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Roberto Patiño Sep 17, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Emprendimiento social

@RobertoPatino

Es evidente que la pandemia y la emergencia humanitaria que vive el país no son enfrentadas por el actual Estado venezolano para solucionarlas y garantizar el bienestar de la sociedad en su conjunto. Por el contrario, el régimen instrumentaliza la tragedia nacional para mantenerse en el poder con un costo, en lo individual y colectivo, catastrófico para los venezolanos.

En este sentido, una de las problemáticas que más explota el régimen de manera irresponsable y criminal es la fragmentación que viene padeciendo la sociedad venezolana en las últimas décadas. Una fragmentación que, en lo social, económico, y político, genera expresiones de exclusión, desconocimiento y confrontación entre nosotros.

Esta realidad no ha sido abordada desde la construcción de un nuevo acuerdo de convivencia para el país, sino desde la polarización, el hostigamiento, la violencia sobre el otro y la exclusión.

Esto lo podemos ver en la actual en el manejo de la pandemia y la cuarentena que vivimos en Venezuela. En medio del colapso de los servicios de salud públicos y privados, el Estado tipifica a migrantes retornados de “armas biológicas”; criminaliza al personal médico que denuncia las condiciones imposibles en las que trabaja; recluye policialmente a enfermos y posibles contagiados.

De esta forma, continúa dividiendo, persiguiendo y separando a los venezolanos; perpetuando esta estrategia perversa en medio de una coyuntura de urgencia que lo que requiere es del encuentro de todos nosotros para poder ser abordada de manera amplia, real y efectiva.

Entrando en el último trimestre del año, los venezolanos encaramos el colapso continuado de servicios básicos, la incertidumbre del comienzo del año escolar en pandemia y con graves problemas en las redes de comunicación y el agravamiento de la crisis alimentaria.

Estas problemáticas, entre otras muchas de igual gravedad, deben ahora ser abordadas por una sociedad civil desprovista de canales legítimos de expresión democrática, con partidos políticos y liderazgos que disienten del actual régimen bajo la persecución y ataque directo del Estado.

Por ello, el trabajo de ONG, redes de solidaridad y apoyo, así como la actividad organizada de comunidades, gremios y otras formas de encuentro, ha sido determinante para empezar a construir un nuevo tejido de organización social que se contraponga a los procesos de fragmentación y desencuentro estimulados por el régimen.

Desde estas nuevas perspectivas, las soluciones para las diferentes urgencias que padecemos se producen desde el riesgo, la creatividad y el compromiso compartido de las personas. La articulación alrededor de problemas comunes representa la conciencia de convertir la urgencia en punto de encuentro, alrededor de la cual pueden cohesionarse los distintos actores sociales.

El movimiento Caracas Mi Convive ha promovido desde sus inicios la necesidad de trabajar desde los principios convivenciales para enfrentar graves problemáticas como la violencia y la crisis alimentaria. Esto ha permitido que iniciativas como Alimenta la Solidaridad estén funcionando en 14 estados del país, preparando almuerzos diarios para más de 15.000 niños. Un esfuerzo que ha sido reconocido recientemente por el premio Entrepreneurship World Cup, que la ha seleccionado para representar a nuestro país.

La necesidad de encuentro y solidaridad ha hecho que iniciativas como Alimenta a un Héroe, iniciadas por madres de comedores en Táchira y que lleva almuerzos a personal de la salud, ya estén siendo reproducidas en Caracas, al igual que el establecimiento de una Red de Apoyo a los Trabajadores de la Salud.

El reto de la sociedad civil

El reto de la sociedad civil

Un esfuerzo impulsado por diferentes organizaciones, como FetraSalud, Acción Solidaria, Monitor Salud, Diálogo Social, Federación de Colegios de Bionalistas de Venezuela, Médicos Unidos de Venezuela, Pastelerías Danubio, Conferencia Episcopal Venezolana, Foro interreligioso social de Venezuela, Hazlo Hoy, Convite, Sunepsas, Movimiento Ciudadano Dale Letra, Centro Italo Venezolano, Centro de Estudiantes Razetti, Centro Monseñor Arias Blanco, además de Alimenta la Solidaridad, Sustento y Caracas Mi Convive.

Estos ejemplos son algunas de las distintas expresiones de la sociedad civil en la búsqueda por nuevas vías de acción social y política para transformar la realidad. Una realidad que está signada por la pandemia y la imposición dictatorial que vive Venezuela y que debe ser entendida y abordada desde la construcción de una verdadera convivencia.

Coordinador de Movimiento Mi Convive y Alimenta La Solidaridad / Miembro de Primero Justicia

robertopatino.com

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Víctor Maldonado C. Sep 15, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Poder impotente

La política ha intentado vender que es posible hacer la estatua perfecta sin dar un solo martillazo a la roca de mármol. Y eso, ya lo sabemos, es una gran estafa. Foto Brent Connelly / Pixabay

@vjmc

Recién en la madrugada de hoy terminé de leer la novela de Robert Graves, Yo Claudio, que narra las peripecias del emperador romano que sucedió a Calígula y precedió a Nerón. Muy niño fue desechado por defectuoso. Muy joven se dedicó a la historia, lo único que le permitían hacer y que le proporcionaba placer. Y además a la historia antigua, para no comprometer su seguridad al tener que aludir a sus contemporáneos. En esa época recibió un consejo decisivo de uno de sus contertulios. “Vives una época peligrosa. Tu posición te hace frágil, en cualquier momento te van a matar, sobre todo si demuestras algún potencial o riqueza. Por eso te recomiendo que seas lo más tartamudo posible, que cojees con exageración y que vivas muy frugalmente. Solamente si demuestras ser más estúpido de lo que efectivamente eres, tendrás alguna posibilidad de sobrevivir”.

Esa recomendación no era fácil de cumplir. No solamente porque implicaba la decisión de toda una vida, sino porque Claudio no era estúpido, tenía autoestima, sabía que era despreciado por las apariencias, y probablemente tenía conciencia del caos en el que vivía, de todo lo que debía soportar y todas las cosas a las que debía renunciar. Pero lo hizo, y la jugada le salió razonablemente bien, porque salvó su vida y al final terminó gobernando por casi treinta años.

