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Convivencia

Nov 29, 2016 | Actualizado hace 7 años
Urbanizaciones carcelizadas, por Alejandro Moreno

delincuencia

 

En una zona cerca de Caracas hay cinco urbanizaciones populares conectadas entre sí en nombre y en servicios. Y en gobierno de pranes. Un pran mayor coordina a cinco pranes subalternos. Una banda de malandros controla la vida de los habitantes en cada zona. Si usted va de visita lo detendrán a la entrada y lo revisarán unos sujetos con armas a la vista. Conocen bien a la gente del lugar pero usted es sospechoso porque puede ser policía o malandro de otro sitio. La banda fija las leyes de funcionamiento y convivencia. Así, por ejemplo, a los niños que estén en la calle más allá de las 10:00 de la noche los recogen, se los esconden a las madres y sólo después de que éstas se desesperan por la angustia se los entregan. Cada cierto tiempo deciden que hay limpieza de calles. Convocan a la gente. Por lo menos una persona por familia tiene que presentarse. Si se da el caso de alguna ausencia, se presentan bien armados en la casa y obligan bajo amenazas. Los consejos comunales, quieran o no, tienen que acatar lo que el pran decida. Él es quien convoca a reuniones y en ellas se coloca al frente con sus luceros armados y “con lenguaje malandro”, dicen los testigos, fija la decisiones que se deben tomar. A las reuniones acuden sobre todo las mujeres. Los hombres no asisten porque no saben qué les pueden hacer. Los miembros de la banda no sólo consumen en público la droga sino que también la distribuyen sin ningún tipo de control. Ellos son la autoridad. Si surge algún problema entre vecinos, intervienen armados para “poner paz” porque se llaman “Movimiento de Paz”. Si el conflicto se mantiene, expropian las casas y hasta expulsan a los implicados de la urbanización. Ya ha pasado varias veces. Sus decisiones, fundadas o no, son inapelables. Cobran impuestos (vacunas) a los buhoneros que ahí viven así ejerzan su comercio fuera, a las bodegas, a los bachaqueros y a cada familia “para servicios a la comunidad”. Queman las manos a los que consideran ladrones. A más de un inocente también. Llevan gente de fuera y los asesinan en un lugar ya establecido. La policía recoge los cadáveres. Han amenazado con saqueo a los bodegueros que según ellos venden caro. Ya no venden ni caro ni barato. ¿Sigo?

El régimen está, pues, calcado sobre el que ejercen los pranes en cada cárcel.

¿Puede darse algo así sin la anuencia del gobierno?

¿Cada una de nuestras comunidades estará destinada a convertirse en un régimen dictatorial carcelario con un pran en el poder?

¿Es esta la organización comunitaria del socialismo del siglo XXI?

 

El Nacional

ciporama@gmail.com

¡Es el momento de las comunidades! por Roberto Patiño

patino

 

Uno de los retos que se plantean a partir de la manifestación el  1° de septiembre, donde miles de venezolanos se reunieron en la ciudad de Caracas para expresar la voluntad mayoritaria de celebrar un referendo revocatorio  al gobierno de Nicolás Maduro, es el de la incorporar con mayor decisión en el quehacer político a las comunidades populares.  

A diferencia de jornadas pasadas, en  nuestra participación en la marcha de aquel día pudimos apreciar una presencia significativa de estos sectores. En nuestro caso, decidimos  partir desde el punto de concentración de la plaza O´ Higgins, y la asistencia de la gente, ya a tempranas horas de la mañana, había superado las expectativas de gran parte de la dirigencia y los líderes en el municipio Libertador. La cantidad de personas reunidas allí, provenientes de La Vega, Caricuao, Carapita, La Pastora, La Cota 905 y el 23 de Enero, y las que se fueron incorporando a lo largo de esa mañana, expresaban un cambio de paradigma con respecto a situaciones pasadas.

