dictadura archivos - Página 4 de 54 - Runrun

dictadura

TPS, alivio migratorio para los venezolanos

@BrianFincheltub

La reciente designación de Venezuela al Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) por parte de administración del presidente, Joe Biden, representa un verdadero alivio para cientos de miles de venezolanos que vinieron a los Estados Unidos escapando de la tragedia socialista. Pero también demuestra que nuestra nación, sin importar la agrupación política que dirija las riendas de la Casa Blanca, sigue siendo un tema prioritario para el gobierno estadounidense.

Un tema que lejos de limitarse a la sola política exterior, hoy también se convierte en un asunto de política interna; como de hecho se ha convertido la masiva migración venezolana para prácticamente todo el continente.

Aunque la realidad es suficientemente grave para permanecer indiferentes, esta medida es el resultado del trabajo conjunto, en primer lugar, de la comunidad venezolana en los Estados Unidos. Con esta he tenido la oportunidad de conversar en varias ocasiones y puedo dar fe del admirable el trabajo de organización que ha logrado para construir redes de solidaridad y ayuda con nuestros connacionales.

También de todo el equipo de la Embajada del gobierno legítimo de Venezuela, quienes siempre entendió que era primordial entablar buenas relaciones con todos los sectores políticos en Washington y garantizar que Venezuela siga siendo unos de los temas donde hay consenso bipartidista. A los Estados Unidos siempre les estaremos agradecidos por tomar la decisión correcta que hoy beneficia a cientos de miles de venezolanos que en su mayoría está acá no porque quieren, sino porque representan muchas veces la garantía de supervivencia de su familia en Venezuela.

La designación de un país al TPS significa que los Estados Unidos reconoce que, en las condiciones actuales, las personas de dicho país no pueden regresar a casa de manera segura.

Estas condiciones pueden ser, por ejemplo, una guerra o un desastre natural. De allí que en la lista de naciones que también han sido designadas con el mismo estatus figuran Siria, Yemen, Sudán del Sur y Haití. Venezuela se une al grupo por representar la tragedia humanitaria más grande que haya vivido nación alguna sin sufrir un desastre natural ni contar con un conflicto armado declarado. Una tragedia humanitaria causada por la imposición del modelo socialista y el saqueo de un país por una élite corrupta que pulverizó los indicadores macroeconómicos que ubicaban a Venezuela entre las naciones más prósperas de la región antes de la irrupción del chavismo.

Debo decir que ver a Venezuela en esta lista no me llena precisamente de orgullo, más allá de que me alegre por tantos miles de venezolanos honestos que, mientras dure esta protección, podrán continuar sus vidas en suelo estadounidense sin miedo a ser deportados; teniendo derecho a un Documento de Autorización de Empleo (EDA, por sus siglas en inglés). Personalmente, hubiese preferido vivir la época donde era nuestro país el que recibía migración de todas partes del mundo. Y cuando nuestro pasaporte nos abría puertas y no nos las cerraba como sucede hoy.

Pero son los tiempos que nos tocaron afrontar y, lejos de desmoralizarnos, queda de nosotros levantar no solo nuestro gentilicio, sino trabajar desde nuestro espacios para que todos y cada uno de los venezolanos que quiera regresar a Venezuela, lo haga sin miedos y sabiendo que serán recibidos con los brazos abiertos.

Se calcula que aproximadamente unos trescientos veintitrés mil venezolanos pudieran ser elegibles para al TPS.

Esto significa también un poderoso mensaje enviado por la administración Biden al resto del mundo, principalmente Latinoamérica, donde se ha concentrado la mayor parte de la migración venezolana. Una que por cierto vive en condiciones de mayor vulnerabilidad que las que se pudieran vivir en otras latitudes. Venezolanos que también necesitan protección y que no exigen un estatus de privilegio, sino un trato igualitario que les permita obtener un empleo. No por representar mano de obra barata, sino porque así lo permitan sus calificaciones profesionales.

Los venezolanos no escapamos a robarles oportunidades a otros; salimos a creárnoslas con esfuerzo y dedicación. El respeto de las leyes debe ser nuestro norte para lograr lo que queremos. Seamos nosotros mismos los primeros en condenar a quienes delinquen, pero también los primeros en rechazar la generalización que cruza los límites de la estigmatización y la xenofobia y pretende meternos a todos en el mismo saco. Los venezolanos vamos a superar esta etapa y con trabajo continuaremos buscando razones para sentirnos orgullosos de donde venimos.

Atención: si vives en los Estados Unidos y tienes cualquier pregunta sobre el TPS, escríbenos a Serviciosconsulares@us.embajadavenezuela.org. Estamos a la orden para orientar a todos nuestros hermanos venezolanos en este proceso.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Carta abierta a una carta abierta, por Julio Castillo Sagarzazu

@juliocasagar

Un grupo de valiosos venezolanos, la mayoría de los cuales son buenos amigos de vieja data, han recurrido al muy respetable expediente de poner negro sobre blanco sus ideas acerca de la situación política actual y dirigirle una carta abierta a Juan Guaido, que, para quien esto escribe, es el presidente interino de Venezuela y para ellos, la principal referencia de la oposición. Una diferencia importante, pero que no invalida ni su respetable iniciativa y mucho menos el deber de debatir ideas que se deriva del hecho de que estas se planteen con claridad, como ellos han hecho.

Palabras más, palabras menos (todas ellas muy bien escritas y articuladas) le plantean que se ponga al frente del proceso electoral que elegiría gobernadores y alcaldes este año. Hasta aquí todo impecable. Esa debería ser la actitud de Guaidó en una democracia normal. Lo que ocurre es que Venezuela no es una democracia normal. Es más, ni siquiera es una democracia. Si para algo califica el régimen de Maduro es para ser considerado, más bien, una dictadura.

La carta evita esta consideración y usa el término autocracia. No queremos entrar en un debate semántico, pero una dictadura implica una anomalía sistémica del régimen y una autocracia solo hace referencia al autoritarismo del gobernante.

Esta primera caracterización es importante porque la carta pareciera obviar que el régimen venezolano funciona sistémicamente como un negador de libertades en todos los terrenos.

Y en el que nos ocupa, el terreno electoral, sus instituciones están concebidas y, cada vez mejor diseñadas, para evitar la pérdida del poder. Sin que caigamos en ninguna exageración, podemos afirmar que el sistema electoral venezolano, está en un nivel parangonable al de que cuenta “los votos” en Cuba y al que los contaba en la extinta Unión Soviética.

¿Eso quiere decir que vamos a desertar el terreno de la lucha electoral? ¡NO!, para nada. No debemos abandonar ningún escenario de lucha, ni el social, ni el gremial, ni el económico, mucho menos el electoral. Lo que quiere decir justamente es que el tema del sistema electoral hay que colocarlo en el corazón de una política opositora, acompañando el de la tragedia social de nuestros compatriotas.

El tema de las condiciones para participar en un proceso electoral es tratado en la carta. Pero es tratado como un “ítem” de la lucha y no como el central. De alguna manera se hace eco de la especie que trata a las condiciones como un capricho de la oposición; como una excusa para abstenerse.

