Seis hombres cisgénero entaconados, con sus mejores galas, compitieron por primera vez por ser la mejor Drag Queen dentro del único bar de ambiente de la principal urbe de Bolívar, uno de los pocos lugares donde se sienten libres, seguros
Ilustración: Lucia Pietrini
@Luciapietf
Nairb baja del carro, acicala su vestuario y pone un velo blanco sobre su peluca pelirroja, brillante y lisa, con ayuda de su equipo de producción. Su vestuario está completo. Camina con pasos seguros sobre botas de tacón doradas de 12 centímetros hasta la entrada de Franky’s bar, el único bar de ambiente de Ciudad Guayana, en el sureño estado Bolívar, la urbe siderúrgica y minera venezolana cuyas principales industrias están paralizadas.
Quienes están repartidos en la entrada del local se acercan a saludarla con afecto. Ella conoce prácticamente a todos. Da besos en ambas mejillas, pero guarda distancia para no malograr su maquillaje: rubor pronunciado, labios rosa, cejas definidas, sombreado en tonos verdes y rojos, y pestañas postizas de casi dos centímetros. Duró más de cuatro horas para elaborarlo junto a su equipo.
Nairb modela frente a la puerta principal del bar para las fotos que le toman los jóvenes y adultos que se concentran en la entrada. Muestra su leotardo dorado con acentos negros, acomoda el tul escarchado que cuelga a ambos lados de sus caderas, juega con sus manos cubiertas por guantes negros y brillantes. Sus expresiones son serenas y apacibles. En ese momento, ella se siente como una deidad que vela por los suyos.
Esta noche, ella juzgará a seis participantes en el primer concurso «Baby Drag Queen» en la ciudad y en el estado Bolívar que se ha promocionado abiertamente. Las concursantes debutarán como Drag Queens y se enfrentarán a través performances para decidir quién será la mejor de la noche. Pero más allá de la competencia, el fin del evento es ese: estrenar a seis personas en este arte frente a un público.
El local se llena rápidamente con el pasar de una hora, el evento llamó la atención de los guayaneses, aunque no todas las reacciones fueron buenas.
A ese concurso ideado por socios y clientes habituales del bar para incentivar la cultura Drag Queen en la ciudad le llovieron críticas. Los organizadores fueron acusados en redes sociales por “querer pervertir a las personas”. Para ese grupo, el Drag es una práctica vulgar y sexual.
Por encima de los señalamientos, el dueño del local, Frank Flores, está contento con la respuesta del público y eso se nota en la sonrisa con la que recibe a los clientes, habituales y nuevos, cuyas edades van desde los 18 hasta más de 50 años.
Frank, oriundo de Caracas, abrió las puertas del café bar hace un año, tras el final de la cuarentena. Hoy, ese espacio es un lugar seguro para la comunidad LGTBIQ+, que resalta a la vista con la bandera del arco iris estampada en su marquesina, alzada como una insignia sobre la entrada principal.
Tanto el bar como el concurso son un escape a la realidad que viven las personas de una comunidad que carece de derechos y protecciones frente a la violencia que amenaza a sus miembros día tras día. El Observatorio de Violencia LGBTIQ+ de Venezuela contabilizó 60 casos de agresiones y un homicidio en el territorio nacional entre enero y abril de este año. Uno de estos fue registrado en Bolívar. Gloria Pérez, miembro del observatorio, indicó que 21 casos se encuentran en proceso de indagación.
Lip sync en tacones
Nairb es un cliente habitual del bar y, cuando no utiliza tacones ni maquillaje extravagante, va como Brian Nuñez, un joven cisgénero y gay, trabajador, activista por los derechos del colectivo LGTBIQ+ en la agrupación Código 90 (@codi.90) y amante del arte Drag.
Él inició en este mundo casi por accidente cuando entró a un show de talentos en la ciudad para bailar y hacer lip sync, el anglicismo con el que se conoce la práctica de doblar canciones famosas. Cuando pasó a la segunda ronda, el jurado lo retó a hacerlo en tacones, pero el decidió elevar la apuesta junto a su equipo de producción. Se transformó en Drag para esa presentación y todas las siguientes. El público lo amó.
Nairb sintió que rompió estigmas cuando heterosexuales y familias enteras lo vieron, aplaudieron sus espectáculos, lo apoyaron y se tomaron fotos con él. Todo lo impulsó a seguir adelante con las largas horas de preparación y práctica en técnicas de maquillaje, diseño de vestuario, baile y carisma que invierte para dar sus espectáculos.
