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Entre revocatorios y reelecciones en democracia
Llevar la participación política hasta los niveles difusos de los revocatorios no hace sino entronizar oclocracias, el desorden, la muchedumbre en la que nadie gobierna y menos dirige

 

@asdrubalaguiar

Dos fenómenos, acaso propios del deconstructivismo que padece Occidente a partir de 1989 –en ese instante se instala en Venezuela la Comisión Bicameral para la Reforma de la Constitución que presidiera Rafael Caldera– explican el despeñadero de igual desinstitucionalización democrática que aún corre hasta el presente como río sin madre.

Ayer, bajo la creencia de que mediaba la madurez democrática venezolana y de consiguiente la justicia del reclamo ciudadano para el ejercicio directo de la soberanía popular, se aviene la señalada comisión a la propuesta de los referendos, que luego insertan, a pesar de venir de la demonizada IV República, los parteros del pecado original; de eso que, como lo afirmaría el mismo Caldera, “sería un golpe de Estado”; a saber, instalar una constituyente no prevista por el orden constitucional en vigor para la época. Desde entonces se consagra, exactamente, el referendo revocatorio del presidente de la república, de frustrada realización bajo la dictadura autora y causahabiente del último despropósito.

Se lo abortó en 2004, cuando el alto tribunal de la república –que con una composición distinta y antes facilita la actuación constituyente– integrado esta vez por magistrados fieles a la revolución trucan el referendo revocatorio contra Hugo Chávez Frías en un plebiscito. No bastaba, como lo manda el mismo texto constitucional, que el pueblo alcanzase un voto más del obtenido por el cargo de elección popular a ser revocado para cumplir el cometido.

Y dejo el margen lo del fraude manido en ese tiempo, que me consta por haber sido testigo de excepción y que convalidaran el Centro Carter y la OEA, aceptado para serenar los ánimos encrespados y evitar el arrebato de aquél, quien, efectivamente, resultó revocado. Algo similar, como lo veo, acece con comportamiento que, en esta hora, ha asumido la comunidad internacional con relación a la Venezuela de Maduro.

Pues bien, desde entonces hasta ahora, lo que sí consta es el aborto de dicha posibilidad de democracia directa mientras afecte al régimen usurpador.

Nada que decir, de la repetición de la experiencia de la Lista Tascón ahora llamada Lista Cabello, convalidada aquélla por quien fuese presidente del Consejo Nacional Electoral, Francisco Carrasquero, cuya felonía –que le cuesta a Venezuela ser condenada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos– le ganó ser designado magistrado de la Sala Constitucional.

Mas lo esencial, lejos de estas bagatelas propias de nuestra genética inconstitucional y ante lo que importa como transcendente, es entender que la experiencia de los referendos es propia de sociedades democráticamente avanzadas, y que nace entre nosotros como una respuesta al desencanto democrático; como si este pudiese resolverse por tales vías.

Antes bien, desde cuando ocurre –llamémoslo así con ironía– el referendo «judicial» revocatorio que se le impone a Carlos Andrés Pérez, se abrió una caja de pandora; emergió la posibilidad en Venezuela de mandar a su casa a los gobernantes incómodos, antes de que cumplan sus períodos constitucionales. No se hizo otra cosa que parar en seco el reloj biológico de respeto a la institucionalidad, en la que se venía adiestrando la nación.

Al cabo, pues, los mismos gobernantes de turno, apremiados por tal realidad, han dejado de gobernar y de adoptar decisiones fundamentales para el bien común cuando tienen costos de opinión; no sea que la rabieta popular los eyecte de sus cargos. Desde allí, no solo entre nosotros sino en el propio Occidente, ceden los liderazgos y mueren los estadistas. Ha quedado, apenas, un carnaval de candidatos y de candidaturas en las que juega el mismo gobernante señalado y que no gobierna. Lo peor, repotenciados por el andamiaje de redes, practican el narcisismo digital, incluso hasta en los instantes en que van al retrete. El pueblo, al término dejó de contar, se quedó sin referentes y sin referendos.

Vistas así las cosas, mudados los líderes, gobernantes y estadistas en oficiantes de la pequeñez política y artesanos de lo inmediato, hoy aprecian toda elección como un derecho político, que corresponde no tanto al elector sino al elegido. Y el elegido, como parte de la refriega o justa comicial, de suyo considera legítimo conocer las cartas marcadas de su adversario: léase, las firmas de quienes acuden en procura de revocar su mandato; peor aún si se trata de un dictador mafioso que llega a la mesa de juego a dialogar con honorables contrapartes.

Hacia el futuro, que espero no se nos haga tan mediato, las enseñanzas huelgan. La participación política fortalece la representación democrática, sin lugar a dudas; pero logra su potencialidad creativa y no destructiva en los escenarios de la experiencia democrática primaria, en la localidad, en el municipio, en donde se compromete la cotidianidad que sí afecta “directamente” a todo elector referendario.

Llevarla hasta los niveles difusos y en la pirámide de la organización republicana, no hace sino entronizar oclocracias, el desorden, la muchedumbre en la que nadie gobierna y menos dirige, y que le pone fin a la compleja experiencia de la democracia. Grecia es el paradigma aleccionador.

En igual orden, el torniquete que evita que los “elegidos” terminen considerándose a la vez que ungidos también beneficiarios de un derecho humano a gobernar a perpetuidad, no es otro que la proscripción de la reelección. Y si el pueblo se equivoca, o se enoja en el camino opinando desde los hígados, como ha ocurrido en el Chile de Boric y en el Perú de Castillo, que asuma su responsabilidad. Que corrija o enmiende cuando la Constitución le señale que ha llegado a su término el término constitucional.

La reforma constitucional de 1989-1992, que era como proyecto y como lo sostenía la Comisión Caldera, no una solución mágica a la crisis –el Caracazo y el Golpe del 4F– sino el camino para rectificar y asumir los tiempos nuevos, la enterraron las mezquindades; los mismos que abonaban por la Constituyente de un traficante de ilusiones.

