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DDHH Olvidados | No hay quien cuide de las abuelas que se quedaron criando a sus nietos

Yolanda González tiene 67 años y desde 2018 está a cargo de sus nietos, tres varones de 15, 13 y 11 años. Su hija, Yesenia, desesperada por la situación económica, decidió emigrar a Perú en busca de un trabajo que le permitiera ayudar económicamente a su familia. En cinco años, Yesenia ha venido seis veces a Venezuela, especialmente en navidad y algunos cumpleaños. 

Yolanda vive en el sector La Dolorita, municipio Sucre, en el estado Miranda, comenta que sufre de la tensión y a diario padece por la falta de agua y la intermitencia en el servicio de gas doméstico. Se levanta a las 5:45 de la mañana para hacerle el desayuno a sus nietos y mandarlos al colegio. Luego, se ocupa de los quehaceres de la casa y a las 12 en punto ya tiene el almuerzo listo. En las tardes, se dedica a ayudar con las tareas escolares y otras labores domésticas. Asegura que se siente muy cansada, pero agradece que su hija vea por ellos y mensualmente envíe dinero porque “la situación en Venezuela es muy dura”. 

“Yo no puedo trabajar, tengo una mano que casi no me sirve y la tensión se me sube. Mi nieto mayor ayuda con las cosas pesadas de la casa y ahí vamos luchando entre todos. Me da pesar que mi  hija tenga que trabajar tanto y estar tan lejos, pero no podemos echarnos a llorar, hay que seguir. Solo le pido a dios vida y salud para sacar adelante a mis nietos”, dijo Yolanda. 

La situación de Yolanda no es única. Se repite con bastante frecuencia en las barriadas populares del país. Cifras del estudio realizado por la ONG Convite “Evaluación sobre las condiciones de vida y salud de las personas mayores en Venezuela 2023”, estiman que las mujeres mayores son las que tienen la mayor responsabilidad en las labores de cuidado. La encuesta, realizada a 1535 adultos mayores de 19 ciudades del país, arrojó que 36% de las abuelas están a cargo del cuidado de sus nietos bien sea porque los padres emigraron o porque están trabajando durante todo el día.

Abuelas indefensas ante la economía 

Uno de los grupos etarios más afectados por la prolongada crisis económica venezolana son los adultos mayores y en especial, las mujeres, debido a que las políticas de cuidados son prácticamente invisibles, los ingresos son insuficientes y el acceso a la salud pública es deficiente.

Según la última medición de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2023, la pobreza en Venezuela se ubicó en 50%, mientras que el estado de vulnerabilidad arropa, en su mayoría, a las mujeres. 89% de los hogares padece inseguridad alimentaria, término que describe cuando alguien no tiene acceso o no puede comprar suficientes alimentos nutritivos para su salud y bienestar general.

Actualmente, los adultos mayores que están pensionados por el Seguro Social venezolano reciben mensualmente 130 bolívares, unos 3.5 dólares, más un bono por concepto de “Guerra Económica”, por un monto de 900 bolívares, o 24 dólares. En total, 28 dólares mensuales que no todos reciben. Cabe establecer la comparación entre el ingreso que perciben las abuelas y la canasta alimentaria familiar de enero que tuvo un costo de 535,23 dólares, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM). 

De acuerdo con el estudio de Convite, el 71% de los encuestados que percibe la seguridad social que brinda el Estado lo califica como deficiente y afirman que no cubren las necesidades de las personas mayores. 

De los consultados, 58% afirmó que reciben la caja del Clap, de estos, 45% indicaron que dichos alimentos les duran 15 días independientemente de la cantidad de comidas que hagan al día. 

51% afirmó que algunas veces han tenido que reducir las porciones. 53% está consumiendo proteína animal de 2 a 3 veces por semana y 77% incluye los granos en su dieta para proporcionarse proteína vegetal cuando no pueden consumir carnes.

El informe de Convite sobre Victimización de las Personas Mayores correspondiente al segundo semestre 2023 reveló que aunque las mujeres mayores están menos expuestas a las muertes violentas en comparación con los hombres, el 28% de las víctimas mujeres (54) que fallecieron en circunstancias violentas fueron mayores de 55 años.

Adultas mayores también necesitan cuidados 

Angelina Sosa vive en Petare, municipio Sucre en el Estado Miranda, tiene 68 años y está a cargo de dos nietas de 14 y 12 años. Sufre del corazón y también de hipertensión. Afirma que cuidar de sus nietas es una bendición y una gran responsabilidad porque ellas no tienen mamá, pero al mismo tiempo, se siente cansada y quisiera llevar una vida más tranquila. 

“Ya soy mayorcita, a veces siento que necesito unas pilas nuevas. Yo las cuido y hago todo por ellas, pero a mi edad es difícil llevarles el ritmo a las niñas. Cuando me enfermo se complica todo porque no hay quien cuide de mí y tampoco de ellas”, dijo Sosa. 

El estudio de Convite arrojó que el 55% de las mujeres encuestadas se encuentran a cargo de otra persona o adulto mayor, 36% de niños, niñas y adolescentes, 11% cuidan de varias personas y 8% de alguna persona con discapacidad. 

A juicio de la psicóloga clínico Vanessa Nunes, el cuidado de los nietos es una cuestión de decisión. Asegura que hay personas que ejercen el rol de abuelos por decisión, vocación y amor y otros por obligación moral o presión de los miembros de la familia, «pero de manera objetiva, una persona de avanzada edad ya no tiene la energía y capacidad (física, emocional ni cognitiva) para todo lo que implica el cuidado de un niño».

