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Antonio José Monagas

Elecciones universitarias: ¿despiertan o entumecen?
En la proximidad de las elecciones universitarias, de gobierno y cogobierno, se vislumbran torcidas intenciones para eludir conflictos

 

@ajmonagas

El país presencia, amenazado y temeroso, el acontecimiento político-electoral que depara el abrumador tránsito del 2024. Este tipo de evento, que igual lo vive la política de gobierno toda vez que se fijó el mes de julio como momento para llevarse a cabo elecciones presidenciales, lo están atravesando algunas universidades. Especialmente aquellas que secundaron el ejemplo de la Universidad Central de Venezuela en junio de 2023, cuando luego de catorce años de atascamiento electoral procedió a realizar dicho proceso. Un problema que había conducido a la inmovilización de su dinámica administrativa universitaria.

Quizás, procediendo a destrabar la universidad autónoma mediante el proceso político-electoral que dictamina la Ley de Universidades, algunas de ellas deberán renovar sus cuadros académico-dirigenciales. Por consiguiente, podrán restituirse libertades y derechos atascados en el tiempo. Así, la universidad venezolana podrá continuar el cometido que la Ley de Universidades le delega cuando dictamina la obligación de “… realizar una función rectora en la educación, la cultura y la ciencia …”. La valiosa y necesaria misión la obliga a que la enseñanza universitaria se infunda a partir de “… un definido espíritu de democracia, justicia social y de solidaridad humana…”.

Afianzar la autonomía universitaria

Esta introducción busca reivindicar el carácter autonómico de las históricas universidades venezolanas, toda vez que, en la proximidad de sus elecciones de gobierno y cogobierno, se vislumbran torcidas intenciones para eludir conflictos. Porque, tal como se lee en El Quijote de Cervantes, “en todas partes se cuecen habas”.

El hecho es que se ha desfigurado el esfuerzo y anhelo de toda comunidad universitaria de respetar lo que prescribe la Constitución Nacional cuando exalta el hecho académico, laboral y organizacional de dedicarse a la búsqueda del conocimiento mediante la investigación, la docencia y la extensión en cuanto a su corresponsabilidad con la vida del país.

Narrativas que salpican

Sin embargo, alrededor de tan pertinentes objetivos, ruedan presunciones que desdicen de la teoría política. Es cuando se lanzan “análisis políticos”, desasistidos del rigor de la ciencia política. A este respecto, es prioritario entender que un “análisis político” es un estudio basado en el comportamiento de las variables más inmediatas o que mayormente provocan un problema o proceso observado. De esa forma, se llega a inferir el cómo y el por qué ocurren. Y para lo cual se necesitan instrumentos de medición que permiten prever el impacto de las variables en el curso de los hechos bajo revisión.

De manera que un “análisis político” se halla sujeto a variables que responden por el problema analizado. Específicamente, por su estructuración, por el impacto que las variables debidamente categorizadas, incitan y por las acciones emprendidas.

Por tanto, no cabe calificar de “análisis político”, a una presunción realizada al calor de un evento acalorado, impetuoso o exaltado por causas político-electorales que adquieren movilidad en cualquier ámbito de la vida.

Opiniones distorsionantes

En torno a las aludidas situaciones, se advierten opiniones que no atinan a enfocar las variables que sustentan ciertas conductas políticas. Y que, por la confusión propia de un análisis impropio, desfiguran razones. Ello ocurre a desdén de esclarecer situaciones políticas enmarañadas por el alto número de variables intervinientes. Además, sin ser debidamente identificadas. Por tanto, convierten dichas opiniones en una “mazamorra” mal preparada por la falta de los exactos ingredientes y de una correcta preparación.

De esos “análisis”, se infieren ciertas observaciones. En principio, es pertinente señalar que entre una elección universitaria y la elección presidencial no caben comparaciones exactas. Aun cuando ambas sean procesos político-electorales, que buscan seleccionar entre candidatos y propuestas políticas, hay razones que no permiten el correspondiente cotejo.

Por cuanto:

  1. El tamaño poblacional o universo de votantes, no es variable propiamente comparable.
  2. Igual problema ocurre con el marketing político de uno y otro proceso.
  3. Asimismo, sucede respecto de los mecanismos de escrutinio.
  4. Las movilizaciones de operadores políticos difieren en cuanto a los objetivos trazados a instancia de los intereses declarados.
  5. Los lapsos operativos de fases logísticas no tienen punto de comparación. 6). El proselitismo como canal para cautivar votos es en cada caso diferente respecto del modo de ser ejercido.

Primeras inferencias

A decir por lo que exponen los “análisis” publicados, vale disentir de lo expuesto pues acontece todo lo contrario. O sea, los problemas que confronta la universidad autónoma venezolana no constituyen variable alguna que tenga injerencia directa como componente de un “análisis político”. O que funja de elemento de juicio capaz de estructurar un “análisis político” tal como lo exhorta la teoría política.