Esta posición obvia un tema central: los venezolanos no confían en el sistema electoral. Todos los llamados de nuestros amigos el 6D no surtieron efecto. ¿Por qué surtirán efecto ahora?

¿Cuál es la razón por la que debemos soslayar el poderoso apoyo de las democracias más importantes del mundo que nos acompañan para lograr esas condiciones? Y, lo que es más importante, presionan al régimen de Maduro para una negociación que logre ese objetivo. ¿Por qué no empujamos todos en ese sentido? ¿Por qué debilitamos nuestra capacidad negociadora, ofreciéndole en bandeja de plata a Maduro el argumento de que las condiciones no son necesarias, porque él ya tiene “una oposición” que acepta ir a unos comicios con sus reglas y organismos electorales?

Hemos mencionado la palabra NEGOCIACIÓN (en mayúsculas adrede) y coincidimos con ustedes en que “la política es el arte de los posible” ¿Por qué entonces, no presionamos juntos para que tal negociación ocurra y podamos tener unas condiciones que estimulen a los venezolanos a ir a votar?

¿Por qué no ponemos el acento, más bien, en discutir entre nosotros, cuáles serían esas condiciones? La AN aprobó un decálogo de ellas en demostración de que no es militante de la “abstención en dictadura”. A requerimiento de la UE se concentraron en 5 condiciones, demostrando de nuevo que queremos votar y también elegir. Maduro lo que hizo fue dar un portazo en la nariz a Borrell.

¿No merecería Maduro una carta abierta también exigiéndole que se siente a negociar?

A veces echamos de menos que todas las exigencias para validar la democracia se hagan a Guaidó, como si él fuese el responsable de su degradación. Es Maduro y su régimen quienes la han violentado. Este no es un elemento menor.

¿Qué tal si escribimos otra carta, esta vez siendo todos, “los abajo firmantes” convocándonos a un gran debate nacional sobre las condiciones necesarias para ir a votar y que culminara en el compromiso de aceptar todos una formula unitaria para participar electoralmente? A las dictaduras hay que exigirles y presionarlas. No es válido el argumento de acuerdo con el cual no debemos pedirles, porque nunca van a aceptar.

Si eso ocurriera, si nos atrevemos a debatir y a comprometernos con las resultas de ese debate, no solo Juan Guaidó se pondría al frente de un movimiento para ir a votar, sino que es seguro que estaría al frente de más de 20 gobernadores y 300 alcaldes, en la lucha por la libertad de Venezuela.

Estamos a tiempo.

¿Si votamos, ganamos?

¿Si votamos, ganamos?

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¿Libertades para algunos o libertad para todos?

@juliocasagar

El principio básico de la percepción de la Terapia Gestalt establece que “El todo es más que la suma de las partes” En otros terrenos del pensamiento humano y de la vida social, este principio es irrebatible. La concreción de esfuerzos patentizados en alianzas, en acuerdos, en esfuerzo común, suele ser siempre más que la sumatoria de las partes que han participado en el proceso de la formación de ese todo.

En Venezuela urge un acuerdo que ponga por delante lograr una unidad superior que sería, sin duda, mucho más importante que la suma de los intereses de las partes que lo logren.

Ese acuerdo, obviamente, debería reconocer que todos: empresarios, dirigentes políticos y sociales, tienen todo el derecho de tratar de proteger sus intereses legítimos. En efecto, tanto derecho tiene un empresario a defender su empresa, como un dirigente político a postular su liderazgo y recurrir a sus conciudadanos para validarlo.

Otro elemento importantísimo sería reconocer que, en el duro camino de lograr la libertad total, podrían y deberían alcanzarse logros parciales. Esto está en la esencia misma de toda lucha política. No hay trasformación alguna que se haya logrado, en la lucha contra poderosos adversarios, de la noche  a la mañana o de una sola vez.

Probablemente, la más emblemática de las lecciones, en este sentido la leamos en el decurso de la Revolución rusa. En sus prolegómenos ocurrió el enfrentamiento de dos facciones del Partido Obrero Social Demócrata Ruso. Una, la de los bolcheviques (en ruso significa maximalistas); y la otra, la de los mencheviques (que significa minimalistas). Teóricamente, los primeros eran los partidarios de derrocar los zares con la fuerza de su propia organización e instaurar el socialismo directamente. Los segundos, planteaban la necesidad de alianzas con otras organizaciones y que tal proceso sería necesariamente gradual.

Paradójicamente, los grandes maestros del gradualismo fueron, en realidad, los bolcheviques quienes, desde 1905 cuando formaron el primer soviet, hasta 1917 cuando lanzaron la consigna ¡Todo el poder a los soviets!, forjaron alianzas y convivieron con numerosos adversarios políticos.

Tanto fue así, que dejaron como legado para la lucha política el axioma según el cual todo proceso de cambio pasa por un periodo de “dualidad de poderes”. Dicho de otra manera: mientras no seas poder, crea un poder alterno para enfrentar al poder establecido. En Venezuela, en el 2015, con la extraordinaria victoria parlamentaria de la oposición, se comenzó un periodo objetivo de dualidad de poder.

Ya las calles habían demostrado que Maduro era minoría, pero la conquista de la AN convirtió en tangible lo que hasta ese momento no lo era. Este proceso conoció altas y bajas, hasta que vino el hito de esa dualidad con la juramentación de Juan Guaidó como presidente interino. Esto logró no solamente volver a recuperar el entusiasmo social interno, sino el prodigio inimaginable de lograr que más de 60 países (las democracias más importantes del mundo) desconocieran a Maduro y le reconocieran a él. Un hecho sin parangón en la historia universal contemporánea. Al fin, se visualizó un poder dual con perspectivas ciertas.

Estos dos acontecimientos, debemos subrayarlo, tuvieron un denominador común: la estrecha unión de todos los factores democráticos de la nación. Una excelente demostración de cómo se pusieron de lado intereses particulares y de cómo se logró esa unión superior para avanzar.

Hoy día está planteado, ni más ni menos que el mismo compromiso. Ningún reflujo anímico puede justificar que esta unión se rompa. Ningún interés es lo suficientemente importante para sacrificar a los demás.

Incluso, las luchas graduales, las que pueden permitirnos acceder a posiciones para disputar el poder  “oficial”, deben ser planteadas y desarrolladas como parte de un plan estratégico común que es el de salir del régimen que nos oprime.

Aquí van unas líneas que pudieran permitirnos transitar este espinoso y minado camino. Las proponemos con toda humildad desde Carabobo. Desde donde libramos la batalla que selló nuestra independencia en 1821; donde nació Venezuela como Republica independiente en 1830 y donde comenzó la industrialización a finales de los años 50.

1. Un acuerdo de todos los sectores interesados en recuperar la democracia debería comenzar por plantear un amplio avenimiento de todo el país para hacer frente a la horrorosa crisis humanitaria, comenzando por un pacto nacional para hacer frente a la COVID-19 y para acelerar la llegada de las vacunas a ser aplicadas universalmente.

