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Diaspora venezolana

El 42 % de migrantes que cruzaron Honduras rumbo a EEUU en 2023 son venezolanos
Del total de migrantes que llegaron a Honduras, 228.889 eran venezolanos, seguido de Cuba (85.969), Haití (82.249), Ecuador (46.086), Colombia (13.136), Guinea (12.902), China (12.184) y Senegal (8.964)

Alrededor de 545.043 migrantes, en su mayoría venezolanos, cruzaron Honduras en 2023 con el objetivo de llegar a Estados Unidos, informó este viernes, 5 de enero, el Instituto Nacional de Migración (INM).

El número de migrantes que ingresaron al país entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año pasado es un 188,6 % superior a los 188.858 extranjeros registrados en 2022, según las cifras del INM.

Del total de migrantes que llegaron a Honduras, 228.889 eran de Venezuela, seguido de Cuba (85.969), Haití (82.249), Ecuador (46.086), Colombia (13.136), Guinea (12.902), China (12.184) y Senegal (8.964), precisó la institución hondureña.

Los restantes 54.664 migrantes que ingresaron al país proceden de más de una treintena de países del mundo, incluidos asiáticos y africanos, detalló el INM, que enfatizó que las autoridades migratorias han «garantizado un trato digno y el respeto a los derechos humanos» a los viajeros.

Muchos de los migrantes irregulares son acogidos en cuatro Centros de Atención al Migrante Irregular (CAMI) habilitados por el Gobierno, donde toman sus datos biométricos y reciben alimentación y atención médica.

El Gobierno de Honduras anunció el pasado 28 de diciembre que no impondrá sanción administrativa a los flujos de migrantes extranjeros que ingresen al país, a quienes además se les otorgará un permiso especial de permanencia en el territorio nacional hasta por un término de diez días.

 

Las medidas se tomaron «en vista de la no aprobación de la prórroga de la amnistía migratoria vigente hasta el 31 de diciembre» de 2023, de lo que el INM culpó en un comunicado a los diputados del opositor Partido Nacional «y sus aliados en el Congreso Nacional», en alusión tácita a otras bancadas de oposición.

La medida del Ejecutivo hondureño obedece a que el 31 de diciembre se vence una amnistía migratoria para que los extranjeros en tránsito por el país no paguen un impuesto, que establece el marco normativo vigente, cuya prórroga no ha sido aprobada por el Parlamento, que lleva cuatro meses sin celebrar sesiones por diferencias y falta de consenso entre las distintas bancadas para elegir a los nuevos fiscal general y fiscal adjunto.

*Con información de EFE

Calculan en 6,8 millones el total de migrantes venezolanos
La cifra supone un aumento del 9,7 % (660.000 personas) frente al registro de julio, que daba cuenta de 6,15 millones de migrantes

Foto: AP

La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), en su última actualización, reveló que más de 6,8 millones de venezolanos salieron de su país en los últimos años.

La R4V es un mecanismo de coordinación regional coliderado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para responder al desplazamiento de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en América Latina y el Caribe.

«El número de personas refugiadas y migrantes de Venezuela sigue en aumento. A agosto de 2022, 6.805.209 de personas salieron de Venezuela. El 84 % (5.745.664) vive en América Latina y el Caribe», se lee en un tuit de la coalición.

El dato, con fecha de corte del 5 de agosto, supone un aumento del 9,7 % (660.000 personas) frente al registro de julio, que daba cuenta de 6,15 millones de migrantes.

«Estas cifras representan la suma de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo venezolanos reportados por los gobiernos anfitriones. No necesariamente implican identificación individual, ni registro de cada individuo, e incluye un grado de estimación, según (…) cada gobierno», dice la plataforma en su web.

El período de medición disponible arranca en febrero de 2018, cuando se tenía información de 1,2 millones de migrantes, y culmina en agosto de 2022 con el último reporte disponible.

Según la R4V, como «muchas de las fuentes de los gobiernos no toman en cuenta a venezolanos sin un estatus migratorio regular, es probable que el número total sea más alto».

Los países con más migrantes venezolanos

Colombia, con 2,5 millones de venezolanos, lidera la acogida de esta población, seguida por Perú con 1,3 millones, Ecuador y Chile con cerca de medio millón de personas cada uno, y Brasil con casi 360.000.

La plataforma indica que hasta 2019 había cerca de medio millón de venezolanos en Estados Unidos y que a enero de este año el total de venezolanos que se habían radicado en España llegó a 438.000.

No obstante, la entidad no facilita cifras de los retornados desde que comenzó a informar sobre los venezolanos que salen del país.

Los que se enfrentan al peligro del Darién

Casi 45.000 venezolanos cruzaron la peligrosa selva del Darién, en Panamá, en los primeros siete meses del año 2022.

Así lo afirmó el Comisionado de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, David Smolansky.

El funcionario se basó en las cifras del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) de Panamá.

«Solamente en julio, 16.864 migrantes venezolanos cruzaron El Darién. Ya son casi 45 mil en los primeros 7 meses del año, según @senafrontpanama, lo que equivale al 63% del total (71.000 personas de todas las nacionalidades)», escribió Smolansky en su Twitter.

