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Autoritarismo en América Latina no distingue de simpatías ideológicas
La región muestra niveles distintos de debilitamiento de la democracia independientemente de la afinidad ideológica de  quien ejerza el poder

Tras la victoria de Lula Da Silva como presidente de Brasil, el mapa de América Latina se solidifica con una mayoría de tendencia izquierdista. Sin embargo, expertos aseguraron que los gobiernos de la región no pueden ser categorizados en un bando u otro.

La izquierda y derecha tradicional no tiene suficientes elementos para entender las dinámicas que se están dando. Los especialistas reiteraron que no todo gobierno de derecha fomenta la democracia y no todo Estado izquierdista implementa medidas autoritarias. 

Según Deborah Van Berkel, presidenta de la Red Sinergia, las naciones de América Latina se encuentran enfocadas en su agenda interna. “Las miradas hacia el panorama regional dependerá de cómo avancen los procesos internos”, indicó.

A pesar de estar enfocados en sus situaciones internas, es posible que en América Latina se tenga la oportunidad de reavivar la coordinación regional en temas trascendentales. “Por la similaridad de tendencias en varios gobiernos, es posible que la región lleve una posición común o una sola voz ante sus relaciones con otros bloques”, explicó Mariano De Alba, especialista en Derecho Internacional.

Mientras que algunos países latinoamericanos siguen tendencias similares, es probable que en la relación con países norteamericanos como Estados Unidos y Canadá aumenten las tensiones.

 De Alba indicó que el gobierno de Joe Biden en Estados Unidos ha sido muy cauteloso, porque sabe que la región se mueve en una dirección distinta. “Estamos viviendo una era donde la influencia americana está perdiendo mucho peso en Latinoamérica”, apuntó.

Para De Alba, de cara a esta nueva etapa, Venezuela deja de estar aislada y comienza a recuperar relaciones con otros países de la región, específicamente con Colombia y Brasil.

“El tema Venezuela sigue siendo polémico en la región, incluso hasta tenso. Pero es evidente que los países han asumido la posición de que es mejor tener relaciones con Venezuela en lugar de aislarlas”, reiteró. 

La región aún tiene la posibilidad de elecciones democráticas y cambios de gobiernos, de acuerdo con el especialista en Derecho Internacional. 

“Ojalá se entienda que la coordinación regional no puede ser únicamente entre gobiernos que piensen igual. La coordinación regional, por el bien de la población y de la región, no puede depender del signo ideológico de cada nación”, reiteró De Alba.

La nueva tendencia política

La categorización entre izquierda y derecha ya no es suficiente para definir y analizar los cambios que están ocurriendo en América Latina.

Van Berkel explicó que la región está atravesando unos procesos de cambio. Anteriormente, la región tenía una especie de péndulo en periodos donde había más gobiernos llamados de derecha o más liberales en tema económico y menos atentos a la agenda social.

 
“Estamos entrando en una etapa diferente porque la característica de los gobiernos que llaman o se identifican de izquierda no lo podemos poner en un solo saco”, aseguró la presidenta de la Red Sinergia. 

Van Berkel señaló que algunos actores de la llamada izquierda se sienten más en una línea progresista y dan a entender que esta fase y estos proyectos buscan diferenciarse de otros ensayos en América Latina, diferentes a Venezuela, Nicaragua y la histórica Cuba.

La presidenta de la Red Sinergia señaló que habrá mayor cercanía a nivel de discurso y posibilidad de diálogo por sentirse más cómodos por el signo que los identifique y también cómo se ubiquen con los cambios en el ámbito global.

Izquierda no significa autoritarismo

De acuerdo con Van Berkel, los dos últimos procesos electorales en la región han sido ganados por líderes con ideología similar. 

Es importante resaltar que en estos países se evidencia que aún existen reglas democráticas, procesos electorales que han permitido cambios y una institucionalidad pública que ha podido manejar esos procesos, dándole la entidad básica a todas las partes que participan y ofreciendo la oportunidad a expresarse a una ciudadanía.

Esa expresión ciudadana ha sido respetada aún cuando ha habido procesos sociales muy polarizados y confrontaciones de fuerza equivalentes, pero las diferencias está en que los resultados son aceptados.

“Los dos últimos procesos han traído a presidentes que dan unas manifestaciones claras con respecto a la necesidad de gobernar para toda la sociedad, la necesidad del diálogo y de entendimiento, de no acabar con el adversario desde el poder. Esos son mensajes que se diferencias de otras experiencias”, dijo Van Berkel.

Los cercanos a Venezuela 

Según los expertos, las dos nuevas relaciones de Venezuela con otras naciones será con Brasil y Colombia. 

La reanudación de relaciones entre Venezuela y Colombia y Venezuela y Brasil puede traer cambios y significar aperturas que siempre van a estar signadas por los intereses de los países.

“No es una acción de estricta bondad, hay interés de los países con relación a su intercambio con Venezuela”, indicó Van Berkel. 

En el caso de Colombia, hay un interés político y económico. “La cercanía de su signo político lo facilitará”, dijo la presidenta de la Red Sinergia. 

Según Van Berkel, los gobiernos anteriores de Lula fueron muy cercanos a Venezuela. Hubo un intercambio importante y cercanía con el mandato de Hugo Chávez. “La relación se ha mantenido. Ese contacto estuvo también en tiempos que no fueron gobierno. Por supuesto, hay una mayor facilidad de intercambio con Venezuela. A Lula le interesa tener un aliado más en la región como un espacio de influencia de su políticas”, dijo.

¿Izquierda y derecha o democracia y autoritarismo?

Para los expertos, separar en solo dos grupos a las naciones latinoamericanas no es tan sencillo. Ambos coinciden en que no todas las izquierdas son iguales ni siguen los mismos parámetros, lo mismo ocurre con las naciones de derecha. 