La historia de Claudio me hizo pensar en lo que refiere Tzvetan Todorov en la entrevista biográfica que realizó con Catherine Portevin. Cuando la periodista le preguntó por qué no había sido un combatiente anticomunista más activo, su respuesta, llena de sentido común, fue que “en un país totalitario, donde el poder lo controla todo, no se puede vivir sin hacer concesiones. Eso no existe”. Lo mismo hubiera podido decir Claudio y muchos de sus contemporáneos. También se lo hubiésemos podido oír a Cicerón que, sin embargo, era mucho más inflexible y por eso terminó asesinado por Augusto.

Lo digo porque algunos venezolanos que viven en el exterior se especializan en sobreexigir a los que aquí vivimos. Muchos de ellos incluso aluden a la cobardía social de los que no salen hoy mismo a quemar el país y oponerse al régimen, poniendo como ofrenda un cerro de nuevos muertos. La cosa no es tan fácil como se ve desde afuera, debidamente protegidos por la distancia.

Todorov lo resume así: “El terror, si es total, puede llegar a ser muy eficaz”. Los que aquí vivimos lo sabemos muy bien. Y los que están fuera confunden al ciudadano con el héroe epopéyico que tampoco ellos son.

Leyendo a James Hillman (Tipos de poder) se llega rápidamente a la conclusión de que el poder es capacidad de hacer. Su uso indebido, el ejercicio del poder sin virtud, permite que su titular allane derechos de los otros y sojuzgue a los demás, buscando una eficiencia que, de lograrse, puede ser muy peligrosa. Imaginemos solamente lo que puede ocurrir si el poder totalitario fuese capaz de alimentarnos a todos mediante las cajas CLAP, o ejercer ese biocontrol que pretende en tiempos de pandemia. Que no lo logre es una gran noticia. Así como la falta crónica de poder de las oposiciones es una constante maldición.

Aturdidos y desilusionados

Aturdidos y desilusionados

Las ineficiencias acaban con las pretensiones de mantener un poder sacrosanto. Todo poder tiene fisuras. Y en las experiencias totalitarias estas se plantean entre lo que dicen hacer y lo que efectivamente hacen. Entre la propaganda masiva que los sostienen y la disonancia que provocan cuando cada ciudadano cae en cuenta de que él no experimenta lo que le dicen que hacen. La realidad totalitaria es por eso desoladora.

Un líder inteligente se cebaría en las fisuras del totalitarismo y no en sus fortalezas, pero para eso debe tener primero una mejor capacidad diagnóstica.

Ahora bien, una cosa es observar un grado de ineficiencia relativo y creciente; y otra muy diferente que el poder resulte estéril y absolutamente inepto. Los venezolanos vivimos las dos versiones que se entreveran tanto en el régimen como en los que dicen oponérsele. El ecosistema de relaciones perversas es todas las cosas a la vez. Malo, muy malo para lo bueno, y bueno, muy bueno para lo malo. Recordemos a Max Weber cuando trataba de diferenciar el poder de la dominación, señalando que el primero se pretendía totalizante y arbitrario mientras que el segundo era enfocado y eficaz en lo que realmente quería conseguir. No pretendía ser omniabarcante, pero sí llegar a tener resultados en lo que se proponía. La dominación siempre es para lograr algo específico. Y aunque sea una frase de Perogrullo, lo cierto es que lo específico primero hay que especificarlo.

Aristóteles nos legó una aproximación a la eficiencia que puede resultar útil para comprender mejor por qué algunas demostraciones de poder son tan temerarias y por qué otros intentos resultan ser tan insustanciales. En sus textos dedicados a la física y a la metafísica trató de responder a la pregunta sobre las causas que posibilitan la acción. Y determinó que eran cuatro:

 La causa formal

La idea o principio arquetípico que rige un acontecimiento, porque para realizar algo primero tienes que imaginarlo.

 La causa material

La sustancia sobre la cual se trabaja y se produce el cambio. En política serían recursos (entre ellos el poder) y la sociedad (y por lo tanto la legitimidad o en su defecto la fuerza).

 La causa eficiente

Aquella que inicia un movimiento e inmediatamente propicia el cambio. John Locke asociaba esta causa a la voluntad manifiesta del líder que si quiere es capaz de iniciar, dirigir y detener acciones. Y la última que llamó…

La causa final

El propósito para el que dicho acontecimiento fue proyectado.

Si el ejemplo fuera lo que necesita Venezuela para superar esta debacle, lo ideal sería un propósito político en donde todos los “qué” aristotélicos estén debidamente integrados hasta lograr la alineación perfecta en la que un líder (causa eficiente) provoque la movilización de la sociedad y la comunidad internacional (causa material) logrando la destrucción del ecosistema criminal y totalitario que nos rige con el propósito de lograr nuestra liberación (causa final) teniendo presente como modelo una república de libertades y derechos que esté enfocada en lograr la prosperidad de todos a través de la realización de sus proyectos de vida (causa ideal). Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible.

Y no ha sido posible por varias razones. La primera razón porque los liderazgos que hemos tenido en cada una de las etapas de la oposición se han desgastado entre la sinrazón y el despropósito.

Ninguno de ellos ha pasado la prueba del poder útil. Todos ellos han caído víctimas de la vanidad y de sus propios intereses. Han carecido de sabiduría, fortaleza y templanza, por lo que cada uno de ellos ha terminado siendo su propia mascarada. Todos han decepcionado en la misma medida que no se han propuesto servir a la causa sino el maximizar sus propios beneficios. Tampoco han sido cautos y reflexivos para diagnosticar el totalitarismo que debían enfrentar, y por eso finalmente fueron digeridos por el ecosistema que decían combatir.

