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Luis Ugalde S. J. Sep 29, 2016 | Actualizado hace 8 años
¿Dónde está Dios?, por Luis Ugalde

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Al poder siempre le ha interesado que lo confundan con Dios. Quien dominaba desde la cúspide de la pirámide social y política de los incas, de los aztecas, de los faraones, de los emperadores japoneses… era el hijo del Sol, el hijo de Dios. Luis XIV se consideraba rey absoluto por derecho divino y Franco “caudillo por la gracia de Dios”. Los súbditos no podían cuestionarlos, sino aceptarlos con absoluta sumisión como representantes de Dios. En los sistemas ateos Stalin, Mao, Kim Il-sung y otros eran dioses incuestionables. También nuestro régimen con su mesías ha querido venderse como la “revolución más cristiana” de la historia. Pero en el actual desbarajuste, caos, penuria y muerte, la gente se pregunta “dónde está Dios”.

La respuesta de Jesús no estaba en ningún mesianismo político, pero tampoco solo en el templo con sus innumerables leyes religiosas. Uno y otro son cuestionados por Jesús y su respuesta es clara cuando le preguntan dónde está el reino de Dios: Tú te encuentras con Dios cuando de verdad te compadeces del herido, das de comer al hambriento, de beber al sediento, liberas al injustamente preso, curas al enfermo, recibes al desterrado, te haces hermano del pobre y del excluido… Por el contrario quienes –religiosos o no– los rechacen, rechazan a Dios (Mateo 25,34 y Lucas 20,25…) Ahí no está Dios. Para que el contraste sea más claro, Jesús inventa la parábola del “buen samaritano” en la que unos bandoleros despojan y dejan medio muerto a un hombre y Jesús hace pasar ante él al sacerdote y al levita, muy religiosos pero que pasan de largo sin auxiliarlo, dejando en claro que el amor de Dios sin amor al prójimo es mentira y luego pasa un samaritano que, según los judíos, no conocían al verdadero Dios ni cumplían con la religión. Según Jesús, este samaritano, que se compadece y ayuda al herido, es el único que conoce a Dios y vive en él. En la parábola del Juicio final (Mateo 25) a los que ayudan a los prójimos que tienen hambre, sed, falta de salud, de libertad … Jesús los proclama “benditos de mi Padre”. Algunos se muestran extrañados porque dicen que ellos nunca se vieron con Dios (no eran creyentes). La respuesta de Jesús es rotunda: “Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, me lo hicieron a mí” (Mateo 25,40).

¿Dónde está Dios en Venezuela hoy? ¿Qué acciones de ciudadanos, de gobierno y de empresa lo hacen presente y actuante en Venezuela? Ciertamente no las que multiplican el hambre, la miseria y la opresión, ni el que siembra odio y muerte o se apropia de los bienes públicos … No estamos hablando de dar solamente una limosna, ni una bolsa de comida a los partidarios, sino de ir a las causas de la ruina económica y social, de cambiar la intolerancia política, reconciliarnos con los excluidos para hacer juntos una sociedad libre, democrática y justa.

La primera carta de Juan ilumina y es contundente: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Quien odia a su hermano es homicida y saben que ningún homicida posee la vida eterna. Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros” (1 Juan 3, 14-15). “Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad” (18). ¡Cuánta palabrería hueca en Venezuela y cuánta falsa invocación a Dios para bendecir acciones de muerte y de miseria! “Queridos –continúa Juan– amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios, todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor” (4,7). “Queridos, si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros” (4,11-12). “Nosotros amamos porque él nos amó antes. Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y el mandato que nos dio es que quien ama a Dios ame también a su hermano” (4, 19-21).

Hay política de muerte y política de vida, como hay economía de muerte y de vida. No basta que uno mismo proclame las maravillas de su gobierno, sino que este sea conocido por sus frutos, como dice Jesús. En Venezuela debemos dejar de manipular a Dios e ir a las obras que son de Dios, que están muy claras en el Evangelio. También para el que no es cristiano están claras. Venezuela necesita reconciliarse y ser capaz de unir todas las fuerzas, talentos, recursos para salir del actual estado de muerte, de división y de odio. En esa invitación está Dios.

 

El Nacional

 

Dijo Dios: ayúdate que yo te ayudaré por Armando Martini Pietri

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No importa si fue al Dios de los cristianos, al Jehová de los judíos, al Alá de los musulmanes, cualquier ídolo africano o a los dioses y demás misterios de la santería afrocubana a quienes rezaron Maduro y algunos jerarcas angustiados. Lo que cuenta es que parece que ninguno le hizo caso. O puede ser que ni Maduro ni los altos capitostes recen, quizás sean ateos o, como mínimo, desinteresados religiosos. Cualquiera entiende que hoy día este país está «abandonado de Dios».

 

Lo cual no deja de ser injusto, porque con el Gobierno estaríamos también abandonados quienes no tenemos culpa de nada, pero somos responsables de haberlos elegido para que nos representen, pero sólo se representan a sí mismos y a sus intereses. Un verdadero drama que la colectividad no logra superar. Una dolorosa y amarga decepción. 

