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De cómo la bota militar pisoteó la salud
Los cuatro militares que estuvieron al frente del MinSalud entre 2007 y 2013 dejaron una huella de censura e irregularidades. Para ello, se sirvieron de enroques estratégicos: un ejército de oficiales (capitanes, mayores y tenientes coroneles) fue acantonado en las áreas donde se pretendía ocultar el mal funcionamiento de la institución

 

@loremelendez | Especial para PROVEA

LA PRIMERA VEZ QUE EL PRESIDENTE Hugo Chávez confirmó públicamente que había dejado el Ministerio de la Salud en manos de un militar fue durante una alocución en Barquisimeto. La tarde del 26 de mayo de 2007 inauguró el Centro de Diagnóstico y Sala de Rehabilitación Integral «Dr. Benito González Artigas«, muy cerca de la Base Aérea de la capital larense, mientras tenía al flamante titular de la cartera a su lado, como con la intención de presentarlo en sociedad.

«Por aquí, a mi lado izquierdo, el comandante Jesús Mantilla, ministro del Poder Popular para la Salud. Lo saludamos con especial cariño, mucho afecto, y pido a todos la mayor de las cooperaciones, colaboración de todos para el éxito de la gestión que está comenzando el comandante Mantilla, después de haber desarrollado una gestión que no puedo sino calificarla de extraordinaria, al frente de la recuperación, la salvación y la puesta en funcionamiento con un alto nivel de eficiencia del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, el seguro social», dijo durante los primeros minutos del acto que se transmitía en cadena nacional de radio y televisión.

Para ese entonces, ya Mantilla tenía oficialmente nueve días en el cargo. Su promoción había llegado a través del decreto 5.353, publicado en la Gaceta Oficial número 38.685 del 17 de mayo de 2007. Una semana después ya había hecho los tres primeros enroques de su nueva cartera: dos de estos, Julio César Uzcátegui, nuevo director de su despacho, y Asdrúbal David Torres Seijas, director General de la Oficina de Planificación, Organización y Presupuesto, eran militares como él.

La llegada del teniente coronel supuso un cambio en el manejo de la institución. Comenzaron a ocultarse las cifras de las enfermedades epidemiológicas que afectaban al país, pero también arreciaron las deficiencias en la infraestructura de los centros de salud, se cerraron servicios por insalubridad y falta de mantenimiento, y se comenzó a hablar de corrupción y mal manejo de créditos adicionales otorgados a esta cartera.

Quienes le siguieron a Mantilla en el cargo, –los tenientes coroneles Carlos Rotondaro y Luis Reyes Reyes, y la coronela Eugenia Sader– sólo contribuyeron a que la opacidad y los escándalos se mantuvieran en el tiempo.

Las denuncias por las irregularidades surgidas a propósito del paso de los militares por el Ministerio de Salud no son nuevas. Los reclamos han provenido de organizaciones no gubernamentales, de defensores de los derechos humanos e incluso de médicos reconocidos que, en el pasado, ocuparon el mismo cargo.

Sin embargo, lo que no se había mostrado era la red verde que todos, desde Mantilla hasta Sader, tejieron a su alrededor al momento de ser designados como titulares en la cartera. Junto a ellos, otras botas militares llegaron a posiciones de alta jerarquía para controlar desde oficinas de administración y planificación hasta las dependencias encargadas de la compra de medicinas.

Para revelar la red, Runrun.es revisó los directorios incluidos en las memorias y cuentas de los años de estos ministros en el poder y los comparó con las denuncias que se hicieron mientras estuvieron en ejercicio. Los hallazgos indicaron que algunas de las áreas controladas por los militares fueron señaladas de estar inmersas en irregularidades. Otras sólo sirvieron para continuar con la opacidad

El poder de Mantilla

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La primera vez que la bota militar escaló hasta la cima del Ministerio de Salud en toda su historia fue en 2007. Jesús Mantilla, un coronel que venía de presidir el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), sustituyó a Erick Rodríguez, un médico especialista en salud pública y exdiputado del entonces partido oficial MVR.

La llegada de Mantilla –quien se graduó en la Academia Militar en 1987, junto al diputado Diosdado Cabello, en la promoción «General de Brigada Tomás Montilla»– significó una serie de cambios que le permitieron detentar más poder y controlar grandes presupuestos. Uno de las transformaciones más significativas ocurrió con el decreto presidencial dictado en enero de 2008, que agrupó a todos los hospitales y centros asistenciales del Distrito Capital y del estado Miranda en el Sistema Metropolitano de Salud.

“Vamos a revisar el área de los recursos humanos, la infraestructura y la dotación de equipos. Nosotros sentimos que ese es el primer paso de la conformación del Sistema Público Nacional de Salud, porque la aplicación de este decreto es un ensayo para mejorar la salud. Esto nos permitirá tomar otras medidas para concretar las bases para la centralización del sector”, dijo Mantilla en una entrevista a Últimas Noticias a propósito de aquella orden.

