócrata Joe Biden.

Ocho de los 50 estados de EE.UU. (Connecticut, Indiana, Kentucky, Maine, Nuevo Hampshire, Nuevo Jersey, Nueva York y Virginia) comenzaron a votar a las 6.00 hora local, mientras que algunos electores pudieron depositar su papeleta una hora antes en Vermont, donde los centros electorales abren entre las 5.00 hora local (10.00 GMT) y las 10.00 (15.00 GMT).

Los centros electorales abrirán de manera escalonada en el resto de estados de EE.UU., que está dividido en nueve husos horarios.

A la puerta de un instituto en la localidad de Arlington (Virginia), que funciona como centro electoral, unas dos decenas de personas hicieron fila durante media hora antes de que comenzaran oficialmente los comicios.

«Buenos días, buenos días», fue saludando uno de los trabajadores del centro electoral a cada persona que entraba.

Matt Rogers, un afroamericano de 30 años, explicó a Efe que había decidido ir a votar tan pronto porque el resto del día lo pasará haciendo campaña por Biden.

«Estas son las elecciones más importante de mi generación. Antes los partidos, los candidatos, solían debatir sobre ideas, pero ahora tenemos a alguien en la Casa Blanca que incluso niega que exista una pandemia», manifestó.

Según la media de encuestas elaborada por la web RealClearPolitics, un 50,6% de los estadounidenses apoyan a Biden mientras que un 43,9% respalda a Trump.

Sin embargo, los estadounidenses no deciden por voto popular quién será su próximo presidente, sino que designan a un número de electores en cada estado que conforman el Colegio Electoral y que se encargan de elegir al nuevo jefe del Ejecutivo. El Colegio Electoral tiene 538 compromisarios y, para ganar, Trump y Biden necesitan al menos una mayoría de 270.

Algunos estados envían a un mayor número de emisarios al Colegio Electoral, tienen más peso, y por ello, hoy acaparan toda la atención, especialmente Pensilvania, Michigan y Florida, donde las encuestas no dan por segura la victoria de ninguno de los dos candidatos.

EL CONGRESO TAMBIÉN ESTÁ EN JUEGO

Además del presidente, los estadounidenses también eligen hoy a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a un tercio de los cien senadores de EE.UU.

De acuerdo a la media de RealClearPolitics, los demócratas podrían ampliar su mayoría en la Cámara de Representantes y tienen posibilidades de arrebatar a los republicanos el Senado, aunque la carrera ahí está mucho más ajustada.

Las urnas empezarán a cerrar entre las 18.00 hora local (23.00 GMT) y 19.00 (00.00 del miércoles), pero es posible que el ganador de las elecciones no se sepa esta misma noche debido a la gran cantidad de estadounidenses que han votado por correo o de manera anticipada por la pandemia.

Según los datos recopilados por U.S. Elections Project de la Universidad de Florida, ya han votado más de 97 millones de estadounidenses, lo que supone más de dos tercios del total de los votos de 2016.

Un factor clave en estos comicios será la participación que, en EE.UU., un país de 320 millones de habitantes, suele ser muy baja.

En 2016, cuando Trump ganó a la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, la participación fue del 55,5%.

Participación será determinante en elecciones estadounidenses
Internacionalistas coinciden en que asistencia masiva a las urnas favorecerá al candidato demócrata Joe Biden, mientras que abstencion conviene a Donald Trump  

@franzambranor 

A horas de la elección presidencial en los Estados Unidos no hay una tendencia definida para la noche del martes, 3 de noviembre. Como en 2016, las encuestas de los últimos días favorecen al candidato demócrata, pero el partido republicano confía en su base de fieles adeptos. 

Los demócratas liderados por Joe Biden han dicho que la estadía de Donald Trump en la Casa Blanca significa la pérdida definitiva de la democracia en Estados Unidos, mientras que los republicanos alegan que el ascenso de Biden supondrá la implosión de los derechos y valores americanos. 

Hasta la última semana de octubre, la empresa Real Clear Politics otorgaba una ventaja de 7,7 puntos a Biden sobre Trump. La misma agencia a estas alturas de 2016 le daba a Hillary Clinton un margen de 1,3 puntos sobre el actual presidente.

Trump ha usado la pandemia del coronavirus para alertar a los estadounidenses que de ganar Biden cerrará las puertas de la economía. 

“Estas es una elección entre el boom de Trump o el confinamiento de Biden, la recuperación o la depresión. Si votas por Biden, olvídate de llevar a tus hijos al colegio, no celebraremos las fiestas de Acción de Gracia, Navidades, 4 de Julio. No habrá graduaciones y bodas”, dijo Trump en un mitin.      

Biden no ha hablado de confinamiento frente al Covid-19, pero aseguró que escuchará más a los científicos que a los economistas.

Claves para entender elecciones presidenciales en los Estados Unidos 

Pronostican asistencia récord 

Los niveles de participación en esta elección proyectan 65%, una cifra que no se alcanza desde los comicios de 1908.

El coronavirus ha provocado que millones de personas hayan votado por adelantado y correo.    