Esto se evidenció tanto en la reducida afluencia que tuvieron las concentraciones organizadas por el oficialismo en la Avenida Bolívar aquel mismo día, como en los sucesos que se produjeron el viernes posterior en la localidad de Villa Rosa, en la isla de Margarita,  donde la aparición sorpresiva en esa comunidad del presidente Nicolás Maduro generó una expresión de rechazo y protesta de una virulencia pocas veces vista.

Las posteriores detenciones temporales y la requisa de celulares para impedir (tardíamente) la difusión de imágenes de lo ocurrido, evidenciaron nuevamente la dificultad  de reprimir que se le plantea al gobierno cuando es la propia gente la que se hace sujeto de sus derechos y los ejerce en la protesta.

Si la jornada del 1° septiembre fue una expresión contundente del rechazo a la gestión del actual gobierno y de la convicción de la gente de cambiarlo a través de formas democráticas, lo fue también de la mayor fuerza que tiene la presencia de los sectores populares, y su exigencia para articularse con otros sectores de la sociedad, en la construcción de salidas para la crisis actual.   

Hace tres años formamos junto con Leandro Buzón el Movimiento Caracas mi Convive, con el objetivo de transformar la cultura de la violencia a través del rescate y activación de las expresiones  de convivencia, desde y con las comunidades del Municipio Libertador. Uno de nuestros objetivos ha sido mostrar y resaltar los casos individuales de personas que, enfrentadas a experiencias de violencia, se sobreponen a las circunstancias rehaciendo sus vidas y generando cambios en su entorno,  que toman conciencia de sí mismas y su realidad para hacerse  responsables en la activación de las soluciones para producir los cambios necesarios.

Creemos que lo que hemos visto en estas historias se está reflejando en el momento del país. Ha sido un largo proceso para llegar hasta este punto y que estamos empezando a apreciar a partir de 1° de septiembre.  Como sociedad estamos demostrando una madurez colectiva y viendo la presencia más activa y exigente de nuevos factores de cambio y actores políticos, que buscan superar la difícil situación actual enfrentándose y reaccionando en contra de esta cultura de la violencia de la que hablamos, y que es representada en toda su dimensión por el actual gobierno.

La represión violenta de manifestaciones, el arresto de líderes políticos y miembros de partidos de oposición, el secuestro o inhabilitación de instituciones públicas , el discurso hostil e insultante,  el sectarismo y la intolerancia,  la aplicación de políticas económicas empobrecedoras, la censura de medios de comunicación, la militarización exacerbada del aparato estatal, son muestras de la reacción del gobierno de Nicolás Maduro frente a esta nueva realidad que se viene dando en el país, y que ha acabado por convertirlo en el principal escollo para la construcción de un futuro diferente en el que todos podamos participar y tener cabida.

Los sucesos ocurridos en la localidad de Villa Rosa demuestran la completa falta de sintonía  entre el  actual gobierno y las necesidades y deseos de la gente, y el divorcio de sus políticas y visión de país con respecto a los venezolanos.

En nuestro país, la gran mayoría ha tomado la decisión de buscar, en medio de las circunstancias más difíciles,  las vías de la convivencia y la solidaridad.  Los sectores populares, con su masiva participación en la marcha del 1° de septiembre y las manifestaciones de rechazo ante el gobierno están enviando un claro mensaje de protesta y participación.

Han evidenciado, también, una gran verdad: si los gobiernos son la representación de la gente, entonces, está claro que el gobierno de Nicolás Maduro, que ha terminado por revelar su verdadero carácter violento y excluyente, no puede ya representarnos.

@RobertoPatino

Lecciones para una paz estable y duradera, por María Elena Arcia Paschen

Paz

 

Buscando elementos que nos ayuden a aportar ideas para el venidero proceso de “reconstrucción”, me dediqué en los últimos días, con mucha curiosidad, a revisar el contenido del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera recientemente firmado por el Gobierno Colombiano y los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

No ha sido fácil para los involucrados en esta negociación poner de lado las diferencias y sentarse a explorar mecanismos para devolver la paz a Colombia luego de más de 50 años de conflicto armado que ha dejado muchas víctimas y heridas en el camino por lo  que se han requerido altas dosis de comprensión, generosidad y consciencia de lo preponderante del fin ulterior.

