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Lucha contra el rentismo petrolero ¿épica o farsa?

@AAAD25

Por decirlo en coloquialismo criollo, tenemos un oficialismo que la agarra con las cosas. Es decir, tiende a obsesionarse. Los focos de esta atención exagerada son fáciles de identificar porque son aquello que los voceros rojos repiten de forma enfermiza en sus alocuciones. Algunas obsesiones, desde que aparecen, se han vuelto fijas y constantes. Ahí están las amenazas de intervención militar imperialista desde Estados Unidos, las conspiraciones violentas de la oposición, la guerra económica, las maniobras de Rajoy y Uribe, el paramilitarismo que explica la sangre derramada por las calles de todo el país, etc.

Pero hay otras obsesiones que son pasajeras. Copan el discurso chavista por un tiempo breve y luego desaparecen. La insistencia con la que se les hace referencia contrasta con lo fácil que las olvidan. Pongo un ejemplo: la disputa fronteriza con Guyana. El año pasado Maduro dio un giro de 180 grados a lo que, por voluntad de su omnisciente mentor, había sido la política de pasar la página y dejar las cosas como están. De pronto el Acuerdo de Ginebra volvió a ser importante y el Presidente solo tenía boca para denunciar la explotación de petróleo en lo que Venezuela reclama como su territorio. Por un breve tiempo, su par guyanés se volvió el enemigo número uno de la epopeya roja. Hubo unas conversaciones, la foto de los mandatarios con el secretario general de la ONU y…. y ya. No pasó más nada. Todo como antes. El tema no volvió a tocarse.

Desde la todavía no reconocida derrota del pasado 6 de diciembre, el Gobierno ha mantenido una obsesión que, lamentablemente, parece pertenecer a la categoría de las pasajeras. Digo que es lamentable porque, a diferencia de casi todas las cosas con las que la agarra, esta sí es un problema real, y muy grave. Me refiero al rentismo petrolero.

La dualidad que ha significado el crudo para esta tierra desde que reventaron los primeros pozos en los años 10 y 20 es tan notable que ha inspirado canciones populares (“Puede hacernos ricos, puede hacernos mal, solo el tiempo nos lo dirá”, entona Gualberto Ibarreto). Por un lado está la oportunidad de explotar como pocos países uno de los commodities más demandados del orbe.

Por el otro está la dependencia de esa riqueza, la atadura de nuestra economía a las cotizaciones de un bien en el mercado internacional, factor que está fuera de nuestro control. El precio del oro negro es una boya que eleva el país hasta la superficie, o un ancla que lo hunde hasta el abismo tenebroso.

¿Creen que es una exageración? Revisen nuestro último medio siglo y notarán que los períodos de prosperidad coinciden con las bonanzas petroleras, y los de penurias, con los desplomes. Durante los primeros tres gobiernos democráticos posteriores a Pérez Jiménez, los precios estuvieron relativamente bajos. Luego, en 1973 estalla la Guerra del Yom Kippur y buena parte de los grandes proveedores del Medio Oriente imponen un embargo a Occidente por su apoyo a Israel. El valor del crudo que sí transitaba libremente por los mercados, como el nuestro, aumentó de forma impresionante. Aunque la coyuntura bélica se superó antes de que terminara el año, el valor del petróleo siguió sumamente alto durante el resto de la década. Esta fue la “Venezuela saudita”, la época de los “ta’ barato”. Había dinero por doquier. Edo Sanabria retrató el momento en una caricatura genial. El protagonista del momento, Carlos Andrés Pérez, hace su reconocido gesto de agitar los brazos, pero soltando al aire montones de dólares.

No obstante, el Estado gastó mucho más de lo que en realidad podía pagar. Entre eso y la corrupción, el panorama ya era bastante grave cuando a principios de los ochenta el crudo cayó. El primer síntoma del malestar fue el Viernes Negro. La década fue de progresivo aumento de la pobreza y frustraciones acumuladas. Añorando los tiempos de vacas gordas, Pérez fue electo para un segundo mandato. La austeridad adoptada inmediatamente fue todo lo contrario a lo que se esperaba, y la ira masiva estalló en el Caracazo. Durante los noventa, el petróleo tocó nuevos fondos y, sí, en proporción inversa creció la miseria de las mayorías.