“Las encuestas indican que será una elección con altos niveles de participación”, dijo el internacionalista Mariano De Alba, quien sostiene que una masiva presencia en las urnas beneficiaría a Joe Biden, mientras que una alta abstención supondría un espaldarazo para Trump. 

“Si más gente se moviliza será para cambiar el status quo. Si hay una elevada abstención, Trump sale favorecido porque tiene un núcleo más sólido. Por otro lado, si hay una alta participación eso favorece a Biden por la demografía en los estados claves”.

El también internacionalista Félix Arellano aseveró que para sellar una victoria de Biden es imperativo que sus afectos salgan a votar masivamente. “Por eso se ha movilizado gente como Barack Obama. A Biden lo respaldan muchos jóvenes, mujeres y amas de casa”.

Arellano comentó que la tendencia histórica arroja que esos sectores que apoyan al candidato demócrata no tienden a votar de manera masiva. “Es un dia de semana y la gente joven tiene que trabajar, además no tienen la costumbre de ejercer su derecho por correo. Biden tiene un gran respaldo de una comunidad que usualmente se abstiene”.

Arellano considera que, contrario a la gente que apoya a Biden, la base electoral de Trump es pro voto. “La población blanca adulta es muy participativa y conforma la mayoría del partido republicano”.

“Pareciera que hay una tendencia a una gran participación”, aseveró la internacionalista Milagros Betancourt. “Mucha gente ha votado anticipadamente. Eso a Trump no le conviene”.

3 x 3 – Estados Unidos continuára con política de sanciones a gobierno venezolano

Colegios deciden

En la elección presidencial estadounidense no gana el candidato que obtenga más votos sino el que conquiste la mayoría de los colegios electorales que actualmente son 538, es decir, quien consiga 270 (la mitad más uno) será quien dé el discurso ganador la noche del 3 de noviembre. 

En las pasadas elecciones, Hillary Clinton consiguió casi tres millones de votos populares más que Trump, pero el republicano sumó más colegios electorales. 

“Los tres estados claves en esta elección son Pennsylvania, Georgia y Florida”, dijo Mariano De Alba.

De acuerdo a De Alba para Biden es fundamental ganar al menos Pennsylvania y Trump tiene que asegurar Georgia y Florida si quiere ser reelecto.   

“Ahora hay muchas combinaciones para llegar a los 270 colegios electorales. Por ejemplo, Biden podría perder Pensilvania, pero si gana Michigan, Wisconsin y Minnesota todavía tendría chance de vencer”.   

Arellano indicó que el electorado estadounidense ha estado sometido a muchas presiones debido a lo atípico de las campañas de ambos candidatos por el coronavirus.

“Trump está desesperado, la pandemia afectó su gestión, los números no le están dando una ventaja, ha peleado demasiado con los medios de comunicación. La clave de esta elección será sin duda la concurrencia a los centros de votación”. 

Voto latino determinante

Para estas votaciones presidenciales en Estados Unidos hay 32 millones de latinos inscritos en el registro electoral y se estima que 14 millones podrían ejercer su derecho, esto los convierte por primera vez en el grupo minoritario más grande en la historia de los comicios americanos.

La comunidad cubana representa un tercio del voto hispano en Florida, uno de los estados clave en la contienda.

La estrategia de Trump para conquistar la preferencia latina en esta campaña ha sido comparar la percepción de Biden con la de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. 

“La tragedia en Venezuela es un recordatorio de que el socialismo y el comunismo trae miseria y angustia en todos los lugares en los que se prueba. Estados Unidos apoya a los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua en su lucha por la libertad”, dijo Trump.

Aunque los latinos en Estados Unidos tienden a apoyar al candidato demócrata (dos de cada tres votos latinos en la elección de 2016 fueron para Hillary Clinton), la tendencia pudiese cambiar en esta oportunidad debido a la asociación que hacen algunos miembros de esta comunidad entre Biden y el socialismo.

Además de Florida, Texas y Pennsylvania juegan un papel importante en lo que concierne al voto latino, en estos últimos dos estados Trump se impuso hace cuatro años, pero ahora las encuestas dan paridad a ambos candidatos. Será una noche larga la del 3 de noviembre en Estados Unidos.

Javier Cercas Nov 01, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Trump es La Vendée
Si gana las elecciones, la calamidad está asegurada; si las pierde, puede ser aun peor, porque las impugnará

 

Hay que leer a José Antonio Primo de Rivera. La razón es que basta darle la vuelta a cualquier frase del fundador del fascismo español para que el resultado sea una verdad inapelable. Tomemos la definición que José Antonio daba de la palabra “hombre” —el ejemplo es de Sánchez Ferlosio—: “Portador de valores eternos”; y ahora sustituyamos cada una de esas palabras por su antónimo: “Gozador de bienes efímeros”. Ahí está la verdad. Algo semejante ocurre con Donald Trump, al fin y al cabo el representante más conspicuo de esa forma de fascismo posmoderno llamada nacionalpopulismo. Baste recordar que nuestro hombre se presenta a la reelección presidencial como garante de la ley y el orden, cuando la pura evidencia es que durante cuatro años ha violado o intentado violar un número incalculable de leyes de su país, sin desdeñar la Constitución, y ha sembrado el caos a lo largo y ancho de la Unión. De modo que, cuando llegue el bendito día de la publicación de las obras completas de Trump, bastará con dar la vuelta a todas y cada una de las frases que contienen para convertir ese volumen en una fuente de sabiduría inmarcesible. Dicho esto, la pregunta es: ¿cómo es que los estadounidenses han elegido para el cargo de presidente a este hombre? ¿Cómo es posible que muchos quieran reelegirlo?

