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De Hugo a Lorenzo: Antipolitica y outsiders en Venezuela, por Armando Armas

VenezuelaBandera

 

Es una realidad. Estudios de opinión como el de Datincorp y la gente en la calle lo dice: «Lorenzo Mendoza Presidente»
Pero, ¿cómo es que alguien sin carrera política y sin ambiciones manifiestas en este sentido, ha logrado impactar en la opinión pública para encarnar una esperanza de liderazgo nacional?,  ¿esto es bueno o es malo?
*Aclarando los conceptos*
La llamada “antipolitica” fue el mecanismo de defensa que usó una desprestigiada clase política a partir de los años 90 para rebatir su incapacidad de evolucionar el sistema democrático reformando sus instituciones. Aunado a ello, el auge de los grupos de presión, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, partidos y grupos políticos antisistema colaboraron en mayor o menor medida a que llegara a la presidencia un caudillo que, con la promesa de cambios estructurales, lo único que hizo fue exacerbar las fallas que se habían criticado y agregar nuevos vicios a la política venezolana. El resultado, como mal lo estamos padeciendo, fue un cambio de élites y todo el desastre que tenemos hoy por hoy.
La “antipolitica” puede ser entendida básicamente de dos maneras:
Por un lado se traduce en frases populares como: “No creo en nadie”, “Todos los políticos son iguales”, “Yo no soy político, sino trabajo no como”. Bajo esta acepción la “antipolitica” se refiere a la decepción de la ciudadanía que conlleva a dejar de participar en la toma de decisiones en la esfera pública.
Por otro lado la “antipolitica” tiene que ver con la pérdida de confianza en las instituciones políticas convencionales y especialmente en los partidos políticos. En este sentido se busca canalizar el descontento con soluciones como un golpe de estado militar o alguien externo al sistema de partidos. Alguien de afuera del sistema político; lo que en inglés se define como un “outsider”.
Pues déjenme decirles algo. Esta segunda acepción no es para nada de “antipolitica”. Es una política que busca promover nuevos actores porque los tradicionales no supieron brindar soluciones ni corresponder a la esperanza de quienes claman por un cambio.
Hay varios tipos de outsiders. Caldera por ejemplo se presentó como un “outsider” solo por hacer apología del intento de golpe de estado en el 92 y luego deslindarse de una de las instituciones de la democracia que él había fundado como lo fue el partido Copei. Haciendo una coalición con partidos y actores antisistema y alianzas con actores del sistema que no querían transformarlo allanó el camino para que un verdadero “outsider” se erigiera con el poder bajo la consigna de cambio total de sistema.
Luego de dos décadas, las condiciones objetivas en Venezuela son similares desde el punto de vista de desencanto de la población con respecto a la clase política. El sistema político ha mutado de una imperfecta democracia a una dictadura posmoderna y en cuanto a lo económico hay una caída de todos y cada uno de los indicadores. Nunca antes país alguno del hemisferio había tenido una crisis económica como la que padece nuestro país el día de hoy.
*Hugo y Lorenzo*
La llegada de Hugo Chávez al poder fue el éxito de un discurso y un accionar que trasmitía indignacion, resentimiento y venganza. Luego de dos décadas se puede comprobar que esos sentimientos fueron los que moldearon el conjunto de políticas que nos llevaron a esta catástrofe. Fue una gran estafa de proporciones históricas.
Al igual que hace 20 años, la gente deja de confiar en nosotros los políticos pero esta vez decide poner su mirada en una persona como Lorenzo Mendoza: el carismático heredero y gerente de Polar: la empresa privada insignia de Venezuela. En este sentido creo que ha habido una evolución en el sentimiento y el pensamiento de la población.
Creo que la popularidad de Mendoza se traduce en la madurez de un pueblo que hoy, igual que ayer, se siente indignado, pero valora más el mérito al trabajo sobre el resentimiento, y sabe diferenciar la venganza de la justicia.
Lorenzo Mendoza evoca el éxito que no llega de la noche a la mañana, el trabajo duro, la capacidad de hacer equipo con los mejores, la sencillez de un patrono que se hace uno más entre los trabajadores y que vela por su calidad de vida, que apuesta por el talento nacional a pesar de las dificultades y se hace coprotagonista de los logros culturales y deportivos que nos llenan de orgullo dentro y  fuera de nuestras fronteras.
¿Y el slogan de campaña? «Lorenzo: El que pone la arepa en tu mesa”
Yo soy político, creo en la política sana, de ideas y valores. Tengo más de una década trabajando en un proyecto llamado “La Mejor Venezuela”. Ese proyecto lo lidera Leopoldo Lopez a quien considero además de líder un mentor, y estoy convencido que lo vamos  a hacer realidad. Uno de los pivotes de este proyecto está en el emprendimiento. En lograr tener un sistema político y económico que haga posible que tengamos “muchos Lorenzos Mendozas”.
Pero como político, entiendo qué la política tiene sus tiempos, y por ende soy de los que creé que, si mi candidato natural sigue inhabilitado por el régimen, y si Lorenzo Mendoza decide empinarse por el pais, estoy seguro que contará con la inmensa mayoría de millones de venezolanos respaldándolo; entre ellos este servidor.
El lema de La Mejor Venezuela es “lo mejor de nosotros” y así como tenemos un líder como Leopoldo que es referencia moral y de sacrifico de un pueblo que resiste y lucha por su libertad, también tenemos a un Lorenzo Mendoza que representa lo mejor del gentilicio venezolano y de lo que somos capaces cuando se hacen las cosas bien y con amor por Venezuela.
Y a los políticos de esta generación nos tocará reivindicar la política.