“Más que izquierda y derecha, hablaría de gobiernos con mayor ejercicio de libertad democrática y gobiernos más alejados y más autoritarios en su manejo interno y externo de las relaciones”, explicó Van Berkel. 

La presidenta de la Red Sinergia señaló qué hay una tensión grande entre gobiernos más respetuosos de la base de la democracia y gobiernos que han decido tomar una ruta más autoritaria del poder.

En la región podríamos ver qué países se están alineando más con la vía de preservar y prevalecer la democracia y cuáles están más en la búsqueda de la hegemonía del poder interno, así como de una relación entre actores que coincidan con estas perspectivas. En ambos casos, pueden ser tanto de izquierda como de derecha. 

Van Berkel reiteró que por eso no puede hablarse de izquierda y derecha tradicional. “Debemos observar los signos que evidencian desde el poder, por dónde asumen la línea de actuación más o menos cercana a los principios democráticos”, dijo.

¿A quién le importa la democracia? 

Para entender las dinámicas de los países, los siguientes factores permiten saber dónde hay mayor probabilidad de ejercicio de derecho, mayor posibilidad de convivencia democrática, posibilidad de que haya disidencia interna y que esa disidencia pueda expresarse y que el poder pueda ejercerse en todo su derecho sin que signifique un riesgo para la democracia.

Tomando en cuenta los siguientes aspectos, independientemente de la tendencia política, Van Berkel expresó que se puede evaluar qué países de Latinoamérica siguen más las nociones básicas de la democracia y cuáles optan por un camino más autoritario

  • Si existe independencia de poderes, un estado de derecho que asegure el ejercicio de esos derechos y la actuación de entidades públicas sin estar bajo la tutela o la connotación del poder ejecutivo.
  • Si los poderes puedan tener una actuación autónoma frente al ejecutivo.
  • Si tiene índices mínimos de libertad de expresión y de uso de información pública por todos los actores. 
  • Si tienen posibilidad de ejercer los  derechos y la exigibilidad de ellos por parte de la ciudadanía sin que eso implique comprometer la integridad física e intelectual propia. 
  • Si hay posibilidad de diálogo internacional sin que haya un riesgo, derecho a la disidencia, la exigibilidad y posibilidad de dinámicas de integración sin riesgo.
  • Si son transparentes y honestos en su rendición de cuentas, si tienen transparencia a la hora de mostrar los resultados de sus políticas y la posibilidad de corrección de esos procesos, si hay dinámicas electorales y procesos de decisión democrática electoral aceptables con estándares nacionales e internacionales y si hay la posibilidad de un cambio con un mínimo de principios democráticos. 

“Si es así, uno puede decir que las naciones están más o menos cercanas a cumplir con ser espacios democráticos”, explicó Van Berkel. 

Según la presidenta de Sinergia, acatar las reglas mínimas de lo que es el juego democrático puede ayudar a entender dónde están los gobernantes y las sociedades y conocer hasta dónde estás permiten, aceptan y promueven dinámicas de poder que van en contra del sentido de la democracia.

¿Qué postura tiene cada país? 

Según Van Berkel, cada país debe atender su agenda propia y, al mismo tiempo, debe ubicarse en el contexto latinoamericano. Y es acercamiento será distinto en este contexto global.

Cada país tiene una agenda nacional, en la que ven primero hacia adentro y después hacia la región. Además de Nicaragua y Costa Rica, que son los dos extremos de la realidad de países en Latinoamérica, hay unos intermedios y los otros buscan afianzarse en su propio terreno y situación interna.

De acuerdo con Van Berkel, en estos momentos pueden abrirse más espacios de diálogo entre los que se sientan más afines y puede abrirse una oportunidad para un replanteo del juego latinoamericano.

Según  Van Berkel, hay gobiernos cerrados que están dispuestos a no hacer juegos democráticos como Cuba. 

Nicaragua ha sido una experiencia atroz para el tema de derechos humanos y derechos civiles.

“Hemos visto en tiempo real el asesinato de una incipiente democracia”, aseguró Van Berkel. 

Venezuela mantiene unos elementos de forma para plantear que es una democracia, pero evidentemente está lejos a ser el ejercicio real de estos principios.

En El Salvador hay prácticas cerradas y totalmente autoritarias a muchas misiones democráticas, aún cuando el nuevo liderazgo no se identifique con la izquierda, al contrario es de derecha, pero hay prácticas en las que se ven las semejanzas.

Por su parte, en Colombia hay otros signos de izquierda en proceso de cambio, son dinámicas en un  proceso donde por primera vez hay un gobierno de esa tendencia en el país, lo que plantea una gran interrogante a la que no se le puede adelantar una respuesta. 

En Brasil, es esperable que Lula entienda que su gobierno debe ser distinto a los anteriores, pero eso está por comprobarse también. 

Un discurso de izquierda pero que tiene una particularidad es el de Argentina, que se asemeja más a dinámicas ya conocidas y está estancada en esa situación de péndulo que no resuelve realmente la situación país

Mientras que hay cambios generacionales en Chile, una vuelta de la izquierda al poder después de años de otros signos que ha enfrentado muchas dificultades porque se quisieron acelerar unos procesos de transformación, pero no salió muy bien el ensayo. Por ende, está buscando un reacomodo. También, está la necesidad de negociar con toda la fuerza para poder seguir adelante con su política. 

En la región hay países con mayor estabilidad como Uruguay y Costa Rica, que han logrado institucionalidad y un proceso interno que les da mayor tranquilidad para el manejo de condiciones internas, pero que no escapan a la necesidad de mantener su propia agenda y no con la suficiente fuerza para ser un factor decisivo o de cambio de la condición de región.

Perú está en una circunstancia muy complicada, con el presidente y la situación de inestabilidad política interna que lo mantiene en la institucionalidad existente. 