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Agoniza la democracia en Latinoamérica
Actores como Rusia y China y la ideología polarizante y populista de Cuba minan y secuestran el continente. La democracia agoniza en LATAM

 

@ovierablanco

El Centro de Estudios Internacionales (CEIUC) lanza la segunda edición del índice Riesgo político América Latina 2022, presentado por sus editores María Paz Fernández, Jorge Sahd K., Daniel Zovatto, Diego Rojas. Vale la pena rescatar algunos datos que evidencian el deterioro galopante de la democracia en Latam, clima seguro para los autoritarismos y alianzas con China y Rusia.

COVID-19, pobreza, desigualdad y control social

Alerta el reporte que “la pandemia (covid-19) registró un tercio de las muertes en el hemisferio. Destruyó más de 20 millones de empleos, los niveles de informalidad laboral se dispararon, la desigualdad aumentó y la pobreza se empinó cerca de un tercio de Latinoamérica”. Gobiernos se han servido de la COVID-19 para concentrar mayor poder y control.

Latinobarómetro advierte que “51 % de los latinoamericanos toleraría un gobierno no democrático si resuelve sus problemas”. Las RRSS emergen como catalizadoras de demandas que el Estado no es capaz de atender a la velocidad que se denuncian. Según Americas Barometer (2018/2019) quienes usan más las redes en América Latina apoyan la democracia y son más tolerantes, pero al mismo tiempo registran menos confianza en las instituciones políticas y medios de comunicación tradicionales.

La desinformación e incapacidad en políticas públicas sube los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización. El populismo, el sentimiento antiélite y el nativismo xenofóbico galopan por las venas abiertas del continente. Actores autoritarios, como Rusia y China, se han montado en campañas de desinformación en el hemisferio. Estaciones televisivas estatales desprestigian el sistema democrático para lograr el posicionamiento de la imagen comercial de China (Global Americans 2021). Todo apunta al ciclo electoral iniciado en 2021 que tendrá importantes elecciones presidenciales para 2022: Costa Rica (febrero), Colombia (mayo), Brasil (octubre), y Chile (plebiscito por fijar). La polarización extrema es la orden del día, terreno en el que campea la lucha de clases y la violencia.

Fin de la tercera ola democrática e inicio de la roja

Hace 40 años se inició un proceso de reconversión democrática en Latinoamérica (salvo Cuba). El estudio in comento concluye que vamos en franco retroceso democrático a nivel global. Según el índice de Democracia del The Economist Intelligence Unit 2020 en Latam, además de las tres dictaduras consolidadas −Cuba, Venezuela y Nicaragua− se califican como regímenes híbridos Honduras, El Salvador, Bolivia y Guatemala.

En otra encuesta (IPSOS Global Advisor/agosto 2021), cinco de las principales economías de América Latina −Chile, Colombia, Perú, Brasil, Argentina− están entre los 8 países que lideran el índice de populismo mundial.

Esto evidencia que no ha emergido un pensamiento liberal, representativo, censitario, ilustrado, unido y organizado de contraste al Foro de Sao Paulo.

El cambio climático, la deforestación, la minería irresponsable, el agotamiento de las reservas de agua y el aumento de nivel del mar pintan un panorama de mayor ruralización, pobreza y caos. “América Latina concentra el 31 % de reserva de agua dulce del mundo. Sin embargo, Chile y México han consumido más del 60 % de sus reservas, Perú y Venezuela el 40 % y Bolivia y Argentina más del 20 %, mientras 40 millones de personas en la región carecen de acceso al agua potable”.

El FMI estima una caída histórica del 7.0 del PIB y la CEPAL cuenta 22 millones de nuevos pobres o un 33.7 % de la población en LATAM. Se perdieron 47 millones de empleos respecto al 2019. Este panorama corroe la confianza en la democracia, y los jóvenes −los más afectados− eligen el camino de la protesta violenta para expresar sus frustraciones. A ello se une un patrón migratorio intrarregional (movimientos hacia países de la región) en su mayoría a Argentina, Chile y Brasil. El impacto social, xenofóbico, criminal, fragmentario es sin precedentes.

El tráfico de drogas en Latinoamérica es incontenible. Indica el reporte que “según cifras de la Oficina de Control de Drogas de EE. UU. (ONDCP), en 2020 las hectáreas cultivadas y la producción de cocaína en Colombia alcanzaron cifras récord de 245.000 hectáreas y 1010 toneladas métricas. Un aumento del 15 % en los cultivos respecto del 2019 (…)”.

La corrupción también galopa impunemente. Según Transparencia Internacional, América Latina es un polo de mala gestión de fondos; y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta que “países como Honduras, Bolivia, Guatemala y Perú poseen entre 80 y 70 % de informalidad”. Es el escenario ideal de miseria, devastación y desesperanza que favorece el método gramsciano de despojo cultural, intervención y control colectivo a través del populismo, la justicia revolucionaria y el estado comunal.

Polarización

La consecuencia del deterioro económico, social y urbano de Latam es la polarización extrema. La caída de inversión extranjera a US $105.480 millones (-37 %), favorece la entrada de China y Rusia en la región. La disrupción de las cadenas globales por la pandemia recoloca el comercio con China, que ha crecido en el hemisferio 26 veces entre el 2000 y 2020. Y duplicará, al 2035, a más de US $700 000 millones. EE. UU. y Canadá pierden la batalla como principal socio comercial al menos en nueve de doce países de Sudamérica (a excepción de Paraguay, Ecuador y Colombia).

Mientras, el Foro de Sao Paulo, Cuba y sus alianzas van por libre. El ascenso chino y ruso y la ideología clientelar, polarizante y populista de Cuba minan y secuestran el continente. La democracia agoniza en Latinoamérica sin que se avizore un movimiento real de rescate, promoción e impulso de la democracia liberal clásica.