Parecía que la experiencia contrastante entre la década de los setenta y los veinte años que le siguieron sería suficiente para que el gobierno con el que Venezuela incursionó en el siglo XXI hubiera aprendido la lección de los peligros del rentismo petrolero. Nada que ver. Como llegó al poder por las urnas, Chávez sabía que, en un principio al menos, sería sumamente difícil impulsar la transformación hacia un Estado a su medida sin el apoyo de la mayoría de la población. Para granjearse este soporte, su carisma era una herramienta importante, pero no suficiente. Hacía falta algo más tangible. Ese algo fue su gigantesca política social que, más allá de lo emocional y religioso, se ha convertido en la bandera material del chavismo. Atención médica en los barrios, programas educativos, construcción de viviendas. Todo esto gratis o con subsidios tan amplios que el ciudadano tiene que pagar una ínfima parte del valor real.

¿Cómo financiar todo esto? Con petróleo, naturalmente. A Chávez le vino como anillo al dedo el incremento del valor del crudo que comenzó más o menos en 2004, uno sin precedentes, hasta la estratósfera. De ahí la frase “Pdvsa ahora es de todos”. El detalle es que la historia se repitió, y como la bonanza fue más grande, también lo fueron los problemas que trajo. Es como si el país hubiera vuelto a emborracharse de petrodólares, al igual que en los setenta, pero con mucha menos moderación. La rumba se termina y queda una resaca peor a la de los ochenta y los noventa. La cuenta es también, desde luego, mucho más elevada.

Hablando en serio, ¿qué pasó? Otra vez el Estado receptor de la renta lo gastó todo y mucho más. Lo que no alcanzó fue cubierto con impresión de dinero inorgánico (causa por excelencia de la inflación) y endeudamiento.

La atención estaba centrada en optimizar las ganancias de la minita de oro negro. Poner todo ese dinero a contribuir con la diversificación económica era un proceso lento, que no podía brindar los réditos clientelares que Chávez quería lograr lo más pronto posible.

Eso no es todo. Mientras, los controles de cambio y precio estrangularon el aparato productivo. No discutiré si esto fue un error de cálculo o un objetivo buscado deliberadamente por el Gobierno. El punto es que los efectos nocivos de este drama no se sintieron mientras el petróleo estuvo por las nubes, ya que el Estado podía tapar el hueco dejado por los productores venezolanos con importaciones masivas. Cerrado el grifo de petrodólares, caen en picado las compras al exterior y la escasez arrecia. He ahí una pequeña diferencia con situaciones anteriores.

Para colmo, el monopolio sobre el flujo del gigantesco ingreso en divisas se ha traducido en una corrupción que deja en pañales la que se vivió en la mal llamada “cuarta”. Miles de millones de dólares desaparecidos, según denuncian exfuncionarios chavistas del más alto nivel hoy execrados, justamente, por levantar la voz contra el saqueo.

Cualquier otra cosa habría sido preferible al despilfarro que vivimos. Incluso sin un programa de diversificación, por lo menos pudo usarse buena parte del ingreso para un fondo de ahorros y estabilización macroeconómica. Eso hicieron varios países también dependientes de la renta petrolera. No creo que sea lo ideal. Pero al menos evitó que, ahora que el petróleo bajó, vivan una crisis como la nuestra.

Ahora vienen a decirnos que no es el modelo socialista ortodoxo lo que ha fracasado, sino el rentismo petrolero, el cual atribuyen al capitalismo. Ya vimos que varios factores, además del crudo barato, nos trajeron adonde estamos ahora. Además, si esta “revolución” llegó con vocación de cambiar el viejo orden, ¿por qué no luchó contra el flagelo rentista desde un principio? Resulta que hasta 1999 el petróleo generaba poco menos de 70% del ingreso del país en divisas. Ahora ese porcentaje es de alrededor de 95%.