A las arcas del Ministerio entraron no sólo los recursos para sostener estos centros de salud sino también la partida de más de mil millones de bolívares que habían sido aprobada por la Asamblea Nacional y que se dedicaría a las remodelaciones de 62 hospitales de todo el país. Para manejar el dineral, ya Mantilla había blindado la cartera con aliados tan verdes como él. Además, él mismo se designó presidente de la Fundación de Edificaciones y Equipamientos Hospitalarios (Fundeeh), que se encargaría de la ejecución de las obras.

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Al teniente coronel Julio César Uzcátegui lo ubicó en la dirección general de su despacho. Se trataba del hermano de su compañero de promoción, Luis Uzcátegui Ramírez, quien para entonces tenía a su cargo una jefatura en el Seniat que manejaba José David Cabello, hermano de Diosdado Cabello. Todo quedó entre familiares y “montilleros”, como se hacen llamar los miembros de la promoción de Mantilla y Cabello. Julio César Uzcátegui estuvo en el cargo durante el primer año y, posteriormente, pasó a manejar la administración de la Fundación Barrio Adentro en Vargas, que ya para el momento era blanco de críticas por la cantidad de módulos que tenía cerrados.

José Leonardo Pirela Viloria fue otro de los “montilleros” que estuvo en el MinSalud. A él lo nombraron director general de la Oficina de Recursos Humanos, posición que ejerció hasta febrero de 2009. Tal como Uzcátegui Ramírez, recaló posteriormente en la Fundación Barrio Adentro, sólo que en un cargo más privilegiado: el de miembro del Consejo Directivo.

Otro militar que arribó al Ministerio fue el capitán (asimilado) Asdrúbal David Torres Seijas, quien ocupó la silla de director general de la Oficina de Planificación, Organización y Presupuesto. Allí permaneció hasta 2010, cuando Eugenia Sader tomó las riendas del despacho.

En la dirección general de la Oficina de Gestión Administrativa, el entonces ministro puso al teniente coronel Hernán Akhnaton Noguera Mejías, quien se graduó en la Academia Militar dos años después que él y ha seguido a sus órdenes incluso después de salir de la cartera de Salud. Noguera Mejías –quien el año pasado estuvo implicado en un caso de «Desobediencia» por la pérdida del dinero de una caja fuerte y tuvo que declarar ante una corte marcial– es hoy director de Administración de la Zona de Defensa Integral (Zodi) del estado Bolívar, controlado por Mantilla.

El teniente coronel fue sustituido en junio de 2009, apenas dos meses antes de la salida de Mantilla, por Juan Alberto Guerrero Martín, un militar que pasó, fugazmente, por la cartera de Salud. Este era otro teniente coronel, graduado de la Academia Militar junto a Noguera Mejías. En octubre de ese mismo año, semanas después del arribo de Rotondaro, fue removido.

Con todas estas boinas a su mando en las áreas de administración, dirección, recursos humanos y planificación, Mantilla pudo manejar los recursos a su antojo.

A finales de 2008, el Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea) reveló en su informe “Situación Derecho Salud Venezuela 1998-2008” que durante el primer año de Mantilla, los hospitales colapsaron.

“A partir de ese año, los problemas más relevantes recogidos comienzan a ser la falta de personal médico y de enfermería, las deficiencias de infraestructura, insalubridad, fallas de mantenimiento y contaminación quirúrgica, y el cierre de servicios, traslado de pacientes a otros centros y maltrato. Uno de los elementos más críticos en Caracas fue la realización de obras inadecuadas y hacer obras de manera simultánea en todos los hospitales. Estas obras no cumplieron con los plazos de entrega previstos y presentaron irregularidades”, indicó el documento.

El informe Riesgos de corrupción en el sector salud. Experiencia del Comando Antiguiso” de Transparencia Venezuela, publicado en diciembre de 2013, señaló 6 situaciones susceptibles o vulnerables frente a hechos de corrupción en el área. De estas, al menos tres se presentaron durante la gestión de Jesús Mantilla, justamente en la aplicación del plan de “reparación, recuperación y/o construcción de la infraestructura física de 62 hospitales”: la construcción y reparación de infraestructura hospitalaria; la selección de proveedores, compra (importación), distribución y mantenimiento de equipos médicos (tecnología); y el uso continuo de la figura de créditos adicionales para cubrir el déficit presupuestario.

El resultado es que, todavía hoy, hay proyectos que jamás se llevaron a cabo. Varios informes de la Contraloría General de la República también dieron cuenta de los atrasos y sus consecuencias.

El orden cerrado de Rotondaro

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El actual general de brigada, Carlos Rotondaro, no se desprendió de su investidura de presidente del IVSS –que asumió luego de que Mantilla se erigiera como titular de Salud– durante los siete meses que estuvo al frente del Ministerio. En ese período, aunque corto, ubicó a tres de sus aliados militares en puestos de relevancia. Uno de ellos fue el entonces mayor asimilado Alexis Parra Soler, quien se convirtió en viceministro de Redes de Servicios de Salud y también en director general del I Nivel de Atención en Salud. Ambos cargos los ejerció sin abandonar la posición en la que hoy continúa: la de director del hospital Domingo Luciani, de El Llanito, que está por cierto bajo la tutela del IVSS de Rotondaro.