Es la pregunta del millón. Las respuestas, por supuesto, son innumerables (tantas, probablemente, como votantes de Trump), pero yo vislumbré una de ellas hace poco, mientras veía un concierto celebrado en febrero de 2012 en la Casa Blanca. Allí, en primera fila, se sentaban Obama y su familia, pero en el escenario estaba lo mejor de lo mejor: B. B. King, Mick Jagger, Buddy Guy, Jeff Beck, The Allman Brothers. Hacia el final, Obama anunció que los músicos iban a tocar, como colofón, Sweet Home Chicago, su blues favorito, porque es el blues de su ciudad. Entonces, mientras todavía estaban interpretando ese tema maravilloso, los músicos le pidieron al presidente que cogiese el micro y cantase. “Esto es el colmo”, pensé. “Que no salga, por favor. Que no cante”. Sin embargo, después de hacerse un poco el remolón, Obama salió y cantó, a dúo con B. B. King; no solo cantó: ¡cantó bien, el cabronazo! “A mí también me gustaría ser Cary Grant”, dijo en alguna ocasión Cary Grant. Ese era el problema de Obama: no se conformaba con ser el primer presidente negro de su país; además, parecía el personaje que Cary Grant interpretaba en el cine: joven, guapo, alegre, elegante, culto, inteligente y encantador. No digo que, hechas las sumas y las restas, Obama fuera un presidente excepcional (aunque, comparado con lo que vino después, parece una reencarnación mejorada de Pericles); es que, como persona, era demasiado para el cuerpo. Quiero decir: demasiado para eso que suele llamarse la América profunda, una América blanca que, como sabe cualquiera que haya vivido en ella (no en Nueva York, ni en Los Ángeles), sigue siendo en buena parte rocosamente racista, cerril y ultramontana.

Esa América vivió la presidencia de Obama como una humillación y, para vengarse de ella, en las siguientes elecciones votó exactamente lo opuesto a Obama, su negativo perfecto: un blanco gordo, viejo, infantiloide, mentiroso, malcarado, repulsivo, machista, racista y completamente analfabeto.

Se habrá dicho ya alguna vez: Trump es La Vendée, la contrarrevolución que sigue a toda revolución, los dos pasos atrás que siguen a todo paso adelante. Y también, secretamente, un intento de suicidio colectivo.

¿Acabará de matarse la nación más poderosa de la tierra? ¿Elegirán de nuevo los norteamericanos, pasado mañana, a un presidente que ha partido por la mitad Estados Unidos, erosionado profundamente sus instituciones democráticas, degradado la vida pública hasta el límite y regado el veneno de la discordia por doquier, además de haber encerrado en sí mismo a su país y haberlo reducido a la progresiva irrelevancia internacional? Si Trump gana las elecciones, la calamidad está asegurada; pero, si las pierde, puede ser aun peor, porque las impugnará. “Solo puedo perder estas elecciones si están amañadas”, ha dicho. Quien sepa rezar, que rece.

Artículo publicado originalmente en El País

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El complejo proceso electoral en los Estados Unidos

The winner takes it all and the looser has to fall… ABBA. 1980

@Vicevall

La votación nominal terminará su proceso, por lo demás altamente avanzado, el martes 3 de noviembre. Pero es solo una fase de un sistema de elección del presidente de esa república que fue establecido por los Padres de la Patria por una serie de razones particulares.

Para cualquiera de nosotros, acostumbrados, teóricamente, a un sistema de votación “globalmente estándar”, donde una elección se gana en base al que tenga el mayor número de votos, ese sistema resulta un tanto ininteligible. Por ello sería lógico esperar que el 4 o 5 de noviembre haya un ganador de la elección presidencial. No es así.

La realidad resultante del sistema de votación estadounidense es otra. La verdadera elección ocurre en realidad en el intrincado mecanismo de la elección del “colegio electoral”.

Ese “colegio” está compuesto por 538 “electores”. Son estas personas las que van a decidir la escogencia del presidente en nombre de los aproximadamente 153 millones de votantes de un total de 330 millones de habitantes que tiene Estados Unidos. En consecuencia, esta elección del 3 de noviembre lo que significa, en cristiano, es que esos votantes van a elegir a esos electores, quienes a su vez el 14 de diciembre elegirán, en nombre de sus respectivos estados al presidente y al vicepresidente. Se requiere una mayoría mínima de 270 votos afirmativos para ganar la elección.