La marcha del deslinde

La marcha del deslinde

La segunda razón es que nunca han podido superar positivamente la relación costo eficiencia en ninguna de las iniciativas que nos han propuesto. Apliquemos la fórmula física que determina que la potencia útil es igual a la energía aplicada a una iniciativa descontando la fricción (los obstáculos y dificultades). Esta ecuación nos permite comprender que, por mantener obsesivamente un déficit en el sentido de realidad, nunca hemos contado con una iniciativa capaz al menos de mover determinantemente la composición de fuerzas. Mucho ruido y pocas nueces podría llegar a ser el epitafio a la política de esta época. 

Poco foco, mucha dispersión, múltiples agendas, una capacidad infinita para sabotear el propósito, las delaciones sistemáticas, la presencia de infiltrados y la credibilidad puesta en agentes que trabajan para el bando contrario, han transformado en imposibilidad cualquier opción propuesta.

La fricción no es tanto la que provoca el régimen como la que propicia “el fuego amigo” que en realidad es enemigo infiltrado y convalidado por la candidez de las mayorías.

La verdad es que cuando hemos logrado definir y controlar la causa material de la lucha política, esta se ha dilapidado irresponsablemente. Si hubiese sido una roca de mármol, nunca hubiéramos logrado con ella una estatua con un mínimo de belleza. Malos diseños, pésimos cálculos, improvisaciones seriales, avances temerarios seguidos de retrocesos patéticos, la perversidad como parte de un supuesto ingenio político (la célebre viveza criolla) y la desgraciada inequidad en la división de los costos sociales, son un inventario incompleto de las razones por las que ahora no hay potencia útil que sea posible instrumentar en el corto plazo.

La tercera razón tiene que ver con la traición sistemática al propósito convenido. La experiencia del interinato, y su bamboleo constante, la incapacidad para mantener el curso estratégico, las ocurrencias seriales, las negociaciones al margen y el parecer tan vulnerables a las presiones y la corrupción políticas, nos dejan sin tener la posibilidad de contar con una causa final que nos permita saber que hay una ruta.

El sentido común

El sentido común

Ellos, que definieron el mantra y que lo vendieron a las primeras de cambio al mejor postor, al final nos han demostrado por todos los medios posibles que lo que decían que era, realmente no era. Porque al final se han convertido en su propio objetivo, en su propia razón de ser, donde pesa mucho más la expectativa de extender su mandato y mantener a toda costa el gobierno. Todo se trata de discriminar la realidad de la apariencia, y que no sigan vendiendo humo. Esa es una tarea pendiente.  

La cuarta razón es la ambigüedad del ideal. Entre otras cosas no hay tracción porque “no hay tierra prometida”. Muchos libros gruesos llamados planes, mucha prepotencia protoministerial, muchos preenchufados pero ninguna narrativa que enganche y entusiasme a la sociedad. Ninguna imagen. Ninguna propuesta por la que valga la pena luchar. Nada genuino, y tampoco un enunciado honesto de verdad sobre los costos en los que hay que incurrir. Son sus propios enemigos en términos de su marketing político.

La política ha intentado vender por todos los medios que es posible hacer la estatua perfecta sin dar un solo martillazo a la roca de mármol. Y eso, ya lo sabemos, es imposible, peor aun, es una gran estafa. Porque en las conversaciones íntimas que se dan entre los políticos siniestros hablan y desean que haya mortandad, que la gente salga a la calle para que las maten y las repriman, porque así ellos pueden hacer algo, y demostrar que lo que cobran lo valen. Ellos saben los costos, pero prefieren mentir al respecto porque aspiran a la negociación perfecta que tiene que ver con la ganancia política que provoca una oleada de represión. Hasta ahora esta jugada ha resultado imposible de instrumentar por el descrédito que cargan encima y por el terror totalitario que ejerce el ecosistema criminal.

Por la alineación perfecta de estas cuatro razones, un liderazgo desgastado en sus propias vanidades, el exceso de tracción que afecta definitivamente la potencia útil de la política, la traición sistemática al propósito convenido, y la ambigüedad persistente sobre el ideal, es que no obtenemos resultados en la lucha política. ¿Qué es lo que hay que renovar con urgencia? Aristóteles diría que hay que sustituir la causa eficiente promoviendo un nuevo liderazgo, que sepa responder por el bien de qué o de quienes se van a ejecutar las acciones en el porvenir. El liderazgo actual ya no puede ser la causa eficiente de nada.

Nietzsche diría que, para lograr un equilibrio perfecto entre utilidad, poder, eficiencia y transformación se requiere primero superar la indulgencia del statu quo con la perversidad y el fraude político. A nuestros efectos, hay que desterrar de la política “la costra nostra”. Segundo, dejar fuera del cálculo político la terrible impaciencia, que se traduce en una infamante codicia de resultados, aunque sean malos. Tercero, moderar al menos el deseo de poder sectario del que se sirven las élites para dejar fuera cualquier otra opción por buena que parezca, si esa opción pone en peligro su posición. Esto en términos prácticos significaría desalojar al G4 de la dirección política. Cuarto, dejar fuera el fanatismo que muta en sistemas de exclusión y muerte.

El poder es impotente si se aleja de la virtud, porque el poder no existe sin alguien que esté dispuesto a ejercerlo, esperemos que con propósito altruista.

Hasta ahora el abismo entre los líderes y las virtudes han transformado todo esfuerzo en algo inútil pero crecientemente costoso.

Tzvetan Todorov insiste en lograr armonizar una mezcla de liderazgo trascendental, que debería investir a los dirigentes, con la épica cotidiana de los individuos normales, que hacen lo debido para resistir y sobrevivir estas oscuras épocas totalitarias. No les puedes pedir a los ciudadanos normales que lleven adelante una epopeya trascendental, pero tampoco se debería tolerar un liderazgo sin capacidad de coraje y de tomar riesgos. Cada uno debería hacer lo suyo.