El pasado 9 de agosto, Smolansky comentó que por cada cubano que atraviesa el Darién, lo hacen 12 venezolanos.

«El ‘vamos a terminar como Cuba’ ya es una realidad, y cuidado si es peor. Distintos tiempos, diferentes actores y un mundo interconectado, pero la receta es la misma», opinó.

El pasado 9 de agosto, el Servicio Nacional de Migración de Panamá reveló que julio fue el más con mayor flujo de migrantes en la selva, con 22.582. De ese lote, 74,6% (16.864) eran venezolanos.

Con información de EFE

La diáspora venezolana, archipiélago doliente
Qué gobierno nuestro, sea usurpador, sea interino, desplazará sus intereses políticos y sobrepondrá los DDHH de la diáspora

 

@asdrubalaguiar

La nación venezolana –no me refiero a su organización como república, sino a su genuina expresión como odre en el que se juntan el vino viejo de nuestros ancestros con el vino nuevo que nos asegura contar con raíces– es hoy un archipiélago doliente. Peor aun, somos una diáspora adolorida y sin dolientes.

La desaparición de la nación, y de su atípica tipicidad, es un hecho palmario, al menos potencial y en avance. Y sin nación ni hay ni habrá república doliente. Es esa la consecuencia de que millones de trashumantes hayamos dejado atrás –salvo en la memoria y mientras nos dure– el lugar de nuestros mayores y el origen de nuestros afectos como familias reunidas, como sociedad. Procuramos, es verdad, salvar así y cuando menos el sentido de la patria perdida. Pues patria, lo dijo uno de nuestros padres fundadores civiles, el patricio Miguel J. Sanz, es la que nos “permite ser libres como debe serlo”.

La nación o la patria como su sublimación no es el escudo. Tampoco la bandera o el himno común que cada uno de nosotros llevamos a cuestas o en nuestro equipaje para apechugar el dolor. Al caso, diluidos por toda la geografía del planeta, en especial sobre el territorio de las Américas, venimos de un tránsito republicano casi bicentenario que nos hizo seres sin memoria y huérfanos de historia. Todavía más ahora, bajo una civilización global digital cultora de lo instantáneo, que maldice al pasado.

Las espadas, desde cuando instalan su relato épico y luego de la caída de la Primera República –la de 1810 y 1811, hechura de una Ilustración denigrada por aquellas– ya nos habían moldeado como nación de presente y sin Torá; ahíta de un complejo adánico, sin partida de nacimiento. No por azar, incluso hoy, buscamos al ser que somos sin lograr serlo todavía y de un modo acabado. De allí nuestra apelación constante al traficante de ilusiones, al padre bueno y fuerte que pueda allegarnos su mano salvadora y pródiga en la desventura.

Algunos dicen que nuestra cultura de presente: ese ser y no ser seres acabados al mismo tiempo, derivaría del ser nosotros hijos del mestizaje; o, según lo afirmara Francisco Herrera Luque, el nosotros ser como la hallaca, “encrucijada de cien historias distintas: el guiso hispánico, la masa aborigen, la mano esclava, el azúcar del índigo, la aceituna de Judea…”. Pero, al cabo y como lo creo, nuestra grandeza y lo que nos da talante propio y nos abre la posibilidad –hasta ahora extraña para nuestra tradición– de seguir siendo lo que somos en tierra ajena, es ser partes de un mestizaje que vive añadiendo sabores nuevos a su esencia primaria. Es lo que nos hace y lo que nos da la especificidad de ser los venezolanos culturalmente abiertos, libertarios; cosa distinta de lo que aún no alcanzamos a ser, un pueblo democráticamente maduro.

Mal podemos entender o digerir, pues, que siendo raizalmente abiertos a la vez que pioneros en la experiencia de la inmigración –la nuestra fue de blancos de orilla o canarios como se les llamaba, e importante fuente nutricia de nuestro ser desde el lejano siglo XVI hasta que la asume José Antonio Páez como política de Estado– ahora se nos maltrate y humille en las tierras a las que llegamos, padeciendo como etnia de gitanos.

Que cabrá erigirle un monumento a la memoria al presidente colombiano Iván Duque, que ha protegido al grueso de nuestra diáspora; o a Luis Almagro por confiarle a David Smolansky cuidar con celo de apóstol y desde la OEA a los migrantes nuestros, es más que justo y necesario.

Lo protuberante, antes bien y más que recordar que a mediados de los años 70 del siglo pasado Venezuela acoge a las poblaciones latinoamericanas purgadas por las dictaduras de las que eran víctimas; o que a inicios de los 80 nuestras maternidades sean sitios de acogida de las parturientas venidas desde el Caribe angloparlante, es la ausencia  de reales dolientes del archipiélago que somos y por parte de quienes se ocupan de los menesteres de poder dentro de nuestra política doméstica.

Ser dolientes no es acudir a una frontera para ofrecer el abrazo de ocasión o practicar el narcisismo digital.

