VENÍA EN EL VUELO de Avianca de Bogotá a Caracas tras haber entrevistado al candidato Juan Manuel Santos para mi programa de radio. Traía fresca la imagen de un automercado pues muy temprano en la mañana de ese día había hecho lo que ya se llama entre los venezolanos “Turismo de Comida” y había visto la variedad de productos ofertados entre los que destacaban los estantes refrigerados de Harina Pan, empresa del Grupo Polar, que con varias plantas de producción arrancó hace años en el vecino país. Arepas variadas con quesos diferentes, bollos, cachapas y otros artículos a base de la famosa harina venezolana. Dolor en el alma cuando sabemos el desarrollo de ambos países desde los años sesenta. Hoy sentimos que nuestro deterioro nos parta 22 años de Colombia, once nuestros en retroceso y once de ellos en avance acelerado. Volviendo al tema inicial refiero que en el periplo de 48 horas que hice por la capital colombiana me tope con más de tres docenas de compatriotas que ya seleccionaron el país vecino como su hogar y trabajo. Increíble pero cierto. Algunos apenas entregando información sobre sus habilidades y otros haciendo labores cuasi desconocidas. Otros, menos mal que la mayoría, bien ubicados y en trabajos bien remunerados. Lo que me sorprendió aún más fue que en el avión en que viajaba venían de Cartagena 15 empresarios de Guayana, diez de empresas metalmecánicas y cinco de industrias alimenticias, que buscaban mudarlas a la zona franca de esa ciudad. Es decir que mientras el régimen venezolano apuesta a la destrucción de todo el capital nacional, sus industrias y su preparada mano de obra, a pocos kilómetros de nuestras fronteras se abren las puertas para ellos con ofertas atractivas y futuro ambicioso por delante.