@ArmandoArmas

 

Estados Unidos y Argentina estudian implementar sanciones petroleras a Venezuela

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FOTO: David Fernandez / EFE

El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, y el canciller argentino, Jorge Faurie, anunciaron hoy que estudian implementar sanciones petroleras a Venezuela para presionar al mandatario Nicolás Maduro y que regrese a un “régimen constitucional”.

“Uno de los aspectos que se considera al sancionar el petróleo es cuáles serían las consecuencias sobre el pueblo venezolano. Al no hacer nada, es también pedir que el pueblo venezolano siga sufriendo”, aseguró Tillerson en una rueda de prensa junto a Faurie en la sede del Ministerio de Exteriores argentino.

Tras mantener un encuentro privado, ambos coincidieron en la necesidad de poner en marcha medidas que frenen la “deriva autoritaria” que ha tomado el Gobierno venezolano.

En concreto, el jefe de la diplomacia estadounidense reveló que están estudiando “sancionar el petróleo”, prohibir su venta en Estados Unidos o “refinar productos que vengan de Venezuela”.

“No podemos permitir la destrucción de Venezuela”, aseveró antes de insistir en que el “desacuerdo” de Argentina y Estados Unidos es “con el régimen” de Maduro y no con los ciudadanos, que están “sufriendo enormemente”.

Por ello insistió en que, antes de poner en marcha medidas de este tipo, es esencial analizar cuáles serían sus efectos en el pueblo y en otros países de la región para tener “cuidado de no afectarlos negativamente”.

Con él coincidió Faurie, quien apuntó que “controlar el financiamiento” del país caribeño es una herramienta “absolutamente importante” que han considerado ambos durante su encuentro.

En ese sentido, también insistió en que antes de tomar medidas en torno a las ventas y el comerció del petróleo es esencial realizar un “monitoreo preciso” sobre su impacto, de forma que haya un “justo balance de lo que necesita la nación venezolana y lo que está siendo utilizado por los dirigentes venezolanos”.

“El compromiso de Argentina con la recuperación de la democracia y la plena vigencia de las instituciones y estructuras en las que se asienta un régimen democrático es indeclinable”, aseguró.

Sobre la posibilidad de impedir la participación de Venezuela en la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará en abril en Lima, tanto Faurie como Tillerson aseguraron que respetarán la decisión del país anfitrión y destacaron que no pretenden condicionar su postura.

“Va a ser un desafío, obviamente, ver cómo se pueden tener conversaciones productivas porque no sabemos cuál va a ser el temario y la participación que tendrán los venezolanos en la reunión”, admitió el secretario de Estado norteamericano.

La visita de Tillerson a Argentina arrancó el sábado, en la Patagonia, y concluirá este lunes en la residencia presidencial de Olivos, a las afueras de Buenos Aires, donde lo recibirá el mandatario Mauricio Macri.

Cortocircuito (in)comprensible, por Carlos Blanco

Diálogo

 

En la mayor parte de la comunidad internacional enfrentada al régimen venezolano y el sector que ha sido parte del diálogo zapateril ha habido un cortocircuito casi permanente. Resulta incomprensible que mientras más apoyo logra la causa democrática en el mundo entero, haya partidos y dirigentes que se ponen perezosos a la hora de reconocerlo e impulsarlo. De estos, hay quienes argumentan que la línea opositora no puede ser impuesta desde el exterior; que son los dirigentes nacionales los que tienen la primacía a la hora de la estrategia, y que mejor sería un apoyo a la causa democrática mediado por la ex MUD o por los negociantes del G4 (ahora G3 y pronto G0 –G cero–).