La mayoría de las abuelas tienen el rol de ser consentidoras y amorosas con sus nietos. Tanto Yolanda como Angelina coinciden en que sus nietos son el motor que las anima día a día. Sin embargo, para ellas, no solo es acompañar y consentir, la labor implica tareas de higiene, educación alimentación y demás actividades extracurriculares. 

“Las abuelas están para que las cuiden, si bien es cierto que es común en nuestra cultura que las abuelas se encarguen de los nietos, hay que diferenciar entre ‘echar una mano’ o  que sean un apoyo a asumir el total cuidado de los nietos”, dijo Nunes. 

A toda la situación económica y social de las abuelas venezolanas se le suma que la salud mental podría verse afectada bien sea por las responsabilidades y la situación económica o la merma de la capacidad física. 

En este tema, la psicóloga Nunes enfatizó que a esa edad lo más añorado por los adultos mayores es estar tranquilo, descansando y disfrutando de los nietos, “lo cual es muy distinto a estarlos cuidando y formando”.

“Sí se puede ver afectada su salud mental por sentirse presionados con tantas responsabilidades impuestas o «elegidas». Estos abuelos pueden presentar síntomas como ansiedad, culpa,  tristeza, dificultad para dormir, estrés entre otros”, dijo Nunes.

Sobre la obligación de los abuelos de cuidar de sus nietos, Nunes comentó que actualmente se han ido introduciendo términos como el “síndrome del abuelo esclavo» que se refiere a cuando las responsabilidades del cuidado de los nietos sobrepasan sus capacidades reales.

“Estos abuelos lo hacen por obligación moral (lo que esperan de ellos, porque sus hijos lo necesitan), pero a costa de olvidar que son seres que también necesitan cuidados, atención y recreación, por cuestión de salud mental y bienestar emocional”, explicó. 

Vanessa Nunes afirmó que últimamente he escuchado muchos hijos quejarse de sus padres porque no quieren cuidar a sus nietos y aconseja que la decisión no debe ser percibida como algo malo, pues ellos están en su derecho de decidir si quieren o no tener esa responsabilidad o sólo ser abuelos presentes, consentidores que apoyan pero que no crían.

“La plata no alcanza” 

El esfuerzo físico de cuidar a los niños se agrava para los adultos mayores debido a la falta de recursos. Según las mediciones de Convite, el 79% de los encuestados usa medicamentos para tratar alguna patología, siendo la hipertensión arterial la enfermedad más común y también la que más afecta a las mujeres (60% de 858 personas con la enfermedad).

De las encuestas realizadas, el 61% respondió que no acude a consultas médicas periódicas para controlar su enfermedad. 51% indicó que puede adquirir las medicinas con dificultad, 26% solo puede comprar algunos de los recetados, para el 10% es difícil adquirirlos y el 7% los tienen cuando se los donan. 

Coromoto Rangel tiene 56 años y cuida de un nieto de cuatro años porque “le nace”. Desde hace varios años dejó de trabajar debido a dos hernias discales y osteoporosis en la columna y cadera que le impiden hacer trabajos pesados. Sus hijos la ayudan, pero aún así, afirma que costear sus tratamientos para la hipertensión y los huesos resulta bastante costoso. 

“Nada más el tratamiento que tengo que tomarme mensualmente para los huesos sale en 25 dólares, más la pastilla de la tensión, son como $40, eso sin contar las vitaminas, el calcio y la alimentación. De verdad es casi imposible cubrir todo”, dijo.  

En la encuesta de Convite 55% de las personas consultadas estiman recurrir a gastos mensuales superiores a 100 dólares, 75% de las personas mayores manifestaron estar siendo apoyados económicamente por sus familias, tanto las que permanecen en el país como las que están en el exterior; 24% indicó que se ayudan con varias alternativas como pedir dinero prestado.

Crisis económica y falta de oportunidades propician la explotación laboral de jóvenes venezolanos
Ernesto Peñalver, de 29 años, manifestó haber laborado jornadas de hasta 15 horas durante los meses que trabajó en una tienda departamental

Aunque se popularizó la frase «Venezuela se está arreglando», la crisis económica y la falta de oportunidades han propiciado la explotación laboral de los jóvenes venezolanos.

De acuerdo con un trabajo publicado por Correo del Caroní, la población juvenil del país se mantiene como una de las más vulnerables debido a las pocas oportunidades laborales que se ofrecen en Venezuela.

Según la Encuesta Nacional sobre la Juventud (Enjuve) del 2021, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la población inscrita en centros educativos ha retrocedido con respecto a años anteriores, especialmente en el grupo de 18 a 24 años.

Además, en su mayoría, los jóvenes optan por dedicarse a oficios sin contratos ni legalidad, lo que cercena sus oportunidades de tener seguridad social y los deja desamparados ante cualquier situación de abuso, pues sus labores no están reguladas por la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras (Lottt).

Para la abogada Eumelis Moya, los trabajos que incumplen con parámetros legales como explotación laboral representan una forma de esclavitud moderna donde el individuo cae en una dinámica de la cual no puede salir, ya sea por presión, amenazas, violencia o necesidad.

“No puedes irte hasta que cerremos”

Un total de 10 jóvenes que laboran en comercios de Puerto Ordaz, estado Bolívar, confirmaron que no pueden retirarse de sus puestos de trabajo hasta que “el dueño decida cerrar”.

Cabe recordar que la Lottt, en su artículo 173, establece que “la jornada de trabajo no excederá de cinco días a la semana y el trabajador o trabajadora tendrá derecho a dos días de descanso continuo y remunerado”.

El joven Ernesto Peñalver, de 29 años, manifestó haber laborado jornadas de hasta 15 horas durante los meses que trabajó en una tienda departamental ubicada en Alta Vista.

