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Asdrúbal Aguiar Abr 06, 2020 | Actualizado hace 2 semanas
Dios no ha muerto

@asdrubalaguiar 

La pandemia hace presa de todos. Nos mantiene en agonía psicológica, sin discriminar. Deja víctimas fatales por miles en el planeta. Se recogen cadáveres a las puertas de las casas como si fuesen bolsas de desperdicios situados a la vera. Las noticias fluyen como un río sin madre, desesperan. Se cuentan el millón de enfermos y casi unas 50.000 víctimas fatales, mientras los desempleados por el frenazo global alcanzan a más de 10 millones de personas.

La afectación mayor se advierte en los espacios industrializados. La necesaria coordinación de políticas globales auxiliada por las plataformas digitales demuestra que ningún actor o potencia podrá por sí solo paliar los efectos devastadores del virus sobre la economía mundial, tampoco lograr eficacia en la movilización de los recursos sanitarios indispensables. Al término la clave es, que así como solo Cristo salva según los cristianos, esta vez solo nos salva el refugio.

Al cierre de las fronteras exteriores de los Estados le han seguido los aislamientos por municipios, localidades y barriadas. Unos y otros, sobre todo los últimos, empeñados en que el aislamiento social ralentice la ola de daños casi que han impuesto la regla de San Benito: “Ordenó que en aquel su alcázar… hubiese unos monjes tan recogidos, que ninguno de ellos jamás saliese, ni hombre alguno pudiese entrar en la clausura” (Crónica general, Navarra, 1609).

Algunos detalles medievales son aleccionadores.

“En el 1591 una nueva peste explotó en Estrasburgo: su primer síntoma era un fuerte bostezo o estornudo; al enfermo le asalta un vértigo y cae muerto sobre la vía. Y es esta ocasión cuando tiene lugar el uso de desearle salud a quienes estornudan. Pero estas visitas devastadoras de la peste bubónica solo cesan en Europa a finales del siglo”, según una crónica napolitana de 1895. Mientras, otra señala que lo importante es la limpieza de calles y la asistencia de médicos en los municipios. El cierre de puertas a los extranjeros, tapiar las casas de los enfermos o encerrar a los apestosos, sobre todo prohibir reuniones y asambleas de todo tipo, como ocurre en la Inglaterra del siglo XV. A lo que Hipócrates agrega una recomendación para los pudientes, inválida en 2020: “Huir de prisa, lejos y por mucho tiempo” (L’economie médiéval, París, 1993).  

Así las cosas, releo el libro luminoso de Roberto Vacca, escritor nonagenario romano quien es ingeniero y futurólogo, intitulado Il medioevo prossimo venturo. La degradaziones dei grandi sistemi (Mondadori, 1971), pues se trata justamente del que influye sobre el ensayo de mayor suceso de Umberto Eco Hacia la nueva edad media, publicado el año siguiente.

Refiere el colapso de los sistemas de la era tecnológica por sus complejidades exponenciales y por ser exponencialmente incontrolables, y de suyo la inevitable regresión luego del colapso, la vuelta hacia las realidades humanas de más fácil y realizable gestión. La hipótesis es el blackout ocurrido en la costa este de Estados Unidos en 1965, cuando 30 millones de personas se quedan sin electricidad durante más de 13 horas, lo que le hace imaginar al autor una situación de eventual parálisis ferroviaria que congestiona a las ciudades, afecta a los controladores aéreos, causa la caída de algunos aviones en un tiempo de invierno que obliga a las gentes a recluirse en sus casas. Estas encienden fuegos para calentarse, los bomberos no se dan abasto y como escasea la comida se hacen rutina los asaltos y la violencia, tanto como se saquean los supermercados. Mueren centenares de personas cuyos cuerpos degradados provocan epidemias, hay psicosis colectiva y quienes sobreviven buscan asegurarse formas de vida básicas bajo cuidado de próximos o de mercenarios, mientras otros migran y se hacen diáspora, como en el Medioevo.

Lo cierto es que tal ejercicio, podemos repetirlo ahora con Eco, “se trata de una profecía o de una constatación”.