 

Han sido demasiados disparates y todas las bases del país han cedido en rápida sucesión. La crisis moral y de ética, la decencia, la honestidad, las buenas costumbres, la cortesía básica se hundieron, el doble discurso, la doble moral, la crisis social, económica y política, han hecho estragos. La solución ahora está mucho más lejos del repertorio de herramientas fallidas y respuestas superficiales que hemos utilizado en el pasado para resolver nuestras crisis. Aquella triste y resignada expresión de “Dios proveerá”, no ha sido escuchada ni da esperanzas razonables a estas alturas.

 

En verdad el Creador sí escuchó a los gobernantes y a los venezolanos angustiados, y nos siguió proveyendo con petróleo, agricultura, minería, interés y fuerza de acción de industriales, empresarios y comerciantes, pero como los líderes civiles y militares del país cerraban, se adueñaban y echaban a perder todo lo que proveía, y el pueblo lo soportaba, tal vez se hartó; y molesto además por los empeños en ídolos e ideologías anticristianas, se tomó en serio lo que consideró una ofensa y del cielo nos llegó un escarmiento, un castigo por manirrotos y gastadores. El gobierno no fue ni se comportó ni se comportará como un buen padre de familia. Ha sido guía inconstante, poco confiable y muy propenso a dejarse seducir por doctrinas extrañas al cristianismo, realidades venezolanas que antes demostraron ser eficientes y rendidoras se rechazaron, destruyeron y eso no hay Dios que lo aguante.

 

Dios ahora espera por nosotros; así como dicen que aprieta pero no asfixia, tenemos que pensar que el Ser Supremo, cansado de mucho dar para poco o nada recibir, ahora nos aplica aquello de «ayúdate que Yo te ayudaré». No por mucho rezar Nuestro Señor nos va a seguir dando, espera que nosotros hagamos algo para entonces empujarnos como lo hacía antes que estos ladinos y pillos entraran a saco para arrasar con todo.

 

Nos toca a los venezolanos salir de las paredes contra las cuales hemos sido empujados. Un primer paso lo dimos, acudimos masivamente a las elecciones y arrebatamos la Asamblea Nacional a la sumisión oficialista; ahora la nueva mayoría legislativa debe avanzar a pesar de que otros poderes sigan sometidos a Miraflores, la Habana y las políticas torpes. Nos toca a nosotros, víctimas de la necedad y la incompetencia, dar soporte y al mismo tiempo exigir cumplimiento, inteligencia y coraje a los diputados en los cuales confiamos. Estamos obligados a mantenernos dispuestos al esfuerzo, a no dejarnos vencer, a ser ciudadanos activos que rechacen el pesimismo y rescatemos la fe. Primero y fundamentalmente en nosotros, y como consecuencia en Dios.

 

La política permite trampas, pero aún más oportunidades de acción. Tenemos instrumentos importantes. El referendo revocatorio, una enmienda constitucional pero, si Dios permite que sigamos siendo castigados con un Gobierno como el actual y que logre seguir equivocándose hasta 2019, nos toca morder el freno, mantenernos activos en nuestra fe y compromiso personales, y en Dios. Llevamos ya más de 2.000 años y Dios sigue presente no sólo en el cristianismo católico, protestante y ortodoxo, sino en los centenares de millones de musulmanes y de judíos.

 

 

Debemos seguir luchando por la confianza en nosotros, la producción, la inversión y el consumo, así como restablecer nuestras fatigadas reservas internacionales, y para eso necesitamos una nueva administración, pero debemos darle base y fuerza popular sólida, contundente y profunda como las democracias modernas. Sin un gobierno que conozca cómo recurrir a la ayuda internacional, promueva una renegociación ordenada de la deuda externa y que sepa también como rescatar la seguridad de los inversionistas nacionales y extranjeros, Venezuela no levantará cabeza.

 

Los países no desaparecen, pero pasan por momentos de extrema dificultad que dejan cicatrices profundas y perdurables mientras parece que Dios mira hacia otro lado. El gobierno no sólo nos trajo hasta aquí tras años de ignorancias, dislates e indecisiones en política económica y social, sino que se ha quedado inerte, desconcertado, ante la crisis que día a día se extiende y profundiza cada vez más, pretendiendo ignorar la realidad con quimeras como la “guerra económica” o el lanzamiento de algún eslogan como “los trece motores” y este miércoles insistió con una interminable cadena de casi 5 horas para prometer maravillas como envoltorio para aumentar el precio de la gasolina. Una de las grandes equivocaciones y pendejadas de Nicolás Maduro es creer que somos de verdad pendejos. Lo fuimos quizás, pero hemos tenido un muy duro entrenamiento, el desabastecimiento, las colas, los abusos de algunos militares y policiales, la falsedad del Gobierno y la incompetencia del Presidente nos mantienen al día.