Los problemas que enfrenta la universidad autónoma, entre las cinco que existen en Venezuela, justifican todo cambio o transformación. Debe saberse distinguir entre un revés que valga como justificación, y una variable sensible de un “análisis político” que descifre el embrollo de una situación en estudio.

La misma ofuscación se advierte cuando tales análisis hablan de insuficiencias económicas y desigualdades sociales como razones que se prestan para negar realidades impulsadas por el clamor colectivo. Además, equivocadamente, son consideradas como variables de un “análisis político”. En consecuencia, es aventurado asegurar que cualquier intento comicial en paralelo con la elección presidencial nacional está destinado a no darse en 2024.

Otras inferencias

Cualquier razón que pueda argumentarse en la misma dirección es una mera especulación montada que acude a alegatos unidimensionales estructurados en un solo recurso operativo y un único criterio de eficacia. Lejos de lo que exige el cálculo de la realidad. Asunto este sujeto a la casi imposible definición de la incertidumbre.

Sin duda, es de la mayor importancia la necesidad de desentrañar la naturaleza de divergencias que la rutina, en complicidad con el inmediatismo y la improvisación, ha ocasionado en la Universidad como punto de descomposición y conflicto. Más aun, cuando se ha demostrado que esta disfuncionalidad ha venido arraigándose en la brecha que se depara entre las realidades y el gobierno de instituciones importantes para el desarrollo de la nación, como en efecto son las universidades públicas.

Y es que dichas divergencias, más allá de las ideologías culpables de actitudes equivocadas en dirigentes que apoyan los distintos proyectos políticos de gobierno, generan una pesada ineficacia en la acción y un grueso déficit de credibilidad de la sociedad en sus dirigentes. Y que, en última instancia, se torna en grave amenaza al sistema de valores y a los compromisos que enfocan el futuro. Es ahí cuando vale preguntarse si acaso las elecciones despiertan o entumecen.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
 
 
Colapso eléctrico y teoría de juegos
Evitar o minimizar el colapso eléctrico podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos

 

@ajmonagas

La teoría de juegos se ha convertido en una valiosa herramienta de la planificación política, por cuanto ayuda a comprender el rango de posibilidades que permite actuar con cierta certidumbre en la toma decisiones.

Considerados los conflictos sobre los cuales se diseñan los escenarios pertinentes a la situación en estudio, se establecen las estrategias tanto como el comportamiento de los individuos partícipes en los problemas bajo análisis. 

Las implicaciones de la teoría de juegos parten del concepto de “juego”. Al respecto, debe entenderse como un conflicto conducido por intereses en pugna. Así, la solución al conflicto la determina la conjunción de decisiones tomadas por los participantes o actores comprometidos en la situación.

En medio del juego político, la beligerancia característica del conflicto entre actores con intereses contrapuestos deriva en una severa complicación. En el escarceo político luce difícil llegar a una respuesta que sea la conjunción de propuestas diferentes tanto en lo formal como estructural. Sin embargo, la planificación política apuesta esperanzadoramente a dar con el escenario que mejor estructure estrategias capaces de sumar decisiones para resolver el conflicto en consideración.

Electricidad intermitente

Este exordio vale para explicar la persistencia de las continuas fallas del servicio de electricidad en Venezuela. Sus consecuencias están reduciendo al país a un chiquero de incompetencias. A sabiendas de que las mismas están arrastrándolo al peor estado de improductividad y carestías, dada las contingencias que suscita el subdesarrollo que, sin otra razón distinta del deplorable gobierno actual, sobrelleva Venezuela.

Pareciera que el régimen no cuenta con profesionales que entiendan el problema. Evitar o minimizar el problema de un servicio eléctrico deficitario podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos. Pero lejos de considerarlo, la improvisación se impone ante cualquier solución que pudiera resolverlo. Que, sin duda, tiene entre sus motivos la carencia de repuestos, la obsolescencia de partes y equipos y la precariedad profesional que atiende la distribución y generación del respectivo servicio.

El régimen concibe este problema equivocadamente. Lo cataloga con la simplicidad que le permite la miopía de politiqueros de oficio encargados de “diligenciar la funcionalidad del servicio”. Por tanto, lo califica como un problema de naturaleza política. Por tan absurda razón se tiene la situación del errado manejo en la producción de tan importante elemento para la vida fecunda de Venezuela. La situación no admite el desconocimiento que su importancia reclama. Es por eso que el régimen no lo asume como de utilidad nacional, sino como recurso de control político.

