Ayn Rand archivos - Runrun

Ayn Rand

Los que no se rinden | Cedice: No hay prosperidad sin libertad
El mercado laboral y el crecimiento global se reactivarán a mediados de 2021, pero el impacto económico de la pandemia Covid-19 será severo: volver a los niveles de ingreso o actividad previos a la crisis puede tomar hasta una década
“El liderazgo político no parece haber comprendido que se necesita más economía de mercado en Venezuela, como sí ha comprobado mucha gente desde el dolor del despojo”, destaca Rocío Guijarro, gerente general del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico


@nelapalaciosr

El mercado laboral y el crecimiento económico global se reactivarán a mediados de 2021, según las más recientes y optimistas proyecciones publicadas. Pero volver a los niveles de ingreso o actividad previos a la crisis puede tomar hasta una década.
En Venezuela el escenario es aún peor, porque no solo e la pandemia sino porque sin libertad es imposible alcanzar la prosperidad y garantizar la justicia y los derechos humanos (DDHH).
De eso está convencida Rocío Guijarro, gerente general del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad ) y presidenta de la Red Liberal de América Latina (Relial).
Desde su perspectiva, no es a través de la intervención del Estado y del rentismo como se prospera sino a través de un sistema que permita la libertad, que respete la iniciativa privada, la pluralidad y la diversidad y que promueva la innovación y el emprendimiento de los ciudadanos.

“El liderazgo político no parece haber comprendido que se necesita más economía de mercado en Venezuela, como sí ha comprobado mucha gente desde el dolor del despojo”, destaca Guijarro, una emprendedora intelectual  que ha sido galardonada con el Premio Templeton a la Libertad por su programa de formación económica para periodistas y coautora del libro Ideas en Libertad.


En el libro ¿Por qué fracasan los países?, los autores plantean que la libertad es la piedra angular para la creación de riqueza y prosperidad en cualquier sociedad moderna. ¿Usted es de las que cree que la economía de Venezuela se ha contraído 70% en los últimos siete años por falta de libertad y como resultado de las políticas públicas aplicadas por la élite gobernante?

Ya que menciona este libro de Acemoglu y Robinson, es oportuno mencionar su obra más reciente, El Pasillo Estrecho, la cual se ocupa precisamente del problema de la Libertad y el porqué es tan difícil lograrla.

La contracción de la economía venezolana se ha acelerado desde mediados de 2014, teniendo como detonante la caída en el precio de las exportaciones petroleras y el declive en producción de hidrocarburos. La falta de inversión en la industria petrolera, como resultado tanto del desfalco estatal como de la exclusión del sector privado en su gestión, ha dado como resultado que hoy día Venezuela no sea capaz siquiera de producir gasolina.

La mala gestión monetaria y fiscal ha conducido a una hiperinflación que resta valor al futuro, desalentando los planes de largo plazo para los emprendedores y los ciudadanos, dañando el poder adquisitivo de los más vulnerables. Más del 92% de la población vive en condiciones de pobreza y 90% carece de acceso continuo al agua corriente. Tampoco hay derechos de propiedad que protejan los activos de la clase media.

Desde Cedice tenemos dos iniciativas que han documentado todo este despojo de productividad, eficiencia y equidad. Se trata de nuestros Observatorio de Gasto Público  y Observatorio de Derechos de Propiedad.  Desde allí se han compilado estadísticas y narrativas que dimensionan el daño causado por el Estatismo y la captura de renta en Venezuela.
Con todo esto, le coloco en contexto para afirmar que, efectivamente, hemos tenido empeoramiento social por la falta de Libertad Económica y Civil. Siguiendo a Acemoglu y Robinson, sólo una sociedad cohesionada, fuerte, tiene viable hacer contrapeso al Estado.

La Libertad florece cuando hay ese equilibrio, ya que el Estado podría convertirse en otro tirano, oprimiendo al ciudadano. La sociedad civil venezolana ha quedado resentida como consecuencia de la emigración masiva, que se estima entre 4 y 5 millones de compatriotas en los últimos 10 años (de los cuales, 1,7 millones están establecidos en Colombia y 80 mil están intentando regresar tras la pandemia de coronavirus). Sumamos otras heridas sobre la sociedad civil: el debilitamiento de su poder adquisitivo, la zozobra individual permanente por acceder a servicios públicos, la ausencia de representación por los partidos políticos, la persecución política a los disidentes y el distanciamiento social promovido por la crisis de la COVID-19.