«El Drag es tan extenso. Tú puedes hacerlo en teatro, en la televisión, puedes ser comediante y estar en Drag. Lo que pasa es que en Venezuela todavía no se ven todos los matices de este arte (…). No es solamente presentarse en un club nocturno y ya. Tienes que saber mucho», afirma.
Cuando Brian se transforma en Nairb, es una expresión artistica, un personaje con carácter y género propio, ya que Brian identifica a su yo Drag como no binario, un Drag Queer.
Ella se abre paso hasta el escenario del bar, que esta decorado con elementos alusivos al famoso programa RuPaul: Carrera de Drags, más luces led y cortinas multicolores. El local esta tan lleno que no hay donde sentarse. Muchos optan por hacerlo en el suelo para ver el show.
Detrás de la escarcha
Nairb, tras un discurso, agradece efusivamente a las personas por la asistencia y presenta el show. Las concursantes entran una a una entre aplausos, barras y vitoreos para sentarse en taburetes a los lados de la tarima. Cada una representa una idea, un símbolo, un recuerdo o un anhelo a través de sus exuberantes vestimentas y dramáticos maquillajes.
Pero más allá de los colores vibrantes y la escarcha, todas cuentan una historia distinta.
Drag Oman es una princesa de ballet, inspirada en el cisne negro, que se describe como «delicada y diplomática». Tardó casi siete horas en finalizar su transformación con ayuda de sus amistades, que la apoyaron desde el inicio en la producción de su personaje.
Fuera del arte, Oman es Miguel Ángel Olivares, un hombre gay oriundo de Caracas, criado en Ciudad Bolívar y radicado en Puerto Ordaz, que fue obligado a abandonar su hogar por la violenta convivencia con su padre, quien lo maltrató física y psicológicamente casi a diario por su orientación sexual.
Salió de la depresión gracias a la terapia psicológica y al baile. Al escuchar sobre el concurso en el bar, le pareció una gran idea participar para explotar su potencial, perder el miedo a expresarse y reivindicar su autoestima. «Siempre me han sugerido que haga actividades que me hagan feliz y esto me hace feliz», cuenta.
El show es inaugurado y cada concursante se presenta una a una. Depositan todos sus esfuerzos, y horas de preparación y ensayo, en la pista de baile ante la atenta mirada de los asistentes.
La segunda participante es Blue Divachell, de género no binario. Representa a una de sus ídolos del pop, Lady Gaga, mediante una baile muy enérgico y un vestido corto, cómodo y vibrante. Sus papás saben que es homosexual y que está en el mundo del Drag, pero nunca lo han visto en el escenario. Eso le asusta porque no sabe cómo lo puedan asimilar ya que, según él, lo consideran un peso más sobre el hecho de que su hijo es homosexual.
Mimi Rose celebra a través de su seudónimo a su abuela y su mamá. «Las mujeres más feroces que conozco», dice. Con su traje escarlata y azabache, inspirado en la cantante transgénero Arca, busca ser el centro de las miradas con un estilo queer, sin limitarse en la dualidad de mujer u hombre, «sino transitar en el medio». Por eso mantuvo su barba y la hizo parte de su maquillaje. Su vestuario engloba todo el apoyo que recibió desde que decidió lanzarse a la aventura, junto a sus aspiraciones como artista.
La última participante, Angel Ferocity, representa a una muñeca que recuerda poderosamente a las Barbies, con su peluca rubia, su vestido fucsia y su abrigo de plumas blancas. Se atrevió a experimentar gracias al empujón de sus amistades. «Algo que me gusta mucho del Drag es que tú lo puedes hacer a tu manera, la creatividad, la música, las expresiones… No hay un reglamento, es libre», asegura.
El público observa embelesado cada presentación y apoya con fuertes aplausos los performances. Al finalizar, el público se acerca a tomar fotos a sus vestuarios y a sacarse fotos con ellas para la posteridad.
Muchos encontraron un refugio a través del Drag, un arte que les apasiona y los hace sentir liberados. Brian siente que al personificar a Nairb, puede llevar un mensaje más impactante a quienes lo observan. El dueño del bar sostuvo que este es un inicio y que no van a desamparar a los nuevos talentos que salen de esta presentación. «Siempre los vamos a apoyar y nos vamos a esforzar para que el próximo año se haga una segunda gala y que en Puerto Ordaz siga este movimiento».