La cuestión que se plantea al intervenir una negociación política con el auxilio de la teoría de juegos, es que la misma exige la racionalidad cabal de un mecanismo de alta precisión. Y este tipo de exigencias no están en las cuentas de un politiquero que busca inmediatismo como procedimiento habitual en cualquier desarreglo. Sobre todo, porque el ejercicio de la política se pasea por situaciones engañosas o con segundas o terceras intenciones.

El colapso eléctrico como control social

El problema de la penosa generación y distribución de electricidad que malpone a Venezuela ante el mundo geopolítico, si bien emergió por la desmedida e impúdica corrupción cometida por los responsables de instituciones estatales relacionadas con la electricidad, finalmente se convirtió en oportunidad excepcional para que el régimen sometiera a la población nacional.

Esta situación fue aprovechada por el régimen bolivariano cuando vio en la crisis eléctrica nacional la oportunidad de ejercer el control social al censurar ideas y actividades, en perjuicio del bienestar ciudadano. Así mantiene a la población distraída enfrascada practicando el síndrome de “quita y pon la luz”. Y con el oportuno agregado de sanciones y bloqueos aplicados por gobiernos foráneos, se vale de cualesquiera excusas para dilatar la incidencia del problema.

El problema no es nuevo, está notándose desde hace 18 años. Solo que ahora es reiterativo. Ocasiona hasta cuatro cortes de electricidad diarios (de 9 a 12 horas por día) causando graves restricciones de toda índole. Comercios restringidos. Centros de salud impedidos de atender sus pacientes. O de atender labores médicas de prevención y recuperación de enfermedades. Equipos eléctricos dañados, y horarios de trabajo alterados. Escasa productividad en empresas, organizaciones u oficinas.

En fin, todo esto ha conducido a que el régimen (contrario a lo que normalmente pudiera provocar), salga favorecido al actuar según su conveniencia. Victimizarse es un pretexto entre los preferidos de gobernar de espaldas a la responsabilidad política, social, administrativa y económica. No hay duda de que el régimen no tiene la capacidad necesaria para actuar de cara a las trabas que ocasionan los problemas en la generación y distribución del servicio eléctrico. Por esa razón, actúa premeditadamente buscando beneficiarse de mecanismos de control (y represión) incumpliendo el deber de respetar derechos y libertades que la Constitución consagra.

Sin la teoría de juegos, arrecia la crisis

El país se ha visto desgraciadamente subordinado al poder que los inconclusos manejos de recursos estratégicos, como es la electricidad, incitan. Siempre afanado por seguir aferrado al poder político, haciendo una gestión gubernamental en la clandestinidad de realidades transgresoras de la ley, dado lo irregular de sus operaciones. Sin la menor proximidad y preocupación por atender problemas incursionando en recursos cognitivos expeditos. Por eso enreda todo, sobre todo al operar en simultáneo cualquier proceso que pueda administrar. Lo hace con toda la intriga posible, mediante la cual manipula el control social en un flagrante abuso de poder.

Por eso, el régimen al prescindir de la teoría de juegos o de otro procedimiento capaz de coadyuvar a resolver situaciones conflictivas, incurre en agravar las crisis que su propia ignorancia ha estimulado. Esta carencia lo ha animado a improvisar cuanta recuperación presuma superar. Aunque de procurarla lo hace con ventaja a sus intereses, causando situaciones incómodas de las cuales no busca salir del fondo de las mismas.

Situaciones todas embrolladas. Pero no para el régimen, que siempre busca la mejor cuota de ganancia, sino para la ciudadanía. Razón esta por la cual disimula su perfidia bajo la urdida mampara que prepara cada vez que adelanta con toda perversidad: el juego político en complicidad simultánea.

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El pleito de la lealtad y la traición
En esta mala hora política la lealtad se concibe en términos de la sumisión y adulancia

 

@ajmonagas

Tanto se ha hablado de lealtad, que la historia política y militar está repleta de referencias que exaltan o denigran su significado. Aunque también lo está abarrotada de reseñas que revelan episodios que dan cuenta de hechos que refutan el sentido de la lealtad.

Podría decirse que la vida ocurre entre posturas de lealtad y traición, particularmente en el fragor de la política. Más, cuando la praxis política se anega de circunstancias dominadas por intereses que determinan las condiciones tipificadas por la lealtad y la traición.

La lealtad en la política

El ejercicio de la política es casi un perfecto campo de batalla a causa de los embates que se establecen entre quienes dicen ser leales y quienes, sin acusarse de traidores, esconden una hoja de vida política con contenidos y descripciones de haber sido seducidos por prácticas de traición.

Quizás sea temerario asentir que la lealtad dejó vacante el lugar que su significado como valor había alcanzado. En el ejercicio de la política se ha procedido a proclamar la lealtad como si en verdad fuera razón suficiente para demostrarla.

Sin embargo, cabe acá el aforismo que reza: “cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas a remojar”. En política, esto hace ver el alcance de cualquier problema, dada la posibilidad de afectar a alguien cercano, intruso o compinche.