¿Por qué los venezolanos no hemos conquistado aún la libertad? ¿En qué hemos fallado? ¿Qué debemos corregir para lograrlo?

Tuvimos un desequilibrio entre el poder económico del Estado y el de la sociedad civil. Si hemos de buscar un hito, una referencia histórica, apuntaríamos al año 1976, cuando se hicieron efectivas la nacionalización tanto de la industria petrolera como del Banco Central de Venezuela, que hasta dos años antes tenía la mitad de su accionariado en manos privadas.

No había capacidad económica en el sector privado para contrapesar a un Estado que se adueñó del mayor volumen de exportaciones y de dólares producidos en el país. Como mecanismo de legitimación, además de las elecciones democráticas, el Gobierno organizó una red de transferencias, con subsidios o ayudas directas a la población, incluyendo, desde luego, empresarios y funcionarios amigos, que conformaron una red clientelar.
Venezuela no ha tenido, en sintonía con su pregunta previa, una élite propiamente dicha. No hay familias o grupos tradicionales tan fuertes como en otras sociedades -menciono apenas Colombia y Chile como ejemplos. El poder acá está concentrado en el Estado y los políticos que logran acceder a su gestión. El equilibrio bipartidista entre Acción Democrática y Copei fue destruido por uno de sus fundadores, Rafael Caldera.

El deterioro en precios petroleros durante 1998 y el cansancio con la corrupción administrativa, la inflación o la quiebra bancaria de 1994-1995, trajo al poder a Hugo Chávez mediante elecciones.

La falta de articulación entre sus opositores, la injerencia del Gobierno Cubano en nuestra soberanía, con su tecnología social opresiva, además de un nuevo boom petrolero entre 2005 y 2014, fortalecieron nuevamente al Estado y debilitaron otra vez a la Sociedad. Con todo esto, se han desbalanceado aún más los controles que puede colocar la ciudadanía sobre el Gobierno.

La corrección de este desajuste provendrá de un fortalecimiento de la ciudadanía. Como hecho fortuito, el Estado se ha debilitado económicamente precisamente por su predatoria apropiación de los activos nacionales y la anulación que hizo de cualquier control ciudadano.

Sólo lo sostiene la fuerza y carece de ideas o valores compartidos con la población. Apunto con ello a otra solución a nuestra crisis, que es seguir produciendo ideas y propuestas, con fundamento en nuestra realidad y las tendencias mundiales.

Cedice Libertad ha avanzado mucho en esta materia. En nuestro portal web, por ejemplo, pueden acceder a un Plan de Acción para rescatar a Venezuela, que contempla 5 asuntos clave  y una propuesta que constituye un nuevo pacto de gobernabilidad.  La libertad es el resultado de trabajo y acción del pensamiento, con resonancia en la sociedad civil.

¿Cree usted que la sociedad venezolana está actualmente preparada y suficientemente madura para el nacimiento de una democracia liberal?

Hay una dolorosa maduración o aprendizaje, tanto individual como social, resultante de todo este proceso de destrucción de vidas, valor y cohesión social. Nos dimos cuenta de que no están garantizadas toda una serie de cosas que asumíamos como dadas: seguridad, servicios públicos, confianza, predictibilidad de nuestro futuro o respeto a los derechos humanos.

Este sufrimiento tendrá una salida constructiva si la sociedad civil comprende que es inviable sostener la democracia liberal cuando el Estado puede ser secuestrado y se carecen de instituciones que detengan su hipertrofia.
Mi inquietud es que el liderazgo político no parece haber comprendido que se necesita más economía de mercado en Venezuela, como sí ha comprobado mucha gente desde el dolor del despojo.
La estabilidad económica es también un bien público y sólo es viable alcanzarla si hay un Gobierno o un Banco Central interactuando con la ciudadanía productiva. Sin generación de ingresos y preservación de riqueza por el sector privado, toda gestión fiscal o monetaria está trabajando sin fundamentos.