A lo largo del texto se repiten en innumerables oportunidades que la construcción de confianza y la promoción de una cultura de tolerancia, respeto y convivencia en general implican un lenguaje y comportamiento de respeto y dignidad en el ejercicio de la política.

Para ello se incorpora dentro de las acciones a llevar a cabo el diseño de un programa de difusión que promocione el respeto por la diferencia, la crítica y la oposición política partiendo desde el sistema de educación pública y privada en todos sus niveles incluyendo una campaña de divulgación masiva de la cultura de paz, reconciliación, pluralismo y debate libre de ideas ordenándose la creación de una cátedra de cultura política y reconciliación.

Fue fundamental el reconocimiento por las partes de lo ocurrido y el reconocimiento de la sociedad de la necesidad de aprovechar la oportunidad para la paz.

Es cierto que existen profundas diferencias entre lo que han vivido los colombianos en los últimos 50 años y lo que seguimos transitando los venezolanos, pero las fórmulas de solución al final siempre serán muy parecidas si lo que queremos es lograr una transición estable a un sistema de gobierno dirigido a construir una sociedad inclusiva, moderna, tolerante y de progreso para todos.

Las sociedades que deciden avanzar y dejar atrás los conflictos de la naturaleza que sean requieren congregarse alrededor de un Acuerdo que defina las normas y ajustes necesarios para atender los retos que demande la estabilidad.

Muchas de las críticas a ese Acuerdo recientemente firmado se han centrado en la “impunidad” a los involucrados en el conflicto  y la reparación a las víctimas. En estos puntos concretos en mi opinión el Acuerdo ha procurado hacer una diferencia entre crímenes de lesa humanidad y los delitos políticos, a fin de establecer un régimen que permita la amnistía en ciertos casos, lo que sin duda genera muchas controversias pero al final no es más que un mecanismo para contribuir a cesar un conflicto para poder garantizar el futuro y bienestar de millones de colombianos. En cuanto a la reparación a las víctimas  acuerdan la necesidad de que hayan actividades de reparación individuales o colectivas o con impacto reparador hacia las víctimas teniendo como norte la satisfacción del derecho a la verdad, el reconocimiento de la responsabilidad de quienes participaron,  la justicia, la reparación y la no repetición.

A fin de evitar que este Acuerdo pueda ser boicoteado por gobiernos posteriores se establece un mecanismo para que una vez refrendado en pleisbicito nacional por el pueblo colombiano, se incorpore a la Constitución y de esta forma adquiera fuerza constitucional que obligue a respetarlo.

La construcción de la confianza en el otro es fundamental y esto no es inmediato sino que requiere de las transformaciones positivas que se vayan generando en la sociedad producto de la implementación de los términos del Acuerdo entendiendo que éste tiene como objetivo construir un mejor futuro sobre la base de la justicia social, el respeto y la tolerancia.

Felicito a los colombianos por este esfuerzo y la maravillosa oportunidad que le están brindando a las nuevas generaciones que únicamente conocerán el conflicto como parte de su  historia.

¡Los venezolanos nos merecemos lo mismo!

El Gobierno de Venezuela participó en este proceso de negociación prestando sus buenos oficios como país acompañante por lo que valdría la pena que esa experiencia se aprovechara para impulsar en nuestro país un proceso que tenga como objetivo alinear las dos visiones de país que pugnan por la supremacía en su dirección intelectual y moral  y de esta forma se pueda dar comienzo a una nueva era de progreso y bienestar para los venezolanos.

No esperemos 50 años….