* Embajador de Venezuela en Canadá

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Una democracia con más de dos siglos de historia
La democracia y libertad son historia humana, la tiranía solo pequeños párrafos

 

@ArmandoMartini

Lo que estamos exigiendo los ciudadanos ahora no es una novedad en Venezuela. No la inventaron importantes dirigentes políticos ni intelectuales del siglo pasado, aunque sobre ella son demasiados dirigentes los que han mentido.

Para darle una fecha de inicio, podemos recurrir al 19 de abril de 1810, cuando los hombres principales primero, y la masa seguidamente, dijeron no al mandato del ordenado por la lejana monarquía absoluta española. Realeza en crisis, siendo un poder absoluto había caído en manos de dos imbéciles: el rey Carlos IV y su hijo heredero Fernando de Borbón. Y ambos, a su vez, en manos de un usurpador poderoso para entonces, Napoleón Bonaparte. Este, con un pasado de cónsul electo por la Asamblea General, a emperador absoluto por la gracia de sus armas.

Pero mientras los degenerados doblaban la cerviz ante el tirano invasor, el pueblo español defendía al mismo tiempo dos dignidades: la soberanía de España, y las nuevas normas de Cádiz. Estas exigían normas constitucionales de apertura y derechos para los españoles.

Eso fue lo que defendieron aquel Jueves Santo los nativos de la Gobernación de Caracas y un sacerdote chileno mezclado con ellos. No fue una rebelión contra España; fue defensa del país del cual formábamos parte, de los derechos ciudadanos que habían sido previamente impuesto en sus naciones los estadounidenses y franceses.

Lo que comenzó cuando echaron a los ingleses, y cortaron las cabezas a su monarquía y nobleza expoliadoras y perezosas, fue un movimiento mundial que en unos cuantos años estremeció a los poderes colonialistas y convirtió en repúblicas a sus países coloniales.

No contra el rey, sino a favor de la dignidad

Las mujeres y hombres de Venezuela, de todos los rincones, no se rebelaron contra sino a favor de su propio derecho a gobernarse a sí mismos, a ser soberanos. Y por defender ese derecho, ante la incomprensión de un rey torpe, que confundió defensa popular de la nación española con sumisión, los venezolanos fueron a la guerra. No contra España, sino en defensa de Venezuela.

Aquellos no eran simples rebeldes. Estaban formados, leídos, pendientes de un mundo que se rebelaba contra sumisiones de un pasado demasiado largo. Se erguían exigiendo los derechos del ciudadano, a ser responsables de su país, de darse sus leyes. Y de ejercer su democracia.

En Venezuela hemos caído en el error de estudiar y ver solo al Simón Bolívar militar. Y desconocemos que incluso en sus momentos de mayor mando, lo tenía y lo ejercía por designio del poder popular; no hay grados ni ascensos ni gestas del Libertador que no hubiesen sido previamente consultados u ordenados por un Congreso. Cuando era ya libertador de Venezuela y Colombia, cuando se lanzó al Perú para garantizar su gesta del norte de Sudamérica, triunfador en Junín y jefe militar más poderoso de Latinoamérica, exigió el mando del Congreso peruano. Y cuando, al frente de un ejército victorioso bajo su mando, el Congreso peruano lo relevó del mando sin explicación, Simón Bolívar de inmediato obedeció. Entonces entregó el mando a Antonio José de Sucre, quien comanda las tropas libertadoras y derrota al poderoso ejército colonialista español en Ayacucho.

La voluntad democrática venezolana

No es nueva la democracia venezolana. Sobreviviente por más de dos siglos a los avatares y errores cometidos por caudillos codiciosos que por tener las armas se sintieron dueños del país.

El país no cambió solo por petróleo y porque Gómez, en aras de tener el verdadero control de la nación, había acabado militar o políticamente con los caudillos grandes y pequeños. La Venezuela de la primera mitad del siglo XX giró hacia la democracia por encima de obstáculos y ambiciones, con la guía de una generación de jóvenes pensadores que pusieron al frente sus vidas e integridades para imponer la democracia.

El final de una época fue una dictadura militar con un extraordinario gabinete civil, que marcó un rumbo nuevo sobre dos rieles paralelos: el dinero petrolero destinado a transformar a Venezuela en un país moderno; y la feroz represión para que la democracia no profundizara en los pensamientos.

Pero no lo consiguió. Cuando el dictador huyó, había un entramado democrático que había soportado cárceles, torturas, exilios y salía fresco e innovador a reconducir al país no hacia el lejano pasado campesino y caudillista, sino hacia una democracia constitucional que, así como defendió los derechos de los ciudadanos, también defendió a la democracia contra la insurgencia militar de derechas e izquierdas.

La democracia envejeció, dejó desgastar su fuerza popular. Y dio apertura a un nuevo dictador que, es necesario señalarlo, accedió al poder con los votos de quienes creyeron que restablecería la democracia, derechos y bienestar.

Tiranía con fecha de caducidad

Hizo todo lo contrario. Engañó, restableció el control policial y militar, se murió y dejó a cargo a quien, sin prestigio militar, trajo la experticia cubana para irse adueñando de la seguridad del poder hablando de democracia, mientras encarcelaba a quienes reclamaban la auténtica.

La dictadura de Pérez Jiménez reprimió y transformó mientras hacía de la soberanía nacional una bandera; la nueva dictadura ha sostenido mentiras y la represión más feroz sin piedad. Pero fracasa diariamente en el desarrollo y sacrifica la soberanía en beneficio de la corrupción e intereses extranjeros que, por tener a esta Venezuela empobrecida como base contra la democracia y el poder estadounidenses, apoyan a la dictadura que les ha abierto las puertas arrugando señorío.