Por todo esto parece fingida la pretensión obsesiva del Gobierno de ponerle fin a la dependencia del hidrocarburo. Parece ser una reacción coyuntural a un problema que, desgraciadamente, considera coyuntural. Bastaría con que los precios se disparen de nuevo para silenciar el grito de hoy y volver a las viejas andanzas.

En Las venas abiertas de América Latina, Galeano se refiere a una carta que le escribió Salvador Garmendia, en la que el novelista compara el balancín, por su forma y movimientos, con un buitre que picotea la carroña, en medio de un panorama de suciedad y desolación. Mientras la población no aprehenda el peligro de la dependencia del oro negro, este seguirá alimentando a unos pocos y trayendo miseria a los demás.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Unos bailan tango y otros bailan sobre un tusero por José Toro Hardy

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A partir del año 2000 comenzaron a subir marcadamente los precios de los commodities (materias primas): El petróleo, el hierro, el acero, el níquel, el estaño, el cobre y también los productos agrícolas como el trigo, la soya y muchas otras.

Cabalgando sobre el precio de las materias primas llegaron al poder simultáneamente  varios gobernantes populistas. Seguían directrices  que habían sido trazadas desde el Foro de Sao Paulo en 1990.  Los protagonistas habían sido Fidel y Lula. Lucían derrotados cuando la historia vino en su auxilio bajo la forma de un aumento inesperado de los commodities.

Bajo esa circunstancia llega a la presidencia de Venezuela un líder que cambió el rumbo del país: Hugo Chávez.

Fue visto como un mesías por las izquierdas del mundo. Los recursos del petróleo venezolano comenzaron a fluir hacia los creyentes en las directrices del Foro de Sao Paulo y los herederos del comunismo. Llegaron también a Podemos en España.

Los primeros grandes beneficiados fueron Fidel y Lula, pero también Kirshner (Néstor y Cristina), Evo, Fernando Lugo, Correa, Ortega y otros. También varios países del Caribe.

No comprendieron que el aumento de las materias primas era pasajero. Durante los años de la abundancia nadie se preocupó mucho por guardar las formas. Los gobiernos que surgieron en esos años, se vieron plagados por increíbles casos de corrupción.

Me viene a la memoria un poderoso empresario que me comentó acerca de las vagabunderías que estaban ocurriendo en Brasil, donde firmaban multimillonarios contratos. Me dijo: «Hemos aprendido a  movernos exitosamente en medio de toda esa porquería sin que la ‘mierda’ (sic) nos toque»

Pues bien, los hechos vinieron a demostrar que no habían sido tan hábiles como creía y que la porquería realmente los había embadurnado.. Algunos de sus más importantes ministros están en prisión, al igual que muchos empresarios.  El propio Lula está en riesgo.

Su pupila, la presidenta Dilma, vino en su auxilio y le ofreció una cartera en su gabinete para darle un cierto grado de inmunidad. Al hacerlo pareciera haberse atado un yunque al cuello en medio de las aguas de un mar encrespado. El destino de ambos parece ser el de hundirse juntos en esas aguas, en las cuales centenares de miles de brasileños, si es que no millones, salen a la calle a pedir un impeachment.

Quienes hasta ahora lucían como aliados irrestrictos de su gobierno, ya no lo son. Ante el clamor popular algunos partidos comienzan a dejarlo. Ese es el caso del PMBD que -con sus 70 diputados en el Congreso- está abandonando el barco. Eso amenaza con conducir a un efecto dominó en el cual otros partidos sigan el mismo ejemplo y el gobierno sucumba al impeachment.

Lo cierto es hay vientos de cambio en toda Latinoamérica. Una nueva tendencia está surgiendo en esta parte del continente. El primer exponente es Macri, que representa el polo opuesto de los populismos que surgieron al amparo del súper ciclo de los commodities.