@malarcia

Elías Pino Iturrieta: El 4F se produjo la ruptura de la convivencia democrática

HUGOCH

 

El 4 de febrero de 1992, en opinión del Dr. Elías Pino Iturrieta, fue la ruptura de la convivencia democrática, que se había fraguado trabajosamente de 1958. Había un entendimiento de los negocios públicos y del bien común, que desapareció de manera abrupta hasta el punto de que se puede temer que casi se ha perdido. Esta puede ser la consecuencia, en términos generales, de esa aventura.

En términos particulares es evidente que se tiene que agregar en ese inventario el menoscabo de los partidos políticos, el secuestro de la libertad de expresión y la desaparición de un entendimiento sobre la vida pública, pero también de la vida privada, que tenía por lo menos medio siglo de establecimiento.

El 4 de febrero también trajo la resurrección del más salvaje personalismo, que parecía borrado de la historia y que pensábamos que estaba enterrado en los rincones del siglo 19.Suficiente evidencia en resumen para deplorar ese suceso y también para deplorar que no hubiese sido castigado enfáticamente por la sociedad en su momento.

La sociedad venezolana se entusiasmó por la posibilidad de una regeneración, con la alternativa de una salvación, que nos condujo al despeñadero en el cual hoy se encuentra la república.

-Pero, según Chávez, todo fue motivado para acabar con la corrupción.

-En los últimos años de la democracia representativa hay testimonios indiscutibles de corrupción. Y de cómo los partidos políticos fundamentales, AD y Copei, llegaron a convertirse en un club de contratistas, abandonando los principios y los valores de la democracia. Sobre eso no hay dudas. Y Chávez manejó ese argumento. En ese momento de golpis- ta no le faltaba razón. Pero, era un argumento vacío, sin ningún tipo de consistencia por el hecho de que lo fue un suceso evidente se ha convertido en un suceso panorámico, a efecto de que la corrupción sea una de las características estelares de la llamada revolución bolivariana.

-Giordani denunció que los corruptos se habían apropiado de 25 mil millones de dólares, pero ahora otro ex ministro dice que fueron 300 mil millones de dólares los dilapidados. ¿Cómo es posible que no haya habido una investigación?

-Lo que ha venido pasando es algo que se relaciona con el proyecto del 4 de febrero: el secuestro de los poderes públicos. En la medida en que desaparece la independencia de los poderes, en la medida en que la Asamblea Nacional se convierte en un adorno o en apéndice del Poder Ejecutivo, en la medida en que el Poder Judicial solo obedece las órdenes de Miraflores, es evidente que no sólo campea la corrupción, sino también su compañera necesaria e ineludible que es la impunidad. En la medida en que se concentra el poder en la residencia del Poder Ejecutivo se permite cualquier tipo de latrocinio. Por esa razón, lo que fue un fenómeno importante de los últimos años de la democracia representativa se convirtió en un pesado bacalao que cargamos sobre el hombro todos los venezolanos: la ladronería bolivariana.

-¿No fue la propia presidenta del Poder Judicial quien habló de concentrar poderes?

-Ella dijo que no era aconsejable la independencia de los poderes públicos. No puede haber justicia en un estado autoritario, que niega la división de los poderes. Cuando se concentra el poder en una nomenclatura, que es lo que está pasando actualmente en Venezuela, la corrupción campea y no existe la posibilidad de ningún tipo de condena. El discurso reciente del Presidente Maduro no es más que un saludo a la bandera en medio de la crisis. No puede ocultar el hecho de que la corrupción se ha convertido en una peste nacional. Pero, en la medida en que el Poder Judicial y los órganos de la Fiscalía dependan de la voluntad del Ejecutivo, la situación no cambiará.

-¿No cree que las colas para conseguir alimentos se hayan convertido ya en una costumbre?

-Nadie se acostumbra al hambre, a la escasez a la incomodidad, ni a la arbitrariedad, ni a la mala administración. Estos son los signos que de alguna manera tendrá que buscársele solución a estos problemas gigantescos de injusticia. Asi ha pasado en los países a través de la historia. Esto debería ser un fenómeno transitorio, que pudiera desembocar en una situación de conflictividad si no se buscan solución por caminos pacíficos y constitucionales.