Ha de hacerse memoria y tener presente, aquí sí, que Venezuela vio bloqueadas sus costas a inicios del siglo XX bajo el gobierno de Cipriano Castro, a propósito de la protección diplomática ofrecida a sus ciudadanos por las potencias europeas que nos reclamaban por la fuerza los daños irrogados a los derechos de estos durante nuestras revueltas –llamadas revoluciones– del siglo XIX. Y lo que se cuestionó, desde el Derecho internacional, fue el haberse usado la fuerza con ese propósito; que se resume en la idea de que cada Estado puede y debe asumir como daño u ofensa propia la ofensa o el daño que se le irrogue a cada uno de sus nacionales en el extranjero.

No por azar Estados Unidos, en 1982, a través del mecanismo de la protección diplomática, demandó al gobierno de Irán reparar los daños sufridos por Kennet P. Yeager y su familia, a quienes expulsaron de manera violenta las autoridades iraníes, contrariando derechos elementales de aquéllos; y apalancándose estas en la tesis de que se trataba de un acto de Estado.

La pregunta huelga: ¿qué gobierno nuestro, sea usurpador, sea interino, desplazará sus intereses políticos y sobrepondrá los derechos humanos de la diáspora; y reclamará y ejercerá la tutela de estos de una manera formal y frontal ante los gobiernos que reconocen a uno o al otro? A manera de ejemplo, ¿a quien le duele nuestro archipiélago doliente sito en predios chilenos y peruanos cuyas turbas de ciudadanos lo desprecian y maltratan con saña?

correoaustral@gmail.com

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Luis Oliveros Ene 27, 2022 | Actualizado hace 1 mes
Venezuela se está arreglando
La frase “Venezuela se está arreglando” no solo es patética y mediocre, también engloba una gran mentira y ha generado una discusión sin sentido

 

@luisoliveros13

Todos tenemos (lamentablemente) familiares y amigos que se han ido del país. La mayoría de ese grupo sigue estando pendiente de lo que ocurre en Venezuela. Obvio, no solo dejaron seres queridos sino también el país en el cual nacieron y vivieron un buen tiempo.

No obstante, todos también tenemos a ese amigo o familiar que constantemente te llama/escribe desde el exterior para reafirmar que Venezuela sigue muy mal. Ese personaje pareciera que se nutre con las malas noticias que ocurren en el país y al mismo tiempo sufre (lo discute con argumentos un poco histéricos) por todo lo posiblemente bueno que ocurra.

Desde que ahora no hay escasez (porque TODO es importado, tú no tienes real para comprar nada, además allá nada se produce); la salida de la hiperinflación (eso es mentira); el crecimiento económico (tú eres un cohabitador y te lo crees); la aparición de emprendimientos (ahora resulta que eso es malo, porque entre otras cosas, TODOS esos son negocios para lavar dinero, incluyendo a la señora que montó una venta de empanadas en el garaje de su casa); de un bodegón (no compres allí, TODOS son de enchufados); de un casino (no vayas nunca, jugar es malo para ti); de la dolarización (estás en el Titanic y te falta poco para morir); los delivery (al comprar por allí estas cohabitando con el rrrégimen), hasta por una medalla en las Olimpiadas (ella/él son chavistas, hay que odiarlos).  

La frase “Venezuela se está arreglando” no solo es patética y mediocre, también engloba una gran mentira y ha generado una discusión sin sentido.

Los que vivimos en el país lo sabemos muy bien pero también lo saben quiénes la repiten. A Venezuela le falta mucho para recuperarse. Pongamos un ejemplo: si de verdad (según lo que dijo hace poco Maduro) esta economía creció un 4 % en 2021, entonces la caída acumulada entre 2013 a 2021 pasaría de 76 % (hasta 2021) a 75% (2022); sin duda, una “mejora” bastante pobre. Para que tengan una idea, a ese ritmo de expansión de la actividad económica nos faltarían 40 años (de crecimiento consecutivo) para volver al nivel del PIB que teníamos en 2013.

No solo es salir de la hiperinflación o tener un modesto crecimiento económico; es fundamental rescatar la institucionalidad, levantar la industria petrolera, volver a tener una inflación anual de un dígito, no ser víctimas de sanciones, recuperar la capacidad adquisitiva de la población para sacarla de la pobreza, mejorar la relación trabajo informal vs formal, que los servicios públicos funcionen, oferta estable de combustibles, etc.

Venezuela no se está arreglando, pero sin duda no es la Venezuela de hace unos años. Y sí hay mejoras (no simétricas) en los sectores económicos, algo positivo luego de 7 años seguidos de depresión económica. Existe una combinación entre dolarización, mejoras en la gestión fiscal, engavetar los controles, liberalización económica, una política de no aranceles a las importaciones (que favorece a los consumidores) y el convencimiento en buena parte de los agentes económicos en torno a que el cambio político no llegará por el camino en el que vamos, por lo que hay que “echarle pichón” sin pararle a lo que ocurra en lo político.

La burlita al mencionar la frase denota desconocimiento, pero también un sarcasmo tóxico. Ligar que las cosas sigan mal para una población que ha sufrido tanto, es una muestra de resentimiento.