Sería iluso pensar que ese tsunami se va a quedar solamente en las costas de Argentina y Brasil. Viene avanzando hacia el norte y ya tuvo algunos efectos en Bolivia, donde Evo perdió el referéndum a través del cual pretendía seguir el ejemplo de Chávez, postulándose indefinidamente para la presidencia de su país.

En Venezuela, desde luego, las primeras  olas crecidas llegaron a las playas el 6D, permitiendo que la MUD controlase las 2/3 partes de la Asamblea Nacional. Al gobierno no le quedó otro recurso que aceptar los resultados, para inmediatamente comenzar a neutralizarlos a través de acciones inconstitucionales de los otros poderes. Pero a esos señores les tengo una mala noticia. No hay nada ni nadie que pueda enfrentar la fuerza del tsunami social que se les viene encima. Lo de Brasil luce imparable y después le toca a Venezuela.

Quienes sí parecen estar claros son los Castro. Ya saben que les está llegando su hora menguada. Saben lo que para ellos representó el «período especial«. Saben que el petróleo venezolano ya no alcanza para mantenerlos a flote. Saben que sin Chávez, ni Lula, ni Kirshner, el rumbo de su revolución va a cambiar. Ni cortos ni perezosos voltearon la mirada hacia quien hasta ahora consideraban su mayor enemigo: el imperio.

El presidente Obama les dispensó una visita y parece haberse robado el corazón de los cubanos. Y no bien abandona el Air Force One el espacio aéreo de la isla, otro símbolo del capitalismo aterriza en Cuba: los Rolling Stones.

Qué cosa más grande, mi hermano. Tantos años de revolución y prédica comunista y resulta que ahora la música que cautiva al mar de la felicidad es el Rock y las dos figuras más populares son Obama y el Papa.

Nada hay más elocuente que unas imágenes, ni nada resume mejor lo que está pasando en el continente que dos bailes que ocurren al mismo tiempo. El primero de ellos lo vimos en la Argentina:  Obama bailando tango. El segundo está ocurriendo en Brasil: Dilma y Lula bailando sobre un tusero.

 

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com

Un Estado fallido con un Gobierno forajido: Hampa, milicia, policía y economía por Alexander Guerrero

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¿Porque todos juntos, y porque la economía? Hay dos pilares fundamentales para que un país crezca sustentablemente, independiente de los eventos que ocurran en el ciclo económico como por ejemplo la caída en los proteicos del petróleo, y en general de los commodities, o materias primas.

Quizás la acción más sencilla del individuo es trabajar para satisfacer sus necesidades, en la sociedad actual el hombre ofrece sus experticias, lo ejerce con eficiencia y competitividad, y lo cambia por salarios, expresados en valores monetarios. Es la via del progreso económico y social, las condiciones de vida mejoran, pero exige, reglas de juego, donde su libertad y su propiedad no son negociables. Se reconoce por origen natural que de la producción y riqueza son cosas del hombre; de su familia, su país o comunidad, y a ellos se debe, las reglas del juego se disponen de tal manera que, el propio hombre no debe quedar a expensas del Estado.

Pero, este es su hechura, un Frankenstein que lo destruye y el hombre se empobrece cuando su propio Leviatán (Buchanan, Riggs) – el Estado- es capturado por grupos de interés políticos, militares, mercantiles, crean sus revoluciones. Son procesos políticos donde el hombre confunde sus derechos y deberes y cae subyugado, convertido en su servil, son los socialismos, los fascismos, los nazismos, los comunismos, los estados totalitarios y fallidos, todos son parientes entre sí. Venezuela es un claro ejemplo que esas perversidades pasan en estos tiempos.