En esta larga marcha de lograr apoyo internacional la lucha en la calle, desde 2014 hasta 2017, ha sido determinante. A un costo demasiado elevado esas luchas cumplieron el papel de abrir los ojos a un mundo demasiado ocupado en otros asuntos considerados más importantes. Ha habido momentos luminosos, uno de ellos fue cuando el secretario general de la OEA, Luis Almagro, tomó la causa venezolana como suya. Igualmente, el apoyo formidable de los ex presidentes agrupados en IDEA, así como el movimiento sancionatorio progresivo de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea. Partidos políticos y líderes de todo el planeta se han manifestado en la misma dirección.

Este apoyo magnífico se ha debido, en muchos casos a un espíritu de solidaridad ante la violación sistemática de los derechos humanos (recientemente llevados a su más grotesco nivel con el asesinato ordenado por el régimen de Óscar Pérez y sus compañeros) y la monumental corrupción de 18 años, la cual acaban de descubrir varios protagonistas para enfrentar a otros protagonistas. Pero, además, están los temas de un Estado que internacionalmente es considerado como tomado por el narcotráfico y con vínculos con el terrorismo internacional. Para los norteamericanos, europeos, latinoamericanos, estos no son temas “internos” de Venezuela, sino riesgos de seguridad nacional para sus países. También es una amenaza el intento de condicionar el sistema político de Colombia, México y otras naciones, por la vía del apoyo a movimientos, partidos y candidatos. Por lo demás, desde el día uno Chávez concibió y desarrolló su proyecto con un obvio carácter internacional y solo muy tarde los actores mundiales lo reconocieron.

Lo que sorprende es el rezago de cierta dirigencia, extremadamente local (o interesada), al desconocer e intentar anular lo que significa el movimiento mundial por la democracia en Venezuela.

@carlosblancog

CONTRAVOZ  Lo que en verdad necesitamos, por Gonzalo Himiob Santomé

banderavzla

 

Te sientas a hablar con personas que sabes que son inteligentes, que sienten una genuina y honesta preocupación por el país y que no le deben su sueldo ni su sustento a un partido, y que sin embargo los defienden a ultranza, muchas veces sin ser capaces de incluir, en sus ecuaciones, los graves errores, o los deliberados gazapos, en que han incurrido en los últimos años. También haces lo propio con otras personas, ciudadanos preparados y conscientes, que sin embargo no salen del “de esto no se sale por las buenas”, y allí se quedan. Cuando cuestionas cualquier iniciativa de algún operador político, de inmediato saltan de un lado a acusarte de ser militante de eso que llaman la “antipolítica”, y del otro a darte la razón, pero sin ayudarte a construir alguna propuesta alternativa. Cuando pones tú sobre la mesa alguna idea política, o lanzas alguna sugerencia a los leones de los partidos, entonces, contradictoriamente, te acusan, sobre todo los primeros (los mismos que te acusan de “antipolítico”) de estar “invadiendo” el terreno de los políticos, y otros te piden, más bien te demandan, que te metas entonces a “político” (mejor dicho, a “partidista”) para que tomes tú el timón y lleves entonces este barco a buen puerto. Esa es una forma pueril de delegar, en los demás, las responsabilidades asumidas por los líderes, tan prestos a reconocer de la paternidad, legítima o no, de los aciertos como a desconocer la de sus equivocaciones. Si un médico se equivoca contigo y te deja peor que cuando llegaste a él, no es válido entonces que cuando te quejes de sus fallos te salga con esa de “entonces métete a médico y cúrate tú”. Eso suena a pataleta y a falta de compromiso con las responsabilidades asumidas. Y lo peor es que, al final, la bravata no nos soluciona el problema.

 

Además, a veces se olvida que, si manejamos bien los términos, todos somos, o deberíamos ser, “políticos”, pues desde la antigua Grecia un idiota (y nadie quiere ser tenido como tal) es una persona que no se preocupa por los asuntos políticos, por lo que ocurre en su entorno o en su sociedad, o por nada que vaya más allá de sí mismo. Y no puede obviarse que, por haber sido idiotas, y por haber dejado a ciegas y en manos de los “entendidos” las cuestiones que nos atañen a todos, es que llegamos a este punto. La participación política, ya deberíamos haber aprendido esa lección, no puede ser concebida como un túnel cerrado en el que lo único que puede hacer un ciudadano es votar cuando se le exija, y nada más. Tampoco es válido que se nos exija, para opinar, militancia en una determinada fuerza política, porque mi derecho a ser parte de una organización política es igual a mi derecho a no serlo si no lo deseo.

