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Fedeagro urge al gobierno a reunirse con sectores productivos

CLAPs_ (1)

 

El vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios –Fedeagro-, Aquiles Hopkins, reiteró que los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución –CLAP- no aumentarán los niveles de producción porque es un mecanismo de distribución y en Venezuela lo que existe es un  problema de caída sostenida en los últimos 10 años. “Solo se está produciendo 30% de los alimentos que el país consume”.

“De cada 10 kilos de comida solo tenemos capacidad para producir tres porque estamos mermados, no hay semillas ni agroquímicos, no hay una política de estímulo a la producción en la comercialización, el Estado fija los precios sin respetar las estructuras de costos, pone a los productores a trabajar a pérdida y de esta manera cómo podemos salir adelante”, lamentó en el programa A Tiempo en Unión Radio.

Hopkins resaltó que además la delincuencia hace estragos en el campo a través de las bandas organizadas “a lo que se suman la expropiaciones de fincas que ahora no producen nada”.

Para Hopkins, es lamentable escuchar al presidente Nicolás Maduro diciendo que en los CLAP se han invertido $ 6 mil millones. “Con la cuarta parte de eso, con 1.500 millones, nosotros le damos un vuelco a la producción nacional”.

“Si se habla de que se invirtieron $ 6 mil millones en los CLAP, significa que si eso se hubiese invertido en Venezuela ahorrábamos $30 mil millones en importaciones. Hoy los ingresos totales de la República en un año que andan por el orden de los $30 0 35 mil millones, ese ahorro representaba los ingresos totales de la nación en un año, ¿Qué estamos haciendo”, se pregunta Hopkins.

El representante de Fedeagro resaltó que 80% del parque de maquinaria agrícola del país está en estado de obsolescencia porque tiene más de 10 años de uso y en cualquier país normal esto es una maquinaria que debe sustituirse. “No menos de 30% está estacionado y no hay repuestos con que atenderlos y no hay repuestos en el país”.

Además destacó que en estos momentos no hay semillas de hortalizas en el país. “En los Andes se sembró solo 25% de la tierra disponible; en el Sombrero estado Guárico, que se sembraban 3 mil, hectáreas entre cebollas, pimentón y tomates, sembraron 200 hectáreas, cayó más de 90% porque no ha semillas, agroquímicos y porque lo que ha crecido en Guárico es el hampa”.

Al referirse a la semilla de  maíz,  preciso que actualmente en el país solo hay 250 mil sacos de semillas “eso alcanza para sembrar solo 190 mil hectáreas cuando el gobierno dice que se sembraran 765 mil hectáreas, además no hay maquinaria, tampoco hay un parque de transporte de carga”.

Hopkins advierte que la situación se agudizará porque no hay voluntad de cambio del gobierno. “Se profundizan los errores, ese no es el camino”.

Para concluir, Hopkins lanzó un llamado al presidente Nicolás Maduro y al general Vladimir Padrino López, como jefe de la Gran Misión Alimentación, para que atiendan a los sectores productivos “porque lo que queremos es producir comida hecha en Venezuela para los venezolanos, vamos a reunirnos (…) Estamos dispuestos a trabajar con sector público y privado de la mano pero tenemos que entender la verdad”.

 

 

D. Blanco Mar 09, 2017 | Actualizado hace 7 años
Relatos de hambruna, por José Domingo Blanco

Hambruna

 