2. Un acuerdo de esta naturaleza debería elaborar un protocolo común que haga frente a los reclamos y exigencias para que se logre el respeto de derechos básicos, como la libre expresión, la libertad de los presos políticos y militares; el regreso de los exiliados; el establecimiento de condiciones electorales establecidas en la Constitución; las libertades económicas, el respeto al derecho de propiedad, el inmediato cese de invasiones urbanas y privadas; la garantía de seguridad jurídica y personal; la eliminación de las trabas burocráticas y fiscales.

3. Este protocolo debería contener también mecanismos para tramitar las diferencias entre los sectores que concurran al acuerdo, sean estos políticos o gremiales. Es urgente dejar de tramitar estentóreamente las lógicas diferencias entre nosotros.

4. Igualmente se deberían acordar mecanismos de lucha unitarios para apoyar los planteamientos sectoriales acordados y, en particular, la concreción de elecciones libres en el país. Para lo cual nos apoyan las democracias más importantes del planeta. Este último punto es de importancia capital. Venezuela es un problema político planetario y en su solución están interesados muchos países.

Hay signos prometedores de que, con la nueva realidad geopolítica mundial, la agenda sobre Venezuela pueda consensuarse en favor de la democracia.

Una hipotética negociación internacional, que supere las falencias de formato de Oslo y Barbados, debe conseguirnos unidos en torno a estos pedidos de elecciones libres. Sería una tragedia que intereses subalternos nos muestren ante nuestros aliados como un saco de gatos, sin estrategia común.

Como se verá, una alta dosis de voluntad política, de sindéresis, de sacrificios particulares, nos van a demandar lograr acuerdos como los que aquí sugerimos. Nadie debe pensar que su plan, su interés, su propuesta, es más importante que la de los demás, por mucho que parezca urgente en este momento. No le quitemos la vista a la pelota. Las libertades de unos, no son más importantes que la libertad para todos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Venezuela: el sonido del silencio de las víctimas o la coartada antiimperialista de los victimarios

¡Pido la palabra a la izquierda democrática del mundo!

Escribo este texto desde Venezuela, donde nací, vivo y trabajo en La Universidad del Zulia. Su destinatario es la izquierda que cultiva y ejercita los valores y principios democráticos.

Lo hago en serena disidencia, desde la ciencia, la ética, el humanismo y la libertad, en contra del fraude político que ejecutan los actuales dirigentes de la revolución bolivariana.

 IGNORANCIA, DOGMATISMO Y CORRUPCIÓN

Mi patria amada está sumergida en un drama humano que ha socavado los derechos más elementales de la vida en dignidad. En 100 años no conocimos tal nivel de devastación de lo económico-social, así como el eclipse de nuestra democracia y libertad. Ha sido vulnerado el acceso pleno de nuestra población a los alimentos, la salud, la educación, el salario justo, la cultura y el derecho político a elegir gobernantes sin ser perseguidos por pensar diferente.

La principal causa que lo explica es el profundo desprecio de la autocracia gobernante por la ciencia económica, lo profesional y lo técnico.

Siete años han transcurrido sin un especialista del área en la conducción del gabinete económico ministerial y del Banco Central. La industria petrolera, las empresas básicas de Guayana, la petroquímica y el sistema eléctrico nacional han tenido a militares totalmente inexpertos al frente de ellas.

En los últimos cuatro años no se conoce la Ley de Presupuesto y de Endeudamiento de la República, esto raya en lo insólito. En el año 2014 la economía venezolana requería con urgencia, por caída de los precios del petróleo, un programa de estabilización macroeconómica, una reestructuración y refinanciamiento de la deuda externa y unos nuevos arreglos jurídicos petroleros. Nada se hizo, no sabían que no sabían. Desde el dogma fútil y la ignorancia exponencial, procedieron a descalificar por supuestos neoliberales a quienes lo advertimos, como fue mi caso en diciembre de 2015.

El Banco Central fue obligado a producir un tsunami en emisión de dinero de la nada, que nos ha hundido en la hiperinflación destructora de salarios, inversión y gasto público, y Esta ha sido la ruinosa opción de financiar un déficit público.

El gobierno -bajo el régimen de control cambiario- mantuvo un precio del dólar exageradamente barato afectando la rentabilidad del negocio petrolero y la recaudación tributaria interna, convirtiendo la asignación de divisas en fuente de una corrupción grotesca e impresionante.

Las consecuencias no se hicieron esperar: desde 2014 al presente tenemos la recesión más profunda y prolongada de nuestra historia, hiperinflación desde finales de 2017, el impago de deuda externa y aislamiento del mercado financiero global y multilateral desde 2017, el derrumbe de nuestra industria petrolera desde 2015, pobreza a niveles de 65 % de la población, migración forzada de más de 5 millones de compatriotas desde 2016, y desnutrición y hambre en sectores vulnerables.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

El discurso oficial al comienzo de la recesión, hace siete años, justificó tal desastre en la “guerra económica”; posteriormente, con las sanciones impuestas por los norteamericanos, con impacto desde 2018, se mudaron a esta excusa. La verdad es que estas últimas profundizaron la crisis pero no la originaron. El 80 % de los venezolanos no cree esa narrativa.

Para ser verdadera, a una revolución le está negada equivocarse en lo ético-moral. Al momento de escribir estas líneas, se informa que fiscales suizos identifican 100 cuentas bancarias en 30 bancos de ese país por 10.1 millardos de dólares provenientes de fondos públicos venezolanos. La corrupción hizo metástasis, fue de paraíso fiscal a paraíso fiscal: Andorra, Belice, Dominica, Suiza, Barbados, Luxemburgo.

Una nueva élite política enriquecida, que no pasa la prueba de la honestidad y de la modestia de vida, está a salvo porque el poder judicial es parte de la degradación moral.

Y sustenta el fortalecimiento de la impunidad descarada: el poder judicial perdió su imparcialidad, probidad e idoneidad. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de mi país es una simple sucursal del Poder Ejecutivo. El mejor ejemplo de ello es que somos el único país de América Latina donde se prohibió averiguar y sancionar a los altos funcionarios públicos señalados en el caso de los sobornos y pago de coimas por la constructora brasileña Odebrecht. Venezuela vive una catástrofe ética. Esto no es ninguna revolución.

El capitalismo venezolano es ahora más desigual, inequitativo, improductivo y corrupto.

 POBREZA, DESIGUALDAD Y MIGRANTES

Los avances logrados para reducir la pobreza y la desigualdad entre 2004 y 2012 en el gobierno del presidente Hugo Chávez ya no existen. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, ENCOVI, 2019-2020, realizada por la Universidad Católica Andrés Bello, UCAB, la línea de pobreza multidimensional está ubicada en un 65 %. Es decir, más de 11 millones de venezolanos están en pobreza crónica, esto es el 41 % de la población; es el nivel de Nigeria, Chad, Congo, Zimbabue, Yemen, Haití y Sudán.