Son estas situaciones donde la lealtad y la traición acusan algún hecho que revele insana rivalidad entre individuos. Mirando este problema desde una perspectiva burda, algún poeta, con nostalgia de politiquero de oficio, podría haber manifestado que “la lealtad es la lumbre que enciende la traición”.

Desavenencias impropias

El autor de El principito, el escritor y aviador francés, Antoine de Saint-Exupéry, pone en palabras del personaje esta cierta reflexión: “La lealtad no se jura, se demuestra”. Justo es el problema que lleva a entender cómo en política el ejercicio de la lealtad tiende a desenfocar sus objetivos. Especialmente cuando la realidad, en la que la lealtad suscribe sus propósitos, comienza a descomponerse en virtud de los intereses que juegan a su alrededor.

Así sucede por cuanto la política está arreglada de tal forma que este valor se concibe en términos de la sumisión y adulancia. Allí el trato al superior se ve influenciado por la anomalía de valores a la cual se halla sometida la incultura de quienes viven de la coyuntura política. O se aprovechan de ella para satisfacer sus intereses o saciar sus necesidades.

El pleito de la lealtad y la traición

Es ahí cuando la lealtad pierde su carácter como recurso de la confianza. Así como del sentido de correspondencia que establece la relación entre la sinceridad y el compromiso mutuo. Justo ese momento constituye la oportunidad de la cual se vale la traición para asomar sus garras y enterrarlas en la humanidad del otro. O de cara a la situación en la que se ha expuesto la divergencia entre condiciones y resultados.

En consecuencia, la lealtad en política, simple y desgraciadamente, se reduce a contrastar, bajo la premisa de ensayo y error, el grado de ventaja que ofrece en comparación con el perjurio que esconde la traición. Es decir, la lealtad en política es una cuestión de medir el tamaño de ventajas posibles.

En tiempos de dictadura tiránica, importa mucho diferenciar las posiciones de quienes juegan a la hipocresía y de quienes se han apostado en espacios preparados para extraer de la situación la mejor tajada, sin medir los efectos de rebote.

Hay que desentrañar las intenciones del enemigo en relación con las posibilidades calculadas, para evadir su visceral ataque. Sobre todo, cuando se hace acompañar por la canturreada y ridícula adulación de “leales siempre, traidores nunca”.

Sin duda, las realidades suelen mostrarse confusas. En el alboroto armado, tanto la lealtad como la traición adquieren un mal ganado furor, disfrazado de estratégico juego político, el cual sirve para justificar en lo que resulta el pleito de la lealtad y la traición.

Los traidores

Los traidores

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Antonio José Monagas Feb 10, 2024 | Actualizado hace 1 mes
Gobernar no es agredir
Las consideraciones emanadas de las instancias judiciales internacionales dejan al descubierto la descompensada compostura ideológica y fáctica del régimen

 

@ajmonagas

Debajo de las realidades que por estos tiempos se viven, se esconde un serio problema. Un problema que muchos desprecian al suponerlo insustancial. No solo por quienes tienen algún protagonismo en la conducción de organizaciones e instituciones, sino también por el resto de la sociedad.

El problema que seguidamente será abordado es una gruesa y pesada contradicción que pone de cabeza al mundo: el falso, precario o indebido manejo cognitivo, recursivo e instrumental del ejercicio de la política.

Para muchos, la política no es más que el modo de salvaguardar y favorecer apetencias, gustos, necedades, arrebatos, intereses o proyectos de coyuntura. Incluso estructurales, elaborados con base en meras narrativas, excusas o discursos infundados. También, irracionalidades argumentadas en situaciones estremecidas por conmociones y avaricias personales.

Pareciera no haber nadie que no presuma de la apariencia que le concede el hecho de “dominar” la situación que envuelve al ejercicio de la política. O supuestamente, “conociéndola” por algún lado o de alguna parte.

Entre falseadas presunciones

No hay quien falte al hecho de pretender ser una persona versada en materia política. La calle lo revela. Sobre todo, quienes fungen como candidatos a cargos de elección popular. Bien sea en espacios gremiales, sindicales, empresariales, educacionales o institucionales. Y hasta en ambientes eleccionarios de juntas de condominio y organizaciones vecinales y administrativas de todo tenor.

Aunque peor sucede en quienes son investidos de alguna autoridad luego de transitar procesos eleccionarios. O simplemente, el ascenso desmesurado, por influencia o imposición mediante el nombramiento de gerentes, directores, presidentes, coordinadores, gobernantes. Y en general, jefes o patrones.

El nombramiento o arribo al cargo o puesto pretendido, es razón suficiente para inducir en esa persona a presumir de sabérselas todas por creerse superior ante todos y en todo.