Relato 1

Las vi en Altamira, cerca de la emblemática plaza Obelisco. Hurgaban desesperadas, a plena luz del mediodía, las bolsas de basura que un restaurante cercano había depositado en la acera. Eran cinco mujeres, entre los 15 y 23 años. Muchachas marcadas por el signo de la Revolución y el legado del comandante. Revisaban, con el afán que despierta la hora del almuerzo, las robustas bolsas negras llenas de desechos. Las miré por un rato con una mezcla de dolor, rabia y lástima. Estaban entregadas a su tarea sin una pizca de vergüenza; esa que en algún momento –imagino- sintieron y tuvieron que dejar a un lado porque comer es un asunto de sobrevivencia. Estaban sumergidas entre sus bolsas negras. Como quien se sumerge en un botín de cosas viejas con la esperanza de hallar alguna buena pieza. Seguí caminando para alejarme de la imagen de esas cinco muchachas que no estaban en sus liceos o universidades, sino que revisaban desperdicios con la esperanza de encontrar algo comestible; y quizá, con un poco de suerte, un pedazo de carne o pollo a medio descomponer.

 

Relato 2

A escasos metros de las jóvenes que hurgaban la basura, veo a un muchacho pálido y tambaleante. Caminaba marcado por la desorientación. Cuando quedamos frente a frente, noté que apenas podía abrir los ojos. Lo noté sin mirada, lo noté extraviado en sus recuerdos y perdido en su adicción. Caminaba en zigzag, como si faltasen pocos segundos para desplomarse. Unas transeúntes, temerosas, apretaron sus carteras y se alejaron del muchacho no sin antes comentar: “ese está super drogado”. Y aceleraron el paso para dejarlo atrás cuánto antes. Son las doce y media, y en apenas escasos minutos, el “espectáculo” que ofrece ese corto trayecto por una acera de Altamira, apenas comienza.

 

Relato 3

Antes de cruzar hacia la otra cuadra, comienzo a distinguir una aglomeración de personas. Gente humilde, con sus hijos en brazos; señores y niños –en edad escolar- que en vez de estar en el trabajo o en la escuela obedecen las indicaciones del vigilante de la farmacia que intenta organizarlos bajo el grito de “en una sola cola y cédula en mano”. Desacelero el paso para intentar contarlos. Cinco, veinticinco, sesenta…como ciento cincuenta personas comienzan a ponerse una detrás de la otra. De pronto reparo en un detalle: la mayoría luce, colgado en sus espaldas, el morral tricolor de la Revolución. Ese morral, que en principio fue escolar, y que lleva los colores de nuestra bandera. Ese morral que hoy luce curtido en las espaldas de los muchos adultos que lo usan porque sus hijos dejaron de ir a la escuela. Ese, que el régimen repartió en algún momento y que, para fabricarlo, seguramente asignó una partida cuantiosa que debe haber hecho multimillonario a algún contratista del Estado. Ese morral amarillo, azul y rojo que se volvió la insignia de la miseria tallada por la Revolución.

 

Relato 4

Avanzo con tristeza. Veo niños pidiendo “algo para comer”. No uno o dos. Contabilizo, por lo menos unos seis. Chiquiticos y flaquitos. Vestidos con ropitas desgastadas que no les quedan ajustadas. Uno muy pequeño, al que no le calculo más de cinco años, se acerca a una pareja que, en el kiosko de la esquina, compra una galleta y un jugo enlatado. El niño les pide que le regalen la galleta porque tiene hambre. El muchacho lo ignora y se concentra en pagar “la fortuna” que le costará la galantería de invitarle a su novia la merienda. La muchacha, conmovida, abre el paquete, toma una galleta y le regala el resto del empaque al niñito quien, no tarda ni dos minutos en devorar lo que, probablemente, haya sido su primera comida del día.