El Tercer Entorno, ese que hemos venido experimentando durante el curso de las dos últimas generaciones – han pasado 30 años desde 1989 – y es distinto de las experiencias rural y urbana, ha hecho menguar el valor del espacio geográfico y del tiempo como del uso del mismo tiempo y del valor que le otorgamos a las cosas o afectos durables, para sobreponerle la experiencia virtual instantánea. El coronavirus, a golpes, nos fija residencia y despierta de una ilusión tan perversa como los narcóticos, no por ella misma sino conducirnos a la muerte de Dios, léase el abandono de la razón de humanidad.

El andamiaje digital y sus formas de conducir la cotidianidad en el siglo XXI son y deben seguir siendo instrumentos de mediación, para fines humanos. Nada más. Se constata como nunca que sus creadores, al enajenar la voluntad de las personas o al enejarse estas voluntariamente haciéndose dependientes del entramado tecnológico, de nada les sirve lo virtual ante la fragilidad de la vida. Sin discernimiento queda el vacío, el aislamiento, la clausura, la muerte sin haber muerto y no solo por efecto de un virus, que acaso lo provoca la misma ciencia.

La existencia de quienes habitamos en la Tierra depende de nosotros mismos y nuestros camaradas de “feudo”. Es la experiencia que nos atenaza, y obliga. El Estado, la política, los hospitales, sirven y mucho, pero son en la circunstancia ese hilo débil que en la desventura de la contaminación separa a la vida de la agonía sobre un precipicio, que llegado el caso ha de transitarse para que sanemos si es que se logra.

Es mi aprendizaje de la hora canónica.

¿Dios es fascista? Por Asdrúbal Aguiar

LOS ESCRIBANOS DE LA IZQUIERDA SE RASGAN LAS VESTIDURAS. Denuncian, globalmente y en comandita, los peligros que para la democracia significa la elección en Brasil de Jair Bolsonaro. Le tachan de fascista, por ser de ideas conservadoras. Obvian que el fascismo es el régimen de la mentira, del engaño, de la manipulación de las palabras e imágenes, como en la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, colonizada por el castrismo cubano, aplaudida todavía por una parte del socialismo europeo.

Ultraderechista es lo menos que se le asigna al excapitán, oficial subalterno y de reserva, distante del oficial superior que es el mismo Chávez y sobre cuya condición de uniformado nadie repara en su hora.

La cuestión de fondo es el peligro – como se lo sugiere – que significa hablar de “personas de bien”, de pensamiento “liberal”, de “valores familiares” y arraigo en la patria chica. Goyo G. Maestro, en La Razón de España, resume así el fenómeno brasileño. Fernando Mires le da el perfil de una inminente hecatombe histórica, a saber, “el retorno de Dios a la política”.

Quedaría atrás – no lo dice Mires, lo ajusto yo – la afirmada muerte de Dios que signa el advenimiento del socialismo del siglo XXI. Lo que sería inaceptable para quienes piensan que sólo hay democracia entre los feligreses de Marx. No por azar y como paradoja, desde su lecho de muerte, reza Chávez el Así habló Zaratustra escrito por Nietzsche hacia 1885, que luego recomienda como enseñanza de cabecera a sus causahabientes. El todo vale es la regla de oro. Sobre todo, para quienes, como los impresentables Ernesto Samper y J.L Rodríguez Zapatero, se rasgan las vestiduras con la llegada al poder de los Macri, los Piñera, los Abdo, los Duque.

Mires, para sostener el galimatías de su argumento parte de una premisa falaz. Resucita el dogma de nuestra modernidad republicana para distraer el contexto, el actual. Nos devuelve – aun cuando advierta que no es lo planteado – al tiempo medieval y renacentista, cuando se confunde al Estado con la Iglesia: “El regreso del discurso político autoritario-religioso está cambiando las formas políticas liberales que hasta ahora había asumido el orden occidental”, dice. Intenta condicionar a sus lectores, a los tontos, preciso. Y sobre otra página, gastada como ya se encuentra la de los marxistas del siglo corriente, traza la igual dicotomía o polaridad política que éstos asumen plagiando al jurista del mal absoluto, Carl Schmidt: Hombres buenos y malos, amigos y enemigos, racionales y oscurantistas, progres y ultraderechistas, como Donald Trump o Bolsonaro.

