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Una locura pensar en resignación

@ArmandoMartini  

Es mentira que vamos bien, andamos mal y empeorando, nos enfermamos rodeados de miseria, pasando hambre y envueltos en la frustración. El régimen no puede profesar ovación por las calles vacías, porque no están desoladas, lucen repletas de coraje, voluntad de lucha, atiborrada de fe en la fuerza y empeño ciudadano. Que el Estado haya fallado, engañado, robado y maltratado, no es cuento nuevo, pero tampoco de resignación.

Lo hemos vivido a lo largo de nuestra historia, por estos e incluso más graves problemas. La guerra de Independencia y Federal no son simples fechas, sumaron años de devastación, tormento y angustia más allá de las sangrientas glorias de batallas, muertos, heridos, peste y hasta un terremoto devastador.

Con el mismo pueblo, pero una diferencia fundamental: los líderes que condujeron aquellos terribles caminos fueron próceres, héroes, se sacrificaron al frente, algunos se enriquecieron, la mayoría empobreció y murió en aras de grandes ideales.

Mientras que los que hoy gritan directrices y amenazas no erigen nada, son estafadores, proclaman ideales para ocultar villanías y corrupción. Esparcen crueldad y represión. No construyen, sino destruyen.

“La historia me juzgará”, exclamó con su habitual perversidad e intuición fabuladora el ignominioso líder de tiranías y tiranos Fidel Castro. Juzgado como el fracaso social y económico que ha sido su desgraciada e infeliz revolución. También, la historia reseña a quienes, con más codicia y menos brillo, afligen, patean y reprimen al venezolano.

Nuestros esclavistas, aparte de ladrones, verdugos e incompetentes funcionarios, son solo una parte del horror y errores, mientras quienes padecemos la eterna cuarentena del desastre, somos historia, con alzas y bajas.

Los nazis no pudieron exterminar a los judíos; tampoco los comunistas aniquilar a chinos, rusos, polacos, checos. Los chavistas, ideólogos de la piratería, son cleptómanos represores. No han podido ni podrán abatir el gentilicio y venezolanidad que procuran reducir al silencio.

Parecemos solitarios, pero no estamos ausentes. Somos perseguidos, paralizados, pero jamás rendidos. La lucha persiste, no de la boca para afuera como aúllan represores y malhechores, sino la del empeño de cada mujer y hombre para continuar, construir lo que destruyen sin compasión. Levantarse cada vez que nos golpean, trabajar con empeño y la firmeza que a lo largo de la verdadera historia nos caracteriza.

Independiente de lo grande que hayan sido Simón Bolívar, Francisco de Miranda, José Antonio Páez, Simón Rodríguez, Antonio José de Sucre y muchos otros; sin el apoyo de los venezolanos no hubieran podido ser libertadores. No importa lo codiciosos y cínicos que puedan ser los empuñadores del castrismo, sin nosotros no podrán destruirnos.

Aquí hemos estado siempre y ahora en buena parte del mundo; seguimos siendo el pueblo afable, de coraje, talento, principios éticos, valores morales, buenas costumbres. Y continuaremos siéndolo, no importan fusiles, poniendo cara, valor ciudadano, caminando en el presente para construir con optimismo el futuro que merecemos. No permitiremos nos lo quiten de las manos ni de la conciencia.

Quieren imponer un ambiente de conformismo, resignación y pesimismo, pero el que llevamos en la sangre y el espíritu es de confianza, convicción.

La política de presión del gobierno estadounidense está reduciendo flujos de divisas formales y legales que consiente la permanencia del usurpador. De profundizarse, el castrismo enfrentará situaciones críticas inclusive la de mantener a quienes los sustentan. La inexorable realidad hallará salida.

Habrá escapatoria a esta catástrofe económica, hecatombe política, calamidad social, destrucción de la honorabilidad, extravió ético y miseria de ideas. De la crisis por sectores pasamos a la general. Lo próximo que sobrellevaremos es colapso, nadie sabe cuándo. Pero eventualmente tendremos la república saludable que anhelamos para comenzar un proceso electoral participativo, transparente, democrático e imparcial.

Algunos demuestran pánico de enfrentarse, cuando se oponen al cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres, en ese orden; son cohabitadores colaboracionistas, se han burlado de la inmensa mayoría, tendrán consecuencias, correrán la misma suerte de sus compañeros de régimen. Enfrentaran la justicia y su justo castigo.