Venezuela: el sonido del silencio de las víctimas o la coartada antimperialista de los victimarios, por Rodrigo Cabezas Morales
Desnutrición de niños venezolanos. Foto en Transparencia Venezuela

Como consecuencia, el 79.3 % de los compatriotas no tienen cómo cubrir la canasta de alimentos, el ingreso promedio diario es de 0,72 centavos de dólar. El salario real ha caído en 7 años consecutivamente, siendo menor que el de Cuba y Haití. La desnutrición y el hambre están infaustamente presentes. El consumo nacional promedio de proteínas es el 34.3 % del requerido. Lo más inhumano y doloroso es que en el diagnóstico nutricional de los niños menores de 5 años de mi patria, 639.000 de ellos tienen desnutrición crónica, cada uno de tres tiene talla baja. Después de Guatemala, somos el segundo peor país de América Latina y el Caribe en esta estadística inhumana.

Un gobierno que liquidaba las oportunidades de una vida digna originó, por primera vez en nuestra historia, una migración forzada de carácter masivo.

Cinco millones de los nuestros han marchado a tierras extrañas en busca de trabajo, el 50 % de la diáspora son jóvenes entre 15 y 29 años de edad; el 34 %, que equivale aproximadamente a un millón setecientos mil, son profesionales universitarios y técnicos, es decir, recurso humano educado, que ayuda hoy a otras naciones.

La migración es sufrimiento, angustia, estrés, tristeza, miedo, desesperanza. Los gobernantes no la reconocen y se burlan cínicamente de ella.

Venezuela: el sonido del silencio de las víctimas o la coartada antimperialista de los victimarios, por Rodrigo Cabezas Morales
Migrante venezolana en Colombia. Foto UNHCR / Vincent Tremeau

Hasta 2020, según ENCOVI, un millón seiscientos dieciséis mil hogares venezolanos vieron partir un familiar como mínimo, el 70 % de ellos hijos, dos míos entre ellos. Esta distancia duele en el alma y a los enriquecidos gobernantes de la revolución les es indiferente.

 ALIANZA CIVICO-MILITAR-POLICIAL: VIOLACIÓN FLAGRANTE DE LOS DD. HH.

La amplia mayoría popular que derrotó en las elecciones parlamentarias 2015 al Partido Socialista de Venezuela provocó la deriva autocrática de la revolución bolivariana. Para cumplir la decisión cupular de quedarse en el poder como fuera y a costa de lo que fuera, convirtió a ese proyecto político en intolerante con las ideas distintas e incapaz de aceptar democráticamente la soberanía popular que les abandonó.

La única manera de usurpar el poder era eliminando el estado de derecho; el totalitarismo puso a sus pies al poder judicial y electoral, a las fuerzas armadas y a la policía política para amenazar, perseguir, hostigar, detener y torturar al liderazgo social y político que les adversaba para así permitirse elecciones absolutamente fraudulentas.

Venezuela: el sonido del silencio de las víctimas o la coartada antimperialista de los victimarios, por Rodrigo Cabezas Morales
Paula Colmenarez denigrada y agredida por un GNB durante una protesta. Foto Miguel Gutierrez / Agencia EFE

El parlamento elegido por el pueblo fue cercado inconstitucionalmente, sus diputados acusados, muchos de ellos hechos prisioneros y en el exilio. Los principales partidos políticos de la oposición fueron secuestrados en sus directivas por la subordinada Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Sin ningún escrúpulo o sonrojo, y quizás creyendo que concebían algún aporte a la teoría política revolucionaria, anunciaron públicamente que se superaba el enunciado estratégico chavista de la alianza cívico-militar por el de una nueva alianza cívico-militar-policial. Lo peor estaba por venir y llegó. Nuestra convivencia democrática entró en una de sus más largas tenebrosidades.

Es así como la misión internacional independiente de determinación de los hechos de la Naciones Unidas verificó que en Venezuela el gobierno cometió violaciones flagrantes de los DD. HH. de manera generalizada y sistemática, ejecuciones arbitrarias y tortura, que constituyen crímenes de lesa humanidad.

El informe de la ONU es desgarrador desde lo humano. Cientos de víctimas han sido sometidas al terror del Estado. Lista larga de la ignominia disfrazada de socialismo: detenciones arbitrarias, desapariciones forzosas, burlas al debido proceso y derecho a la defensa, tortura, trato cruel, inhumano, degradante y humillante, actos de violación y amenazas sexuales.

En él se detallan las técnicas de tortura utilizadas por los órganos represores y los esbirros torturadores: posiciones de estrés, asfixia con bolsas de plástico, golpes, descargas eléctricas, simulacro de ejecución, encadenamientos, disparos cerca de los oídos, incomunicación por días y meses, iluminación constante y frío extremo, desnudez forzada. En fin, prácticas infamantes de tortura física y psicológica.

El desborde en la violación de los DD. HH. ha sido de tal magnitud, que el Ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, el 7 de junio de 2017 hizo una arenga pública televisada en una asamblea de oficiales al decir “No quiero ver un guardia nacional cometiendo una atrocidad más en la calle”. Nunca se supo quién dio la orden de cometer tales atrocidades. Más de 120 jóvenes fueron asesinados en esas protestas.

Venezuela: el sonido del silencio de las víctimas o la coartada antimperialista de los victimarios, por Rodrigo Cabezas Morales
Neomar Lander, joven de 17 años asesinado con una bomba lacrimógena durante protesta de 2017. Foto wikipedia.org

El exalcalde del municipio Cabimas del Estado Zulia, Félix Bracho, por firmar junto conmigo un documento público pidiendo un referéndum consultivo en 2019, fue arrestado arbitrariamente, maltratado y humillado por un Comandante de la Guardia Nacional de apellido Camacaro. Una madrugada los carceleros entraron a su celda, lanzándolo al piso le pusieron una capucha negra y apuntaron un fusil en su cabeza haciendo un simulacro de ejecución.

Por otra parte, el capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, el 20 de junio del 2019, fue presentado moribundo al Tribunal Militar de la causa, horas después falleció, lo habían torturado brutal y salvajemente hasta la muerte.

El líder indígena pemón Salvador Franco, preso político, pierde su vida en la cárcel Rodeo II, este 3 de enero de 2021. La autopsia indica edema cerebral, shock séptico, tuberculosis y desnutrición; le negaron la atención médica.

Rubén González, líder de los trabajadores de la Ferrominera del Orinoco fue encarcelado en 2009 por tribunales militares y civiles durante tres años y tres meses por defender los derechos laborales de sus hermanos de clase.

La ONG de DD. HH. PROVEA informó recientemente que monitoreó e identificó que 72 personas han sido asesinadas por policías o militares como consecuencia de la tortura durante el gobierno de Nicolás Maduro.

Escribiendo estas líneas nos enteramos de la detención de 5 integrantes de la ONG sin fines de lucro Azul Positivo, quienes llevan varios años trabajando en la prevención del VIH. Así mismo, de las amenazas de juicio penal dirigidas al presidente de PROVEA, Rafael Uzcátegui.

