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Lecciones de la derrota de Evo por Jaime Aparicio O. y Rubén M. Perina

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El rechazo de los ciudadanos bolivianos a la pretensión de Evo Morales de modificar la Constitución vía referéndum para reelegirse ad infinitum, deja tres lecciones claves. La primera, es una señal más de que la ciudadanía no ve con buenos ojos los intentos personalistas de eternizarse en el poder, por más que ella haya prosperado gracias al alto ingreso de las exportaciones de “commodities.” Ni el ventajismo ni la manipulación electoral del gobierno, que abusó de sus recursos de poder, pudieron evitar el triunfo del NO. Igual le pasó a Chávez en Venezuela en 2007, cuando perdió un referéndum sobre la reelección ilimitada. En Argentina también hubo intentos fracasados de perpetuar en el poder a Cristina Kirchner o a su modelo “nacional y popular.”

Esos líderes, carismáticos sí, ganaron elecciones y reelecciones como candidatos “anti-establishment,” con campañas y políticas contra el neoliberalismo y el imperialismo, con consignas nacionalistas, populistas y con promesas de inclusión social. Pero estos pretendidos “reyes sin corona” no entienden que las constituciones republicanas y democráticas, con sus mecanismos de separación de poderes, estado de derecho y alternancia, configuran un sistema de gobierno cuyo objetivo es limitar el poder, para prevenir el absolutismo presidencial y la tiranía de las mayorías. La derrota de Evo fue una victoria para la democracia. Ahora, la oposición debe unirse como en Argentina y Venezuela.

Segundo, la Misiones de Observación Electoral de la OEA (MOE/OEA) mantienen su vigencia y relevancia. En Bolivia la Misión destacó 61 observadores internacionales en todos los Departamentos, monitoreando 713 mesas de votación. Luego, la Misión publicó un informe equilibrado, señalando las fortalezas del proceso electoral, las irregularidades observadas y sugiriendo acciones para fortalecerlo: entre ellas, una auditoría profunda del padrón electoral, acceso equitativo a los medios, financiamiento público de campañas y mayor rapidez en la publicación de resultados. Esto habla de su imparcialidad e intención de contribuir a fortalecimiento institucional.

La tercera lección resulta de la poca garantía para la transparencia e integridad electoral que ofrecen las Misiones de “acompañamiento” electoral de UNASUR. Estas, llegan predispuestas a apoyar al gobierno anfitrión, que paga los gastos de transporte y estadía de los “acompañantes.” Sus informes son un misterio porque lo entregan en privado a las autoridades del país y no lo divulgan públicamente, como ocurrió recién en Venezuela. En Bolivia, el Secretario General de UNASUR, Ernesto Samper, días antes de la votación se mostró junto a Evo en campaña electoral, en la inauguración del Coliseo de Tarata (Cochabamba) que llevará su nombre. ¡Vaya imparcialidad! Todo ello arroja dudas sobre la transparencia, independencia y neutralidad de tales Misiones. Es difícil así entender su utilidad y contribución a la democracia. La derrota de Evo es un indicio más del agotamiento del populismo autoritario en América Latina, pero también confirma que la sabiduría ciudadana y las MOE/OEA continúan siendo importantes garantías electorales para sostener la democracia en la región.

Jaime Aparicio O. y Rubén M. Perina

Ex embajador de Bolivia en los EE.UU., y ex funcionario de la OEA, respectivamente.

Cristina puso a la prensa a la defensiva... ¿Cómo pasó eso en Argentina? Por los negocios de ella

LUIS MAJUL ES PERIODISTA Y ESCRITOR. Es autor de Los dueños de la Argentina I y II; Por qué cayó Alfonsín; La Iluminada, biografía no autorizada de Elisa Carrió; Confesiones Argentinas; El Dueño (2009), la historia secreta de Néstor Kirchner; y Él y Ella (2011). Conduce La Cornisa por La Red, AM 910, de lunes a viernes de 14 a 18; Cuatro Sillas, por Canal á y La Cornisa, por América TV. Trabajó en diferentes medios como Diario Perfil, revista Humor, El Porteño, Todo Noticias y Radio Continental. Es productor general y periodístico de la película Yo Presidente.

Escribe regularmente en el diario La Nación y esta semana, tras el anuncio del cáncer tiroideo de la presidenta Cristina Kirchner, decía su columna y su blog a desglosar de forma critica lo que acontece con los medios, las noticias, la presidenta y una serie de corruptelas publicas  aceptadas por una mayoría que hoy no se recuerda de su pasado.

Creo oportuno publicar su artículo de ayer en el importante diario argentino La Nación. Igualmente se publica, como todas sus contribuciones a varios medios, en su blog: http://www.luismajul.com/

Hay mucho que aprender y bastante que reflexionar sobre lo que acontece en el Sur.

Cristina puso a la prensa a la defensiva

Por Luis Majul @majulluis / La Nación

La constante ofensiva del Gobierno sobre los medios de comunicación y los periodistas críticos parece la más brutal y exitosa de toda la historia reciente de la Argentina. Aun en el medio del impacto por el cáncer de tiroides que le acaban de confirmar a la Presidenta y del que seguramente se recuperará en pocos meses, vale la pena analizarlo con detenimiento. Ni Juan Perón pudo hacerlo mejor. La administración de Cristina Fernández de Kirchner ha logrado colocar a la defensiva a casi toda la prensa, con la excepción de los medios y colegas que trabajan para su proyecto (que cada vez son más y se llevan más dinero del Estado).