La falta de compromiso con la producción sigue contaminando el discurso político. Sigue el acento en la distribución, que hoy en día sólo consigue repartir pobreza, porque se ha vulnerado la mayor parte de nuestro capital productivo. De modo admirable, aún hay iniciativa privada y es hacia ella que debe solidarizarse quien desee hacer una reforma que devuelva la prosperidad a Venezuela. 

Otro tema preocupante es que se carece de poderes institucionales legítimos que garanticen la paz. De algún modo, estamos volviendo al Siglo XIX, donde se agredía al comerciante, al agricultor y al hombre de trabajo.
No tenemos hoy día ni un liderazgo político ni un equipo técnico que se proponga devolver a Venezuela sus equilibrios fundamentales.
Otro problema es que como sociedad sabemos lo que nos desagrada, pero no tenemos una visión compartida de lo que queremos. Sabemos que es inviable sostener esta vida social empobrecida, sometida a la violencia y que no tiene lo esencial para sobrevivir. El problema es que no oímos mensajes que nos animen a ir hacia una realidad nueva.

Piden libertad en Venezuela los que entienden el proceso a profundidad. Pero la mayoría de los venezolanos están en modo supervivencia hoy y no andan persiguiendo libertades ni articulando intereses políticamente para salir de este desastre. ¿Tiene sentido mantener este enfoque en una coyuntura como la actual?

La libertad se hace valiosa precisamente porque es la única solución viable para dejar atrás la pobreza. Si los ciudadanos están impedidos de trabajar, realizar intercambios voluntarios, opinar, expresarse, ahorrar, invertir o cooperar, seguirán siendo menesterosos. 

Todos los países tienen ahora crisis internas muy fuertes y la preocupación vendrá del creciente número de pobres venezolanos que residen como inmigrantes en otros países.

Y la solución podría ser repatriarlos o restringirlos, en lugar de intervenir en Venezuela. Sí, lo afirmo: más que siempre, Venezuela depende de la Libertad para ser viable. El Estado venezolano está arruinado y no hay capacidad de asistencia humanitaria foránea en un mundo donde la pobreza se ha disparado.


Le agradecería un mensaje de Cedice para el sector privado. Recordando ahora el libro La Rebelión de Atlas, de Ayn Rand, le pregunto: ¿No ha llegado la hora de rebelarse ya? 

Venezuela debe deslastrarse del rentismo, ponerle fin, ya que esa cultura se ha enraizado en el venezolano. Ojalá y esta situación sea propicia para ese cambio.
Una forma de resistencia es crear, generar ideas, desarrollar productos o servicios, promover la generación de empleos, buscar integración con proveedores o clientes. La crisis del coronavirus ha demostrado el poder que tiene la tecnología y quien la adopta con velocidad.

En Venezuela hay aún empresas y trabajadores que han conseguido confrontar la destrucción de valor desarrollando técnicas gerenciales, resiliencia o gestión del riesgo que son productos de exportación para esta «nueva realidad» posterior al coronavirus. En otros países están confrontando, como novedad, el tipo de crisis que ya vienen gestionando los empresarios o trabajadores venezolanos desde hace varios años.


¿Qué recomendaría usted a los líderes para recuperar al país en materia de derechos humanos?

El acceso a una economía de mercado. Ello incluye un compromiso auténtico con los derechos de propiedad, la provisión de bienes públicos como orden legal, seguridad, estabilidad monetaria o infraestructura.
Adicionalmente, promover las alianzas público-privadas y asociarse con el sector privado, nacional e internacional, para lograr que se hagan las inversiones y trabajo requeridos para ocupar a una sociedad que lleva años postrada y con niveles altos de pobreza, como lo demuestra la ENCOVI

¿Cuál es la situación actual en materia de derechos humanos en Venezuela, respecto a la que teníamos en 1998?

Está documentado que se está peor en este tema y además ratificado en los informes de las organizaciones de DDHH en Venezuela y las internacionales como HRW o los informes de la Comisionada de DDHH de la ONU.

En Cedice Libertad con el Observatorio de Derechos de Propiedad, llevamos el seguimiento de la violación y ataques a este derecho humano fundamental y por supuesto que el mismo ha sufrido un gran deterioro. Ocupamos el penúltimo lugar en el Índice Internacional de Derechos de Propiedad.

