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Laureano Márquez P. Feb 07, 2018 | Actualizado hace 6 años
El exilio, por Laureano Márquez

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La definición de exilio es: “pena que consiste en expulsar o hacer salir a una persona de un país o de un territorio”. Nunca tan bien dicho, el exilio es una pena, en la plenitud de los sentidos de la palabra, un torcimiento del destino contra la voluntad del que se va, dejando un vacío en el alma que perdurará por siempre. Nadie quiere alejarse de su  casa, de sus afectos, de sus sabores, en definitiva, de todo aquello que le es familiar, que marca su manera de pertenecer a esa patria mayor que es la humanidad. Si además, el exilio se produce en lugares con condiciones climáticas adversas -que para un venezolano es todo aquello que esté más arriba del Cabo de San Roman  y más al sur del  nacimiento del río Ararí- la vida se nos vuelve gris porque el frío duele. Alejar a un venezolano de su tierra, fue siempre uno de los castigos predilectos de nuestros dictadores. Lo que llamaban “pena de extrañamiento”. Otra palabra, esta última, también significativa, porque es “la acción o resultado de extrañar y extrañarse”, es decir añorar lo que eras y sorprendente de lo nuevo a lo que habrás de adaptarte.

Los artistas venezolanos, cada vez más, vamos a donde están nuestros paisanos a llevarles el pedazo del país que cada uno de nosotros ha sabido transformar en arte según los dones que hemos recibido. Eso que antes hacían solo los consagrados de nuestra tierra frente a las multitudes que los seguían por el mundo, lo hacemos artistas más modestos, en teatros más grandes o pequeños, para llegar a ese creciente número de venezolanos que por las razones conocidas ha tenido que mudarse de destino. Lugares cercanos y cálidos como Panamá, remotos y fríos como Stavanger en Noruega; desde la lluviosa Escocia, hasta la lejana Australia; en Estados Unidos -naturalmente- en esa sucursal caraqueña que es Miami y en la remota Utah; por el resto continente americano podríamos repasar el Himno a las Américas, que en todos los paises hay venezolanos. Quién se podría haber imaginado que viviríamos en el desierto, en Dubái, en Japón o en Moscú; que transitar las calles de Madrid y encontrar paisanos en sus aceras, en las tiendas o en los taxis sería algo común. Hay una verdadera diáspora: esparcidos andamos por el mundo como si la misteriosa lotería de la maldad nos hubiese separado a propósito, para sumar a nuestra división adentro, nuestra separación fuera.

La nostalgia del exiliado la percibimos los artistas con mayor claridad: como nuestros paisanos nos conocen por la calle y nos paran, llevamos una azarosa estadística de ausencias y dolores, de dificultades, apuros y llantos. También de éxitos fundados en el talento, en el ingenio, en el saber y en el esfuerzo. De todo hay en inmenso exilio venezolano: desde el que reproduce mañas y ancestrales vicios, hasta el que se afana de una manera que jamás imaginó en casa, con una fuerza interior que nunca creyó tener. Estos, para alegría de nuestro gentilicio, constituyen la inmensa mayoría. El venezolano del exilio es honesto, trabajador, estudioso, prudente, ahorrativo y -sobre todo- portador de esa sabia humildad que quien se aleja de su patria conoce bien, tragando grueso a veces, dejando pasar inhóspitos comentarios otras tantas y haciendo de fontanero con su título de ingeniero “cum laude”, debidamente apostillado, guardado en el armario de su casa.

El mundo se ha ido llenado de venezolanos de éxito. No solo porque muchos han triunfado en honestos negocios construidos con sacrificio, con suerte o con ambas, sino también por el éxito cotidiano, con el que más frecuentemente -para mi agrado- trabo contacto: el de sacar adelante una familia, el de ayudar de mil maneras desde la distancia, haciendo algo por los que se quedaron y la pasan mal. Me refiero al éxito de la bondad que hallo en los corazones de la gente de mi tierra y me conmueven cuando abrazo a un muchacho helado que hace “delivery” en una bicicleta bajo la nieve de Madrid y me pide una foto que me enaltece por posar al lado de su coraje.