Así como Simón Bolívar y quienes le acompañaron en su gesta grandiosa fueron siempre respetuosos del poder civil y de las leyes, la democracia actual está estrujada contra la pared, convertida en embuste activo y en complicidad cívico-militar.

Pero el pensamiento no puede ser encarcelado. Las convicciones pueden ser temporalmente frenadas, pero la libertad, el respeto a los derechos es una convicción históricamente enraizada en la conciencia de los pueblos. Y regresará, más temprano que tarde.

Porque cada día está presente, fuerte, convincente, por encima de bayonetas, corrupción, malos gobernantes y deficientes opositores.

La democracia y libertad son historia humana, la tiranía solo pequeños párrafos.

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Democracia, un derecho que compromete
La democracia obliga a que de manera enérgica se ejercite la deliberación, el respeto a la dignidad humana, la transparencia 

 

@ArmandoMartini

La democracia no es nueva, tiene su origen con la humanidad. Dios no le puso condiciones a Adán y Eva, los instaló en el Edén para que disfrutasen de lo que había puesto allí. Y solo dio una orden: no comer del fruto prohibido. “Creced y multiplicaos” no fue un mandato tiránico, sino la apertura del camino a seguir.

Fue el ser humano quien menoscabó las reglas. Desobediencia a una restricción sencilla y homicidio. La reserva del árbol a la voluntad de Dios fue, en realidad, la primera muestra de propiedad privada. Había tres pertenencias en el jardín celestial. Todo, para Adán, Eva y sus descendientes; respeto a la vida, que violó Caín, y no comer del árbol que era solo de Dios, porque de hacerlo sería el comienzo de la elección del bien y el mal. El pecado original.

Nació la democracia. Dios no hizo a Adán dueño ni jefe de Eva, los concibió equivalentes, creó en ellos la primera sociedad porque dos iguales compartían lo mismo, se complementaban. Su derecho era vivir y multiplicarse, su deber no matar ni comer del árbol prohibido.

A lo largo de la narración de los sucesos de la humanidad, los seres humanos han luchado por sus derechos, y solo han sido sometidos por la fuerza -o mentiras- de otros. La historia está llena de ejemplos de imposiciones de unos pocos fuertes a muchos más frágiles. Por eso las monarquías y mandatos absolutos, a lo largo del tiempo, fueron invento de recios para poner a su servicio a los débiles.

El primer requisito del endeble para servir y no ser servido, es la ignorancia, desconocimiento de sus derechos, ablandamiento del grupo social ante la imposición del tirano. Hubo democracia en Grecia, específicamente en Atenas, cuando otros pueblos eran sometidos por sus gobernantes. Por eso Roma comenzó como una monarquía hasta que se convirtió en república. Y solo derivó nuevamente hacia la tiranía de uno cuando se enredaron entre la astucia de Octavio, quien nunca se llamó a sí mismo emperador y hasta su muerte se mantuvo al menos teóricamente sometido al Senado que representaba al pueblo, y su heredero -por descarte tras la muerte de familiares y decisión del Senado- el feroz Tiberio, siempre teniendo el mando único, sometió sus decisiones.

Fue la corrupción la que llevó a los romanos a convertirse en súbditos de emperadores por herencia, decisión popular -que también las hubo- o cuestión de riqueza, se hicieron monarcas quienes garantizaron mejor el estatus de sus militares.

Cuando estalló la Revolución Francesa fue un alzamiento de frustración de necesitados famélicos que se cansaron de pagar con impuestos y hambre los caprichos de sus reyes. Fue un levantamiento por reacción contra el absolutismo que llevó a excesos antisociales y a un Napoleón, inicialmente nombrado cónsul por la Asamblea General para restablecer el orden y, armas en mano, terminó convirtiéndose en el emperador que llenó de cadáveres franceses los campos de Europa.

Ya existían ideas y pensamientos de democracia, ¿qué otra cosa sino democracia es aquel compromiso revolucionario de Liberté, égalité, fraternité (Libertad, igualdad y fraternidad)? No demasiados años después los europeos fueron siguiendo el ejemplo estadounidense que libró su guerra de independencia convirtiéndose en la primera república democrática del mundo.

Las decisiones de los estadounidenses para la defensa interna, ir a la guerra, crecer como nación, fueron discutidas, rechazadas, aprobadas -¡hasta las injusticias, como la segregación racial!- por el poder popular. Es decir, por el Congreso de Estados Unidos, que cometió errores y fue corrigiendo, que lleva a la ciudadanía, través de representantes y senadores, a compartir decisiones del país. De una nación basada en su propia democracia y una Constitución que nadie ha tocado en más de dos siglos. Se hacen ajustes, enmiendas, que se agregan a la carta magna. Pero no se la cambia de acuerdo a intereses y percepciones de cada nuevo presidente.

Los europeos, con excepciones, decidieron mantener sus monarquías convertidas en tradiciones unificadoras, protegieron y conservaron los honores a los reyes, pero los gobiernos terminaron en manos del poder popular, congresos y parlamentos.

Por todo, que tanto ha costado, la superación del pensamiento sobre costumbres deformadas que llevaron a jefaturas absolutas, la democracia se impone en el mundo. Y las excepciones son eso, distorsiones extendidas en el tiempo. Y los países que continúan siendo tiranías, desde gigantes hasta pequeños, están condenados a terminar con el poder en manos de sus ciudadanos, de la ciudadanía.

Los arbitrarios opresores quizás no se den cuenta. Creen que tienen el control, pero se equivocan. El pensamiento puede refrenarse un período, pero no para siempre. Los seres humanos, en sociedad, así lo sienten. Pueden equivocarse al seleccionar a sus líderes, ser engañados, pero más temprano que tarde lo advertirán. La libertad como derecho, y compromiso, termina imponiéndose.