En la constitución venezolana aparece la garantía y el respeto a este derecho, pero esto no ha sido así. El Observatorio ha documentado que debido a las expropiaciones, expoliaciones, estatizaciones de fincas productivas, es que surge esta crisis humanitaria compleja que vive Venezuela.

Vida, Libertad y Propiedad son los derechos humanos fundamentales que deben estar protegidos y garantizados en un Estado de derecho. Y en Venezuela no lo están.

¿Cuál ha sido entonces el legado de la revolución socialista del siglo 21 en materia de derechos humanos?

Nos ha permitido convencernos de que sólo se alcanza la democracia y la protección a las minorías cuando hay economía de mercado.

El socialismo es excluyente, porque solo da carta de ciudadanía a quienes lo apoyan. Es, por naturaleza, un credo de odio y violencia, que considera legítimo pisotear los derechos de quien se le oponga.

¿Qué mensaje daría usted hoy a los líderes de la oposición?


Los líderes de la oposición deben reinventarse. Sorprende que ninguno haya logrado articular una visión compartida para la sociedad venezolana, en casi dos décadas de socialismo.

 

Les recomiendo leer Camino a la Servidumbre y el Uso del Conocimiento en la Sociedad de Friedich Hayek y Un Sueño para Venezuela de Gerver Torres y Roberto Casanova

¿Qué mensaje daría usted hoy a la élite gobernante?

No veo una élite, si entendemos por élite un grupo que comparte unos valores o visión de país. Las élites tienen por interés preservarse y acá no tenemos tal visión de largo plazo.
Sus integrantes pueden estar equivocados y por definición son excluyentes, pero precisan construirse alguna justificación y legitimidad para perdurar, con alguna apertura hacia el cambio, así sea al estilo del Gatopardo: cambiar todo para que todo siga igual.
En Venezuela no tenemos las fuentes de estabilidad ni los asideros institucionales propios de una élite.



Hablando de libertad

¿Cómo y cuándo nace la organización Cedice Libertad?

El 24 de noviembre de 1984 se reunieron empresarios e intelectuales que consideraban que  hacía falta un centro de pensamiento, estudio y formación. Así nace el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico, A.C. Cedice Libertad.

Nuestra misión es promover las ideas y principios que se fundamentan en la libertad individual, la libre empresa, el respeto a los derechos de propiedad, la libertad económica, gobierno limitado como única forma de generar prosperidad a la sociedad.

Con base en estos principios la institución viene desarrollando su trabajo desde hace 35 años en divulgación, formación, investigación, generación de conocimiento, propuestas de políticas públicas y promoción de las ideas de la libertad.

¿En qué áreas se desempeña la organización?

Formación, divulgación, promoción, políticas públicas y generación de conocimiento de las ideas que promueven una sociedad libre. Ofrecemos programas de formación para jóvenes, líderes y comunicadores sociales; diplomados, observatorios de seguimiento y análisis de los Derechos de Propiedad, de Gasto Público, seguimiento legislativo.

En Cedice también ofrecemos cursos, talleres, publicaciones, librería, biblioteca y eventos con expertos nacionales e internacionales, entre otros.

¿Cuántas personas trabajan en la organización?
10 personas

¿Con quién tienen alianzas estratégicas?

Con instituciones nacionales e internacionales como Atlas Network, Relial, Fundación Internacional para la Libertad, Red Latinoamericana para la Democracia. Fundación Friedrich Neumann, entre otras. Cedice Libertad es miembro de la Red Sinergia, Liderazgo y Visión, Transparencia Venezuela, Civitas-Venezuela, Queremos Elegir y RedUni-Venezuela, entre otras.

¿En qué zonas operan?

Cedice está en todo el país con las diferentes actividades.

¿Cuentan con voluntariado?

Sí, tenemos un voluntariado de 30 personas que apoyan la labor de la institución

¿Cómo pueden ayudar a su organización las personas que estén interesadas en hacerlo?

Que se comuniquen con nosotros y atenderemos su solicitud. Por ejemplo, con nuestro programa Observatorio de Derechos de Propiedad atendemos denuncias de víctimas que han sido expropiadas en todos los sectores.