Honduras y Panamá están en un nivel interno que busca una estabilización interna y tratan de no alinearse con ninguno de los polos.

Ecuador está en un marco distinto, enfrascado en una condición interna dura, tiene un problema con el crimen organizado y fuerzas no formales que decidieron atacar al poder: “Es una lucha distinta a la que ocurre en otros países y los actores en el poder están centrados en enfrentar esa amenaza más que una visión regional”, dijo Van Berkel. 

Bolivia pudiera estar en estos signos de gobiernos de izquierda. Van Berkel explicó que normalmente se alinea con la postura de Venezuela y anteriormente con Nicaragua, quizás ahora más prudente, pero ahora también están enfocados en su realidad interna y con mantener unos niveles de bienestar que se han logrado los últimos años

La presidenta de la Red Sinergia indicó que los mexicanos quieren ser importantes en la región, quieren sobresalir con una agenda propia no alineada, que les permita dialogar y estar en conexión con todos, pero el ejercicio del poder es más autoritario y están cerrando las posibilidades de apoyar agendas de derecho y de garantías a nivel situaciones de país difíciles.

El país centroamericano tiene una situación interna entre el poder de los actores fuerzas no formales que generan condiciones internas muy duras y el crimen organizado, que en México es un poder más allá del Ejecutivo que endurece la realidad. 

«México y Brasil son países con fuerza económica y relevancia internacional que les da posibilidades de proyección y posicionamiento distinto. Ahora se abre una oportunidad grande para Brasil de retomar agenda en contexto global. Son agendas que tienen impacto más amplio, como Venezuela con el tema petrolero», dijo Van Berkel.

Alejandro Armas Dic 10, 2021 | Actualizado hace 1 mes
No más caprichos ideológicos
No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo

 

@AAAD25

En su exhorto a desmontar el interinato encabezado por Juan Guaidó, Julio Borges reprochó a la dirigencia opositora haberse enfocado mucho en actividades fuera de Venezuela, en detrimento de lo que sucede dentro del país. Sin intención de respaldar toda su perorata de la última semana, creo que en este punto específico el coordinador nacional de Primero Justicia tiene razón.

La oposición lleva año y medio prácticamente inerte en el interior de Venezuela.

Urge una estrategia en la que los ciudadanos puedan participar, más allá de votar en elecciones que siguen terriblemente viciadas.

Pero eso no quiere decir que la visión internacional de la disidencia deba ser apartada. Es un hecho indiscutible que los venezolanos no pueden enfrentar este horror solos. No se trata de mantener vivas las fantasías intervencionistas que, afortunadamente, ya solo siguen vigentes en unas pocas mentes alienadas de la realidad, sino de velar porque la mayor cantidad posible de gobiernos y demás actores internacionales se comprometan con la restauración de la democracia en Venezuela y actúen acorde.

Al no ser esta una tarea baladí, tampoco se debe proceder en ella a la ligera. Cada acción hay que meditarla con cuidado, sobre todo en un cosmos de realidades políticas que mutan rápido. Los cambios de gobierno en Estados que apoyaron a la oposición son especialmente delicados. La causa democrática venezolana ya perdió aliados importantes en México, Perú y Argentina. Debe hacer todo lo que esté a su alcance para evitar aun más pérdidas.

Lamentablemente dicho alcance es bastante reducido. La decisión la tienen los ciudadanos de los respectivos países, y lo que digan o dejen de decir al respecto extranjeros tiene un efecto poco o nulo. Ergo, lo más sensato que puede hacer la dirigencia opositora es procurar que, gane quien gane una elección, esa persona se mueva en atención a los intereses democráticos venezolanos. En otras palabras, que no se vuelva afín al chavismo, o neutral.

Algo que definitivamente no ayuda a lograr estos objetivos es el papel que desempeñó Leopoldo López durante su visita reciente a Chile, con solo dos semanas faltantes para el balotaje que determinará su próximo presidente. ¿José Antonio Kast o Gabriel Boric?

En caso de que no se hayan enterado, López se limitó a encontrarse con Kast, el ultraconservador que reivindica la dictadura de Pinochet. No solo eso, sino que participó en un acto de su campaña, en un claro gesto de respaldo ante Boric, un militante de izquierda que genera sospechas razonables por la presencia de elementos radicales, incluyendo al Partido Comunista de Chile, en la coalición que lo apoya.

Fue un mal abordaje. Francamente no veo ningún problema con que López se reúna con Kast para discutir asuntos relacionados estrictamente con la política chilena hacia el chavismo y con la migración de venezolanos a Chile. Pero no que haga proselitismo a su favor. Lo ideal hubiera sido que se reuniera con ambos candidatos y se mantuviera neutral para efectos de la campaña. Nos guste o no, Boric pudiera ser el próximo presidente de Chile. Negarse a tender puentes con él es necio. Alinearse explícitamente con su contrincante en una elección hiperpolitizada es peor.

Sobre todo porque, con Kast al mando, lo más probable es que el gobierno chileno siga siendo un aliado de la oposición venezolana, así sea solo porque a Kast le conviene para su propaganda ideológica y no porque sea un demócrata convencido (que no creo que lo sea). Esa certeza no existe con Boric, así que la dirigencia opositora venezolana debería redoblar esfuerzos con él.

No descarto, por supuesto, que López de hecho intentara concretar un encuentro con Boric pero que este lo rechazara. Después de todo, para la izquierda chilena más recalcitrante, que es parte de la base de apoyo a Boric, e incluyendo aquella que se distanció de Nicolás Maduro y compañía, la oposición venezolana es diabólica. Para muestra el ataque a López con huevos en una calle de Santiago. Pero el espaldarazo de López a Kast no apoya tal hipótesis.