“Con la misma pasión con la cual seguí a Cuba…, afirma hace algún tiempo el señalado revisionista de origen chileno, esta vez en nombre del liberalismo salvaje resucita al fantasma del Antiguo Régimen. Quiere asustarnos. Mas lo cierto es que la cuestión latinoamericana es más elemental. Supera y nada hace con sus respetables reservas con los curas o con Dios, a quien prefiere muerto.

La muerte de Dios – asunto cultural – significa para Occidente, como lo creo, verse desdibujado. La renuncia a sus raíces cristianas en beneficio de la neutralidad y lo políticamente correcto, dejando de lado la antropología que aquéllas implican, como las ideas de libertad, de respeto a la dignidad humana, de racionalidad, de trascendencia, es lo que le ha hecho declinar frente a dos peligros reales y actuantes: el fundamentalismo de los ex ciudadanos, no solo el islámico, integrantes de los nichos sociales que nos lega el final del Leviatán, del Estado o la cosa pública territorial, a saber, los raciales, étnicos, neo religiosos, ambientalistas, autonomistas, de género, por una parte y, por la otra, el todo vale mencionado, en sociedades disueltas y atomizadas como las nuestras.

Los áulicos de esas retículas contemporáneas, como Mires, reclaman para ellas y para sus conductores populistas, el todo vale, el derecho a la diferencia para desconocer la otredad sin pagar costo alguno, salvo el de la irreverencia o la licencia para que defequen sus estados de ánimo sobre las redes, sin cortapisas.

Pretende Mires que nos traguemos sin eructar a Lava Jato y Odebrecht, a la grosera colusión de los gobiernos de Lula, Kirchner, Correa, Chávez, Maduro, Ortega, Morales, con el mundo del narcoterrorismo. Serían males menores.

El liberalismo sin virtudes que defienden los progresistas de la izquierda y sus conversos, amamantados por la quiebra de las leyes universales de la decencia humana y el relativismo dominantes, reclama, por si fuese poco, que por “razones democráticas” privilegiemos el diálogo entre Estados criminales y sus víctimas, o entre éstas y los cárteles de la droga. Todo por la convivencia, en Colombia, en Brasil, en Venezuela, en Nicaragua, en Bolivia.

Entre un Bolsonaro, quien pasa su prueba democrática ejerciendo siete mandatos como diputado, siendo el más votado en el Estado de Río de Janeiro, predica la izquierda de matriz cubana una democracia celestina, sin valores éticos, que acepte la libre elección popular entre la ley y el delito, entre el vivir civilizadamente u optar por la barbarie. La templanza es, según ésta, fascismo puro.

correoaustral@gmail.com      

La misa petrolera (Oleum massa), por Laureano Márquez

 

Un vehículo estaciona en la entrada del Domus Sanctae Marthae, una residencia construida por S.S. Juan Pablo II para albergar a los cardenales durante el cónclave y que el Papa ha tomado como su lugar de residencia en vez del Palacio Apostólico. Un Guardia Suizo, hace saludo militar y abre la puerta trasera de la que desciende a toda prisa Monseñor Parolin. La presencia del Secretario de Estado, fuera del horario habitual, llama la atención de las hermanitas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, administradoras de la casa. Buon pomeriggio, Monsignore- dijo con su habitual serenidad Sor Teresa.

– Buon pomeriggio, sorella. Il Santo Padre è già andato a letto?

– È appena andato nella sua stanza. C’è ancora luce -replicó la religiosa.

– Devo parlare con lui con urgenza, la prego di farglielo sapere.

– Subito, Monsignore.

 

Sor Teresa se dirige a la habitación privada del Santo Padre, que se encuentra en la planta baja para ahorrarle al Papa la dificultad de las escaleras  y con cercanía al comedor, porque facilita su atención cuando tarde, leyendo, pide agua caliente para el mate. Toca con suavidad la puerta y habla bajo.

– Santità, Monsignor Parolin.

– A quest’ora?  Lo lasci entrare, sorella.

Se escuchó la voz desde el interior con el característico acento italiano del Papa argentino, quien con su Secretario de Estado prefería hablar siempre en español, idioma que monseñor Parolin maneja como lengua materna, entre otras cosas porque pasó muchos años como Nuncio en Venezuela, hasta que vio un cartel en la cercanía de la Nunciatura que decía “Prohibido pegar anuncios” y se dijo: “uy esto se está poniendo feo” y pidió relevo.