Los traidores

Los traidores

Un gobierno de emergencia nacional paritario es una oportunidad para torturadores, violadores de los derechos humanos, pranes, instituciones profanas, sanguijuelas y zánganos del tesoro público; pretensión absurda que no será tolerada por la mayoría ciudadana.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Sebastián de la Nuez Jul 02, 2020 | Actualizado hace 3 días
Los tres ligaditos

De izq. a der., Rodríguez Zapatero, Pablo Iglesias y Baltasar Garzón. Fotos de Wikimedia Commons / Composición: Runrun.es

@sdelanuez 

Es posible que tengamos que convivir con la covid-19 durante meses o años, dicen científicos virólogos y otros expertos. Ya hay experiencias previas. La gente tiene que envalentonarse y saber que el enemigo es invisible. El izquierdismo trasnochado se le parece, por cierto: es completamente invisible pero circula. Hay que lavarse las manos a fondo.

¿Cómo saber si el izquierdismo por el cual nos sentimos seducidos (porque apunta a la justicia social y todas esas cosas bonitas) es, en realidad, un izquierdismo ansioso de perpetuarse, ciego de rabia y soberbia?

¿Cómo saber, si es invisible como el coronavirus y no lo vemos echar espuma por la boca? Yo no he visto a Pablo Iglesias echar espuma por la boca, pero tampoco, nunca, vi a Chávez en eso.

En todo caso, hay que estar conscientes: ese tipo de izquierdismo es una patología, una covid-19, un síndrome enquistado en las neuronas de mucha gente, que lo lleva y quizás es asintomática… a menos que se le escape algo en un tuit. Hay venezolanos que añoran su juventud tirapiedras en la tierra de nadie de la UCV. Como diría Bob Dylan, ¡ah!, pero entonces éramos más viejos de lo que somos ahora.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio (eso lo ha dicho no Dylan sino Serrat, izquierdista visible y sin rabia).

La verdad es que toda esa ideología revolucionaria, estacionada durante tanto tiempo al borde de la Historia y repleta de resentimiento, sirvió de trampolín al chavismo. El chavismo, o su detritus (usualmente madurismo), es la fase superior y acabada de hornear de la izquierda fracasada.

Una carretera secundaria es el feminismo militante, negado a ver la violencia de manera holística, como fenómeno social y no sectorizado por género, compartimentado. El partido Unidas Podemos, en España, busca su target en la rabia de las mujeres, sea justificada o no. Y el gobierno de Sánchez anda en lo mismo: de allí la burrada que cometieron ambos el 8 de marzo, al promover la expansión del mortífero virus a sabiendas de que la pandemia ya era inminente.

La pubertad es una enfermedad que se cura con el tiempo pero en el entretanto produce fantasmas, empuja a desatinos y aventuras suicidas para salvar al mundo.  Durante mucho tiempo, Venezuela vivió en la pubertad. ¿Lo sigue haciendo?

Allí es donde entronca esta historia con Rodríguez Zapatero, Baltasar Garzón y Pablo Iglesias. Los tres son producto de una España indignada pero también corrupta; los tres son la propia defensa del chavismo en Europa.

La corrupción de estos tres personajes es por revanchismo: España les debe algo. El franquismo les debe algo (por supuesto, a toda España, no solo a ellos). Su vecindario, seguramente, les debe algo. El dueño de Zara o de Repsol les debe algo y ellos van a sacárselo, mediante chantaje o sirviéndole como intermediarios ante gobiernos latinoamericanos. Los tres han hecho política, carrera y dinero haciendo uso del carácter noble, pero también ofuscadamente adolescente, del pueblo español.

Erich Fromm, que sabe de cabellos en la cabeza de cada quien porque es su especialidad, dijo que el carácter es el destino del hombre. A los españoles, sobre todo a seguidores del PSOE y de Izquierda Unida, se les ha caído la baba siempre por la infame satrapía castrista. Lo primero que hizo Sánchez al encaramarse al poder fue viajar a Cuba, departir con Raúl, su pana Raúl.