Por supuesto que esto no implica que la votación del martes 3 de noviembre no sea significativa. Lo es, en tanto que el triunfador en cada estado da un mandato inequívoco a sus electores en el colegio electoral para votar por el candidato ganador. Bajo ese supuesto, el voto estadal debería entonces indicar el ganador en el colegio electoral. Sin embargo, los electores del colegio pueden escoger a otro candidato distinto al ganador en su estado porque ya ha pasado. O sea, el candidato ganador (con el mayor número de votos en ese estado) reclama todos los votos electorales de ese estado. Trump con solo el 2 % por encima de Clinton en el voto popular obtuvo todos los 29 votos de Florida. Pero ha habido casos donde el elector ha cambiado a última hora su voto.

Ahora bien, ¿en que se traduce todo esto? Suponemos que los estados que tienen una mayoría de electores pueden decidir quién será presidente. California tiene 55 votos electorales (el mayor) o sea, 55 personas que votarán en diciembre en nombre de ese estado, pero resulta que el número de electores no se ha establecido proporcionalmente en base a la población de cada estado.

El número de electores en los estados de mayor población como California, Texas y Florida están más bien subrepresentados en términos del colegio electoral, aunque siguen teniendo el mayor número de electores. Eso es lo que explica que, en 2016, Clinton a pesar de ganar los numerosos votos electorales de California y Nueva York, lo tuvo muy difícil en estados con menos electores, como Pensilvania y Michigan, lo cual en buena medida permitió la victoria de Trump.

La decisión también podría estar en manos de los electores en aquellos estados que en pasadas elecciones cambian su voto de republicano a demócrata y viceversa. Son los estados indecisos, (swing states).

Allí es donde verdaderamente reside la posibilidad para el presidente-candidato de ganar la elección.

La alucinante complejidad del escrutinio 

Todo esto y estamos sobresimplificando el proceso. La realidad es que es muchísimo más complejo. Nos ha tomado tiempo entender todos los recovecos protocolares que pueden hacer variar los resultados. Por ejemplo, el método de escogencia de los electores varía de estado a estado. Los votos nominales son contados de diferentes maneras y en diferentes momentos. Algunos pueden serlo con anterioridad. Otros tienen que contarse el día de la elección. Otros pueden ser contados después del voto nominal. O sea, conocer el total de manera uniforme y veraz puede ser alucinante.

A diferencia de los otros 48 estados, en Maine y Nebraska el voto nominal solo escoge dos electores y no, como hemos explicado, al total de electores, de acuerdo con la regla de que el ganador del voto el día 3 de noviembre decide el voto de todos los electores de ese estado). En total 32 estados (más la capital) tienen una ley que obliga a los electores a votar por la persona ganadora de todos los votos electorales, con penas severas, medianas o ninguna  penalidad. En 18 estados no están obligados a votar por el ganador de la elección del 3 de diciembre. Allí está el detalle.

Por último, no existe la declaración del ganador por parte de una autoridad nacional electoral. Es el congreso, quien en sesión conjunta en enero, declararía el ganador de la elección, si es que no hay una disputa. Pero eso es otro proceso bastante engorroso que puede surgir en las próximas semanas (dará como para escribir dos o más artículos). Sin contar una erupción social.

En otras palabras, debemos entender que la elección presidencial en EUA es un proceso que consta de tres partes si el resultado es claro y aceptado: la votación nominal, la elección en el colegio electoral y la declaración del ganador en el congreso. 

Ahora bien. No hay que ser demasiado perspicaz o para quienes observamos diariamente lo que acontece en Estados Unidos, que lo más probable es que esta no será una elección definitiva y simple en términos del calendario propuesto.

La situación de Florida hace 20 años atrás entre Al Gore y Jorge (George, si así lo prefiere el lector) W. Bush, demostró lo complicado de un sistema con tantas variables e incógnitas procedimentales. La diferencia entre ambos era mínima. Lo cierto es que el suspenso mantuvo en vilo a ese país porque esa pequeñísima cantidad de votos al final sería la que elegiría al presidente de Estados Unidos, a pesar de que Gore tenía una ventaja de medio millón de votos en la elección nominal. Se cuestionó el resultado. Solo faltaba Florida para cerrar el proceso.

Uno de los problemas es que Gore “concedió” la victoria a Bush, casi inmediatamente después del primer conteo. Pero cuando empezaron las impugnaciones y demandas judiciales en diferentes distritos, Gore fue visto como un “mal perdedor” que impedía la victoria del nuevo presidente cuando decidió retractarse del reconocimiento. Allí vino el desconcierto en el sistema electoral e intervino la Corte Suprema al final.

Este precedente puede ser utilizado por el presidente Trump, cuando señala que “el reconocimiento se haría inmediatamente, si “él es el ganador”.

En las 58 elecciones presidenciales que han tenido lugar en EUA, cinco han tenido como ganador al perdedor del voto nominal.