Sor Teresa abrió la puerta de la habitación, el Papa se levantó con dificultad de su reclinatorio donde realizaba sus oraciones de  completas, la última oración de la Liturgia de las Horas.

– Santidad, buenas noches, perdone que le moleste, tenemos una llamada urgente de Venezuela.

– Venezuela, Venezuela…Ché, qué dolor de cabeza Venezuela. ¿Qué ha pasado ahora? ¿Algo con Zapatero? ¿Le hicieron daño?

– No, no Santo Padre, él se hace daño solito -bromeó Parolin esbozando una sonrisa , que el Papa no correspondió-,  es una cosa insólita. Hemos recibido una llamada de la presidencia para autorizar una misa para pedir el aumento de la producción petrolera.

– Parolin ¿Estás de broma? ¿Qué, estamos en diciembre?, ¿es el día de los Santos Inocentes?

– No, Santo Padre, le hablo en serio. Quieren hacer una misa para aumentar la producción. Como hemos tenido tantas dificultades con la imagen de Su Santidad  en relación con Venezuela, no quise dar una respuesta inoportuna sin consultarle. A nadie le gustó por allá que recibiera usted a Zapatero, por ejemplo. Todo lo de Venezuela es muy delicado. Usted  sabe que en las redes pueden destruirle. Tienen más fuerza que un batallón de la Guardia Suiza.

– Pará, pará, Parolin. Es que con Venezuela yo me pierdo, me pieeeerdo!!!. ¿Estás tratando de decirme que un gobierno comunista, marxista..

– …y leninista- interrumpió Parolin. 

– …y leninista -confirmó el Papa, haciendo sobre su pecho la señal de la cruz- … está pidiendo permiso para realizar una misa? ¿Una misa para ateos? ¿Qué es esto? ¿Una misa para que aumente la producción petrolera? ¿Se volvieron locos? ¿Y por qué no activan los pozos? ¿Por qué no le pagan a los proveedores que les están embargando? ¿Por que no paran la fuga de talentos? ¿Por qué no venden la nafta al precio que es?…Pero bendito sea San Lorenzo, diácono y mártir. ¿Una misa para aumentar la producción petrolera? ¡Yo pensé que ya lo había escuchado todo!, es que ni Cristina. ¿Es que esta gente no conoce el refrán: a Dios rogando y con los taladros perforando? Ya entiendo por qué Urosa me presentó la renuncia. Esto no hay quien lo aguante. Hasta miedo me da que el Cardenal Porras me cuelgue los hábitos con tanto estrés.

– ¿Qué les digo Santidad?

– Vos  llamá al Padre Arturo Sosa y que nos aconseje qué hacer… 

– Ya lo intenté, pero está en Bilbao.

– Andá Parolin, andá, deciles que sí -dijo el Papa con resignación franciscana.

– ¿Qué recomendamos para la primera lectura, Santo Padre? ¿Los sueños de José de las vacas gordas y las flacas?

No, mejor la de las 7 plagas de Egipto, que eran 10.

– Muy bien, Santidad, no le molesto más, que tenga una  buena y santa noche.

– Andá Parolin, buenas noches.

Monseñor Parolin cerró sin hacer ruido la puerta de la estancia papal. Mientras se alejaba rumbo a la entrada principal donde le esperaba Sor Teresa, oyó al Papa murmurar:

– ¡Una misa!,  perdieron la chaveta. ¡Esta gente lo que necesita es un exorcismo!

 

@laureanomar

Cardenal Parolin invita a los venezolanos a celebrar la beatificación de Madre Carmen

Desde El Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin envió un mensaje de felicitación para todos los venezolanos con motivo de la pronta beatificación de la Madre Carmen y recalcó el significado de unión y renovación que debe tener este evento en la feligresía.

Como Secretario de Estado, el Cardenal Parolin recalcó que las enseñanzas y el carisma de Madre Carmen deben servir de ejemplo para toda la iglesia y la sociedad venezolana e inspirar la esperanza, especialmente en las situaciones actuales del país.

