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Inaugurada la exposición “Pintura Sonora” de Villasierra
Representantes de la Unesco resaltaron el apoyo de la Institución internacional al artista en tanto la exposición encierra valores compartidos como son educación, cultura, arte, desarrollo sostenible y respeto al medio ambiente.
La muestra, de medio de centenar de obras, está abierta al público en el Palacio de Santa Bárbara en Madrid, del 16 al 28 de noviembre.

Más de 200 personas acudieron la noche del pasado 15 de noviembre a la inauguración de la exposición “Pintura sonora”, nombre con el que el artista, venezolano-español, Villasierra, bautizó esta muestra de más de 50 obras realizadas en el último lustro; y la cual podrá ser apreciada por el público madrileño en el Palacio de Santa Bárbara, del 16 al 28 de noviembre. 

A la inauguración acudieron Alberto Guerrero Fernández, presidente de la Federación Española de Asociaciones, Centros y Clubes para Unesco (FECU); y José Manuel Castellanos, presidente del Centro Getafe-Madrid para la Unesco. Guerrero Fernández refirió “la exposición de Villasierra se inscribe en las ideas de cultura y respeto al medioambiente, algo que contempla con esperanza la agenda 2030 para los Objetivos de desarrollo sostenible”.

“La FECU y el Centro Getafe Madrid para la Unesco –agregó Alberto Guerrero– apoyan esta exposición de Villasierra en lo que tiene de comprensión con los valores de la Unesco en lo que respecta a educación, cultura, arte, desarrollo sostenible, respeto al medio ambiente y movimiento asociativo cultural”. 

El Artista Villasierra, por su parte, agradeció a su familia y amigos el apoyo continuo a su obra, al tiempo que dedicó la exposición a su padre “y en él, a todos los venezolanos” dijo.  

La velada contó con personalidades de la sociedad española, del mundo del arte, medios de comunicación, familiares y amigos, quienes tuvieron la oportunidad de disfrutar de primera mano de dicha exhibición, amenizada con una exquisita interpretación musical de los violinistas Igor García y Pablo Martín Miguel. 

La exposición está comisariada por Julia Sáez Angulo, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte; y cuenta con la colaboración de la UNESCO; Grupo pro-Arte y Cultura, Venezuelan Business Club, Concesionarios Tayre (Maserati), Promora, El Lobby TV, Pawn Shop, Pago de Cirsus y Restaurante La Cuchara.

Lugar: Palacio de Santa Bárbara, c/ Hortaleza, 87 Madrid.

Fecha: Del 16 al 28 de noviembre

Horario: De 12:00 a 21:00 horas

La entrada a la exposición es gratuita.

Más información sobre el artista en: https://www.villasierrarts.com/quien-soy/

Isabel Palacios: “Una persona que se dedica al amor y la belleza tiene que sentir el amor y la belleza con todo su peligro”
Fundadora y directora de la Camerata de Caracas –una institución dedicada, desde 1978, al estudio y la interpretación de música antigua–, Isabel Palacios también es conocida como una cantante lírica de historia y presencia. Tiene dos hijos, ambos músicos: Gonzalo Grau y Diego Cabrujas, el primero de su matrimonio con Alberto Grau, director de la Schola Cantorum de Caracas, y el segundo de su matrimonio con José Ignacio Cabrujas, escritor y dramaturgo

@diegoarroyogil

 

De dónde salió esta mujer. Esta mujer que no es solo una mujer sino un reino entero y un ejército.

–¿Podemos decir su edad?

–¿Mi edad? Sí, claro… Bueno, creo… 70.

Isabel Palacios nació el 28 de octubre de 1950 en Caracas, de donde nunca se ha ido. En Los Rosales, de donde nunca se ha ido. En aquel tiempo, ni ciudad ni urbanización eran lo que son ahora, pero ella permanece aquí a modo de reliquia, como un árbol. La avenida donde está la casa en la que ocurre este encuentro –sede de la Camerata de Caracas, casi al lado de donde vive Isabel– se llama Zuloaga, que era el apellido de su madre, la pintora y grabadora Luisa Zuloaga De Las Casas, mejor conocida como Luisa Palacios, por su nombre de casada, Premio Nacional de Artes 1960. En la década de los años 30, el abuelo de Isabel heredó estas tierras y la familia se vino a vivir aquí. Media cuadra más adelante instaló su residencia la tía María Luisa Zuloaga de Tovar, ceramista, Premio Nacional de Artes 1946, y en una calle transversal vivía otra tía, Carmen Helena De Las Casas, decoradora, la responsable del diseño interior del Teatro Principal de Caracas y de quien se dijo durante años que era la mujer más bella de la ciudad. Cuando Isabel nació, ya había nacido su hermana, María Fernanda Palacios, escritora y profesora de literatura.

–Tengo unas raíces muy fuertes en este país y me encantan –dice Isabel–. Hay gente que se queja: “¡Aaaay, soy venezolana!”, como si hubiese sido mejor ser china. Yo nunca he sentido eso. La guinda de la torta fue que me casé con José Ignacio Cabrujas y un día José Ignacio me dijo –Isabel imita la voz de Cabrujas, una voz gutural, de caverna–: “Un francés es solo un francés, usted puede ser francesa si quiere”. Sí hubo una época en que quise irme a París. Estaba allá pasando una temporada con María Fernanda, Mafer, mi hermana, en 1968, en plena efervescencia del Mayo Francés, un día me metí en un museo de instrumentos antiguos y había una pareja que quería entender cómo funcionaba un instrumento. Yo le pregunté al guardia: “¿Puedo tocarlo para que oigan?”. El guardia me dio permiso y toqué un pedacito de un Scarlatti en un clavecín. Lo que ni el guardia ni la pareja sabían es que era la primera vez que yo tocaba un clavecín. Me sentí tan emocionada y tan independiente que pensé en quedarme en París. ¿Estudiar música antigua en Venezuela? Eso no existía. Pero cuando se lo planteé a papá, papá me dijo: “¿Y qué vas a hacer tú allá?”. Y yo pensé: “Bueno, es verdad”. Papá nunca le hizo mucho caso a mi profesión, pero no por mal.

 

–¿Por qué?