Al cierre

Lo que esta disertación busca poner de bulto es el problema político que recubre el ejercicio de gobierno en cuanta instancia inimaginable de poder. Este problema revienta por cualquier lado y sin mayor tiempo de espera.

A la improvisación suelen disfrazarla de política de gestión gubernamental, pues así resulta algo sencillo suplir el ordenamiento de la sociedad en concordancia a lo que establecen las pregonadas pautas normativas constitucionales. Especialmente cuando invocan alegremente, como si fuera una copla: “Todo dentro de la Constitución, nada fuera de la Constitución”.

Igual sucede para imponer cuantos desaforos convienen a los intereses políticos del régimen opresor. Quizás, realizado a manera de ensayo. Posiblemente, es el modo que le rinde mayor ventaja al régimen toda vez que juega con las medidas tomadas a instancia del espacio político arriesgado. Siempre mal calculado por el espurio tribunal “supremo”.

Nuevas inferencias

Ante lo que acontece, no cabe duda de que el régimen está siendo bombardeado por la presión de gobiernos extranjeros, organismos internacionales y reconocidas personalidades de talante democrático. Situación esta favorecida por el acorralamiento padece el régimen por causa no solo de los errores cometidos, sino también por las acusaciones que recaen sobre sus gobernantes.

Las consideraciones emanadas de las instancias judiciales internacionales, dejan al descubierto la descompensada compostura ideológica y fáctica del régimen. En consecuencia, esta situación lleva a dudar de la condición de “gobierno” del actual régimen político en su exacto sentido.

Así deja verse por qué el régimen ha retrocedido por causa de maliciosas y perversas prácticas asumidas con el único fin de mostrar sus recursos de gobierno cuales son: egoísmo, negocios turbios, resentimiento, revanchismo, obstinación odio y alevosía. Aunque igualmente, actúa apostando a ganar el tiempo necesario para mantenerse en el poder.

La embarazosa maniobra tiene asustados a gobernantes, gobierneros y aduladores. O sea, como dice la jerga popular: “está acabándose el pan de piquito”. Más, al reconocer que gobernar no es agredir.

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Elecciones universitarias: carencias y contingencias
Es el cambio lo que dinamiza la vida y sacude la lógica de los procesos. De ahí la importancia del cambio al cual debe someterse la Universidad

 

@ajmonagas

Los cambios constituyen la única fuerza capaz de renovar toda condición que pueda preciarse de “institucional”. Pues estacionarse en el tiempo implica anquilosarse para luego desfigurarse. El escritor inglés Gilbert K. Chesterton, apuntaba que “es improcedente hablar de reforma sin hacer referencia a la forma”.

Dado que la misión de la Universidad es vislumbrar el horizonte a fin de responder a las necesidades de la sociedad, su funcionamiento no debe eludir los cambios que engrandecen su significación. Y la academia se renueva con las elecciones universitarias.

Es el cambio lo que dinamiza la vida y sacude la lógica de los procesos. De ahí la importancia del cambio al cual debe someterse la Universidad. Y ese cambio pasa por remozar sus autoridades toda vez que el mismo posibilita mudar de aires, razones y concepciones.

Pero internarse en este proceso no es fácil. Las realidades a las que hay que desafiar son de toda índole, como la indolencia, la indiferencia, la incompetencia, la negligencia y la ignorancia. Por extraño que parezca, se padecen desde el interior del campus universitario.

Complicaciones a todas luces

Los problemas que entraña la complicada situación responden a distintas causalidades, rebasadas por la dinámica política que envuelve a la universidad. Muchas de ellas, relacionadas con el concepto de autonomía universitaria. Otras, con continuas intimidaciones gubernamentales, toda vez que se vuelven cada vez más insidiosas.

Asimismo, causalidades vinculadas al retardo jurídico de liberación de medidas coercitivas sancionadas por el Tribunal Supremo de Justicia en 2011. Las mismas impidieron las elecciones universitarias, afectando el desenvolvimiento institucional en términos de los lapsos electorales, establecidos en la Ley de Universidades.

Las universidades autónomas venezolanas sobrepasaron cualquier período imaginado sin que hicieran valer sus libertades y derechos a darse su propio gobierno. Este problema atascó importantes procesos de deliberación y decisión de medidas adoptadas internamente en virtud de la capacidad de gobierno que la correspondiente normativa otorga a la universidad. Igualmente, dicho rezago jurídico obstruyó procesos de recuperación y arreglo propios de la movilidad docente, de investigación, administración y de gerencia.

Elecciones universitarias, más problemas a la vista

Otro de los problemas que perturbaron el desenvolvimiento institucional-académico de la Universidad, sobre la potestad que la autonomía universitaria para su propio desarrollo, está contenido en la medida sancionada por el TSJ al determinar, según juicio político adoptado unilateralmente, la imposición de un nuevo “claustro”. El mismo, es incrementado al sumarse personal no-académico, aunque miembros de la comunidad universitaria.