Al comenzar el 2021 la ONG Foro Penal contabiliza 353 presos políticos en Venezuela, 230 civiles y 123 militares. El miedo, el terror, la tortura y la cárcel son cimientos de un estado capturado por una élite antidemocrática.

Ocurre que como la barbarie siempre es vencida a lo largo de la historia, la batalla que nos permita terminar con la impunidad, encontrar la verdad, hacer justicia a las víctimas concediéndoles reparaciones por el sufrimiento infringido y rehabilitándolos en su dignidad mancillada, es un desafío al que la sociedad humana venezolana no puede renunciar.

Nadie que haya asumido el ideal socialista democrático puede avalar, ser indiferente, guardar silencio o atreverse a justificar el sufrimiento humano que origina una política de terror de Estado.

 EL SOCIALISMO ES LIBERTAD. EL ANTIIMPERIALISMO COMO COARTADA

La revolución bolivariana dio esperanzas de emancipación social que logró reunir una mayoría popular en torno a Hugo Chávez. Esta no fue consecuente con lo ofrecido en 2006 para avanzar hacia el socialismo del siglo XXI, sin ser una repetición de la experiencia criminal del estalinismo soviético.

El compromiso de su carácter democrático se perdió debido a su desviación autocrática y totalitaria que liquidó el Estado de derecho. Se disipó por el liderazgo militar que subordinaba lo civil, por el sistema de control social de los más pobres, al colapso ético de su vanguardia, y por ser un partido político eunuco y antidemocrático. Y, entre otra razón más, se perdió debido a la visión estatista que se enfrentó a la inversión privada.

El proyecto socialista, al no ser consecuente con los principios y valores de la democracia, arriba a autocracias o dictaduras que cercenan la libertad. Es una experiencia histórica trágica. La libertad no es una mera consigna retórica o demagogia de ocasión de filibusteros políticos, es un valor esencial de cualquier transformación de la sociedad humana; es liberación, insurgencia, emancipación, respecto de formas de poder en lo político, económico y cultural. Es el derecho a expresarse sin temor alguno desde la diversidad humana. Lo traicionan quienes desde la degradación ética, el dogma infecundo, la justificación de la violación de los DD. HH. y el desprecio por la ciencia y la cultura, lo convierten en un orden social opresivo que persigue y aniquila la libertad.

¿Por qué esta élite condena a Venezuela a no tener periódicos impresos? ¿A una autocensura humillante de los medios de comunicación e información? ¿Por qué no podemos acceder a canales de TV como CNN y NTN24 y decenas de páginas web?

Esto es lo ocurrido en Venezuela a profundidad en estos siete años. La otrora revolución bolivariana la convirtieron en un gobierno que hace rehén a su propio pueblo a partir de la coerción militar-policial-clientelar. Una nación no puede ser concebida como un botín de guerra que se asalta a costa del sacrificio de millones de seres humanos. Eso no es socialismo democrático, no es de izquierda, no es progresista, no es humanismo.

De cierto, el proyecto del socialismo del siglo XXI en Venezuela fracasó aunque conserve el poder fáctico. Fracasó porque una nación a pesar de sus víctimas y sufrimientos se opone a la élite que la gobierna desde la usurpación y reclama un cambio político en democracia que aquellos les niegan. Esto será inevitable, un pueblo no puede ser encarcelado para siempre.

Fracasó porque ofreció a los venezolanos democracia protagónica y participativa y ha terminado en una autocracia represiva que advierte formas totalitarias de control social y político. Fracasó porque ofertó honestidad en la administración de los recursos públicos y acabaron haciendo generalizada la corrupción, con una nueva oligarquía política que realiza la transferencia de riqueza más grande de nuestra historia a instituciones financieras en paraísos fiscales. Fracasó dado que prometió inclusión social e igualdad y el resultado es pobreza que degrada lo humano en el hambre, la desnutrición, el desempleo y la falta de oportunidades para ejercer derechos.

Fracasó porque prometió una vida digna y terminó imponiendo un sistema de control político denigrante con el carnet de la patria, las bolsas de comida y bonos paliativos.

Fracasó al ofrecer un gobierno “obrerista” y terminó arrebatando la libertad sindical, pulverizando el salario real, eliminando la conquista de los contratos colectivos y las prestaciones sociales, y encarcelando a los dirigentes valientes que reclaman los derechos obreros.

El fracaso en dolor mayor fue ofrecer una patria para todos y, por sus acciones, terminan negándosela a más 5 millones de sus hijos que escapan a otras tierras para encontrar el horizonte que en su país extraviaron.

A la autocracia que gobierna sobre el pueblo venezolano solo les queda una coartada para intentar justificarse. Recurren a ella con delirante fanatismo. Creen que con ello no tienen que rendir cuenta de la tragedia, dolor y sufrimiento que han causado a millones de venezolanos.

Así, el antiimperialismo se convierte en la retórica de turno que intenta expiar sus responsabilidades en la devastación de la república.

El intelectual Pablo Stefanoni al realizar una reflexión respecto de Venezuela expresó una idea que hago mía: “Así, el antiimperialismo se desacopla de su dimensión emancipadora para asumir una dimensión justificativa e incluso celebratoria de diversos regímenes supuestamente enemigos del imperialismo”.

Me he preguntado por qué países sancionados o bloqueados económicamente como Cuba, Irán y Corea del Norte no han tenido hiperinflación o desnutrición infantil. Me he preguntado porque Irán sigue en su nivel promedio de producción de crudo y gasolina y su sector privado no petrolero exportó más de 18.000 millones de dólares en bienes y servicios en 2020.

No hay excusa para ocultar que la más espantosa crisis macroeconómica y humanitaria de Venezuela comienza en 2014, bajo plena responsabilidad del gobierno de Nicolás Maduro.

Las sanciones llegaron cuatro años más tarde. El respetado intelectual estadounidense Noam Chomsky contextualiza ese tipo de discurso, cuando afirma: “Es un comportamiento típico de los autócratas y los dictadores. Cuando cometen errores garrafales…, encuentran alguien más a quien echarle la culpa”.

En Venezuela, el discurso antiimperialista es una coartada de los victimarios.

La izquierda democrática y progresista de nuestro planeta, la antifascista de Europa, Asia, Centro América, el Caribe y Sur América, la anticolonial de África, la liberal de EE. UU. y Canadá, tienen una oportunidad de acompañar a las víctimas que esperan justicia en Venezuela. No hay razón alguna que justifique darle solidaridad automática a una autocracia política que terminó siendo, como proyecto socialista, un descomunal fraude.

Venezuela, 12 de febrero de 2021.

* Rodrígo Cabezas es Economista (1982), profesor e investigador en La Facultad de Ciencias Económicas de La Universidad del Zulia (37 años, activo). Diputado por la izquierda al Congreso Nacional, Asamblea Nacional y Parlamento Latinoamericano (22 años). Ministro de Finanzas de Venezuela (2007). Excoordinador Internacional del PSUV (2011-2015). Libros: La Nueva arquitectura económica-financiera de América Latina (2016) y La izquierda rehén de su negación’ (2019).