–Creo que pensaba que era un hobby. Le parecía divertido, pero era un hobby. La primera vez que yo puse las manos en el piano de mi casa lo hice a escondidas. Porque ese piano era para que mi hermana aprendiera a tocar o para que lo tocara Bola de Nieve cuando estaba de visita –Bola de Nieve, el gran pianista y cantante cubano, amigo de sus padres–. Como a mí me encantaban los animales y siempre andaba con las manos sucias, me decían: “¡Cuidado con el piano!”. Una mañana, mamá y papá salieron. Yo era un piojo de seis años y me senté a tocar. Cuando mamá volvió, preguntó: “¿Cómo se portó Isabel?”, porque yo era muy tremenda, y la señora que me cuidaba le dijo: “Pues no se ha parado del piano desde que usted se fue”. Mamá y papá se acercaron adonde yo estaba y papá preguntó: “¿Qué estás tocando, catira?”. Y yo le dije: “Las horas del día, papá. Esta es la mañana, esta es la tarde, esta es la noche”, según las notas. Papá se echó a reír y me dijo: “Muy bien, ahora toca las tres y cuarenta y cinco de la tarde”. Y yo hice una improvisación. Pero, como te digo, parecía una diversión mía más, como subirme a los árboles o disfrazarme o tener un amigo invisible. Escobito se llamaba. Y como yo era tan coqueta, seguramente papá pensó que me iba a conseguir muy rápido un marido y que iba a ser una mujer de sociedad. Entonces no se tomaba muy en serio el asunto. Además, yo tampoco estaba clara. Me gustaba mucho el ballet, pero crecí demasiado, y cuando comencé a estudiar música, ni yo misma creía en mi talento.

–¿Ese es el primer recuerdo que usted tiene de su vida, el del piano?

–No, no. Me acuerdo clarito de estar en mi cuna y que llegaran papá y mamá con un perrito en los brazos. Me acuerdo de las sillas de la cocina, cómo olían. Me acuerdo del shock cuando vi El Cid, en el Teatro del Este, con Charlton Heston y Sofía Loren. Me llevaron unos juguetes para que no me aburriera. Cuando la película arrancó, me quedé pegada a la pantalla y se fregó la tierra. Llegué a la casa y no me quería dormir. Agarré unas dormilonas de mamá y me disfracé, lancé unos manteles sobre una mesa y me metí a dormir ahí abajo. Papá me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. Y yo le dije: “Esperando al Cid”. La imaginación es muy importante. No es como ahora, que uno ve La Cenicienta y ese mismo día puede ir a comprarse cualquier cosa sobre La Cenicienta: la franelita, la carterita, la muñequita. El merchandising. Eso no es imaginación, eso es la papa pelada. Yo no quiero que me den todo sobre La Cenicienta, yo quiero ver cómo me la imagino yo. Cuando yo hago música, la veo.

Isabel Palacios
Isabel Palacios: «Yo no quiero que me den todo sobre La Cenicienta, yo quiero ver cómo me la imagino yo. Cuando yo hago música, la veo». Foto: Lisbeth Salas

 

–¿Usted mira mucho hacia atrás en su vida?

 –Cuando se me ocurre alguna idea medio loca y esa idea comienza a dar vueltas dentro de mí, me pregunto: “¿De dónde la sacaste?”. Porque el café con leche ya se inventó. Entonces miro en mi vida para ver cuál es el origen. Pedro Liendo –cantante lírico venezolano– tiene una frase muy cómica: dice que a mí me dieron teteros de cultura. Era normal en mi casa. El juego de Stop entre nosotros no era Nombre, Apellido, Color, Ciudad. Era Escritores, Pintores, Escultores, Músicos. Yo hacía planas con mi hermana, que era y sigue siendo un genio que me abre puertas: “Escritores: por la A, Alberti, por la F, Faulkner, por la R, Rilke”. En mi familia uno no podía quedarse atrás. Había que avisparse. Es una familia de gente muy brillante y muy difícil. Pero yo nunca he hecho las cosas porque yo “sea” algo, sino porque tengo una energía creativa muy fuerte desde que nací.

–En todo caso, usted empezó a estudiar música en cierto momento, ¿cómo fue?

–Fue gracias a un cumpleaños de Mariana Otero, la hija de Miguel Otero Silva, que era uno de los mejores amigos de mis padres. Miguel vivía en San Bernardino y en su casa había un piano de cola. Yo estaba aburridísima porque mi mundo propio era mucho más divertido que la fiesta y me fui al piano mientras mis padres estaban con sus amigos en el jardín. En eso entró una mujer rubia muy bella, como Ingrid Bergman en Casablanca. Me oyó, se sentó conmigo, hablamos, me agarró de la mano y me llevó donde mamá. Yo estaba aterrada porque pensaba que me iban a regañar. La profe le dijo a mamá: “Soy Gerty Haas, la profesora de música de Mariana Otero. Acabo de oír a su hija tocando el piano y esta niña tiene un talento enorme. Me gustaría darle clases”. Yo oí aquello, alcé la vista para ver a la profe y fue como si le crecieran alas. Inmediatamente, comencé a estudiar con ella. Su grupo de alumnos, que eran todos grandes, me llamaban “La mascota”, porque yo no llegaba a los siete años. Ese piano que está ahí –Isabel señala un piano de cola en el salón–, es el piano en el que la profe me enseñó. Lo compré cuando ella murió. Ahí aprendí yo, aprendió Eva María Zuk, aprendió Arnaldo García Guinand. Ahora hay que arreglarlo. Está viejito el pobre. Pero arreglarlo es caro. Son 6000 dólares y yo no los tengo. Voy a hacer un crowdfunding. Si lo arreglamos, tenemos el piano de la profesora Haas para otros 50 años. –Isabel piensa un momento, fugazmente, porque habla hilando con gracia–. ¡Ay, cuando yo dejé el piano por el canto la profe se puso tristísima! No lo podía creer.

 

–¿A qué se debió ese cambio?