Su participación tiene enteramente motivación política, propio del momento. Y si bien visibiliza el carácter político de la Universidad, es proclive a enrarecer el proceso eleccionario. Esto es así porque los intereses expuestos con el concurso de nuevos votantes podrían desfigurar la esencia académica al poner de relieve exaltaciones político-partidistas por encima de incentivos académicos.

Cabe aclarar que, aunque la variable política siempre ha estado en los procesos comiciales vividos por la Universidad, su intervención en otros tiempos nunca fue precedida por medida judicial alguna. Tampoco ordenada por órganos de poder ajenos al discurrir autonómico universitario. Pero de ahí a pretender alterarse el equilibrio que sustenta el valor-objetivo del proceso electoral en su exacta comprensión y debida praxis, el propósito inherente al acto político-institucional se vería transgredido afectando la justicia que estructura su esencia. 

La Ley de Universidades y el espíritu universitario

Es ahí cuando los problemas de la universidad se avivan por criterios contrarios al espíritu universitario, es entonces cuando los cambios comprometen el accionar de una institución universitaria. Y a la propia letra de la Ley de Universidades, cuyos preceptos fundamentales la hacen responsable de colaborar con la superación del rezago científico, humanístico, artístico y tecnológico de la nación.

Por otra parte, vale referir el influjo de operadores políticos que responden a lineamientos de poder político, desestabilizando por consiguiente el proceso eleccionario universitario. En esa ocasión, dicho proceso se vuelve distinto de su naturaleza canalizadora y motivadora de cambios. Sus facultades en la organización y dirección del proceso eleccionario tienden a entrabarse.

Las elecciones, así pretendidas, se tornan en escenarios de abultados conflictos. A esa situación se suman las carencias propias de presupuestos ajustados a las necesidades del compromiso electoral. Quizás, de un presupuesto precario que, por insuficiente, se vuelve “indigente”.

Conclusiones de primer momento

Dicha situación es consecuencia de las intensas y bruscas contingencias que padece la Universidad actualmente. Muchas veces, incitadas por la impertinencia de miembros de la comunidad universitaria estimulados por juicios político-partidistas.

Cabría agregar que todo acto político-electoral es terreno de narrativas contradictorias pronunciadas como valores de ética, libertad, derechos y garantías. Desde la perspectiva de los problemas que se suscitan al interior de una elección universitaria, el problema no es diferente.

Particularmente, así sucede en medio del fragor de los conflictos que caracterizan la tormentosa vida de instituciones sometidas al arbitrio del poder. Al observar la naturaleza del problema que envuelve al proceso electoral universitario, debemos analizar las carencias y contingencias de las elecciones universitarias.

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Antonio José Monagas Ene 14, 2024 | Actualizado hace 1 mes
Crisis de gobierno
El derrumbe de ideologías socializantes, la impotencia actual de la democracia frente a dificultades estructurales y coyunturales, entre otras causas, han generado las crisis de gobierno

 

@ajmonagas

El ejercicio de gobierno que viene ocupando el discurrir político de numerosos países, indistintamente de la ideología que sus proyectos de gobierno suscriban, se ha enrevesado. Por tanto, ha enrarecido circunstancias y, en consecuencia, ha intricado y opacado realidades.

Así que las situaciones que tan singular problema fomenta explican la razón de la precaria gobernabilidad desatada. Esto ha generado conflictos de cualquier proporción en todo el ámbito en el cual la gobernanza compromete la concertación ordenada entre sistemas y organizaciones por la cual se sistematizan los procesos de gobierno que incumben a las sociedades en general. 

Tras la solución

La búsqueda de condiciones que propicien una mejor calidad de vida sigue siendo un problema cuya solución no se asoma. Las crisis de ideologías políticas y económicas han devenido en procesos de análisis confusos. Lejos de dar con las variables que asegurarían sociedades más productivas, libres y prósperas, el mundo político-económico pareciera haberse trabado afectando de esa manera el discurrir de las sociedades. Sus comportamientos han seguido rumbos desviados del norte establecido por lineamientos constructivos en el mejor de los sentidos y aprovechamientos.

Las crisis de los partidos políticos de la izquierda tradicional y de la derecha entramada, el derrumbe de ideologías socializantes, la impotencia actual de la democracia frente a dificultades estructurales y coyunturales, entre otras causas, han arrojado graves problemas. Problemas que parecieran reproducirse. O transformarse en otros cuyas manifestaciones complican aun más posibles arreglos a sus incidencias.

