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Una pregunta bizarra: ¿Cuándo nos jodimos?
A casi 30 años de aquellos juicios que consideraban jodida a Venezuela en 1992, los venezolanos viven una tragedia que jamás nadie pensó pudiera ocurrir

 

@fariasjoseluis

Diez años después de cuando «leía a Tolstoi, Balzac, Flaubert» y se ganaba la vida como periodista, en aquella París donde latía el mar de fondo que resquebrajó la sociedad francesa, en mayo de 1968, era natural que el entonces joven escritor Mario Vargas Llosa estampara expresiones de rebeldía juvenil, contestatarias y efectistas, en la narrativa de sus maravillosas ficciones.

Eran propias de los agitados días de «Dani el Rojo» y del «prohibido prohibir» en que vivía. Así que no resultó extraño que fuera a parar en boca de Zavalita, protagonista de su novela Conversación en la catedral, aquella desesperada y valiente pregunta: «¿En qué momento se había jodido el Perú?».

Era Zavalita un periodista sumido en su perplejidad por la ruina moral e institucional de su nación. El hombre que se interrogaba con tal coraje debido a la situación impuesta por el «clima de cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral» que abatía el Perú.

Se vivían los tiempos sombríos del régimen dictatorial del general Manuel Apolinario Odría, cundido de impunidad y corrupción, entre 1948 y 1956; materia prima de esa creación literaria de Vargas Llosa.

La pregunta se repitió

Desconozco si autor alguno habría puesto con anterioridad en blanco y negro tan bizarra pregunta aplicada a su país. Pero la curiosidad y mis años me han enterado que, en adelante, después de que lo hiciera Vargas Llosa, de vez en vez, alguien con más o menos ingenio la ha desempolvado en América Latina.

Algunos la han usado pretendiendo estremecer la opinión pública con algún artículo de opinión e incluso académico. Otros la han esgrimido deseando escarbar con más fuerza sobre el principio de determinados momentos de las agudas crisis en los países latinoamericanos. Todos parecieran coincidir en un modo de conectar intereses de impacto publicitario editorial y político con el imperativo de ir al comienzo de los grandes problemas actuales de estas sociedades.

De estos esfuerzos editoriales, uno muy destacado, en enero de 1990, fue el encabezado por el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, en una obra colectiva titulada: ¿En qué momento se jodió Colombia? La iniciativa intelectual encaraba el origen de los días dramáticos de la desgarrada Colombia de los carros-bomba, asesinatos y secuestros de periodistas y dirigentes políticos; la Colombia de la guerra a muerte entre los cárteles de Medellín y Cali y contra el Estado; de la narcoguerrilla, los paracos y Pablo Escobar, de la diáspora de millones de los colombianos más pobres hacia Venezuela escupidos por el hambre y la violencia. Acicateados por la impactante pregunta, los autores discurrieron buscando respuesta en el pretérito de su patria y tributando explicaciones a los orígenes del drama que la estremecía.

Cinco meses más tarde, en mayo, vio la luz otra iniciativa editorial colectiva, con el antropólogo Luis Guillermo Lumbreras al frente, bajo el título: ¿En qué momento se jodió el Perú? Ya no en el Perú de la dictadura de los años cincuenta que estimuló la ficción de Vargas Llosa, sino en el del terrorismo de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru; el de la nación impactada por la hiperinflación que desató el populismo aprista de Alan García y los agobios de la deuda externa que le abrieron cauce a la dictadura Fujimorista. Un ejercicio similar al de sus pares colombianos de búsqueda del punto de partida de la crisis que abatía su país.

Y no tardó en hacerse por acá

El aliento de la pregunta malsonante y corajuda pareció una moda que también brotó en abril de 1992 bajo el título: ¿Cuándo se jodió Venezuela? El nuevo empeño editorial fue igualmente un esfuerzo colectivo de intelectuales y políticos venezolanos liderado por el historiador Ramón J. Velázquez, quien poco después sería presidente de la república en sustitución del destituido Carlos Andrés Pérez.

El objetivo de la obra era el mismo: ubicar el nacimiento de la crisis por la cual atravesaban los venezolanos en aquel momento. Venezuela sufría todavía los rigores del Viernes Negro del 18 de febrero de 1983, que había esfumado la «ilusión de armonía» creada por la renta petrolera; la paz social había sido sacudida en sus cimientos por el Caracazo» del 27 de febrero de 1989. El orgullo de ser la «democracia más estable de Latinoamérica» estaba roto por la frustrada felonía militar del 4 de febrero de 1992 encabezada por Hugo Chávez.

El uso de la pregunta era, de entrada, la admisión de que en esos momentos, o desde mucho tiempo atrás, estos países estaban jodidos. Algo que no era difícil pensar en aquellos días, pues como sabemos, era la década de los ochenta, llamada no sin razón la «década pérdida» de América Latina. La expresión se asocia a la ruina del continente producto del estallido de la crisis de la deuda externa que gangrenó toda la economía latinoamericana, con sus inevitables dramas sociales y sus insólitos avatares políticos cargados de violencia. Ello resintió la visión sobre la viabilidad de estas naciones.

Todo era percibido negativamente, sin aparente remedio. Jodido, pues. El futuro era oscuro. Fue por eso que muchos intelectuales, historiadores o no, comenzaron a buscar explicaciones en tiempos anteriores; labor que derivó en tantas versiones como incursiones se hicieron sobre la historia para calmar las angustias generadas por el abismo en el cual se había caído.

Las sombras asediaban

Pero el viaje al pasado también lo hicieron múltiples políticos populistas y regresaron cargados de explicaciones deformadas de lo sucedido, exageradas con afán deliberadamente destructivo y con soluciones inviables en términos del proyecto económico para los males que se padecían. Y desastrosas para la vida institucional.