Vuelvo a casa cargado con las alegrías y los dolores de mi gente, con su generosidad y su bondad infinita, sus sueños de vuelta y su esperanza inexpropiable. Una chica del sistema toca el violín y sale corriendo a otro trabajo luego de acompañar al joven cantante que nos abre la presentación, venezolano también. Un humorista que se fue a  Tenerife me dice que sería un honor presentarme y se luce, otro en Espinho hace magia en el escenario y también para vivir. Un paisano que comenzó de camarero tiene su propio restaurante en Bizkaia, siendo dueño sigue de mesonero porque él aprendió a servir. Empanadas en Madeira, arepas en Madrid, cachapas en Bilbao, nuestra cocina toma el mundo y aunque los de allá los llamen «palitos rellenos de queso», nuestros tequeños son inconfundibles. Da gusto ver a los gringos que salen de ver Piaf hacer comentarios en inglés sobre lo maravillosa que es Mariaca en inglés; en Viena un médico que da conferencias por el mundo para salvar corazones; en Deusto el padre Mikel de Viana da cursos a los que quisiera asistir en Caracas; Ramírez triunfa en Hollywood, en todas partes la gente del petróleo hace proezas y estudiantes nuestros brillando en las universidades del mundo. La lista es larga y el espacio breve. Mientras unos insisten en hundirnos, el alma venezolana, dentro y fuera insiste en salir a flote, en mostrar que somos de una madera insumergible, madera fina.

Sé que esto tambien pasará y que esa diáspora volverá para ayudar a la reconstrucción. En este duro momento, por esas inexplicables circunstancias del azar vino a la memoria el poema que Borges escribe “para a una versión del I King”:

“El porvenir es tan irrevocable

como el rígido ayer. No hay una cosa

que no sea una letra silenciosa

de la eterna escritura indescifrable

cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja

de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida

es la senda futura y recorrida.

Nada nos dice adiós. Nada nos deja.

No te rindas. La ergástula es oscura,

la firme trama es de incesante hierro,

pero en algún recodo de tu encierro

puede haber un descuido, una hendidura.

El camino es fatal como la flecha

pero en las grietas está Dios, que acecha”.

 @laureanomar

 

Fedeagro: Si no hay rentabilidad, en 2017 toda la arepa será importada

Fedeagro

El presidente de Fedeagro, Antonio Pestana, exigió al gobierno nacional establecer un nuevo precio justo para la caña de azúcar, maíz y café. En este sentido, afirmó que a pesar de que el Consejo de Economía Productiva se reunió a principios de año, y se tocó el tema de incrementar el costo de estos rubros, hasta la fecha, el Estado no se ha manifestado al respecto.

“Lamentablemente, 11 meses después estamos viviendo el calvario de haber culminado una cosecha de hace dos meses y todavía no tenemos en gaceta un precio, porque el que está establecido es menos de 50 % del puro costo de producción (…) entre esos rubros que no tienen precios están: la caña de azúcar, maíz blanco y amarillo, y café”, detalló.

Durante un contacto al programa Por Donde Vamos de Unión Radio, el representante de Fedeagro reiteró que el costo de producción que solicitan para el maíz es de Bs. 200, por lo que aspira un precio justo de Bs. 243, es decir 22 % de rentabilidad, y esto representa un costo para la venta al público de la harina precocida de Bs. 770 bolívares.

“Nosotros estamos hablando de más de 500 % de diferencia del precio en el costo de la harina precocida importada (…) si no tenemos rentabilidad este año, en 2017 la arepa será totalmente importada; y en cuanto a la caña de azúcar, en este momento solicitamos que se establezca en Bs. 1530 por kilo de azúcar, que es infinitamente superior a los Bs. 5900 que están en los mercados de Caracas (…) estamos hablando de más de 250 % de diferencia del valor adicional de lo importado a lo nacional”.

Ago 17, 2015 | Actualizado hace 9 años
WSJ: Las arepas también se comen con inflación

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Cada mes, cuando viaja a natal Venezuela, Miguel Octavio visita el mismo restaurante para comer una típica comida nacional, las arepas, las tortas de harina de maíz que tanto disfrutaba de niño. El precio, sin embargo, nunca es el mismo.

A lo largo de nueve meses, este analista financiero y bloguero radicado en Miami ha registrado un aumento de cuatro veces de lo que denomina “Índice de la Arepa Hiperinflada”, un indicador que él mismo creó para rastrear el incesante aumento de los precios al consumidor en esta maltrecha economía.