–¡Al Ministerio de Educación! Ja, ja. Cuando estaba en octavo año de piano, en la Escuela de Música Juan Manuel Olivares, ya adolescente, el Ministerio de Educación inventó que había que estudiar un instrumento complementario para poder graduarse. Faltaban dos años para eso. A mí me gustaban todos los instrumentos, pero escogí el fagot, porque ya me había dado el tilín-tilín por la música del Renacimiento y del Barroco. Me vi tocando los continuos de las sonatas de Bach en un fagot y empecé un peregrinaje para encontrar uno. En ese agite, una amiga mía de la escuela, Natacha Gutiérrez, soprano, me dice: “Mira, chica, deja ese fastidio del fagot. Yo te inscribí en canto”. Yo le dije: “¡¿En canto?!”. Yo cantaba con el cuatro, cantaba Rigoletto con mi papa, tenía buena voz, pero yo no era cantante. En fin, me decidí y fui a hacer la audición con la profesora Carmen Teresa de Hurtado, que era como la Virgen de Lourdes. Sus alumnos la adoraban e iban a verla en procesión. Yo no tenía ni idea de qué iba a cantar, pero cuando llegué al salón, vi a un lado la partitura de “Las flores que me diste”, una canción que cantaba Morella Muñoz, a quien yo imitaba muy bien. Cuando la profesora me oyó, me dijo: “Ay, mi amor, pero tú tienes la voz colocada, ¿con quién has estudiado?”. “¡Con Morella Muñoz!”, le contesté yo. “Se nota”, dijo ella. Me fui a mi casa como una loca, le pedí el teléfono de Morella a mi mamá, la llamé y le dije: “¡Morella, si la profesora Hurtado te llama, tienes que decirle que me enseñaste!”. Nos moríamos de la risa. Así entré yo al canto y me quedé. Vi clases con Fedora Alemán y fue una metamorfosis. Me di cuenta de lo divino que es poder cantar. El canto me juntó la poesía con la música.

–En el documental “Mi viaje a Italia”, que le dedicó el cineasta Carlos Márquez en 2019, usted dice que hay un acorde musical que vive dentro de usted y que nunca ha logrado descifrar. ¿De qué se trata eso?

–Es una melodía, una gallarda que oí en la película que hizo Renato Castellani de Romeo y Julieta. La oí y fue como si se me metiera dentro. No me la podía sacar de la cabeza, no me dejaba ni pensar. Yo estaba pequeñita y cuando crecí, apenas pude, la saqué en el piano y esa melodía sigue conmigo. Cuando me está pasando algo duro o importante en la vida, la gallarda sale y me acompaña. He podido oír mucha música sorprendente después, pero ese pedacito, que tiene las armonías del Renacimiento, es el fondo musical de mi vida.

–Ya que hablamos del pasado, le he pedido a cada uno de sus hijos que le formulen una pregunta y Diego le pregunta esto: “Si pudieras viajar en el tiempo y en ese viaje te encuentras con Isabel Palacios a sus 18 años, ¿qué consejo le darías?”.

–Uy… –Isabel se echa hacia atrás en la silla, sube la mirada, escarba–. Que tenga más confianza en ella. Que no se angustie si de pronto Rembrandt la emociona más que Beethoven. Que eso es normal. Que todo eso es parte de lo que ella es y de lo que necesita. Que siga adelante. Pasé demasiado tiempo en mi juventud con la exigencia de definirme como músico. Creía que solo me podía permitir pensar en la música y que no podía dejar que lo otro me distrajera. Yo lloro más en un museo que en un concierto, pero cuando tenía 18 años quise amputarme esas emociones. Yo decía: “No, no, yo no puedo ponerme a leer a Proust porque estoy aprendiendo a leer las sinfonías de Brahms”. Está bien, tenía que estudiar, pero esa actitud finalmente me hizo sentir mal y perder confianza en mí, cuando justamente en esa mezcla de todo está mi fortaleza, algo de lo que me di cuenta después. Entonces: confiar en el instinto y no perder tiempo en zoquetadas. Eso le diría a la Isabel de los 18 años la que hoy tiene 70.

–Su hijo Gonzalo le pregunta: “Si pudieras cambiar algo en tu historia personal o profesional, ¿qué sería?”.

–No hubiese dejado de cantar en el 2004.

–¿Por qué lo hizo?

–Por autocrítica. Por esa autocrítica de la escorpio que soy yo. Yo estaba pasando por un momento muy bello. Como mujer estaba muy guapa. Había hecho unas dietas y recuperé respiración. Estaba trabajando con Carlos Urbaneja, el pianista, de una manera estupenda, y comenzaron a salirme contratos como solista. Y me preocupó el ego. Me dije: “Aceptar estos contratos como solista significa quitárselos a la Camerata”. Me angustié con el qué dirán, con que la gente pensara que prefería favorecer mi carrera en vez de favorecer la carrera de mi grupo. Hice un disco de canciones y romances sefarditas y otro de cantos y cantigas de la Edad Media, di un concierto sobre Kurt Weill y otro sobre la canción francesa, tenía un repertorio armado que hubiera sido una delicia hacer, ¡y paré de golpe! En 2004 me dediqué a preparar a seis elencos de Mozart: tres de Don Giovanni y tres de Così fan tutte, para la compañía de ópera de la Camerata. Tocaba piano ocho horas diarias como cuando estaba joven. Fue una maravilla hacer eso con Mozart, pero me extenué. Tuve problemas en las rodillas, en la columna y engordé. Y en 2005 llegó la menopausia, que me tumbó la voz. Fui a dar un recital en Città di Noto, en Italia, con Carlos Urbaneja, y no lo disfruté. Pasé todo el recital con una procesión por dentro, buscando la voz que yo quería. Volví a Caracas, me metí de cabeza en la Camerata y cuando me di cuenta había dejado de cantar. No debí haberlo hecho. Dejé de vivir experiencias como artista que eran muy valiosas. No supe decirme: “Epa, chama, es contigo”. Yo suelo olvidarme de mí.

–No parecen cosas de una diva. ¿Qué tiene usted de diva?

–Depende de con quién hables: si con Isabel o con la Palacios. Yo soy una mujer muy natural, un libro abierto, pero cuando uno se monta en un escenario tiene que protegerse. Porque uno es foco de muchas miradas: algunas son muy lindas, las miradas de la gente que te quiere, y otras son horribles, miradas de gente que quiere destruir. Entonces tienes que hacerte una pequeña coraza: esa coraza es la diva. Cuando eres instrumentista, no hace tanta falta esa coraza, porque nadie agrede a un piano, el piano no sufre. Al instrumento no se le corta la voz. Un pianista puede estar ‘estortillao’, pero se sienta y el piano suena. Un cantante, no. Si un cantante está mal, va a cantar mal. ¿Por qué María Callas era una diva? ¡María Callas, al lado de quien yo soy un microbio! Porque lo necesitaba. Porque si no, acababan con ella. Cuando yo llegaba al Teresa Carreño para un concierto, llegaba Isabel. Pero la que salía al escenario después de pasar por el camerino y maquillarse y vestirse y ponerse los tacones era la Palacios.