En mi casa, hemos optado por decirle a esos “amigos” lo que quieren oír y “ayudarlos en su confirmación” que irse fue lo mejor que pudieron hacer, que no hay motivos para el regreso y que siempre ellos van a estar mejor que nosotros los que vivimos aquí (pelear con amigos que están en el exterior no es agradable, sobre todo porque algunos solo buscan una limitada y sesgada información sobre lo que ocurre en el país). Hasta les hemos comentado que nos comimos al gato de la casa en un acto desesperado de hambre y que la semana que viene vamos de cacería al monte cercano, a buscar más comida (perros y rabipelados).

No, Venezuela no se arregló. Pero están ocurriendo cosas que tendrán efectos positivos (pero desiguales) en la población y entre las distintas actividades económicas del país.  

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Smolansky cree que la migración venezolana puede llegar a 7 millones en 2022
El dirigente considera que «la ausencia de democracia, la ausencia de Justicia, la ausencia de libertades puede generar más desplazados que las guerras»

 

El dirigente David Smolansky, designado por la Organización de Estados Americanos (OEA) comisionado para la crisis migratoria de Venezuela, aseguró que «la ausencia de libertades» en el país ha triplicado la cifra de migrantes, que el año próximo podría llegar a los 7 millones.

«La cantidad de venezolanos que ha salido de Venezuela se ha triplicado y en el 2022 puede que la cifra llegue a 7 millones de venezolanos migrantes«, dijo Smolansky en un foro sobre migración.

Aseveró que «la ausencia de democracia, la ausencia de Justicia, la ausencia de libertades puede generar más desplazados que las guerras».

Recordó que la ciudad de la región que alberga la mayor cantidad de desplazados venezolanos es Lima y que desde distintas ciudades del mundos se hacen esfuerzos para «proteger a la diáspora».

«Venezuela va a necesitar de esos 6 millones que están desterrados para crecer», añadió Smolansky, a la vez que aseguró que el «éxodo masivo» ha sido «provocado» por «una dictadura que ha destruido el sistema político, judicial, económico y social» en Venezuela.

Información de EFE

José Luis Farias Nov 08, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La Venezuela de afuera

Imagen: captura de pantalla del vídeo Frank Sinatra – Have Yourself A Merry Little Christmas

El desguace demográfico de Venezuela no tiene precedentes en América Latina, ni siquiera se le asemeja ninguna otra tragedia poblacional en el continente

 

@fariasjoseluis

Anidarse fuera del país era un hecho bastante extraño entre los venezolanos, apenas registrado como un recuerdo personal o una anécdota que no pasaba de la esfera familiar o grupal.

La fabulosa renta petrolera aseguraba las condiciones para fijar la población en el territorio nacional y atraer emigrantes de muchas partes del mundo. Después de la II Guerra Mundial Venezuela acogió a casi un millón de europeos, principalmente españoles, portugueses e italianos.

A partir de los años sesenta recibió más de dos millones de latinoamericanos y caribeños, medio millón de musulmanes e igual número de chinos.

La emigración no era una opción para los venezolanos. Irse era un acto prácticamente impensable, reservado para el exilio político, una oportunidad de mejoría imposible de rechazar u otras excepciones.

«Allá no teníamos que comer»

Ir al destierro es una decisión compleja, de las más difíciles en la vida. Para quienes dan ese paso motu proprio encierra un deshojar la margarita sobre múltiples factores, no así para quienes son empujados por la crisis como única alternativa. Pero todos aterrizan siempre en una aventura que reverbera en las personas y su grupo familiar.

El componente afectivo que entraña es tal vez el más poderoso obstáculo a vencer para tomar la determinación o verse obligado a irse a echar raíces fuera del país de origen. En los ruegos y consultas que produce la salida se pone lo que resta del ánimo espiritual. Apartarse de los suyos y de su entorno no es una determinación sencilla, ni libre de carga emocional de alta incidencia.

Video: Frank Sinatra – Have Yourself A Merry Little Christmas (Official Video) | Canal en Youtube de Frank Sinatra

Emigrar despierta el natural miedo a enfrentarse a lo desconocido. A no saber cuán firme es el nuevo terreno a pisar, a andar por vericuetos desconocidos. Es una resolución que oscila las perspectivas de vida. Altera todas sus líneas y trazos. En un trágico testimonio de 2019, múltiples veces repetido con algunas variantes, se relata: «Viajé con muchas ilusiones. Por mi profesión pensé que iba a poder trabajar y ayudar a mi familia. Todas esas ilusiones, con el tiempo se fueron derrumbando. Salí con una maleta llena de ilusiones y llegué con una bolsa llena de desilusiones».

“Si uno supiera lo que iba a enfrentar, tal vez no hubiera salido”, han dicho algunas personas; pero luego, al mirar al horizonte, afirman que no regresarían a su país de origen a pesar de los retos que deben enfrentar con los procesos de regularización e integración en su nuevo destino. “Allá no teníamos que comer, acá por lo menos tenemos las tres comidas; con 5 dólares podemos comprar algo para comer”, informa ACNUR.