“Como cristianos tenemos una propuesta de vida nueva que nos invita a amar con todas las fuerzas y el corazón a Dios y a nuestros hermanos. Esto es lo que han hecho la Madre Carmen y todos los santos de nuestra Iglesia”, recalcó el Cardenal Parolin.

Así mismo, el Secretario de Estado invitó a todos los venezolanos para que asistan a la ceremonia de beatificación el próximo 16 de junio en el Estadio Universitario de Caracas. En este evento también estará presente el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos y enviado especial del Papa Francisco para esta importante ocasión.

“Espero que haya una participación muy grande en la ceremonia de beatificación. Ahí estaré acompañándolos espiritualmente con mis oraciones para todo el pueblo venezolano”, culminó el Cardenal Parolin enviando su bendición para los venezolanos.

* Con información de nota de prensa

Dios mío, ¿por qué nos abandonas? por Alejandro Moreno

 

Son estas, las de este título, puestas en plural, las primeras palabras del salmo 22 que Jesús reza colgado de la cruz. Llegada la Pascua de Resurrección, está viva la esperanza. No hay razones para desesperar. Por eso podemos meditar repitiendo el grito angustioso de Jesús. Jesús reza. Y reza como lo hacía todo buen judío, recitando un salmo. Es la angustiosa y casi desesperada oración del inocente perseguido, rodeado de enemigos que quieren su muerte y que sin embargo desde ese abismo confía en Dios, en un acto de pura fe que es plenitud de confianza.

Nuestra pasión dura todavía en este país. La Pascua es firme promesa y por eso esperanza. El salmo profetiza los sufrimientos del Mesías, que tendrá que apurar toda la amargura de la humanidad sufriente pero también su entrega plena a ese Dios cuyo abandono no entiende. Abandono que tampoco nosotros entendemos. Las primeras palabras de ese salmo son las de un hombre desesperado en el momento del supremo dolor ante un Dios que no responde a ese grito del alma y del cuerpo. La humanidad toda de Jesús está sumergida en el sufrimiento.

Sin embargo, desde las tinieblas del abandono, Jesús confía en Él porque sabe muy bien, por experiencia propia, que ese Dios “no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado, no le ha escondido su rostro”. El Nazareno que carga con la cruz, y nosotros, sabemos que “nos dará vida”.

Los venezolanos de hoy, hermanados en el dolor y en la muerte injusta, sufrimos como Jesús el padecimiento de ser víctimas inocentes de una violencia desenfrenada. Somos hambreados en carne propia, inicuamente encarcelados, arbitrariamente asesinados, sometidos a angustias insoportables.

El salmo es también un grito de protesta. Protesta contra la violencia que convierte en víctima al inocente. Nos resuenan en sus palabras los gemidos de los torturados, de los heridos en su cuerpo y en su espíritu, de los violentados en sus más elementales derechos. A Jesús el Padre le dejó sufrir hasta lo último la muerte para luego darle la plenitud de la vida en la Resurrección. No lo abandonó, sino que lo resucitó. Esta es nuestra última certeza base de nuestra esperanza.

Más allá de todos nuestros sufrimientos, de todas nuestras horas de angustia y desesperación, Dios nos acompaña aunque parezca que nos abandona. Siempre responde a nuestra súplica si bien no sepamos cómo lo hará. Ni del mal, ni de los malos, es la última palabra. Nunca lo ha sido. No tenemos motivos para perder la esperanza. La resurrección también en este mundo, y no solo en el otro, nos espera.

 

El Nacional 

Cómo escapar de un fanático religioso, por Reuben Morales

FanáticosReligiosos

 

Para huir de ellos, primero es necesario reconocerlos. Comencemos con las fanáticas religiosas. Si se las encuentra, no caiga en tentaciones. Visten faldas cuyo largo llega hasta la mitad de la canilla (mostrando carnita, pero no tanto, pues es pecado). En los pies, calzan tacones tres cuartos o sandalias planas y en el tronco llevan una blusa con bombachas en los hombros. Si una de éstas se le acerca, mirándole a los ojos y con una sonrisita, no se haga la idea de que usted está bueno. Usted solo está a punto de ser la próxima víctima.