Crisis de Gobierno y complicaciones al garete

El estado de la problematización que perturba ideales, programas y proyectos elaborados, apostando a revertir el desorden que en buena parte tiene descompuesto al mundo social, político y económico actual, no está más allá de lo que cabe en el plano de un análisis profundo de la situación que rige el presente caos. El cual, además, tiende a cambiar la naturaleza de las preguntas desvirtuando y enredando el contexto que las incita.

La terquedad bajo la cual se comportan estas crisis, pareciera provenir de la mezquindad que asumen muchos gobiernos toda vez que sus gobernantes creen sabérselas todas. Cuando ni siquiera son capaces de resolver los suyos propiamente. Además, que el inmediatismo y el paternalismo los avasalla en complicidad con una grosera intervención del Estado. 

O sucede como lo explicaba Dalmiro Antonio Sáenz, escritor y dramaturgo argentino, al referir que “las crisis de los hombres se manifiestan cuando sus mundos se saturan de respuestas y escasean las preguntas”.

Ruta de escape (a la crisis)

Quizás la vía más expedita mediante la cual es posible conocer o dar con respuestas a preguntas fundamentales, es la ciencia política. Específicamente, al reconocer que el problema lo detenta las crisis de gobierno que caracteriza la patética realidad. Ello, por causa de la demagogia que practica el gobernante. Del populismo que ejerce. De la ignorancia que padece. Del personalismo que lo abate. Y del egoísmo y codicia que lo consume.

El cuadro de problemas que enmarca dichas realidades, lo expone la crisis de gobierno que el gobernante no termina de comprender ni atajar. Tampoco, de atender pues sus presunciones de gobernar son anuladas por la desnaturalización que afecta la precaria noción de gobierno que encierra la situación.

Corrección en proceso

Ocurre que muchos gobiernos, siguen “sin advertir”, las crisis de gobierno que acarrean las desatinadas praxis de gobierno que se llevan a cabo. Entre otras causas, cabe señalar:

  1. Burocratización desmedida.
  2. Pesadez de la dinámica funcional.
  3. Ausencia de la autonomía dictaminada por ley.
  4. Exceso de proselitismo.
  5. Omisión de gerencia política y gerencia pública.
  6. Contaminación de objetivos de gobierno.

Son las principales razones que acusa la pronunciada gravedad propia de los problemas que generalmente encubren una crisis de gobierno.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Antonio José Monagas Dic 16, 2023 | Actualizado hace 1 mes
Un mundo de cabeza
La problemática que padece el mundo actual tiene causas intencionadas, manifiestas y dirigidas. La situación de crisis que viven distintas naciones no es fortuita

 

@ajmonagas

¿En qué momento se puso el mundo de cabeza? Es una pregunta que muchos se hacen al advertir los cambios bruscos que conmocionan. Aunque buena parte de los mismos posiblemente provienen de forjar utopías, tan especial atributo no siempre es producto de la inteligencia. Muchas de las desgracias que ocurren y abaten al mundo actualmente derivan del enfermizo delirio de forjar utopías sin responsabilidad alguna por sus consecuencias. 

Este problema terminó fraguando crisis por doquier. Adquieren fuerza en el ámbito de la política, especialmente en el curso de cualquier ejercicio de gobierno, y más aun cometido sin el más mínimo rigor metodológico que incita a la improvisación cuando se asume como criterio político. 

Ir al fondo

Aunque podría argumentarse que la generalidad de los cambios suscitados resulta de decisiones elaboradas y tomadas bajo la presión de enmarañadas o arregladas coyunturas, pero al mismo tiempo inducidas por la improvisación, el desconocimiento o por el abuso infundido por el poder manipulador de la adulancia. Razones estas, siempre infundidas por retorcidas ansiedades de personas que se manejan en el mundo de la política gubernamental con intenciones de convulsionar, confundir y trastornar las realidades donde se desenvuelven. 

Exacto testimonio de lo que estas palabras intentan referir se refleja en las contrariedades y conflictos impulsados por el resentimiento y odio que reviste cada situación característica de estar en medio de un mundo enredado, y por lo tanto detenido en el pretérito. 

La problemática que padece el mundo actual tiene causas intencionadas, manifiestas y dirigidas. La situación de crisis que viven distintas naciones no es fortuita. Podría haber premeditación y alevosía en ello. Podría pensarse que el desorden fuera parte de un plan que busca redireccionar el ejercicio de la política mediante la imposición de criterios supeditados a prácticas conspirativas que buscan someter al mundo a procedimientos bochornosos, a programaciones, operaciones y rutinas que alteren el orden preestablecido por sistemas políticos encausados por ideologías apegadas a intereses insanos y, desde luego, alejados conceptual y metodológicamente de procesos sugeridos por la teoría de la democracia. 

