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Cuidado

Después te llamo... Por Orlando Viera-Blanco

 

 

«Los venezolanos hemos perdido nuestros arraigo, nuestra plaza, nuestra nación, nuestro sentido de pertenencia. Pero no el país, ni nuestros  amigos, ni parientes. Mientras recuperamos y encontramos el país perdido acerquémonos mas los unos a los otros». 

Mamá tiene el don de la omnipresencia. Está en todo momento y aparece en cualquier episodio de nuestra vida.  Llama si me siento mal porque lo sabe. Si estoy contento, porque lo celebra. Si las finanzas van bien o la cosa va ajustada. Si tengo ansiedad o estoy relajado. En el estrés me alivia. En  la sinuosidad me consuela y acaricia. No existe decisión que no cuente con la opinión de mamá. Su intuición o conectividad parece mágica, inalámbrica, infalible. Y este es el tema:  ¿Somos recíprocos a esa hermosa omnipresencia?

Cuidado: el amor no está garantizado

En estos días mamá me envió un video que todos deben ver. Se titula “Después te llamo…” Trata precisamente del “después” que continuamente le damos a la vida.  El “ahora no, más tarde, mañana”… Ulterioridad que estampamos a pequeñas-grandes ocasiones que por creer se repetirán, dejamos de hacer y pasar. “Después le digo, después lo hago, después cambio, vamos, te busco o lo vemos.  Dejamos todo para después como si después fuese lo mejor…”Así lo anticipa en su reflexión el gimmick de marras. Una cascada de sabiduría y sana amonestación de lo que dejamos de hacer por banalidad, pereza, desgano, displicencia o simplemente descuido. Lo delicado es que lo hacemos con aquellos que más nos quieren y necesitan, y que a pesar de estar siempre ahí, no le concedemos el tiempo, el gesto de contestarle de inmediato una llamada, de decirles cuanto nos importan; prolongar una conversación o simplemente llamarles para que al rompe de la bendición o los buenos días, le digamos un te quiero…

Damos todo por hecho cuando creemos que tenemos el amor y la solidaridad del amigo, del hermano, del hijo o nuestros padres asegurado.  Creemos que ese afecto y fraternidad, es imbatible, incólume, garantizada. Pero hay que tener cuidado. Cada una de nuestras ausencias, cada uno de nuestros “después”, no sólo duelen sino pueden significar un consejo, un alerta, una ratificación de afecto o consentimiento a tiempo, que puede cambiar la vida de nuestros incondicionales a quienes torpe e injustamente le dedicamos un después en vez de un ahora…

Lo que no entendemos-nos dice Sabio-es que “después’ el café se enfría, la prioridad cambia, el encanto se pierde. Después lo temprano se vuelve tarde, la añoranza pasa, la cosas cambian, los hijos crecen…Después la gente (nuestros padres) envejecen, [se nos van]”, y perdemos la más hermosas de las ocasiones por irrepetibles e inolvidables.  Es dejar en la almohada, el espejo, el teléfono o el ordenador, una sonrisa alentadora, una lágrima de consuelo, un buen sermón o un déjalo, después lo resolverás…Porque hasta para aconsejar un después hay que estar. Es compartir un café con quien no frecuentas. Es decirle [a tiempo] a quien amas, quiero compartir el resto de mi vida contigo. Es priorizar una ilusión que por privilegiar la «infatigable» rutina, te impide darle rienda suelta al sueño que cambiará tu vida Es compartir con tu hijo su primer gol, su primer hit, su primera cinta, medalla o llegada, que no es más que ser testigo de sus primeros triunfos. Es verles leer por primera vez. No porque lo aprendió de su maestra sino porque antes le enseñastes sus primeras letras, de la misma manera como aprendió a caminar o montar bicicleta de tu mano. Y es vivir y dusfrutar a nuestros padres que es aprovechar su vejez por ser derroche de sabiduría, paz y solidaridad, vital cuando la ausencia es inevitable, bien porque nos vamos, bien porque se van…

Después la vida es noche. Después la vida termina…

Los venezolanos hemos perdido nuestro arraigo, nuestra plaza, nuestra nación, nuestro sentido de pertenencia. Pero no el país, ni nuestros amigos ni parientes. Mientras recuperamos y encontramos el país perdido (que nadie lo dude), tenemos que acercarnos más los unos a los otros. Y no sólo a nuestros familiares, vecinos o amigos. También a los desposeídos, a los humildes, a los decentes. Civiles y militares. Hagamos hoy lo que toque hacer porque mañana es tarde. El ser humano es un misterio cuando se le deja ausente. Y todo un advenimiento cuando se le da participación. La presencia es afecto y afecto es paz. Llamémonos, hablémonos, busquémonos, cambiemos, asumamos lo impostergable y seamos omnipresentes con quienes lo son con nosotros…La mejor manera de decretar el fin del sufrimiento es redimir el dolor y conciliar. No hablo del adversario (con quien también habrá que hacerlo). Hablo de hacer las paces con los nuestros mismos…