Relato 5

Comienzo a arrastrar los pies y el ánimo. Es imposible ser indiferente ante tanta indigencia. En escasas dos cuadras, la miseria, la pobreza crítica y el hambre se multiplican como las promesas de hacerlas desaparecer que alguna vez hiciera Chávez. Se me acercan señoras que, por su apariencia y timidez, deduzco se “estrenan” en el modus vivendi de pedir limosnas. Un viejito muy decente, bien arreglado y con cara de jubilado, nos ofrece a los transeúntes una bolsita de ajos pelados por trescientos bolívares. Nadie le compra; pero, él no deja de sonreír. Al precio que vende sus ajos pelados no le alcanzará ni para comprar una pastilla con la que seguramente tiene que controlarse la hipertensión.  Sin exagerar, en cada promontorio de basura que me encuentro en el trayecto y que espera ser retirado por los camiones del aseo, veo a una o dos personas haciendo una inspección previa: es la nueva forma de abastecerse, es la vía para garantizarse el sustento ideada e impuesta por la Revolución … El hambre es el verdugo, el cancerbero con el que este régimen somete y domina a un buen porcentaje de la población.

 

Relato 6

Llego al taller al que siempre he llevado mi carro a reparar. Y lo primero que observo a un lado de la entrada es la escena que ha sido leit motiv de mi recorrido. Amontonados, impacientes, como fieras salvajes despedazando a una presa, alrededor de quince personas arremeten con furia contra los desechos de la panadería de la esquina. Devoran las tortas fermentadas que nadie compró para celebrar un cumpleaños. Tragan sin masticar panes viejos y duros a medio morder. Enseñan los dientes a quienes se van sumando al festín, y se encorvan sobre sus trozos de comida para esconderlos de la mirada de otros hambrientos. Un vecino de la cuadra les toma una foto. El dueño del taller me recibe en la puerta y me conduce rápidamente al interior del establecimiento para comentarme que, desde hace pocos días, la escena se repite porque los desechos de la panadería se convirtieron en un hallazgo parecido al descubrimiento de un yacimiento de oro. Que llaman a la policía, la patrulla se acerca, los ahuyenta; pero, al día siguiente, con el nuevo promontorio de basura, el grupo vuelve a aparecer…

Durante mi corta caminata, la miseria fue el principal transeúnte. Es el hambre que describen los números de la más reciente encuesta Encovi. Es la amenaza de las que nos alerta Fedeagro cuando dice que la industria agroalimentaria está operando a un tercio de su capacidad y que eso aumentará aún más la escasez de alimentos…Es la hambruna que el régimen “engorda” para devorar por más años los suculentos beneficios que le reporta estar en el poder.

@mingo_1

 

Dios habla por las matemáticas, por Laureano Márquez

@laureanomar 

DICEN QUE LA FRASE es de Pitágoras. El autor de estas líneas siempre fue malo en matemáticas, desde los tiempos del hermano Isidro en el Colegio San José de Maracay. Este magnífico profesor nos daba clases tanto Religión como Matemáticas. Si la afirmación que encabeza este escrito fuese cierta, el suscrito, que siempre sacaba “A” en Religión, ha debido de sacar 20 en Matemáticas, pero no era así. Yo, en los números a lo sumo llegaba a la primera decena de la máxima calificación y no había oración al Padre Eterno que me sacara de allí.

Traigo esto a cuento, porque, a pesar de ser lerdo con los números, uno “oye y retiene”, como decía aquel inolvidable personaje de la Radio Rochela que protagonizaba Jorge Tuero. Yo escuché en cadena decir que la bolsa de comida que se distribuye al pueblo cuesta 10.000  bolívares y eso se me quedó grabado. Esta cantidad en Venezuela es mucho o poco, “a sigún”. Dependiendo de cómo se saque la cuenta, pueden ser menos de 5 o 1000 dólares, simultáneamente. Tengo entendido que las importaciones de los alimentos que se reparten se hacen al precio del dólar controlado, es decir, al cambio de 10 bolívares por dólar. En ese caso, los 10.000 mil bolívares que el ciudadano paga por su bolsa de productos, equivalen a 1000 dólares.