Si hubiera líderes comprometidos con ideales seguramente podrían dirigir y encauzar ese esfuerzo que cada uno de nosotros hace todos los días. Si esos líderes practicaran una moral de interrogaciones y todos los días se preguntaran ¿cómo hacemos para interrumpir el mal? rápidamente caerían en cuenta de que deben enfrentar un ecosistema perverso que encarna ese mal, y al cual deben renunciar con toda la fuerza de sus convicciones y combatir con todas las armas que estén a su disposición. Si no lo asumen como una lucha existencial, como sistemáticamente lo plantea Flor Izcaray, nunca producirán resultados. Interrumpir el mal que se expresa en el ecosistema criminal debería ser la consigna unívoca. Solamente así superaremos esta impotencia del tiempo perdido.

victormaldonadoc@gmail.com

 

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Pedro Méndez Dager Sep 07, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Sobre el 6D y la ruta unitaria

@pedro_mendez_d

Algunas consideraciones de fondo

Enfrentamos a un régimen autoritario hegemónico. Pero además es un régimen sostenido por la economía criminal y con lógica de funcionamiento revolucionaria, por lo tanto, dispuesto a cambiar las reglas de juego ante cualquier coyuntura con tal de mantenerse en el poder.

Esa misma condición revolucionaria hace que la oposición sea vista no como un rival político, sino como un enemigo al que hay que eliminar.

Por lo tanto, todas las acciones de la unidad democrática deben estar dirigidas a debilitar, presionar y deslegitimar al régimen. El objetivo debe ser lograr un quiebre o una negociación que conlleve a una transición y la recuperación de la democracia.

El régimen promoverá elecciones si piensa que puede ganarlas o robárselas. Por consiguiente, no podemos pensar en eventos de este tipo como una elección, sino unidos y con una estrategia clara, como una oportunidad de debilitar al régimen y exponer el fraude. En la lógica de presionar y deslegitimar al régimen el camino de una elección debe ser recorrido como un instrumento de lucha y estar dispuestos a no reconocer el resultado o a retirarnos de la elección si hay fraude.

No es viable la tesis de ir ganando espacios electoralmente porque el régimen no actúa democráticamente. Eso pertenece a otro momento de esta historia. El régimen ha ido evolucionando de un autoritarismo competitivo a un autoritarismo hegemónico. Toda estrategia de la unidad democrática hoy debe comprender la resiliencia del régimen y su capacidad de modificar constantemente las reglas. Es falso que se pueda asistir a estas elecciones del 6D para luego legislar, para tomar alguna decisión desde el Parlamento y ni siquiera para tener una voz que pueda ser escuchada. Vistas las condiciones, ni siquiera es posible ganar. Pero sí ayudaría al régimen a regularizar su situación.

Cuba y el régimen buscan, a toda costa, dividir a la oposición, ganar legitimidad, normalizar su secuestro del poder y construir una oposición hecha a la medida. Busca que se le retiren las sanciones, disminuir la presión internacional y golpear moralmente a la unidad.

El gobierno interino es una consecuencia jurídica y política del fraude impuesto por el régimen en la elección de 2018.

Es una tesis política sostenida por la unidad, respaldada por la decisión colectiva de la Asamblea Nacional. Pero además es una instancia colegiada construida con el apoyo político de la unidad. La administración de ese gobierno interino ha tenido errores y ha tomado decisiones erradas inconsultas y otras, también equivocadas, colectivamente. Pero es un bien y un activo de todos.

Si colectivamente estimamos que el gobierno interino no es el mecanismo más eficiente para luchar por la liberación de Venezuela, entonces debemos buscar una alternativa para la conducción de los esfuerzos de liberación del país y una instancia que permita proteger los activos de la República en el exterior, al tiempo que lleve adelante la estrategia internacional que mantenga y aumente el apoyo de otros países a la causa de la libertad en Venezuela.

La política de la oposición hoy no ha sido exitosa en el objetivo de lograr el cambio político. Pero si no estuviese teniendo parte del efecto deseado, ¿por qué el régimen se empeña en hacer todo lo posible por acabar con esa política?

Las sanciones pueden revisarse, pero bien direccionadas son parte de la situación que tiene débil al régimen. Liberan presos y dan algunas concesiones, en parte, porque las sanciones le pesan. No podemos ser nosotros en la unidad quienes hagamos los esfuerzos por quitar las sanciones. Por ejemplo, quienes se empeñan en que no se bloquee la llegada de diésel (que estoy de acuerdo en que podría ser una sanción revisable) poco dicen cada vez que el régimen envía petróleo y sus derivados a Cuba y eso hay que hacerlo también, aun con mayor fuerza. Participando en cualquier convocatoria semielectoral, negociando de buena fe y quitando las sanciones el régimen no tendría razón alguna para liberar presos políticos.

Algunas consideraciones de forma

Es incorrecto e inmoral recurrir al argumento de que la unidad y el régimen se pelean por el poder mientras la gente sufre. En primer lugar, porque el régimen encarcela, roba, tortura, exilia, persigue y censura mientras la oposición ha buscado por 21 años una salida constitucional. En segundo lugar porque la enorme mayoría de la unidad lucha, justamente, por resolver los problemas de la gente.

Hacemos política con principios y valores para sacar a Venezuela de la miseria, la diáspora y la pobreza. Es falso también esgrimir que solo si se participa en el 6D se lucha y si no se participa no se está luchando. Las distintas tesis en torno al cambio político en Venezuela son válidas. Y la enorme mayoría de las personas que militan en los partidos o que forman parte de las organizaciones de la sociedad civil lo hacen porque, a su manera, están luchando y lo hacen por la gente.

La estrategia debe ser luchar y presionar dentro de Venezuela y en el plano internacional para conseguir condiciones electorales y, llegado el momento de una elección, usarla como mecanismo de lucha para defender la voluntad del pueblo. Y en ninguna medida para legitimar o normalizar la situación del régimen.

La política en general es negociar y es ir a elecciones, sí. Pero no se agota en eso. La política es luchar en el campo que toque por defender el bien común. Nuestra tarea debe ser debilitar y dividir al régimen, no debilitarnos y dividirnos nosotros. Lo que no es permisible es cohabitar, apaciguar, normalizar.