La dimensión de la tragedia

La propaganda oficial de la dictadura sobre supuestos retornos masivos de migrantes no puede ocultar la dimensión de la tragedia. Borrar su impacto es un objetivo inalcanzable ni siquiera con su grosera hegemonía comunicacional.

La crisis que ha hecho jirones a Venezuela desatando una emergencia humanitaria compleja, ha desgajado del territorio nacional alrededor de 7 millones de venezolanos, según los números referidos por OEA.

Por su parte, ACNUR informa de «5,9 millones de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en todo el mundo». Define a los refugiados como «una persona que no puede retornar a su país de origen debido a un temor fundado de persecución o graves indiscriminadas amenazas contra la vida, la integridad física o la libertad”. Y a los migrantes como «todos los casos en los cuales la decisión de migrar es tomada libremente por la persona en cuestión por razones de ‘conveniencia personal’, sin la intervención de factores coercitivos externos».

Pero seis o siete millones de venezolanos emigrantes, un poco más un poco menos, son cifras descomunales, que se agigantan cuando descubrimos que rondan un quinto o un cuarto de la población total del país.

Proporción que podría alcanzar niveles más dramáticos si, como todo indica, no se producen los cambios políticos y económicos esperados que mejoren las condiciones de vida de la población.

Cualquiera sea su estatus jurídico, es un drama que cobra ribetes particularmente trágicos para quienes debieron irse en las siguientes circunstancias: «Esa noche el pueblo fue atacado por tanquetas de la Guardia Nacional, hubo un pequeño enfrentamiento en el puente, con gases lacrimógenos, disparando sin saber a dónde, salieron afectados muchos niños por los gases. En la madruga me llamaron y me dijeron que tenía que salir del municipio con mi familia. Salimos como si fuéramos delincuentes, recogimos lo más que pudimos y hasta dejamos la casa abierta, por los nervios», según registro de ACNUR en 2019.

O peor aún, como el dolorosísimo caso de los 32 náufragos de Guiria, que en diciembre de 2020 encontraron la muerte ahogados al hundirse en el mar la endeble embarcación que los trasladaba en un desesperado viaje por mar hacia Trinidad. Un familiar de las víctimas en pleno duelo por sus pérdidas dijo al diario El País de España: “Acá en Güiria la cosa está fea y todo el mundo está buscando cómo irse. No tenemos ni gas para cocinar y todo es diez veces más caro acá. Como todos tenemos familia en Trinidad, ellos se iban a pasar las Navidades allá con una hermana. Mis dos sobrinos iban ahí y uno de ellos se iba a quedar, porque acá no hay nada que hacer”.

«Me puso a hacer cosas que no se pueden contar»

La convicción más precisa, para quien toma la decisión del destierro como parte de una oleada de gentes de un país abatido por una crisis global, es la de pensar que en su tierra ya no hay futuro. Por lo que solo afuera podrá encontrarlo: «Dejamos todo en Venezuela. No tenemos un lugar donde vivir o dormir y no tenemos nada para comer”, dice Nayebis Carolina Figuera, una venezolana de 34 años que huyó al vecino Brasil, reseñada por ACNUR.

La desesperación es tan grande que en el juicio personal de cada quien se redobla la voluntad de correr cualquier riesgo, bien los peligros de las travesías a pie. Ana, venezolana en Ecuador, reveló a ACNUR que caminó «por 11 días y tuvimos que dormir a la intemperie. Nos fuimos porque nos amenazaron con matarnos. Mi hermano fue asesinado… casi me matan también”. Gerardo, padre venezolano en Perú, narró que le había llevado «más de siete días llegar a Perú. No teníamos nada que comer al final. Tratamos de ahorrar todo para nuestro hijo, pero también pasó más de 24 horas sin comer un bocado. Solo tiene tres años».

Otro entrevistado por el organismo internacional dijo que «Debido a la pandemia aquí en Lima, Perú, (la situación) ha sido muy compleja porque se nos ha puesto difícil por el tema de la cuarentena. Yo siendo padre de familia tuve que tomar la decisión de salir de Lima porque no hay trabajo y tomé la decisión de irme caminado desde Lima hasta la frontera de Ecuador pidiendo cola en mulas. (…) En el camino conocimos padres con sus bebés de meses hasta niños pequeños de 2 años y 3 años caminando, también».

Los horrores del desprecio xenófobo han derivado hasta en abuso sexual: «Hubo momentos que uno no quisiera recordar jamás. Se aprovechaban de nuestra situación. En una ocasión, en un lugar de Colombia donde hace demasiado frío, le pedimos a un “gandolero” que nos sacara de ahí (…) Me tuve que arrodillar para que me sacara de ese lugar porque el frío me iba a matar. Y el señor sí nos dio la cola, pero igual se aprovechó de la situación; me puso a hacer cosas que no se pueden contar», recoge en 2019 una publicación de ACNUR 2019.

La xenofobia ha alcanzado grados impensables de agresión y violencia contra migrantes venezolanos. Recientemente en Chile les fueron quemadas sus carpas donde se refugiaban. La violencia ha sido estimulada incluso por los dirigentes políticos. Abundan los casos en Perú, Colombia y muchos otros países.

