El sufrimiento y el martirio del pueblo sirio parece no tener fin. Ya han transcurrido cinco años de guerra, decenas de miles de muertos, millones de refugiados y algo aún más grave, no hay ninguna perspectiva de solución al conflicto, ni en el corto, ni en el mediano plazo.
La ONU sigue desplegando grandes esfuerzos, para apenas lograr que en Ginebra se reunieran la semana pasada representantes de Bachar con la oposición siria.
No obstante que las dificultades, para alcanzar una solución política persisten, hay que seguir creyendo y toca seguir militando, en la búsqueda de soluciones desde todos los ángulos de un conflicto que tiene grandes dimensiones.
En el caso sirio, todo es urgente. Por ejemplo, la urgencia diplomática, ha quedado reflejada en los divergentes intereses de los diversos actores, que de alguna manera intervienen en el conflicto. Algo que, fragiliza a la coalición internacional, que a su vez tiene como objetivo erradicar a Daesh.
Premura política, por cuanto en Europa el inmenso flujo de refugiados ha comenzado seriamente a hacer dudar a los países que más le abrieron sus puertas y sus brazos a los desplazados provenientes de Siria. Alemania ya anunció limitaciones a la política de reagrupamiento familiar. Suecia tiene toda la intención de expulsar a la mitad de los refugiados que llegaron a su territorio en el 2015. Dinamarca ha instalado estrictos controles en su frontera con Alemania.
Urgencia humanitaria, desde siempre y por siempre. En la última semana de enero de este año, más de 50 personas, entre mujeres y niños, se han ahogado en el mar Egeo. Ni el frío, ni el invierno, ni el peligro, ni el miedo detendrán éste flujo.
Solo queda, la paz, como opción. Es la única alternativa capaz de detener el exterminio del pueblo sirio.