Muy bien, puesto que las matemáticas no fallan, como dicen, veamos cuánto cuestan en Estados Unidos los productos de la bolsa susodicha:

2 kg de arroz………………………………………………7,40 $

2 kg de pechuga de pollo (que no los trae)…… 17,20 $

2 kg de pasta….………………………………………..…..2,56 $

1 frasco de mayonesa…………………………………….2,98 $

18 huevos (que tampoco vienen)…………..…..……2,94 $

2 litros de leche…………..………….………..…………….1,6 $

1 pan…………………………………..………………………..1,99 $

1 litro de aceite de oliva virgen extra……………..7,99 $

1 kg de café …………….…………………………..….….4,99 $

2 kg de azúcar………………………..………………..…2,50 $

2 kg de harina pan …………………………..……….…7,00 $

Omisiones u olvidos…………………………………….10,00 $

Total……………………………………………………..…..69,15 $

 

Vamos a ver si algo me quedó del  hermano Isidro:

1000 – 69,15 = 930,85

Si las cuentas no me fallan, a cada ciudadano que paga 10.000 bolívares por la bolsa mencionada  le están sobrando unos  930,85 dólares (o dicho de otra manera, paga 1000 $ por lo que cuesta solo 69,15), al precio de la divisa controlada con la que se compran los productos y se realiza la operación. Dicha cantidad podría –teóricamente- producirle un salario mensual cercano a los 4 millones de bolívares fuertes (poniendo que compre solo una bolsa al mes) si vendiese esos dólares de sobreprecio en el mercado innombrable.

Esta semana escuché al filósofo José Rafael Herrera decir que más que económica, la crisis de Venezuela es de espíritu y que esta espiritualidad no tiene que ver nada con la religión, sino que está relacionada con objetivos determinados en una población, con un conjunto de valores que se han fracturado en los últimos años.  Conecto esta reflexión con la frase con la que Emilio Lovera culminaba su monólogo en el papel de Boves en la obra que hicimos juntos conmemorando los 200 años de la Independencia, el “Juicio a Vicente Nario”: “Venezuela no es un país, sino una taquilla de cobro”.

Y es que, si en efecto Dios habla por las matemáticas, aquí hay mucha gente que o bien no oye, o se está haciendo la sorda.   

Fedeagro: En segundo semestre de 2017 se acentuará escasez de alimentos

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La Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro) aseguró este miércoles que la producción interna de maíz blanco y amarillo, arroz, azúcar y café solo puede cubrir la demanda venezolana para los próximos cuatro meses, por lo que se acentúa la dependencia de las importaciones.

“En conjunto, estos cinco rubros (alimentos) aportan el 33 % de la demanda interna y alcanzan en promedio para cuatro meses de consumo, acentuándose la dependencia de las importaciones”, dijo en rueda de prensa el presidente de Fedeagro, Antonio Pestana.

Señaló que los productores nacionales abastecen de maíz blanco, usado por los venezolanos para preparar las tradicionales arepas, en solo el 31 %, de maíz amarillo en 36 %, mientras que en el caso del azúcar solo cubren la demanda local en 21%, de café en 32 % y de arroz en 36 %.

Aseguró que hasta hace pocos años los productores locales aportaban más del 65 % de lo requerido para el consumo nacional y aseguró que han hecho esfuerzos superlativos para quebrar la tendencia negativa en la producción de estos alimentos.

“Nuestra programación pretende incrementar significativamente el área sembrada y por ende, aumentar la participación de la producción interna en el consumo de alimentos, a tales efectos le entregamos al Ministerio de Agricultura y Tierra hace tres meses la intención de siembra de nuestras asociaciones y la demanda de insumos (recursos)”, dijo.

En Venezuela opera un sistema de control de cambio desde el año 2003 que convierte al Estado en el único actor autorizado para comercializar y gestionar la compraventa de divisas en el país.

Pestana apuntó que pese a la anticipación de más de 90 días para hacer la solicitud con los requerimientos ante la cartera agropecuaria, al día de hoy los productores no disponen de un kilogramo de fertilizante y tampoco se ha concretado con los proveedores internacionales la compra de semillas.