Una noche estaba Baltasar Garzón en el principal auditorio de Casa de América, en un foro sobre Derechos Humanos en América Latina. Habló bien, habló con datos. No es ningún improvisado. Al final me le acerqué y le propuse una entrevista, le dije que saldría en un portal venezolano, que él podía decir cosas interesantes. Me miró por un instante y me dijo que hablara con Pepito Pérez en su Fundación. Traté de que me diera un teléfono pero ya estaba atendiendo, ágil, a otras personas que requerían su atención.

Conseguí los teléfonos, llamé a «Pepito Pérez» y, como temía, nunca estuvo para mí.

Baltasar tiene una Fundación, okey. En sí mismo él es toda una institución. Pero no tendría por qué temer a ningún periodista venezolano radicado en Madrid, ¿no? Lo hubiese entrevistado con delicadeza y le habría preguntado cosas directas y sencillas como «¿cuánto dinero tiene usted, juez, en su cuenta en Andorra?»

¿Qué es la izquierda, hoy en día? Una consigna, un talismán, un muñequito vudú que hace milagros todavía. El parapeto de una cúpula enquistada en el poder en uno de los países más hermosos y ricos del mundo, cúpula apoyada por gobiernos que una vez fueron comunistas pero hoy no se sabe lo que son, porque su ideología, si la tienen, es pastosa, informe, invisible para las entendederas del resto del mundo.

Al menos, antes el mundo sabía a qué atenerse.

***

Ha habido gente en el Twitter burlándose de los venezolanos que creyeron (y siguen creyendo) ver en Trump un salvador, alguien que con poder bélico le dé una lección definitiva al narcogobierno. Pero he aquí que a Trump, fiel a su naturaleza atrabiliaria, se le salió alguna barrabasada sobre Guaidó y enseguida salieron los nostálgicos de la izquierda fracasada con un «qué, ¿van a seguir creyendo?, ahí lo tienen al Trump, ¿qué dicen ahora, ah?»

Resulta que es una ingenuidad y una bobería pretender que los venezolanos, ese pueblo que padece lo indecible, no cifren sus esperanzas en quien sea. Es una crueldad de los que no saben empatizar, ni tienen agallas para ponerse en los zapatos de los más desdichados, los que permanecen.

Los venezolanos creen en Trump porque no tienen otro remedio sino asirse de cualquier clavo ardiendo, no importa qué clase de clavo, para conservar alguna esperanza de cambio.

En fin. No se puede destruir al virus SARS-CoV-2, que ha penetrado en las paredes celulares, bebiendo galones de agua caliente. Con eso no haces nada. Solo irás al baño con más frecuencia. Lo que debes hacer es estar bien claro en que si el periódico El País es amigo de Sánchez y de Zapatero y les hace la pelota a ambos (como se dice vulgarmente en España), y Sánchez gobierna con Iglesias, e Iglesias y Baltasar tienen el mismo carácter revanchista y saqueador, ¿qué demonios más necesitas para saber el resultado de esa ecuación?

www.hableconmigo.com

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

 

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Designaron a Aristóbulo Istúriz como protector de Anzoátegui
Istúriz regresa al estado Anzoátegui también como vicepresidente de la entidad, según confirmó Cabello

El gobierno chavista designó este martes 16 de junio al ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz como «protector del estado Anzoátegui.

Durante una reunión del PSUV, fue Diosdado Cabello, presidente de la ANC, quien confirmó el nombramiento de Istúriz para este cargo.

Vale recordar que los llamados «protectores» se designaron en las entidades donde los partidos opositores obtuvieron la victoria en las elecciones regionales.

Istúriz regresa al estado Anzoátegui también como vicepresidente de la entidad, según confirmó Cabello.

“Asume Aristóbulo Istúriz nuevamente la vicepresidencia del estado Anzoátegui y ha sido designado también protector del estado”, dijo Cabello.

 

Al respecto, en el año 2017, Nicolás Maduro explicó qué es una figura de protector y por qué se designaron en ciertos estados del país.

«Es una figura para no dejar al pueblo ‘al garete’ (a la deriva, sin protección), en Miranda (norte) fue muy exitosa», dijo Maduro en aquella oportunidad.

Actualmente, el gobernador del estado Anzoátegui es Antonio Barreto Sira, quien forma parte del partido político Acción Democrática.