El gobierno del presidente Nicolás Maduro dejó de publicar los datos mensuales del índice de precios al consumidor en diciembre, cuando acumuló un aumento de 68% anual, la inflación más alta del mundo. En momentos en que la economía se deteriora y de cara a unas elecciones legislativas, en diciembre, que se vislumbran complicadas para el partido de gobierno, el banco central no ha publicado información sobre la inflación, la balanza de pagos o el Producto Interno Bruto en lo que va del año.

Esto ha llevado a economistas y analistas como Octavio a recopilar sus propios indicadores. Sus cálculos emplean todo tipo de variables, desde evidencia anecdótica hasta la recaudación tributaria del gobierno y los préstamos del sector bancario. “Es una manera de llenar la brecha [informativa]”, dijo Octavio. “Y, por supuesto, me consume la vida, porque tengo que actualizar el blog todo el tiempo para mantener el ritmo”.

La búsqueda de datos confiables se produce en momentos que algunos países de América Latina enfrentan una alta inflación, un problema superado en gran parte del mundo. Algunas economías desarrolladas, como España, luchan contra la deflación. Mientras se espera que la Reserva Federal de Estados Unidos aumente pronto las tasas de interés, las monedas regionales —que atraen a los inversionistas cuando las tasas de interés en EE.UU. son bajas— se han debilitado, presionando el alza de los precios.

“América Latina ha tenido más problemas con la inflación que cualquier otra región en el mundo”, dijo Claudio Loser, ex director del Fondo Monetario Internacional.

Barclays estima que este año América Latina triplicará el promedio de inflación de los mercados emergentes. A principios de mes, Brasil informó que su inflación anualizada alcanzó 9,6% en julio, el máximo en 12 años. Esto se dio a conocer días después de que el banco central, en un intento por controlar la inflación mediante el fomento del ahorro y menos gasto, elevara las tasas de interés por decimosexta vez en dos años. La inflación de su vecina Uruguay (8,5%) está también por encima de la meta de 3% a 7%.

A mediados de los 80, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos luchaba contra enormes cargas de deuda y un gasto fiscal fuera de control, problemas que muchos países abordaron a través de dolorosas medidas de austeridad.

Los fantasmas del pasado han resurgido de manera más prominente en Argentina y Venezuela. Este año, los gobiernos de ambos países enfrentarán una inflación superior al 30% y 200%, respectivamente, según estimaciones.
“Ha habido una falta de respeto y comprensión de las implicaciones de la impresión de efectivo y la creación excesiva de dinero en la economía”, dijo Loser, que creció en Argentina.

En los siete años transcurridos desde que se eliminaron tres ceros de la moneda anterior y se lanzó la actual moneda venezolana, las autoridades aumentaron la oferta de bolívares 18 veces. Debido a las rígidas regulaciones cambiarias, la mayoría de los venezolanos no tiene acceso a dólares, que de otra forma podrían servir como un escudo frente a la inflación.

Sin duda, ninguno de esos países está cerca de los episodios de inflación extrema que asolaron a América del Sur en el pasado, como el 20.000% que sacudió a Bolivia en 1985. Sin embargo, la falta de transparencia de los datos oficiales de Argentina y Venezuela “es el recurso de última instancia para tratar de construir una realidad alternativa”, dijo Loser.

Enfrentada a una crisis económica y con los precios de su producto de exportación clave, el petróleo, en picada, Venezuela está atrasada en el pago de miles de millones de dólares que adeuda por sus importaciones, que incluyen desde alimentos hasta autopartes.

Hace poco, los mercados estimaban en 98% la probabilidad de que Venezuela entrara en cesación de pagos de su deuda soberana en los próximos cinco años, según Barclays. Los inversionistas cobran a ese país una de las tasas más altas del mundo. El bono venezolano de referencia en dólares con vencimiento en 2027 produjo recientemente un rendimiento de 26,2%.

Para los venezolanos, esto significa un duro apretón de cinturón. En 12 meses, el bolívar ha perdido 90% de su valor en el mercado negro, donde un dólar se vende por 100 veces más bolívares que los que recibiría a la tasa oficial de 6,3 por dólar. A la tasa no oficial, el salario mínimo es de unos US$10 al mes.

“La gente literalmente se está deshaciendo del dinero más rápido de lo que el gobierno puede imprimirlo”, dijo Francisco Rodríguez, economista de Bank of America.

Lee el artículo completo en The Wall Street Journal.