 

 

–¿Y el amor? ¿Lo vive como, según dicen, lo viven las divas, apasionadamente?

–Por supuesto. Una persona que se dedica al amor y la belleza tiene que sentir el amor y la belleza con todo su peligro. Porque la palabra es esa: peligro. La música, el canto es un fenómeno totalmente sensual. Tú te conectas con tu cuerpo: con sus velocidades, con sus palpitaciones, con sus humores, con todo eso que debe salir para que pase algo, porque si no, no pasa nada. De modo que ¿cómo podría cantar yo ahora como una mujer enamorada si ya no me siento digna de que se enamoren de mí? Estoy muy vieja.

–¿No se siente digna?

–No. Es como cuando se apaga un carro, que se apaga y ya está. Como cuando María Callas se quedó sin el amor de Onassis y se acabó. Yo siempre amé de una manera absurda, loca, con entrega. Mi abuelo Zuloaga, que me adoraba, decía de mí: “La catira quiere demasiado y va a sufrir”. Por eso he aprendido a tener cuidado. Y desde luego, tengo un gran amor de mi vida, que como fue imposible es el más grande e irrepetible. Hay un momento en el primer acto de La traviata, ¡un momento nada más!, en que tienes la oportunidad de hacerles saber al mundo y a la humanidad entera que ese hombre y tú se van a amar hasta que se mueran. Están en una fiesta con mucha gente, pero surgen señales que le demuestran a ella que ese hombre es el que la va a entender, que ese es el hombre que la ama de verdad y no cualquiera de los otros que la rodean. A mí eso me pasó con él, exactamente igual. Pero fue imposible. De pronto iba a ser… y no fue. Y hoy tiene ese sitio en mi vida: me ha hecho saber que a los 70 años lo pienso y me vuelvo a erizar. No tiene nombre, no está, pero le doy las gracias porque cada vez que canto “Après un rêve”, de Gabriel Fauré, siento cada una de esas palabras. “Me llamaste y yo dejé la tierra para irme contigo”. Suena cursi, pero si sientes ese rollo por dentro, tienes un camino.

–Pero usted fue amada por sus dos esposos, Alberto Grau y Cabrujas, ¿o no?

–Ah, sí, claro, no quisiera que lo anterior se malinterpretara en ese sentido. Alberto es una persona extraordinaria, fue mi profesor de dirección coral, es el padre de mi primer hijo. José Ignacio también era una persona extraordinaria, fue un gran amigo y compañero, me enseñó de todo y es el padre de mi segundo hijo. Tuve una gran suerte, a pesar de la muerte tan repentina de José Ignacio, que nos impidió vivir otras cosas –Cabrujas falleció de un infarto, en 1995, a los 58 años– . Por ejemplo, me había prometido que iríamos juntos a la Scala de Milán y no pudimos. Yo todavía no he ido. Cuando vaya, quienes me acompañen tendrán que aguantar el llanto. En todo caso, Alberto y José Ignacio me dieron lo más importante que tengo, que son mis hijos.

–Dijo que trabaja por el amor y la belleza. Ya me habló del amor. ¿Qué es la belleza?

–Un asunto de proporciones. Son las proporciones las que hacen lo bello. Pero es un bello que no es “bonito”. A la belleza todos los lados le pertenecen, incluso el lado feo, porque también lo necesita… Vamos a suponer que estamos en un barco. Qué importante es navegar, ¿verdad? Pero hay veces en que conviene apagar los motores y esperar a ver hacia dónde sopla el viento. La belleza es esa espera y ese momento en que sopla el viento. Es el silencio en música. El otro día veía a Mitsuko Uchida y Yo-Yo Ma tocando juntos la Sonata Arpeggione de Schubert. Hay un silencio que de pronto mete Schubert, ese silencio aparece y Mitsuko y Yo-Yo se miran y sonríen. Esa es la belleza. Ese silencio que lo sostiene todo.

–¿Hacia dónde sopla el viento hoy para usted?

–Está por verse. Yo solo sé que sigo porque si no sigo me muero. Yo me quiero en la medida que siento que puedo hacer algo que puede quedar bien. De resto, a mí no me interesa esa señora llamada Isabel Palacios. ¿La Camerata? No lo sé. Los muchachos se van del país y formar nuevas generaciones lleva mucho tiempo y yo no sé si me alcance.

–Habla como si tuviera 100 años.

–Es que hace falta una resistencia física particular, y los años pasan y uno sabe. Yo tengo muchas ideas, pero soy una mujer práctica y aterrizada. Cierro los ojos y me imagino a los 80, si llego, y veo esta casa en donde estamos, donde funciona la Camerata, convertida en un ateneo: con una biblioteca de arte, una fonoteca, dos o tres escenarios para hacer conciertos, la gente conversando y tomándose un vino, y los niños jugando con títeres y máscaras en el jardín. Es un sueño, no sé si lo haga, pero todo siempre ha sido así.

 

 

 

Humano Derecho #173 con Jimmy Pérez, coordinador de la ONG Zona de Descarga

@_humanoderecho

¿De qué se trata este proyecto? ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo ayuda esta iniciativa a la comunidad? Estos y otros temas los estaremos conversando con Jimmy Pérez, coordinador de la ONG Zona de Descarga.

“La organización Zona de Descarga nace el 14 de agosto de 2013 para posicionarse como un festival de música, teatro y arte en la platabanda de las casas de vecinos que las ponen a disposición de las actividades. La iniciativa busca fomentar el arte y la cultura de paz, formación, educación y convivencia ciudadana, promoción y defensa de derechos humanos.”

Presentado por Génesis Zambrano (@medicenmouzo) y Luis Serrano (@akaLuisSerrano). Somos el radio web show semanal que mezcla la buena música con gente que ayuda a gente. Transmitido por diferentes plataformas del país, es producido por RedesAyuda y Provea.