Con información de El Impulso

ABC: el chavismo financió el Movimiento 5 Estrellas en 2010
El gobierno italiano, que ganó las últimas elecciones generales italianas de 2018 con 33% de los votos, es uno de los tres Estados de la Unión Europea que aún no reconoce a Juan Guaidó como presidente interino de la República

 

Según unos documentos clasificados como secretos por la Dirección General de Inteligencia Milita (Dgcim) a los que tuvo acceso el diario español ABC, Nicolás Maduro autorizó en 2010 el envío de una maleta con 3,5 millones de euros al Consulado venezolano en Milán, Italia, para financiar en negro al Movimiento 5 Estrellas (M5E).

Para el momento que se envió el dinero para Italia, Maduro desempeñaba el cargo de ministro de Exteriores.

Se conoció que el cónsul de la delegación diplomática de Venezuela en Milán, Gian Carlo di Martino, actuó como intermediario antes de que el destinatario final, Gianroberto Casaleggio, recibiera el dinero en efectivo.

El archivo de inteligencia señaló que los 3,5 millones de euros fueron enviados de manera segura y secreta a través de la valija diplomática. Hugo Carvajal, actualmente prófugo de la justicia, lideraba en ese entonces la Dgcim.

En una nota publicada por EFE este lunes, se lee que el Movimiento 5 Estrellas (M5S) italiano aseguró que la información publicada por el diario español ABC sobre una presunta financiación de Venezuela en 2010 «es un bulo» que ya circulaba en 2006 y se reserva la posibilidad de emprender acciones legales.

Cabe destacar que Italia es uno de los tres países de la Unión Europea que aún no reconoce a Juan Guaidó como presidente interino de la República.

 

 

*Con información de ABC.es

Alejandro Armas Jun 12, 2020 | Actualizado hace 22 horas
¡Exprópiese, che!

Mausoleo en el Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina. Foto Herbert Brant en Pixabay.

@AAAD25 

Muy a pesar del inmenso cariño que le tengo a la patria de Sábato y Cerati, creo que no es exagerado afirmar que pocos países latinoamericanos han tenido una historia económica tan llena de frustraciones como Argentina. Ni los propios argentinos lo negarían, como se deduce del pesimismo detectado por Martín Caparrós en una crónica reciente sobre la vida en Buenos Aires.

Otrora considerada el granero del mundo y una promesa de desarrollo que rivalizaría con Estados Unidos, Argentina nunca ha vuelto a alcanzar las cumbres de crecimiento relativo (i.e. comparado con el resto del mundo) que ascendió antes de la Gran Depresión de los años 30.  Por supuesto que en casi un siglo le han sobrado oportunidades, pero por diversas razones fueron desperdiciadas.

Una de las más resaltantes es el populismo peronista, que se niega a morir y sigue haciendo estragos con políticas económicas desastrosas (aunque, en honor a la verdad, alternativas como las de Mauricio Macri no lo han hecho mucho mejor).

Casi cincuenta años tras la muerte de Perón, el populismo sigue volviendo al sur, como en el tango de Astor Piazzolla y Pino Solano, seduciendo a las masas y ocupando la Casa Rosada.

De su último regreso se está cumpliendo un semestre, con Alberto Fernández como líder, al menos en teoría. Digo “en teoría” porque el grado de influencia de su vicepresidente, la inmensamente más carismática Cristina Fernández, sigue siendo motivo de franca preocupación. El nuevo mandatario ciertamente ha tenido algunos gestos que lo distancian de los niveles arrolladores de populismo del matrimonio Kirchner. Solo haber interactuado cortésmente con el saliente Mauricio Macri durante la transición fue uno que no se puede pasar por alto (recordemos que CFK ni siquiera se dignó a presentarse en el acto de toma de posesión de Macri).

Empero, también hay señales de consternación. La más reciente fue el anuncio de la estatización del Grupo Vicentín, una de las mayores empresas dedicadas a la industria agroalimentaria en Argentina, que es a su vez uno de los mayores sectores económicos del país austral. No se trata, por tanto, de la toma de un quiosco de periódicos. Esta es una las decisiones más relevantes en materia económica tomadas por el gobierno de Fernández, y pudiera ser ilustrativa sobre lo que vendrá más adelante.