 

La peor forma de enfrentar un problema es, de plano, negar su existencia. Podemos negarnos a creer que los partidos políticos sufren hoy por hoy en Venezuela una grave crisis de representación y de legitimidad, podemos aferrarnos a nuestro propio “wishful thinking”, tratando de forzar la realidad a entrar en el molde de lo que nosotros quisiéramos que fuera, pero nada de eso va a servirnos para afrontar los inmensos retos que tenemos por delante.

 

Sí, lo sé. Escribir algo como lo anterior en estos tiempos oscuros me va a ganar, desde el lado radical de la acera opositora, el mote de “divisionista”, entre otros mucho peores, e incluso no va a faltar quien crea, equivocado, que me estoy “prestando al juego del gobierno”. Pero la alternativa, que es el silencio, es mucho peor. Eso sí juega a favor de la arbitrariedad y de la tiranía. Y no, no se trata de creer que uno todo lo “hubiera hecho mejor”, porque nadie es dueño de la verdad absoluta, porque es innegable que el rol del político en momentos como el que nos ha tocado vivir a nosotros es muy complicado y se presta a juicios y a cuestionamientos justos e injustos (por eso más de una vez he llamado a que antes de lanzar piedras nos pongamos en sus zapatos), pero sí se trata de llamar a las cosas por su nombre y de exigirle a quienes tienen, o se han apropiado, de nuestra representación que cumplan sus funciones, primero, con el oído siempre presto a escuchar la voz del pueblo, poniendo el interés común por encima de sus aspiraciones personales y, después, guiándose al menos por el más elemental sentido común.

 

No hay duda, para que la democracia funcione los partidos políticos son vitales. El ciudadano debe contar con diferentes propuestas ideológicas para elegir, entre ellas, la que mejor sienta que lo representa. Me encantaría contar con opciones políticas coherentes que se mantengan apegadas a los principios básicos que postulan, actuando en consecuencia, pese a que eso pueda tener para los dirigentes un costo personal o político muy elevado, pero más me gustaría, en estas circunstancias particulares que vivimos ahora, que todas las fuerzas políticas, más allá de sus diferencias esenciales, se pusieran de acuerdo para mostrar un frente amplio, sólido y coherente que no haga concesiones que, a la larga, sean un remedio peor que la propia enfermedad. No se puede decir un día una cosa, al día siguiente otra, y luego salir indemne. Haber dicho, por ejemplo, que no se legitimaría de ninguna manera a la ANC, para luego decir, planteadas por ésta de manera ilegítima y a destiempo unas elecciones presidenciales, que lo mejor es “doblarse para no partirse”. Eso no es coherente ni serio. Cierta labilidad, por supuesto, es necesaria en la política, sobre todo en tiempos de crisis, pero eso es una cosa y otra, muy diferente, es que la línea política que se proponga sea la de bajar la cerviz para asumir una posición en la que nuestra retaguardia quede expuesta, y dispuesta, a cualquier abuso. Eso es inaceptable.

 

Por eso no creo que una respuesta adecuada a las barbaridades recientes del poder, planteando unas elecciones que, si se adelantan como está propuesto no serán una solución, sino un eslabón más del problema, deba quedarse en la defensa a ultranza de la “unidad”, no si se la entiende como esa “unidad”, sectaria y cerrada, que tanto hemos tenido que padecer y que más se parece a un cónclave de cómplices, cada uno velando por sus propias parcelas, que a la unidad superior y amplia que de verdad necesitamos. Vista como la plantean algunos operadores políticos (o estás con nosotros o estás con el gobierno) la “unidad” no es más que un chantaje, y se parece demasiado a la misma que pregona, demandando lealtad ciega y a ultranza, el oficialismo.