En cuanto a los fanáticos religiosos, la cosa cambia. Estos siempre van enflusados, pero con un traje viejo y curtido (y cuando está limpio, parecen haberlo metido a la lavadora). La corbata es de una combinación de colores pavosísimos, como marrón con terracota. En cuanto a las mangas de este saco, siempre encontrará un parche en uno de los codos y además no notará ninguna camisa sobresaliendo por los puños. Eso es porque fanático religioso que se respeta, viste camisa de botones manga corta. En cuanto a sus mocasines, estos están sin pulir y gastados como si los hubiese usado para correr un 10K. Además, dichos personajes llevan de accesorio un portafolio viejo de cuero y un paragua y una Biblia bajo del sobaco (dándole al sagrado texto el olor de la época en que fue escrito).

Otros fanáticos más evidentes son los predicadores de calle. Cuando vi uno por primera vez, pensé: “¿Por qué este señor me regaña? ¿Qué le hice? ¿Y por qué me grita si estoy frente a él? ¿Estará bien? ¿Llamo a una ambulancia?”. Luego alguien me explicó que él buscaba darme la palabra de Dios. Entonces pensé: “¿Será Dios como Hitler?”.

Lo otro característico de los predicadores es su energía al hablar. Cuando predican se ponen rojos y sudan. La cantidad de calorías quemadas en cada prédica debe ser suficiente como para ir a un gimnasio y fundar “La Predicaterapia”. Es más, emanan tanta energía, que si en plena prédica les pegamos cables en las tetillas, podríamos recoger suficientes kilovatios como para dos municipios.

Como ahora ya sabemos identificarlos, veamos cómo huir de los fanáticos religiosos. Empecemos con lo más importante: ¡no haga contacto visual con ellos! Son como los buhoneros. Si los ves a los ojos, te fregaste. Hurtarán cinco minutos de tu vida (si bien uno de los diez mandamientos es “no hurtarás”).

Pero eso aplica solo a los fanáticos religiosos novatos. Los realmente expertos te acorralan en sitios de donde no puedes escapar. Ejemplo de ello son los “toca timbres” dominicales. Ellos me recuerdan una visita que hice a unos familiares en El Tigrito, Estado Anzoátegui. Nos encontrábamos en pleno desayuno, cuando de golpe todos se lanzan al piso, como si hubiese un tiroteo. Exaltado, les pregunté qué pasaba. Ellos me susurraron: “¡Acuéstate y cállate, que están en la puerta y nos pueden ver!”. Nos salvamos de chiripa.

Los otros fanáticos religiosos expertos son los taxistas que llevan música religiosa en el carro. Uno se monta y pareciera escuchar Franco de Vita, pero cuando el carro arranca, uno detalla que la canción en realidad menciona a Dios en cada estrofa. ¡Ya no hay escape! Ante eso, hágase el dormido. Si no, finja una llamada por el celular diciendo lo siguiente: “Ajá… ¿entonces cuál número me juego?… ¿El 666?… ok… ¿Y a cuál caballo le meto?… ¿Al Damián?… ¡Fuego!… Ese caballo es un demonio… No… aquí está haciendo burda de calor… parece un infierno… Sí, por favor… que me prepare arepa con Diablitos… Chao”. El chofer ni le hablará.

De todo esto, puedo garantizarle algo: los métodos aquí expuestos tienen un 99% de efectividad. El 1% restante es para gente que cayó seducida por algún fanático religioso y ahora utiliza jerga bíblica todo el tiempo. Ojalá haya podido ayudarles. Alabado sea el Señor. Que Jesús nos cubra con su manto sagrado misericordioso. Amén.

@reubenmorales

Los reinos de este mundo, por Luis Ugalde

Reino

 

El hombre es creador de ídolos. Entre lo que ya es y lo que desea ser va haciendo caminos de búsqueda sembrados de ilusiones y de ídolos. Todos los ídolos religiosos o laicos- exigen sacrificios humanos y esclavos. Solo el Dios-amor (no cualquier dios) es absoluto que no mata, pues su reino no manda ni oprime desde fuera, sino que mueve desde dentro hacia la plenitud …

En los días de la Revolución Francesa la Ilustración prometió un mundo de felicidad, el Reino de la libertad, la igualdad y la fraternidad, laicas … Siglo y medio después entre las dos guerras mundiales, chocan tres ídolos, tres poderosos reinos de este mundo levantados con ilusión. El capitalismo absolutizado y los nacientes comunismo y  nazismo entrechocan al comienzo de la década de los treinta. Un siglo antes el capitalismo naciente había prometido que, si se le dejaba libre (sin estado) y sin trabas (éticas) produciría la abundancia bien distribuida y la felicidad.