Cuando a los venezolanos nos hablan de estatizaciones, rápidamente pensamos en aquel momento infame cuando Hugo Chávez, en pleno despliegue de sus groseros instintos autoritarios, ordenó la expropiación de varios comercios, incluyendo las joyerías del emblemático edificio La Francia, en el centro de Caracas como si estuviera eligiendo dulces en una tienda de caramelos. No hay que abusar de los símiles ni asumir que la ocupación pública de Vicentín se está dando exactamente en las mismas circunstancias y que Fernández ahora es un Chávez rioplatense. Después de todo, Vicentín es un peso pesado en un ramo vital para la economía argentina, cuya quiebra por deudas millonarias podía tener un impacto negativo severo. Pero eso no quiere decir que una estatización era la respuesta adecuada.

El Estado puede manejar varios proyectos alimenticios y administrar distribuidores de alimentos para los más necesitados en caso de que estos se queden por fuera del mercado. Pero no debería reemplazar al sector privado como proveedor de comida en general. Cuando lo intenta, el resultado suele ser desastroso. Los venezolanos lo sabemos muy bien. Está el referido incidente de los “¡Expropiése!”, en el cual el propio acto fue más visible que las consecuencias. Pero hay más casos. Muchos más.

Chávez dio rienda suelta a sus impulsos de estatización a partir de 2007, demostrando así que su compromiso de respetar la propiedad privada, asumido en su primera candidatura, no fue más que una argucia para disimular su cercanía a la extrema izquierda. Sidor, Cantv, la Electricidad de Caracas, Cadafe y un largo etcétera. Hoy, las sucesoras todas esas empresas están en situación calamitosa, devastadas por la rapiña y la ineptitud.

Pero tal vez lo más grave es que Chávez decidiera meterse con la producción y distribución de alimentos. Varias empresas privadas del ramo fueron asimismo sumergidas por un tsunami rojo, más destructor que el que asoló las costas de Sumatra en 2004.

Lácteos Los Andes y la productora de aceite Industrias Diana fueron estatizadas en 2008. Un año después corrió la misma suerte la cafetalera Fama de América. Pues bien, según un informe de la organización no gubernamental Transparencia Venezuela, entre 2009 y 2015 Fama de América pasó de producir 18.600 toneladas de café a apenas 2.500. Igualmente, desde su estatización y hasta 2015, la producción de Diana se desplomó 55,48%. En cuanto a Lácteos Los Andes, Transparencia Venezuela registró que la productividad pasó de 92,8 toneladas por trabajador en 2010 a solo 38,5 toneladas un lustro más tarde. Combínelo todo y sabrá por qué se ha vuelto mucho más difícil para los venezolanos saborear un desayuno de empanadas y café marrón, lo cual es apenas una manifestación del hambre en la que millones de venezolanos cayeron en la segunda mitad de esta década.

Ah, y espero que no se hayan olvidado de Agroisleña, la legendaria proveedora de insumos agrícolas. En 2010, Chávez también le aplicó el “¡Exprópiese!”. De paso, como parte de su afán por cambiarle el nombre a todo e imponer una neolengua plagada de un nacionalismo excesivo y cursi, la rebautizó como “Agropatria”. En manos privadas, pudo satisfacer casi 80% de la demanda de químicos para el campo, según una nota del portal El Estímulo fechada en 2016. Un año antes, solo satisfizo 22 % de su meta de producción, lo cual contrajo 10 % la zafra criolla. Alrededor de 46.000 de las 207.000 toneladas prometidas.

Y así volvemos a Argentina y al caso Vicentín. Como ya dije, no hay que abusar de la comparación, pero si estuviera conversando con un porteño o un cordobés, lo exhortaría modestamente, junto con sus compatriotas, a mantenerse en guardia. En entrevista para el diario El País de Madrid, el ministro a cargo de la expropiación sentenció que se trata de un caso “excepcional” y que en el gobierno de Fernández “no consideran positivo que el Estado controle muchas empresas”.  Pero, como ya vimos, esos compromisos no siempre son honrados.

Preocupa que, al momento de anunciar la estatización, Fernández invocara como argumento la “soberanía alimentaria”. Precisamente la expresión predilecta del chavismo para designar sus desastrosas políticas alimenticias. El presidente se olió que por esto lo compararían con los amigos caribeños de CFK, por lo que salió al paso en pleno discurso para desestimar tales alegorías. Pero si Fernández no quiere que lo comparen con el chavismo, debería abstenerse de hablar como un chavista… Sobre todo con los gritos de “¡Exprópiese!”.