Consideraciones para la acción política

No hay opciones fáciles por las condiciones que impone el régimen. Sí es necesaria una estrategia clara. Pero, cerrados los canales de participación política, la resistencia nos puede obligar a períodos en los que simplemente mantenernos vivos y libres es suficiente; luego debemos construir fuerza y alianzas para protestar, reclamar, presionar. Pero la dificultad de las circunstancias planteadas no nos pueden llevar a “hacer algo”, cualquier cosa.

La acción política hoy debe partir del reconocimiento de las virtudes que otros análisis tienen del momento político. No tiene sentido banalizar la importancia de los argumentos presentados por quienes estiman necesaria la colaboración de los aliados internacionales, pero tampoco se puede disminuir la importancia de la protesta y la lucha por los derechos. También es necesario considerar eventos cuasielectorales como mecanismos de lucha. Pero todo ello requiere comprensión de toda la realidad que nos rodea y no encastillarnos en posiciones que, por sí solas, a nada llevan.

Por último: construir desde la base. Debemos poder movilizar a cada ciudadano en el reclamo por sus derechos. Hacer política desde la base se convierte en un reto y una necesidad.

Reconocer nuestro valor

Reconocer nuestro valor

Esto significa mucha organización y mucha pedagogía política para interpretar el sentir de los ciudadanos y potenciar su justa indignación por las terribles condiciones de vida a las que nos ha sometido el socialismo. Esa acción de base puede y debe incluir a la diáspora, materia pendiente en el enorme esfuerzo colectivo que debe significar la liberación del país.

 

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El rey desnudo y la estupidez del káiser

@ArmandoMartini

Recordando la fábula del rey pedante, imbécil que se dejó convencer por dos charlatanes que se decían sastres y tejedores. Afirmaban ser capaces de elaborar magníficos bordados, con hilos de oro y prendas pomposas para una vestimenta espectacular que ojos humanos pudieran haber visto. Resaltando que solo los nobles del reino podrían ver tales vestiduras. El presumido y vanidoso monarca otorgó a los gárrulos su confianza.

Los pícaros simulan laborar afanados en su quehacer. El día de la festividad, su excelsitud se vistió y, montado en su caballo, salió en procesión por las calles de la villa. Era vitoreado, enaltecido. Los súbditos conocedores de la extraña cualidad de la vestimenta callaban y veían pasar a su honorable excelencia, convencido de que miraban una indumentaria esplendorosa, digna de su majestad. Y no la vergonzosa desnudez del jactancioso.

Un niño exclamó «el rey va desnudo». Removió conciencias de aquellos que presenciaban el desfile. Primero con murmullos, luego en voz alta comenzaron a chismorrear «el rey va desnudo»; los cortesanos se dieron cuenta de la añagaza. Buscaron a los pillos en el castillo, pero desaparecieron con el dinero, joyas, oro y plata. El engaño había surtido efecto y el rey iba desnudo, advertido por la inocencia de los niños que, como se suele decir, siempre dicen la verdad.

No porque una mentira sea aceptada por muchos, tiene que ser cierta.

El estallido de la Primera Guerra Mundial desató fuerzas que marcarían de manera cruenta el siglo XX. No existía razón para que imperios como el otomano, ruso, alemán o austro-húngaro se enzarzaran en una matanza terrible de años.

El engreimiento del káiser y los enrevesados sistemas de alianzas en Europa se desequilibraron. Alemania no fue la culpable del estallido, pero la estupidez de su emperador contribuyó en mucho para preparar el escenario. Desde el siglo XIX, la diplomacia alemana siguió la regla de oro de mantener amistad con Rusia y evitar una guerra en dos frentes. Sin embargo, el acomplejado káiser, por tener un brazo más corto que otro, se dejó llenar la cabeza de grandezas por encima de su propia mediocridad. Y terminó arruinando a una Alemania regida por el necio que era, apartada por su estulticia de las alianzas pacientemente negociadas. Y como siempre ha sucedido en términos históricos, lo pagó muy caro: con una aplastante derrota en una guerra que atrincheró desvergüenza e incompetencia.

El problema de algunos, independiente del sector socio-económico y variadas formaciones políticas, es que llegan al poder y se deslumbran fascinados por la adulancia. Que los llamen, “mi comandante en jefe”, “jefe supremo”, “líder”, cualquier pendejera y alabanza interesada; aman creer que son obedecidos a voz de mando cuando en la práctica sus órdenes son inducidas por quienes las aplicarán a conveniencia, rodeados de serviles alabadores que practican el culto del cuento infantil Blanca Nieves del “espejo, espejito ¿quién es el más bonito?

El ego es confundir lo que realmente se es con lo que se quisiera ser; convencerse a sí mismo de que se ha llegado a ser sin trabajar para serlo. El exceso de valoración es lo que hace al tramposo y ladrón creer que se parece por su dinero al que se lo ha ganado con talento, trabajo duro, empeño, constancia, venciendo retos y obstáculos. Que ambos puedan comprar el mismo auto, o ser vecinos, no significa que sean iguales; uno viste lo que adquirió con esfuerzo y sudor, el otro con lo robado; y el de los ladrones, sea comprado en Caracas, Roma o París, es un traje que solo ve quien lo lleva puesto, los demás ven la piel rugosa y los interiores sucios.

La desvergüenza del incumplimiento, insolencia de no honrar la palabra empeñada, desfachatez del engaño, la soberbia constante sin reconocer errores, el insistente empeño enfermizo de los mismos coristas que rechazados direccionan culpas a terceros, la exigencia de la asociación incondicional, y el desechar ideas diferentes, sugiere que el objetivo oculto es distraer para prolongar el tiempo.

Pero, no toda la culpa es del ego. En el ser humano con talento, aptitud, principios y valores, competitividad, voluntad incansable del trabajo honesto, es un motor de poderoso, de potente caballaje. En cambio, en el charlatán, patrañero, embustero, creído, cleptómano es solo un espejo distorsionador, la fotografía de un disfraz que alguna vez tendrá que quitarse. O que le arrancarán.