 

La propuesta debe ir más lejos. Debe articular una estrategia clara que vaya más allá de “yo sí voto” o del “yo no voto” y que en cualquier escenario permita un avance para el país, no un retroceso. Tanto si se decide participar en las elecciones, como si se decide la abstención como camino, debe planearse y articularse lo necesario a que, más allá de los resultados (previsibles, al menos tal y como están las condiciones al día de hoy) la expresión, o la falta de expresión popular, puedan ser capitalizadas luego como un éxito político por la oposición. Si se decide participar en las elecciones, y si se materializa un eventual fraude, no nos puede pasar como en otras ocasiones, en las que tan grave afirmación no pudo o no quiso demostrarse. En esto, si se decide participar, la labor de los partidos, de la mano de los ciudadanos, que debemos también asumir nuestra responsabilidad, es fundamental. No puede faltar un solo testigo, preparado y resteado, en ningún centro electoral de la nación, no deben faltar observadores nacionales e internacionales imparciales y no pueden quedar por fuera los millones de venezolanos que han tenido que salir del país pero que conservan sus derechos políticos intactos. Hay que exigir un Registro Electoral depurado y árbitros objetivos y comprometidos con la verdad. También, de nuevo, si se decide participar, hay que articular la narrativa que explique, que no es fácil, la lógica de tal postura a la comunidad internacional, y los objetivos que se pretende alcanzar con ello, pues su acompañamiento antes, durante y después del proceso es fundamental.

 

Si se decide participar y se gana (que no deja de ser una posibilidad, distante, pero factible) no puede olvidarse que el nuevo presidente tendrá que asumir un proceso de relegitimación inmediata y general de los demás poderes públicos (quizás a través de una convocatoria, esta vez legítima, a una ANC) pues de lo contrario estará expuesto a un boicot permanente a cargo de autoridades oficialistas aun en funciones (el TSJ, el Fiscal General, la Defensoría del Pueblo, y cientos de Alcaldes y Gobernadores, por ejemplo) y hasta de una ANC que, según lo ha proclamado mil veces, se asume por encima de cualquier otro órgano del poder público y reclama de todos los demás poderes sumisión absoluta.

 

Además, es el momento de identificar a los que, deliberadamente o no, llamándose opositores han contribuido por acción u omisión al mantenimiento de esta tragedia, para bajarlos del pedestal en el que se han subido y al que se aferran sin permiso de nadie. También hay que reconocer, y aceptar, los errores cometidos hasta ahora. No para darle gusto a los “te lo dije”, que no faltarán y que, de alguna manera, en algunos casos tendrán la razón, sino para crecer desde aquellos y para replantearse las maneras políticas de hacer y actuar frente al oprobio. Si se ha obrado, aunque equivocadamente, de buena fe, no debe haber problema en reconocer que algunos de los caminos que nos han impuesto, pese a todas las señales y advertencias en contra, no han sido los más lúcidos o sensatos, y han traído más males que provecho. El político que tenga esa capacidad de verse desde afuera, y de comprender y aceptar sus yerros, demostrará que mucho más que un político es un verdadero estadista, y estadistas, en esta hora menguada y difícil, es lo que en verdad necesitamos.

@HimiobSantome

Unidad, mirando a la patria que sufre por Asdrúbal Aguiar

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La narco-dictadura de Nicolás Maduro no deja de escandalizar. Con saña y sin clemencia traspasa la línea que separa, no a las democracias de las dictaduras, sino a la civilidad de la barbarie.

La ejecución extrajudicial de disidentes, rendidos y ofreciendo entregarse, conocida como la Masacre de El Junquito, señala que rama que no le se doblegue la cortará a machetazos, sin mediar palabras. No le basta la hambruna generalizada, que usa como mecanismo de control. No abandonará el poder sin hacer cenizas al país – lo dicen lo suyos – y de allí el ejercicio por sus sicarios – el teniente Diosdado Cabello y el comisario Freddy Bernal – del terrorismo desde el Estado.

La convocatoria de elecciones presidenciales al margen de la Constitución, bajo el mismo esquema con el que hace elegir a su espuria constituyente “cubana” deja en la desnudez el proyecto narco-criminal que sólo algunos ingenuos o escapistas creen poder doblegar negociando. Ni siquiera la adhesión a lo que se les imponga saciará al mal absoluto imperante en el Palacio de Miraflores. Oscar Pérez es el ejemplo.  

El voto popular que le entregó a la oposición la mayoría calificada de la Asamblea Nacional en 2015, de nada sirvió. La narco-dictadura le puso un candado. Ella no requiere de más confirmaciones ante el mundo. Al paso, esa experiencia hace mentís de la manipulación que vuelve como tesis a la mesa, el supuesto error de la abstención opositora en alguna pasada elección, permitiéndole al régimen quedarse durante un período con el gobierno parlamentario total.

Pero dejemos lo anecdótico atrás.

La historia no es causalidad. Cuando alguien pregunte ¿qué va a pasar en Venezuela? cabe responderle que pasará algo si algo se hace y se mueve en el presente. No es hora para la brujería.