Alguien pudiera invocar el pasado apoyo de Boric al chavismo como excusa para no tratar con él. Apoyo que fue manifiesto al menos hasta 2013. Pero hacerlo sin tener en cuenta sus críticas más recientes hacia el régimen venezolano, y sus pares en Cuba y Nicaragua, es cuanto menos manipulador. No digo que creamos ciegamente en el cambio de parecer de Boric. Pudiera ser falso. Un disimulo de campaña. Pero también existe la posibilidad de que sea sincero. A mi juicio, lo correcto sería aproximarse a él con cautela, pero aproximarse al fin. Si no se da el resultado esperado, por omisión no va a ser.

Espero que la dirigencia opositora aprenda la lección. Somos un país urgido de cuanto apoyo nos puedan dar. Las consideraciones ideológicas sobre quien lo ofrezca o pudiera ofrecerlo son secundarias. Solo se debe evitar tomarse de manos con dictaduras, o con gobiernos u organizaciones políticas irremediablemente alineadas con el chavismo (como Podemos en España).

La lección también debe ser para el público venezolano en general. No se ayuda a la causa democrática venezolana en el exterior empaquetándola como un choque entre derecha e izquierda. Es un choque entre democracia y autoritarismo, y así se le debe identificar.

Buscar el apoyo de izquierdistas no es pecado, ni debería ser determinante en decisiones de esta índole cuán a la derecha está un potencial aliado. Dudo mucho que López sea ideológicamente afín a Kast. Tal vez solo creyó que al reunirse exclusivamente con él ganaría puntos con un sector de la base opositora, muy activo en redes sociales, que equivocadamente cree que oponerse al chavismo es ser de derecha y que, ergo, entre más a la derecha, mejor. Craso error. Ser de derecha está bien, pero la derecha no tiene el monopolio sobre la disidencia venezolana.

Sacrificar los intereses del país por cálculos ideológicos internacionales es bastante egoísta. Por favor, no lo hagan.

PS: Le daré unas vacaciones decembrinas a esta columna. Este será su último artículo del año. Nos vemos en 2022. ¡Felices fiestas para todos!

La mediocridad democrática

La mediocridad democrática

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Unidad sin principios no es unidad
Nosotros apoyamos la unidad de principios desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

 

@ovierablanco

La unidad sin duda es un valor relevante en la política. Lo primero es distinguir en qué circunstancia, propósito y contra quién escogemos estar unidos. No es lo mismo la unidad enmarcada en un terreno democrático, a la unidad política que demanda luchar contra un modelo totalitario. Esto nos lleva a un “análisis estructuralista” (o acaso no-estructural), donde la unidad política, si se trata de alcanzar victorias electorales es una cosa; pero si el reto es derrotar un régimen totalitario, es otra. En un primer supuesto bastan alianzas partidistas, mientras que en el segundo, la unidad demanda un movimiento inspirador, sustantivo, ilustrado y liberal.

Ofrecer un modelo de poder alternativo

Armando Chaguaceda en su obra La izquierda como autoritarismo nos alerta sobre algunas ideas posmodernas del posestructuralismo francés y el posmarxismo, representados en autores como Ernesto Laclau, Chantal Mouffe o Judith Butler: “(…) Existen diferencias teóricas, epistemológicas y políticas sustantivas entre los pensadores actuales de la izquierda posmoderna, cuyo surgimiento fue posible luego del auge del posestructuralismo representado en figuras como Jacques Derrida, Michel Foucault y Jacques Lacan”. El tema no se reduce a un debate sobre derecha o izquierda, sobre estado centralizado o descentralizado, libertad o igualdad, mercado o lucha de clases. El reto es alertar entre totalitarismo y democracia.

Es impostergable definir el ideal de poder. Concebimos el análisis de lo particular a lo general. Foucault habla del análisis microscópico del poder. De las relaciones más íntimas del hombre. Del hombre y la mujer, del niño y el adulto, entre vecinos, padre e hijo, la familia, estudiantes y profesores; en fin, del hombre en su microcosmos. A partir de esa relación estrecha, íntima, capilar, el poder se construye sobre bases sólidas y originarias. El tejido social va de lo fraterno –por cercano e inclusivo– a lo ciudadano. No es el Estado estructuralmente concebido como una institución superior que decreta su autoridad. Es el Estado constituido por una diversidad concertada, donde la unidad es la nación, que son los valores culturales, históricos, identitarios y democráticos de la sociedad.  

Aún en Venezuela no hemos resuelto nuestras diferencias porque desconocemos qué tipo de democracia queremos y cuál es el cambio social que debemos emprender.

No basta una unidad funcional para rescatar la república. Mal podemos darle sustentabilidad política a una transición democrática si antes no hemos discutido, desde lo más íntimo de la sociedad, qué modelo de poder deseamos implementar. 

Pensadores críticos –apunta Chaguaceda– como Roger Bartra, Luis Villoro, Beatriz Sarlo o Amartya Sen “tienen en común, dentro de la izquierda posmoderna, su deriva autoritaria”. Y otros, los denominados «aceleracionistas» (Alex William, Nick Srnicek, Enrique Dussel, Alfredo Serrano Mancilla, Chantal Mouffe y Judith Butler) son más agresivos e impugnan el pluralismo, la libertad individual, los DD. HH., la institucionalidad y economía de mercado de la democracia liberal”.

La izquierda –autoritaria o acelerada– tiene un discurso epistemológico que embiste el fundamento básico de la democracia liberal “como es el individuo en su capacidad de decidir”. Entretanto intelectuales ganados a la democracia liberal deshojan margaritas sobre una unidad instrumental ausente de pensamiento crítico (unido) y de una oferta política constructivista, potable, creíble y alternativa a la izquierda globalizante.

La unidad de Occidente duerme en sus laureles

“Atención –continúa Chaguaceda–, la palabra «Occidente» resume todos los males posibles: ciencia, tecnología, democracia liberal, cultura letrada, pensamiento (valores) que llegan a contemplarse como manifestaciones de la colonialidad del saber y del poder (…) como racismo, explotación y opresión.  