¿Cuáles son los mayores retos de la organización? ¿Las mayores amenazas?

Queremos que un mayor número de personas comprenda que no es a través de la intervención del Estado ni del rentismo como se prospera.
La prosperidad se logra con un marco jurídico que permita a los individuos poner sus fuerzas creadoras para solucionar los problemas de la sociedad. Uno de los retos es que esto sea comprendido también por aquellos a los que les tocara dirigir al país y tomar las decisiones.

Compártanos un caso emblemático del trabajo que han realizado en esta organización


La formación en economía para jóvenes y niños en escuelas públicas y privadas. Un programa basado en la enseñanza de la economía con base en cuentos infantiles y obras literarias. Este programa ya tiene 15 años y varios reconocimientos internacionales por lo innovador de la pedagogía social.
El programa de formación en economía para comunicadores sociales, transmite conceptos de economía, perspectivas y análisis de la realidad nacional e internacional . 
También nos sentimos orgullosos de los premiso internacionales y de ser catalogados como el segundo Think tank más influyente de la región y uno de los 100 del mundo en el Ranking que hace la Universidad de Pensilvania (EEUU).

Oct 22, 2015 | Actualizado hace 9 años
La convicción de los suicidas por Andrés Volpe

PSUV

 

Nosotros siempre la hemos tenido difícil. Los seres humanos somos de condición frágil, susceptibles a enfermedades, y comparándonos con la naturaleza, de vidas cortas. Somos seres destructibles. La existencia de la vida no es incondicional; al contrario, la existencia del individuo depende de la realización de acciones que garanticen su mantenimiento en la realidad. Por eso, nosotros siempre enfrentamos y tomamos decisiones basadas en alternativas que se hacen presentes. Normalmente, nos decantamos por la opción que, a excepción de los suicidas, nos prometen la supervivencia. Nuestra naturaleza siempre será la de sobrevivir, ya que es la condición intrínseca de todo organismo vivo. Esta condición nos lleva a concluir que nosotros, los seres humanos, debemos tener la vida como valor absoluto.

Al tener un valor absoluto claramente identificado, discernir entre el bien y el mal se convierte en una tarea relativamente fácil. La evaluación del bien y del mal se hace en relación con cómo una opción o acción que realizamos nos ayuda a preservar y/o mejorar nuestra vida. De esta manera, nuestra vida se convierte en el patrón de valor con el cual analizaremos al mundo. Esta lógica desata inmediatamente una multitud de conclusiones posibles en los diferentes campos de pensamiento, en las ciencias y, sobre todo, en nuestra manera de comprender la sociedad.

Groseramente se resume de esta manera parte de la filosofía de Ayn Rand como ella la escribiera en The Virtue of Selfishness en 1964. La escritora de origen ruso, llega a Estados Unidos en 1925 para años después ser una de las escritoras más influyentes luego de publicar The Fountainhead y Atlas Shrugged. En sus obras siempre está presente la lucha del individuo contra el colectivismo, narrando de esta manera una filosofía que busca enaltecer la existencia del individuo como esencia de toda sociedad y la libertad como condición necesaria para la realización del ser humano. Su genio prodigioso la lleva a escribir, como consecuencia de la publicación y éxito de sus novelas, ensayos en los cuales explica con un lenguaje certero su propia filosofía: el objetivismo

El objetivismo plantea, entre otras cosas, lo siguiente:

“El principio moral básico de la ética objetivista consiste en que, así como la vida es un fin en sí mismo, también lo es cada ser humano y este nunca podrá ser un medio para garantizar el bienestar de otros. Por lo tanto, el hombre debe vivir por su propio bien sin sacrificarse a sí mismo por otros ni a los otros por él; vivir por su propio bien significa que la consecución de su propia felicidad es el propósito moral más alto para él”. (Traducción propia; The Virtue of Selfishness, 1964).