Venezuela fue el peor de los ejemplos. Al «glorioso» pasado se le construyeron antagonismos en el presente. Así se fabricaron antihéroes: entre otros, al Centauro José Antonio Páez lo hicieron villano y al demócrata Rómulo Betancourt lo llamaron traidor vendido al Imperio. Se revivió la religión bolivariana con juramento en el «samán de Guerra» incluido, emulando el «juramento del Monte Sacro» con la divina trinidad bolivariana del «árbol de las tres raíces» de Bolívar, Rodríguez y Zamora.

Se dictaron sentencias de muerte sobre supuestas decisiones históricas erróneas. La división de la Gran Colombia, por ejemplo, se tuvo como el punto de partida de la desintegración latinoamericana; el pacto de Puntofijo fue convertido en un pacto de demonios oligarcas y el ajuste económico de CAP en el paquete neoliberal fuente de hambre y pobreza.

Todo debía ser condenado, abolido, acabado, desaparecido de la faz de la tierra. Fue impuesta la idea de revertir cuanto existía bajo el argumento de haber desviado un presunto curso del progreso trazado por el Libertador Simón Bolívar y al cual la oligarquía habría traicionado.

Junto con muchos otros ejemplos, se fueron construyendo versiones interesadas de personajes y hechos. Una historia deformada, ajustada estrictamente al cálculo político.

Argumentos distorsionados de la historia nacional sirvieron sin escrúpulos a la sed de poder de Hugo Chávez. Se fue montando un nuevo sistema de referentes, basado en una torpe y mediocre relectura de la historia, para desarrollar un andamiaje discursivo perverso que culminará en una doctrina a favor del proyecto hegemónico llamado inicialmente bolivariano y luego socialismo del siglo XXI.

Un aparato ideológico legitimador de la alteración de los fundamentos de la identificación nacional existente hasta 1999 para acabar la memoria y la conciencia histórica del país.

¿Estábamos jodidos?

Al cabo de casi treinta años de aquellos juicios que consideraban jodida a Venezuela en 1992, los venezolanos viven una tragedia que jamás nadie pensó pudiera ocurrir. El recuerdo de esos días, a la luz de lo que hoy se sufre la nación, ha sido resumido en una frase cursi al uso: «éramos felices y no lo sabíamos», harto repetida.

Si algo se ha demostrado al menos en los últimos cinco años es que siempre se puede estar peor. El país padece una situación calamitosa igual o peor a la de cualquier país en una cruenta guerra. Enfrenta al peor gobierno de su historia, el más incapaz, indolente y ladrón.

El único régimen capaz de destruir, en menos de un quinquenio, la inmensa industria petrolera nacional –otrora orgullo de todos–, de empobrecer en un tris al 90 % de la población y de echar del territorio nacional a siete millones de personas, una quinta parte de la población total.

No hay crisis comparable en toda América Latina. Venezuela, hace treinta años el país más rico y estable del continente que la intelectualidad identificaba como un «país jodido», se ha somalizado a merced de una pandilla de saqueadores del tesoro nacional. No es algo que no se sepa ni que el mundo entero desconozca.

Hace mucho Venezuela no es un país normal, en el que cualquier evento político-electoral transcurría sin mayores anomalías y el comportamiento democrático y republicano era la norma. Eso tampoco es materia desconocida.

Sin embargo, alarma cómo la dirigencia política, que ha tenido bajo su responsabilidad la conducción de la oposición en estos últimos años, desconoce el deseo general de unidad e insiste en asumir su participación en electoral como si estuviéramos en situación de normalidad.

Vemos con angustia cómo el ansiado regreso a la ruta electoral, después de años de desquiciada e irresponsable abstención, se pretende hacer sin explicaciones a la gente, desconociendo el interés general y en claro menosprecio al esfuerzo ciudadano de lucha y sacrificio hecho ininterrumpidamente por más de veinte años.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

De la democracia a la dictadura
Los cimientos institucionales pueden degradarse por efecto de la mediocridad política

 

@ajmonagas

La transición entre sistemas políticos enfrentados, como democracia y dictadura, es un debate que calificados politólogos protagonizan no solo apelando a los conflictos que de ella derivan, sino también a las causas de tan aterradora transformación. Discutir tan seria complicación en la brevedad de este espacio no solo es un reto, es igualmente un compromiso con quienes podrían interesarse en tener alguna claridad teórica sobre la magnitud de tan fatídica alteración.

El ensayo De la dictadura a la democracia (1993), del profesor Gene Sharp, docente de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts, es un importante referente al respecto. La revisión de la crisis política que arreció en Venezuela desde finales del siglo XX es un indicativo de cómo una realidad política puede corromperse. Al extremo de que sus cimientos institucionales son capaces de degradarse por efecto de la mediocridad política.

El rancio populismo practicado como “convite político”, dirigido a apoyar los procesos electorales que se dieron en Venezuela desde mediados del siglo XX, incitaron actitudes devenidas en hábitos que luego se fundieron en el pensamiento político del venezolano.

Incluso, el mismo nacimiento de la república, presumida como fundamento de la Venezuela “heroica” que muchos alabaron, tuvo serias desviaciones. Descarríos por prácticas políticas que terminaron en fatídicos eventos. De los mismos está atiborrada la historia política del siglo decimonónico venezolano.

Es imposible dudar que Venezuela creció entre querellas, contradicciones y rivalidades surgidas del poder que se arrogaban militares y politiqueros de baja calaña.

Pero que el solo hecho de que estuvieran ejerciendo la política desde cargos de dirección hacía que sus decisiones se impusieran por encima de lo que se esperaba de la justicia, la libertad y la  igualdad. A pesar de que dichos valores eran del uso propio del lenguaje político que servía de atractivo de las masas analfabetas.

Cabe afirmar que el siglo XX fue epicentro de los problemas que gangrenaron al sistema político venezolano que, fundamentalmente, vino construyéndose desde la década de los cuarenta. No fue fácil por cuanto Venezuela vivió cruentos momentos que llevaron a pique muchos esfuerzos democratizadores.

La política venezolana de mediados del siglo XX

La política venezolana se batió entre dictaduras y precarias democracias cuyas lecciones poco fueron aprendidas. Otra vez los cuadros populistas que infectaron el ejercicio de la política daban cuenta de sus intenciones.