 

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Armando Martini Pietri Jun 11, 2020 | Actualizado hace 22 horas
Contrarrevolución

@ArmandoMartini  

Es lo que se opone a la revolución. Puede ser ideológica, activa en calles y actitudes. Ofensiva política que tiende a eliminar los efectos de una revolución anterior. ¿Cuál es la revolución y cuál la contrarrevolución? Depende del cristal con que se mire, o sea, según quien la defina. Una busca un cambio total e irreversible en sentido económico, político y social; la otra, oprimir los efectos, es la oposición al cambio que intenta volver al orden.

Los comunistas liderados por Mao Tsé Tung llamaron a su movimiento contra el imperio “revolución” y calificaban de “contrarrevolución” al que encabezaba Chang Kai Shek, que también se había levantado contra el poderío. Este, respaldado por Estados Unidos, planteaba una república al estilo occidental. Mientras que los maoístas, amparados por la Unión Soviética, proponían una sociedad comunista.

Ambas eran revoluciones, necesarias e impostergables. Surgieron dos líderes que coincidieron, pero divergieron en ideología y objetivo final. ¿Dos revoluciones? En realidad la misma con dos filosofías diferentes: los comunistas con Stalin, los no comunistas con Roosevelt.

Sin entrar en detalles de profundidad histórica, ganaron los comunistas con el infame pero práctico expediente de seducir a los campesinos ofreciéndoles deshacerse de los propietarios. Y perdieron los anticomunistas por llamar a los campesinos y propietarios, ninguno de los cuales vio más allá de sus intereses.

Surgieron la China continental, grande y comunista; y la anticomunista, refugiada en la isla de Taiwán. Décadas después, los capitalistas taiwaneses se convirtieron en una pequeña y eficiente potencia económica, mientras los comunistas de Pekín, enfrascados en su comunismo de miseria y esclavitud, terminaron quedándose sin los ceños fruncidos de Stalin y Mao.

Se desplomó la Unión Soviética, Rusia se occidentalizó al punto de que hoy es una economía de enorme industria y dependencia petrolera. Y un chino, que escasamente media el metro sesenta de estatura, planteó que no importaba el color del gato con tal de que cazase ratones; podemos ser comunistas en pensamiento y capitalistas en producción.

China es potencia económica, a los taiwaneses pocos los reconocen, pero todo el mundo les compra. Y los estultos copiadores de marxismos tiránicos de las desaparecidas Unión Soviética y China maoísta están en ruinosa decadencia tras años de estruendosos, ruinosos fracasos, sostenidos solo por ser autocracias despóticas, hablachentas, represoras y violadoras de los derechos humanos, como Nicaragua, Cuba y Venezuela.

Contra esas revoluciones vienen las contrarrevoluciones. En la grande y poderosa China continental -a pesar de su éxito económico- empezó y se mantiene en Hong Kong; en Nicaragua y Cuba hierve en cárceles y exilios, en Venezuela crece, aunque dando bandazos desde hace al menos diez años.

Y, como en aquella revuelta China de emperadores en decadencia, revolución y contrarrevolución en rebelión, las ayudas y los hilos se manejan desde afuera. Angustias y pobrezas empezaron a corregirse cuando el presidente de Estados Unidos fue invitado y llegó a Pekín. Cuando la muerte se llevó a Mao y al maoísmo, las cosas empezaron a avanzar. En Venezuela las esperanzas renacieron cuando un empresario presidente decidió que quería hacer cambios en su “área de influencia”.

Donald Trump no vendrá a Caracas, pero la contrarrevolución venezolana ha viajado a Washington. La Casa Blanca sabe bien que ni el éxito ni el fracaso son solitarios, por eso han dejado solo al régimen usurpador, pero también han hecho saber a la contrarrevolución que solos no podrán.

Por eso, cese de la usurpación y transición. La contrarrevolución llegará al poder para alinearse con la estrategia estadounidense.