Ayn Rand, por lo tanto, establece que el individuo es la unidad social más importante y no, como se empeñan en decir los colectivistas, el colectivo. Esta máxima nos lleva a analizar al Estado y la justificación de su existencia en la sociedad. Habría entonces que preguntarse, ¿cual es el propósito moral del Estado dentro de la filosofía objetivista? Por supuesto que en ningún momento puede ser el de implementar un plan de ingeniería social, tal y como presumen los filósofos que aseguran que el Estado es un fin en sí mismo. Aquellos que sostienen este postulado, lógicamente aceptan la existencia de regímenes totalitarios, por lo que lógicamente aprueban la existencia de regímenes como el chavista. La revolución chavista, al menos en el plano ideológico, siempre ha abogado por el chavismo como fin en sí mismo. Esto puede verse reflejado en la realidad ineludible del venezolano. El bienestar del individuo, entendido como el ciudadano venezolano, ha sido reemplazado por el bienestar del chavismo como élite que ejerce la violencia. No obstante, lo más triste e insólito es que a lo largo de la historia venezolana la mentalidad colectivista, expresada siempre por un rechazo hacia el individualismo en todas sus formas, ha sido la filosofía preponderante.

No obstante, el propósito moral del Estado según la filosofía objetivista es el de proteger los derechos del individuo, lo cual incluye protegerlo de la violencia física. El Estado debe ser el que garantice la vida del individuo, su libertad, la capacidad de hacer valer sus derechos de propiedad y coadyuvarlo en la persecución de su propia felicidad. Por lo tanto, el Estado existe solamente para permitir al individuo disfrutar de sus derechos inalienables y, al momento de fallar en estos cometidos, deja de justificar su existencia por el solo hecho de que los derechos del individuo originan por su propia naturaleza y no por acción del Estado.

Esto, por supuesto no ocurre en Venezuela. El chavismo siempre ha actuado de manera contraria a estos postulados. El Estado para ellos, según han demostrado, es un instrumento por medio del cual ellos ejercen violencia sobre el individuo y garantizan su propia supervivencia en detrimento de la vida de los demás. La anarquía que han desatado por consecuencia de su actuar criminal atenta contra el valor absoluto del objetivismo: la vida. La grave crisis económica que han causado y que ha forzado a los venezolanos a las calles para soportar largas horas de colas para conseguir alimentos, así como la reducción del poder adquisitivo, entre otras catástrofes económicas, atenta contra la dignidad de la vida y el propósito legítimo de todo individuo en conseguir su propia felicidad.

Por lo tanto, Ayn Rand nos brinda una herramienta para analizar la realidad del país de una manera racional y coherente con nuestra condición. El objetivismo nos permite ver claramente que todo aquel que siga apoyando al chavismo por convicción propia de sus postulados es un suicida o un necio. El chavismo ha puesto en peligro la vida de todos los venezolanos que hoy en día se mueven nerviosos, atentos al olor a pólvora, o temiendo el hambre que amenaza con propagarse desde el vacío de los anaqueles. Apoyar el chavismo, hoy en día, es atentar contra la supervivencia del venezolano.

@andresvolpe

 

Luisana Solano Nov 01, 2014 | Actualizado hace 9 años
Lo que aquí vivimos

personascaminandocalle

 

¡Petrogrado olía a ácido fénico! Así comienza una de las novelas más desoladoras  de Ayn Rand. La  llamó “Los que vivimos”. Fue su primer abordaje literario, data de 1.936 y narra la terrible experiencia que significó para ella el tener que vivir el comunismo soviético. El mundo intelectual de los Estados Unidos no lo podía creer. Mejor dicho, no lo quería creer. Era imposible que la promesa redentora de un estado socialista terminara traducido en esa precariedad tan cotidiana donde el despojo y el hambre se constituían en alicientes para que la violencia fuera administrada por el gobierno. Pero allí estaba el testimonio de Alissa Rosembaum –el verdadero nombre de Rand- para demostrar que una cosa era la propaganda y otra el terrible drama de ver pasar los días perdiendo libertades, autonomías y dignidad. “Yo las viví. Nadie había venido antes de la Rusia Soviética a contárselas al mundo. Ese fue mi trabajo”.