“Igual suerte corre el abastecimiento de agroquímicos, el tiempo conspira en nuestra contra”, apuntó.

Venezuela sufre desde hace más de tres años de una severa crisis de escasez de alimentos de la cesta básica, incluyendo harina de maíz y de trigo, así como arroz, azúcar y café, entre otros.

Queso blanco y huevos: cada vez más lejos de la mesa familiar por altos precios

QuesoMercado

 

Inés Guzmán organiza todas las semanas un corto viaje para hacer mercado. Se traslada de Puerto Ordaz a San Félix para estirar el dinero o administrarlo mejor, con los criterios que aprendió al estudiar administración de empresas. Nadie mejor que ella para saber las pautas a tomar cuando se vive en economías hiperinflacionarias que no discriminan.

Con esos criterios, hace la cola de un pequeño local del mercado de San Félix para comprar queso y huevo, dos de los productos que más aumentaron en enero de acuerdo con el reporte de la canasta alimentaria del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas – FVM) que ubicó la cesta de alimentos en 621.106,98 bolívares.

Ella es una de las miles de amas de casa que sacan cuentas como contadoras para rendir los ingresos, en un país donde los precios suben a diario. “La semana pasada los huevos estaban en Bs. 7.500 y hoy están en Bs. 8.400, lo mismo pasa con el queso, todas las semanas hay aumentos de 600 bolívares en adelante”, sostiene Guzmán, quien apunta que han tenido que reducir la ingesta de quesos y huevos, una merma que, está segura, afecta la alimentación en casa.

La inflación toca todo. Se expande sin remedio. Y no es solo en rubros como la carne, el pollo y los pescados, sino en el alimento para la merienda diaria, que bien puede estar representado en la leche, los quesos y los huevos, alimentos muy completos y de fácil consumo que contienen proteínas, grasas y azúcares.

El queso blanco, regulado en Bs. 38,35 el kilo, se consigue hasta en Bs. 8.400; mientras que el cartón de huevos, controlado en Bs. 420, ronda el mismo valor. Ni hablar de la leche. La escasez de este producto ha disparado su precio en el mercado informal, en donde supera los 20 mil bolívares, el equivalente a la mitad de un salario mínimo. La variación descontrolada ha hecho que la diferencia de precios entre Puerto Ordaz y San Félix, al menos en estos rubros, sea insignificante.

Mientras Guzmán ejercita la práctica de estirar el dinero, Inés León, una ama de casa residenciada en la UD-103, San Félix, celebra que al salir al mercado con 36 mil bolívares en el bolsillo, le quedaron al menos 100 bolívares para el pasaje de vuelta a casa. “Tengo que reunir para hacer el mercadito, pero no nos alimentamos bien, esta vez me faltó para el pescado”, apunta.

León forma parte del 93,3% de los hogares venezolanos en los que prevalece la inseguridad alimentaria, porque el ingreso no alcanza para comprar alimentos, de acuerdo con el más reciente informe de la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi).

 

Ibsen Martínez Mar 01, 2017 | Actualizado hace 7 años
La yuca amarga, por Ibsen Martínez

Yuca

 

Dos hermanos partieron del condado de Cork, Irlanda, con rumbo a Angostura, sobre la margen derecha del río Orinoco, en algún momento de 1817. Se habían enrolado en un contingente mercenario contratado en Londres, con ofrecimientos engañosos, por los independentistas venezolanos que combatían a las unidades escogidas del Ejército español, bajo el mando del general Pablo Morillo. Se llamaban Brendan y Jonás McGee.

De acuerdo al asiento que hizo en su bitácora el sujeto que los reclutó en Dublín, Brendan era aprendiz de talabartero. De la profesión de Jonás, nada sabemos. Lo que sí es casi seguro es que ninguno de los dos había empuñado jamás un arma de fuego.