Lecciones que deben recordarse a cien y más años de distancia.

El que no hace le hacen

El que no hace le hacen

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Joe Biden será el mejor aliado para la democracia en Venezuela

Joe Biden, retrato oficial. Foto Casa Blanca / David Lienemann, 2013.

«Todo temor es comprensible, dada la angustia en la que vivimos los venezolanos. Pero nadie debe llamarse a engaño: la línea de acción para el regreso a la democracia en Venezuela es bipartidista, desde 2014 hasta hoy, algo excepcional en estos días de polarización en Washington».

 

@lecumberry

Si las elecciones en los Estados Unidos fueran hoy, Joe Biden las ganaría. Es lo que constatan las encuestas de manera unánime. Y mientras se reciben estos datos, algunos venezolanos albergan inquietudes respecto de las consecuencias que la salida de Trump de la Casa Blanca tendrá para la causa de la democracia venezolana.

Todo temor es comprensible, dada la angustia en la que vivimos los venezolanos. Pero nadie debe llamarse a engaño: la línea de acción para el regreso a la democracia en Venezuela es bipartidista; desde 2014 hasta hoy, algo excepcional en estos días de polarización en Washington.

En efecto, la política de sanciones individuales contra funcionarios militares comprometidos en la violación de los derechos humanos comenzó en marzo de 2015 con Barack Obama. Recordemos a Nicolás Maduro intentando recoger firmas por todo el país contra lo que su régimen definía como una “intromisión de Barack Obama en la soberanía de Venezuela”.

Vayamos a los hechos. A comienzos de 2014 estallaron las manifestaciones en Venezuela y Maduro aceleró su tránsito por la deriva autoritaria, violando abiertamente los Derechos Humanos. El Congreso aprobó entonces la llamada ley Menéndez-Rubio (Demócrata y Republicano, respectivamente); con el objetivo de promover la defensa de los Derechos Humanos en Venezuela.

De forma simultánea, el presidente Obama envió, a través del entonces vicepresidente Joe Biden, mensajes a líderes de América Latina, expresando su posición de rechazo a lo que estaba ocurriendo. Hay una fotografía que, sacada de su contexto, se ha utilizado para distorsionar la perspectiva de Biden sobre Venezuela, en ese encuentro que ocurrió en enero del 2015 en la toma de posesión de Dilma Rousseff, donde Maduro le pidió a Biden un diálogo con Obama para acordar el precio del petróleo.

Lo descabellado de la petición hizo que Biden sonriera. Y de inmediato le dijo, de forma diplomática y firme: “Usted, con quien tiene que dialogar (sin tácticas de dilación) y llegar a acuerdos es con su pueblo, con la oposición de su país, y tomar la senda de respeto a la democracia y a los derechos humanos; liberar los presos políticos y así evitar el colapso económico del país”.

Como es sabido, Maduro no atendió a esa advertencia. Así, en marzo de 2015, Obama estableció las primeras sanciones. Y bajo esta misma autoridad ejecutiva se iniciaron investigaciones desde el Departamento de Justicia en materia de lucha contra la corrupción, lavado de dinero y el narcotráfico. Esas investigaciones y procesos son los que hemos visto aflorar en los últimos dos años y que han recaído sobre actores emblemáticos del régimen venezolano.

En 2017 y 2018, bajo la presidencia de Trump, ocurren dos nuevos eventos: Maduro pasó por encima de la legitimidad de la Asamblea Nacional electa en 2015, convocando de manera írrita una constituyente; y en mayo de 2018 impuso una elección presidencial fraudulenta. Esta nueva realidad ocurre en un escenario donde los tiempos de la OEA, controlada por gobiernos amigos del chavismo (o neutrales frente al régimen), habían quedado atrás, ofreciendo una herramienta de presión continental de la que no disponía la presidencia de Obama, y ajenos a la política estadounidense.

A lo largo de todo ese proceso, el Partido Demócrata ha dado piso legal a la evolución de las sanciones, que alcanzaron una plataforma con la Ley VERDAD, elaborada por el senador demócrata Bob Menéndez. Esta incluyó la previsión de ayuda humanitaria para la masiva migración venezolana, bajo la iniciativa de la diputada demócrata Debbie Mucarsel-Powell, de la Florida.

Esta ley, además, recogió los planteamientos de la Ley para la Investigación sobre la Relaciones del Gobierno de Rusia y el Régimen de Venezuela en CITGO (redactada por la también diputada demócrata, Debbie Wasserman-Schultz), que luego facilitó la recuperación de esa empresa por el gobierno interino de Juan Guaidó.

Asimismo, quedó recogida allí la iniciativa legislativa de la diputada demócrata Donna Shalala, prohibiendo toda forma de comercio militar con el régimen de Maduro. Trump es, pues, ejecutor de un marco legislativo que es expresión bipartidista.

Ahora bien, las sanciones son un instrumento legal para la política internacional, no un fin en sí mismas. Administrarlas, articular su instrumentación con incentivos para que el régimen abandone el poder o para promover fracturas a lo interno de la estructura chavista, es un arte. La eficacia de las sanciones depende de su coordinación estratégica y multilateral, pero también del adecuado estímulo para que los actores internacionales con intereses afines al régimen chavista se abstengan de ser un obstáculo a los cambios deseados.

Al evaluar la gestión de Trump hay que preguntarse, de cara a la horrible crisis de Venezuela, ¿está Maduro más cerca de dejar el poder o se ha fortalecido relativamente frente a la oposición? ¿Estamos más próximos o más lejos de unas elecciones libres, justas y creíbles?

Pero también hay que preguntarse, ¿la política de Trump se ocupa de los venezolanos? Por ejemplo, el legislador demócrata de la Florida, Darren Soto, logró aprobar con la mayoría de su partido en la Cámara, enfrentando el rechazo de los republicanos, la ley que contempla el TPS -estado de protección migratoria temporal- para los venezolanos.