¿Quién le da respuesta unida, con sentido de responsabilidad histórica a este despropósito de “descolonización” y desintegración cultural? ¿Acaso una unidad peregrina, sin ideología? Entonces vamos derrotados por la vanguardia esclarecida leninista en detrimento de la cultura, el saber y la libertad (…). Un ethos (irracional) con impronta religiosa que alimenta el rescate del populismo como política de izquierda, reivindicador del líder carismático, de la razón populista (Ernesto Laclau / 2005).

La deuda de Occidente con la modernidad es que no ha sabido –al decir de Foucault– penetrar las entrañas de las comunidades, de nuestros jóvenes, nuestras madres, vecinos, pensionados y trabajadores con libros, saber, tecnología, pico y pala, para construir un ideal fraterno de poder.

De París a El Cují

Lo que hace el líder vecinal, prof. Oswaldo Rodríguez (82) en El Cují, distrito Iribarren, estado Lara, es fascinante por hacer política artesanal, capilar, originaria (París, Foucault). Un artista, que educa a los niños de su barrio y a sus madres. Que pide ordenadores, softwares, consolas de internet, a la par de alimentos, sillas de rueda y guantes de béisbol. Desde esos valores es que se construye la verdadera unidad. Nosotros lo apoyamos desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

La unidad política se construye en torno a principios –nos dice el chileno Miguel Lawner– si no, se trata de un simple revoltijo. La unidad es un compromiso no una fachada (María Isabel Puerta dixit). Unidad no solo de los venezolanos sino de Occidente, de las democracias liberales, humanistas y solventes del mundo.

* Embajador de Venezuela en Canadá

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Guillermo Aveledo Coll: Los partidos de la oposición no se han rendido ante el autoritarismo
En un artículo publicado en la revista Democratización del Instituto de Estudios Políticos Forma, el decano de Estudios Jurídicos y Políticos de la Unimet advierte que en la práctica el chavismo ha logrado establecer un sistema de partido único, pero sostiene que las fuerzas democráticas mantienen el pulso por el pluralismo y la restauración de las instituciones

¿Se acabó la esperanza en Venezuela? A pesar del panorama oscuro que enfrentan las fuerzas democráticas, el politólogo Guillermo Tell Aveledo Coll destaca que existen “algunos puntos positivos” que dan razones para mantener la fe en los partidos políticos que luchan por la libertad en el país.

“En primer lugar, permanece mayoritariamente entre la disidencia opositora venezolana la convicción ideológica del valor del pluralismo político y la restauración de la institucionalidad republicana, sin que se haya propagado aún la amarga convicción de la inevitabilidad de los sistemas autoritarios como destino fatal”, subraya Aveledo Coll en un artículo publicado en la revista Democratización, editada por el Instituto de Estudios Políticos Forma.

El decano de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas (Unimet) observa que “existe una creciente voluntad de reagrupar fuerzas para plantarle cara al abusivo poder estatal desde los espacios locales y regionales, donde se asienta una aspiración de cambio de manera mayoritaria, independientemente de las banderías que la animen”.

Como un tercer elemento a favor de la transformación, el doctor en Ciencias Políticas resalta que “se constata aún la tenaz voluntad de cuadros, dirigentes y militantes de organizaciones democráticas a lo largo del país, así como de jóvenes y ciudadanos independientes, en sumarse a las tareas de reconstrucción y organización política, en relación de respeto y contacto con los compañeros afectados por el exilio y la persecución”.

Partido único

“Los rasgos del sistema de partidos hoy corresponden a un sistema autoritario, donde una oposición democrática se debate tácticamente entre la lealtad a un sistema de reglas deslealmente abusadas por el Ejecutivo, y las salidas antisistema insurreccionales. A su vez, en un sistema de esa naturaleza, el partido estatal –hegemónico– se debate entre ser un partido único o permitir una oposición entre inefectiva y ficticia”, advierte Aveledo Coll.

En el ensayo publicado en la revista Democratización, el académico identifica las acciones que ha emprendido el oficialismo para liquidar a las organizaciones políticas. La larga lista de atropellos incluye desde la asfixia económica, cerrando las vías de financiamiento, hasta la inhabilitación y encarcelamiento de sus líderes, pasando por la intervención judicial y el robo de sus tarjetas y símbolos.

“La tendencia de crecimiento electoral opositor ha sido frustrada por olas sucesivas de represión por parte del Estado, llegando a su exacerbación en el cuestionable proceso electoral parlamentario del año 2020 (…) No solo en lo que se refiere a la relación de los partidos vis a vis el Estado, sino a sus procesos internos: la dinámica de elección de autoridades, formación de cuadros y activismo local se encuentra afectada por este acoso constante, y por la suspensión casi efectiva de la vida política regular”, expone Aveledo Coll.

Partiendo de este análisis, el investigador advierte que “si bien no se puede hablar formalmente de un sistema de partido único, a todo efecto práctico el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha logrado este propósito histórico”.

Para sustentar su conclusión, Aveledo Coll se refiere al cuestionado proceso del 6 de diciembre. “La oposición parlamentaria existente de hecho corresponde a partidos de oposición que han aceptado las reglas desventajosas, o que se han beneficiado directamente de su aplicación para el control de organizaciones de manera indebida, y para la obtención de posiciones en la representación nacional”.

“Adicionalmente, aún con la posibilidad de que la oposición parlamentaria de hecho asumiera una política diferenciadora del Ejecutivo, su capacidad de hacerlo está mermada por las reglas electorales que permitieron una holgada ocupación del Parlamento por parte del PSUV, en la cual poco más del 60% de los votos sirvió para tomar más del 90% de los escaños”, finaliza.