La democracia ética obliga a que de manera enérgica y vigorosa se ejercite la deliberación, el respeto a la dignidad humana, transparencia e información confiable. Un sistema político que defiende la soberanía del pueblo, su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes. Es un derecho con el cual se nace, y un deber de compromiso para hacernos más dignos de ser humanos.

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Asdrúbal Aguiar Dic 20, 2021 | Actualizado hace 1 mes
El abaratamiento de la democracia
Desde el desmoronamiento comunista de 1989 se vende la tesis del desencanto democrático, obra del Foro de Sao Paulo y antesala de la “corrección política”

 

@asdrubalaguiar

La anunciada inscripción en el Grupo de Puebla de Adriana Lastra, vicesecretaria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), si bien es un índice y por ende no concluyente, muestra el camino del abaratamiento moral que se acusa en Occidente. Mucho de esto se advierte durante los últimos 30 años, desde el desmoronamiento comunista de 1989 hasta la llegada del Cisne Negro, con la pandemia de COVID-19, durante los que se vende la tesis del desencanto democrático, obra del Foro de Sao Paulo y antesala de la «corrección política».

En Venezuela, que aún es el gran laboratorio y referente de tal experiencia, los líderes “opositores”, en su mayoría moldeados bajo la experiencia del chavismo, así como en un tris se hacen miembros de un partido de centro o conservador en otro, espasmódicamente, piden traslado a uno socialista o también de derechas, indistintamente; ello, mientras crean tienda propia, siempre con fines estrictamente electorales, ganados para la práctica de la democracia al detal y al azar como ensimismados en el narcisismo digital. En una hora endosan la casulla de candidatos y a la siguiente se desnudan, como ecologistas del cuerpo.

La mediocridad democrática

La mediocridad democrática

Con algo de razón César Cansino, lúcido profesor universitario poblano, venido de la izquierda y agudo entendedor de la ciudadanía digital –tanto, que escribe sobre el Hombre Twitter y logra eco más allá de sus predios– se atreve a afirmar que la ciencia política ha muerto. Y es que a pesar de ocuparse esta del estudio de los aspectos operacionales de la vida ciudadana, apoyándose sobre elementos teóricos, científicos y estadísticos, nunca llegó a descartar los fundamentos éticos de toda ciudad.

Allí está el mismo Leviatán de Hobbes, que surgiendo como experiencia artificial necesaria y hasta neutral para que los hombres confiasen parte de sus libertades a un ente capaz de asegurárselas, al término y como Estado, su sustrato lo fue siempre de orden moral. A esa civitas –commonwealth– la describe como al animal o máquina que es, visto su funcionamiento, a la vez previene que en todo caso ha de servir a la naturaleza del ser humano y a partir de esta derivar los derechos esenciales que debe tutelar.

La cuestión es que llegando a la estación el tren de la historia, que reúne a las dos o tres últimas generaciones y disponiéndose a avanzar hacia otro tramo intergeneracional bajando a una y subiendo a otra, tras el campanazo del virus chino (¿2019-2049?) la enseñanza que busca dejarse, como parece, es aprender a renunciar a la libertad.

Desde ya se acelera la sumisión, mientras nos entrenamos agachando nuestras cabezas sobre los artefactos digitales.

Entre tanto, la nave que es el planeta o la Pachamama se cuida a sí misma, con nuestras «distancias sociales», y la gobernanza de la inteligencia artificial que todo lo reduce, incluidas nuestras emociones, a datos y algoritmos, se ocupa de saciarnos, como rebaño irracional en un establo.

Así como paulistas o socialistas del siglo XXI ocultan las vergüenzas de sus deconstrucciones éticas (Odebrecht; los vínculos con el narcotráfico y el terrorismo; la destrucción de la boutique democrática latinoamericana: Venezuela; la grosera corrupción de sus epígonos, quienes dicen ser víctimas de guerras híbridas) y se rebautizan de poblanos «progresistas», los socialdemócratas y algunos centristas de ocasión, rindiendo sus banderas, se les aproximan y agachados.

No ven más salida que transar, para, antes que convivir, sobrevivir bajo la corrección política que estiman de inevitable. La guerra que les ha sido agonal parece pedirles abaratar las exquisites de la moral democrática. Cansados, se bastan con que haya elecciones, así sea para escoger entre la misma democracia y el gobierno de las dictaduras del siglo XXI – a las que se morigera titulándolas de “autoritarismos electivos”, incluso sabiéndose que están coludidas con la criminalidad trasnacional organizada, transformada en actor político al que se le recibe sin pudor y con honores en los parlamentos.   

El abaratamiento democrático es lo único que explica que neomarxistas de factura paulista o poblana igualmente hayan arriado sus banderas nacionalistas y mal vistas como resabios del fascismo –bolivarianismo, martinismo, sandinismo– para sumarse al distinto ecosistema que emerge: la gobernanza digital y el ecologismo profundo. Hasta se han entendido con las narrativas del Gran Reinicio, que promueve el capitalismo desregulado y globalista. A este y a los recién llegados, como el PSOE, nada les cuesta entenderse con Rusia y China. Todos a uno celebran la derrota cultural de Occidente.

La guerra contra Occidente

La guerra contra Occidente

Las ataduras oscurantistas o hipotecas éticas o racionales o trascendentales que ven propias de los cultores del Estado constitucional y democrático de Derecho, les resultan demasiado costosas, por lo visto.

En fin, bastará que se realicen elecciones y sean observadas en la región, sin pedírsele peras al olmo –Pedro Castillo acepta ser observado en Perú y el error de los Ortega-Murillo fue negarse a ello, provocando la ira de los observadores. La democracia del siglo XXI, para el progresismo globalista, es únicamente respeto de la voluntad ciudadana, incluso la arbitraria, que decide democráticamente irse hasta el Infierno sin seguir por los caminos de Dante.