Entre trancazos y zancadillas, el país logró presumir de un sistema político algo definido según el concepto de democracia emergido del pensamiento griego. El llamado Pacto de puntofijo (octubre 1958) no contó con la fuerza necesaria para sentar las bases sólidas de la institucionalidad que pregonaba.

La época que siguió fue suficiente para que comenzara a bombardearse dicho acuerdo. Ya con la Revolución cubana en la palestra, el país fue instigado por el socialismo. Sus efectos consiguieron, en una parte importante de la intelectualidad venezolana, el laboratorio necesario que luego enmarañó el pensamiento y la cultura política. Surgió la saña contra el proyecto democrático.

¿Por qué se estancó la democracia?

A finales de la década de los sesenta, Venezuela fue campo fértil para que el populismo hiciera de las suyas. La confusión barrió con el sentido de libertad y justicia que pregonaban los dirigentes de los partidos protagonistas del Pacto de puntofijo.

Total, que el país se volvió un desconcierto político con problemas por doquier. El gobierno pareció no haber comprendido su papel de organizador, planificador y administrador del país bajo su responsabilidad. Mucho menos pareció entender lo que implicaba conducir el Estado.

Se exageró el ejercicio de la política confundiéndose con el populismo, bajo el cual se magnificó el proselitismo como criterio de gobierno. Surgió la antipolítica como razón para cuestionar la labor política realizada por facciones partidistas.

El siglo XXI en la política venezolana

Entrado el siglo XXI, fueron creándose las bases de una forjada legalidad mediante la cual comenzaba a actuarse en perjuicio de libertades y derechos humanos. Así sucedía sin que dichas disposiciones pudieran ir ajustándose a lo que tipifica el concepto de “Estado democrático y social de derecho y de justicia”. Tal como lo aduce la Constitución de la república (1999) en el artículo segundo, cuando declara la ruta sobre la cual transitaría el devenir político y jurídico de la nación. Pero ello fue mera “letra muerta”.

Esto permitió que gradualmente fuera fundamentándose la arbitrariedad y la mediocridad, que sirvieron al régimen de trinchera para establecer el sistema contrapuesto a la democracia.

En consecuencia, el régimen alcanzó un nefasto ventajismo articulado sobre causales como la desinformación, la improvisación, el triunfalismo, la hegemonía, la arbitrariedad, el maniqueo, el cinismo, entre otras determinaciones, para cruzar la brecha que históricamente se ha tenido con base en modelos políticos, sociales y económicos contrapuestos. Entre un modelo de libertades y otro de privaciones.

En breves términos, todo esto ha llevado a que el país haya venido experimentando y padeciendo el impúdico brinco que ha hecho girar las realidades nacionales de la democracia a la dictadura.

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Persecución, negociaciones y elecciones
Las persecuciones obedecen a que en una dictadura del siglo XXI solo se acepta una pequeña dosis de disidencia para intentar guardar las apariencias, siempre que no ponga en peligro su usurpación del poder

 

¿Hay alguna relación entre las persecuciones recientes, la negociación entre el régimen y representantes de los demócratas, y las próximas elecciones? Según algunos, el objetivo de la dictadura es sabotear la negociación. Según otros es para desincentivar que los ciudadanos acudamos a votar. En ambos casos el argumento es que al régimen no le conviene negociar y que tampoco haya una votación masiva. Cabe preguntar ¿acaso las persecuciones, es decir los asesinatos, torturas y encarcelamientos son algo nuevo? ¿Podrían las recientes persecuciones impedir la negociación y desincentivar el voto?

¿A quiénes persiguen?

La política de este régimen es intentar perpetuarse en el poder aterrorizando a todos los sectores. Por eso atropellan a quienes defienden su propiedad, a articulistas que critican, a jueces que no se doblegan, a periodistas que informan la verdad, a políticos que luchan para restablecer la democracia, a   defensores de derechos humanos que denuncian las injusticias, a tuiteros que divulgan abusos, a manifestantes que protestan por la escasez de productos y servicios, a militares considerados peligrosos y a quienes realizan labor social.

Seleccionan a representantes de cada sector. Algunos muy conocidos, otros no tanto. Actúan como terroristas. Para perpetrar sus fechorías, los esbirros armados con fusiles cuentan con la colaboración de esbirros de toga y birrete, es decir de fiscales y jueces.

¿Les importa algo?

¿Acaso les importó dejar morir a Franklin Brito, quien solo pedía que le dieran un pedazo de papel reconociendo su derecho sobre una pequeña parcela? ¿Acaso les importó asesinar a cientos de ciudadanos durante manifestaciones pacíficas, entre ellos a José Manuel Vilas, Evangelina Carrizo, Maritza Ron, y a los jóvenes Génesis Carmona, Juan Pablo Pernalete y Rubén González? ¿Acaso les importó asesinar a ciudadanos presos como a Juan Carlos Sánchez, al capitán Acosta Arévalo y a Fernando Albán? ¿Acaso les importó torturar a la jueza Afiuni y a otros cientos de presos políticos? ¿Acaso les importó detener a miles de ciudadanos, civiles y militares, sin ninguna prueba, entre ellos a la tuitera Inés González, al comunicador social Roland Carreño, al defensor de derechos humanos Javier Tarazona, al dirigente político Freddy Guevara y al teniente coronel Igbert Marín, estos  últimos cuatro actualmente secuestrados en las ergástulas del régimen? ¿Acaso les importan los cinco millones y medios de venezolanos que tuvieron que huir del país en búsqueda de seguridad y de mejores condiciones de vida? ¿Acaso les importa la hiperinflación y la escasez de gasolina, diésel y gas? 