Ex quo consequitur, se nos ocurre que el presidente Trump podría ser el primero en la historia de EUA que gana dos veces la presidencia, perdiendo el voto popular. O, el primero que gana y pierde una elección presidencial, perdiendo el voto popular. En cualquier caso, será una de las tantísimas razones por que la historia recordará la inolvidable era Trump.

El panorama es totalmente incierto a pesar de que todo apunta a que el candidato Biden es el ganador. Pero a lo mejor habrá presidente Trump por cuatro años más.

Pero si algo hemos aprendido en todos estos largos años estudiando la ciencia política y observando su aplicación internacional es que, siendo inexacta, parece tener la potestad de cambiar la exactitud de las que lo son, como las matemáticas, cuando se aplican a ella. En otras palabras, en política, la cuenta de dos más dos no necesariamente son cuatro. 

* Embajador de la República (r) ©2020 Vicente E Vallenilla

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¿Cuál es la propuesta de Trump para su segundo período en la presidencia?

@wurbina

A tres días para la fecha de las elecciones en EE. UU. vale la pena preguntarse cuáles son las propuestas que tiene Trump para su eventual segundo período. Si uno busca en las páginas de su campaña donaldjtrump.com se encuentra mucha propaganda pero poca sustancia. Mucha propaganda MAGA pero pocas propuestas a futuro.

Durante la convención nacional republicana (RNC) en septiembre, por primera vez en la historia no se presentó un programa. El comité nacional republicano, dada la ausencia de una propuesta por parte del candidato Trump, propuso presentar el mismo que se había presentado en la convención de 2016.

Él se negó, pero tampoco propuso algo alternativo, por lo que al final simplemente no hubo ningún programa de gobierno para el periodo 2021-2025.

Muchos podrán decir que eso no es sino un simple ritual político dado el pragmatismo que campea en la práctica política; sin embargo la discusión necesaria entre las diferentes facciones de una organización política termina estableciendo ciertos puntos centrales, prioridades y parámetros que permiten orientar la gestión de gobierno tal, como ocurrió en el caso del partido demócrata. Nada de eso ocurrió en la RNC y por tanto la dirección del partido republicano le ha dado un cheque en blanco a Trump. Ello, unido a que buena parte de la convención consistió en la intervención de sus hijos y familiares “alabando su labor’’, habla de un creciente culto a la personalidad no visto en la política norteamericana hasta ahora.

El peligro de la falta de propuestas

En ningún momento una situación como esta es conveniente para la salud de un sistema democrático; pero en un momento como el que vivimos, en medio de una pandemia, con una creciente evidencia de efectos catastróficos del cambio climático y con crecientes retos en la arena internacional, la falta de propuestas puede tener consecuencias peligrosísimas.

Dado que en verdad no hay propuestas concretas para su supuesto segundo período presidencial, analicemos las respuestas que hasta ahora ha dado la administración Trump a los puntos más críticos de la actualidad:

 La pandemia

En primer lugar está  por supuesto el problema de la pandemia. La respuesta de la administración Trump no ha podido ser más desastrosa. La incoherencia, la improvisación, el desprecio a la opinión de los científicos (a los que en privado ha llegado a llamar estúpidos) y a la ciencia misma, sumado con la politización de cosas tan elementales como el uso de la máscarilla, ha conducido a resultados terribles.

Con casi 9 millones de infectados y con más de 225 000 muertos, el balance es lamentable por decir lo menos. Más aun, los Estados Unidos se enfrentan hoy a una tercera ola de contagios. La inicial se produjo en marzo, sobre todo en la costa este con epicentro en New York; la segunda en el llamado “sunbelt” con epicentros en Florida, Arizona y Texas. La presente es la más diseminada, con más de 41 estados registrando cifras alarmantes y extendiéndose a zonas rurales.

Está claro, pues, que la pandemia se salió de control. Las recientes declaraciones de Mark Meadows, jefe de gabinete de Trump, quien explícitamente no renuncia a controlar la pandemia pero llama a abrir la economía sin ningunas directivas, no preludia sino más muertes. Se calcula que estas podrían por lo menos duplicar las actuales defunciones.

De modo que frente a la pandemia Trump no tiene un plan estructurado. No ha ejercido ningún liderazgo y parece que no le interesa. Incluso ha declarado públicamente que le fastidia que se siga hablando de la pandemia, como si con ignorarla la fuera a desaparecer.

Estados Unidos tiene el peor desempeño de un país desarrollado frente a la pandemia a pesar de sus ingentes recursos.

Esto es un hecho constatable: de los 43.6 millones contagiados, actualmente 8.82 millones son de Estados Unidos (20 %); y de 1.16 millones de muertos, 226 000 son estadounidenses (19.65 %). Sin embargo, de los 7700 millones de habitantes en el globo solo 331 millones viven en EE. UU. (4.2 %). Las cifras hablan por sí mismas.

En toda la historia de las pandemias ha existido siempre la tensión entre salvar vidas y mantener la economía a flote, está claro cuál es la posición de la administración Trump al respecto. Desde el mismo inicio mintió descaradamente, sabiendo la gravedad de lo que se avecinaba, no para evitar el pánico del público sino el de Wall Street y del índice Dow Jones.