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Antonio José Monagas Feb 13, 2021 | Actualizado hace 6 días
¿Cómo evitar el Estado comunal?

@ajmonagas

El análisis al que ha de corresponder la siguiente disertación partirá del escenario en el que la democracia haya comenzado a debilitarse como sistema político. Y tiene entre sus causales el acaecimiento de otro régimen político. Este, montado con la vehemencia y desespero de un poder amparado en el miedo infundado en la población a través de amenazas de riesgosas incidencias.

El régimen, por donde se vea, está forzando el cambio de la institucionalidad sobre la cual descansa el “Estado democrático y social de Justicia y de Derecho” que manifiesta la Constitución de la república en su segundo artículo.

Esa desavenencia hace notar una seria depresión en la lógica política a la cual se apegó la redacción del texto constitucional venezolano. Y en lo específico, configura el intersticio que deja ver la absurda creación del patético “Estado comunal”. Y que no es otra, entre distintas razones, que la gruesa pero a la vez delicada divergencia entre las acepciones politológicas de “democracia” y “república”.

Sin embargo, ahí no queda lo cuestionado. Se tienen otras causas que ponen al descubierto problemas diferentes. En consecuencia, es posible conseguir vacíos y exabruptos de naturaleza jurídica y de índole cívico-moral, rayando con problemas de ciudadanía. Estos, a su vez, rozan con problemas de ética pública y de conciencia. Incluso, con razones que comprometen los significados de libertad y derechos.

La explicación que daría con algunas pautas capaces de atajar la imposición de un Estado Comunal, tal como se presume a instancia del régimen, no es fácil.

Así que al momento de buscar por dónde o cómo atajar las ínfulas de un Estado autoritario, azuzado por un totalitarismo tan peligroso como el proyecto ideológico-político que anima sus ejecutorias y proceso de elaboración y toma de decisiones, hace que su respuesta no sea de fácil delineación o discernimiento. Algunas de sus vías conceptuales y operativas lucen bastante complicadas.

Un “Estado” inconstitucional

La Constitución ofrece importantes vías que aluden al propósito de cómo atajar el Estado comunal. De ahí que el ordenamiento jurídico determina valores, principios y mandamientos que no permitirían otro sistema político que no se corresponda con una sociedad en comunión con “la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Art. 3). Así como tampoco accedería la imposición de otro gobierno que no se atenga a condiciones distintas de las que caracteriza un gobierno “(…) participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables” (Art. 6).

La Ley Orgánica de Comunas (D-2010) y su cuerpo de leyes, todas subversivas y sancionadas en medio de un proceso fosilizado y con vida fantasmagórica, destaca el objetivo de “desarrollar y consolidar el Estado comunal (…) para la construcción de la sociedad socialista” (Artículo 7-Parágrafo 1). Ninguna de tan obtusas leyes concuerda con la distribución funcional del poder. Tampoco, con el carácter federativo y descentralizado del Estado venezolano, concebido constitucionalmente.

Cualquiera de las repudiadas estructuras normativas (comunales) inspiradas en la presunción de retorcer la institucionalidad democrática del país, se hallan infectadas de sectarismo, resentimiento y revanchismo.

El desespero funcional que traduce el cuerpo de leyes que pretenden dar vida al poder popular, vehículo furtivo del Estado comunal, se muestra sin ambages en toda su exposición. De hecho, cualquier estamento de la administración pública, aparte de que algunos surgen por elección popular, quedan sometidos a las decisiones del “autogobierno”. Habida cuenta de que el aludido “autogobierno” tiene la potestad para asumir “(…) la formulación, ejecución y control de la gestión pública” (Ob. cit.-parágrafo 2).

Es decir, todo pasa por el control inquisidor y contralor del Poder Popular en sus distintas representaciones. Tanto así, que el llamado Parlamento comunal, a través de su Consejo Ejecutivo, entre sus abusivas atribuciones tiene la de decidir sobre “(…) la regulación de la vida social y comunitaria” (Art. 21).

La falacia del «poder popular»

El Poder Popular, tal como está diseñado, es el mayor tamiz o filtro de todo cuanto busca movilidad y funcionamiento bajo el sol de la revolución socialista. Sus instancias de contraloría, planificación, legislativa, ejecutiva, administrativa contemplan la injerencia política, económica y social. Son ellas el brazo fiscalizador, distribuidor, regulador, acusador y exterminador que busca emplear el régimen tiránico para acometer sus trapisondas.

Ello implica el pleno ejercicio de la soberanía popular a través de sistemas de agregación o anexión comunal, sin que otra instancia tenga alguna posibilidad de detener su rapacidad. Así como el manejo autónomo, usurero y arbitrario de los recursos, capacidades y potencialidades que mueven al Estado venezolano en su rango de actividades.

Todo esto funciona en provecho del presidencialismo, estatismo, centralismo, y clientelismo como funciones implícitas del poder despótico.

Este es la vehemente representación del autoritarismo hegemónico que padece Venezuela. Es como una suerte (mal ganada) de minimalismo político o de escepticismo de la vida nacional. Y la única forma de restarle malignidad a la fuerza que mueve tan horrendo monstruo de mil tentáculos, es atajando la coacción que plantea la existencia de un Estado comunal.

Y atajar sus amenazas significa evitar su presencia e incidencia en los planos de la vida nacional. Deberá entenderse que cualquier intención en este sentido parte del significativo hecho de sembrar educación política en la población. Y para lograrlo, debe elevarse el nivel de información política en el venezolano. De esta manera, será posible que haya la participación ciudadana y movilización política. Y comprometer toda acción que despeje cualquier duda frente al firme propósito de ¿cómo evitar el estado comunal?

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Brian Fincheltub Feb 09, 2021 | Actualizado hace 6 días
Si no me meto en política…

@BrianFincheltub

Hagamos un ejercicio de memoria. Un ejercicio quizás difícil para quienes tengan poco más de veinte años, pero para quienes como yo, que pasamos (¡¡aunque sea por poco!!) de los treinta, estoy seguro de que no será tan complicado. Recordemos qué se decía antes de la llegada del chavismo al poder sobre lo que, para entonces, era considerada la última dictadura militar de Venezuela. Recordemos qué era lo que el venezolano común decía del régimen del general Marcos Pérez Jiménez.

Si rebobinamos un poco, estoy seguro de que dos frases saldrán de manera casi inmediatamente de nuestra memoria, la primera: “la gente podía dormir con la puertas abiertas”. Otra muy conocida era: “quien no se metía en política vivía muy bien”. Aquellas frases eran repetidas sin cesar cada vez que el tema Pérez Jiménez salía a relucir. Y no solo de la boca de quienes pudieron haber vivido durante aquellos años, sino de mucha gente que había nacido y crecido en democracia.