 

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Futbolito, polarización y política

@juliocasagar  

El lector seguramente recordará un partido de futbolito improvisado que tuvo lugar en las jornadas de grandes movilizaciones populares en el 2002, en plena autopista de Prados del Este en Caracas. El juego enfrentó a dos equipos, uno de los manifestantes de la oposición y otro de defensores del gobierno de Chávez. Por varias horas ambos, jugadores e hinchas, confraternizaron sobre el asfalto caliente de aquel caliente momento de la política nacional. Por cierto, nadie recuerda el score, todos recordamos que el partido tuvo lugar.

¿Recordaremos acaso también la reacción de Chávez? Yo sí, y claramente. Montó en cólera, sacó de su costal todos los improperios contra los ricos, los apátridas, los escuálidos. Identificó muy bien, para su gente, quiénes eran aquellos con los que jamás debían juntarse y ni siquiera ir a misa; mandó el mensaje de acuerdo con el cual confraternizar y sonreír con los explotadores era una traición.

A todos ellos les quedó claro que quien quería ver deporte que se fuera a la cancha del Círculo Militar a verlo lanzar su rabo e cochino. O que se pusiera en su barrio a jugar chapita, como jugaba él con el teniente Andrade antes de dejarlo tuerto.

¿Por qué esta reacción tan desmesurada frente a un inocente partido de fútbol de calle? Pues justamente porque el partido no era inocente, al menos no para sus planes. Porque para imponer el régimen que padecemos desde entonces hace falta mucha división, mucho odio y sobre todo meter muchas cuñas entre la unidad de los gobernados para que no puedan juntarse nunca.

Así se hizo la polarización política y social. Venezuela ya no era un solo país y los venezolanos no tendrían un solo proyecto para mejorar y avanzar, sino que la vida desde entonces se planteaba entre ricos y pobres; patriotas y apátridas; buenos y malos; chavistas y no chavistas.

Chávez creó su ring de boxeo, su zona de confort. Y acopió la leña que sería el combustible que avivaría, hasta el día de hoy, su hoguera de la manutención del poder.

¿Cuál es la lógica de la polarización? Pues, demostrar que el proyecto político que encarno no triunfará hasta que no derrotemos y aniquilemos definitivamente al adversario. A la victoria no se llega sino sobre las ruinas del adversario. Mientras tanto, todos los problemas, las miserias, los sinsabores, son parte de la larga marcha hasta la Tierra Prometida. Los pobres conquistarán el cielo como lo cantó Marx sobre los Comuneros de París de 1871 porque “el motor de la historia es la lucha de clases” y su “partera es la violencia”.

Todo esto ocurrió ante nuestros ojos. Este escenario fue concebido como  una trampa jaula con cuyo paral no hemos dejado de tropezar nunca. Hemos caído en el juego de la polarización para solaz de quienes lo inventaron para mantenerse en el poder.

Han sido pocas las ocasiones en las cuales hemos sorteado la trampa. Una de ellas fue en el 2015, cuando logramos la maravillosa victoria electoral de la Asamblea Nacional. Aquella campaña fue impecable. Era la época de las colas, del bachaqueo, del estallido de la megainflación y de la escasez.

Hubo muchas consignas, pero el fundamento de todas ellas era “Si no quieres esta vida de colas, de irrespeto, de escasez y de vida cara, vota contra Maduro en la AN”. Es decir, nos salimos del mensaje polarizador del ¡Maduro vete ya! para hablar a la gente de sus problemas. Lo cual, desde que el mundo es mundo, es la única manera de convencer a alguien para que haga el puente entre su vida cotidiana y la política.

Pero, como cuando el pobre lava llueve, enseguida regresamos a la zona de confort de Maduro. En lugar de convertir la Asamblea en el pivote de las luchas sociales y populares y la aspiraciones de los millones de compatriotas que nos llevaron allí, volvimos a caer en la trampa.

No se había secado la tinta del acta donde Tibisay proclamada la irreversibilidad de nuestra victoria, cuando le ofrecimos al país que en 6 meses sacaríamos a Maduro. Conclusión: Maduro nos dijo “vengan a Miraflores a sacarme” y nosotros le tomamos la palabra y cada vez que lo intentábamos, las ballenas no nos dejaban pasar de Chacaíto.

Mi cauchero chavista que votó por la oposición me dio una clase de política cuando aquello ocurrió. Me dijo: “Vistes, Julio, lo que querían era un quítate tú para ponerme yo…”.