Antonio José Monagas Feb 22, 2020 | Actualizado hace 3 semanas

@ajmonagas

 

La graves crisis que aqueja a Venezuela ha provocado múltiples comentarios cuyos contenidos no terminan de depurar los intríngulis que se han tejido sobre el suelo nacional. Muchos no solo confunden al lector toda vez que quienes opinan suponen razones tan nimias, que solamente avivan conjeturas que no se corresponden con la exacta naturaleza del caos en curso. También hay opiniones que enmarañan la situación, dado que los análisis expuestos lucen redundantes de factores. Pero que además, son causas que si bien se muestran alineadas con la crisis en cuestión, carecen del manejo y precisión conceptual que las mismas entrañan. 

Vale aclarar que, en el fondo, dar cuenta de las motivaciones a partir de las cuales se acentuó lo que en principio fue un problema de estrategia política y económica, fundamentalmente, no es asunto de fácil explicación. Menos, si se busca la funcionalidad de la estructura sobre la cual se adosa la crisis. De sus articulaciones con ámbitos colindantes a la susodicha crisis. Asimismo, con elementos que confabulan en perjuicio de esfuerzos planteados alrededor de su contracción. Aunque cabe reconocer que más que dificultad en la explicación, el problema radica en entenderlo. Y en su comprensión, descansa cualquier inferencia que de la crisis pudiera erigirse. 

Sin embargo, la historia permite advertir consideraciones que han sido periódicas tanto como insistentes. No solo como secuelas de hechos contraproducentes. Igualmente, como condicionantes lo que ha repercutido en cuanto a la inducción y consolidación del problema propiamente. De manera que, en su esencia, esta o cualquier crisis que haya mellado la sociedad en alguna forma, tiene la capacidad para provocar carencias o agravios. Y de estos, se aprovecha el poder dominante para manipular complicaciones que detrás de todo, generan ganancias políticas. Y que de ser bien administradas, le proporcionan al poder dominante los dividendos suficientes de los que luego se sirve para infundir el temor necesario sobre el cual estriba el manejo político de la crisis. 

Y que esto no es otra cosa que el HAMBRE. Más, cuando se presenta asociado a la pobreza. Pero aunque del “hambre” se han levantado infinitas consideraciones, no siempre su explicación ha recorrido parajes contagiados de las afecciones del poder. Tampoco, por canales cundidos de podredumbres de la política. O de las argucias de la economía. Por esos ámbitos, no circula el “hambre” ya que las respuestas que de los mismos derivan, serían incapaces de descifrar el problema con base en la verdad, la justicia, la libertad y la igualdad. 

Hay que saber que cuando el hambre arrecia, se nubla el pensamiento. Y esa condición es la que aprovecha el poder para dominar a sus anchas y a merced de sus intereses. Por ello, reparte migajas. O para imponer sus decisiones, hace ofertas que se desvanecen al primer asomo de lluvia. Y en eso, el autoritarismo se las sabe todas. Igualmente el socialismo pues como decía Winston Churchill, “(…) su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

 

Por eso el populismo y la demagogia, en el fragor de lo que se plantean regímenes de oscuridad, intolerancia y engaño, manipulan a la población con discursos que rebasan realidades y transgreden verdades. De esa forma, sus deleznables economías movilizan disposiciones sin que las realidades descubran su verdadero contenido. En consecuencia, aparentando que se tiene un horizonte de impoluta imagen, toda gestión autoritaria o totalitaria termina provocando destrozos y corrupciones ocultas. 

Es ahí cuando se vive una sensación de sarcástica perplejidad toda vez que no hay forma de explicarse, con la contundencia del caso, la contradicción que se percibe del problema inducido por el poder dominante al infundir el ocio como recreación en medio de una celebración abultada por la publicidad y la propaganda. 

Eso termina siendo un vulgar ejercicio de control social mediante el cual todo régimen político, indistintamente de su condición ideológica, busca aliviar los padecimientos de aquellos sectores de la población de menores recursos y mermadas capacidades para superarse. Por tanto, propone medidas de política indolente, con base en espectáculos de gran impacto publicitario, para infundirle algún sentido a ilusiones y fantasías que hacen soportable la infeliz conciencia de pobreza bajo la cual estos sectores de la población viven.

El carnaval, las escandalosas ferias de pueblo o los días de asueto decretados populistamente por el régimen abusador, en virtud del oportunismo con el que desata sus medidas, son algunos de esos ensayos de los cuales se vale la política de minúscula condición para inducir ficciones de abundancia y felicidad sin que las realidades se compadezcan de tan desvergonzadas y utilitarias consideraciones.

Tan paradójica quimera inyecta, en la actitud de quienes son víctimas de tan burdas presunciones, el facilismo y la ociosidad como razones que sirven al populismo para aumentar su cuota de permanencia en la conciencia política de esas personas. Y por consiguiente, como factor que acentúa la ceguera ante la pobreza que se arrastra como problema social y económico. Por eso que a la política de “medio pelo” le resulta conveniente arrimar su gestión de gobierno a eventos que apunten siempre a animar una celebración. Solo que bajo el autoritarismo hegemónico, como el que padece Venezuela, es reiterativo el hecho humillante de observar siempre toda una celebración con HAMBRE.

La república desmantelada, por Elías Pino Iturrieta

@eliaspino

Durante el mandato de Chávez comenzó el trabajo de acabar con la estructura republicana de Venezuela, y el usurpador lo ha completado.

Nos hemos preocupado por la desaparición de los usos democráticos y de los principios de libertad que han formado parte de la evolución social desde el siglo XIX, sin caer en cuenta de que esos elementos fundamentales dependen de una estructura anterior que los sostiene y promueve: la república.

No basta con el hecho de que la nación se muestre en términos formales u oficiales como una organización de naturaleza republicana. Hace falta que tal denominación sea hospitalaria con conductas e ideas distintas a las establecidas durante el absolutismo monárquico, o durante los despotismos del antiguo régimen europeo, o de despotismos anteriores de allá, o de mandonerías posteriores de acá orientadas por los intereses del autoritarismo.