La negociación

A ciencia cierta nadie sabe si el régimen cederá en lo fundamental, como es permitir elecciones regionales acordes con normas internacionales de transparencia y la realización del referendo revocatorio presidencial sin trabas para la recolección de firmas, así como soltar a los presos políticos. Si no fuesen talibanes entenderían que está en su interés ceder, pero quizá se mantendrán en sus trece. Debemos apostar que sean ellos quienes se pongan en evidencia, una vez más, ante la comunidad internacional. Nada perdemos los demócratas con permanecer en la mesa el tiempo que sea necesario. Cierto que el régimen quiere ganar tiempo, pero nosotros no tenemos otra opción a mano.

Las elecciones regionales

Las elecciones tendrán lugar. A las mismas acudirá el sector rojo, los alacranes colaboracionistas y también los nuestros. ¿Cuántos de estos últimos? En estos momentos no se sabe. Hay argumentos válidos tanto para abstenernos, como para votar. El principal argumento para no votar es que eso sería reconocer al Consejo Nacional Electoral que no es independiente y a una Asamblea Nacional que lo designó y que no es legítima. Quienes quieren votar alegan que como los demócratas somos una mayoría aplastante, no importa el sesgo del CNE, siempre y cuando tengamos testigos en todas las Mesas.

Voy a votar

Voy a votar

Lo sensato sería esperar a ver si la presión internacional logra condiciones electorales acordes con estándares internacionales. Si no se logran, la dirigencia tendrá que decidir si de todos modos convocará a votar. Un punto para considerar es que, nos guste o no, ya hay candidatos en la calle que son de oposición. También, evaluar si los ciudadanos se guiarán por lo que digan los políticos. Además, si no presentamos candidatos buenos apoyados por todos, el régimen no necesitará hacer trampas. 

Las persecuciones son de vieja data y obedecen a que en una dictadura del siglo XXI solo se acepta una pequeña dosis de disidencia para intentar guardar las apariencias, siempre que no ponga en peligro su usurpación del poder.

Solo tienen relación con las negociaciones y con las elecciones en la medida en que los demócratas comamos casquillo. Quizá sea oportuno parafrasear a Churchill: “negociar y votar son las peores opciones, excepto todas las demás”.

Como (había) en botica

No estamos de acuerdo con la posible extradición de Rafael Ramírez Carreño, expresidente de Pdvsa. Hay suficientes motivos, pero en la Venezuela actual no tendría un juicio justo, como el que tiene derecho todo ciudadano. Tenemos que ser consistentes.

Solidaridad con los pueblos de Cuba y Nicaragua que exigen democracia. 

Estudios sobre Petróleos de Venezuela y la industria petrolera nacionalizada 1974-2021, es otra importante contribución del distinguido jurista Allan Brewer-Carías. Está disponible en su blog.

El coronel Rubén Darío Bustillos acaba de publicar Guerra entre narcos: el holocausto venezolano. Contiene importante información, está en Amazon. Para quienes gustan de las novelas, el abogado José Luis Méndez publicó Techos rojos, también en Amazon.

Lamentamos los fallecimientos de Alba Carreño de González, Richard Rojas, Antonio Briceño Ruíz y Norbis Africano, compañeros de Gente del Petróleo y de Unapetrol

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

20/7/21

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Armando Martini Pietri Jul 15, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Hasta ganando el castrismo pierde

El castrismo y su dictadura, extendida a Venezuela, se alimenta de fusiles y cadenas; la libertad del espíritu humano. Foto: fotograma del videoclip Patria y vida, de Yotuel.

@ArmandoMartini

Llegó la hora, pasó lo que tenía que pasar. Despertó la generación que dará al traste con la revolución castrista. Se acabó el romanticismo revolucionario. La mesa de la libertad está servida, a pesar de la complicidad internacional. Aunque a trompadas, palos, crueldad, armamento represor, venganza y tortura la afrenta castrista logre controlar la muy delicada situación, los que han estado saliendo a las calles de La Habana y otras ciudades para exigir libertad, democracia, son los jóvenes.

Sí, son los nacidos dentro de la revolución, vestidos, educados como admiradores del comunismo socialista castrista y la mentira de la piltrafa asesina del Che Guevara. Ellos marcarán un antes y un después. No son los veteranos del Escambray (donde encontraron refugio los aborígenes cubanos; los combatientes del Ejercito Mambí, luchadores por la independencia (1868-1898); o donde se albergaron guerrilleros del Movimiento 26 de julio, Directorio Revolucionario 13 de marzo y el Segundo Frente Nacional en su guerra contra el general Fulgencio Batista (1957-1958). Tampoco los melancólicos de la Cuba antes del 1959. Y menos aun los saboteadores enviados por el imperio estadounidense ni gringos de la CIA.

Son hijos, descendencias, retoños del perverso proceso castrista, sin sueños con incertidumbre, hambre, miseria y desesperación, los que rechazan “patria o muerte” y vitorean “Patria y vida”, los que no vivieron ni conocieron una Cuba anterior.

Video del tema Patria y vida, en el canal oficial Yotuel, en Youtube

Moceríos que no solicitan vacunas que el régimen les niega, aunque temerosos y angustiados, los jefes tiránicos aleguen esa exigencia como motivación y excusa. No solo están atacando patrullas de la temida y brutal policía, formada para reprimir, pidiendo mejores salarios o reivindicaciones. No se agrupan frente al hermoso e imponente Palacio del Congreso, memoria de un pasado diferente y testigo blanco de la infame sumisión esclavista, para exigir cambios de leyes y mejoras sociales.

Es mucho más grave, definitivo y retador. Es una sociedad germinada en el socialismo castrista, que levanta sus manos -y teléfonos celulares- para exigir con pasión y en justicia lo que la barbarie y crueldad comunista no puede darles: libertad.

Las juventudes herederas han entendido que en libertad todo es posible: la prosperidad y la derrota, lo bueno y malo, pero con derecho a elegir un futuro independiente, promisor. Han concientizado que el éxito social no se logra por halagar, adular, obedecer sin cuestionar al tirano. Y salen a la calle pese al temor de ser reprimidos o asesinados por policías uniformados y de civiles.