 

No vamos a poder evitar los momentos difíciles y espinosos consecuencia de la constante improvisación, parálisis y obsesiva insistencia en el desmadre que ha dejado aplastada a la economía. Pero sí es posible minimizar el dolor, acelerar los plazos de recuperación y abrir la posibilidad de iniciar la reconstrucción. Una opción más responsable que esperar resignados a que Dios provea. Lo que cuenta, no lo olvidemos ni por un instante, es lo de “ayúdate que Dios te ayudará”.

@ArmandoMartini

Este es el video del Papa Francisco que le ha dado la vuelta al mundo

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Para este mes de enero, el papa Francisco ha pedido oración universal, y para acompañar esta invitación se ha valido de un video que le ha dado la vuelta al mundo por el agradable, sensible y tolerante contenido religioso.

Se trata del proyecto “el video del Papa”, en el cual el Santo Padre explica sus intenciones para la evangelización y afirma que la mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, “esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por él y colaborar con quienes piensan distinto”. Se muestra a una representante del budismo, otro del judaísmo, un sacerdote católico y un dirigente islámico que manifiestan creer en Dios y en el amor . Luego, el Papa retoma la palabra y dice:

“Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios”.

Vea aquí el video completo:

Dios no es venezolano por Orlando Viera-Blanco

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«Es bajo la creencia que Dios nos favorecerá por ser tierra de gracia, como Luis Herrera toleró la sobrevaluación del bolívar; Lusinchi desbancó al Estado o CAP jamás pensó que el pueblo le reviraría y  AD le enviaría a la cárcel…«

Son muchas las culpas que podemos descansar en otros. Pero lamentablemente la responsabilidad que poco vemos o no-pedimos cuenta, es la propia. Ello tiene su génesis en el proceso de conquista y sumisión al Estado-Providencia, que desde la feroz arremetida de Hernán Cortes contra los aztecas hasta la influencia hispana de nuestros días (nobiliaria, vertical y clasista), hizo de las sociedades latinas un mar de desgracias o fortunas dependientes de un Mesías, del Estado o de Dios…

Les doy un ejemplo propio. Le pedí a uno de mis hijos sus notas del último semestre. Al rompe, con voz un poco provocadora para mi gusto, pero pretendidamente sabia y bien plantada, me dice: «Papá, aún nos las sé porque no me las han dado». Me llamó la atención tanto el tono, como el argumento.  Horas más tarde, evitando «el desafío», me le impongo.  ¿Buscaste tus notas? Al rompe me responde, con cara de no me lo puedo creer.  «No papá, no las sé, porque no es fácil retirarlas». A este punto su displicencia vino acompañado con un dejo de pereza, por lo que le dije con una contenida inflexión: «Yo creo hijo que debes buscar -tú mismo- las fulanas notas porque no aparecerán por obra y gracia de la Santísima Trinidad. ¿Estamos?… Pero me sentí mal. Me cuestioné. ¿Somos los padres quienes hacemos permisivos a nuestros hijos? ¿Por qué desde niños, es costumbre que las cosas no las tienen que hacer o si dejan de suceder, es por culpa de otro? Al decir de los franceses todo se reduce al fenómeno del gavache (gaznate) o mal hablar, que siempre inculpa al vecino. Se-me quedó la cartera. Se-me hizo tarde. Me-rasparon el examen. Sáquenlo, búsquenlo, tráemelo, resuélvelo. En fin, prefijos que registran un agente externo  que sugiere, no-fui yo, no me toca… Así exculparnos es la regla y asumir la excepción. Una virtud -el reconocimiento- que comporta un cambio de mentalidad inmenso, que nos haría entender cómo Suiza produce los mejores lácteos y chocolates del orbe, sin contar con materia prima (que sí la tenemos en Venezuela), o como Japón -80% montañoso y sin agua-es uno de los primeros productores de energía y la segunda economía del mundo.

Es clásico llegar tarde diciendo que la Valle-Coche estaba trancada; o que había un choque en la Guarenas-Petare; o que un rayo partió en diez un árbol en la Cota Mil y colapsó. Otro pretexto más contemporáneo «y que me gusta», por institucional: «Estaba bachaqueando»… Mi hijo apareció y me dijo: «Toma padre. Son mis notas. Tenías razón. Las publicaron hace un mes y no las retiré. Lo siento. Por cierto, estoy en el promedio de aceptación universitaria en la carrera que quiero». A partir de ahí su actitud cambio. Se levanta temprano a estudiar. Es más competitivo y busca saber qué nota obtuvo, antes de publicada. Ese simple acto oficioso de procesar información, le hizo concluir que nada llega del cielo… En el despacho también ocurrió lo esperado (o inesperado). Una de nuestras abogadas llega tarde a un acto y le pregunto: ¿Qué pasó Doctora? ¿Trancada la Panamericana? Y me contesta: No. Me quedé dormida. Anoche trasnoché trabajando con mis padres y hoy no me pude levantar. Lo siento Doctor. Pero ya me ocupo… Esta simple respuesta -humilde y confesa- hizo entregarle un tema que dudaba poner en sus manos. A partir de este acto de mea culpa, la confianza se elevó, acumuló más trabajo, se hizo más experta y autosuficiente.