El comienzo del desmantelamiento se relaciona con el hecho de que, por decisión del comandante Chávez votada por los electores, comenzáramos a llamarnos República Bolivariana de Venezuela.

La denominación significó un divorcio del vínculo con el ideario liberal que había alimentado los intentos de sociabilidad ensayados a partir de las guerras de Independencia, que procuraron el establecimiento de un sistema de frenos y contrapesos que impidiera el predominio de una hegemonía personal, o la elevación de una sola bandería en el manejo de los asuntos públicos.

La relación con un proceso histórico de larga duración, es decir, creado y reformulado a través del tiempo buscando un acercamiento cada vez más íntimo con los requerimientos de la modernidad, con las doctrinas ilustradas de los siglos XIX y XX, con sus modelos legislativos y con la esencia de sus deliberaciones, se cambió por lo que pudo pensar y hacer un hombre en un breve lapso o, mucho peor, por lo que decía Chávez que un héroe había realizado o barruntado en dos décadas de su vida.

De allí el inicio de una traducción tendenciosa de lo que había entendido un personaje histórico sobre la política de su tiempo –que no era precisamente liberal, ni amistoso con las polémicas sobre el gobierno, ni dado a acoger a todos los sectores sociales– efectuada por un aventurero, o por un apresurado lector de panfletos, o por un entusiasta seguidor de disparates, o por un manejador de micrófonos capaz de llegar a auditorios amplios, o por un experto escarbador de pasiones debido a la cual se deformaron los principios fundacionales y se borró un proceso esencial de fábrica ciudadana, o se ubicó en plano secundario.

La república había luchado en el pasado por la eliminación de los elementos que la negaban o sofocaban. Pero, por si fuera poco el daño en marcha, la dislocación animada por Chávez les dio el aire que necesitaban para volver por sus fueros. El militarismo, el voluntarismo, la obediencia ciega, el compadrazgo, el clientelismo, el manual de rudimentos, la ignorancia supina de los burócratas, la violencia ejercida por grupos sin soporte institucional… pasaron de la periferia al centro de la escena para redondear el oficio de menoscabo republicano que no hemos advertido a cabalidad a pesar de su mole monstruosa.

En las manos de Maduro se ha tratado de un asalto con golpes de mandarria, pero pensamos que es un guerra ventajista contra unos partidos o contra un elenco de dirigentes, o contra cierto entendimiento de la democracia, sin preocuparnos al ver cómo socava las bases del edificio que más importa porque les servía de domicilio a ellos y a nosotros sus deudos.

Para que se tenga una idea del reto que afronta Venezuela, y de cómo parece difícil que pueda encontrar desenlace positivo si no agarra el toro por los cuernos, si no olvida lo accesorio para atender lo primordial, acudo a una afirmación de extraordinaria importancia por la época en la cual se hizo, por el político que la expresó y, en especial, por la sociedad debido a cuyos problemas se quiso poner de relieve. El 17 de agosto de 1898, George Clemenceau escribió desde París al conde de Aunay: “Habría un medio de asombrar al universo, haciendo algo totalmente nuevo: la República, por ejemplo”.

 

Artículo actualizado el 30 de junio de 2020.

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EE UU condenó nuevamente el incremento del autoritarismo en Venezuela

MichaelFitzpatrick

 

El gobierno de Estados Unidos (EE UU) reiteró este viernes su condena al «incremento del autoritarismo» en Venezuela y aseguró que sigue «profundamente preocupado por la falta de respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales» del pueblo venezolano.

El encargado de Suramérica en el Departamento de Estado, Michael Fitzpatrick, hizo hoy esas valoraciones en Washington en un discurso en la organización Freedom House, que acogió un debate con embajadores de la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre derechos humanos y democracia en Latinoamérica.

«Estados Unidos condena el incremento del autoritarismo del régimen de Venezuela», subrayó Fitzpatrick, quien consideró que el gobierno de Nicolás Maduro hace «esfuerzos sistemáticos» para intimidar y mermar a la sociedad civil, condenándola al exilio o metiéndola en prisión.

«Hoy las cárceles de Venezuela tienen más de 600 prisioneros políticos, un número extraordinario», lamentó Fitzpatrick. El diplomático consideró que, en los últimos dos años, el mundo ha sido testigo de una «erosión constante» de la democracia y el Estado de derecho en Venezuela, y puso como ejemplo las «fraudulentas» elecciones regionales celebradas el pasado 15 de octubre.

En esos comicios, el oficialismo se impuso con 18 gobernaciones de las 23 que tiene Venezuela, según resultados oficiales que no reconoce la oposición.

«En Venezuela, seguimos profundamente preocupados por la falta de respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales», afirmó el responsable del Departamento de Estado, quien consideró que el gobierno de Nicolás Maduro está tomando «acciones claras para socavar» la democracia y sus instituciones.

Fitzpatrick culpó al régimen de Maduro de la crisis que vive el país y aseguró que su gobierno seguirá presionando a Venezuela con las «herramientas apropiadas», desde sanciones económicas hasta persecuciones criminales, pasando por la reciente negación de visados a algunos funcionarios venezolanos.

En su último veto migratorio, el presidente Donald Trump incluyó a Venezuela en el grupo de naciones que amenazan su seguridad y limitó la entrada a su país de algunos de sus ciudadanos. En concreto, el veto de Trump restringe la entrada al país de los funcionarios venezolanos encargados de proporcionar a su nación información sobre viajeros, de forma que la medida afecta por ejemplo a los trabajadores del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería de Venezuela.