Entiendo a la luz de lo anterior, y solo así, que columnistas de fuste como Andrés Oppenheimer se quejen de que el inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, no haya invitado a su coloquio acerca de la democracia al autócrata de El Salvador. Esperan con buenos ojos que el déspota venezolano, Nicolás Maduro, se redima. Ven como errores, aquí sí, que se haya invitado al autoritario gobernante de Filipinas por homofóbico, por perseguir con ferocidad al narcotráfico, que sería la consecuencia de deudas sociales insatisfechas y no crimen que merezca ser vetado dentro de la arena ciudadana; o que USA pretenda seguir a la cabeza del decálogo de la libertad. La corrección, en efecto, admite todo, pero no tanto como la renuncia a mitos y complejos coloniales, pues en ellos se justifican los autoritarismos y el progresismo. Castro dixit.

correoaustral@gmail.com

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Alejandro Armas Dic 10, 2021 | Actualizado hace 1 mes
No más caprichos ideológicos
No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo

 

@AAAD25

En su exhorto a desmontar el interinato encabezado por Juan Guaidó, Julio Borges reprochó a la dirigencia opositora haberse enfocado mucho en actividades fuera de Venezuela, en detrimento de lo que sucede dentro del país. Sin intención de respaldar toda su perorata de la última semana, creo que en este punto específico el coordinador nacional de Primero Justicia tiene razón.

La oposición lleva año y medio prácticamente inerte en el interior de Venezuela.

Urge una estrategia en la que los ciudadanos puedan participar, más allá de votar en elecciones que siguen terriblemente viciadas.

Pero eso no quiere decir que la visión internacional de la disidencia deba ser apartada. Es un hecho indiscutible que los venezolanos no pueden enfrentar este horror solos. No se trata de mantener vivas las fantasías intervencionistas que, afortunadamente, ya solo siguen vigentes en unas pocas mentes alienadas de la realidad, sino de velar porque la mayor cantidad posible de gobiernos y demás actores internacionales se comprometan con la restauración de la democracia en Venezuela y actúen acorde.

Al no ser esta una tarea baladí, tampoco se debe proceder en ella a la ligera. Cada acción hay que meditarla con cuidado, sobre todo en un cosmos de realidades políticas que mutan rápido. Los cambios de gobierno en Estados que apoyaron a la oposición son especialmente delicados. La causa democrática venezolana ya perdió aliados importantes en México, Perú y Argentina. Debe hacer todo lo que esté a su alcance para evitar aun más pérdidas.

Lamentablemente dicho alcance es bastante reducido. La decisión la tienen los ciudadanos de los respectivos países, y lo que digan o dejen de decir al respecto extranjeros tiene un efecto poco o nulo. Ergo, lo más sensato que puede hacer la dirigencia opositora es procurar que, gane quien gane una elección, esa persona se mueva en atención a los intereses democráticos venezolanos. En otras palabras, que no se vuelva afín al chavismo, o neutral.

Algo que definitivamente no ayuda a lograr estos objetivos es el papel que desempeñó Leopoldo López durante su visita reciente a Chile, con solo dos semanas faltantes para el balotaje que determinará su próximo presidente. ¿José Antonio Kast o Gabriel Boric?

En caso de que no se hayan enterado, López se limitó a encontrarse con Kast, el ultraconservador que reivindica la dictadura de Pinochet. No solo eso, sino que participó en un acto de su campaña, en un claro gesto de respaldo ante Boric, un militante de izquierda que genera sospechas razonables por la presencia de elementos radicales, incluyendo al Partido Comunista de Chile, en la coalición que lo apoya.

Fue un mal abordaje. Francamente no veo ningún problema con que López se reúna con Kast para discutir asuntos relacionados estrictamente con la política chilena hacia el chavismo y con la migración de venezolanos a Chile. Pero no que haga proselitismo a su favor. Lo ideal hubiera sido que se reuniera con ambos candidatos y se mantuviera neutral para efectos de la campaña. Nos guste o no, Boric pudiera ser el próximo presidente de Chile. Negarse a tender puentes con él es necio. Alinearse explícitamente con su contrincante en una elección hiperpolitizada es peor.

Sobre todo porque, con Kast al mando, lo más probable es que el gobierno chileno siga siendo un aliado de la oposición venezolana, así sea solo porque a Kast le conviene para su propaganda ideológica y no porque sea un demócrata convencido (que no creo que lo sea). Esa certeza no existe con Boric, así que la dirigencia opositora venezolana debería redoblar esfuerzos con él.

No descarto, por supuesto, que López de hecho intentara concretar un encuentro con Boric pero que este lo rechazara. Después de todo, para la izquierda chilena más recalcitrante, que es parte de la base de apoyo a Boric, e incluyendo aquella que se distanció de Nicolás Maduro y compañía, la oposición venezolana es diabólica. Para muestra el ataque a López con huevos en una calle de Santiago. Pero el espaldarazo de López a Kast no apoya tal hipótesis.

Alguien pudiera invocar el pasado apoyo de Boric al chavismo como excusa para no tratar con él. Apoyo que fue manifiesto al menos hasta 2013. Pero hacerlo sin tener en cuenta sus críticas más recientes hacia el régimen venezolano, y sus pares en Cuba y Nicaragua, es cuanto menos manipulador. No digo que creamos ciegamente en el cambio de parecer de Boric. Pudiera ser falso. Un disimulo de campaña. Pero también existe la posibilidad de que sea sincero. A mi juicio, lo correcto sería aproximarse a él con cautela, pero aproximarse al fin. Si no se da el resultado esperado, por omisión no va a ser.

Espero que la dirigencia opositora aprenda la lección. Somos un país urgido de cuanto apoyo nos puedan dar. Las consideraciones ideológicas sobre quien lo ofrezca o pudiera ofrecerlo son secundarias. Solo se debe evitar tomarse de manos con dictaduras, o con gobiernos u organizaciones políticas irremediablemente alineadas con el chavismo (como Podemos en España).