Luego de la ayuda bipartidista que se logró para los negocios y los más necesitados en abril, no ha habido otra; y parece que los republicanos no están interesados en una segunda ayuda que muchos requieren con urgencia y que la cámara de representantes aprobó en junio (Hero’s act).

Finalmente, en la búsqueda de un chivo expiatorio y para no asumir responsabilidades, Trump decidió retirarse de la OMS, bajo la acusación de estar al servicio de China. Una decisión que asesta en medio de la pandemia y que puede tener consecuencias catastróficas en el combate global de la misma.

 Cambio climático

En segundo lugar está el problema del cambio climático. En la campaña del 2016 Trump dijo que no creía en el cambio climático, que este era un invento para beneficiar a China. Coherente con ese parecer retiró a los Estado Unidos del Acuerdo de París. Gracias a que EE. UU. es un estado federal, siguen los logros y avances locales en la lucha contra el cambio climático, obteniéndose gracias al esfuerzo de ciudades y  estados pese al sabotaje de la administración Trump, que lo único que ha hecho es avanzar en el desmantelamiento de EPA y de las regulaciones a favor del ambiente.

En recientes declaraciones ha dicho que Estados Unidos tiene el agua y el aire más puros del mundo. Puras frases vacías y cero planes concretos. Frente a los incendios en California, Oregón y ahora Colorado, por una parte; y los crecientes huracanes en los estados del sur, dos caras extremas de la misma moneda, no hay ninguna respuesta coherente. Ni mucho menos un plan porque ello implicaría afectar los intereses de las compañías petroleras y de otros actores tradicionales.

 Salud a la deriva

En tercer lugar está el controvertido sistema de salud. Estados Unidos es el único país desarrollado que ha sido incapaz de brindar un servicio de salud universal a sus ciudadanos. El importante avance en esa dirección fue logrado en el 2010 con el “Affordable Care Act’’ popularmente conocido como Obamacare; y que ha logrado hasta la fecha incorporar al sistema de salud a más de 20 millones de ciudadanos y acabó con la perniciosa practica de las compañías aseguradoras de negar cobertura a personas con condiciones preexistentes.

Ese avance ha sido combatido por los republicanos con más de 70 intentos de derogarlo, unos con argumentos político/filosóficos  partiendo del principio troglodita de que un estado que hace eso es por definición “socialista”; otros por un mero cálculo electoral. Trump prometió en su campaña de 2016, en su obsesión de destruir todo lo que hizo Obama, acabar con el programa y sustituirlo por uno supuestamente infinitamente mejor. Por ello se unió al esfuerzo republicano para terminarlo por la vía legislativa en el Congreso, lo que ha resultado infructuoso. Ahora pretenden hacerlo por la vía judicial frente a la Corte Suprema. El 10 de noviembre es una fecha clave al respecto.

Derogar el Obamacare y dejar a más de 20 millones de personas sin seguro médico, en medio de la pandemia, sería una verdadera monstruosidad criminal. 

Ahora bien, ¿cuál sería el plan alternativo? Eso brilla por su ausencia. Aparte de reiterar que se mantendrán las pólizas de personas con condiciones preexistentes no se sabe muy bien cómo, no existe ningún plan alternativo para sustituir el Obamacare luego de más de 4 años. Ocurre con el plan de Trump lo mismo que con sus impuestos… siempre anuncia que lo va a mostrar pero nunca se concreta.

 Política migratoria

En el ámbito migratorio, hay que reconocer que lamentablemente ha cumplido con algo de lo que había prometido. Ha sido, eso sí, una política infame, racista y despiadada contra los migrantes. Quizás la cara más horrible ha sido el de la separación de hijos menores de sus padres, para desmotivar la inmigración de las familias.

Los ha recluido en sitios con condiciones infrahumanas, donde incluso los ponen en jaulas. Ello habla de una política desalmada y sádica solo concebible en mentes retorcidas como la de Stephen Miller. La reciente noticia de que hay más de 500 niños de quien no se sabe dónde están sus padres es el último eslabón de atropellos y atrocidades cometidas por esta administración.

Por otra parte, el famoso muro que prometió en el 2016 y que supuestamente iba a obligar a que pagara México, ha terminado siendo una mera operación propagandista; ya ni siquiera la menciona en su campaña. Solo se ha concretado un modesto remozamiento de ciertas partes divisorias que ya existían, a expensas de fondos reconducidos en operaciones de dudosa legalidad del departamento de defensa.

Respecto a los dreamers (hijos de migrantes ilegales que llegaron de niños acá) no tiene ninguna respuesta y simplemente los ha intentado utilizar como ficha de negociación.

La prohibición de entrada al país de musulmanes de ciertos países es otra cara xenófoba y quizá anticonstitucional de su política. Finalmente, respecto al destino de más de 11 millones de migrantes ilegales que hay en el país, aparte de la persecución y represión no tiene ninguna propuesta viable y realista.