La gigantesca herida de la diáspora

Los venezolanos huyen de una tragedia que parece no tener fin, al menos en el corto o mediano plazo; abrigando la esperanza de encontrar condiciones para aliviar sus penurias y contribuir con la de quienes dejan atrás.

Ese desgarramiento humano del territorio nacional se hace más desconsolador al saber que el 90 % (seis millones) se han ido entre 2017 y 2021 (EN 5 AÑOS).

En su ensayo La gran migración Hans Magnus Enzensberger, notable ensayista alemán, recuerda que «entre 1851 y 1901 (en 50 AÑOS) emigraron alrededor del 71 % de los irlandeses», aproximadamente 6 de 8,5 millones.

La comparación revela la magnitud de la diáspora venezolana. Es un dato doloroso que dibuja la herida inmensa y profunda que ha dejado sobre la nación. Y la amenaza de que aumente el desplazamiento de los refugiados entumece el alma nacional.

El desguace demográfico de Venezuela no tiene precedentes en América Latina. Ninguna otra tragedia poblacional en el continente durante los dos últimos siglos ni siquiera se le asemeja.

En proporción, la diáspora criolla supera incluso el drama de Haití, calculada por ONU en cerca del quinto de la población, próxima a los dos millones de personas forzadas a dejar su tierra después del devastador terremoto de enero de 2010; más del doble del tiempo en que ha ocurrido la venezolana.

La diáspora de doce millones de mexicanos, aunque más numerosa, ronda solo el 10 % de la población total del país azteca. Y su ocurrencia se ha espaciado por cinco o seis décadas.

La nicaragüense anda en un 10 % de su población. Y los cerca de seis millones de colombianos que viven fueran de su país anda en un 12 % de su población. En el ámbito mundial, la tragedia venezolana se acerca a la de Siria, con la diferencia de que la diáspora en ese país es producto de una guerra.

Una nación de parias que no se deja

La dimensión de la catástrofe se aprecia con mayor nitidez cuando advertimos que el número de emigrantes es la misma cantidad de habitantes que tenía el país en 1958, cuando los venezolanos se dieron la democracia como forma de gobierno.

Siete millones de venezolanos es una cifra difícil, inmanejable, que estalla en conflictos de toda índole. Son los visitantes inesperados que se vuelven un factor del juego político en los países donde llegan.

La indefinición de su estatus jurídico es terreno abonado para que en torno a ellos se tejan intereses y despierten sentimientos encontrados de afirmación y negación, aceptación y rechazo, uso y abuso, solidaridad y xenofobia, sinceridad y manipulación.

En su mayoría, andan en condición de parias o como desplazados excluidos de las ventajas que gozan los nacionales del país en donde se encuentran. En una condición de ciudadanos de segunda o simplemente como ilegales.

El drama de la mayoría de los emigrantes venezolanos es ese capitis deminutio que enfrentan día a día, en la calle, en los puestos de trabajo, ante las instituciones nacionales; en la xenofobia que los agrede y trata con desprecio. Sin que ello disminuya su afán de luchar personal o colectivamente por mejorar su situación.

La voluntad de salir adelante

Pero no todo es trágico. Allende las fronteras nacionales hay una Venezuela que late por el mundo cuyo papel será determinante en el futuro de la nación.

La diáspora venezolana tiene también una potencialidad que se expresa en triunfos individuales y colectivos en el arte, la ciencia, el deporte y en muchas cosas más con mayor o menor intensidad de acuerdo a los sitios en las que se ubica.

La aprobación del TPS en Estados Unidos, con una comunidad de más de medio millón de venezolanos, ha dado mayor estabilidad que repercutirá en un mejoramiento sustancial de sus condiciones de vida y en su aporte a ese país. Una eventual aprobación de la Ley de Inmigración, ofrecida por la vicepresidenta Kamala Harris, reforzaría con creces esa tendencia.

Los avances en los reconocimientos a favor de los migrantes venezolanos por parte de Colombia, donde hay dos millones, es una ventaja que de seguro será aprovechada y redundará con creces en el país hermano.

La conciencia de su elevado número le ha dado fortaleza que deviene en organización y en movilización. El manejo de las redes sociales y las ONG ha ayudado mucho en esos cometidos y en su mayor dinamismo. Por lo demás, no es un mero dato que la gran mayoría de los venezolanos tiene además experiencia en la lucha política contra la dictadura.

El alto nivel educativo promedio es, con mucho, superior al de otras comunidades de inmigrantes e incluso al de los nacionales. Dice ENCOVI que el 56 % de los migrantes es bachiller y el 32 % tiene educación superior. Un 39 % habría cursado algún año de educación universitaria o había completado estudios a ese nivel.

Ventaja a la que se suma su juventud. Según la encuesta ENJUVE (UCAB), el “51 % de quienes dejaron el país en los últimos cinco años son jóvenes de 15 a 29 años y 90 % si se considera el tramo de 15 a 49 años». Son «jóvenes en edades activas, cuya principal razón de emigrar es la necesidad de buscar empleo en otro país (86 %)».