Otro militar que llegó al Ministerio fue el capitán asimilado José Gregorio Flores Tovar, quien pasó a la Dirección General de la Red de Hospitales, encargada de velar por el funcionamiento del III Nivel de Atención en Salud del Sistema Público Nacional de Salud, es decir, de 237 hospitales en todo el país.

El arribo de Rotondaro también significó el desembarque de la coronela Eugenia Sader en la cartera, quien al año siguiente sería ministra. Durante esos siete meses fue designada como presidenta de la Fundación Misión Barrio Adentro y fue el propio Hugo Chávez quien le dio la bienvenida pública en un acto en el que recibían al paciente número un millón de la Misión Milagro, en el estado Vargas.

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Con estos enroques, el ministro buscaba que todo marchara a su compás e intentaba silenciar lo que sucedía en los hospitales y en los módulos de Barrio Adentro. La falta de personal se había incrementado porque quienes hacían denuncias sobre las deficiencias en infraestructura y pésimos salarios eran despedidos. Sin embargo, algunos reclamos de médicos y enfermeras saltaron el cerco y hacerse públicos, como los de la Maternidad Concepción Palacios, que para el momento contaba sólo con la cuarta parte de la nómina que requería, o los de las clínicas populares que funcionaban sin anestesiólogos.

Tras la renuncia de Rotondaro, Parra Soler hizo lo propio. Para ese momento, varios medios de comunicación se hicieron eco de un rumor. El presidente del IVSS no abandonaba la titularidad por motivos de salud, como lo había expresado, sino que lo hacía por discrepancias con la dirección médica cubana que se infiltraba en el sistema.

El vuelo fugaz de Reyes Reyes

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Otra bota militar que pasó por MinSalud fue la del teniente coronel de la Aviación Luis Reyes Reyes, el ex gobernador de Lara quien para ese momento era ministro del Despacho Presidencial, un puesto desde donde había hecho inspecciones a la cartera de Salud. Semanas antes de que se oficializara, su nombramiento era un secreto a voces.

En entrevista con El Nacional, el ex ministro de Sanidad y Asistencia Social, Carlos Walter, opinó para ese entonces que la idea de poner a militares como titulares del área se relacionaba con la necesidad de buscar autoridades que no cuestionaran a la misión médico cubana que pretendía controlar parte del Sistema Público Nacional de Salud.

“La decisión de designar otro militar a la cabeza del Ministerio de Salud resulta coherente con la política del Presidente de colocar en el cargo a personas de su confianza y sin grado alguno de formación o experiencia en ese campo. Reyes Reyes es el tercer militar que ocupa esa posición. El perfil de los dos ministros anteriores, Jesús Mantilla y Rotondaro, es el mismo que el del nuevo ministro», afirmó en febrero de 2010.

La gestión de Reyes Reyes sólo duró tres meses, porque en mayo de 2010 fue sustituido por Eugenia Sader. A ella, por cierto, la ascendió durante este período a viceministra de Redes de Salud Colectiva. El otro enroque militar fue el del coronel de la Aviación (la misma fuerza a la que pertenece el ex gobernador) Orlando José Colina Morrell, quien se desempeñó en la época como director general de la Oficina Estratégica de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas. A él lo designó incluso antes de llegar a la cartera.

La coronela y la falta de medicinas

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Con Eugenia Sader, los profesionales de la medicina volvieron al despacho de Salud. Sin embargo, esta nueva titular venía con un añadido: también era militar. Se había asimilado y era coronela de la Aviación. Además, ya llevaba 10 meses en otros cargos del despacho.

A pesar de que su llegada hizo pensar que la opacidad y las irregularidades acabarían, los pronósticos fueron errados. La de Sader fue una de las gestiones más criticadas por su falta de transparencia. De la cartera, sólo salió luego de que Chávez muriera, a pesar de que varias organizaciones no gubernamentales habían introducido demandas contra ella al señalar que había mal manejo de recursos para insumos, medicinas e infraestructura. Además, mientras estuvo al mando, Sader no sólo fue ministra, sino que también se desempeñó como presidenta de la Fundeeh y de Barrio Adentro.

En 2014, Sader fue imputada por la comisión de peculado doloso y asociación para delinquir. Para la fecha, ya había salido del Ministerio y en su lugar, Nicolás Maduro puso a la médico Isabel Iturria.

Cuando la coronela entró al MinSalud, designó a José Rafael Carrillo Márquez como director general de la Oficina de Atención al Ciudadano y, al año siguiente, como la máxima autoridad de la Red Ambulatoria Especializada. Carrillo Márquez, al igual que ella, era médico y coronel asimilado. Venía de haber ocupado la subdirección médica del Hospital Militar «Dr. Carlos Arvelo».