La libertad es un infinito que se lleva profundo en el espíritu. Nos convierte la vida en un reto personal y no como destino decidido por cretinos bufones asalariados. O por un imbécil dictador corrupto, sus testaferros, cómplices y represores. Eso es exactamente lo que ha comprendido e interpretado la sociedad cubana de hoy, que nació y creció en el deshonor del despotismo, en la infamia del fanatismo y en el oprobio del absolutismo.

Poco importa si lo aprendieron por comparación de familiares y amigos huidos al extranjero; si se enteraron por internet de que existe un mundo y futuro mejor, o si lo descubrieron por lo que cuentan los fugados de las delegaciones enviadas, en un esquema cuasiesclavista, a países en los cuales hay pobreza y dificultades. Pero los ciudadanos tienen libertad de acción y omisión. Lo único que interesa y cuenta es que lo saben, sienten, exigen, pretenden y, por ello, están dispuestos a poner la cara, asumir el riesgo y sacrificio para ser libres. Después de que obtengan libertad, escogerá cada uno su destino personal.

Eso es lo que ignoran o no logran comprender quienes están al tanto de cómo controlar los estultos burócratas enquistados, sin soberanía ni integridad, pervertidos en la sumisión y con los represores a sus órdenes. Esos que a cualquier petición solo saben responder como sus alumnos castro-maduristas, con reprimenda y salvajismo.

La libertad es siempre una emoción fuerte, potente, profunda, recia y apasionante. Puede que se contenga por un tiempo, pero jamás se olvida, es más honda y poderosa que la represión.

La dictadura se alimenta de fusiles y cadenas, la libertad del espíritu humano.

Por eso podría pasar que a tiros, golpes y carcelazos el régimen logre más o menos el control de las calles. Pero jamás podrá controlar la rebelión ciudadana en busca de libertad. En ninguna parte. Ni allá, ni aquí.

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Orlando Viera-Blanco Jul 06, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Hora de romper cadenas
Fue la resistencia a la ocupación, la sumisión, la humillación al acatamiento colonial y el desplazamiento cultural, lo que inspiró el grito de la soberanía

 

@ovierablanco

Cuatro patriotas del Congreso de la República de Venezuela de 1811 fueron claves  para la declaración de nuestra independencia del imperio español. Juan Antonio Rodríguez, presidente del Congreso; Luis Ignacio Mendoza, vicepresidente; Juan Germán Roscio, corredactor de la Constitución de 1811 y Francisco Isnardo, secretario del Congreso Constituyente.

Después de la firma del Acta de Independencia (A. I.) aquella tarde del 5 de julio de 1811 en la capilla de Santa Rosa de Lima, nace la I República que rápidamente cae con la capitulación de San Mateo del Generalísimo Francisco de Miranda, el 25 de julio de 1812. Bolívar marcha a Colombia e inicia la fundación de la II República (1813) tras la Campaña Admirable. Desde la Batalla de Cúcuta y la recuperación del río Magdalena, Bolívar lidera las victorias de las Batallas de Agua de Obispo, Niquitao, los Horcones y Taguanes, y mil kilómetros de ruta gloriosa. Finalmente entra triunfante a Valencia, La Victoria y Caracas, donde es proclamado El Libertador.

No hubiese habido 5 de julio de 1811 sin 19 de abril de 1810, cuando fue sustituido Vicente Emparan, otrora gobernador de la Capitanía General. Bueno destacar que Venezuela fue el primer país latinoamericano en declarar su independencia de España. El A. I. consagró tres valores fundamentales: i. La justicia como instrumento sanador de la infamia, la instigación y “la guerra entre hermanos”; ii. El ideal de soberanía (sin negar nuestra esencia hispana, mestizaje y el catolicismo como misma religión); y iii. La felicidad como derecho y anhelo de los pueblos autónomos.

En los caminos andados por los padres de la patria está la ruta para refundar la nueva república. Virtudes republicanas sembradas en el A. I. de 1811, donde libra el deber histórico de rebelión y emancipación.

La guerra y la paz

Rodríguez, Mendoza, Roscio e Isnardi redactaron el A. I. sobre los valores de dignidad de los hombres, igualdad de los individuos, libertad de expresión y prohibición de la censura. Marca el inicio de nuestra soberanía constitucional, un Estado libre, independiente y federal. Nace nuestra primera constitución (1811), que nos emancipa de las prácticas coloniales impuestas durante trescientos años de la América española.

La influencia de las ideas de la Ilustración y la Revolución Francesa, fueron historia viva y precursora. Recordemos el texto del acta: “Sordos siempre a los gritos de nuestra justicia, han procurado los gobiernos de España desacreditar todos nuestros esfuerzos declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las tentativas que, en diversas épocas, han hecho algunos americanos para la felicidad de su país”. Historia de independencia, libertad y soberanía de los pueblos, que es historia de rescate de la verdad…

Continúa el acta: “Conducidos a la horrorosa suerte que vamos ya a apartar de nosotros para siempre; con esta atroz política (sordos a la justicia), han logrado hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y de la consanguinidad, y convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia.” Dos siglos más tarde, Venezuela reedita esa política aterradora de oídos sordos a la justicia que “hace a nuestros hermanos insensibles a nuestras desgracias”.

Sentencia el Acta de Independencia: “Mas nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en mejores principios, y que no queremos establecer nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y partícipes de nuestra felicidad, a los que, unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden…”.

Un credo con plena vigencia en nuestros días: rescatar nuestro sentido familiar por ser nación de “una misma lengua, sangre y religión”, y nuestra voluntad de redimir diferencias como pueblo amante de la amistad y de la paz. Valores sensiblemente libertarios pero profundamente humanos, presentes ayer y hoy por nuestra independencia.

La guerra se impuso por el empeño de la corona de conservar sus dominios y usanzas. Fue la resistencia a la ocupación, la sumisión, la humillación al acatamiento colonial y el desplazamiento cultural, lo que inspiró el grito de soberanía. La política de “la infamia, el cadalso y la confiscación de todas las tentativas”, como negación del derecho fundamental de vivir en paz y prosperidad, selló el levantamiento repuplicano.