Más contenido en www.humanoderecho.com

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Un proyecto que pinta otro país, por Sebastián de la Nuez
Myriam Tibisay Wendehake asumió la presidencia del Instituto de Previsión Social del Periodista en 2015. Con ella, y al cumplir este organismo cincuenta años de vida, se produjo una revolución positiva (ya se sabe que hay revoluciones negativas). Hoy, en Madrid, con la muy legítima excusa de recabar fondos para los agremiados, se ha desplegado una exposición a través de la cual se conoce un poco más, un poco mejor, el empuje de las artes plásticas de un país machacado pero no vencido

 

Ya se sabe que el oficio del periodista nunca ha estado muy bien remunerado que se diga, aun con excepciones. En tiempos de madurismo, los peores de la Historia, surgen sin embargo proyectos y acciones audaces, solidarios, esperanzadores. Lo que están haciendo desde el Instituto de Previsión Social del Periodista las líderes Myriam Tibisay Wendehake y Arlette Danglades debe ser reconocido por, al menos, 25 mil almas, aquellas registradas en el Colegio Nacional de Periodistas. En 2015 el  IPSP cumplió cincuenta años y Wendehake, quien acababa de estrenarse como presidenta y venía de promover artistas y exposiciones, propuso una subasta de arte venezolano para recabar fondos. 

—¿Por qué?

—Porque asumí el 17 de julio de ese año y estábamos en la raya. Ya yo venía en la junta directiva. Aunque quienes me precedieron, Fernando Delgado y Rossana Ordóñez, trabajaron en ese sentido, estábamos en la raya. 

¿Y por qué estaba esta cincuentenaria entidad en la raya? Porque el país es así y la inercia también. No había eventos especiales sino que se venía administrando, como siempre, el edificio del CNP en la avenida Andrés Bello (el mismo que una vez, en tiempos idílicos, albergó al Cine Prensa y al que le quedaban enfrente, olorosos y en plena esquina, los pollos en brasas de los Hermanos Riviera). Pues eso, que se mantenía con esa tarea administrativa en un país depauperado por causas que no viene a cuento enumerar aquí, y no existían los aportes de antes, los de la cotización de cada afiliado pues desde 1997 los estatutos cambiaron con vistas a la creación de unos fondos regionales que en teoría proporcionarían ingresos… Bueno, estaba en boga la descentralización pero eso jamás funcionó.

El cambio era necesario. En la directiva instalada en 2015 hubo consenso en torno a la necesidad de mirar más allá de lo visible. Ha habido consecuencias: se han creado delegados en 26 seccionales del instituto regadas por la geografía nacional y esa es la figura que existe ahora, bajo una nueva visión administrativa. Pero lo crucial ha sido una idea-potencia, movilizadora, surgida al calor de la celebración de los  50 años: exposición y subasta de arte venezolano, con los consagrados y los nuevos. Con todos los que quieran sumarse y tengan genio creador. 

Con el aporte de Magdalena Arias, de la galería Graphic Art, salió adelante la primera convocatoria para 2016. Dice Myriam Tibisay:

—Hubo una movida bien interesante y logramos reunir 101 artistas.

—¿Qué los inspiraba a ustedes, desde la junta?

—Buscar los fondos necesarios y también la memoria de aquellas cenas de la Prensa, algo que creó Chepino Gerbasi. Era una ocasión especial, anual. Se invitaba a empresarios, personalidades de cada gobierno,  incluso al presidente de la República. Allí se recolectaban fondos para trabajar a favor de los periodistas. Esa cena resulta inviable en estos tiempos, de allí que surgiera esta posibilidad de la subasta que se ha convertido en una cita anual, cada vez en una ciudad distinta.

—¿Qué gana el artista convocado?

—Es una relación ganar-ganar. Puede hacer una donación total de la obra o puede establecerse una parte de la venta para él. Muchos artistas asumen esto. Hacemos una buena campaña de divulgación y el artista visibiliza su obra. Para nosotros es estimulante.

—¿En qué sitio de Caracas hicieron esa primera exposición?

—En la Asociación Cultural Humboldt, entre mayo y junio de 2016. La participación de los patrocinantes ha sido fundamental. Y sí, se ha rentabilizado gracias al esfuerzo de todos. La suma de patrocinantes, artistas y nuestro esfuerzo organizativo dan eventos exitosos. Y en la medida en que hemos ido desarrollando el proyecto vamos puliendo algunas cosas. Es mejor poner el precio para la exposición y no depender de una subasta, por ejemplo. Cada quien, en la exposición, ya sabe cuál es el precio de cada obra, siempre sugerido por el artista.

 

OTRO AMANECER

Periodistas y arte: un punto de interés. Lo que ha hecho el IPSP puede servir de ejemplo para otras instituciones gremiales en Venezuela. Es una audacia en buenas manos. Hasta los folletos impresos en cada cita anual son una bella muestra del bien hacer. Para 2017 se plantearon lo mismo pero afuera, y miraron hacia Miami, donde se han refugiado tantos profesionales. Lo primero que hicieron fue buscar una sede y encontraron una aliada, Milagros Maldonado, quien había sido una mecenas del arte en Venezuela a través de la Fundación La Previsora. Lleva actualmente una galería con un espacio bien grande. Con el aval de haber conseguido en Caracas convocatoria y venta, pudieron reunir a 72 artistas plásticos con cierta facilidad. Varios repitieron pues ya habían acompañado la idea en Caracas. En 2018 eligieron Nueva York y hacia allá dirigieron los esfuerzos. El proyecto tomaba vuelo y hallaron pronta receptividad tras hacer contacto con ArteLatAm, una fundación sin fines de lucro que gerencian unos ecuatorianos con la actitud proactiva de apoyar a los artistas latinoamericanos. En la galería Saphira & Ventura, bien céntrica, se reunió el aporte fundamental de los patrocinantes y el genio de 57 artistas con obras transportadas desde Caracas y Miami, más las que estaban en Nueva York. 

—¿Qué han hecho con los recursos obtenidos?

—Hemos instalado un consultorio odontológico.  Lo primero que hicimos fue comprar la silla odontológica con su compresor. Con eso aseguramos la inversión, y luego seguimos recabando insumos hasta que hoy en día ofrecemos asistencia odontológica, además, con una doctora maravillosa.

—¿Y qué más han hecho?

—Abrimos una pequeña sala de arte y formación. En eso nuestra querida Argélida Gómez, que en paz descanse, fue fundamental. Este año, al inaugurar el consultorio odontológico, le pusimos su nombre. Fue al cumplir el IPSP sus 53 años.

Un fotógrafo venezolano que vive en Viena, Enrique Moya, donó una colección de 24 fotografías de Chernobyl, realizadas en 2015, y con esta muestra o buena parte de ella se abrió la sala a la que se refiere Tibisay. “El extraño mundo de Chernobyl, 31 años después” se denominó esta exposición. Después, colectiva de fotógrafos criollos sobre la Venezuela de estos momentos: fotos dramáticas, cómo no, pero también fotos del optimismo y la esperanza. Siempre con la idea de vender y compartir ganancias con cada uno de los profesionales de la cámara. Y este año, en ocasión del Día del Periodista, otra muestra fotográfica llamada “Qué significa ser caraqueño”.