Los avances en la condición jurídica de los venezolanos serán, sin duda, una fuente para mayores éxitos. Mientras tanto, el denuedo y la voluntad de salir adelante es el mejor signo de la Venezuela que crece afuera, siempre pensando y ayudando en y a la que sigue adentro.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La vuelta de hoja, la invasión de colombianos a Falcón en los años sesenta

Venezolanos cruzan el río Táchira hacia Colombia. Foto ACNUR / Vicente Tremeau

Dedico este texto a Héctor Jiménez, paraguanero, cocinero en una hacienda del Arauca. Y a todos mis paisanos en la tierra del Gabo

 

@YsaacLpez

Dejar el país, la familia, la casa entrañable, los amigos, los lugares nuestros. Aquello que por cotidiano nos ofrece identidad y seguridad. El no sentirnos extraños, pisatarios de la tierra de otros.

El fenómeno de la emigración siempre estuvo presente en Falcón. La constante de un sistema económico precario obligó desde siempre a la búsqueda de alternativas para el sustento.

Huyeron los falconianos en 1912 de Píritu o de Paraguaná tratando de escapar del hambre; se fueron muchos a la península tras las bondades de la vida petrolera en la década de 1950; se desplazaron gentes de los pueblos serranos al Zulia o a las barriadas de Coro en los años sesenta para evitar los abusos de militares y guerrilleros…

Pero también, por su posición geográfica, la región coriana fue desde antiguo zona de acogida. Los que no tenemos un abuelo congo o mandinga, tenemos uno trinitario o curazoleño. Los que no tenemos un abuelo de Tenerife, lo tenemos de Oranjestad.

Hoy andamos desperdigados por el mundo. La situación económica y política reciente ha obligado a millones de venezolanos a emigrar en masa. Asunto que se da por primera vez en la historia del país.

Un reportaje de la revista Elite de 1970 titula “¡Una verdadera invasión!”, y muestra las trochas por donde miles de colombianos pasaban a Venezuela buscando una mejor vida. El reportaje, firmado por Humberto Peñaranda, denuncia con alarma como «nuevos barrios de colombianos se fundan en Zulia, Táchira, Mérida, Apure, Barinas y Amazonas». También se pronunciaba el periodista contra la presencia de «música, banderas y textos escolares colombianos en Zulia y Barinas». Así como señalaba el negocio de cedulación falsa establecido en Cúcuta y Maicao (Elite, 20 de febrero de 1970, pp. 16–19).

Como cantara Rubén Blades: «Voy pasando la frontera, pa’ salvarme en Venezuela». Era entonces este un país rico. El de todas las oportunidades para los emigrantes. Pero no todo era arcadia en el país del petróleo.

Una nota del diario coriano La Mañana de marzo de 1969 señala que la Dirección General de Policía había detenido a Manuel Peña Morelo, Luis Alberto González e Ilario Barrios Meléndez, colombianos indocumentados que habrían llegado al estado Falcón para trabajar en faenas agrícolas en la zona de Avaria y Bariro, y posteriormente resolvieron viajar a zonas urbanas.

El periódico indicaba que desde hacía algún tiempo las autoridades estaban alertas ante los múltiples casos de «infiltración de colombianos que penetran ilegalmente al país y luego, en realidad, vienen a crear problemas sociales y laborales, ya que son explotados por los propietarios de las grandes haciendas”. (La Mañana, Coro, 26 de marzo de 1969, p. última)

La desconfianza, la explotación, el abuso, el terrible maltrato se imponía en aquella relación.

Aunque también hubo casos de integración a nuestras comunidades y de asentamiento de individuos y familias. Un tema importante y pendiente para los historiadores de la región.

Para febrero de 1969 se señalaba con alarma que 20 colombianos indocumentados habían sido detenidos en los alrededores de Dabajuro, 126 kilómetros al oeste de Coro. Las Fuerzas Armadas de Cooperación habían apresado a 20 hombres acusados de permanecer ilegalmente en el país. Los hombres trabajaban en haciendas del Distrito Buchivacoa, en especial en la zona de Avaria o en Bariro.

Los colombianos penetraban clandestinamente al país por la frontera y se ofrecían al servicio como peones en las haciendas agropecuarias del estado Falcón donde devengaban salarios sumamente bajos pero, que al cambiarlos en pesos colombianos, «resulta para ellos una suma considerable. Los ‘braceros’ llegan por la vía Falcón-Zulia posiblemente traídos por elementos que se dedican a ese tráfico. Al parecer existe un negocio de tráfico de hombres a los cuales les cobran altísimas sumas para trasladarlos desde la frontera hasta la zona de trabajo burlando naturalmente la vigilancia policial y de las autoridades de Extranjería.” (La Mañana, Coro, 27 de febrero de 1969. p. última.)

Indica la nota que era frecuente el que se detuviera a grupos de trabajadores colombianos en alcabalas móviles de la región y hasta en la misma ciudad de Coro.