En esas condiciones el Estado pierde su sentido, en manos de esos grupos, deja sus obligaciones de lograr que todos respeten las leyes, y que los individuos sean entre si iguales ante el Estado, ante las leyes, que garantice un Estado de Derecho, el respeto a la propiedad de terceros y frente al propio Estado, cuyos extremos lo tenemos cuando este es capturado por bandas que lo ocupan para la captura de renta por medio de la violencia. Ya el Estado no es el ente dedicado a disminuir los costos de transacción que protegen sus cosas, su familia y sus vidas, de manera que su actividad creadora de riqueza no sea fulminada, como por ejemplo por la inseguridad, el crimen, la impunidad cultivada por organismos del propio Estado/Gobierno fallido, fiscales, policías, e inclusive las fuerzas armadas.

 

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En Venezuela en los últimos dos décadas, un proceso político pervertido, en nombre de una extraña redención social de corte fascista y comunista irrumpió afectando las libertades, las políticas, las económicas y el respeto a la vida. En esa trilogía natural del individuo, se devela una agenda política dirigida a empobrecer al individuo, a la sociedad. Ese proceso político, se organiza para la represión política, en persecución de sus libertades, perseguido por el odio bajo diseño de política pública, en un fenómeno dirigido a afectar la libertad económica del individuo, bajo expropiaciones, nacionalizaciones, controles sobre la acción humana y en un organizado esquema legislativo, la penalización de la actividad económica sujeta al lucro, una condición natural de la propiedad privada.

Es complejo deterioro se ejecutó a velocidad, los ya precarios niveles de seguridad personal y su derecho a la vida, esta vez bajo una agenda que imponía su acción sobre y en contra de los derechos políticos. Grupos de presidiaros y ex presidiarios fueron convertidos en círculos de represión, castigo y crimen denominados bolivarianos; el Estado/Gobierno politizó la justicia, los mecanismos de protección individual se relajaron los requisitos básicos para el nombramiento de los jueces, fiscales, en muchas ocasiones el currículo vitae era cambiado por el prontuario de individuos que habiendo delinquido fueron convertidos en jueces y fiscales.

Los poderes públicos encargados de la contraloría, la fiscalía, y el ciudadano se desconocieron rápidamente, la competencia por la eficiencia y probidad desapareció para dar paso a la solidaridad política de correligionarios a quienes solo se les pedía y pide lealtad a un proceso político bautizado de patria o muerte. El Estado se ha nutrido de las expropiaciones de la propiedad de individuos, de sus familias, de socios,  y con ello los empobrece. En el mismo curso de esos eventos en el campo de la producción, y en paralelo, se “expropió” a las policías municipales que habían mitigado la delincuencia en la medida que su descentralización permitió disminuir la impunidad y su origen económico y político.

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Estos servicios que habían empoderado a la sociedad civil, fueron centralizados políticamente con el objetivo de defender, a todo costo, un proceso político que le otorgaba el monopolio de gobernar a las agrupaciones comunistas y fascistas enmascaradas en una supuesta revolución social y económica que se aliaba con el lumpen, grupos de desclasados por delinquir, así como con fuerzas militares y milicias paramilitares en momentos que la sociedad civil reclamó sus reivindicaciones políticas y del mejor vivir. Las consecuencias a la vista en el crecimiento hiperbólico del crimen (ver grafica).

Las consecuencias las podemos ver en las estadísticas de auge del crimen, lo que mostraba que el ciudadano había perdido no solo sus libertades, sino que su vida había perdido valor. El crimen toma forma múltiple, el Estado y gobierno pierden el control de él con o sin voluntad, y en muchas ocasiones, aunque informalmente en su favor. Así llegan armas de guerras a manos de bandas de delincuentes, se ejerce un curioso control sobre el sistema penitenciario, el cual desde luego pierde su nombre, el Estado pierde consecuentemente el control sobre las cárceles bajo una curiosidad justiciera de humanizar el entorno de vida del condenado. Todo ello contribuyo al crecimiento acentuada de la impunidad que devela la complicidad entre cuerpos policiales, militares, y civiles armados, con los llamados “camaradas del hampa”. El Estado ya es fallido, no hay derecho la vida, y el gobierno es forajido, perdió sus razones de hacer respetar la ley.