Petrogrado había visto cinco años de revolución. Cuatro de ellos –narra Rand- habían cerrado todas sus arterias y todos sus establecimientos, al que la nacionalización extendía el polvo y las telarañas sobre los espléndidos escaparates de cristal… La autora va mostrando así un cuadro de ruina y desastre que había quedado luego de la euforia supuestamente liberadora.  En su lugar se había impuesto la maquinaria implacable del totalitarismo que, en lugar de aportar prosperidad, no le quedaba otra que intentar aniquilar la realidad. La fuerza era la única razón disponible, la violencia cotidiana operaba como una molienda que transformaba a los hombres en lápidas mortuorias de ciudadanos que habían desaparecido desde mucho tiempo antes. La descripción de la ruina es impresionante. “Habían tiendas sin rótulo, y rótulos sin tiendas. Pero entre las ventanas y encima de las puertas cerradas, sobre los ladrillos y sobre los tablones, sobre las grietas innumerables…habían pasquines en que figuraban…” mil y un formas de propagandas, mil y una variedades de la mentira oficial, que contrastaban con una realidad tan atroz y tan insensata.

Los temas abordados por la autora son el regreso yermo hacia una condición de vida donde la propiedad no es reconocida y por lo tanto familias enteras ven reducida su condición a la dependencia creciente de un gobierno que es incapaz de sortear las trampas de la carestía, la escasez y el derrumbe de los servicios públicos. Todo en esa novela, incluso el amor, es inviable, porque en ausencia de los requisitos para vivir con dignidad no hay forma de que la escena no luzca oscura y soez. La propaganda, esa insistente mentira oficial, termina siendo un puñal que va desangrando la razón y convirtiendo a quien la sufre en un actor enloquecido, aterrado y en fuga hacia los breves y escasos espacios de realidad, que sin embargo, son tan escasos como peligrosos.

Ayn Rand acertó en la causa. No era otra que esa venta siniestra de los que estaban en el poder al proponerse ellos mismos como los propietarios de la verdad –para colmo científica- y los únicos con capacidad para administrarla. Esa exigencia siempre encubre siempre un interés inconfesable. Por más atractiva que sean la oferta y el discurso que promete encargarse de la felicidad de todos hay que tener cuidado. ¿Qué se debe entender como la felicidad de todos? ¿En qué consiste esa alineación, esa tabula rasa en la que dejamos de ser lo único que realmente somos –individuos- para comenzar a ser estadísticas y promedios?  porque  “cuando el bien común de una sociedad es considerado como algo aparte y superior al bien individual de sus miembros quiere decir que el bien de algunos hombres tiene prioridad sobre el bien de otros hombres, aquellos consignados en el estatus de animales sacrificados”. Somos las víctimas propiciatorias de un grupo que tomó por asalto nuestras circunstancias. La menor minoría en la tierra es el individuo –no el promedio, mucho menos “el pueblo desposeído” –subraya Rand- Aquellos que niegan los derechos individuales, no pueden llamarse defensores de las minorías.

Los que se la pasan invocando al pueblo están cometiendo fraude. Mientras más lo reclamen como suyo –o nuestro- menos confiables deberían ser. Porque esa categoría no existe. “No existe tal entidad conocida como «el pueblo», ya que el pueblo es meramente una cantidad de individuos, la idea de que «el interés público» va por encima de los intereses y derechos privados solo tiene un significado: que los intereses y derechos de algunos individuos tienen prioridad sobre los intereses y derechos de los demás”. Pero aquí siguen vivas –aunque sombrías- esas categorías en la boca de los demagogos que están al frente del gobierno, y lamentablemente al frente de la oposición.

Porque setenta y ocho años después, sin haber aprendido nada de los procesos históricos, Venezuela repite la trama y va directo al mismo desenlace. Por las mismas razones asociadas a un estado arrogante y perverso, estamos experimentando la escasez, la inflación y el envilecimiento que producen las malas políticas y las malas economías. Eso que llamaba Chávez “la economía política” se ha desencadenado en resultados flagrantes e impresentables. Tal y como fue narrado con esplendor por Ayn Rand, aquí el socialismo del siglo XXI provoca tramas completas de descomposición que a veces comienzan, por ejemplo, con la amenaza de un malandro, y la sensación tenebrosa de que ese malandro es capaz de cumplirla, sin que nadie pueda torcer la fatalidad que termina con un muerto. Esa familia vive entonces el pánico y la fuga.  Tienen que  abandonar su casa, sus empleos y las escuelas donde estudian los más pequeños, para intentar salvar la vida de cualquiera de ellos, ahora en el foco de esa inexplicable violencia que ni acepta disculpas ni da cuartel porque se siente ideológicamente apoyada.