Los  latinos nacemos con una suerte de «perdón garantizado» a cuenta del mito misionero que Dios es paisano. Nuestros atavismos culturales, grupales y conductuales, mismos que nos anclan, los esquivamos a cuenta, que el Todopoderoso es venezolano y nos resolverá. La irreverencia y patanería de Boves (ascendente hispano/mestizo), la zanganería del dizque ilustrado Guzmán Blanco, la tiranía entrelazada de grandeza del mismo Bolívar o Páez; el gendarme necesario o el agrario inevitable  de Gómez hasta los hombres de nuestros días, comportan jefaturas divinizadas que desdicen de nuestra propia gloria. Es bajo la creencia que Dios es nativo y nos favorecerá por ser tierra de gracia, como Luis Herrera toleró la sobrevaluación del bolívar; Lusinchi desbancó al Estado, CAP jamás pensó que el pueblo le reviraría (y menos que AD le enviaría a la cárcel). Y llegó Chávez, que creyó Fidel era Dios, pero igual no detuvo su partida. Ahora Maduro nos dice que Dios proveerá, y otros arengan que sus tiempos [los de Dios] son perfectos -sic- Un malange de endiosamientos que van de Miraflores a las fronteras, y por creer que Dios es socialista o del Magallanes, nos da licencia para deportar colombianos, permutar oro o invocar los dioses de la guerra contra Donald Trump…

Le digo más amigo lector. Nuestra crisis moral, política y social no será superada si seguimos delegando -desenfadadamente- nuestros deberes en «el Señor». Algo sí es seguro. De tanta galbana, externalidad y lasitud, muchos no tenemos el cielo ganado en momentos -como leí de un colega en el exterior- que los venezolanos no solo generamos lástima, sino ahora también, ¡rabia! Pues nada: ¡Qué Dios nos agarre confesados…!

vierablanco@gmail.com

@ovierablanco

Jul 07, 2015 | Actualizado hace 9 años
Devoción a la Virgen por Julio César Arreaza

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El presbítero Ramón Vinke nos ha maravillado con un magnífico libro «La Devoción a la Virgen de los Próceres de la Independencia: Belgrano, San Martín, O’Higgins, Ribas, Bolívar, Sucre y otros”. Se trata de una bellísima edición muy bien lograda, formato grande, con textos y fotografías de gran calidad, porque la Divina Providencia, en medio de estos tiempos conflictivos venezolanos, proveyó los medios para que este notable proyecto llegara a feliz término este año 2015.

Se trata de un libro digno de colocarse en la mesa de la Sala de nuestros hogares, no sólo de adorno, sino para propiciar conversaciones reconfortantes y edificantes entre los miembros de la familia y compartir con los amigos.

Yo creo que los países que padecen un sin número de dificultades suelen frustrarse y sus ciudadanos califican de nugatorios los esfuerzos realizados; yo me pregunto si los problemas nos sobrepasan cuando las sociedades se alejan de Dios, no menosprecio el motor del trabajo que no tiene sustituto, sino señalo que las naciones y familias que salen adelante son las que están cerca de Dios. Y este libro lo demuestra con la historia en paralelo de los próceres de diferentes países de nuestro continente, que con su cercanía a Dios y a su madre la Virgen, lograron que sus pueblos alcanzaran la Independencia y la libertad, asuntos desconocidos en el Nuevo Mundo. Toda historia es historia de salvación, no sólo la reseñada en la Biblia, la presencia salvadora de Dios se manifiesta en toda historia.

La bandera argentina está asociada al prócer de su Independencia, General Manuel Belgrano, quien condujo el triunfo magnífico de los patriotas en la Batalla de Tucumán, el cual atribuyó a la intercesión de la Virgen de las Mercedes, en su propio día, el 24 de septiembre de 1812. Fue una batalla desigual en número, el ejército español estaba mejor apertrechado, pero allí se reveló el arrojo de la terrible caballería gaucha. Belgrano convino que los triunfos no se debían a él, sino a la protección de Dios, por intercesión de María Santísima.

El General José Félix Ribas, en plena acción de la Batalla de la Victoria, presiente la derrota, entra en la Iglesia de la villa de la Victoria, se postra frente a la imagen de la Virgen Inmaculada Concepción y le ruega por la salvación de la tropa. La oración del valiente guerrero la interrumpe el grito de un soldado, quien desde el campanario le anuncia que por el camino de San Mateo viene una polvareda. Es el refuerzo milagroso de un cuerpo de caballería que llega al mando del Teniente Coronel Vicente Campo Elías, español patriota, y rompe el cerco realista, produciendo la derrota de los hombres de Morales.