La estrepitosa caída de la bolsa de Wall Street desató la gran depresión capitalista de 1929 y la crisis mundial con 40 millones de desempleados; terrible miseria en EE.UU con salarios de hambre, mendicidad y juventud sin trabajo ni esperanza. En Alemania en 1932, 44% de los trabajadores quedaron desempleados; crisis que, unida al castigo y la humillación de postguerra, llevaría al nazismo al poder. En esa realidad terrible se basan las durísimas palabras de Pio XI en 1931 frente a ese capitalismo con pretensión de supremo reino de este mundo “La libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz” (Cuadragésimo anno n.109).

En reacción a ese capitalismo brota la esperanza socialista-estatista atea: los comunistas han tomado el poder en la Unión Soviética (1917) con la promesa del hombre nuevo sin opresión y paraíso en la tierra sin mal. Muchos en la década de los treinta lo miran con ilusión  y contraponen la muy acelerada industrialización y crecimiento soviético sin desempleo a la ruina capitalista. En Italia y Alemania, el fascismo y el nazismo, nacidos del matrimonio entre “socialismo” y “nacionalismo” avanzan con promesas de  míticos reinos en la tierra. Se instalaron el Reino comunista y el Reino Nazi, para luego derrumbarse, no sin antes dejar decenas de millones de muertos y estelas de miseria y opresión. La humanidad en medio mundo se tuvo que levantar de las cenizas de esos reinos. Los hombres y mujeres corrieron tras esos ídolos porque respondían a una necesidad y búsqueda que provoca el capitalismo cuando rechaza toda ética y control. Los pueblos quieren economías de bienestar frente a la pobreza y miseria, pero con justicia social, libre de explotación y con oportunidades para todos. Como advertía Pio XI en 1931, es necesaria una economía “sometida de nuevo a un verdadero y eficaz principio rector” y no “la dictadura económica que hace poco ha sustituido a la libre concurrencia, pues tratándose de una fuerza impetuosa y de una enorme potencia, para ser provechosa a los hombres tiene que ser frenada poderosamente y regirse con gran sabiduría, y no puede ni frenarse ni regirse por sí misma” (n. 88). Válido también para el mundo de hoy.

A 100 años del terremoto de la Revolución Rusa (1917) y sus réplicas en otros países con más de 2.000 millones de seguidores y súbditos, es claro que esa ilusión liberadora se convirtió en opresión, como lo  denunció el Papa en el mismo documento de 1931. Pero la humanidad que vio derrumbarse los tres grandes ídolos, vuelve a la tentación de volver a levantarlos. Europa con decenas de millones de muertos parecía haber aprendido de las guerras y divisiones insensatas, pero regresa otra vez a liquidar el bienestar compartido, negando trabajo y esperanza a millones de jóvenes y levantando barreras de nacionalismos xenofóbicos. Los reinos de este mundo parecen inevitables ilusiones y engaños, con dioses que prometen en este las imposibles felicidades plenas y definitivas.

La vieja Iglesia en Cuaresma viene a recordarnos que esos reinos poderosos son polvo y ceniza. Resuena en ella la sabiduría  de Jesús eterna  en  hechos y palabras cuando dice que Dios no es dominio y opresión sino Amor que libera, que lo otro son falsos dioses y que dar la vida por los demás, aunque parezca pérdida es la única manera de encontrarla, como el Hijo del Hombre que no vino a que le sirvan sino a servir y dar la vida. La primera Iglesia, renace en Jerusalén con la evidencia interior de que Jesús el Justo, condenado a muerte y asesinado,  ha sido puesto por Dios, como Camino,  Verdad, Vida y Resurrección. La Iglesia nos recuerda que los reinos de este mundo (como las vanidades personales) son costosas ilusiones y nos invita a convertir la riqueza y el poder endiosados en instrumentos de vida humana para todos y cada uno. Quien tiene a Dios-amor como su absoluto es capaz de afirmar y querer al que parece más insignificante y ordenar la economía capitalista y el poder del estado al servicio de la vida humana. Es el reto del mundo y muy especialmente el nuestro en esta Venezuela de amargas cenizas.