Sin embargo, como tantos otros de los miles de compatriotas suyos que se alistaron, Brendan y Jonás se cuidaron mucho de admitirlo. Eran, simplemente, los hermanos menores de una familia extendida muy pobre que prefirieron correr el albur de una campaña militar en un lugar perdido en el mapa de Sudamérica a morir de hambre en Irlanda. Es sabido que en Irlanda había, desde hacía siglos, una endémica propensión a morir de hambre.

El afiche que Brendan y Jonás, ambos analfabetos, se hicieron leer en una taberna dublinesa por un abogado borrachín del que solo he podido averiguar que se apellidaba Aylmer fue impreso en Londres por un tal William Walton, intérprete y plumista a sueldo del señor Luis López Méndez, designado por Simón Bolivar para llevar adelante el reclutamietno. El afiche (posiblemente hubo varias versiones) puede hoy leerse con una sonrisa en los labios porque contiene párrafos dignos de un folleto turístico.

Entre líneas, parece decir: «Viaje a las regiones más fértiles de Suramérica, a orillas del soberbio Orinoco, combata por la libertad de Colombia y hágase rico durante el pujante posconflicto». Hubo contratos que ofrecían un anticipo equivalente a 200 dólares de la época, pagaderos, desde luego, en Angostura.

La causa más frecuente de los muchos sangrientos motines de legionarios que estallaron en Angostura y otros sitios de nuestra geografía fue, por supuesto, el impago del anticipo. Otro motivo para amotinarse, contra los oficiales colombo-venezolanos fue la yuca amarga. El aspecto de este tubérculo es indistinguible del de la yuca dulce, que sanchochada o a la brasa acompaña la dieta popular venezolana y otros países del vecindario. Si no aprendes a diferenciarlas y comes de la amarga, mueres por envenenamiento.

Los aborígenes amazónicos descubrieron que la yuca amarga tiene altas concentraciones del letal ácido cianhídrico (o cianuro de hidrógeno), principio activo del curare, veneno con que se inficionan las flechas y dardos para la guerra y la cacería.

La hambruna venezolana, como toda hambruna, no solo mata por hambre sino, también, por desesperación. Ya son muchas las muertes registradas entre los muy pobres por comer yuca amarga buscando mitigar el hambre en medio de la atroz escasez que padece Venezuela.

Los niños, alimentados por sus angustiadas madres con el líquido lechoso que deja el hervor del tubérculo, mueren casi en el acto. Característicamente, Nicolás Maduro se ha limitado a advertir, con una macabra chanza televisada, que si no se aprende a diferenciar la yuca amarga de la dulce «puede haber problemas».

Jonás McGee fue reportado desaparecido en la acción de Laguna de los patos, librada en los llanos venezolanos en 1819. Su hermano Brendan fue fusilado en el Tinaco, por haber encabezado un motín de legionarios irlandeses que vieron morir envenenados a decenas de sus compañeros de armas. Les habían dado sacas de yuca para alimentarse, pero nadie les enseñó a diferenciar la dulce de la amarga.

Julio Borges a Maduro: “cuántos niños más tienen que morir para que entienda que su modelo económico fracasó”

Pobreza-

 

El Presidente de la Asamblea Nacional Julio Borges, alertó sobre el aumento progresivo de desnutrición infantil en Venezuela después de conocer que este domingo falleció otro recién nacido en Maracay por falta de una alimentación adecuada.

“Presidente Maduro, ¿cuántos niños más tienen que morir para que entienda que su modelo económico fracasó? Usted debe darse cuenta de que a causa del desabastecimiento y el alto costo de los alimentos hay venezolanos que están muriendo por hambre. Admita que mantener que los controles lejos de traer una solución, lo que hace es empeorar la crisis», dijo Borges.