50 años, medio siglo después, la historia cambió, y ahora somos nosotros los mendigos y los parias, los que andamos por el mundo rogando por un trabajo, por una oportunidad para vivir dignamente y mantener a nuestras familias. La relación de agravios a venezolanos en el resto de los países de América Latina es un inventario doloroso y triste. Igual que en los años de prosperidad del país, no se puede generalizar y también ha habido gestos de generosidad inmensa, solidaridad y humanidad.

Ojalá aprendamos de tanta calamidad, de tanta necesidad, de tanta tristeza. Son tiempos de aprender, de reflexionar sobre lo que somos y lo que hemos sido. A nadie que le hubieran vaticinado esta suerte hace unos veinte años la hubiera creído. Pero los pueblos aprenden si tienen un liderazgo que los sepa orientar y esa es parte de la gran desolación de esta hora, del inmenso tamaño de nuestra soledad.

* Historiador. Profesor Universidad de los Andes, Mérida.

24-9-2021

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Los cristales rotos de Iquique
Ha sido tan impactante la agresión de Iquique que determinó la rápida repuesta de voceros de la Comisión de DD. HH. de la ONU, UNICEF, OIM, HRW

 

@froilanbarriosf

Lo sucedido recientemente en Iquique, capital de la región de Tarapacá al norte de Chile, da grima. Fue abominable cómo trataron a los migrantes venezolanos en una marcha de chilenos de la zona, quienes luego del atropello de la policía local, siguiendo el “ejemplo”, procedieron a agredirlos física y verbalmente, a quemar sus pertenencias, juguetes y tiendas de campaña. Como si se tratara de una orgía del diablo.

Estamos hablando de más de 3000 venezolanos desesperados por la hambruna sufrida en su tierra, que se vieron obligados a huir en estampida y atravesar los Andes en busca de la oportunidad perdida. Estas circunstancias no los convierten en delincuentes. De hecho, en el caso de Chile, diversos estudios señalan que los migrantes relacionados con la delincuencia no llegan al 3 %, incluyendo diferentes nacionalidades.

¿Qué ha pasado en realidad? Que ha habido una mala gestión de la migración desde 2018 en adelante con la administración de Sebastián Piñera. Un presidente que ha impulsado una política de expulsiones justificada en un relato que señala como traficantes o violadores a quienes llegaban ilegalmente, generando una imagen falsa de los migrantes como criminales. Todo adobado con la difusión mediática de venezolanos esposados como maleantes y vestidos con prenda de reos enfilados en aviones cuyo destino es Caracas. 

Esta vil política contra los migrantes venezolanos se ha implementado pese a que en la nación austral se registra una población de 450 000 compatriotas cuya composición mayoritaria es reconocida por su calidad profesional y humana en los campos de la ciencia, la tecnología, las artes y la educación.

Ha sido tan impactante la agresión de Iquique que determinó la rápida repuesta de voceros de la Comisión de DD. HH. de la ONU, UNICEF, OIM, HRW y representantes de instituciones de la sociedad chilena, quienes exigieron al Gobierno solucionar el entuerto y suspender las acciones contra los migrantes, originando una condena hasta del propio presidente Piñera. 

Este mandatario debiera seguir el ejemplo de otros gobiernos de América. En el caso de Colombia, y ante una migración cercana a los 2 millones de venezolanos, el presidente Iván Duque otorgó un TPS por 10 años. Los presidentes Guillermo Lasso, de Ecuador; y Luis La Calle, de Uruguay, también han ofrecido ventajas a la migración venezolana. Gestos similares son observados en Brasil y Argentina. Resalta asimismo la medida del presidente Joe Biden de aprobar un TPS a 350 000 venezolanos sin estatus legal en EE. UU., prorrogable hasta 2022.

Ahora bien, ante estos repugnantes hechos acaecidos en Chile, el summum de la hipocresía y el descaro lo expresan los jefes de la tiranía, Nicolás Maduro y Delcy Rodríguez, quienes amenazan con que “la oposición pagará por empujar a los venezolanos a la migración precaria” 28/9/2021. Cuando en realidad los promotores de la diáspora de mayores dimensiones a nivel global en el siglo XXI, la han originado estos sujetos hoy encausados por delitos de lesa humanidad en la CPI, cuya acción delincuencial provocó la dispersión de alrededor 7 millones de venezolanos por el planeta.

Finalmente, Venezuela le demostró a Chile solidaridad cuando sus ciudadanos huían de las garras del tirano Pinochet. Acá se les dio abrigo y sustento a profesionales de todas las especies. Los recibimos en nuestras casas sin discriminación alguna, esa actitud que hoy reclamamos con toda justeza los oriundos de la patria de Bolívar y de Andrés Bello, considerado uno más de su gentilicio. 

Estas lamentables acciones, muy cercanas a la Kristallnacht, acto xenófobo que marcó el genocidio contra el pueblo judío y que no deben repetirse jamás en la humanidad, ahora se cometen contra el pueblo venezolano que hoy vulnerable, fragmentado, intenta recuperarse en otros lares ante la tragedia humanitaria que lo abruma, causada por una dictadura que le ha expropiado la vida al país y su gente.

*Movimiento Laborista.

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