Jamás tendrá éxito, eso sí, una negociación sobre la salida del régimen, si quienes lo enfrentan son incapaces de entenderse entre ellos mismos, al menos para compartir las desgracias solidariamente.

La Unidad opositora, tal como llegó se fue. No tuvo otro cometido que el reparto de espacios de poder partidarios, dentro de una dictadura que es la negación del juego inter-partidario. Ese disparate, por huérfano de narrativa o relato político convergente, se ha agotado, como era de esperarse. Lo señalan las encuestas, bajo el peso inevitable de la frustración, de la incapacidad política para hacer soñar otra vez a los venezolanos.

Así como el padre de este monstruo de mil cabezas hizo regresar las páginas de nuestra historia, para forjar el infierno actual, para decirnos que seguimos en deuda con la sangre derramada por las espadas libertadoras, quienes intenten encontrar otro camino han de volver esas páginas mucho más atrás. Han de situarse en el tiempo cuando el joven Andrés Bello es testigo y cronista del nacimiento de nuestra identidad, antes de que otra acta de adopción nos desviase.

En su Manual del Forastero, encuentro nombres, al boleo: José Vte. Unda, Andrés Narvarte, Miguel Peña, Cristóbal Mendoza, José María Vargas, Juan Germán Roscio, Pedro Gual, hombres de levita, universitarios. Ellos ven que los monarcas españoles, felones, se entregan a manos de Napoleón – como lo hace Chávez a Castro –  y abandonan a su suerte al pueblo. Presencian junto a sus connacionales, los allá y los de aquí, la disolución. Observan que el hambre y la violencia hace estragos y estremecen la humanidad. Saben de la carnicería – el carnicero de entonces es Murad, sicario de Napoleón, ahora es Maduro –  del 2 de mayo de 1808 en Madrid.

Todos a uno se separan de los negociadores de Bayona. Se organizan en Junta Suprema para superar la tiranía que sufriéramos durante los veinte años anteriores. “La Nación desunida de su Gobierno por odio y por desprecio: la Familia Real dividida; el suspirado Heredero del trono acusado, calumniado, y si posible fuera, envilecido: la fuerza pública dispersa y desorganizada: apurados los recursos”, rezan los documentos.

Los representantes de las partes de la nación, allá en Sevilla y después aquí en la Caracas de 1810, comprenden que lo esencial para sostener la lucha es que juntos “controviertan… los proyectos de reformas y de instituciones que deben presentarse a la sanción nacional… Vosotros que dedicados a la investigación de los principios sociales unís el amor de la humanidad con el amor a la Patria, y la instrucción con el celo, a vosotros toca esta empresa tan necesaria para el acierto”, se dicen.

Se comprende, pues, la importancia de la narrativa compartida, de un relato que ofrezca esperanza, lejos de las ambiciones o las medianías. Aquí declaramos la Independencia y forjamos nuestra primera constitución democrática, en 1811. Allá surge La Pepa, en 1812, la primera constitución liberal europea. La historia se corta luego por un largo trecho, aquí y allá, cuando la traición hace de las suyas, pero ese es otro asunto.

Al pensar en el siglo XXI que aún espera por nosotros y miremos hacia atrás, constatemos que antes que el color rojo se impusiese como fatalidad, quienes construyen nuestra identidad, olvidada y perdida, son hombres que se entienden alrededor de razones, teniendo a la patria adolorida como lo primero. No la dividen en una mesa de azar, menos con rufianes.

Hagámosle honor a nuestros Padres Fundadores, en esta hora de luto nacional e incertidumbre.   

 

@asdrubalaguiar

correoaustral@gmail.com

  

Democracia en riesgo: Venezuela vive un momento de transición como el 23 de enero

Ucab-23DeEnero-democracia

A 60 años del 23 de enero, la revisión de la fecha que marca el nacimiento de la democracia en Venezuela justo cuando padece su máximo nivel de cuestionamiento y deterioro, convocó al rector de la Universidad Católica Andrés Bello, José Virtuoso, al historiador Elías Pino Iturrieta y al director del Centro de Estudios Políticos de la Ucab, Benigno Alarcón, quienes discutieron sobre los retos de la sociedad venezolana frente al rescate democrático haciendo paralelismo con el fin de la dictadura en 1958.