 Aislamiento global

En política exterior el panorama es todavía más desolador. Trump con su populismo nacionalista (“America first”) se ha alejado de los socios tradicionales de Estados Unidos, como la Comunidad Europea, Japón y Corea del Sur. Sus socios en la OTAN lo miran hoy en día con recelo y desconfianza.

La promoción de la democracia y el respeto a los derechos humanos que fueron el eje de la política exterior estadounidense por muchos años ha quedado solo para meras declaraciones. Esto se manifiesta en varios hechos concretos:

I. El abandono vergonzoso a la oposición siria, dejándole el terreno de juego al dictador Bashar al Assad y a su padrino Putin. El desamparo a las heroicas milicias kurdas es una muestra de incoherencia y deslealtad tanto con la gente como con los valores democráticos.

II. En Afganistán sus conversaciones de paz con los talibanes, simplemente para retirar las tropas norteamericanas pero sin la participación directa del gobierno que distintas administraciones han apoyado hasta ahora, es otra muestra de desinterés y pragmatismo.

III. El caso venezolano es un capítulo aparte. Aquí la incoherencia e inconstancia han llevado la situación a un punto muerto que terminó fortaleciendo al narcorrégimen de Maduro, y que se puede sintetizar con el refrán “mucho ruido y pocas nueces’’. Basta revisar el libro de John Bolton, que tiene un capítulo completo dedicado a Venezuela.

IV. La guerra comercial con China ha sido desastrosa para muchos sectores de la economía norteamericana. Y con resultados prácticos de dudosa utilidad, menoscabando las relaciones multilaterales que se han ido organizando por largos años a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

V. Trump sacó a los Estados Unidos del acuerdo multilateral con Irán sobre su desarrollo nuclear (que incluye a Francia, China, Rusia, Inglaterra y Alemania) y le reimpuso sanciones económicas. Pareciera que la razón fue básicamente porque lo firmó Obama. ¿Pero cuál es la política alternativa para contener a Irán? No existe. Por otra parte, siguiendo en el Medio Oriente, el alinearse con el gobierno israelí de manera incondicional no parece ser una política que a largo plazo pueda dar frutos para resolver el nudo gordiano de problema palestino.

VI. Su política de acercamiento con Corea del Norte. Sus tres cumbres con el sanguinario Kim Jong Un no han reducido para nada el peligro nuclear que ese país representa. Por el contrario, legitimaron a un líder que obtuvo el poder de manera hereditaria. Y al que el propio Trump no deja de alabar a pesar del historial de atrocidades de él y su familia.

VII. La implícita complicidad con Putin, al quien le cree más que a su aparato de inteligencia, y al que no ha confrontado en ningún terreno no deja de ser escandaloso y sospechoso. Rusia ha desarrollado su agresiva política exterior sin ningún contrapeso.

VIII. Quizás uno de los rasgos más distintivos de la política exterior de Trump es que no esconde su admiración por líderes dictatoriales como Putin, Erdogan y Kim Jong Un. Mientras, ataca a los líderes de los países democráticos y tradicionalmente aliados como Canadá, Francia y Alemania. Su tentación autoritaria es más que evidente.

Así pues, de resultar reelecto el 3 de noviembre, Trump tendría una agenda prácticamente desconocida tanto en política doméstica como en política exterior.

Lo que sí queda claro es que la democracia norteamericana seguirá sufriendo sus embates populistas y antidemocráticos. Y no sabemos a ciencia cierta cuánto más los podrá resistir…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¡Vota!, podría ser la elección más importante en la historia de los EE. UU.
«Esta es», se ha repetido desde el comienzo de la campaña e incluso antes, «la elección presidencial más trascendente de nuestro tiempo… tal vez de nuestra historia». Y no es hipérbole.

 

@lecumberry

Trump no es un presidente de, y para, todos los estadounidenses. Nunca ha intentado serlo. Su ejercicio se ha caracterizado por su efecto divisivo de Estados Unidos, traficando con una retórica y una conducta política divorciados del discurso civil y democrático. Ha intentado normalizar la mentira y atentado contra el consenso de la ciencia con procedimientos que socavan los resultados de las políticas públicas y las instituciones; y esto lo ha hecho en asuntos tan delicados como el manejo de la pandemia o la urgencia que impone el cambio climático.

Hace poco dijo que la razón por la que no se pone de acuerdo con la mayoría demócrata, sobre el segundo paquete de estímulos económicos, es porque no está de acuerdo con inyectar recursos federales a los estados y municipalidades gobernadas por demócratas: quiere discreción absoluta en la direccionalidad de los recursos.

Esto sería suficiente para dejar claro cuán cruciales son estos comicios, de cuyas consecuencias nadie está al margen. Pero hay más. EE. UU tiene ante sí cuatro importantes desafíos.

 Regresar con fuerza del impacto de la COVID-19

Primero, la crisis de salud pública está lejos de terminar, los impactos económicos son significativos y las inequidades sociales que han reflotado constituyen un llamado a la acción.

