@ajmonagas
La ciudadanía es fundamentalmente expresión del concepto de política. Aunque también la ciudadanía refiere otros ámbitos del conocimiento y actitudes que comprometen valores morales y éticos. Son aquellos que exaltan la honestidad, solidaridad, tolerancia, respeto, responsabilidad, comunicación, reciprocidad, unificación, equidad, generosidad, justicia, ecuanimidad y participación, básicamente.
Son múltiples las variables que en lo social, político y cultural encierra el concepto de ciudadanía. Sobre todo, su ejercicio.
Cuando la persona alcanza la adultez, la construcción de ciudadanía se complica. No solo porque, para entonces, encauzar una conducta distinta de la que se disfruta en su zona de confort propia es un proceso bastante intrincado. Porque dicho espacio de placidez suele estar supeditado a patrones de vida manejados desde el egoísmo, la arbitrariedad, la ironía, la prepotencia y la aversión. O también, desde la posición social, el nivel económico o la postura política. Razones estas que dificultan estimular en el adulto un sentido de ciudadanía que concilie valores morales y criterios políticos.
Se ha demostrado que la ciudadanía se construye preferentemente en la escuela. En escuelas abiertas. Regidas por el principio “valores y modales antes que conocimiento”. Y termina de cimentarse en el hogar. Aun así, cabría la posibilidad de inducirla por otra vía y otro momento. Y es a lo que esta disertación apuesta.
Precisamente, en aras de reducir la brecha entre la resistencia del adulto a adoptar posturas de ciudadanía, y la terquedad propia de actitudes incompatibles con lo que compromete el sentido de ciudadanía, podría ensayarse una metodología de razón sociopolítica.
La misma podría comenzar advirtiendo el rechazo que, por naturaleza humana, condiciona cierta actitud personal alineada con una conducta anticívica. Y en cambio adquirir un mínimo conocimiento de conceptos tales como política, sociedad, gobernabilidad, ideología, desarrollo, historia, derechos humanos y valores morales y políticos. Esto, innegablemente, sumado al concepto de urbanidad.
La metodología considerada, se pasearía por los siguientes momentos de análisis:
1. Reflexión o de deliberación del propósito perseguido.
2. Recuperación, tiempo ocupado para ajustar la idea a las circunstancias reinantes.
3. Reconstrucción, dedicado a elaborar propuestas
4. Enriquecimiento teórico-instrumental dirigido a delinear las propuestas discutidas en la fase anterior.
La intención de afianzar el ejercicio de ciudadanía, apoyado en la praxis política, apuntaría a la idealización de un “país posible”. O de una “realidad armonizada”. Los participantes estarán asistiendo a un acto en el que el imaginario individual habrá de jugar con la posibilidad de construir el andamiaje de factores, razones, recursos, hechos y proyectos relacionados con la ciudadanía. Asimismo, se examinarán instituciones, organizaciones y sociedades dispuestas a relacionarse con tal propuesta.
Este proceso de enseñanza-aprendizaje, incitado por la necesidad de pautar una metodología que tienda a afianzar la construcción de ciudadanía desde el ejercicio de la política, está conducido por un factor común denominador: el concepto de ciudadano y el déficit de ciudadanía que pesa sobre el mismo.
De ahí la necesidad de plantear esta propuesta desde la óptica de la política. No solo para comprender que la ciudadanía detenta una condición política. Sino también para reconocer que la política constituye al terreno desde el cual el hombre le imprime fuerza a sus decisiones. O sea, es el recinto en el que descansan las razones de la conducta ciudadana ante cualquier coyuntura o situación. Indistintamente de si la misma es causante de equivocaciones o aciertos.
El problema de actuar al margen de un comportamiento ciudadano, se suscita cuando cualquier actitud afecta a otro. Y dado que el ser humano vive en sociedad, no debe obviarse el riesgo que implica tomar decisiones propias que perturben a otros.
La ciudadanía tiende a fracturarse cuando se rompe la convivencia. La pluralidad se fractura por la ausencia de tolerancia.
Cuando el egoísmo se apropia de la coyuntura social y política, se lleva la realidad al límite exacto entre la anomia, la barbarie y la civilidad.
La intención suscrita en estas líneas es proponer un modelo alfabetizador que despierte la necesidad y el interés en la dimensión política; se trata de “ciudadanizar” a cuantos sea posible. Así, con la mayor modestia, estas ideas podrían actuar como razón para construir ciudadanía. De tal modo de formar un ciudadano en todas sus potencialidades cívicas. Es la intención de motivar la ciudadanía desde la política.
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