Demos nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro honor…

Concluye el acta del 5 de Julio de 1811: “Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes, absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España… y que como tal, tiene pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, para hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes (…) Para hacer válida, firme y subsistente esta nuestra solemne declaración, demos y empeñamos mutuamente unas provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado de nuestro honor nacional”.

Es hora de hacer y ejecutar la paz, hora de romper cadenas y restituir la república, de una misma sangre, de un mismo corazón, una misma lengua y religión. No más ocupación.

¡Cúmplase!

* Embajador de Venezuela en Canadá

Y saldrán corriendo

Y saldrán corriendo

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Elecciones, fantasías y expectativas realistas

@AAAD25

Henos de nuevo aquí, con la polémica comicial acaparando lo poco que queda de discusión política en Venezuela. Los argumentos a favor y en contra de participar en lo que en este país llaman “elecciones” hace tiempo que son los mismos. Ya aburren, y como voz (de poco alcance) en ese debate, me incluyo. Parece mentira que tantos negados a votar mientras el chavismo gobierne y tantos defensores del sufragio sin importar las condiciones sean tan ágiles esquivando el quid de la cuestión: el voto como herramienta para el cambio político solo tiene sentido como parte de una estrategia que trascienda la jornada electoral y pueda valerse del evento como catalizador de un proceso de presión que desemboque en transición negociada. Es decir, ni el voto ni la abstención en sí mismos constituyen un avance.

Por desgracia, la dirigencia opositora venezolana no ha sido capaz de desarrollar tal estrategia, cosa que no ha cambiado. Entonces, ¿para qué molestarnos siquiera con el asunto de las elecciones regionales y locales convocadas para finales de este año?

Bueno, lo que sucede es que los interesados en lanzar candidaturas, así como los cabecillas y comentaristas de la oposición prêt-à-porter, se han dado a la tarea de propagar la noción de que ganar algunas gobernaciones y alcaldías, sin importar la carencia de un plan como el ya aludido, sería un logro para la causa por la restauración de la democracia constitucional venezolana. Es la asimismo manida narrativa de “los espacios”.

Puedo imaginar que la causa de tal mensaje es el temor a nuevos fiascos que expongan por enésima vez la debilidad del sector “voto o nada”, como la candidatura presidencial de Henri Falcón o el desempeño paupérrimo de la oposición prêt-à-porter en diciembre pasado. Y no obstante, esta vez pudieran contar con un número mayor de personas (aunque me atrevería a decir que no muy mayor) dispuestas a seguirles la corriente, debido a la frustración con la inercia de la oposición que encabeza Juan Guaidó.

El razonamiento es tentador, pero ilusorio. Cuando los cuatro gobernadores “autoexcluidos” de Acción Democrática se juramentaron ante la “Asamblea Nacional Constituyente”, no fue un saludo a la bandera para luego desconocerla. Fue el fin de las gobernaciones como espacios funcionales de resistencia al régimen, cosa que no tardó en extenderse a las alcaldías. Desde entonces, una regla tácita de la política venezolana marcada por la simulación de democracia es que todo aquel que quiera ser gobernador o alcalde ajeno a la elite gobernante debe abstenerse de fomentar la oposición a Miraflores y de permitir que sus jurisdicciones sean refugios para la organización de protestas contra el régimen.

Esto es básicamente “despolitizar” los gobiernos regionales y locales que caigan en manos de personas que no militen en el PSUV y sus organizaciones satelitales. Quitar lo “político” de los entes político-administrativos. En efecto, a los titulares solo se les permite hasta cierto punto administrar sus estados y municipios, y digo «hasta cierto punto» porque el chavismo siempre se reserva la prerrogativa de intervenir hasta en dicho ámbito cuando quiera, mediante la figura no electa popularmente del “protector”.

En el mejor de los casos, algunos funcionarios podrán dar declaraciones públicas contra la elite gobernante, sobre todo en cuanto al control paralelo de los territorios que ellos deberían administrar. Tal es el caso de Leidy Gómez, la gobernadora del Táchira. Pero a pesar de la estridencia, es solo retórica. No hay acciones que verdaderamente inquieten al régimen.

Así que pueden olvidarse de un gobernador como lo fue Henrique Capriles en Miranda cuando se elevó al papel de líder máximo de la oposición. O de alcaldes como Enzo Scarano, Carlos García, David Smolansky y Warner Jiménez.

La era de las gobernaciones y alcaldías rebeldes se acabó. Con las protestas de 2014 y 2017, la elite gobernante vio cuán incómodas pueden ser y decidió no tolerarlas.

Por eso, casi todos los alcaldes que se atrevieron a desafiar terminaron presos o exiliados. Los aspirantes a sucederlos vieron el peligro y por eso ya no hay jefes de gobierno regional y local dispuestos a emularlos.

Recapitulando, si un ciudadano común me dice que va a votar en las próximas elecciones porque cree que un alcalde fuera del PSUV quizá (subrayo el “quizá”) hará un mejor trabajo recogiendo la basura, se lo creo. O porque valora la gestión recreativa en su municipio y desea preservarla (hasta yo admito no me gustaría nada ver el Centro Cultural Chacao forrado con gigantografías de Hugo Chávez). Todos esos son argumentos válidos. Pero no acepto que alguien pretenda venderme expectativas más grandiosas o épicas que esos asuntos mundanos. Si alguien me invita a votar o, peor, me increpa por no querer hacerlo aludiendo a “los espacios de resistencia”, lo voy a desestimar riéndome.

Posdata para los que quieren votar aun ateniéndose a las razones limitadas: tengan en cuenta las aspiraciones del régimen. Es razonable suponer que a la elite gobernante no le importará ver unas pocas alcaldías en otras manos. Sobre todo aquellas que nunca ha ganado y que por tanto nada aportan a su propaganda (e.g. El Hatillo en Miranda y Diego Bautista Urbaneja [Lechería] en Anzoátegui). Después de todo, ello respaldaría la simulación de democracia. Igual argumento pudiera extenderse a las gobernaciones, con el agravante de que, por abarcar los estados más territorio y ser depositarios de mayores recursos, son blancos más apetecibles para la elite. En cualquier caso, un mapa principalmente rojo es el escenario más probable. Vaya la advertencia para que después no se estén lamentando de haber creído en pajaritos preñados.