El control militar, durante el dominio de Sader, llegó hasta el Servicio Autónomo de Elaboraciones Farmacéuticas (SEFAR – SUMED), con los nombramientos de Nicolás Gustavo Seijas Arrieta (2010-2011) y de Julio César Aguilar Rondón (2011-2013) como directores generales de la institución.

Fue precisamente en el área de la compra y distribución de medicinas –de la cual el SEFAR es responsable– en donde se presentaron parte de los problemas que acompañaron a la ministra. En abril de 2011, los pacientes de SIDA reclamaron la escasez de los retrovirales que son cruciales en sus tratamientos; el informe del Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea) de 2012, señaló que hubo fallas frecuentes en los procesos de abastecimiento de insumos y medicamentos dentro de los hospitales. Sader, mientras tanto, culpó a la industria farmacéutica por esta falta.

La bota sigue

Aunque desde 2013, cuando Sader fue destituida, no ha vuelto ningún militar a la cabeza del Ministerio de Salud, las charreteras continúan presentes dentro del sistema. En la cartera que hoy dirige Luisana Melo hay dos que se vislumbran en su organigrama. Ya no están en los cargos más altos del despacho, pero sí en los regionales.

La médico y mayor asimilada María Alejandra Ruiz Fernández es directora Regional de Salud de Monagas, mientras que Germán Dalmiro Rodríguez Totesautt hace lo propio en la Dirección Estadal de Salud de Guárico. Poco después de convertirse en titular, Melo nombró a otro militar, Armando José Marín Rojas, como director del Hospital Jesús Yerena de Lídice. José Rafael Carrillo Márquez, coronel asimilado que ocupó dos cargos en la gestión de Sader, es jefe del Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria del estado Portuguesa y antes fue director del Hospital Vargas de Caracas. Allí, mientras estaba al mando, una paciente murió al caer en un hueco que había quedado en un pasillo tras una remodelación inconclusa.

La otra presencia militar importante dentro del sistema de salud está en el área de la infraestructura de hospitales. Melo, al igual que Sader y los otros militares, se autodesignó como presidenta de la Fundeeh, institución que desde mediados de 2014 firmó un convenio con el que se delegó la mayor parte de las remodelaciones y construcciones sanitarias a Construfanb, la compañía adscrita al Ministerio de la Defensa que fue creada en 2013 y que forma parte de la llamada Zona Económica Militar Socialista. Entre sus deudas están los seis centros asistenciales de alta tecnología y especialización, pertenecientes al programa Barrio Adentro IV, que comenzaron a construirse en 2007 y que heredó la empresa militar. Estas edificaciones aún permanecen en ruinas.

Militares consolidan su poder económico con 11 compañías creadas por Maduro

Para la abogada Rocío San Miguel, presidenta de la Asociación Civil  Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada, la bota militar entró al sistema de salud cuando el Plan Bolívar 2000 se activó con operativos y unidades móviles en hospitales. Hoy, esa presencia continúa a través de las milicias, un brazo de la FAN que es “leal” a la “revolución”.

“Tener a los milicianos en los hospitales comprueba que hay una necesidad de control social, es un mecanismo para evitar la protesta, para que no se retrate lo que ocurre”, comentó San Miguel.

El paso más reciente a la continuación de la militarización de la salud fue el anuncio del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, de llevar la Gran Misión Abastecimiento Soberano hasta 60 hospitales tipo III y IV, con el fin mejorar dentro de ellos la prestación de sus servicios y manejar la distribución de insumos y medicinas. El augurio de la misma San Miguel es que la improvisación lleve el plan al fracaso.

Insignias para la censura

Cuando Jesús Mantilla arribó al MinSalud, las voces críticas al nombramiento no se hicieron esperar. Se reprochó, en principio, que quien era teniente coronel en aquel entonces no fuese un civil o un médico, como tradicionalmente había ocurrido desde que se creó el ministerio. Meses después, los reclamos se dirigieron a su incapacidad para asumir los retos que comportaba su posición. En enero de 2008, Copei le señaló por su “incompetencia” para manejar la política de salud en Venezuela y rechazó el resurgimiento de enfermedades que ya habían sido controladas como dengue, parotiditis y varicela. En marzo de ese año, se le culpó por la muerte de 6 recién nacidos en la Maternidad Concepción Palacios por falta de personal médico en el sitio.

Pero lo que más recuerda el epidemiólogo y ex ministro de Sanidad José Félix Oletta es que el acceso a la información sobre las enfermedades que se propagaban en Venezuela durante períodos específicos se cerró. El Boletín Epidemiológico que se publicaba desde 1937 dejó de circular.

Según Oletta, Mantilla se sirvió de la excusa de no creer en epidemiólogos para ordenar la suspensión del boletín. La situación comenzó entre septiembre y octubre de 2007, cuando hubo un brote de dengue que duplicó las cifras del año anterior; y continuó durante todo 2008, cuando la Sociedad Venezolana de Infectología y el Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de Venezuela alertaron sobre una pandemia de parotiditis. En 2009, cuando ocurrió la pandemia de H1N1, tampoco se dio información.