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@JulioCArreaza

Oración de Raúl por Laureano Márquez

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Camarada Dios:

Esta semana me reuní con el Santo Padre Francisco. A la salida de la reunión le dije al primer ministro Renzi que: “si el Papa sigue hablando como lo hace, tarde o temprano voy a empezar a rezar de nuevo y volveré a la Iglesia católica, y no estoy bromeando». Como soy un hombre de palabra y en verdad no estaba bromeando, y también como S.S. el Papa ha cumplido su parte, he decidido comenzar hoy.

La verdad es que no sé por dónde empezar; desde los viejos tiempos del colegio jesuita en el que tanto mi hermano como yo tuvimos la fortuna de estudiar, no había vuelto a rezar. No quería abordar la tarea repitiendo fórmulas establecidas, sino con una oración personal, como quien habla con un camarada, que es como dicen los teólogos que debe ser la auténtica oración. La vida da tantas vueltas, camarada Dios… ¿Quién me iba a decir a mí que, después de tantos años de anticlericalismo, sería la mediación del heredero de Pedro la llave que nos abriría un acuerdo con los Estados Unidos, el inefable enemigo de nuestro principal aliado? La verdad es que aquellas palabras de san Juan Pablo fueron premonitorias: “Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”. Yo creo que él desde el cielo ha estado metiendo su mano en todo esto.

Dame fuerzas, porque la tarea no es fácil. A veces mi hermano no entiende. Yo trato de no amargarle la vida con temas innecesarios. Como vio las imágenes con el Papa y se inquietó, yo le dije que era un amigo santero cubano de Roma. Una mentirita blanca –nunca tan bien dicho- y piadosa que espero no me tengas en cuenta porque mi hermano no está como para darle disgustos.

Es increíble lo que la formación de los primeros años hace en uno. Con el Papa sentí que hablábamos de jesuita a jesuita. Nos entendimos a la perfección. Imagínate que hasta pensé en devolverles a los maristas la cárcel para que vuelva a ser colegio, porque digo yo: si mi formación jesuítica ha obrado el milagro en mí, por qué no brindarles la misma oportunidad nuevamente a mis compatriotas. Claro que mi interés principal en todo esto no es la Compañía de Jesús, sino las otras compañías, que ahora se pelean por venir a invertir en la isla. Esta semana misma vino el presidente de Francia. Todos saben que aquí tienen garantizadas muchas cosas. Saben que nunca haremos con sus empresas lo que les hemos recomendado a los venezolanos que hagan allá. Perdóname esa también, camarada Dios, pero cada gobernante debe velar por su propio pueblo. De hecho, en este momento un florecimiento de Venezuela sería contraproducente para nuestro proyecto. De todas maneras, eso no va a pasar y sé bien por qué te lo digo.

Me gustaría volver al redil. Con razón dice Lucas que “Habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse”. Bueno, me imagino que hoy estarás contento. Nuestra conversión es profunda y honesta; queremos tomar el camino del bien. Dicen también que Dios escribe derecho sobre renglones torcidos. Quizá era necesario dar esta larguísima vuelta. Nosotros los Castro no tenemos prisas; nuestra virtud ha sido la paciencia y gracias a Ti tenemos salud y vida para reinventarnos.

He pensado seriamente, si algún día lejano del futuro decido abandonar la presidencia, en retirarme a un monasterio y dedicarme al ora et labora, porque en verdad le estoy agarrando el gustico a esto de hablar contigo. Sé que parte importante del orar es pedir perdón. Quisiera hacerlo para que la oración fuese completa, pero la verdad no se me ocurre nada por lo cual pedir perdón. Bueno, me despido; para ser la primera tenida, ha sido larga y buena. Si necesitas algo, camarada Dios, no dudes en hacérmelo saber.

 

@laureanomar

 

El Cristo Roto por Víctor Maldonado C.

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Vivimos una cuaresma perenne mientras esperamos que los tiempos perfectos de Dios se cumplan. Olvidamos que somos nosotros los segunderos y minuteros de nuestro acontecer histórico, y que los tiempos serán tan buenos como nosotros los hagamos ser. El sentarnos a esperar nos coloca en la circunstancia de no entender que hay una condición ineludible en relación con lo que la Divina Providencia pueda hacer al respecto. Dios ayuda solamente a aquellos que están comprometidos con el bien, y en ese sentido, nosotros somos –o deberíamos ser- la acción de Dios. San Ignacio lo predicaba constantemente: “Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía en el resultado como si todo dependiera de Dios”. Nada va a caer del cielo. Mucho menos el poder. Así que “cazar güiros” solo demuestra el estado de confusión que estamos sufriendo.

Vivimos y sentimos en carne propia los tiempos de la mutilación. Somos un pueblo sometido al escarnio de perder la razón, los derechos y la libertad. Nos pesan los grilletes de las mentiras, y mucho más el tener que sufrir las consecuencias reales de ficciones, montajes y falsos procesos inventados para someternos. Sin embargo, cada uno lo vive a su manera, cada quien  lo interpreta a su real saber y entender, sobran las versiones incompatibles y las iniciativas personalísimas que obstaculizan el imperativo de la alineación política y estratégica. Esa perturbadora condición del héroe solitario es capaz de transformar la situación más unívoca en un inmenso galimatías, perturbando el avance precisamente por el caos que provoca tantas iniciativas individualistas, como si todo el infierno se redujera a que todos jugamos a ser caciques, pero sin un solo indio.