Trump podría hacerlo por decreto, pero se niega, y junto con su partido bloquean esta iniciativa humanitaria y fundamental para proteger a 150.000 venezolanos que buscan refugio en los Estados Unidos. Son más de 2000 los procesos de deportación – en tendencia creciente – que afectan a venezolanos; incluyendo 600 que permanecen detenidos expuestos al contagio por covid-19.

La verdad es que, como bien ha dicho Andrés Oppenheimer, Trump con su retórica, unilateralismo y falta de compromiso con las grandes causas democráticas globales, lo que ha hecho es debilitar la coalición internacional imprescindible para un desenlace positivo en Venezuela.

He aquí un punto diferenciador entre Biden y Trump, que abona a nuestra convicción de que Biden sería la mejor opción para alcanzar cambios en Venezuela.

Biden tiene la credibilidad necesaria en Europa y América Latina para hilar eficazmente en la resolución del problema. Por otra parte, no tiene deudas personales con Vladimir Putin, quien le habla al oído a Trump (como denunció Bolton, su exasesor de Seguridad Nacional), incluso para sembrar desconfianza sobre el liderazgo de Juan Guaidó y la oposición venezolana.

Este es un punto central. Trump, además de mantener malas relaciones con Europa y América Latina, ha debilitado la coalición al no enfocar la presión e incentivos de forma multilateral. Biden tomará sus decisiones basado en principios e inteligencia, y no en posturas de mero cálculo electoral como las de Trump en relación a su retórica sobre Venezuela.

Joe Biden opina que «Nicolás Maduro es un dictador, simple y llanamente«. Fue el primer demócrata en reconocer a Juan Guiadó como presidente interino. Y condenó «enérgicamente la toma violenta de la Asamblea Nacional, única institución democrática que queda en el país».

Biden también ha expresado categóricamente que «el objetivo primordial de los Estados Unidos debe ser presionar por una salida democrática en Venezuela, a través de elecciones libres y justas, y ayudar al pueblo venezolano a reconstruir sus vidas y su país».

Finalmente, Biden se ha comprometido a otorgar el estatus de protección migratoria temporal a los venezolanos, así como a influir en la comunidad internacional para recuperar cada centavo expoliado del Estado venezolano, y a devolver esos recursos al pueblo venezolano.

Con relación a esto, merece ser subrayado que la administración Trump ha transferido los recursos recuperados de actores de la corrupción en Venezuela a un fondo discrecional de la Secretaría del Tesoro que ha gastado $600 millones en la construcción del muro con México.

Biden ha manifestado, con meridiana claridad, que aun si Maduro se va, «Venezuela quedará profundamente dividida en lo político y deprimida en lo económico, con gran sufrimiento humano”, por lo que «Estados Unidos necesita un plan integral para ayudar al país a recuperarse«. Este es, por cierto, un proyecto a largo plazo, con protagonismo de los venezolanos, que Trump jamás ha dado muestras de avizorar.

* Miembro del Comité Nacional Demócrata (DNC) y presidente del Comité Nacional del Latino Victory Project.

Artículo publicado previamente en Univisión 

 

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Brian Fincheltub Ago 24, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Polo patriótico a la medida

@BrianFincheltub

Como si se tratase de la ejemplificación del poema Vinieron por mí, del pastor de origen alemán Martin Niemöller, la realidad venezolana no deja de sorprendernos.

Esta vez, les tocó a quienes durante años fueron los aliados incondicionales del chavismo.

Les tocó a los partidos políticos del llamado “Polo Patriótico”, cuyos miembros no solo no dijeron nada cuando la dictadura intervino todos los partidos de la oposición, sino que aplaudieron cada medida, como ha sido su costumbre durante más de veinte años.

La moraleja de la historia es que cuando les tocó a ellos, no hubo nadie que saliera en su defensa, cosa natural.

Todo esto demuestra una cosa: se equivocan quienes dicen que Maduro no es bueno para nada. Resultó ser un excelente sastre, capaz no solo de confeccionar una oposición a su medida, sino un “polo patriótico” con las mismas características.

Imaginen cuán desesperado debe estar el madurismo para tener que lanzarse medidas de semejante talante, aun teniendo a los aliados más rastreros y complacientes que gobernante alguno tuvo en la historia de Venezuela.

Debe de ser muy endeble la base de un dictador para que desconfíe hasta de sus bien adiestrados compañeros de bando.

Debe ser muy imperiosa la necesidad de demostrar cohesión interna, no frente a sus oponentes, sino muy dentro de sus propias filas… o formaciones, llámele usted como mejor le parezca.

Hasta los comunistas salieron a denunciar persecución. Habrá que explicarles que son víctimas de lo que siempre han propulsado como ideología política.

Son víctimas de la dictadura, solo que esta banda de delincuentes está lejos de representar al proletariado, quienes en teoría encarnan a la clase trabajadora. Pues de todos los integrantes de esa red de maleantes el que más trabajó quizás fue Maduro y todos sabemos que de 365 días que tiene el año, al menos 350 los pedía en reposo, de allí que fue conocido como el gran reposero en sus tiempos de sindicalista del Metro de Caracas.

No queda más que esperar en qué terminan las luchas intestinas dentro del madurismo. Por cierto, nunca antes la analogía referente al intestino tuvo tanto pertinencia y precisión terminológica. El tiempo nos dirá si tras una nueva patada donde no llega el sol, los aliados del chavismo vuelven a donde nunca se han ido o deciden experimentar lo que significa ser oposición en dictadura. Amanecerá y veremos.

 

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Desde el puente | El tiempo pasa y el país empeora

@osalpaz

Buena parte del liderazgo político y social del país no ha asumido la responsabilidad que le corresponde frente a la dramática situación del país. El cabeceo entre algunos se intensifica, pero el primer objetivo compartido por todos se diluye. Despierta recelos quizás injustificados, pero que no escapan a la atención del ciudadano común.

Me refiero al cese de la usurpación que significa la salida de Maduro y el fin definitivo de este régimen. Todo esto en un momento crucial cuando, además, el régimen está entrampado en múltiples confrontaciones internas, deserciones y maniobras de unos cuantos importantizados para ponerse a buen resguardo cuando esto se desplome.