En respuesta, las Sociedades Científicas Médicas elaboraron sus propios boletines, pero estos no podían registrar todos los casos. “Había una restricción absurda de información que impedía ver la evolución de la epidemia. Era muy triste porque cada vez que había una epidemia, lo que hacíamos era literatura técnica”, afirmó Oletta.

Para ese momento, Provea y Espacio Público introdujeron un recurso de amparo ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), para que se reanudara la publicación de los datos epidemiológicos. Con Rotondaro y Reyes Reyes, el silencio continuó.

Aunque la llegada de Eugenia Sader hizo que los boletines se publicaran durante los primeros meses de su gestión, un brote de encefalitis equina provocó que nuevamente se interrumpiera la divulgación de la información. “Sader omitió información sobre el brote postpandémico de H1N1, hubo dificultad para obtener información del cólera importado de Cuba y un brote de mayaro”, recalcó Oletta.

“Esa es la terrible herencia de los militares: privar a los médicos y ciudadanos de esta información. El desasosiego, la falta de transparencia y la oscuridad en su gestión se tradujo en censura y corrupción”, apuntó el especialista. Hoy, el silencio de MinSalud continúa. Las cifras precisas de muertes e infestados de las epidemias de dengue, malaria, zika y chikungunya se desconocen.

Dos cadetes del Ejército fallecen tras accidente en adiestramiento militar

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Willianny Paola Amaro Hernández, de 18 años de edad, es el nombre de la cadete de 2do año del Ejército, quien falleció este viernes tras luchar por su vida durante varios días, luego de lo que se presume fue un accidente ocurrido en una práctica de supervivencia, donde también se vieron afectados otros alumnos de la Academia Militar de Venezuela.

Willianny, se marchó con sus sueños intactos y dejó consternados a familiares y amigos, quienes hoy lamentan su partida.

La joven proveniente de San Juan de los Morros, es la segunda víctima mortal de este trágico hecho, que se produjo hace aproximadamente un mes, del cual no se conocen mayores detalles por parte de las autoridades de la Academia Militar y el alto mando de la Fuerza Armada Nacional (FAN).

Versión de los hechos

De acuerdo a versiones extraoficiales, lo que debió ser un adiestramiento militar, de rutina, terminó en una trágica noticia que hasta ahora deja dos cadetes fallecidos, de unos 50 alumnos que tras participar en el ejercicio, ingresaron con afecciones respiratorias al hospital militar “Carlos Arvelo”.

Según una nota publicada por Últimas Noticias, el pasado lunes falleció la primera persona por este caso, quien quedó identificado como Ángel David Sánchez, de 24 años. Otro cadete se mantienen en delicado estado de salud.

Lee más en El Pitazo.

 

Estos fueron los ascensos militares que hizo Maduro

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El presidente Nicolás Maduro aprovechó el evento en la Academia Militar por aniversario de Graduación de Hugo Chávez  para realizar el acto de ascenso conjunto de altos cargos militares donde anunció las nuevas designaciones y ratificaciones en las comandancias generales de los componentes de la FANB:

 

Como comandante general de la Aviación Militar fue designado el mayor general [Edgar Valentín] Cruz Arteaga. «Tiene una gran tarea para seguir fortaleciendo la capacidad aérea de nuestra patria», expuso el presidente Maduro.

 

Nombró comandante general del Ejército al mayor general [Juan de Jesús] García Toussaint, «de la promoción de 1985»

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Designó comandante de la Armada bolivariana al almirante [Franklin] Monplasier, «digno oficial», aseguró.

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También nombró como comandante general de la Milicia Nacional bolivariana al mayor general [César] Vega González, quien hasta ese nuevo había ocupado la jefatura de la Región de Defensa Integral Occidente.

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Ratificó en su cargo de comandante general de la GNB, al mayor general [Néstor] Reverol Torres y explicó que «es justo decir la extraordinaria labor que está haciendo este mayor general y lo he ratificado también.»

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Guyana fue parte del acto

Como parte de sus palabras, el presidente les pidió a los 1.023 graduandos de la Academia no dejarse «corromper jamás por nadie, mantengan sus valores de ética intactos en toda su carrera, en toda su vida.» y les agradeció, el apoyo recibido «en la decisión absoluta de luchar por el respeto de Venezuela y por el carácter venezolano de la Guyana Esequiba.

Maduro aseguró que no podía aceptar «las ofensas de quien ejerce la máxima magistratura de Guyana; no representa al pueblo de Guyana, representa a la Exxon Mobil. Hoy ha dado unas declaraciones lamentables, el presidente David Granger. Lamentables. Las rechazo en todas sus partes y seguiré tomando decisiones de Estado para rechazar, disipar, neutralizar y derrotar esta provocación de este provocador de la Exxon Mobil (…).»

 

Perfil: El nuevo ministro del Interior y Justicia, sancionado por EE. UU.

González López

 

@AlbertoYajure

 

El mayor general Gustavo Enrique González López fue designado este lunes 9 de marzo por el presidente Nicolás Maduro como nuevo ministro de Interior y Justicia, en sustitución de la almiranta Carmen Meléndez, quien pasará a ocuparse de tareas del Ejecutivo.