La coartada fue casi perfecta: mostrar al Grupo Clarín como un gigante poderoso capaz de voltear gobiernos y presentar batalla en nombre de los más débiles. Puesta en esos términos, la «guerra» generó la adhesión no sólo de los kirchneristas más radicales, sino de buena parte de la sociedad. Pero el Gobierno, mientras tanto, puso al resto de los medios y a toda la oposición detrás de la gran coartada. Y los terminó neutralizando y desnaturalizando.

Hoy, los periodistas profesionales deberíamos estar hablando y escribiendo sobre el nuevo departamento de nueve millones de pesos que, según el diario Libre, se compró en Puerto Madero la empresa Los Sauces, cuya mayoría es propiedad de la jefa del Estado. O preguntando si corresponde que la Presidenta contrate a una kinesióloga para Ella y su familia con el dinero del Estado nacional. (¿Qué habrían escrito los periodistas e intelectuales que hoy apoyan a Cristina Fernández si esa compra y esa contratación la hubieran decidido los ex presidentes Carlos Menem, Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde?) Ahora mismo, quienes tenemos la responsabilidad de informar deberíamos estar investigando por qué se cierran, una a una, las causas vinculadas a la corrupción oficial, como Skanska. O cómo se reasigna el presupuesto sin el más mínimo control. O por qué se siguen manipulando las estadísticas oficiales sin que ninguno de los otros poderes del Estado reaccione. O por qué se duermen los expedientes con denuncias de la Auditoría General de la Nación. O por qué no se encuentran los culpables de los asesinatos políticos de Formosa y de Jujuy. O cómo se discrimina, a favor de Hebe de Bonafini, la investigación sobre la Fundación Madres de Plaza de Mayo y Sueños Compartidos. O el detalle del gasto millonario de Aerolíneas Argentinas.

Ese es nuestro trabajo. Ese es nuestro rol. Informar sobre las cuestiones del poder. Analizar las cuestiones del poder. Opinar sobre las decisiones que toma el poder. Y, sin embargo, estamos a la defensiva. Discutiendo sobre la propiedad y el grado de concentración de los medios. Sobre Papel Prensa, Cablevisión y la ley de medios. Sobre si Clarín «miente» o no «miente». Sobre la inhibición de los bienes de LA NACION. Perdiendo tiempo y energía para responder los ataques personales de un ejército que cobra miles de pesos por insultar a profesionales de impecable trayectoria. Aunque Cristina Fernández de Kirchner haya ganado con casi el 54% de los votos, aunque haya conseguido la aprobación de leyes dignas de elogio, aunque la oposición siga fragmentada y sin ideas, los periodistas deberíamos ignorar la provocación oficial, volver a las fuentes y no perder de vista nuestro objetivo: mostrar lo que intenta ocultar el poder. Para eso, no deberíamos esperar a que Cristina baje su imagen positiva, o a que la desaceleración de la economía nos haga más «simpáticos» o más «dignos de ser escuchados».

El plan perfecto de demolición de la prensa crítica siempre tendrá un enemigo indestructible: la propia realidad. O, para decirlo de una manera más sencilla, el peso de los hechos. El Gobierno, por ejemplo, pudo, en su momento, hacer política y lograr votos al agitar la sospecha de que Marcela y Felipe Noble Herrera eran hijos de desaparecidos. Sin embargo, al final del camino, los hechos prevalecieron. Y hasta Estela de Carlotto, una mujer que puede equivocarse pero no miente, tuvo que admitir que no hay evidencias que demuestren que lo son. Los gritos e insultos de los más fanáticos podrán hacer olvidar que la familia Kirchner multiplicó su fortuna mientras trabajaba para el Estado y que todavía ninguno de sus miembros pudo explicar, de manera contundente, cuál es el mecanismo legal que utilizaron para lograrlo. Pero un buen día puede presentarse un filósofo K, aceptar un reportaje de un medio crítico a propósito de su último libro y decir, suelto de cuerpo: «Es muy incómodo adherir al gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un gobierno nacional, popular y democrático y que te hablan de hambre». Puede hacerlo en el mejor momento del Gobierno y en el pico de su impresionante ego. Puede intentar aclararlo después, ante un periodista adherente y complaciente, y sin embargo echar más leña al fuego al agregar: «Qué Néstor y Cristina hayan afanado me molesta, pero eso no arruina lo que hicieron». O plantear un pensamiento más novedoso y complejo, al afirmar: «No hay político que no haga acaparamiento de dinero. Por muchos motivos. Yo diría que Cristina es la que más motivos tiene para hacerlo? porque está nucleando tantos odios de la derecha que en cualquier momento se tiene que ir del país». Las palabras de José Pablo Feinmann podrán ser silenciadas, manipuladas o malinterpretadas. Pero ya fueron dichas. Ya fueron escritas. Fueron leídas. Y fueron escuchadas. Como un «error del sistema». Como algo que se mete en el medio de la realidad, aun cuando la idea es no contarlo.

Si Feinmann y otros quieren averiguar cómo acaparan el dinero funcionarios de este gobierno no tienen más que preguntarle a Marcelo Saín, ex responsable de la Policía Aeroportuaria, que se fue del cargo con la certeza de que agentes de la Secretaría de Industria, la Aduana y de la AFIP cobraban coimas para dejar entrar y salir contenedores con mercadería de contrabando. Representantes de la Unión Industrial Argentina se lo hicieron saber a la Presidenta en una reunión de trabajo. Le explicaron que hay empresas textiles que, por culpa del contrabando, están al borde de la quiebra. Uno de ellos le escuchó decir a la jefa del Estado: «Tráiganme pruebas, porque yo no estoy de acuerdo con esa caja». ¿Quiso decir Cristina que sabía de su existencia, pero que necesitaba evidencias para desarmar el negocio? ¿Dio a entender que hay cajas con las que sí está de acuerdo? Para llegar a la verdad, siempre es bueno que haya periodistas dispuestos a contarla