Frente a lo que sin duda se había enraizado en la cultura política y popular nacional, el sistema educativo edificado a partir de 1958 prefirió abordar nuestra historia adoptando una narrativa consensuada, alejada de lo que podía dividirnos como venezolanos. Y sin duda Pérez Jiménez, y lo que representó su régimen, era uno de esos temas que nos dividían. Fue así que el valor de lo que representaba la democracia para el país fue perdiendo cada vez su plaza frente a lo que podría calificarse como la nostalgia por el pasado, por el orden, por la llamada “mano dura”. Un pasado en el que no entraba el sistema naciente, incapaz de ofrecer orden y de responder eficientemente a la crecientes demandas ciudadanas, cada vez más visibles, pues la democracia también era eso, libertad de expresión.

Todo aquello fue caldo de cultivo para lo que hoy vivimos, para que algunos prefirieran el militar que gritaba revolución que el civil que prometía transformación pacífica.

Para la generación que llevó a Chávez al poder, el tiempo de los civiles había pasado. Y aunque los asesores del otrora candidato del MVR-200 le sugirieron abandonar el uniforme militar en campaña y vestir de flux y corbata, la gente votó por el militar radical, no el fallido ensayo de hombre moderado vestido de Giovanni Scutaro.

Si todo aquello sucedió así, fue en parte por los errores del sistema de Puntofijo, que lejos de limitarse a la corrupción y la captación de los todos los espacios de la sociedad por los partidos, le debe su desplome a su incapacidad de lograr que los venezolanos valoran la libertad antes que cualquier otra cosa.

Y es que sin libertad política no hay gran cosa que puede ir bien, al menos no por mucho tiempo.

Lo que escribo tiene mucho que ver con el estado de las cosas en nuestro país. Una inmensa mayoría de los venezolanos no está contenta con lo que sucede en nuestra nación; en ese grupo muchos se han opuesto desde el inicio a lo que el chavismo y el madurismo representan, han protestado de todas las formas posibles, pero hoy eligen el aislacionismo, como gran parte de los venezolanos.

Algunos han llegado a pensar que es posible la supervivencia en este sistema, que simplemente basta con “no meterse en política”, como si una cosa parecida fuese posible, como si la política hace mucho no estuviera metida en todo, como si ser indiferente a lo que pasa con las libertades públicas, con nuestra democracia, representa un salvoconducto. En mi opinión no lo es ni lo será. No estamos frente a una dictadura clásica, sino algo mucho peor, que tiene vocación hegemónica y totalitaria.

En regímenes como este no hay apertura real, sino repliegue táctico para arrasar con todo con más fuerza.

Y para que se emocionen con el llamado “modelo chino”, les digo que la única receta china que fue adoptada con éxito en Venezuela es el arroz frito con camarones; así que no esperen mucho tiempo para que los dogmas vuelvan a marcar la agenda del madurismo. Lamentablemente de esta política no escapa nadie, aunque haya algunos que no se quieran meter en ella…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Armando Martini Pietri Feb 04, 2021 | Actualizado hace 6 días
Sin confianza y con secretismo

@ArmandoMartini

Algunos políticos y todos los politiqueros maniáticos insisten en guardar secretos. Se creen con autoritario derecho de pactar, negociar, no rendir cuenta ni contar lo discutido a los ciudadanos. Farsantes, embusteros, aquejados del secretismo obsesivo. Por lo cual ya no son estimados ni apreciados, han traicionado la confianza; y los reclamos quejumbrosos de hipócritas caen en saco roto. No atinan a comprender que no gozan de representación legítima, la perdieron. ¡La confianza es una actitud mutua!

Ocultadores profesionales con maestría y doctorado no advierten el secreto que aprecian y porfiados practican.

Hacen sospechar negocios pestilentes, sucios, indecentes y deshonestos que no van en beneficio de los intereses nacionales y colectivos, sino en provecho individual partidista. Guste o no, es la percepción de la mayoría, con sobradas razones. ¿Cómo confiar en quien dice no estar haciendo algo, que se presume -o se sabe- sí lo está realizando?

El secretismo es la tendencia en mantener secreto los asuntos de confidencia. La práctica de compartir información entre un grupo restringido -cómplices del secreto-, mientras se esconde a otros, la mayoría; lo cual es injusto y arbitrario para una sociedad que directa o indirectamente será afectada y sufrirá las consecuencias de lo que discutan, rechacen o acuerden en la penumbra.

En cuestiones de Gobierno y política, ocultamientos hay demasiados. Algunos incluso legales, otros de conveniencia y excesivos de simple desprecio por el ciudadano común.

Es tradicional el secreto militar, legal, sumarial en procesos judiciales e investigaciones policiales. Así como la desinformación estratégica en actividades diplomáticas, gubernamentales. Aunque es de señalar que en los países serios tienen normas que regulan el uso de la confidencialidad. Hay los secretos en destrezas y medidas empresariales. Está, también, el pesado e intrincado manto del secreto criminal, que puede llegar a ser asfixiante y perverso.

Pero cuando un gobierno, la oposición política y elementos vinculados dialogan, conversan, debaten o como quieran llamarlo, sobre asuntos que conciernen y perturban a la ciudadanía, una cosa es la prudencia comprensible, otra el ocultamiento insultante.

La gente se hartó. Imposible creerle al oficialismo que, descarado, describe un país maravilloso, el mismo que llevan 20 años ofreciendo, pero está cada día peor; y un sector opositor que proclama la rebelión para conquistar un país diferente, decente, de principios y buenas costumbres, para aceptar de seguidas formar parte plena de lo de siempre.

El problema es que ciertos políticos electos por decisión popular para responsabilidades esenciales, con la misma pasión con la cual piden el voto, una vez electos se sienten canonizados y no obligados a rendir cuentas. Se equivocan, el ciudadano reclama y exige.

Balance: rindiendo cuenta

Balance: rindiendo cuenta

Y los que a su vez son nombrados ejecutivamente por los elegidos, creen que solo deben cuentas a quienes los nombraron y no al pueblo. Otro error. En Venezuela llevamos demasiado tiempo con esa distorsión inconstitucional e inmoral.

La grandeza del sistema democrático está en la consulta permanente a la ciudadanía. La democracia se supone sin secretos. Falla de ciertos países que se anuncian democráticos, y en Venezuela la carencia es hábito. Es conocido que cuando un político afirma estar haciendo, proponiendo o defendiendo en beneficio del pueblo, lo casi seguro es que esa acción propuesta sea en beneficio propio, de sus allegados o cómplices del partido o Gobierno, en ese orden.

Oficialismo y oposición llevan años dialogando, presumen conocerse, ponerse de acuerdo en puntos básicos, contratan costosos mediadores, pero ni consultan a los ciudadanos ni ponen en la mesa de discusiones lo que el país quiere y piensa. En consecuencia, la ciudadanía no ha obtenido chance de expresar pareceres, y si logra -por una suerte de milagro- articular opinión, no la toman en cuenta, la desprecian, se burlan -16J/2017, 12D/2020. Solo se limitan a las concertadas en sus cúpulas, en las cuales genialidades e inteligencia suprema se ponen de acuerdo para disponer el futuro del país. Despliegue absurdo de soberbia y prepotencia chocante.