«Es deber del Gobierno asegurar la alimentación de cada uno de los venezolanos”, expresó el Presidente de la Asamblea Nacional. Además exhortó al presidente Maduro a dejar de apostar a políticas como los CLAP, ya que a su juicio han demostrado «ser nidos de corrupción y no una solución». En este sentido emplazó al oficialismo a presentar estrategias que estén basadas en la producción nacional, para abordar la realidad alimentaria que tenemos hoy.

Asimismo el diputado Borges recordó los casos de los menores de edad que han muerto por desnutrición en el estado Bolívar y calificó de «indignante» que Venezuela tenga «más de 80% de pobreza, después de la mayor bonanza de nuestra historia».

Para finalizar gregó que “71% de los hogares ha desaparecido la alimentación regular, situación que ha generado que cada vez sean más los infantes con desnutrición aguda y severa y leve»; por lo que hizo un llamado al Gobierno nacional a mi ser «indolentes ante este drama que atraviesa la familia venezolana».

Crisis, gastronomía y nutrición Parte III: De la Venezuela saudita a comer de la basura, por Marianella Herrera Cuenca

AlimentaciónVenezuela

 

El 2017 comienza sombrío para Venezuela y quienes crecimos en la “Venezuela Saudita” de finales de los 70 y comienzo de los 80, no podemos dar crédito a lo que vemos hoy. En aquella época vivimos, y no exagero,  un derroche de alimentos y bebidas, y no solo me refiero al caviar, salmón, paté de fois gras, champaña o escocés. Me refiero a alimentos básicos, ideosincráticos que manejábamos con holgura, tomándolos como seguros y atornillados en nuestro escenario. Los términos seguridad y soberanía alimentaria sonaban a espejismo y la “pobreza de la riqueza” no parecía hacerse entender a quienes estaban lejos de ella.

Cuando estudié medicina, en la casa que vence las sombras, nuestra bella UUUCV, ( Universidad Central de Venezuela) atendí en mi alma mater, el Hospital Universitario de Caracas (HUC), todo tipo de personas, desde gente en extrema pobreza, hasta gente que sencillamente buscaba la práctica y la experiencia de sus médicos, aun cuando podían pagarse otro tipo de atención médica. Hago esta aclaratoria, porque desde entonces la opulencia de Venezuela daba para todo, para atender a quien lo necesitaba y a quien no. La comida del Hospital Universitario, era sencilla pero buena y adecuada a las necesidades, se cumplían los turnos y como interna de pre-grado en ese hospital, muchas veces comí de madrugada en esa cocina, hoy en quiebra por falta de alimentos e insumos adecuados para los pacientes.

La Venezuela que viví en mi adolescencia, poco tiene que ver con la Venezuela actual, la que les toca a mis hijos adolescentes, yo podía salir a una fiesta sin temor, ellos no, yo podía ir al automercado libremente y comprar lo que necesitaba, ellos no. Mi mamá me enviaba al automercado para ayudarla con las compras y yo iba sin temores en una época donde los celulares no existían, mi mamá estaba segura que yo llegaría en una media hora con los encargos hechos y sana y “entera”, hoy no puedo enviar a mis hijos al mercado, perderían el colegio, o no podrían estudiar para el examen del día siguiente atrapados en inmensas colas que además constituyen una violación del derecho humano a la alimentación y son escenarios de violencia por la desesperación de comprar un alimento.

Pero la Venezuela de hoy, se ha convertido en más que colas y repartos de bolsas de alimentos, se ha convertido en un país donde la gente come de la basura. Con un alarmante 93% de venezolanos que refieren que sus ingresos no les alcanzan para comprar alimentos (ENCOVI 2016), muchas familias se han visto en la necesidad de hurgar en la basura en búsqueda de qué comer. Y es que hurgar la basura para comer tiene muchos ángulos, aspectos y perspectivas. Primero: puede entenderse que hay maneras de comer de las sobras, una de ellas es elegir entre el desperdicio de los mercados, lo más preciado: los tallos de brócoli, las cabezas de pescado, los recortes llenos de grasa de la carne, los “pescuezos “ del pollo que constituyen material comestible y relativamente adecuado si se consigue en un tiempo prudencial, donde no exista descomposición del alimento. Segundo: comer de las sobras de los demás, como por ejemplo de las sobras de los restaurantes, incluyendo la comida que dejan los demás, esto tiene el problema potencial de transmitir gérmenes que pudiese tener el primer comensal y tercero: la más peligrosa de todas, que es hurgar en los basureros donde existe ya contaminación y mezcla de todo tipo de desperdicios, particularmente en Venezuela, que no es un país que se caracteriza precisamente por la clasificación de la basura.