Peñalver trabajaba en una tienda que vende línea blanca y su mayor preocupación eran los días de entrega de mercancía, cuando recuerda debía quedarse laborando hasta las 3:00 de la mañana y posteriormente encontrar cómo volver a su residencia, ya que la empresa no ofrece servicio de transporte.

«Estábamos desde las 8:00 de la mañana hasta las 3:00 de la mañana, y teníamos que volver nuevamente a las 8:00 de la mañana. Por esto no nos pagaban horas extra. El sueldo era salario mínimo en bolívares y un bono», contó el joven.

Evasión tributaria: contrataciones informales

Más de la mitad de las personas que entrevistó Correo del Caroní para elaborar el trabajo manifestaron que no contaban con contratación formal, tampoco están inscritos en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), ni reciben algún tipo de factura o comprobante de salario.

Además, aquellos que contaban con contrataciones formales, señalaron que estos documentos no reflejaban sus salarios verdaderos, sino que contenían el monto correspondiente al salario mínimo. La diferencia era ofrecida por sus patronos como “bonos”.

Natalia Rodríguez laboró durante una semana en un comercio asiático ubicado en San Félix. Esto lo hizo por la necesidad de ganar dinero y aceptó un puesto como cajera de abasto donde trabajaba 14 horas diarias.

«No cerraban la santamaría a la hora. Eso generaba que más gente viniera y, por supuesto, había malestar de nuestra parte», relató la joven.

Puede leer el artículo completo aquí

Venezuela en el 2023: tendencias y escenarios en la economía

Runrunes realizó, la noche del 2 de febrero, un Twitter Space en el que reunió a los analistas Asdrúbal Oliveros y Leonardo Vera, quienes hicieron una radiografía del panorama económico de Venezuela para este 2023.

El espacio, llamado «Panorama Venezuela 2023: tendencias y escenarios. Económica», fue moderado por el editor de Runrunes, Luis Ernesto Blanco, y Héctor Fuentes, de EstadoLab.

A continuación, un resumen de las intervenciones de los tres expertos:

Asdrúbal Oliveros, economista, consultor y director de Ecoanalítica, considera que en Venezuela la resolución del conflicto político es condición necesaria, aunque no suficiente, para que la economía mejore.

«En la medida en que tengamos esta confrontación, esta problemática base de reconocimiento de quién es presidente o no, para algunos aspectos institucionales —como por ejemplo frente a organismos multilaterales— es muy difícil acceder a recursos. Pero también es muy difícil, mientras los políticos estén pensando en desplazar o neutralizar al otro, pensar en la construcción de acuerdo para tener una nueva dinámica del país en su economía y en el Estado», detalló.

A juicio de Oliveros, «una de las peores consecuencias de la crisis es la destrucción del Estado venezolano como actor, como generador de políticas públicas, de bienes públicos. El Estado está destruido porque no hay medios (ahorros, trabajos bien remunerados o conectados en alguna instancia de poder o renta)».

En medio de este panorama, continúa, al ciudadano le cuesta mucho subsistir «porque el costo de la vida en Venezuela se ha elevado muchísimo y los salarios no están acorde; se han quedado extremadamente rezagados».

Oliveros explicó que esta situación tiene unas «consecuencias enormes en términos de desigualdad, del futuro» en los ámbitos de la educación, la salud y la infraestructura. «El colapso del Estado es un problema estructural», añadió.

Asimismo, sostuvo que la destrucción del Estado perjudica el sector privado, «que muchas veces se tiene que convertir en un sustituto imperfecto del Estado y eso genera una presión sobre su estructura de costo que encarece el producto y que, en parte, explica que hoy tengamos muchos productos, que, comparados con otros países, son extremadamente caros».

En opinión del economista, «pensar que la economía tenga que crecer sobre las cenizas del Estado es un sinsentido».

«Puedes tener unos sectores que han tomado un impulso por las dinámicas que se han dado en Venezuela en los últimos meses, pero otra cosa es un crecimiento sostenido y estructural», agregó.

Leonardo Vera, economista y profesor, opina que la principal preocupación de los venezolanos, en cuanto a la economía, es alrededor de sus ingresos, «que dependen mucho de si la economía va a brindarles espacios o no para crecer a nivel personal, a nivel de los hogares, a nivel del país».

«Esa incipiente señal de crecimiento que vimos en 2022 entra, en 2023, en un contexto con numerosas amenazas y con algunas oportunidades. Me da la impresión de que las amenazas son mayores que las oportunidades», sentenció.

Para Vera, la principal amenaza del crecimento que ven hoy los venezolanos «es el fracaso de la política de estabilización de los precios y, por lo tanto, el no haber podido parar la dinámica inflacionaria que está erosionando el poder de compra de los venezolanos a un ritmo avasallante. Esto es un factor que va a pesar sobre el crecimiento económico durante estos primeros meses, con la caída del consumo que eso genera».

En este sentido, ejemplificó: «Si tu ingreso no alcanza sino para comprar ahora la mitad de lo que comprabas un trimestre atrás, eso es una caída en la demanda y eso el sector productivo lo va a sentir».

Las ideas de todos convoca a sindicatos y gremios para superar la crisis económica
Desde Carabobo exigen que se reactive el aparato productivo del país y se retomen las reuniones entre empresarios y trabajadores para conseguir mejores condiciones laborales 

 

Durante la semana del 21 al 27 de junio, «Las ideas de todos» -encuentros promovidos a escala nacional por el Frente Amplio Venezuela Libre- impulsará la reunificación de los actores de los sectores productivos de Venezuela, con el objetivo de que los representantes de sindicatos y gremios definan acciones para la recuperación económica y la conquista de la democracia en el país.