—Han tenido buen apoyo de patrocinantes, ¿cuál es su motivación?

—La propuesta nuestra es organización y divulgación. Hacemos que su marca sea vista, y esa es una de nuestras fortalezas. El hecho de sumar imagen corporativa y apoyo a un gremio asociado por naturaleza a la democracia y al valor de la libertad, es algo atractivo. Este año hemos conseguido el patrocinio de Air Europa.

En años anteriores han contado con transportistas especializadas, venezolanas, así como con bancos y vinateras que repiten este año. Cita, en especial, el apoyo de Pomar y de los chocolates Franceschi. Desde el principio, además, se produjo la bendición de Carlos Cruz-Diez, de su hijo y de su Fundación. La primera respuesta que recibieron, al hacer en Caracas la primera convocatoria (cuando aún vivía el maestro), fue precisamente del atelier Cruz-Diez. Era un día que estaban en plena junta directiva y les llegó la noticia. Se formó el gran alboroto.

Este año, es lógico, se le rinde homenaje a Cruz-Diez y hay varias obras de él en exhibición. Hay, en total, 42 artistas representados. Se pensó en Madrid sobre todo porque la asociación de periodistas venezolanos que ha nacido en la capital del Reino es una de las más fuertes en el mundo. Arlette Danglades, una consecuente activista a favor de los trabajadores de la Prensa, aprovechó un  viaje que hizo en marzo para establecer contacto con Venezuelan Press. Inmediatamente surgió el nombre de Linda D’Ambrosio, una eficaz emprendedora que organiza eventos y los promueve. Ella ha sido el enlace con Miguel Santana, otro venezolano solidario, propietario de Santana Art Gallery, sita en el afamado Paseo de La Castellana. Hacia allá, en estos días de octubre ya en pleno otoño, concurren venezolanos que desean manifestarse y disfrutar. Y españoles que se sorprenden. Hay arte cinético, desde luego, pero también muestras de otras tendencias. El legítimo embajador de Venezuela en España, Antonio Ecarri, pronunció unas palabras el día de la inauguración, el domingo pasado.

En alguna parte de la Santana Art Gallery, no cabe duda, vigilan los espíritus ingrávidos y gentiles de Chepino Gerbasi y Gustavo Aguirre. Inolvidable Aguirre, campechano y tertuliano, de guayabera blanca, conversando un día cualquiera sobre la baranda de la parte baja del edificio CNP.

Muchos periodistas obtuvieron en préstamo (a bajísimo o cero intereses) su inicial para una vivienda propia en el IPSP, o la plata necesaria para remodelar su cocina. La solidaridad gremial continúa hoy, el país encuentra sus propios cauces de superación y progreso con inventiva, con creatividad, tendiendo puentes.

 

@sdelanuez 

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Laureano Márquez P. Jul 30, 2019 | Actualizado hace 1 mes
Al maestro Cruz-Diez

SON TIEMPOS DE APOYARSE en eso que Augusto Mijares denominó “lo afirmativo venezolano”. Los venezolanos olvidamos con frecuencia, en medio del pantanal de nuestras cotidianidades, el rico inventario de tantas vidas maravillosas que han hecho que nuestra patria sea floreciente, mejor, más culta e inteligente. Uno de esos seres virtuosos, que esta tierra nuestra ha producido para la humanidad toda, es el maestro Carlos Cruz-Diez, quizá el más universal de nuestros artistas, cuya vida y trayectoria nos hace sentirnos particularmente orgullosos de ser venezolanos.

El mundo es combinación de color y fenómenos ópticos. El arte también puede engañarnos, hacernos parte de él y hasta marearnos. Caminamos por las obras de Cruz-Diez, las pisoteamos sin que él se moleste, porque así las pensó. Nos involucra hasta hacernos formar parte de ellas, como si fuese un dios del color que nos hace a su imagen y semejanza, nos vuelve luz y nos hace pasar por un prisma para decirnos que nuestra propia vida puede ser luminosa y colorida. El mundo de Cruz-Diez cambia cada segundo. Quizá quiere hacernos tomar conciencia de que, las más de las veces, las cosas no son lo que efectivamente parecen, que lo real también puede ser incomprensible y que nuestro entendimiento, como diría Kant, constituye su objeto, que los colores solo están en nuestro mirar.

“El discurso de un artista está dirigido al espíritu de sus semejantes”. Es una frase suya. Nuestro espíritu es mejor, solo por el hecho de su existencia creativa.

Venezuela también tiene alma, hay un espíritu nacional que se nutre de la riqueza de los artistas, de la inteligencia creativa, de la fuerza de la cultura cuya fe en ese proyecto que se inició hace poco más de 200 años sigue intacta a pesar de los desatinos de nuestro devenir.

Si algo nos enseña la larga historia de la Humanidad es que de los tiempos dolorosos van quedando relegados como un mal recuerdo y que lo único que prevalece es el arte. Los museos son los templos de la reconciliación del alma humana consigo misma, donde el ser humano guarda el arte, que es lo mejor de lo que somos, la fe inmortal en que podemos y debemos ser buenos y felices. El arte es la prueba de que el hombre no ha perdido todavía la fe en sí mismo.

Cruz-Diez fue siempre un niño, comenzó su vida jugando con el color y la forma y no paró ya nunca más. Para los venezolanos, él es motivo de orgullo y esperanza. Nos da la certeza de que la excelencia entre nosotros es posible y a veces más frecuente de lo que nosotros mismos imaginamos. Su trayectoria y su vida hacen particularmente válida esta dolorosa reflexión de Mijares en “lo afirmativo venezolano”:

“Pero la verdad es que, aun en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron totalmente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la patria. Aun en las épocas más funestas puede observarse como en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes. Figuras siniestras o grotescas se agitan ante las candilejas y acaparan la atención pública; pero siempre un mártir, un héroe o un pensador iluminan el fondo y dejan para la posteridad su testimonio de bondad, de desinterés y de justicia”

Gracias querido maestro, gracias por estar en el fondo, iluminando la posteridad. Ojalá que también nosotros –siguiendo su ejemplo– podamos aportar nuestro rayito de luz, como si el universo todo fuese una obra suya.