Nuestra ciega voluntad de vivir por Orlando Viera-Blanco

Venezuela

 

«Más puede el anhelo de vivir en paz y defender lo nuestro, que la fuerza destructiva de un modelo de lucha de clases y división social»

 

El dilema para los que viven en el país va entre resistir o marcharse. La visión de los que ya partieron es que Venezuela no tiene regreso. Y para este columnista -que marchó por un tiempo, pero está de vuelta-no le queda más que decir, si un país en el mundo es recuperable, ese es Venezuela. Pero no de manos caídas…

Escribo impresionado por la pérdida de un allegado muy querido. Hablo de quien siento fue como un tío para mí. Crecí en el seno de su familia y puedo dar fe de la Venezuela fuerte, decente y talentosa que él representa. Le arrebataron su vida -sobre la misma tierra- en el sitio que más amó, pero donde injustamente encontró el final de su camino. No es consuelo para nadie. Porque no es perder la vida inmerecidamente, sino impunemente. Se fue un venezolano ejemplar, como muchos se han ido en manos de la violencia. Y en medio de esta tragedia, se estanca el juicio de ser o no ser venezolano, de estar o no estar en Venezuela…

Cuando uno revisa la historia de cada uno de nosotros -individual o colectiva- encontramos una ancestralidad virtuosa. A una gran mujer, a un gran hombre o en todo caso, a los abuelos, portadores de hermosos méritos. El mismo hecho de venir a Venezuela, lo fue… Pero a nuestro presente ahora le invade muerte y desolación. Una impronta de despojo que aniquila nuestra prosapia. Es la pérdida de nuestro mundo ideal como expresión de voluntad.  Al decir de Schopenhauer, estamos renunciando a «nuestro deseo ciego de vivir». En silencio y pasivamente. A nuestro derecho de concebir confraternidad y vivir en paz. Nos atrapa una peligrosa resignación colectiva que debe acabar. Porque nuestra realidad, no es vivir en términos sanos y cotidianos, sino sobrevivir al mandato de la violencia.

Esta entrega ha producido una perversa  dinámica de aceptar vivir en un estado permanente de emergencia, ultraje y defensa, donde no impera el mandato de la ley, sino del delincuente. Y sumergidos en este continuo sufrimiento y pesado aburrimiento de sobrevivir, nos vemos obligados a desmontar el mundo ideal -decíamos- que no  es otro que el familiar, el convivencial, el ciudadano, el espiritual, y en fin -como apunta KANT- nuestro imperativo moral.

Estamos perdiendo y abandonando a los hijos de la patria. Lo escribo ahora con el profundo dolor de la partida de un venezolano afable, generoso, honesto; esbelto tanto por su presencia, como por su calidez e inmejorable buen humor. Hijo, padre, hermano, esposo y amigo apasionado. Hombre urbano pero también de campo y de cacería, por cierto, con una apuntaría fuera de lo terrenal. El mismo ojo de lince que demostró su padre, cuando en 1961, nos trajo la primera medalla mundialista alcanzada por un venezolano en nuestra historia… Hijo también de la típica belleza, dulzura y calidez venezolana, habiendo sido su madre, la primera mujer en traernos una corona internacional de belleza al país, Miss Atlántida / 1937. Hoy una inmensa indignación nos conmueve. Pero su recuerdo seguirá inspirando nuestras fuerzas y esclavizada voluntad, de seguir viviendo por el bien de los suyos, de los nuestros y de todos los venezolanos.

El mensaje en medio de este primitivismo, es seguir de pie. Es honrar la memoria de los nuestros, luchando por el rescate de la Venezuela que fuimos. Porque si éramos un país integrado y sano, por lo tanto, recuperable. Es no dejarnos atrapar por un violento proceso desmoralizante, que nos debilita y nos lanza a la nada. Es sobrevivir para vivir y no lo contrario. Es elegir a quién y cómo plegarnos, para construir una verdadera plataforma humana y ciudadana, que nos permita avanzar en un real movimiento de emancipación de la inquina y la apatía. Aisladamente podemos decir cualquier cosa, pensar lo que nos plazca. Pero el desafío es proceder en colectivo organizadamente, para derrotar la anomia.