La desgracia de estos socialismos es que cada quien vive una desgracia diferente.  En eso consiste la arbitrariedad. Alguno vivirá esta época como el despojo de su propiedad y de sus activos. Trabajadores del gobierno lo experimentarán como esa obligación forzosa que les quita un día del sueldo, los intiman a marchar, los someten al atropello de un jefe inexplicable, o al silencio rabioso de quien no puede decir nada aun cuando se sienten diferentes a tanta locura. Jóvenes lo sentirán como una exigencia a la partida inminente y a la frustración de no sentirse bien en ninguna parte. Otros se verán confrontados con la enfermedad y la muerte aun sabiendo que otras condiciones les habrían permitido extender su vida sin mayores angustias. Estos son los que dependen de la pastilla que no se consigue o del tratamiento que es imposible de administrar porque se trancó la importación.

El desempleo es otro de los jinetes apocalípticos que se presenta sin avisar. Tal vez un cartel advierta que no están dadas las condiciones para seguir operando y de repente te ves arrastrado a un barranco sin fin del que no puedes salir con facilidad. O simplemente se te dañó la plancha, o la lavadora o la cocina y no tienes como repararla, mucho menos cambiarla, porque ni dinero, ni repuestos, ni inventarios en el mercado. Simplemente no hay mercado. Y la propaganda, por más insistente que resulte, no crea realidades tangibles. Desde VTV no se manufacturan bienes o servicios.

Lo que vivió Rand en la Unión Soviética es el mismo coctel que ahora estamos degustando nosotros. La ideología socialista dice cosas que no cumple.  Dice libertad y te somete. Dice prosperidad y te empobrece. Dice abastecimiento y te raciona. Dice estabilidad pero te expone a la inflación más brutal. Dice patria segura pero te hace vivir en la violencia.  Dice navidad feliz pero te expone a la pobreza, la falta de oportunidades, la carencia de oferta y las consecuencias irrefutables de un error originario, porque estas navidades son hijas del Dakazo. Son el resultado fatal del error y del inmediatismo. Son el producto del querer arrebatar cuando se sienten perdidos. Y de haberse acostumbrado a las comodidades del poder, que como dicen con desfachatez, no están dispuestos a compartir con nadie. La tragedia está aconteciendo porque ellos dicen que “esta revolución llegó para quedarse”.

Lo que estamos viviendo es la confiscación malandra de la libertad. Y el hundimiento de nuestra suerte en esa indigesta categoría colectiva –el pueblo- que criminaliza y persigue la singularidad de cada una de nuestras vidas. Porque cuando te falta una pastilla, eres tú y no el pueblo. Cuando no tienes empleo, eres tú y no el pueblo. Cuando te meten un tiro, eres tú y no el pueblo. Cuando sientes miedo, eres tú y no el pueblo. Cuando te quieres ir, eres tú, tu biografía, tu vivencia, la que está afectada. Ese TÚ que ellos quieren anular en una cola, en un requisito, en una condición, en una ración, o en una cárcel. Lo que aquí vivimos, lo vive cada quien, lo sufre cada quien, desgasta a cada quien, abruma a cada quien, devasta a cada quien, derrumba a cada quién. Todo lo demás es ese olor a ácido fénico que cubre la tristeza de las ciudades sometidas al terror autoritario.

El libro concluye con la única alternativa digna. Kira –la protagonista- decidió luchar hasta morir. Prefirió no perder la cordura, aunque debiera pagar esa apuesta con su vida. ¿Un momento o la eternidad…? Eso no era lo más importante, porque “la vida, no vencida, existía y tenía que existir… aunque no pudo ser todo cuanto hubiera podido ser” porque su libertad en Petrogrado, esa ciudad que olía a desvarío y acritud, había sido confiscada por esa entelequia que en nombre del pueblo algunos administraban contra la gente de carne y hueso.

 

Víctor Maldonado C

@vjmc

 victormaldonadoc@gmail.com