Las estadísticas de secuestros, robos, asesinatos,  crímenes de todo tipo, no estaban desligadas del proceso de descapitalización de la economía del sector privado, de miles de empresas cerradas  intervenidas, expropiadas, nacionalizadas por el gobierno, de cientos de miles de venezolanos a una extraña diáspora buscando otros horizontes para su familia y vivir sin los problemas de acá, junto a las libertades políticas  reprimidas violentamente por cuerpos armado policiales, militares, y en innumerables oportunidades acompañados de grupos y colectivos violentos al margen de la ley, conformando una espesa niebla de intereses de todo tipo, menos los republicanos. En los últimos años, no es fácil deslindar las fronteras del político, lo económico, el crimen, el narcotráfico, el lavado y legitimación de capitales, corrupción, asociaciones internacionales con grupos calificados por la ONU como terroristas, la vida ciudadana se africaniza, no bajo un concepto étnico, sino que la escasez de recursos busca defender los privilegios logrados por revolucionarios frente al trabajador que solo vive de sus sudor, manos e inteligencia.

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El gobierno nacional y regional en una buena cantidad de estados y municipios entran en fase de descomposición donde lo que priva son intereses de grupos económicos, mercantiles, criminales, del narcotráfico, que hacen de la frontera su hábitat natural produciendo su acelerado empobrecimiento, como es el caso de la colombovenezolana. Todo ello en agregado afecta sobre manera la actividad económica de las clases medias y sectores emprendedores medios y populares en virtud que la actividad económica había perdido rentabilidad bajo el efecto de la espesa nube de intereses políticos cuya distancia del delito no es posible contabilizar. A menudo, policía, grupos armados políticamente motivados, presidiarios, «pranismo», militares constituyen una ancha franja de intereses comunes constituyen un mercado donde los derechos de propiedad son del que los puede defender violentamente.

Una buena porción del millón y medio de venezolanos en la diáspora se estimuló al ostracismo personal y familiar para protegerse de la pérdida de las barreras sociales destinadas a la defensa de lo propio, libertad, propiedad y particularmente la vida. La descapitalización del “capital humano” viene por efecto múltiple de fenómenos económicos, sociales y políticos, como la hiperinflación, la contracción de la economía motivada ésta por los controles de precios y control de la ganancia y el lucro, incentivos naturales a los derechos económicos y el progreso familia, pero también porque la vida pierde valor, y el esfuerzo creador y emprendedor del individuo se lo consumó la defensa de su vida.

La indefensión y la impunidad, pareadas con la descomposición social y económica, alcanzó extremos, como lo muestran índices de prosperidad, miseria, de incentivos para los negocios, de la corrupción, de la propiedad y derechos económicos, el Estado y Gobierno caracterizados por la opacidad y carencia de transparencia nos llevó a los primeros lugares del crimen a la vida, corrupción, opacidad y no transparencia, indicadores de miseria que cubren desempleo, inflación y contracción de la economía, el país de mayor inflación en el mundo, donde el Estado de Derecho no existe, en un entorno donde cohabitan un Estado fallido con un gobierno forajido.

El ciudadano de menores recursos aprisionado por los controles, decide arbitrar precios regulados con libre mercado, el bachaquero de la frontera se convierte en el ciudadano más remunerado del mercado informal, pero constituye un serio o indicador de empobrecimiento global en la comunidad. En términos de costos beneficio la ecuación le da resultados negativos, el gobierno en autos de la agenda de empobrecimiento, abrazó al bachaquerismo hasta convertirlo en cliente del régimen de contarles, racionamiento y escasez. Digamos que en un sector de privilegiados que hacen sus vidas al margen de las instituciones, el pan de hoy y en hambre de mañana.