Existe un país lastimado y agredido. Pero no en exterminio. Venezuela está desmoralizada pero no acabada. Sufrimos de una profunda desviación sicopática, pero nuestra esencia confraterna y libertaria, sigue incólume. Y más puede el anhelo de vivir en paz y defender lo nuestro, que la fuerza destructiva de un modelo de lucha de clases y división social.

Einstein decía: «Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad». La voluntad que siguiendo con Schopenhauer, derrota cualquier ideología y nos eleva del sufrimiento, hasta alcanzar los valores más preciados de la vida, como lo es convivir para ser feliz. Sabemos que el riesgo es inmenso. Pero lo que está de por medio son nuestros hijos. Cada quien es libre como el viento de resguardar sus vidas. Pero ha llegado la hora de defender las nuestras y la de los demás. No podemos ver morir  como quien ve llover. Esta actitud es más fatal y terminal que la fatalidad o extinción que comporta un modelo político.

Todo tiene su final dice el viejo testamento. Hagamos del deseo de vivir, voluntad colectiva, no personal. No es que yo sobreviva. ¡Es mi ciega voluntad porque tú vivas! Y así sobreviremos todos.

 

@ovierablanco‎

vierablanco@gmail.com

Feb 04, 2015 | Actualizado hace 9 años
Democracia, convivencia por Ramón Guillermo Aveledo
 Convivencia
La democracia al límite” titularon en Chacao un foro al cual asistí la semana pasada junto a Américo Martín y el alcalde Ramón Muchacho. La nutrida asistencia muestra una genuina preocupación ciudadana. Las ponencias evidencian la calidad de las reservas democráticas que el país tiene.
Hablando de límites, la democracia puede tener límites máximos. Si se llevan al extremo las libertades y los derechos, es muy fácil que se desborden en la anarquía. También límites mínimos, visiones restrictivas que si se exageran acaban en dictadura. De los dos modos la democracia perece. Por eso hay constituciones, en ellas, las sociedades acuerdan unos límites equilibrados que permitan convivir a los que difieren, a partir de unas ciertas premisas comunes. Los linderos están en la Constitución. Dentro de ella, todas las posibilidades.
Decía Eugene McCarthy que la democracia es “una filosofía de organización social y política que da a los individuos un máximo de libertad y un máximo de responsabilidad”. En cuanto organización, la democracia requiere instituciones. Más sencillo y más complejo, para mi paisano Ramón Escovar Salom, la democracia es un “pacto de decencia colectiva”.
En Venezuela vivimos el problema de que el poder se siente incómodo con la Constitución. Quiso cambiarla en 2007 y el país no se lo permitió, y ha estado tratando de hacerlo después por los caminos culebreros de la imposición. Se aplica un modelo económico que no es el de la Constitución, con saldo de la inflación más alta del mundo, escasez y daño al trabajo y la inversión. Se aplica un modelo político que no es el de la Constitución, y el resultado es desconfianza en las instituciones abusivamente manipuladas por el partidismo y sus facciones. En lo social, se maneja un esquema de división, discriminación y exclusión radicalmente inconstitucional. Ahí están los componentes de la crisis que padecemos y que empeorará si seguimos este curso equivocado.
La democracia, para Savater, exige convivir con costumbres y comportamientos que uno desaprueba. Es, por lo tanto, muy exigente en términos de tolerancia, mi tema de la semana pasada. Dividir el país en dos bandos, identificar al otro con el mal, ignorarlo y eliminarlo, son los ingredientes que vio Marías en la Guerra Civil española.
La Constitución es el espacio de encuentro, el lindero seguro, la posibilidad de convivir. Pero hay que cumplirla.