Los tiempos de Dios, por Marianella Salazar

mariomoronta

 

La Iglesia es la única institución que Chávez nunca pudo destruir, temía que su gran poder simbólico se convirtiera en un poder real y efectivo. Necesitaba limitarlo; entonces puso todo su tesón para reducirla y dividirla, intentando infiltrar a la jerarquía católica para polarizarla y consolidar su proyecto revolucionario, pero fracasó en el intento, a pesar de ordenar laboratorios sucios contra figuras prominentes del episcopado que se opusieron a sus despropósitos revolucionarios, al discurso excluyente, intolerante y generador de odios. En un primer momento, arrimó a jóvenes religiosos fáciles de contaminarse con el resentimiento implícito en la prédica bolivariana, que identificaron el discurso revolucionario con el compromiso social de los cristianos y hoy sufren la estafa revolucionaria en sus comunidades de base con el pueblo.

Estos diecisiete años de oprobio han quedado documentados. Desde que monseñor Baltazar Porras, el 11 de abril de 2012, fuera testigo de los dramáticos lagrimones del supuesto arrepentimiento de Hugo Chávez, el comandante se empeñó en defenestrarlo de la presidencia de la Conferencia Episcopal, lo expuso a un descrédito moral sin parangón para invalidarlo como candidato al cardenalato y movió sus piezas de ajedrez para sustituirlo por un obispo políticamente afín.

Casualmente, antes de celebrarse el referéndum revocatorio de 2004, Chávez desató una campaña –incluso desde escenarios internacionales– para presionar a la Santa Sede a designar un nuevo arzobispo pro chavista para Caracas y acelerar el remplazo del entonces nuncio apostólico, monseñor André Dupuy, acusado de estar comprometido con la oposición “golpista”, por calificar como “tragedia humana” la situación que se vivía en aquel momento. Sin embargo, en Roma no atendieron sus pretensiones, aunque la designación como cardenal de Baltazar Porras quedó pendiente “esperando los tiempos de Dios, que son perfectos”.

Celebramos que antes de iniciarse el diálogo entre gobierno y oposición, donde el Vaticano participará como mediador, el papa Francisco haya mandado esta señal inequívoca del papel que jugará la Iglesia en la salida pacífica a la trágica crisis política y humanitaria de Venezuela. La designación del cardenal Baltazar Porras es un claro espaldarazo a los pronunciamientos críticos de la Conferencia Episcopal Venezolana y un reconocimiento a la lucha constante que ha mantenido Porras contra el mesianismo, el control absoluto de la educación y el trasnochado proceso ideologizante y empobrecedor. 

Rompió el mutismo. El arzobispo del Táchira, monseñor Mario Moronta, fue el favorito de Chávez desde su prisión en Yare, cuando lo visitaba acompañado por el padre Arturo Sosa (designado como superior general de la poderosa Compañía de Jesús). Chávez se refería a su amistad y no perdía oportunidad para comprometerlo y conminarlo a pronunciarse a favor del “proceso bolivariano”, pero nunca le arrancó una sola declaración contra la jerarquía eclesiástica, ni pronunciamientos a favor de la revolución bolivariana.

Hoy Moronta rompió su mutismo al dirigir una carta pública al diputado del PSUV, Hugbel Roa, que desde el hemiciclo profirió improperios contra los cardenales Porras y Urosa: “Le escribí para que sepa que Baltazar y Jorge, con quienes comparto el ministerio episcopal en comunión con el papa, son mis hermanos en la fe y en la caridad pastoral. Soy testigo de excepción –no sé si usted pueda decir lo mismo– de la dedicación de ambos por el país y por la Iglesia. Con ellos comparto las alegrías y gozos, las esperanzas y angustias de nuestro pueblo golpeado en estos momentos”. Significa su ruptura con el régimen y la unión de la Iglesia. ¡Aleluya!

 

@AliasMalula

El Nacional