Lo primero que los académicos invitan a descartar es el mito construido alrededor del 23 de enero. Tanto Virtuoso como Pino Iturrieta coinciden en que no fue un movimiento civil que sacó al dictador Marcos Pérez Jiménez de Miraflores, sino un movimiento de descontento militar que fue secundado por los ciudadanos y por los partidos políticos agrupados en la Junta Patriótica. “El gobierno de Pérez Jiménez siempre se entendió como el gobierno de las fuerzas armadas, pero fue desde las propias fuerzas armadas que se le asestó el golpe, porque el régimen se fue haciendo cada vez más castrador incluso contra los mismos militares, quienes resintieron tanto intervencionismo”, observa el rector de la Ucab.

Tampoco el 23 de enero podría considerarse que fue impulsado por un movimiento de masas, como se ha querido ver. “El pueblo participa como miembro de los partidos, pero no como conciencia individual”, recalca Pino Iturrieta. «En 1958 los partidos políticos sirvieron como catalizador de los movimientos sociales y no al revés», sostiene Virtuoso mientras que Alarcón resalta que «los movimientos de masa no son tan masivos como se cree: representan entre 10% y 30% de la población. Lo importante en los cambios es la masa crítica que impulsa los cambios, como por ejemplo, a través del voto».

Al igual que 1958, el contexto de la Venezuela actual sugiere que estamos en un momento de transición en el que la inestabilidad es inherente al cambio. “Una semana antes del 23 de enero, pocos imaginaban que la dictadura llegaría finalmente a su fin”, recuerda Pino Iturrieta.

Para Alarcón, el ambiente de conflictividad tiene que ver con que la sociedad venezolana quiere un cambio, como indican los estudios del CEP de la Ucab. Se aspira a volver a tener “un país normal” y por primera vez se relaciona a Nicolás Maduro y su gobierno como los representantes de los problemas que agobian al país.

Pero viendo en perspectiva el 23 de enero que marcó el despertar democrático, los venezolanos de 2018 comienzan a perder la fe en las salidas institucionales, propias de los sistemas democráticos, lo que abre puertas a situaciones más impredecibles, resalta Alarcón. “En la medida en que el gobierno no tiene condiciones para gobernar, recurre al uso de la fuerza y de terceros como tribunales, fiscales y militares para mantenerse en el poder. Pero ve deteriorada cada vez más su legitimidad, lo que produce una estabilidad muy precaria. Y la inestabilidad es caldo de cultivo para los que de alguna manera quieren acceder al poder”.

Uno de los factores de peso para garantizar la transición hacia la democracia es la fortaleza de los partidos políticos. «Muchas transiciones se han revertido por el caos y la inestabilidad, por la debilidad de los partidos políticos en la conducción de los cambios, tal como ocurrió   con los Hermanos Naturales y la llamada Primavera Árabe en Egipto o el caso de Nicaragua con Daniel Ortega, donde la democracia ha tenido una notable regresión», recuerda Alarcón.

El momento de cambio político que vive Venezuela derivará en dos salidas: la implantación de un sistema autoritario con la instauración de un partido único o bien la restauración de la democracia con su correspondiente plan de negociación y acuerdo de gobernabilidad, considera el director del CEP -Ucab.

Para Virtuoso, es imperativo rescatar del espíritu de unidad del 23 de enero y fortalecer la ciudadanía para lograr el cambio. «De nada servirá que la comunidad internacional actúe y que se garanticen las condiciones electorales si no existe un liderazgo que oriente sobre el camino a seguir y ciudadanos dispuestos a defender resultados electorales que favorezcan la alternabilidad democrática».

 

 

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 16.01.2018: MEDIO: Posiciones contrastantes
MEDIO
TODO SE OYE:

Los “fantasmas de El Chivo” me cuentan que las dos posiciones contrastantes y difíciles de superar son, por una parte, la negativa de Maduro a reconocer la crisis humanitaria con hambruna y enfermedades, y por la otra la de los demócratas en no reconocer a una ilegal e inconstitucional Asamblea Constituyente violatoria de la Carta Magna de 1999 tan cacareada por el difunto como “ejemplo de democracia”. Para algunos observadores no es favorable para el gobierno perder tiempo en los encuentros pues más bien el tiempo corre en su contra. Los obstáculos principales para avanzar son la petición de nombrar un Consejo Electoral de 2+2+1, es decir donde ninguna de las dos partes tenga el absoluto control como ha sido desde el 2003 cuando Francisco Carrasquero y Jorge Rodríguez lo presidieron hasta 2006 y desde allí hasta hoy la inefable rojita Tibisay Lucena. Las facilidades para los votantes venezolanos en el exterior, cuando la diáspora alcanza ya los 4 millones de electores, reciben igualmente una tranca de los rojos. De allí las inconvenientes globales en los consulados y embajadas para la renovación de cédulas y pasaportes. Un acuerdo para poder movilizar al electorado democrático, aquel sin el humillante “carnet de la patria”, en sus regiones y permitir además la propaganda electoral en todos los medios oficiales (mayoría abrumadora) y privados (con pocos ejemplos de independencia sin papel o licencias de transmisión). La liberación de los presos políticos y el retiro de las inconstitucionales inhabilitaciones políticas que pesan sobre importantes candidatos de los diversos partidos. Por cierto, se añadió el tema de las inhabilitaciones de los partidos políticos que no participaron en la última y demoledora contienda electoral. Los demócratas han ofrecido aprobar en la Asamblea Nacional -electa con mayoría opositora en diciembre de 2015- cualquier solicitud de préstamo internacional siempre que haya un cambio de modelo económico y se compruebe su validez, la ubicación de los fondos a recibir y la estrategia en el mercado de divisas. En esta última reunión no hubo un avance significativo. Las presiones de los muy equivocados asesores económicos de Maduro -el español Serrano Mancilla de Podemos que sigue cobrando en Euros y el cubano Orlando Borrego, cuyo gobierno es el que cobra, siguen empeñados en probar las fracasadas estrategias económicas de la U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) que llevaron a su naufragio total en 1989. Las presiones por parte de los Estados Unidos, los miembros del grupo convocado por Perú y la Unión Europea vienen apuntando en la dirección de estos temas. Los temores en el madurismo-chavismo de que sus bienes y los de sus testaferros sean encontrados y confiscados -o al menos congelados- los tiene de infarto. Saben que el cerco financiero sobre el país es nada para ellos. Les importan son sus milmillonarias inversiones en el exterior. Las de Venezuela no les preocupan tanto. El hoy “ ex-prócer impoluto” Rafael Ramírez tiene una lista de la que solo ha alertado sobre la compra de medios con dinero rojo-rojito de ¿PDVSA? …

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Grupo de Lima se reunirá el 22 de enero para analizar situación venezolana

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El Grupo de Lima, integrado por 12 países americanos, se reunirá el próximo 22 de enero en Santiago de Chile para «analizar los avances que se han realizado respecto a la situación en Venezuela», según adelantó este miércoles en una rueda de prensa en Asunción el canciller paraguayo, Eladio Loizaga.

El Grupo de Lima, compuesto por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, surgió en agosto de 2017 cuando sus miembros firmaron la Declaración de Lima, en la que no reconocían a Venezuela como democracia y consideraban ilegítimos los actos que emanaran de su asamblea constituyente.

De estos dos países, Chile y México fueron invitados por la oposición venezolana a participar como observadores en las negociaciones políticas con el gobierno de Nicolás Maduro, que se vienen realizando desde diciembre en Santo Domingo, la capital de República Dominicana.

El canciller paraguayo recordó hoy ante los medios que mañana se celebrará una nueva ronda de contactos entre ambas partes y contará con el seguimiento de los cancilleres de Chile y de México.

«En esta reunión que vamos a celebrar el 22 (de enero), estaremos recibiendo un informe por parte de ambos cancilleres (Chile y México) con los resultados del proceso que se está llevando adelante entre la oposición y el gobierno venezolano», agregó Loizaga.

La última ronda de diálogo concluyó el pasado 15 de diciembre con avances, aunque sin lograr un acuerdo y las dos partes coincidieron en que necesitaban más tiempo para llegar a un acuerdo que permita una salida a la grave crisis política y económica que vive el país.

En el marco de ese diálogo fueron liberados la víspera de Nochebuena 44 políticos presos en Venezuela, una de las solicitudes que ha hecho la parte opositora en esas conversaciones, aunque todavía se exige la excarcelación de más de 200 presos políticos.

Además, la oposición demanda en este diálogo cambios en el Consejo Electoral, del que desconfía; la restitución de los poderes del Parlamento, de mayoría opositora, y la apertura de un canal humanitario para la entrada de alimentos y medicinas al país.

El oficialismo pide, por su parte, la aceptación de la asamblea nacional constituyente y el levantamiento de las sanciones financieras de Estados Unidos.

El diálogo político venezolano se inició formalmente el 1° de diciembre en República Dominicana, después de que quedaran en el aire durante varias semanas las conversaciones de septiembre.

Las conversaciones cuentan con la participación de los países acompañantes del proceso, representados por sus cancilleres, así como del ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.

Chile y México son los países observadores del diálogo a instancias de la oposición, mientras que Bolivia, Nicaragua y San Vicente y Granadinas son los invitados por el gobierno de Nicolás Maduro.