Tengo la dicha de tener a mamá y a papá conmigo. No a mi lado pero si de cuerpo presente. Este ensayo trataba sobre las elecciones en Colombia. Pero al comenzar me llegó el mensaje de mamá, “Después te llamo…” Deje el “análisis” sobre Duque y Petro para otro día. Total, ellos pueden esperar…Ni les conozco. Tomé el teléfono, marqué a mi madre y le dije: «Que manera tienes de decir las cosas con la sutileza de quien tanto ama desinteresadamente, sin esperar nada a cambio…Y perdona por no haberte llamado, pero estaba rindiendo tributo [con este ensayo] al ser que más amo en esta vida. A ti. Porque eso es amar. Decirlo y escribirlo. Saber lo que significa porque otro te lo hace sentir…

Pd: Venezuela, ya te llamo. Después será tarde, será de noche…

 

@ovierablanco

Una comparación sin cuidado por Elías Pino Iturrieta

AsambleaNacional5

 

Es exagerado advertir en el trabajo de la nueva AN la potestad de cambiar la vida política cuando apenas se estrena bajo el control de la oposición. No solo por el poco tiempo que tiene en funciones, sino también  por las trabas groseras del Ejecutivo, debido a las cuales el poder de los diputados no se puede aplicar a plenitud. La transformación de los negocios públicos no corre pareja con el clamor de los electores, sino de acuerdo con el vaivén de las circunstancias. Sin embargo, el año ha comenzado con manifestaciones de renacimiento republicano, con señales inéditas en los últimos lustros, que permiten pensar en la aparición de conductas capaces de conducir a situaciones prometedoras cuyo origen se encuentra en la actividad de los asambleístas de la mayoría.

Partamos de un solo hecho concreto, para atribuir a nuestros diputados los primeros puntos en ese torneo por la mudanza de los negocios públicos: el interés que han despertado las sesiones de la Cámara. Las discusiones del Parlamento, como asuntos susceptibles de provocar la atención de la sociedad, habían pasado a la historia. Hasta finales de 2015, solo algunos oficialistas disciplinados se interesaban por el espectáculo de sus representantes monocordes y previsibles. Aquello era una carga de la rutina, una falta de sorpresas y de asombros que se perdía en el rincón de uno de los canales menos visitados por los televidentes. Un cuartel disfrazado de tribuna, así como apenas engañaba a los pendejos, echaba en falta la carnada para pescar  avispados. No cabía mayor adocenamiento. Ahora es distinto: la gente se interesa por las intervenciones de sus representantes y las repite en las redes sociales, la gente ya distingue las voces de sus oradores favoritos y las aplaude desde cálidas distancias, hasta saben la ubicación de las curules de las figuras de sus partidos y no les pierden patada. Ya sobran quienes hacen descripciones detalladas de las sesiones como si estuvieran narrando una novela, dinámica y festiva especie de crónicas a través de las cuales se da relieve y afecto a lo que se cuenta.

Solo había sucedido algo parecido cuando se reunió la Constituyente de 1946, cuyos desafíos oratorios se trasmitieron por la radio para convertirse en pedagogía de la democracia en ciernes, en abanico para la selección de pensamientos y pensadores desconocidos hasta la fecha, en muleta para la fundación de partidos con apoyos multitudinarios cuando apenas el posgomecismo abandonaba la escena para que nuestros abuelos se sacudieran una modorra vieja. Nadie escapó entonces de la influencia de los congresistas, para que Venezuela fuera protagonista de una transformación fundamental. Nadie dejó entonces de relacionarse con los discursos de su diputado preferido, o con las consignas de la organización que las lanzaba, para hacer después una vaca por la fábrica de una república diversa.

Las analogías de este tipo son aventuradas. Una hazaña como la realizada por los diputados que se estrenaban en la democracia mientras su público también hacía el mismo debut no tiene parangón. Fueron muchos los que no daban crédito a sus ojos. Pensaban que aquello no pasaría de una feria atrayente, pero condenada a la desaparición debido a los poderes que enfrentaba, a los intereses de nuevo militarismo que esperaba armado y silencioso en la esquina caliente de Capitolio, al viento que terminaría por llevarse las palabras de los oradores. No fue así, sin embargo. La actividad de los diputados de 1946 sembró una costumbre y dejó una necesidad, una espera de naturaleza republicana que se caracterizaría por el empecinamiento en la búsqueda del retorno, en 1959 y en nuestros días.

El lector podrá calcular la enormidad de este cotejo, pero quizá pueda coincidir en el hecho de que estemos en otra época de búsquedas que no dejan de ser un retorno, en la soldadura de un rompecabezas parecido al de antes. También, por lo tanto, en sentir el impulso de un motor movido por un combustible de la misma naturaleza. Es bien probable que el chavismo nos haya convertido a todos, de cierta manera, en primerizos de la democracia y del republicanismo. En consecuencia, la correspondencia con la proeza de 1946 es un vínculo plausible, en lugar de un despropósito.

 

@eliaspino

El Nacional