El Consejo Superior de la Democracia Cristiana ha recogido un planteamiento hecho desde diversas trincheras que poco a poco ha tomado cuerpo. Se parte del indiscutible principio según el cual la soberanía reside en el pueblo, único soberano, quien debería ser el dueño y señor de su propio destino.

La Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO, bajo la conducción de Enrique Colmenares Finol y otros apreciados compatriotas, han sugerido la convocatoria a una gran consulta nacional para que el pueblo se pronuncie directamente sobre el presente y su destino inmediato. Algo parecido se hizo en aquella jornada del 16 de julio con resultados extraordinarios, pero sin haber concretado la mejor forma de ejecutar los resultados de esa consulta.

En esta oportunidad está despejado el camino para que el propio presidente encargado, Guaidó, y la Asamblea Nacional legítima que también preside, asuman la responsabilidad de la convocatoria.

Así como el compromiso de lograr el apoyo de toda la comunidad internacional para respetar y hacer cumplir lo que el pueblo directamente exprese en la consulta. Por supuesto, también se impone trabajar para que los sectores democráticos de las fuerzas armadas, todavía existen, asuman la responsabilidad con la ayuda y cooperación directa e indirecta del exterior.

El proceso debe iniciarse de inmediato con la designación de las autoridades electorales que deberán dirigir el proceso. Invito a la lectura del documento del Consejo Superior DC, las declaraciones formales de los voceros de ANCO, y de variados planteamientos en la misma dirección formulados por calificados voceros de algunas regiones como Táchira y Zulia, entre otras.

El tiempo pasa. Debemos tomar la iniciativa e impulsar el camino señalado, garantizando la ejecución de los resultados. Es la hora. Esta es una ruta posible si la asumimos con la convicción y el coraje necesarios. Por supuesto que hay riesgos y peligros. Pero no podemos exigirle al pueblo que continúe con sus sacrificios personales y familiares día a día; que libra batallas concretas en su lucha por la subsistencia en medio de la inseguridad general y la carencia de las cosas básicas para vivir. Es la hora del liderazgo, de pasar de la retórica a la acción.

Lunes, 24 de agosto de 2020

 

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Brian Fincheltub Ago 18, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Los muertos que sí duelen

Monumento funerario del Cementerio Bella Vista, Barquisimeto-Lara. Foto cortesía de @edicksonduran, publicada inicialmente en el diario El Impulso, 2016.

@BrianFincheltub

La muerte de cualquier ser humano es siempre un hecho lamentable. Algunos, sin embargo, no estarán de acuerdo conmigo y dirán más bien “casi siempre“. Personalmente considero que incluso aquellos seres humanos cuya existencia no estuvo dedicada a hacer el bien sobre la tierra merecen vivir, pues que se vayan de manera repentina sin pagar por todo lo que hicieron en vida es demasiada impunidad.

Yo hubiese querido, por ejemplo, otro final para el fallecido presidente Hugo Chávez Frías. Habría preferido verlo presenciar, en primera instancia, el derrumbe de su proyecto político y económico, obra de la cual fue el principal artífice. Pero sobre todo, quería verlo pagar sus enormes cuentas con la justicia terrenal.

En unas de sus últimas transmisiones, el difunto Hugo Chávez, el mismo que le destruyó la existencia a millones de venezolanos, rogó ante Dios por más vida. Sus plegarias no fueron escuchadas, tampoco las de muchos venezolanos que pedían verlo sin su poder y rindiéndole cuentas a la justicia nacional e internacional.

Tras aquella partida el chavismo no se conformó con decretar duelo. Quisieron también imponer el dolor a quienes, sin necesidad de celebrar la muerte, no tenían por qué sentir tristeza o rendir homenajes a quien destruyó sus vidas. Fueron semanas de actos fúnebres y programación continúa en todos los canales bajo el control del régimen con un solo objetivo: decirle al mundo que Venezuela lloraba a Hugo Chávez. Y cual funeral norcoreano, las imágenes de multitudes en llanto le daban la vuelta al mundo.

Al parecer, al chavismo le gustó la fórmula, pues desde aquella fecha a cada muerte de un funcionario rojo le sigue la misma perorata necrofílica en los medios del Estado.

Cada quien tiene derecho a llorar a sus difuntos, a lo que no tienen derecho es a imponernos su duelo a todos. A lo que no tienen derecho es a valorar unas vidas más que otras.

Son miles de miles los venezolanos que han sido asesinados en manos de la dictadura durante estos más de veinte años. Y frente a eso, no solo es que no ha existido duelo alguno, lo que sí ha existido y de manera sistemática es celebración.

Solo hay que recordar cómo cada vez que un manifestante era asesinado por las bandas armadas del régimen, el dictador montaba un templete y bailaba con la mal llamada “primera combatiente” sobre la memoria de las víctimas y el dolor de sus familiares.

No contentos con eso, al asesinato físico le seguía el asesinato moral. La propaganda oficial presentaba a cada caído como un delincuente, olvidándose de que ni para los delincuentes hay pena de muerte en Venezuela.

Frente a la difícil coyuntura que vive el mundo en la actualidad, y en especial Venezuela, hay vidas que siguen valiendo más que otras. Sino solo veamos el caso de Darío Vivas, por quien la élite chavista ha decretado duelo y consternación, mientras que por los 71 médicos venezolanos que han entregado sus vidas hasta la fecha, cumpliendo con su deber de salvar las de sus pacientes, no hay ni siquiera unas palabras de pésame.

Esta doble moral no es más que el reflejo de la Venezuela que vivimos desde hace mucho tiempo; una Venezuela donde no podemos hablar ni siquiera de ciudadanos de primera y de segunda, sino que hay una élite que trata como súbditos al resto del país. Súbditos cuyas vidas parecieran pertenecerles y de las cuales están dispuestos a disponer cuando sea con el solo objetivo de conservar el poder.

No nos queda más que decir desde aquí “justicia para nuestros muertos, paz para las víctimas de los suyos”.

 

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