Carabobo, Cojedes y Táchira iniciaron sus primeros encuentros el lunes, señalando la importancia de que empresarios, gremios y sindicatos unan esfuerzos para enfrentar la emergencia humanitaria compleja y avanzar hacia una transición democrática que devuelva la soberanía al pueblo a través de elecciones libres.

Desde Carabobo exigen que se reactive el aparato productivo del país. Asimismo, solicitan que se retomen las reuniones entre empresarios y trabajadores para debatir y conseguir mejores condiciones laborales y la posibilidad de salarios dignos.

Jhonny Magdaleno, secretario general de Fetracarabobo, indicó que es necesario que se reactive la zona industrial de Carabobo. Aseguró que de 5.000 empresas que existen en la entidad, un aproximado de 600 están en funcionamiento.

«Quien destruyó no puede construir», así lo manifestó Jorge Rodríguez, jubilado de la industria petroquímica. Destacó que se necesita de una reactivación continua para que Venezuela pueda recuperarse.

Por su parte, en los encuentros en Táchira y Cojedes afirmaron que se necesita de todos y cada uno de los actores que hacen vida en el sector productivo, acotando que todos son importantes para estructurar un panorama que dé oportunidades de crecimiento.

Para finalizar, los trabajadores sentenciaron que es de suma importancia llegar a un acuerdo, así como también trabajar en unidad para alcanzar el objetivo de reconstruir a Venezuela en libertad y democracia.

La crisis agiganta la desigualdad en Venezuela
La quiebra del Estado y el colapso de la economía dan paso a una sociedad de extremos:muy pocos arriba, muchos descolgados por debajo y la proletarización de la clase media. Se instala una distribución más regresiva de la riqueza.

@vsalmeron

 

Tras el colapso del socialismo del siglo XXI emerge una economía despiadada y contrastante. Se consolida una cotidianidad de pensiones simbólicas, trabajadores públicos con salarios precarios y ausencia de garantías sociales; pero al mismo tiempo, en Caracas, crecen las opciones para el consumo: tiendas repletas de productos importados, nuevos restaurantes y servicio de internet por fibra óptica.

Discretamente, sin modificar leyes, Nicolás Maduro aplica un severo ajuste con recorte sin precedentes del gasto público, liberación de precios, apertura de espacios a la empresa privada y libre circulación del dólar. Quienes pueden subirse al tren de la nueva economía respiran, pero la mayoría siente que la cadena de la prosperidad está rota.

Los pobres se quedan sin oportunidades, la clase media retrocede y aumenta la distancia con los grupos privilegiados.

La moneda oficial es el bolívar, pero luego de tres años en hiperinflación y el fin del control de cambio los precios y las transacciones giran alrededor del dólar. Las empresas usan sus divisas libremente para importar materia prima, cancelar a proveedores y en algunos sectores de la economía, los trabajadores reciben parte del salario o bonos en divisas.

Además, una capa de la población tiene ahorros en dólares que utiliza para complementar sus ingresos, mientras otros obtienen remesas o ayudas de familiares en el exterior.

El acceso al dólar es el ticket para mayor consumo y bienestar. Un estudio de Datanalisis con cifras a diciembre de 2020 precisa que 68,8% de las familias tiene acceso a divisas y 31,2% permanece al margen y solo cuenta con ingresos en bolívares, una moneda moribunda al punto que el nuevo billete de un millón de bolívares equivale a 0,5 dólares.

Pero hay una gran disparidad en los montos de acceso al dólar: según Datanalisis de la porción de la sociedad que obtiene divisas 2,7% de las familias dispone para sus gastos en el país de un promedio de 1.614 dólares al mes, es la capa de alta renta. El 66,1% restante dispone de solo 191 dólares al mes.

Nuevos proletarios

Tras siete años consecutivos de recesión, la economía venezolana se volvió enana y el cierre de empresas, la salida de trasnacionales, una industria que trabaja a la cuarta parte de su capacidad y la destrucción de puestos de trabajo bien remunerados ha desatado un proceso de proletarización de la clase media.

En el recuerdo queda la clase media que viajaba al exterior, compraba vehículos, no tenía problemas para reponer electrodomésticos y cubría sin sobresaltos el costo de las clínicas privadas. Este segmento se empobreció y mira desde más abajo a las familias de alta renta.

“Soy ingeniero de sistemas, tengo 37 años y vivo con mi madre. La empresa para la que trabajo me paga un bono en dólares que complementa mi salario en bolívares, que alcanza para muy poco. Si se daña la nevera no podría comprar otra, tampoco podría pagar una operación quirúrgica en una clínica privada y me queda muy poco de mis ahorros” dice Oswaldo Gutiérrez quien vive en El Cafetal, una zona de clase media en Caracas.

 

El estudio de la firma ORC Consultores con alcance nacional, con datos a diciembre de 2020, es elocuente: el 76% de quienes se califican como clase media afirma que en el último mes el dinero no le alcanzó para reparar el vehículo, a 92% para cambiar o reparar electrodomésticos y a 40% para pagar el servicio de televisión por cable o internet.

En Residencias Lorena, un conjunto de tres edificios situado en Chuao, otra zona de clase media en Caracas, un tercio de los propietarios se atrasa todos los meses en el pago del condominio y por falta de mantenimiento el cerco eléctrico para reforzar la seguridad está roto, las luces de emergencias se fundieron y en las paredes se está cayendo el friso.