Mi primer contacto con gente, que comía las sobras de los demás fue en Brasil, corría el año 1993 y estaba yo en Sao Paulo, acompañando a mi esposo por su trabajo. Era la época de una inflación galopante en Brasil, de una inseguridad marcada y yo de terca me empeñé en ir caminando al centro comercial de Iguatemí, del hotel salieron conmigo dos guardaespaldas, pues se negaron a permitir que fuera sola. Al llegar me senté en un pequeño restaurante, donde comí un sándwich y quizás por las manías del embarazo le quité los bordes al pan. Cuando terminé y pagué mi cuenta para salir del lugar, sentí a mis espaldas una presencia, al voltearme vi a tres niños quizás entre 8 a 9 años o quizá mayores (con retardo de crecimiento?) que se peleaban por los restos de mi sándwich. En ese momento, con los ojos llenos de lágrimas y en mi portuñol recién aprendido, les dije que les compraría uno a cada uno. Los ojos desorbitados de alegría de esos niños no se me van a olvidar nunca!.  Niños a quienes no ayudé a resolver su problema, más si a tener unos minutos de felicidad,

El comer de la basura compromete la dignidad personal, altera la autoestima y es reflejo de la vulnerabilidad en cuanto a salud y alimentación a la cual están expuestos los venezolanos y cualquier otro ciudadano del mundo.

Mucho he reflexionado sobre la situación de la salud y alimentación en Venezuela, mucho he estudiado intentando encontrar una explicación quizás para lo inexplicable. ¿Qué ocurrió? Cómo llegamos a esta crítica situación, terrible y dolorosa. Pienso que se ha venido fraguando desde hace tiempo, mucho tiempo y muy posiblemente tuvo su fundamento en la inconsciencia de la Venezuela Saudita. Si, dolorosamente hemos pasado de la inconsciente Venezuela Saudita a comer de la basura.

Estoy segura que tiempos mejores vendrán para nuestro país, también posiblemente por la consciencia creada con el dolor y el sufrimiento, que son maneras que tiene el ser humano para aprender. El deber ser en alimentación se recuperará, y las madres podrán enviar a sus hijos al “super” a hacer el mandado y ayudar en la casa. Ese es el deber ser: ir al automercado y tener el dinero ganado en un trabajo digno para pagarlo, y que una madre no tenga miedo de que su hijo vaya caminando al mercado!.  Y sí,  soy optimista y que no me malinterprete el lector, el optimismo no debe ser confundido con facilismo, pues los tiempos que vienen aunque mejores no serán fáciles para nadie, más estarán marcados por esos maravillosos jóvenes que se niegan a perder la patria, que se esfuerzan cada día para dejar el nombre de Venezuela en alto en el Modelo de Naciones Unidas de la Universidad de Harvard como la mejor delegación internacional en 2017, o esos jóvenes de nuestra Universidad Central de Venezuela que creen en la democracia participativa y realizan sus elecciones a pesar de que un Tribunal Supremo de Justicia pretenda eliminárselas.  Esos maravillosos jóvenes que son la mayoría y que han aceptado el reto de reconstruir el país y de sembrar fuerza y esperanza en el pueblo venezolano.

 

@mherreradef

@ovsalud

*Profesora Universitaria, Directora Observatorio Venezolano de la Salud