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En la defensa de la vida, la propiedad y los derechos políticos, el venezolano ha incrementado considerablemente el gasto con lo cual su rentabilidad económica como trabajador, empresario, emprendedor, ha disminuido considerablemente lo que en un medio hiperinflacionario lo ha empobrecido a niveles inéditos en el continente. Venezuela es el país en el mundo que muestra mayor velocidad de empobrecimiento el cual ya alcanza al, 70% de la población, donde un salario mínimo, de 15 dólares, ha disminuido la renta del criminal donde cualquier cosa para apaga la vida bien para un teléfono, una arepa, unos zapatos, cualquier bien de 5 dólares de precio puede ser requerido por un criminal que ciega la vida de su propietario.

La vida se ha abaratado porque no hay recursos para protegerla, el Estado y el gobierno renunciaron a hacerlo, y en ocasiones no hay manera de deslindar entre el crimen y su actor, oficio político, militar, o mercenario de una ideología del empobrecimiento. En el diagrama mostramos los nexos de la inseguridad y de los costoso que se ha convertido su defensa.

 

@AlexGuerreroE

La guerra petrolera (3): La suma de todos los temores por Tony Bianchi

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En la guerra de los precios petroleros desatada por Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes en su casi desesperado intento de mantener y hasta ganar nuevas cuotas del mercado mundial es importante tomar en cuenta todos los factores que permiten a estos tres grandes países productores seguir  manteniendo los precios  a  niveles sumamente bajos.

Básicamente éstos están relacionados con las reservas acumuladas a través de años de bonanza. Las reservas no solamente sirven a éstos países como «colchon» que absorbe las pérdidas o ganancias desperdiciadas causadas por los bajos precios sino también representan un formidable capital, amasado en sus respectivos Fondos Soberanos de Inversión – Sovereign Wealth Funds o SWF – que les permite  «jugar» en el mercados de las materias primas (commodities) y más precisamente en el mercado petrolero.

Al tener la capacidad de dictar los precios del mercado estos tres países pueden «apostar» al aumento o a la baja de los precios y derivar grandes ganancias en una forma bastante cuestionable porque es equivalente al utilizar información privilegiada que en inglés es conocida como inside information y manipular el mercado.

Hasta cuando les conviene mantener los precios bajos y utilizar los Fondos Soberanos de Inversión es difícil decir  especialmente si se toma en cuenta el potencial peligro de una segunda Primavera Árabe que vaticina grandes conflictos internos y multinacionales en el Medio Oriente, cosa que podría causar repentinos aumentos de los precios petroleros.

Mientras tanto una de las razones de la guerra petrolera: anular las ganancias de las empresas Norteamericanas dedicadas al fracking y la explotación de  yacimientos atrapados, no está teniendo los resultados deseados debido a los grandes avances tecnológicos de los Estados Unidos que permiten la reducción de los costos de extracción.

Pero eso no es todo. La baja de los precios petroleros se ha reflejado en el precio de la gasolina y combustibles para la producción de energía, elementos que están propiciando un sensible aumento de la producción y una marcada recuperación económica de los Estados Unidos (nótese el nuevo récord de fin de año del índice de la bolsa de Nueva York).

Todo lo contrario pasa  en Rusia, Irán, Nigeria y finalmente Venezuela, donde los ingresos petroleros representan la casi totalidad de las entradas de los estados y sus respectivas economías están sufriendo las peores consecuencias.

La moneda rusa, el rublo, está al nivel más bajo de los últimos 15 años y Vladimir Putin ha advertido a la población que al país le costará por lo menos dos años poder recuperarse económicamente, el gobierno de Nigeria está desesperadamente tratando de mantenerse al poder, Teherán  denuncia que los bajos precios petroleros se han añadido al  efecto negativo de las sanciones de los países occidentales en contra de Irán conjugando una crisis económica sin precedentes.

La situación en Venezuela, desafortunadamente, la conocemos muy bien. Los pocos recursos, el desperdicio y el precio del petróleo proyectan un 2015 de más escaseces y gran inflación. Mientras que Cuba ya no cuenta con el posible aporte del petróleo venezolano y se ha acercado a Estados Unidos para buscar nuevas fuentes de ingresos, el Presidente Maduro sigue atacando al Imperio echándole toda la culpa de los bajos precios petroleros al fracking gringo.