Un estudio de la firma Anova Policy Research, publicado en febrero de este año por el Banco Interamericano de Desarrollo, basado en distintas fuentes como el Censo Nacional de Población y Vivienda, la Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) que tiene datos hasta marzo de 2020, concluye que hay una “caída abrupta y sistemática en el tamaño de la clase media venezolana”.

Anova utiliza distintas metodologías para cuantificar el retroceso de la clase media. Una de ellas, con alcance relativo, determina que la porción de la población que vive en la franja intermedia de la distribución del ingreso se redujo desde 64,5% en 2012 hasta 41,7% en 2020, es decir, el reparto de la renta desmejoró en la última década. (1)

Otra considera que la clase media son familias en una franja de ingresos que provee protección frente adversidades y cierto grado de estabilidad económica. De acuerdo a este criterio el porcentaje de la población que se ubica en este rango se redujo desde 62% en 2010 hasta 15,5% en marzo de 2020. (2)

Una tercera metodología considera que la clase media son las familias que no son pobres y tampoco son ricas. De acuerdo con este criterio la clase media se redujo desde 72,0% de la población en 2010 a solo 5,3%. (3)

Omar Zambrano, economista principal de Anova, explica que “en la reducción de la clase media tenemos que mencionar el colapso del salario y la mortandad de puestos de trabajo. El sector industrial es el mejor remunerado, allí se concentraba 18% del empleo en Venezuela y hoy es 2% del empleo; eso ilustra lo que ha pasado en el sector productivo”.

Brecha sideral

Una cascada de decisiones desafortunadas produjo un resultado trágico. Tras no ahorrar durante los años en que el barril de petróleo se cotizó a niveles récord, no invertir para mantener la producción petrolera, endeudarse masivamente, malbaratar el dinero y perder el crédito internacional, la revolución Bolivariana evaporó el ingreso de divisas y hundió a la economía en una profunda recesión.

Entonces, ante la caída en la recaudación de impuestos y el declive de los petrodólares el gobierno recurrió a la creación de dinero y estalló la hiperinflación que destruyó la capacidad de compra de la moneda. Luego las sanciones de Estados Unidos, que junto a una larga lista de países considera fraudulentas las elecciones en las que Nicolás Maduro se reeligió como presidente en 2018, profundizaron la debacle.

Quienes dependen del Estado sienten que caen al vacío desde la cima de una montaña rusa, la brecha con los grupos privilegiados ahora es sideral. La bancarrota del gobierno pulverizó las pensiones y el salario de los trabajadores públicos. La supervivencia de las universidades gratuitas está en jaque y se agrava el deterioro de la salud pública.

Los profesores de las universidades públicas reflejan la destrucción del salario. Claudio Briceño es doctor en historia y profesor titular en la Universidad de Los Andes. Explica que “este mes mi sueldo equivale a dos dólares. Para sobrevivir he trabajado como taxista y con un emprendimiento de venta de hamburguesas. Quiero emigrar a Argentina, donde hice mi doctorado, o a Chile”.

De acuerdo con la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) en enero de 2001, cuando Hugo Chávez apenas iniciaba la Revolución Bolivariana, el salario de un profesor titular equivalía a 2.659 dólares.

 

El 8 de marzo FAPUV afirmó en un comunicado que “al no remunerar el trabajo, el Estado ha roto unilateralmente la relación de trabajo, razón por la cual declaramos la emergencia laboral en las universidades venezolanas y llamamos a nuestros agremiados a no aceptar trabajar en condiciones de oprobio”.

La seguridad social es simbólica. Cinco millones de ancianos cobran una pensión mensual que equivale a menos de un dólar, cantidad que el gobierno complementa con bonos que reparte todos los meses y cajas de comida que principalmente tienen carbohidratos como harina de maíz, arroz y pasta.

De acuerdo con Datanálisis 28,4% de las familias no tiene acceso a divisas y mediante salario, bonos y cajas de comida cuenta con un ingreso equivalente a aproximadamente 34 dólares mensuales.

Pero hay quienes viven en peores condiciones: 2,8% de las familias no tiene acceso a divisas y tampoco recibe ayuda del gobierno, por lo que dispone de un ingreso mensual que equivale a menos de 20 dólares proveniente de salario y dádivas.

Tiempos bárbaros

La producción petrolera cayó a niveles de 1940 y el otrora poderoso petroestado se desmoronó. El Estado pobre se traduce en peor educación pública, menos acceso a una sanidad digna, deterioro de las carreteras y mínimas oportunidades para los pobres.

Luis Pedro España, director del Proyecto Pobreza de la Universidad Católica Andrés Bello, señala que “el gobierno no tiene cómo planificar la transición de una economía que dejó de ser petrolera, el gasto público es mínimo”.

“Pasamos del control de la economía y la sociedad mediante la distribución de la renta petrolera a un proceso de liberalización obligada donde el Estado no puede controlar nada. No hay políticas de compensación para los perdedores del mercado, para los que no pueden pagar una escuela privada o un seguro privado en dólares”, agrega Luis Pedro España.

Apoyándose en los datos de la última Encovi afirma que el índice de Gini, un número que va de cero, la igualdad perfecta, a uno, la máxima desigualdad, se ubicó en 2020 en 0,51 el más elevado en la región después de Brasil. En 2015 el coeficiente era de 0,42.

Alejandro Grisanti, quien se ha desempeñado como analista de Barclays Capital para Latinoamérica y formó parte de la junta directiva de Pdvsa por el gobierno interino, considera que “los mecanismos de redistribución de la riqueza están muy deteriorados, prácticamente no hay compensación, en alimentación, educación y acceso a la salud”.