 

@laureanomar

Con Dios y con el Diablo, por Antonio José Monagas

QUE LA DIPLOMACIA SEA EL ARTE de adecuar condiciones y consideraciones políticas a situaciones en las que las realidades no sobrepasen los límites de la tolerancia, el respeto y la sutileza, no quiere decir que su praxis necesariamente o casi siempre se confunda con la adulación. Particularmente, su actividad tantea hasta dónde valen sus fuerzas en la línea de vanguardia, Así puede permitirse limitar el poder en el fragor del desafío en curso.

 

Es ahí cuando la diplomacia se convierte en un instrumento del poder. De su justa y equilibrada tarea, habrá de depender el éxito de toda empresa política que comprometa una necesidad trazada bajo circunstanciales intereses. Sin embargo, no siempre, la resultante termina siendo la esperada o calculada. Existen momentos en que la diplomacia se ve envuelta en halagos, artimañas y vaguedades, razón por la cual su ejercicio resulta desvirtuado. Y en consecuencia, se reduce a jugar con oportunidades devenidas en coyunturas determinándose así un trabuco de rivalidades todas apostando a ganar el mayor y mejor espacio político sobre el cual cimentar el propósito esbozado a nivel de estrategia.

 

Aquello de que lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa, es una premisa de la cual la diplomacia busca escurrirse para sacar la ventaja que su causa busca, a toda costa, alcanzar.

 

Ojalá, este preámbulo pueda tener la pegada exacta a los fines de analizar, en la brevedad de esta espacio de reflexión, las implicaciones de la presurosa visita a Caracas de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Además, Secretaria Adjunta de la Organización de Naciones Unidas. Y ex presidente de la República de Chile, Dra. Michelle Bachelet, médico pediatra, egresada de la Universidad de Chile.

 

Que su infancia y adolescencia haya sido tan traumática como la de cualquier venezolano maltratado por los aporreos del autoritarismo hegemónico que padece Venezuela como resultado de la tiranía que sobre su suelo viene viviéndose, cada vez con más nervio, pudiera ser una casualidad o coincidencia. Pero indistintamente de lo que esto pueda derivar en la humanidad de la alta funcionaria de la ONU, el problema de las seguidas violaciones de los derechos humanos que afecta a buena parte de los ciudadanos de la patria de Simón Bolívar sigue sin cambio alguno. O quizás, con mayor reciedumbre.

 

El régimen autoritario, hizo alarde de conducir un país respetuosos de un ordenamiento jurídico subordinado a un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. No obstante, la visita de Michelle Bachelet no dejó de ponerlo en serios aprietos toda vez que procuró algunos cambios. Aunque de índole estético, fundamentalmente.

 

No cabe duda que su estancia en la capital de Venezuela, fue de suma importancia por cuanto movilizó reflexiones, reacciones y opiniones. Las mismas, si bien sobraron toda vez que la situación nacional de los derechos humanos ha sido suficientemente documentada y enviada a los correspondientes organismos especializados en tan delicada materia, igualmente la oportunidad permitió que afloraran más preguntas que las que hasta ahora se han formulado. En todo caso, el país político y social no salió del todo convencido. Sus expectativas al respecto, sobrepasaban la cuenta imaginada.

 

Quizás, el problema que se esconde debajo de lo que se percibe desde la superficie sobre la cual revienta la violación de los derechos humanos, es de tipo conceptual y metodológico. Pudiera alegarse que la visión o enfoque del mismo, pasa por el concepto de cambio, particularmente. Aunque existan otros que también puedan comprometer la situación de angustiosa manera. El de diplomacia, concebida desde el ángulo de la política. O el de negociación, pensada desde una perspectiva estratégica.

 

Exigir la liberación de los presos políticos, las violaciones del derecho a la salud, condenar la humillación como criterio de gobierno para someter a la población, reprobar la negación consistente de la crisis humanitaria, así como reconocer el oprobioso estado de tiranía al que condujo la gestión pública nacional, fueron parte de las demandas elevadas ante la Alta Comisionada de las ONU para los Derechos Humanos, para que por su interposición fueran reclamadas a la cúpula del poder nacional venezolano. Pero no fue exactamente lo que sucedió.

 

Dicho compás de silencio, fue hondamente notado por la escarmentada sociedad venezolana. Su marcaje, tal vez ejercido como parte articular del protocolo diplomático empleado para tales menesteres, no era el esperado. Aunque el tratamiento estuvo bastante apaciguado y saltándose prioridades por encima de consideraciones de rigor, como obviar la realidad cambiante escarmentada por el país político luego del 23 Enero 2019, no calzó con las esperanzas de venezolanos agobiados de sus crudas y contradictorias vivencias. Casi todas inducidas por la represión del actual régimen autoritario.

 

Aunque no deba categorizarse en un extremo que lleve a pensar que la visita resultó sin pena ni gloria, tampoco debe asentirse con ligeras suposiciones que todo ello devendrá en apagadas y frías esperanzas. Sin embargo, cabe pensar desde la postura de los cambios que con mucha potencia fueron esperados, que los mismos no lucieron en primera plana. Tal vez, para no romper los formulismos que ordena la diplomacia en tiempos de desequilibrio político. Por eso, este tipo de reuniones suelen hacerse de la forma tal como se vio, ya que así se queda en paz con Dios y con el Diablo.

 

@ajmonagas

Discapacitados venezolanos vencen barreras a través de la danza

UNA BALA PERDIDA QUE LE ATRAVESÓ LA ESPALDA y se alojó en su estómago acabó una madrugada de fin de año con los sueños de Iraly Yánez. Ahora, ocho años después del accidente, esta joven bailarina venezolana ha logrado volver a las tablas y retomar su carrera con ayuda de una silla de ruedas.

Dejando a un lado los temores que le impedían moverse por su discapacidad, Iraly, de 34 años, se unió hace tres meses a la compañía AM Danza de habilidades mixtas, integrada por medio centenar de bailarines que buscan retomar sus anhelos a pesar de verse afectados por distintos padecimientos como parálisis cerebral, Síndrome de Down, cuadriplejia, ceguera y sordera.

Iraly y sus compañeros presentaron a inicios de mes en una de las salas del complejo capitalino Teresa Carreño, el taller montaje de danza contemporánea Ubunto en el que bailarines profesionales se unieron a personas discapacitadas demostrando que no hay fronteras para el baile. De este modo, bailarines formales realizan coreografías levantando muletas en señal de liberación de la discapacidad y personas como Iraly, con limitaciones de movilidad en sus piernas, salen de su silla con la ayuda de un bailarín que las levanta para hacer figuras en el aire, vuelta de carnero y paradas de manos.