Mientras ocurre nuestra propia Torre de Babel, la gente cae y vive su propio Getsemaní, pasión y muerte, sin que nadie se compadezca demasiado, sin que nadie intente detener el curso de los acontecimientos, esperando más bien la próxima noticia, asumiendo el reto de no terminar de enloquecer por tener que vivir el reto de la ficción entregada por capítulos y la siguiente puesta en escena con su guión de víctimas y victimarios. Antonio Ledezma lleva más de un mes lidiando con el insensato encierro. ¿Alguien recuerda por qué?  En eso consiste el trapiche totalitario, en que una agresión sucede a otra con la velocidad suficiente para provocar olvido e indiferencia. Pasan los días y es más difícil tener a mano qué fue lo que pasó. Pasan los días y son otros los afanes y otras las formas de demostrar la estupidez. Pasan los días y a alguien se le ocurre que es mejor gastar el tiempo escribiendo y publicando una inútil e insensata carta al presidente Obama para arrimarse al mingo de los supuestamente intocables. La traición tiene muchos matices.

Es difícil mantener una actitud contemplativa mientras ocurren estos sucesos. Por eso es bueno imaginar y hacer propia la tragedia que vive un perseguido político, y tal vez, concebirlo al compás de siete frases, siete momentos de desolación, o de excesivo realismo, para intentar esa empatía que se nos hace tan dura. Las mismas siete de la pasión originaria. La misma soledad.

 

¡No saben lo que hacen! Eso pensó cuando se dio cuenta que era demasiado tarde para intentar cualquier cosa. Sin aviso y sin eso que llaman “debido proceso”, sin ninguna posibilidad de defenderse, fue allanada su oficina, rotas sus puertas, amedrentados sus empleados, y despojado de la última y más sagrada atribución, su propia libertad. El alcalde Ledezma salió esposado, rodeado como si fuera un criminal peligroso, y forzado a los primeros minutos de lo que parece ser una larga estadía en prisión. Siempre cabe la pregunta de lo que pensaron y sintieron aquellos que protagonizaron la celada. ¿De qué se sentirán orgullosos? ¿Qué le contarán a sus mujeres e hijos? ¿Qué cara les pondrán a sus madres –de tenerlas-?  Pasaron horas en las que nadie supo dónde estaba el encierro y cuáles eran los barrotes en los que estrenaba su nueva condición hasta que en la madrugada, luego de un día tan largo y azaroso, pudo sentir la seguridad  del amor incondicional de su mujer, ese beso apretado que ahora se va a espaciar, y la duda repentina que le viene a la mente en forma de ojos aguados sobre si va a volver a ver a sus hijos. ¡Diles que estoy bien, y que voy a seguir luchando! Una lágrima se le escurre por dentro de la garganta y le deja el sabor del trago amargo y salobre. No llora todavía. Aún perdona. Aún le parece increíble que él hubiera sido el siguiente en el sorteo de la infamia. Todavía todo luce provisional y comienza a salivar esa cuota de esperanza que le aconseja esperar la presentación ante el juez, la presión de la calle, la exigencia de sus compañeros. El tiempo dirá…

 

¡Ahora somos más! La noche es la única cómplice que les queda. Una larga vigilia se transformó en reclamo y exigencia, que sin embargo no fue atendida. El trapiche autoritario sigue su molienda, destrozando una tras otra todas las garantías procesales. El verdadero acusador anuncia en cadena nacional cuales son los cargos y cuáles los insultos. Mientras la infamia transcurre nadie sabe a ciencia cierta cómo el reo ve pasar las horas. Eso solo se sabe cuando se vive. Nadie imagina lo que le pasó por la mente. Solo, él y su conciencia, ve sus manos esposadas y  piensa en este después que se le impone como un cepo. Él es el único que sufre esa muda angustia de tanto silencio exigido, con la sensación de ser uno más que se llena de interrogantes y que es obligado a sufrir en carne propia las ficciones paranoicas de otros. No hay forma de defenderse de la insensatez y de la locura. No hay forma de evitar el intento de aniquilación simbólica en el que todos los gestos y decisiones tienen la intención de la extinción. La cárcel que le toca tampoco es cuestión de azar.  Exiliado de la ciudad de la que es líder –porque eso es parte del castigo-, siente la frialdad de un presidio ajeno al compromiso con los derechos humanos. En algún momento el abrazo fraterno de otros que le antecedieron en el suplicio le hará sentir que es también un preso político, que su suerte no depende de la justicia –que no existe- sino del cálculo artero. Unos y otros se reconocerán como parte del mismo guión y de los mismos sacrificios. Unos y otros ratificarán que aspiran y esperan la promesa del mismo paraíso. “Nuestro país será libre de nuevo… libre y próspero de nuevo…”  Mientras tanto el carcelero ronda, intenta e inventa el maltrato, y estima la cuota de sobrecosto que le tiene asignada.