“Pasamos de una economía que perseguía al sector privado bajo la consigna del socialismo del Siglo XXI a una de la supervivencia del más apto. El Estado ha sido incapaz de crear arreglos sociales para aminorar la desigualdad”, dice Alejandro Grisanti.

 

Añade que “este año la economía no va a seguir cayendo, debería estabilizarse en el foso, pero un tercio de la población va a mejorar un poco y dos tercios seguirán empeorando. Tendremos una sociedad donde un tercio de la población va a llevarse una porción mayor de la torta y dos tercios se quedarán con una porción más pequeña”.

Los cimientos están destruidos. La magnitud de la debacle apunta a que sea cual sea la salida a las dificultades, lleguen cuando lleguen, por mucho tiempo los venezolanos no volverán al punto anterior al colapso del socialismo del siglo XXI. Toma forma una sociedad de extremos que se alejan del centro: muy pocos arriba y muchos descolgados por abajo.

(1) La franja intermedia son hogares con ingresos per cápita en una banda entre 50% y 150% de la mediana de los ingresos per cápita de la economía.

(2) Este rango tiene un piso de 10 dólares per cápita por día y un techo de 50 dólares per cápita por día, ajustados por un tipo de cambio de paridad de poder de compra que permite comparar cuánto dinero se requiere para adquirir una canasta de bienes y servicios en distintos países.

(3) Esta metodología utiliza como límite superior el utilizado por el Banco Mundial de 50 dólares per cápita por día, ajustados por un tipo de cambio de paridad de poder de compra y como umbral inferior la línea de pobreza moderada oficial de Venezuela hasta 2015 y su ajuste por inflación para los años posteriores.

La estrategia de los comerciantes para sobrevivir a la crisis
Ricardo Rada, quien tenía una pequeña licorería antes de que llegara la crisis de la pandemia, convirtió su local en un abasto

En marzo de 2020 la economía venezolana, ya resentida por permanecer más de dos años en crisis de hiperinflación, recibió una orden de parte del Ejecutivo que la puso en aprietos: el decreto de confinamiento y Estado de alarma que paralizó a más de 53 sectores que movían al país y sólo dejó activos a los «priorizados», entre ellos farmacias, hospitales y supermercados.

Desde entonces, «preocupado» por el impacto que podía generar la pandemia sobre los sectores empresariales del país, el oficialismo entabló conversaciones con ellos, incluyendo Fedecámaras, a fin de garantizar el funcionamiento de la economía nacional en medio de la cuarentena social. Pero sus planes fracasaron.

No fue sino después de dos meses de tener una economía trabajando a media rueda, el 30 de mayo, que Nicolás Maduro anunció un plan de flexibilización del confinamiento que permitía a otros actores económicos incorporarse al campo laboral .

El esquema inicial de «5×10» (cinco días de trabajo y los 10 días posteriores de aislamiento estricto) sólo se aplicó hasta el quinto día. Luego de eso se estableció el sistema «7×7», siete días de flexibilización y siete de confinamiento, la forma de trabajo que se mantuvo hasta el 31 de noviembre.

Durante esos días, otros 10 sectores pudieron reanudar sus operaciones, entre ellos la industria textil y de calzado, ferreterías, peluquerías y agencias bancarias. El resto debía permanecer cerrado, pero la astucia y la necesidad llevar la papa a la casa, llevaron a muchos comercios a reinventarse.

Ricardo Rada, quien tenía una pequeña licorería antes de que llegara la crisis de la pandemia, convirtió su local en un abasto. Al principio, un cuarto de las ganancias semanales se le iban en «tajadas para la policía», que le ordenaba cerrar su negocio. «El alcohol es de primera necesidad en los hospitales, pero no el etílico, papi. Me vas cerrando, pues». Pero después de reinventarse ya no lo molestaron más.

Sigue leyendo esta nota de María de los Ángeles Graterol en TalCual

Jose A. Guerra Nov 08, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Cifras contra las mentiras de Maduro

@JoseAGuerra

El mensaje de los principales voceros del madurismo se ha simplificado al extremo. Su referentes comunicacionales parecen antiguos equipos de sonido que repiten una y otra vez lo que estaba grabado en la cinta magnetofónica. La narrativa del madurismo atribuye la escasez de la gasolina al sabotaje contra las refinerías. La ausencia de gas se debe a una acción desestabilizadora, lo mismo que la falta de agua. La hiperinflación se explica por una conspiración de los comerciantes y productores para subir los precios; y la falta de electricidad la asocian a la acción de un francotirador que con un rayo electromagnético destruyó el centro de control de la represa del Guri.

Alguien con raciocinio se pregunta si ellos mismos se creen estos cuentos. Yo creo que de tanto decirlo y repetirlo se los terminan creyendo. Ese método de echarles la culpa a otros de los errores propios es una lección aprendida de los cubanos.

La verdad acerca de la crisis que hoy vive Venezuela es que ella es el efecto acumulado del modelo que concibió Hugo Chávez y que ha seguido Maduro.

Este es un mero replicador de lo que heredó de Chávez. Conviene recordar que Hugo Chávez, por lo menos hasta 1998, tenía en la cabeza una especie de pasticho ideológico donde se expresaban las tendencias más retrógradas de la izquierda; las tesis fascistas de Norberto Ceresole, entre otras, cada una más contradictoria que la anterior.

Después de 2004 Chávez se decanta en favor del modelo cubano, el cual compró sin quitarle una coma. Ello lo inspiró para que avanzara en una política de expropiaciones de fincas y haciendas para afectar la tenencia de la tierra, como si estuviese en 1859, cuando comenzó la Guerra Federal.