El mayor general González López ocupaba desde el 17 de febrero el cargo de director General del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN). Sustituyó a Manuel Gregorio Bernal Martínez, quien ocupaba el cargo desde el 23 de enero de 2014. Pero González López también comparte su rol en Inteligencia con la dirección del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (Cesppa).

González López ha sido incluido —junto a otros siete funcionarios, entre los que se encuentran militares de alto rango y la fiscal Katherine Haringhton— en la lista de sancionados por Estados Unidos por su vinculación a la violación de derechos humanos en Venezuela.

Este funcionario, a quien se le vincula estrechamente al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, ha acumulado poder dentro del madurismo. Como director del Cesppa, González López ha ejercido funciones y acciones, entre las que destacan: solicitar y evaluar informaciones «de interés para el nivel estratégico de la nación»; pero también ha tenido en sus manos la potestad para censurar y declarar el carácter de reservado, clasificado o de divulgación limitada a cualquier información considerada sensible para el Gobierno; También está entre sus potestades la distribución de información al Presidente la toma de decisiones; y unificar el flujo informativo sobre aspectos sensibles de la seguridad, defensa, inteligencia y orden interno.

González López egresó de la Academia Militar en la promoción de 1982. Se graduó en la posición 45° entre 102 oficiales. Entre sus compañeros de promoción destaca el exdirector de la Disip, exministro de Defensa y actual gobernador de Trujillo, Henry Rangel Silva. El presidente Maduro lo describió en septiembre de 2013, al designarlo como director del Cesspa, como un “patriota y estudioso de la seguridad”.

Su ascenso vino de la mano de su designación, en 2006, como presidente de la empresa estatal Metro de Caracas y Metro Los Teques, cuando también trabajaba para la Gobernación del estado Miranda, en ese entonces en manos del actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello (Psuv), según reseñó la entonces Agencia Bolivariana de Noticias (ABN).

Durante su gestión en el Metro ocurrieron varios eventos importantes: se inauguró el Metrocable San Agustín; se produjo el primer choque de trenes en la historia del sistema, que causó un muerto y 14 lesionados el 30 de julio de 2007 en la estación Plaza Sucre; pero también se firmó –en septiembre de 2008 y sin licitación– el contrato para la rehabilitación de la Línea 1 por $1.845 millones. El expresidente Chávez aprobó en febrero de 2008 los recursos al consorcio español UTS-CSM para la dotación de trenes, restitución de vía férrea, sistemas de electrificación, pilotaje, señalización y mantenimiento.

El periodista Manuel Isidro Molina escribió en su columna en el semanario La Razón (07/12/08) que el contrato era “una de las más grandes estafas a la nación”. El lunes 21 afirmó que González López, junto a la asesora jurídica de Cametro, Marisela Estrada La Riva, y el vicepresidente de grandes obras, Francisco Ramírez, “fraguaron toda una operación” para la rehabilitación de la Línea 1 del sistema que se le dio a este holding español. “Ellos hicieron su agosto allí. Chávez aprobó la partida y Ramírez renunció en marzo y se fue a montar la empresa con los españoles”, aseguró Molina, quien dijo que la denuncia le había llegado de fuentes “confidenciales” con todos los soportes.

Luis Román, vocero de Familia Metro, afirmó que el costo del contrato es casi igual al que pagó Panamá por la construcción de su sistema metro. “Aún no han terminado las obras y les han dado créditos adicionales”, señaló vía telefónica.

En diciembre de 2008, Chávez lo nombró comandante de la 5ta. División de Infantería de Selva, Teatro de Operación N° 5 y Guarnición de Ciudad Bolívar. El regreso González López pasó a retiro este julio y fue reincorporado al servicio activo en septiembre, un hecho que Rocío San Miguel, presidenta de Control Ciudadano, considera “bastante inusual”.

Chávez designó a González López comandante general de las Milicias Bolivarianas en 2010, un componente creado en 2008 a partir de la enmienda constitucional. El diputado Adel El Zabayar, de la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional (AN), defiende la gestión de González López en las Milicias porque “han cumplido al pie de la letra todas las directrices del comandante Chávez”.

En 2011 fue ascendido por el expresidente Chávez al rango de mayor general. En los últimos meses se desempeñó como secretario de la Unidad de Seguridad e Inteligencia del Sistema Eléctrico.

Desde su nombramiento al frente del Cesppa, González López no ha dado declaración. Su silencio contrasta con las críticas hechas al órgano, cuyo decreto de creación fue sometido a una reimpresión el jueves pasado por “fallas en los originales”. Fueron eliminadas menciones a enemigos internos y externos y la obligatoriedad de entes públicos y privados de dar información al Cesppa.

 

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Lee más en: Esta es la Orden Ejecutiva de Obama que contempla medidas contra funcionarios venezolanos (En Español)

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La muerte de Hugo Chávez: Así transcurrió el 5 de marzo hace dos años

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@albertoyajure

 

5 de marzo, 2013. [dos años atrás] En el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo la rutina había cambiado drásticamente. Hacía exactamente 15 días desde que se había anunciado el regreso del presidente Hugo Chávez desde La Habana, donde había estado tratándose el cáncer que se le detectó en 2011. Un tuit lanzado desde su cuenta en la red social Twitter desató el delirio en redes sociales.