 

¡Tu madre, sus hijos! Afuera quedaron ellos. La cárcel es una interrupción incondicional de la cotidianidad que otros intentarán sin que él pueda tomar parte. Es una forma de muerte,  ausencia y desmontaje que duele hasta en los tuétanos. Hay que intentar la mejor sonrisa mientras las horas se descuentan para la primera oportunidad de la visita. Es lo único que diferencia esta cárcel de una muerte súbita. Que el despojo no es definitivo, pero es peor porque comienzan a ser comunidad de la desolación. Empero, la adversidad no lo puede vencer. Allí están ellos buscando de nuevo las señales y códigos que les permita comprender toda esa tragedia. Y que les permita atravesarla juntos. La desventura que vive hoy es el resultado de intentar jugar sin reglas creyendo que todavía hay límites. No los hay. “Somos todos presas potenciales de la misma bestia autoritaria, y esta vez nos tocó a nosotros. Pero hay que continuar la lucha. Esa es la consigna”. Seguir la cotidianidad y hacer como si todo fuera excesivamente normal. La regla de oro es cuidarse, sin olvidar que nos están mirando aquellos que esperan que nuestra familia naufrague. Mitzy está dispuesta para el combate por una verdad que debería transformarse en libertad. Sus hijos están allí para respaldarla. La mujer transformada en otra “madre coraje” comienza una cruzada que la hermana con otras que como ella sufren la iniquidad sin que las quiebre. La verdad debería imponerse, pero hay que predicarla insistentemente. Ahora Mitzy será un clamor que recorre el mundo tratando de pedir ayuda. Será con Lilian una perfecta tejedora de alianzas perturbadoras de esa prepotencia autoritaria que se cree inapelable. Ledezma aguarda detrás de los barrotes. Aguarda, aguanta y ama más que nunca.

 

¡Larga es la noche! Cada quien está abandonado a su suerte. Un día tras otro suman olvido recalcitrante y esa soledad que consiste en desamparo. La molienda sigue hasta transformarte en silencio y distancia. Nadie puede verlo. Nadie puede verlos. Ellos son el castigo y los castigados. Son ahora víctimas de ese carcelero cuya violencia es de filigrana. Su hija, requisada al intentar salir del país. Su mujer desalojada de la cárcel el día de la visita bajo el argumento de un documento que no está en orden. Ledezma vive todos estos agravios sabiendo que lo quieren enloquecer hasta transformarlo en rabia irreversible. El castigo es el procedimiento y la burocracia que impone sus sinrazones mientras aplasta al derecho sustantivo. Ledezma hace el inventario. El castigo de ayer, el que le infligieron a otros, el de hoy y los que sucederán mañana.

 

¡Sed de fraternidad! Lo peor es el silencio y la indiferencia de los demás. La tibieza es un indicador de esa mediocridad indecisa que tan poco hace en la liturgia política. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Lee esa frase del Apocalipsis y concuerda con la sentencia. La maldición está en esa indiferencia que se escuda en el pésame formal y distante.  La herida más profunda es ese “individualismo anárquico del yo” que tanto lamentaba Mario Briceño Iragorry a la hora de extrañar el compromiso cívico que hacía avanzar los proyectos colectivos. Ganas frustradas de querer saber cómo y por qué los demás juegan a la conveniente ignorancia. Certezas terribles de que el equipo juega sin alma, creyendo que todo consiste en seguir jugando a los dados, ignorando el truco, tramoyando el silencio para “pasar agachados”. La falta de solidaridad es tan dolorosa como la ausencia de justicia. La solidaridad tiene una liturgia cuyo ritual se ha olvidado.

 

¡Los plazos se cumplen! No hay alternativa a la cárcel y a la espera. Una tras otra todas las instancias dan la misma respuesta. Se recorre la trama como si hubiera autonomía, pero se sabe que todas ellas son el mismo puño de hierro. La llave, el candado y las rejas no son propiedad de la justicia. El dueño es otro. Su propietario es el señor de este caos. El que tiene la llave simula sordera pero escucha perfectamente el reclamo universal para la liberación de los presos políticos. Sabe que la crueldad desgasta y que la violación de los derechos trae consigo ese distanciamiento que seguramente ya está sintiendo. Son tiempos de pesos y medidas faltantes. El cancerbero sabe que “fue pesado y medido para ser hallado defectuoso”.  Ledezma es quicio y gota que rebosa.