La lección también debe ser para el público venezolano en general. No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo, y así se le debe identificar.

Buscar el apoyo de izquierdistas no es pecado, ni debería ser determinante en decisiones de esta índole cuán a la derecha está un potencial aliado. Dudo mucho que López sea ideológicamente afín a Kast. Tal vez solo creyó que al reunirse exclusivamente con él ganaría puntos con un sector de la base opositora, muy activo en redes sociales, que equivocadamente cree que oponerse al chavismo es ser de derecha y que, ergo, entre más a la derecha, mejor. Craso error. Ser de derecha está bien, pero la derecha no tiene el monopolio sobre la disidencia venezolana.

Sacrificar los intereses del país por cálculos ideológicos internacionales es bastante egoísta. Por favor, no lo hagan.

PS: Le daré unas vacaciones decembrinas a esta columna. Este será su último artículo del año. Nos vemos en 2022. ¡Felices fiestas para todos!

La mediocridad democrática

La mediocridad democrática

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Asdrúbal Aguiar Nov 27, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La mediocridad democrática
El debate sobre la democracia se ha estancado. No lo revierte el teatro o el espectáculo que cada año conmemora su día internacional. Y mientras más se elige más se desinfla la experiencia democrática profunda, hasta desaparecer

 

@asdrubalaguiar

Desde el instante en que la OEA adopta la Carta Democrática Interamericana, en 2001, nacida de una desviación inédita hasta entonces, la de un gobernante –Alberto Fujimori, de Perú– quien contando con legitimidad de origen destruye los componentes del ejercicio democrático, hago seguimiento cuidadoso a esa y otras experiencias similares que sobrevienen en la región.

Lo relevante, más allá de las reflexiones teóricas y especulativas, políticas y jurídicas, que alcanzo a verter en distintos libros –El derecho a la democracia (2008), La democracia del siglo XXI y el final de los Estados (2009), Digesto de la democracia (2014), Calidad de la democracia y expansión de los derechos humanos (2018)– es algo todavía más grave que lo señalado o el manido desencanto sobre la democracia que revelan encuestas de opinión, no pocas contaminadas con el sesgo ideológico de sus autores.

La cuestión de fondo, y que más habría de preocupar, tal y como lo aprecio, es la expansión de la mediocridad democrática.

Los llamados a reconstituir las fortalezas de la experiencia de una libertad profunda y responsable, que significa asumir a la democracia como forma de vida y estado del espíritu, como derecho totalizante del conjunto de los derechos derivados de la dignidad de la persona humana: el derecho humano a la democracia, hoy se bastan con aceptar la fatalidad del desencanto. Y así, reducen lo democrático a una jornada personal de envite y azar o al asistencialismo que sea capaz de sosegar los encrespamientos del ánimo popular. Nada más.

Que a la democracia se la reduzca a lo instrumental como en el pasado, a método para la selección de cargos y repartición de canonjías entre quienes son profesionales de las candidaturas, o que se la imagine como algo más sustantivo y por lograr, lo cierto es que los políticos de «usa y tire», los de esta hora, lamentablemente suman sus entusiasmos a la tesis que ha conspirado contra la efectividad de la Carta Democrática, reduciéndola a decálogo de propósitos morales.

El debate sobre la democracia se ha estancado. No lo revierte el teatro o el espectáculo que cada año conmemora su día internacional, en un cenáculo que, como la ONU, lo integran una mayoría determinante de satrapías. Así ha sido desde que, a partir de 1990, el Foro de Sao Paulo decide avanzar hacia el poder por la vía electoral para quedarse en el poder y luego modificar las reglas electorales controlando, vía procesos constituyentes, a los jueces y asegurándose el “derecho humano a las reelecciones” de sus miembros.

TALITA CUMI

TALITA CUMI

Desde entonces solo se habla y solo se ocupan los observatorios internacionales de especular sobre las olas electorales, acerca de las misiones de verificación electoral, asegurar que los más –pero no todos– compitan, para “legitimar” verdaderos simulacros; incluidos los presos políticos, a quienes se les concede la libertad con la condición de que participen electoralmente. No reparan aquellos, siquiera por un instante, en ese otro dato trágico de la experiencia recorrida: cada vez más se celebran elecciones y, en la misma medida, en igual o mayor proporción, mientras más se elige más se desinfla la experiencia democrática profunda, hasta desaparecer.

Quien se ocupe de revisar los farragosos documentos del Grupo de Puebla, de la ONU-2030, e incluso los del Gran Reinicio de Davos –desde la izquierda ahora progre y globalista hasta la derecha desregulada y globalizadora– podrá constatar que todos abordan los grandes temas de actualidad.

A la vez, todos a uno obvian considerar dentro de sus agendas la cuestión democrática, dentro de la tríada que esta forma con el Estado constitucional de derecho y la tutela efectiva de los derechos humanos. ¡Es como si hubiesen encontrado la fórmula para resolver sobre los derechos, al margen de la misma democracia y de la garantía de la ley!

El Salvador es el ejemplo paradigmático de lo anterior, no tanto la sufriente Nicaragua; pues si acaso la pareja Ortega-Murillo les hubiese hecho caso a los señores Joseph Borrell y Rodríguez Zapatero repitiendo los pasos de Maduro en Venezuela, ningún ruido hubiese afectado a su “autoritarismo electivo”; que así califican los escribanos y académicos sibilinos del progresismo latinoamericano a estas feroces dictaduras del siglo XXI.

En suma, cuando en 1959, enfrentando a las dictaduras militares los gobiernos democráticos de la región se empeñan en tener elecciones libres y gobernantes civiles, los hombres de Estado de la época, con cabezas bien amobladas, ajenos a la tentación utilitaria, cultores de la ética democrática, mientras crean a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aclaran desde Santiago de Chile que no hay democracia solo con elecciones.