“Hemos llegado de nuevo a la Patria venezolana. ¡¡Gracias Dios mío!! Gracias ¡¡Pueblo amado!! Aquí continuaremos el tratamiento”, apareció en @chavezcandanga —con más de 4 millones de seguidores— el 18 de febrero sobre las 05:42 horas (en Caracas).

De allí en adelante, las informaciones sobre su estado de salud serían administradas en pequeñas dosis, casi a cuentagotas. Los familiares de pacientes recluidos en el Hospital Militar eran testigos de cómo se incrementaba la presencia de agentes de la Guardia de Honor, de la Guardia Nacional Bolivariana y de Contrainteligencia Militar.

“Los guardias llegaron en la madrugada. Por la mañana ya se podía ver el montón de militares y personal de seguridad”, relató el martes 19 de febrero la madre de un paciente de Traumatología en el piso seis. En la entrada principal de las instalaciones se colocaron detectores de metales y se incrementaron también los controles: los bolsos y paquetes eran revisados cuidadosamente, se hizo obligatorio la presentación de la cédula de identidad y se debía declarar el propósito de la visita al centro médico.

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El hospital donde Chávez pasó sus últimos días es una enorme mole de concreto con capacidad para 1.000 camas. Construido en 1960, cuenta con dos alas o naves —una de 15 pisos y la otra de 11— conectadas entre sí por largos pasillos, pasadizos y accesos, algunos de ellos restringidos. Tiene al menos 14 escaleras y más de 20 ascensores. Algunas áreas en la planta baja fueron clausuradas y permanecían bajo vigilancia militar. La rampa principal de acceso al Hospital conducía a una entrada en mezzanina, donde se descargaron el lunes 18 de febrero sobre las 10:00 horas decenas de plantas de palma que fueron dispuestas como una cortina que no permitía ver a los visitantes del presidente Hugo Chávez que ingresaban en vehículos oficiales.

Ese acceso conducía también a un pasillo, un Hall principal, que fue cercado con cinta roja y que a su vez llevaba a un ascensor, también vigilado por agentes de la Guardia de Honor. Pese a todas las medidas que sugerían la presencia del Jefe de Estado, había más dudas que certezas. No había evidencia de que Hugo Chávez hubiese sido ingresado a la instalación. Los medios oficiales presentaron a Dubraska Mora, una enfermera adscrita al Servicio de Emergencias, quien declaró que había visto a Chávez ingresar a pie.

“No llegó en camilla, ni en silla de ruedas, ni intubado, no llegó con ningún proceso invasivo. Nuestro Presidente está fuerte para seguir comandando”, afirmó en la pantalla de Venezolana de Televisión (VTV) el canal estatal.

“Si Chávez está aquí lo tienen en el piso nueve. Es un área para él solito. Eso lo tenían cerrado desde hace más de un año”, aseguraba una trabajadora. El piso nueve es compartido por la Unidad de Trasplantes de Órganos y un área para Rehabilitación.

La noche anterior al anuncio de la muerte de Chávez (4/3/13), el entonces ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, apareció en los televisores para dar lo que sería el último parte médico del Jefe de Estado. El pronóstico era crítico: una nueva y “severa” infección respiratoria agravaba su ya deteriorado estado, el tratamiento para combatirla no había surtido efecto debido a la supresión de su sistema inmunológico, se le sometía a fuertes dosis de drogas y a una última ronda de quimioterapia “de alto impacto”.

Apenas tres días antes, el 2 de marzo, Maduro aseguró que Chávez —a quien se le había colocado un tubo en la traquea— se comunicaba con sus allegados “por vía escrita y por otras vías que él mismo [había] inventado”. Incluso, voceros del Gobierno venezolano daban fe de que participaba en largas reuniones, algunas de hasta cinco horas, en las que pedía informes, evaluaba datos económicos y giraba instrucciones.

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Esa mañana fue distinta. El nerviosismo se acumulaba entre los seguidores de Chávez, que habían acudido —entre fervor y curiosidad— a la pequeña capilla que se construyó en su nombre y que fue inaugurada con una misa a la que asistió su hija María Gabriela. Cerca de 30 mujeres y hombres oraban ese martes a las 9:30 am por la salud del Comandante. Algunas lloraban y se ahogaban en sollozos.

Funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) obstaculizaban el trabajo de los reporteros. Andrew Rosati, periodista estadounidense y corresponsal para el Miami Herald, fue detenido junto al autor de estas líneas y entonces reportero de Últimas Noticias, por seis agentes vestidos de civil y sin identificación visible. Interrumpieron entrevistas, tomaron identificaciones, leyeron anotaciones y borraron material gráfico. Se les increpó: «¿Cuál era el delito? ¿Por qué estamos detenidos? ¿Por qué nos interrogan?». El agente respondió: «Chamo, esto todavía no es un interrogatorio». Rosati fue retenido por más de una hora hasta que lo sacaron escoltado de las instalaciones. Durante ese tiempo, indagaron por cada nombre de contacto y número registrado en su teléfono móvil e hicieron copias de su tarjeta de memoria.