No es solo qué se decide sino cómo se hace. Disposiciones unilaterales que violentan el principio básico de asociación y lo evidencian cuando el régimen castrista se ahoga en estulticias y es socorrido. En consecuencia, los ciudadanos inconsultos, menospreciados e ignorados son los únicos exentos de cancelar las equivocaciones cogolléricas. La democracia venezolana es acuerdo de cómplices y socios entre sí.

Por eso y mucho más, estamos en un trance de confianza, crisis de representatividad y desprestigio de la dirigencia que se extiende como niebla viscosa sobre lo económico, ético, moral, social y político. Se ha llegado al extremo, al borde del barranco, cuando la nación y su comunidad ya no profesan ni confían en sus dirigentes. El daño ha sido y es inconmensurable.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Julio Castillo Sagarzazu Ene 26, 2021 | Actualizado hace 6 días
El eficaz encanto de la locura

@juliocasagar

Miguel de Cervantes tuvo razón cuando puso a dormir para la eternidad a Don Quijote al recuperar este la razón. Cuando “se creyó lucido y lamentó de no haberse dado cuenta antes de sus disparates y sus embelecos” En efecto, ¿a quién interesaba un Don Quijote cuerdo? La vida de Alonso Quijano nunca habría vendido ni una cuartilla. Fue la maravillosa locura del ingenioso hidalgo la que cautivó y sigue cautivando a la humanidad.

El Quijote, con su divina locura, creó el adjetivo de “quijotesco” para señalar cualquier empresa riesgosa, utópica, complicada, altruista o aventurada. Empresas que, justamente por quijotescas, han sido todas las que han promovido los cambios que han echado hacia adelante la rueda de la historia.

¿Qué fue sino locura “Mi delirio sobre el Chimborazo”? ”Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia… En fin, la tremenda voz de Colombia me grita: resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre y escribo mi delirio”

¿Qué fuerza descomunal guio a la aventura suicida a los comuneros de París, “tomando el cielo por asalto” y a la resistencia de Numancia y Masada? Y como estos, tantos otros episodios de la historia que solo son explicables porque una dirección política y/o militar supo interpretar sueños; administrar la locura del heroísmo y provocar la reacción de sus contemporáneos.

Hoy día en Venezuela transitamos un particular camino en la lucha que nos hemos planteado para reconquistar la democracia. En esa lucha hemos pasado por diversas etapas. Si a algún artilugio podemos asimilar esta experiencia es a una montaña rusa.

Las sensaciones, emociones y estados de ánimo que hemos vivido van desde la euforia y el entusiasmo hasta la depresión y el descreimiento. No se necesita ser psicólogo o psiquiatra para entender que esta combinación cíclica, tan parecida a un síndrome maniaco depresivo o a una conducta bipolar, solo puede terminar por desconcertarnos.

Los fanáticos al béisbol entendemos perfectamente lo que está pasando: cuando el equipo no gana nos alejamos del estadio, criticamos a los managers. Con ello, enviamos un mensaje a la directiva para que cambien la plantilla, busquen nuevos refuerzos; le decimos al manager que revise el line up y la estrategia. Todo esto solemos hacerlo. Sin embargo, no conozco a un solo fanático que cambie de equipo porque el suyo no gane como él quisiera.

Hoy los venezolanos, con nuestra actitud, estamos mandando mensajes a la dirección política de la oposición, pero no conozco a nadie que se haya pasado al madurismo porque el equipo no haya ganado el campeonato aún. Tanto es así que Maduro, ayuno de nuevos apoyos, acaba de hacer la apuesta con la Ley Antibloqueo para ver cómo pesca en el laguito de los empresarios que quieran hacer algún negocito chimbo, algunos bagres, que siempre se cuelan entre las sardinas.

No obstante, estamos claros que ahora somos menos. En el camino de la NO victoria se quedaron algunos y las explicaciones serán muchas: unos seguirán con su vida o se retiraran a luchar por su supervivencia; otros verán la oportunidad de alejarse de la política; unos pocos harán negocitos con el régimen; otros buscarán justificaciones para su hastío. Todo esto está en el librito de las victorias y las derrotas de la política. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.

Pero, regresando a nuestra montaña rusa, nos parece útil señalar lo que fue el último de los picos de estos periodos cíclicos. El que comenzó con la designación de Juan Guaidó como presidente interino en acatamiento de la Constitución. Aquel fue un día memorable. Ese acto de deliciosa y audaz locura dejo a muchos perplejos, pero a nadie indiferente.

Regresamos a las calles; pusimos en nuestros perfiles de redes sociales, el mantra “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Nos sentíamos dueños del mundo. El mercado se reanimó, los precios de los inmuebles subieron, la gente se puso a pintar y remodelar las casas, nos “chocábamos los cinco” en las calles, nos sentíamos Alicia en el País de las Maravillas. Pero no sacamos a Maduro. Y el vagón de la montaña rusa se deslizó a uno de esos abismos que nos llenan de pánico y angustia.

Luego han venido pequeñas alzas y pequeñas bajas. Pero digámoslo con sinceridad: la emoción, las ganas de comernos al mundo, han mermado y solo están presentes en la pequeña vanguardia más activa de la oposición.

¿No será, entonces, el momento de invocar una nueva aventura que nos entusiasme? ¿No será esta la ocasión, en la que tenemos a todas las democracias decentes del mundo apoyando el camino de lograr unas elecciones libres, justas y verificables, que podemos aprovechar para lanzar una cruzada por rescatar el derecho y el valor del voto, desafiando a la dictadura y sus planes?

¿No será que podemos reeditar nuestros mejores momentos y convocar con audacia a TODOS los que dicen que quieren salir de esta pesadilla para proponerles que nos reunamos en esta lucha?

Es cierto que hay que estar un poco locos para creer que un régimen como el que padecemos va a conceder alguna condición para que lo podamos derrotar en unas elecciones. Pero nadie habla de que nos van a regalar nada. Se trata de soñar con arrancar ese derecho. Se trata de crear condiciones aquí, para que la nueva realidad geopolítica mundial pueda logar un ambiente como el que se logró cuando Daniel Ortega, en Esquipulas, tuvo que aceptar condiciones análogas a las que aquí pedimos, convoco unas elecciones y las perdió con Violeta  Chamorro.

Es el momento de volver a convocar la emoción. Ya cuando llegue el cambio, la combinaremos con la reflexión. La sola emoción no es buena consejera y menos para gobernar un país. Después de las rupturas emocionales, hace falta mucho pegamento racional para reconstruir convivencia, solidaridad y reconciliación. Pero hoy, esa inyección de adrenalina y sana locura es necesaria.

Nuestra dirección política está obligada a apartar consideraciones subalternas, pequeñas peleas parroquiales y apostar, con todos los riesgos, a volver a emocionar con unión serena y responsable, pero audaz, este capítulo nuevo que nos está presentado este 2021.

No es el momento de Alonso Quijano, postrado, muriendo de mengua. Es el momento de Don Quijote, “combatiendo villanos» y “desfaciendo” entuertos”.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es