Y como las desgracias nunca vienen solas, nos equivocamos en el fondo y también en la forma. Con esa política nos retiramos a los salones de los hoteles, a las redes sociales a realizar cuanto foro, seminario, taller y simposio, entre nosotros mismos (ahora hacemos tuitazos, webinars y sesiones de Zoom) para elucubrar sobre el sexo de los ángeles. Y dejamos a la gente entendiendo con sus problemas y viendo desde las gradas la pelea de boxeo entre Morochito Rodríguez y Muhammad Ali.

Venezuela ha visto agravar todos aquellos problemas y hay quien quiere vendernos la idea de que los venezolanos nos estamos adaptando a la situación como la ranita de la olla con agua tibia. Esta es solo una verdad a medias. Se trata de un mecanismo de defensa natural de toda persona que pone la sobrevivencia como punto central de su existencia. Gracias a ese instinto nos hemos preservado como especie.

Pero la lógica de hierro de la historia y de la lucha social nos enseña que los pueblos despiertan insospechadamente. A veces despiertan y los derrotan y a veces despiertan y logran victorias y avances.

La diferencia entre una y otra está en la clarividencia y capacidad de su dirección política. Es necesario reconstruir la credibilidad y la confianza. El 80 % de los venezolanos no quiere a Maduro y lo responsabiliza de la actual pesadilla.

Solo hay que regresar a estar con la gente y a organizarla. Poner una política creíble, transversal que interese a TODOS  y no a un grupito de iluminados. Y diseñar una agenda que destierre la polarización de las consignas puramente políticas; que ponga énfasis en los problemas que padecemos todos los venezolanos y diseñe el país bonito y distinto que también todos queremos.

Imaginemos por un rato que aquel partido de fútbol en Prados del Este llegue al medio tiempo y terminemos hablando de nuestros problemas comunes y que entonces nos pusiéramos de acuerdo para actuar. No habría ballenas pa’ tanta gente. El segundo tiempo lo jugaríamos en libertad.

 

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Brian Fincheltub Jun 08, 2020 | Actualizado hace 22 horas
El socialismo no ha fracasado

Framento del póster principal del Museo del Comunismo, en Praga. Foto MichaelBueker / Wikimedia Commons 2009.

@BrianFincheltub 

Hay quienes suelen calificar la tragedia venezolana como el fracaso del socialismo. Personalmente no estoy de acuerdo, mi opinión se orienta a un sentido totalmente contrario. Considero que en Venezuela se ha seguido al pie de la letra de la receta socialista, esa misma que se ha aplicado en diferentes partes del mundo en diferentes épocas y que ha conducido a los mismos resultados: ruina, hambre y destrucción.

El socialismo es como las papas fritas de McDonalds: no importa en qué país te las comas, siempre sabrán igual.

Hablar del fracaso del socialismo es peligroso. Pudiera interpretarse como la absolución de una ideología de muerte que ha dejado millones de víctimas a nivel mundial. En este sentido, no se trata entonces de un simple problema de aplicación, eso sería el equivalente a decir que si se aplicara bien, el modelo socialista pudiera funcionar a las mil maravillas, cosa que es absolutamente falsa y la experiencia histórica así lo demuestra.

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

Ese socialismo sin apellidos es el que están viviendo hoy los venezolanos, los cubanos y que antes vivió la Europa del Este, Camboya, algunos países de África.

Negar esa realidad significa también subestimar al chavismo, quienes están lejos de ser una banda de incompetentes. Todo lo contrario. Me explico, en veinte años el chavismo no solo han logrado su objetivo de reducir al venezolano al eslabón más bajo de la vida humana, sino que a través del chantaje, la represión y el terror lo han despojado de toda aspiración a querer subir. Son los mejores haciendo el mal, eso hay que reconocérselos. No llegaron al poder para transformar la democracia, sino para destruirla y lo han hecho con gran éxito.

Como alternativa a eso, nosotros no podemos seguir errando en el diagnóstico, pues como un médico que prescribe a su paciente una medicina equivocada con base a un diagnóstico errado, si seguimos equivocándonos en el diagnóstico, en lugar de ofrecer soluciones para salvar a Venezuela, pudiéramos contribuir, sin quererlo, a agravar su situación.

El estado actual de nuestro país no acepta improvisaciones, sino las acciones correctas y certeras para salir de la dictadura socialista. Equivocarse es perpetuarla.

 

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