Se requiere, de modo vertebral de su ejercicio efectivo, que es separación de poderes, proscripción en la perpetuación del poder, tutela judicial de los derechos humanos, condiciones justas y humanas de vida para el pueblo, entre otras.

En reciente fecha y enhorabuena, la Corte Interamericana de Derechos Humanos abordó con fuerza pedagógica ejemplarizante la cuestión democrática. Lo hizo a propósito de su afirmación sobre el atentado que significan las reelecciones indefinidas. Desafió, así, la abulia cómplice del Consejo Permanente de la OEA cuando de asegurar a las democracias se trata. Estimó a la Carta Democrática, sin dejar margen para la duda, de jurídicamente vinculante.

En fin, o en suma, los gobiernos americanos, incluida la Cancillería europea, condenan a Nicaragua por lo ya dicho, pero se cuidan de no atropellar con igual fuerza a Venezuela; tanto como la Comisión Interamericana arrastra los pies cuando se le demanda escuchar y dar satisfacción oportuna a las denuncias de las víctimas de los “autoritarismos” imperantes en el continente. Les exige tener paciencia, esperar que pasen los lustros y hasta una década, para que no perturben el quehacer de los artesanos de nuestra mediocridad democrática. 

correoaustral@gmail.com

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Jefa de Misión de Observación de la UE: Solo tengo un compromiso con la democracia y con los ciudadanos
La eurodiputada aclaró que la Misión de la Unión Europea no puede intervenir en la actuación del CNE
El 23 de noviembre presentarán un primer informe sobre las observaciones y sugerencias que se vayan recogiendo del proceso electoral

 

Este lunes, 8 de noviembre, la jefa de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea en Venezuela, Isabel Santos, afirmó que solo tiene un compromiso con la democracia y con todos los ciudadanos del país como cabeza de este grupo. 

«Mi papel, aparte de estar muy definido por la organización, también está definida por mí misma, aquellos que conocen mi currículo y forma de actuar sabe que conmigo es así: no hay presiones, no hay vinculaciones, solo un estricto compromiso con los principios que regulan la misión (…)Esta misión es independiente, imparcial y neutral y solo esto vale», afirmó la eurodiputada de origen portugués y miembro del partido socialista en Portugal.              

En entrevista con Román Lozinsky para el Circuitos Éxitosexpresó que cuenta con una profunda experiencia en observaciones electorales y envió un mensaje a quienes dudan de ella por provenir de un partido «socialista»

«Tengo unas quince misiones como experiencia, en muchos entornos diferentes, en cuadros políticos diferentes, en países diferentes. Claro que tengo una vinculación ideológica pero, en estos momentos, sé perfectamente distanciar y distinguir una cosa de la otra. Para que la gente se tranquilice, yo soy una persona que teniendo una vinculación ideológica, soy muy independiente, mi ejercicio político es mi mejor carnet de identidad que puedo aportar a esta misión con respecto a la independencia», dijo.

Sobre su participación en el proceso electoral que se llevará a cabo el próximo 21 de noviembre, Santos explicó que tanto ella como su equipo lo que buscan es tener una visión ampliada de todo lo que ocurre durante el acto electoral, no solo durante la votación, sino cómo se desarrolla la campaña, los espacios que tienen los actores en esa campaña, la forma cómo recogen esa campaña y después la observación propiamente como tal del acto electoral.

Presentarán un primer informe

La jefa de la delegación de la Unión Europea informó que el 23 de noviembre presentarán un primer informe sobre las observaciones y sugerencias que se vayan recogiendo del proceso electoral. 

Santos también informó que en enero, a finales, o principios de febrero, volverá a Venezuela para presentar a las autoridades y a la sociedad venezolana el último informe con las conclusiones y sugerencias de la UE sobre los comicios venezolanos. 

Isabel Santos indicó que la Misión también se encargará del monitoreo de las quejas que llegan al Consejo Nacional Electoral -aún después de las elecciones- y de observar cómo las autoridades venezolanas atenderán a esas quejas y si las van a resolver.

¿Qué es lo que observa concretamente la Misión de la UE en Venezuela?

Sobre el trabajo que realizará la Misión de la UE en el país, Isabel Santos explicó que se evaluará todo lo que tiene que ver con la campaña, cómo se desarrolla, el acceso a órganos de información para desplegar el mensaje de todos los candidatos, la forma cómo se organiza la administración del acto electoral y también toda la libertad de movimiento y de actuación de los diferentes actores políticos, así como si los ciudadanos van a votar en total libertad o no.

La eurodiputada aclaró que la Misión de la Unión Europea no puede intervenir en la actuación del CNE.

«No hacemos intervención en cuanto transcurre el acto electoral, solo en el momento del final, cuando presentaremos nuestra información, conclusión y sugerencia. No intervenimos en el proceso, son las autoridades que tienen que intervenir en el proceso y hacer lo que haya que hacer. Nosotros solo observamos, registramos y proporcionamos sugerencias», dijo.

Diferencia entre misión de acompañamiento y observación

Isabel Santos  también explicó que la misión de acompañamiento no presupone presentación de conclusiones, ni de sugerencias en general, mientras que la misión de observación es algo más profundo, basado en hechos. «Es un trabajo de gran calidad y muy importante para que las autoridades puedan plantear nuevos actos electorales con nuevas condiciones frente a lo que ha sido observado».

¿Han tenido facilidad y libertad para su trabajo en Venezuela?

 La jefa de Observación de la UE señaló que, hasta el momento, han tenido la facilidad y libertad para realizar su trabajo en Venezuela.

«Si en algún momento eso no ocurre,  los acuerdos administrativos serían violados, porque el acuerdo establecido entre el CNE y la delegación de la UE es basado en eso: total libertad de movimiento y total libertad de expresión, así como total acceso a observar el desarrollo del proceso electoral», finalizó.