Y luego, desde 2007, pasó a la estatización de empresas privadas en sectores fundamentales de la economía tales como el petrolero, agroalimentario, acero, cemento, telecomunicaciones, electricidad; al tiempo que creó empresas públicas de todo tipo y tamaño. Su deseo no conocía límites y tampoco su voracidad por el gasto. El resultado de todo esto fue que el ámbito empresarial del Estado aumentó, tanto que quebró al propio Estado y al país. Chávez pensaba que los ingresos del petróleo serían infinitos y por ello los mal administró regalando y donando una parte importante.

Tomemos como referencia 2017, antes de las sanciones impuestas por Donald Trump. Entre 1999 y 2017 Venezuela recibió por exportaciones petroleras la cantidad de US$ 948.988.000.000 (casi 950.000 millones de dólares, sin que hubiesen ahorrado un centavo), dinero este que bien gestionado hubiese sido suficiente para haber hecho de Venezuela una nación próspera.

Chávez y Maduro despilfarraron ese dinero y además la deuda externa total de Venezuela, que en 1998 era US$ 28.317 millones, en 2017 saltó a US$ 130.000 millones, con los mayores precios petroleros de la historia. En 1998 precio del petróleo fue US$ 9,4 por barril y en 2012 llegó a US$ 105 por barril para ubicarse en US$ 47 por barril en 2017.

Cuando Chávez decretó la emergencia eléctrica en 2009 la Asamblea Nacional le aprobó US$ 20.000 millones para que Venezuela tuviese electricidad, pero hoy el país está en las tinieblas y buena parte de esos recursos fue robado.

Chávez recibió el dólar a una tasa de cambio de Bs/US$ 573 y en 2017 la tasa de cambio se ubicó en Bs/US$ 80.000.000 (con los tres ceros que le quitaron al bolívar en 2008 para así poder comparar), significando esto la muerte del bolívar como moneda. Solamente entre 2007 y 2017 la inflación acumulada fue 84.870 %. Y aquí la obra magna del madurismo: haber convertido en pobres al 87 % de los hogares venezolanos en 2017.

8 de noviembre de 2020

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La quiebra del Estado arrastra a los pensionados
En la Venezuela sin petróleo no hay lugar para los ancianos. La caída del ingreso convirtió a los pensionados y jubilados en una carga inmanejable para las finanzas públicas. Una generación de venezolanos transita la vejez con pensiones paupérrimas. La emigración complica la posibilidad de construir un sistema contributivo.

 

@vsalmeron

 

El 17 de abril de 2018 Nicolás Maduro afirmó que el gobierno alcanzó la meta de otorgar pensión de vejez a todos los adultos mayores a través del sistema de seguridad social y la Misión Amor Mayor: “Somos el único país de América Latina con 100% pensiones, ¡más de cuatro millones de pensionados!”, festejó el mandatario.

 Si bien distintas mediciones indican que la cobertura es elevada y en este momento nueve de cada diez ancianos reciben una pensión de vejez, el monto se ha convertido en un pago simbólico en medio de una hiperinflación que trituró las pensiones y los sistemas de jubilación.

 Al cierre de septiembre la pensión equivale a 0,9 dólares al tipo de cambio oficial. El gobierno intenta compensar el deterioro con la entrega de bonos, pero las cantidades siguen siendo ínfimas: en lo que va de año los bonos oscilan entre 2 y 4 dólares al mes.

La ruina

En teoría el sistema de pensiones de Venezuela es de reparto, una modalidad donde quienes trabajan aportan parte del salario para costear las pensiones de la población en edad de retiro; pero como los salarios son muy bajos y buena parte de los trabajadores no cotizan porque están en el sector informal de la economía, las pensiones dependen del Estado.

Las cuentas no cuadran. La principal fuente de ingresos del Estado es el petróleo, que provee nueve de cada diez dólares que ingresan al país y la producción ha caído hasta niveles de 1940 tras años de pésima gerencia en Petróleos de Venezuela y el impacto de las sanciones de Estados Unidos. La consecuencia es un Estado arruinado.

En este entorno, durante los últimos tres años el Banco Central de Venezuela ha disminuido a niveles ínfimos la oferta de dólares. Entonces, la cotización de la moneda estadounidense aumenta a un ritmo feroz que dispara la inflación y pulveriza el valor en dólares de las pensiones.

En lo que va de año el precio del dólar, de acuerdo al tipo de cambio oficial, acumula un salto de 800% y Macroconsultores proyecta en su último informe “que la inflación a final de año puede estar entre 1.200 y 1.500%”, un rango que mantendrá a Venezuela como el país con la mayor inflación de América Latina y el mundo.

Comer poco

Marta González trabajó durante 28 años en el Ministerio de Educación y a sus 74 años recibe al mes, entre pensión, bonos y primas por antigüedad, un monto equivalente a cuatro dólares al tipo de cambio oficial: una cantidad que no alcanza para comprar dos kilos de carne.

Su alimentación depende de las cajas de comida que reparte el gobierno a las personas de bajos ingresos. Cuenta que la última caja solo trajo dos kilos de arroz, dos paquetes de harina para hacer arepas, tres kilos de pasta, tres kilos de garbanzos y dos kilos de café.

“En la mañana me como una arepa con mantequilla y un poquito de café. Al mediodía y en la noche como arroz con garbanzos. Tengo mucho tiempo sin comer carne o pescado”, dice Marta quien tiene dos hijos, pero vive sola en una pequeña casa en Catia, al oeste de Caracas.

La implosión

De acuerdo a las leyes vigentes, las mujeres con 55 años o más y los hombres con 60 años o más que hayan realizado al menos 750 cotizaciones semanales al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), tienen derecho a una pensión de vejez.  