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Decenas de seguidores de Chávez se congregaron por la tarde a las afueras del Hospital. Una multitud gritaba consignas y ondeaba banderas rojas en apoyo a la revolución y su líder. Otros pedían detalles sobre la salud de Chávez. Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas, salió cerca del mediodía a bordo de un vehículo negro. La multitud detuvo el carro, que iba escoltado por motorizados. Rodríguez bajó el vidrio, agradeció las muestras de apoyo y el vehículo arrancó.

A partir de las 2:00 pm entró en cadena nacional el entonces vicepresidente, Nicolás Maduro, quien hacía votos para mantener la estabilidad y tranquilidad en el país para cerrar filas “junto al comandante Chávez”. El anuncio presagiaba el desenlace.

Una decena de corresponsales y fotógrafos de agencias de noticias observaron atentos las declaraciones de Maduro a través de una pequeña televisión en una  panadería frente a la entrada del Hospital. Tres cuadras más adelante, frente a la sede de Ipostel, la imagen de la reunión entre Maduro y los miembros del Comité Político del Psuv era reproducida en pantallas gigantes.

El Instituto Postal y Telegráfico había organizado una jornada deportiva que tomó toda la avenida José Ángel Lamas, en San Martín. En el espacio se habían improvisado canchas de fútbol, basquetbol, voleibol. Se habían traído colchonetas para exhibiciones de Karate-do, Tae Kwon Do y material para tenis de mesa. En el estacionamiento del Ipostel se había armado un ring de boxeo.

Pero la cadena acaparaba la atención de todos los presentes. A las tres de la tarde el ambiente ya no era festivo. Nadie podía saberlo, pero las decenas de entrenadores e instructores cubanos conversaban entre sí, en murmullos, mientras observaban de pie la transmisión.

A las 5:25 de la tarde apareció de nuevo en las pantallas el vicepresidente, Nicolás Maduro. Esta vez desde la planta baja del Hospital y acompañado de Cilia Flores, Elías Jaua, Jorge Rodríguez y Jorge Arreaza, entre otros. Chávez había muerto.

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En Caracas la noche cayó como una gran sábana negra. Las empresas apresuraron el cierre de actividades. Miles de caraqueños salieron de sus lugares de trabajo para encontrarse sin alternativas de transporte para volver a sus casas. El principal sistema de transporte en la capital, el Metro de Caracas, suspendió el servicio a pocas horas de haberse anunciado el deceso de Chávez. Muchos optaron por caminar. La autopista Francisco Fajardo, que recorre la ciudad de Este a Oeste, se convirtió en un estacionamiento con miles de vehículos atascados en el tráfico. Solo las motos se movían, surcando las colas, cambiando de canal una y otra vez para abrirse paso entre las interminables filas de carros que expiraban gasolina y CO2.

Solo las motos se movían.

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A las 7:00 pm la avenida José Ángel Lamas era un hervidero. La noche caminaba sobre la ciudad. Y con ella cada vez más y más seguidores de Chávez llegaban al Hospital Militar para despedirle. Un piquete de la Policía Militar se había instalado frente al portón principal. Había también vehículos oficiales y una ballena. La escena era de frenesí. Cientos de personas vestidas de rojo lloraban mientras entonaban canciones de Alí Primera.

“Chávez vive, la lucha sigue”, gritaba Nelson Merentes, entonces presidente del Banco Central de Venezuela, desde el techo vehículo militar. Lucía traje y corbata. En la mano llevaba un megáfono.

El eco recorría todo el lugar.

Hombres y mujeres trepaban a los techos de casas. Había pancartas por todos lados, fotos de Chávez. Las consignas retumbaban en por todo el lugar. Y llanto, mucho llanto. Poco a poco ingresaban vehículos con altos funcionarios del gobierno. Otros lo hicieron a pie, como Darío Vivas y Farruco Sesto.

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Un grito antecedió a un tumulto de personas que se abalanzó sobre Carmen Andrea Rengifo, periodista colombiana y corresponsal de Radio Caracol. Alguien pronunció “Globovisión” y la chispa encendió los golpes. Desde arriba se observaba la andanada de puños. Rengifo corrió. Su camarógrafo fue lanzado contra la puerta de una vivienda. Desde arriba, en el techo de una bodega, parecían dos presas luchando por escapar del predador. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, Rengifo huía despavorida mientras la sangre manaba de su cabeza y corría por su cara.

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Darío Vivas anunció los preparativos para el día siguiente: Una caravana fúnebre partiría a las 08:00 horas con el cuerpo del ex presidente Hugo Chávez. El cortejo recorrería la avenida San Martín y el centro de Caracas hasta el Paseo Los Próceres. La noche acabó. El país había cambiado.