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Eddie A. Ramírez S. May 25, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
¿Quiénes son colaboracionistas?

Colaboradores son quienes se reúnen, física o virtualmente, para realizar un trabajo. Para que la obra culmine exitosamente tiene que existir tolerancia entre los colaboradores. Cada uno debe aportar para que la suma de los talentos sea superior al de las partes. Es un hábito positivo que debe ser incentivado en nuestro sistema educativo. Por el contrario, un colaboracionista es un individuo que busca un beneficio personal y por esto colabora con los invasores de un país o con un gobierno títere impuesto por el enemigo.

Colaboracionistas en la historia

En la historia de la humanidad abundan los casos individuales y de poblaciones enteras que han colaborado con invasores, sea por interés personal o por afinidad ideológica. En la antigüedad, cabe recordar al tristemente célebre Efialtes, quien se vendió al persa Jerjes I facilitándole evadir el paso de las Termópilas.

Durante la segunda guerra mundial abundaron los colaboracionistas con el régimen nazi: Quisling en Noruega, León Degrelle en Bélgica, Petain, Laval y Papon en Francia, entre otros, todos ellos traidores a sus pueblos. El uso de la palabra colaboracionista se atribuye a Petain, quien desde Vichy declaró que había que colaborar con los nazis. Después de la guerra, Quisling y Laval fueron fusilados. Petain y Papon estuvieron presos y Degrelle logró la protección en España del dictador Francisco Franco.

Colaboracionistas en Venezuela

En Venezuela alguien desenterró esta palabra y algunos se la endosan a quienes se dicen de oposición, pero que se sospecha, con razón o sin ella, que directa o indirectamente apoyan a Maduro. Acusar sin pruebas se ha convertido en el deporte principal en nuestras redes sociales. Se ha abusado de ese epíteto.

Sin duda que hay colaboracionistas, pero a veces se comete la injusticia de aplicarlo indiscriminadamente.

Algunos acusadores lo hacen por percibir que determinada persona apoya al régimen por debajo de cuerda y pretende cohabitar con el mismo. Otros lo hacen para desprestigiar a alguien y no falta quienes se creen dueños de la verdad y consideran que cualquiera que piense diferente le hace el juego al régimen. Cuando las acusaciones tienen base, contribuyen a delimitar los campos, lo cual es deseable. Cuando carecen de la misma solo causan confusión en los ciudadanos y eso beneficia al régimen.

¿Quiénes son los colaboracionistas?

No por negociar o por llamar a votar en las regionales se puede tildar a alguien de colaboracionista. Sí lo son quienes se dicen de oposición y predican que Maduro es el presidente constitucional y que su mandato finaliza en el año 2024. Son colaboracionistas los que reconocen la Asamblea Nacional usurpadora electa en diciembre del 2020. Son colaboracionistas los que promovieron que el TSJ removiera las directivas de Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Copei y Bandera Roja.

Son colaboracionistas los ciudadanos Bernabé Gutiérrez, José Brito, Luis Parra, Gregorio Noriega, Miguel Salazar, Pedro Veliz, Jesús Gabriel Peña, Adolfo Superlano y Negal Morales, entre otros. También Enrique Ochoa Antich, quien defiende constantemente al usurpador Maduro. Ricardo Sánchez, Claudio Fermín y Timoteo brincaron la talanquera. Felipe Mujica y Henry Falcón tienden hacia el régimen. Así mismo son colaboracionistas los funcionarios, civiles y militares, que han permitido que cubanos castristas, iraníes y guerrilleros colombianos se hayan apoderado de nuestro país.

Los traidores

Los traidores

¿Quiénes no son colaboracionistas?

Enrique Capriles y Eduardo Fernández no son colaboracionistas, aunque no son colaboradores en el trabajo de sacar al usurpador.  No coincidimos con la posición de ellos, pero es injusto descalificarlos porque predican que hay que votar en las regionales y por no formar equipo con la mayoría opositora.

Tampoco lo son Enrique Márquez y Roberto Picón, por haber aceptado ser rectores del CNE, aunque han debido esperar para ver si es posible una negociación integral. Mucho menos son colaboracionistas María Corina y Antonio Ledezma, aunque no son colaboradores, ya que están en constante desacuerdo con la mayoría opositora. Son luchadores valientes que quieren, con razón o sin ella, diferenciarse del resto.

El colaboraciómetro

No existe un colaboraciómetro para medir si alguien es colaboracionista o no. Tampoco para medir en una escala el grado de colaboracionismo. No hay medias tintas. O se es colaboracionista o no se es. También hay que considerar que cuando cesen las pasiones quizá nos daremos cuenta de que las percepciones de hoy no serán las mismas del mañana. Con toda seguridad no están en la lista de colaboracionistas todos los que son, aunque pareciera que sí son todos los que están. Al respecto cabe traer a colación el caso de la Malinche, la indígena mexicana que se casó con Hernán Cortés. Hasta hace poco era unánimemente condenada por colaboracionista, pero hoy se tiende a matizar su actuación.

Por otra parte, después de la guerra, Papon fue considerado un patriota, hasta que se demostró que fue un colaboracionista responsable del envío de cientos de franceses judíos a campos de concentración y a la muerte. Por cierto, Efialtes todavía espera el pago.

Como (había) en botica

Carlos Jordá, presidente de CITGO, presentó el Informe del primer trimestre de este año. En cambio, la Pdvsa roja no presenta sus resultados desde hace cuatro años.

Se cumplen dieciocho años del acuerdo entre el gobierno y la oposición, con la OEA y el PNUD como facilitadores y testigos, en el que el gobierno se comprometió, entre otros puntos, a respetar la Constitución y nombrar un CNE independiente. Seguimos esperando.