Podría inferirse que debajo de tan obtusas realidades se esconde la presunción de adoptar el caos como sistema. Y esto no es disparatado pensar. De hecho, la organización política y administrativa de distintos países del Tercer Mundo, incluso del Primer Mundo, han dado señales de estar careciendo (adrede o por circunstancias casuísticas) de mecanismos orgánicos y eficaces de administración pública. Es decir, de gobiernos.

Optimistamente, podría pensarse que ello obedece a medidas adoptadas por el influjo de la improvisación que se tiene a consecuencia de manejar situaciones al voleo o atajada al inmediatismo; a medidas elaboradas a instancia de meros intereses trazados por proyectos egoístas, inclusive a innovaciones improcedentes y no sujetas a estudios de las realidades en su más entera complejidad, a desdén de la politología o de la intervención de politólogos duchos en el estudio de formulación y evaluación de políticas, de análisis de prospectiva política y dinámicas del desarrollo. 

Amenaza inminente

El desorden político al cual tiende el mundo actual se debe a la obstinación y ofuscación de gobernantes que solo apuestan a un escueto cambio de imagen de su realidad, sin siquiera apuntar la atención a entender el desbarajuste que concierne a lo interno de los respectivos escenarios. 

Aunque el enfoque de las medidas adoptadas lo concentran en la ejecución de formas de exfoliación de todo lo que califique como riqueza material, pasando por encima de derechos humanos y libertades toda vez que, por vía de amenazas, persecuciones, detenciones, torturas y cuánta práctica violatoria de legalidades y legitimidades sea posible, imponen el terror. De ahí la pertinencia de la pregunta: ¿en qué momento se puso el mundo de cabeza?

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La adulación como recurso de la política
No hay duda que el ejercicio de la política se sirve de la adulación para jugar a la traición simulando lealtad

 

@ajmonagas

El servilismo, antes de exceder los límites que separan la descortesía de la sumisión, se convierte en la bajeza más vergonzosa que apalea la dignidad del ser humano. Y es el contexto en donde se mueve la adulación, toda vez que resultan ser variables del mismo cuño.

La historia política, cultural y social de cualquier sociedad que se precie de manejarse auxiliada con términos de una cultura propia, ha demostrado que la adulación es una vulgaridad que se pone en práctica cuando la intención de agradar se confunde con el intento de comprar el beneficio o el patrocinio ansiado a precio de “gallina flaca”. Incluso, al precio que considera la oferta.

Aunque la adulación y el elogio pudieran contemplar algunas semejanzas, no comportan las mismas características en cuanto al hecho de esgrimirlas como recursos del halago. Sin embargo, la praxis política se enriquece de sus servicios, por ocasionales o perseverantes que los mismos puedan ser.

Perdiciones que marcan realidades

Del elogio gratuito se hacen muchas conjeturas. Por ejemplo, que debilita al individuo en tanto y cuanto actúa como mecanismo para aplaudir el oficio propio de gobernantes que, por proselitismo, buscan seducir al gobernado con bagatelas y baratijas.

Refirió el extinto y reconocido periodista español, Francisco Gonzáles Cerecedo, también conocido como Cuco Cerecedo, que el elogio es “(…) una flor que crece en las ásperas laderas del poder creando una terrible adicción. Comienza a sentirse como un vino que embriaga ligeramente. Pero termina entregando a sus protagonistas a la frenética acción de inyectarse la amapola de la adulación en vena (…)”.

No hay duda que el ejercicio de la política se sirve de la adulación para jugar a la traición simulando lealtad. Es un tanto lo que aludía el filósofo griego Epicteto de Frigia para cuestionar la adulación como recurso político. Refería que “(…) los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándole los ojos”.

O tal como lo deja ver la historia cuando describe cómo muchos gobernantes o activistas de la política buscan engañar, menospreciar o ridiculizar con la adulación. Por eso, cuando un operador político alaba a otro es porque, seguramente, necesitará algo de él.

Seducciones astutas

No debe confiarse en ninguna alabanza pronunciada en el ámbito de la política, pues cuando hay adulación de por medio, hay hipocresía de la cual se vale el personaje de marras para manipular al otro.

No hay duda pues que, en el fondo de tan obscena actitud, el adulador lo que busca es pervertir a quien cae en la trampa de la alabanza gratuita, ya que la misma enmascara un cierto “valor de cambio” y hasta un “valor de uso”, a decir de la economía marxista.

Aunque suena enteramente burdo y vulgar, deberá reconocerse que de la adulación se sirve la política para dar con lo que a sus intereses y necedades conviene. Su peligrosidad se advierte al comprobarse que la alabanza maliciosamente dirigida, o sea la adulación, encierra falsedades proclives a deformar toda creencia que, la mentalidad cándida del adulado, concibe al mundo desde una perspectiva bastante ingenua. Alejada la misma, de las amañadas ficciones que construye el adulador en su “emboscada”. Por eso las realidades tienen a la adulación como recurso de la política.

La Delpiniada

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