 

¡En manos de Dios! Y del pueblo. La posibilidad de un amanecer de justicia y libertad dependen de la recomposición de lo que hoy luce roto por el resentimiento de unos, la indiferencia de otros y el miedo mal encauzado de todos. No puede haber ruta democrática ni margen constitucional mientras haya presos políticos. No podemos hacerlos a un lado. Ni a Ledezma, ni al más desconocido de todos ellos. Ni al que está preso, ni al que pretende haberse salvado. Ni al que arriesgó todo con su coraje, ni al que hoy luce comprado por la extorsión. Algunos están en Ramo Verde pero otros son víctimas de sus propias pesadillas. Unos viven la cárcel pero otros están perdidos en el laberinto de su propia confusión sin saber qué hacer. Unos sienten barrotes de acero y otros el peso de sus propios egos. El trabajo será separar el trigo de la paja, y buscar entre todas esas imposturas el esplendor de la verdad. “Guíame Luz amable, entre tanta tiniebla espesa…”

 

Solón hallaba el espíritu de justicia sólo en comunidades donde los no perjudicados se sientan tan lesionados como los que recibían el daño. Lo recordaba Mario Briceño Iragorry en 1955. Extrañaba la sabiduría del viejo sabio ateniense, verdadero fundador de la primera experiencia democrática. ¿Es ese nuestro caso? ¿Convive entre nosotros el verdadero espíritu de justicia? ¿Nos sentimos tan presos como Ledezma? ¿Nos sentimos tan agobiados como su esposa Mitzy? ¿Nos sentimos infamados por lo que les pasa? ¿Imaginamos sus días? ¿Nos duelen sus angustias? ¿Son sus lágrimas las nuestras? ¿Están en nuestras oraciones y acciones?

 

Al Cristo venezolano le faltan piezas, le falta forma, le sobra vacío que deberíamos saber llenar de solidaridad, testimonio, consecuencia y capacidad de lucha.

 

@vjmc

El antimilitarismo llegó a los altares por Ángel Oropeza

 anti,militarismo

Lo militar tiene que ver fundamentalmente con la defensa de la soberanía y la integridad territorial de un país. Esta es una función no solo importante para cualquier nación, sino merecedora de toda consideración y respeto. El militarismo, que suena parecido pero no lo es, constituye por el contrario una auténtica perversión social, generadora de repulsión y condena por sus efectos catastróficos sobre cualquier sociedad.

El militarismo es un fenómeno frecuente en países del Tercer Mundo, y es uno de los síntomas típicos del subdesarrollo político de una sociedad. Y esto es así porque en las sociedades modernas, a diferencia de los países más primitivos, nadie discute que las fuerzas militares tienen que estar sometidas al poder civil.

El militarismo tiene dos facetas principales: por un lado, se entiende como la intrusión indebida y abusiva de las fuerzas armadas, o de sus miembros, en la conducción del Estado. Un país preso del militarismo es uno donde la población es convencida de que “lo militar” es la esencia misma del Estado, que la fuerza armada tiene el derecho de tutelar el mundo civil, y por ende entrega a los militares el poder de decidir sobre el destino de los demás. En una palabra, es una corrupción del modo militar de actuar en una sociedad.

La segunda faceta es igualmente perversa, porque supone la imposición a la sociedad de los códigos, lenguaje y formas de comportamiento castrenses, donde estos resultan no solo extraños sino inaplicables. En los cuarteles, la vida está signada por necesarias relaciones jerárquicas de obediencia y mando. Fuera de ellos, en el mundo civil, la convivencia social está caracterizada –y no puede ser de otra manera– por la discrepancia de opiniones y por la heterogeneidad de criterios entre personas iguales. Imponerle entonces los códigos y maneras de actuar y pensar castrenses a esta complejidad social es tan contranatura que solo puede hacerse a través de la represión de unos y la sumisión de otros.

En América Latina, el militarismo se ha expresado en gobiernos de distinto signo ideológico: Trujillo, Batista, Stroessner, Pérez Jiménez, Somoza, Perón, Duvalier, Velasco, Rojas, Torrijos, Castro, Pinochet, son todos ejemplos de esta perversión militarista. Los últimos ejemplos que registra la literatura ocurren en nuestro país, con Chávez y Maduro como lamentables referencias.

Esta semana, específicamente el día 24 de marzo, se cumplen 35 años del asesinato de un valiente sacerdote, arzobispo de San Salvador, quien se enfrentó con fuerza esta enfermedad del militarismo: Oscar Arnulfo Romero. A la edad de 62 años, y mientras oficiaba una misa en el Hospital de la Divina Providencia, fue ejecutado por un francotirador al servicio de los violentos de su país. El día anterior a su asesinato, durante la homilía dominical en la Catedral de San Salvador, Romero había lanzado una hermosa y contundente proclama antimilitarista, que hoy sigue resonando en nuestro continente, con una vigencia que nos toca muy de cerca:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del Ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

El 3 de febrero pasado, el papa Francisco autorizó la promulgación del decreto que proclama a monseñor Romero “mártir de la Iglesia”. La ceremonia de beatificación se llevará a cabo en San Salvador el próximo 23 de mayo. El antimilitarismo latinoamericano acaba de llegar a los altares.

@AngelOropeza182

El Nacional