El incapaz Padrino López demoró 20 días en enterarse de que la guerrilla colombiana tenía secuestrados a ocho militares venezolanos, y permanece mudo ante el ajusticiamiento, real o ficticio, del líder guerrillero colombiano Santrich, supuestamente ocurrido el  17 de mayo.

Felicitaciones al joven arquitecto Alejandro Vegas por su exposición en Madrid titulada Barricadas.

Lamentamos los fallecimientos de Nanci Guardia, Arlenis Arrieta de Rojas, Celestino Prada, Eduardo Cano y Tomás Pérez, compañeros de la Pdvsa meritocrática.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Armando Martini Pietri May 20, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
¡Cen’ est pas compris!

@ArmandoMartini

Usurpador, ilegítimo, tirano, dictador, sumiso al castrismo, embustero, con recompensa por ubicación y entrega, violador de los derechos humanos, perpetrador de crímenes de lesa humanidad. ¿Esto y mucho más se ha dicho del ahora digno acreedor de confianza para sentarse con quien ejerce de presidente interino a negociar? Después de atacarlo ¿hoy resulta meritorio contertulio para llegar a un Acuerdo de Salvación Nacional para una Venezuela que han destruido como política premeditada y alevosa?

¿Cómo comprenderlo?

Señalan que en política todo es posible. Lo reseña la historia, pero también hay excepciones. Aliados encarcelaron a los nazis, sin embargo, algunos dirigieron la nueva Alemania, otros fueron reclutados por sus conocimientos tecnológicos y hasta diseñaron armas. ¿Acaso las bombas que asolaron Londres y gases que envenenaron a judíos no eran de tecnología avanzada? Malos o buenos según convenga. ¿Es esa salida la salvación del país?

El venezolano se ilusionó con la seguidilla cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres. De repente, y sin aviso, el cese de la usurpación desaparece, ya nadie lo menciona; la tiranía armada y abusadora se convierte en gobierno de transición y las elecciones libres van en tres capítulos “medianamente transparentes”. Las regionales para badulaques y majaderos “partidos opositores”; y las presidenciales en dos años esperando lo que suceda dentro de uno con el revocatorio que excita a simplones lerdos. El caos político devora la racionalidad, si alguna vez la hubo.

Una propuesta a destiempo

La propuesta es inconsistente, luce a destiempo, está mal edificada y pesimamente expuesta. De seducción impropia con clamores alucinantes y gemidos irresponsables. Plantear el diálogo significa participar en la trampa, mantener la dominación, evadir sanciones y validar parodias electorales, negando tercamente la esencia perversa del régimen. El mal es astuto.

Equivocados piensan que se saldrá de la incredulidad olvidando engaños pasados y recientes. Creen que convencerán a la gente para disfrazarse con atavíos partidistas ruñidos, malolientes e indecentes. Perdieron el respeto y el respaldo ciudadano; hicieron méritos para merecerse el repudio. Burlarse de tanta gente y engañar con descaro no da rédito. Error garrafal «olvidar» que el interlocutor es la nación. Sin embargo, están obsesionados con la fatua pretensión de proceder en nombre del país, sin entender que adolecen de la sintonía de la empatía.

Si el oficialismo castromadurista por su parte, la oposición débil y quebrantada por la suya, están tan divididos, ¿qué y a quien representan?; ¿qué pondrán en la mesa para negociar? El nuevo liderazgo nacerá de la ciudadanía. La pasividad en política permitió que vaguetes inescrupulosos asumieran liderazgos sin base moral ni principios.

La propuesta de “salvación nacional” carece de confianza y credibilidad. Ilusa para pueblos ignorantes con malvados factores proponentes. La presión de tarifados convenientes y coautores la obligó, no la convicción como opción de estrategia planificada. La seguridad política no existente debido a falsedades, fracasos, abandonos y deslealtades de la oposición socialista y blandengue contra la ciudadanía. Ejemplos: la traición planificada de la Consulta 16J, la deliberada trampa del 12D, la felonía, cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres, entre otras burlas perpetradas sin piedad ni misericordia al sentimiento y mandato popular.

El CNE “imparcial” y otras limosnas

Extemporánea la búsqueda de un acuerdo entre el régimen usurpador, la comunidad internacional que lo acusa de crímenes de lesa humanidad y sectores de oposición cuestionados, sin apoyo, legitimidad ni representatividad para salir de la crisis. Un proyecto de arreglo inconsulto, realizado en un ambiente de dispersión, sin el mínimo sentido de la oportunidad y momento político, que lo condena irremediable al fracaso. Pensar que quien está conectado a cuanta vaina mala existe y tiene secuestrado a un país, no es un problema estrictamente político, resulta de una irreflexiva imbecilidad.

Se va a negociar lo que bolichicos, oportunistas e innobles colaboracionistas pretenden, que el “imparcial” árbitro decida adjudicarles algún cargo de limosna e insignificancia; que el oficialismo se luzca ganando el revocatorio, o ennoblecerse aceptando que no lo quieren y, como Emparan, abandone el mando; siempre y cuando los castromaduristas conserven lo que tienen para consolidar la oligarquía revolucionaria, y la era por venir del PSUV como partido frente a una variedad opositora multipartidista.

Conversaban desde hace meses, lo que evidencia que mientras infiltrados del G4 estuvieron desmovilizando cualquier iniciativa, estaban negociando. Públicamente se planteaba una estrategia y a puerta cerrada se establecía otra, contradictorias entre sí. Cometieron delito de fraude y estafa continuada a la ciudadanía.

Y por si fuera poco, en medio del conflicto, una generación entera gastó su juventud, saltando de esperanza en esperanza, yendo de una lucha a otra, postergando sueños por tanto tiempo que terminaron perdiéndolos. Venezuela se hunde en la peor crisis humanitaria, migratoria, de corrupción y violaciones sistemáticas de los derechos humanos, han devastado el país.

¡On ne comprend pas comment négocier!

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