En su intervención, Fitzpatrick metió a Maduro dentro de un grupo de gobiernos que «está erosionando el proceso democrático» en Latinoamérica y, entre los que incluyó a Cuba, Bolivia y Nicaragua, aliados de Maduro. De esa forma, consideró que el gobierno del presidente Evo Morales ha usado el sistema judicial para hacer callar a la oposición en Bolivia, mientras que en Nicaragua aseguró que se está produciendo una «concentración de poder» en manos del Ejecutivo del mandatario nicaragüense, Daniel Ortega.

El diplomático también incluyó en este grupo a Cuba, que actualmente vive grandes tensiones con EE UU a raíz de unos supuestos ataques contra diplomáticos estadounidenses en la isla.

«El pueblo de Cuba todavía no es libre de dar su opinión o elegir a sus líderes y, aquellos que pacíficamente abogan por cambios políticos positivos y por cambios sociales con la búsqueda de libertad para presos políticos, son ilegalmente acosados y detenidos», aseguró Fitzpatrick.

Por último, el funcionario de EE UU expresó el compromiso de su país para trabajar con la OEA y sus aliados en Latinoamérica para conseguir cambios en esas naciones.

Provea: Regionales reiteran que dictaduras modernas realizan elecciones sólo si garantizan obtener resultados favorables

EL PROGRAMA VENEZOLANO DE EDUCACIÓN-Acción en Derechos Humanos (Provea) confirmó que los resultados de las pasadas elecciones regionales realizadas en el país, el pasado 15 de octubre de 2017, ratifican las alertas realizadas por la ONG cuando comenzó a calificar a la gestión de Nicolás Maduro como una dictadura: Sólo realizaría elecciones en el caso que pudiera garantizar la obtención de resultados favorables a sus candidaturas.

Tras los resultados de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, cuando el gobierno se transformó en una minoría electoral, el Ejecutivo tomó una serie de decisiones que vulneraron definitivamente la institucionalidad democrática, la única que puede garantizar el disfrute de los derechos humanos. Una de estas medidas fue la suspensión de elecciones que puedan calificarse como democráticas.

Recordamos que según los estándares internacionales, una elección es democrática cuando cumple 4 requisitos: 1) Es inclusiva: El voto tanto universal como equitativo y los ciudadanos pueden ejercer sin ningún tipo de obstáculos este derecho; 2) Son limpias: Los electores votan sin temor a represalias y los sufragios se contabilizan de manera imparcial y exacta; 3) Son competitivas: Los candidatos compiten en igualdad de condiciones, los votantes tienen la información necesaria para tomar una decisión y candidatos y electorado pueden interactuar libremente y 4) Se eligen cargos públicos, donde los ganadores pueden ejercer las funciones a las que fueron electos y los resultados son irreversibles. Ninguna de estas 4 condiciones se cumplió para el proceso realizado en Venezuela el 15 de octubre de 2017.

La mayoría de las denuncias sobre las irregularidades presentadas se concentraron en la etapa previa del acto comicial: Anuncio que gobernadores electos serían juramentados ante ilegal Asamblea Constituyente, alteración de las etapas y tiempos regulares del proceso, ilegalización de partidos políticos ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), Inhabilitación de tarjetas en por lo menos 7 estados del país, reducción de los lapsos para la inscripción de candidatos a dos días antes de la convocatoria formal del proceso, a pesar de estar establecido en la norma no se permitió la sustitución de candidatos renunciantes, modificación irregular del Registro Electoral, ausencia de observadores naciones e internacionales independientes, eliminación y reubicación de 274 centros electorales a última hora afectando más de 700.000 electores, uso de los recursos públicos para promover candidaturas del partido de gobierno, coerción a electores para votar por postulantes gubernamentales mediante la base de datos del llamado “Carnet de la patria” mediante la cual se distribuyen alimentos a precios regulado; intimidación a empleados públicos para seleccionar los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), uso de grupos de civiles motorizados para hostigar centros de votación y atemorizar electores, reiteradas denuncias de robos a votantes que acudían a votar en centros electorales reubicados a pesar de la presencia del Plan República. Por otra parte las denuncias realizadas por el candidato a la gobernación de Bolívar Andrés Velásquez, quien fuera proclamado en varias oportunidades como ganador en el sitio web del CNE y finalmente anunciado como perdedor, sugieren la posibilidad de alteración de actas, lo cual debe investigarse y aclararse.

Venezuela es la continuación del modelo autoritario inaugurado en el Perú por Alberto Fujimori en la década de los noventas: Gobiernos de origen electoral que se transforman en una dictadura mediante el ejercicio arbitrario sistemático y el abuso de poder. En mayo del 2000 Fujimori fue reelecto para un tercer período presidencial tras obtener el 74% de los votos. Posteriormente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideró que dichas elecciones no podían calificarse de libres o justas, haciéndose eco de las diferentes denuncias sobre el proceso, entre ellas alteración de resultados, obstáculos al acto electoral, atentados contra el libre ejercicio del voto, reemplazo de electores. Parcialidad de las autoridades electorales, uso de recursos del Estado y hostigamiento a candidatos. Hoy estas elecciones se recuerdan como un fraude y al propio Alberto Fujimori como a un dictador.

Lamentablemente en nuestro país no existen instituciones que puedan investigar y sancionar las diferentes irregularidades electorales, que incluyen la ausencia de independencia del árbitro comicial y el uso de toda la maquinaria y los recursos del Estado para favorecer sus candidaturas y desestimular el voto por sus adversarios. La presión y movilización de todas las organizaciones políticas, gremiales y sociales del país debe incluir dentro de sus reivindicaciones la reinstitucionalización del Consejo Nacional Electoral y la reactivación de todas las garantías que permitan en un futuro calificar las elecciones como democráticas. Además, instamos a todos los organismos internacionales con competencia en derechos humanos en documentar y visibilizar la ausencia de condiciones para el libre ejercicio de los derechos políticos en Venezuela, y en general la satisfacción de los derechos humanos para la población.