 Reavivar la democracia y economía de mercado

En segundo lugar, EE. UU. debe lograr que la democracia y la economía de mercado funcionen una vez más, ofreciendo oportunidades para los jóvenes, las clases media y trabajadora. La falta de dinamismo en la movilidad social y el estancamiento económico de las familias estadounidenses son hoy dos cuestiones que exigen atención. Incluso, la escala de remuneraciones en los sectores medios y obreros se mantienen paralizadas, a pesar de incrementos significativos en la productividad, con una concentración de riqueza sin precedentes por el 1% más privilegiado de la sociedad.

 Sustentabilidad mediambiental

En tercer lugar, tenemos que navegar por las necesarias transiciones económicas y energéticas hacia el puerto de la sustentabilidad medioambiental. La ecología como prioridad es asunto existencial, inevitable y exigente, puesto que el cambio climático es una amenaza real para nuestro planeta, residencia de la humanidad.

 Restaurar el liderazgo mundial

Y en cuarto lugar, pero no menos importante, Estados Unidos está llamado a restaurar su liderazgo global y sus alianzas históricas, en consonancia con el nuevo panorama mundial. China está ganando poder e influencia, no solo en las finanzas y el comercio, sino con innovaciones que impactan todos los aspectos de la sociedad. La influencia china es, pues, geopolíticamente muy relevante, de lo que es prueba palmaria su presencia creciente en espacios, como América Latina, donde durante décadas Estados Unidos dio por sentada su influencia.

Construir alianzas y reafirmar el liderazgo estadounidense en el mundo, de forma colaborativa, encontrando fuerza y ​​una agenda común con nuestros aliados, será fundamental en las próximas décadas.

Estos objetivos demandan una sociedad estadounidense compacta, con importantes acuerdos políticos y legislativos bipartidistas de largo plazo. El éxito exige vencer la división interna, para coliderar en el mundo.

Y aquí surge un quinto imperativo: lidiar con Rusia. El objetivo de Putin es socavar la fuerza de Estados Unidos y sus instituciones desde adentro. El líder ruso ha evitado un conflicto convencional (consciente de que en esas arenas lleva las de perder), y ha optado por la estrategia de alimentar los temores, la fractura y la confrontación entre estadounidenses, a través de una sofisticada intervención desde las redes sociales.

Desafortunadamente, estas narrativas son amplificadas por influencers y ciudadanos dominados por miedos y prejuicios; o peor aun, explotadas por dirigentes que han detectado ese tráfico como su único camino hacia el poder. Junto con esta interferencia en nuestro proceso político, Rusia y otros se han erigido en una amenaza de ciberseguridad. Al terrorismo tradicional se han sumado estos nuevos retos de seguridad nacional y global, que debemos enfrentar con aplomo y presteza.

El primer paso, ante este conjunto de desafíos, es votar. Con madurez. Con compromiso.

Debemos cambiar de rumbo en estos tiempos difíciles, para que nuestro gobierno y líderes acaten el mandato de reunificar el país y trabajar con los mejores entre nosotros. No solo la mayoría de los estadounidenses aspira a un cambio. El mundo interpela a los Estados Unidos para que retome la defensa de los valores democráticos, de la libertad y la justicia social.

Digámoslo de una vez, el mundo necesita el liderazgo estadounidense. Es evidente por dondequiera. Por lo tanto, si aún no lo ha hecho: VOTE, no permita que nadie tome tan vital decisión por usted.

* Miembro del Comité Nacional Demócrata (DNC) y presidente del Comité Nacional del Latino Victory Project.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Trump promete ayuda económica a estadounidenses tras elecciones
Republicanos y demócratas han tenido diferencias para aprobar un paquete de al menos 2 billones de dólares para apoyar la economía

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió a los ciudadanos de ese país una «ayuda económica» después de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.

Este miércoles, 28 de octubre, Trump reconoció el fracaso de acordar con los demócratas “un paquete de ayuda económica” para ayudar a los estadounidenses durante la pandemia de COVID-19.

Según señaló, los congresistas demócratas rechazaron la medida y señaló a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, como responsable del estancamiento en las negociaciones para acordar medidas con las que se contrarrestarían el impacto de la crisis sanitaria en las empresas y los hogares.

“No está interesada en ayudar a la gente”, dijo Trump a los periodistas en la Casa Blanca.

En tal sentido, señaló que este paquete se aprobará por los congresistas republicanos después de las elecciones del 3 de noviembre.

“Pero después de la elección aprobaremos el mejor paquete de estímulo que jamás hayan visto porque creo que vamos a recuperar la Cámara baja”, agregó.

 

Los republicanos y demócratas a negocian un paquete de al menos 2 billones de dólares para apoyar la economía, pero tienen diferencias sobre el combate de la COVID-19 y las ayudas a los gobiernos estatales y locales en apuros.

Por otra parte, hay que recordar que desde mayo, el gobierno de Trump ha distribuido más de 100 millones de cajas con alimentos a las personas más afectadas por la pandemia, lo que causó quejas por parte del Partido Demócrata “sobre cómo es realizada esa labor”.

Con información de El Político