A las pensiones del IVSS se añaden las que el gobierno otorga a través de la Gran Misión Amor Mayor, un plan diseñado en 2011 para proteger a los ancianos que no cotizaron al seguro social y en especial, a los sumergidos en la pobreza.

Carlos Aponte, investigador del Centro de Estudios del Desarrollo y autor del trabajo Pensiones de Vejez en Emergencia, distingue dos grandes etapas en los últimos veinte años: “En la primera, los datos del IVSS, el Instituto Nacional de Estadística y el Sistema Integrado de Indicadores Sociales nos dicen que la administración de Hugo Chávez incrementó la cobertura de manera importante. En el período 1998-2012 la proporción de adultos mayores de 60 años con pensión de vejez aumentó desde 12% hasta 58%”.

“Durante la segunda etapa el gobierno de Nicolás Maduro continúa el esfuerzo por ampliar la cobertura, pero la capacidad adquisitiva de la pensión prácticamente desaparece”, agrega Carlos Aponte.

Desde 2000 las pensiones son iguales al salario mínimo, un parámetro que se ha desvanecido. “Las pensiones al igual que el salario mínimo prácticamente han desaparecido y se han sustituido por un precario sistema de bonos y cajas de comida”, explica Carlos Aponte. 

“Con una visión voluntarista, improvisada, en la que también influyó el objetivo electoral, el chavismo quiso construir un sistema universal de pensiones sin prever sus fuentes de financiamiento, bajo el estímulo de una bonanza petrolera transitoria”, añade Carlos Aponte.

En su investigación sobre las pensiones precisa que tras ajustar por la inflación de alimentos y bebidas no alcohólicas el valor real de las pensiones, incluyendo los bonos que reparte el gobierno, experimenta una caída de 90% entre 2011-2019.

Los jubilados

El Estado permitió la aparición de distintos sistemas de jubilación en la administración pública, creando una tupida telaraña a través de leyes generales, leyes especiales, resoluciones ministeriales, empresas del Estado, institutos autónomos, leyes de las entidades federales, ordenanzas municipales y contratos colectivos.

El economista e investigador del Centro de Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, Ricardo Villasmil, explica en un trabajo sobre el sistema de pensiones publicado en 2008: “Se estima la existencia de unos 400 regímenes especiales dentro de la administración pública, y el conocimiento de su situación financiera se dificulta por la ausencia de balances y por la autonomía administrativa de muchos de los entes que manejan estos fondos”.

Absalón Méndez, doctor en ciencias sociales, afirma en su trabajo publicado por la Universidad Central de Venezuela en 2016 que “se carece en el país de un registro de todos los regímenes de jubilaciones y pensiones existentes”.

Si bien estos sistemas especiales otorgan pensiones por jubilación de mayor monto a las del IVSS, la hiperinflación evaporó su capacidad de compra, dejando a los ancianos que las reciben sin mayor protección.

Oscar Rodríguez es economista y trabajó durante 28 años para el Banco Central de Venezuela donde alcanzó el rango de jefe de departamento y explica que su pensión prácticamente ha desaparecido: “Mi pensión al tipo de cambio actual equivale a ocho dólares y el promedio de las pensiones en el Banco Central es de apenas 5,9 dólares”.

Alirio Díaz es ingeniero en telecomunicaciones y trabajó durante 35 años en Pdvsa. Explica que por manejos poco transparentes en la administración del fondo de pensiones actualmente los jubilados de Pdvsa solo están recibiendo un pago de 400 mil bolívares mensuales, que equivalen a menos de un dólar.

“Somos 30.000 jubilados y algunos simplemente no tienen cómo alimentarse o comprar sus medicinas, si no tienen hijos que los mantengan viven de la caridad; nosotros queremos recuperar nuestro fondo de pensiones al que tenemos derecho porque cotizamos con parte de nuestro salario mientras estuvimos trabajando para Pdvsa”, dice Alirio Díaz quien dirige a los jubilados en el oriente del país.

País de viejos

Al comenzar este siglo los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) afirmaban que entre 2000 y hasta 2045 la población venezolana tendría una estructura irrepetible: los venezolanos en edad de trabajar y producir superarían a los jóvenes menores de 15 años y a los mayores de 65 años. Esta condición, que se denomina bono demográfico, ocurre una sola vez en la historia de los países y permite reducir los recursos destinados a la crianza de los hijos o a los ancianos y disponer de más mano de obra para impulsar el crecimiento y el desarrollo.

Pero no ocurrió así. La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello, indica que las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas señalan que en 2020 la población de Venezuela es de 28,4 millones de habitantes: cuatro millones menos de lo proyectado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), como resultado de la emigración de jóvenes a otros países.

La emigración de población joven se traduce en que el país envejeció, perdió el bono demográfico y en este momento la cantidad de menores de 15 años y mayores de 65 años superan a quienes tienen edad de trabajar.

El impacto de este cambio es profundo. Carlos Aponte explica que “se ha perdido una parte muy grande de la fuerza de trabajo que podría financiar las pensiones. De cara al futuro será muy importante la porción de la población joven que regrese y población migrante que quiera venir a Venezuela en caso de que el país se convierta en un destino apetecible, algo que no pareciera que va a ocurrir rápidamente”, dice Carlos Aponte.

“Reconstruir el sistema de pensiones que ha quedado en ruinas requiere un cambio profundo en la conducción de la economía; sin crecimiento y sin mejora del ingreso de los trabajadores no hay posibilidad de recuperación, mientras más tarde Venezuela en lograr este cambio el impacto en los ancianos será mayor”, afirma Carlos Aponte.