Por espacio de una hora, las limitaciones de los bailarines discapacitados se esfuman en una niebla que adquiere, gracias a las luces del teatro, diversos matices de amarillos, azules, verdes y fucsia, dándole a la escena un carácter onírico que atrapa a los espectadores y desata lágrimas de emoción entre algunos.

En esta fotografía del 4 de diciembre de 2018 bailarines sostienen muletas durante un montaje de danza contemporánea en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas. La compañía AM Danza trabaja con 50 venezolanos que persiguen su pasión por la danza a pesar de verse afectados por distintos padecimientos como parálisis cerebral, Síndrome de Down, cuadriplejia, ceguera y sordera. (AP Foto/Fernando Llano)

«Para bailar lo que se necesita es tener las ganas”, afirma Alexander Madriz, director de AM Danza. “Bailar es eso, disfrutar lo que hagas con tus posibilidades, con tu cuerpo, con tu sentimiento».

Según este bailarín de 47 años, tras dos décadas de dirigir a bailarines con discapacidad logró reconciliarse con la danza a través de ellos y descubrir que hay otras maneras de moverse y que «no todo tiene que ser las líneas perfectas de los bailes clásicos contemporáneos».

Y así, el director de AM Danza ha logrado crear un movimiento autóctono de baile que incluya habilidades mixtas para ayudar a personas discapacitadas como Iraly a llenarse de bríos para superar las numerosas barreras que implica vivir en Venezuela, donde no existen casi andenes ni autobuses con rampas para personas en sillas de ruedas ni sistemas de atención especial para sobrellevar la hiperinflación y la creciente escasez de alimentos y medicinas que golpea al país suramericano.

La bailarina y productora de AM Danza, Fabiola Zerega, que hace 23 años quedó en silla de ruedas tras sufrir un accidente de tránsito, asegura que en el baile encontró el antídoto para enfrentar a una ciudad como Caracas, donde escasean las facilidades para los discapacitados. “Gracias a la danza he podido desarrollar el músculo también mental y ver que a través del movimiento puedo librar obstáculos o vencerlos”, agregó.

Desde una pequeña y polvorienta acera donde suele pasar hasta tres horas bajo el sol o la lluvia esperando el único autobús con plataforma para sillas de ruedas que pasa al día por su humilde barriada de la carretera vieja de Guarenas, al este de Caracas, Iraly parece no amilanarse ante la situación adversa que enfrenta a diario: con una sonrisa que recorre su rostro delgado de un extremo a otro, admite con emoción que AM Danza le permitió reconciliarse con la vida y «volar por los aires».

El renacer de Iraly fue seguido de cerca por su vecino Dikson Rosales y su esposa Carmen de Rosales, quienes tras el accidente se convirtieron en sus protectores y la suelen ayudar a diario a bajar y subir por las escaleras del edificio donde reside. Rosales relató que tras ingresar a la compañía de baile, Iraly logró superar sus depresiones y ahora se “preocupa más por ella misma”.

En esta fotografía del 4 de diciembre de 2018 bailarines se estiran previo a su montaje de danza contemporánea en el Teatro Teresa Carreño en Caracas. Durante el espectáculo, los bailarines discapacitados actuarán junto a bailarines profesionales para demostrar que el arte no conoce barreras. (AP Foto/Fernando Llano)

La bailarina asegura que atrás quedaron los terribles momentos que vivió la madrugada del 31 de diciembre de 2010, cuando se encontraba en la entrada de su edificio y la bala perdida de alguien que estaba probando un arma le fracturó dos vértebras y la dejó inválida para el resto de su vida.

Ahora sueña con regresar el próximo año a AM Danza para seguir adelante con la carrera de bailarina, que suspendió por ocho años tras el accidente, y retomó en septiembre pasado.

«Esta es mi oportunidad”, dice. “No puedo seguir permitiendo de que las cosas externas me sigan afectando de alguna manera. La lucha es en todo».

Desde la cocina de su modesto apartamento, Iraly observa en la puerta de su nevera blanca tres dibujos de bailarinas que le hizo su sobrina, de diez años, para celebrar la danza, la pasión que las une a las dos.

Cerquone Projects paticipará en la feria de arte contemporáneo Pinta Miami 2018

 

Del 5 al 9 de diciembre la galería Cerquone Projects presentará la obra de los artistas Paul Amundaraín, Juan Gerstl, Corina Höher y Fausto Amundaraín en el Booth F3 de la Sección Principal de PINTA MIAMI , donde participaran más de 60 galerías de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.

El evento celebrará su decima segunda edición durante la semana del arte en Miami, en el espacio Mana Wynwood, localizado en el “Miami Art District”.

Durante una semana Miami será el epicentro del mundo del arte; junto a Art Basel, se  inaugurarán alrededor de 20 ferias de arte y 1.200 galerías de todo el mundo se reunirán para recibir a más de 50.000 personas y presentar sus obras ante coleccionistas, profesionales, museos e instituciones de todo el mundo.

Cerquone Projects participará con una variada muestra de obras en diversos formatos de artistas que manejan conceptos como el cinetismo y el pop art con una perspectiva fresca y novedosa.

Paul Amundarain, quien investiga la forma geométrica pura desde sus inicios en una repetición múltiple sostenida. Parte de los cortes de material metálico interpuesto en alturas variables componiendo redes que estimulan una necesidad táctil de carácter acumulativo.

Juan Gerstl, que compone un cinetismo de interposición espacial. Una visión que se perfila en la transparencia de los materiales y el crecimiento modular.

Fausto Amundarain, cuyo trabajo se caracteriza por el uso y repetición de gráficas visuales acumuladas en múltiples capas de información. Papel, pintura acrílica, aluminio y serigrafía son algunas de las técnicas y materiales que Amundarain utiliza para componer, y en ocasiones saturar, la visual del espectador.

 Y Corina Höher, quien reflexiona sobre el mundo geométrico deformado entonces por el mundo real, deliberada inestabilidad perceptiva, investigación sobre el espacio absoluto de carácter científico.

Con su participación en esta feria, Cerquone Projects reafirma su compromiso de promover internacionalmente el trabajo de los artistas venezolanos contemporáneos. Podrán visitar la muestra en el Booth F3 de la Sección Principal de PINTA MIAMI del 5 al 9 de diciembre espacio  Mana Wynwood.