Sixta Cortez, por la gracia de Dios y de La Vega
Sixta Cortez, por la gracia de Dios y de La Vega

¿De dónde viene la capacidad de esta mujer para armar una organización tal que le haya podido dar alimento, cada día, a los niños de la Escuela Canaima allá arriba en lo más alto de La Vega, manteniendo el servicio aun en las peores condiciones del país, que son las actuales?

Su fuerza viene de un caserío del estado Sucre donde vio a su mamá con esa pierna mala toda la vida, arrastrándola siempre, emprendiendo cada mañana un invento para aportar a la casa y sacar adelante a ocho muchachos que parió junto al agricultor Juan Bautista Rojas García, quien tuvo otros cinco vástagos por otro lado y quizás Pura Cortez, que así se llamaba la madre de Sixta, también los apoyó para hacerlos hombres y mujeres de bien. “Hacía aceite de coco, esteras, de todo. Me enseñó a no quedarme quieta, siempre hay algo que hacer”. Así dice Sixta al recordarla.

La pregunta es: ¿cuántas mujeres más como Pura y como su hija, y como las monjas de La Vega y como la educadora Isabel Castellanos (primera directora de la Canaima) harán falta en Venezuela para su reconstrucción?

La historia de sixta

No es tan raro ni tan heroico el perfil de Sixta Cortez. Simplemente es una buena mujer, inquieta y solidaria. Algo en ella vio Jean Pierre Wyssenbach —el jesuita que ha regado a Venezuela de olimpiadas matemáticas— cuando la puso en contacto con la Escuela Canaima, donde hizo carrera con tal entusiasmo que se convirtió en directora durante muchos años y hasta enero de este año pero sigue ligada. “No ha sido nunca un empleo, es mi compromiso de vida”. La Canaima no pertenece a la red Fe y Alegría, es una iniciativa de un grupo de madres de alumnos del Colegio San Ignacio de La Castellana que crearon una Fundación y así abrieron las aulas en 1982. Ella, Sixta, comenzó en 1986 a dar clases a sus muchachos de deportes porque le dio nota, porque tenía esa vocación de aportar algo y de hacerlo sobre el material humano más sensible de una sociedad. Gratis.

No entró formalmente a la Canaima hasta 1988, y más tarde sería su directora. Isabel Castellanos fue, además de Pura y del popular “Wyssen”, una persona muy significativa que comenzó a formar parte de su familia, o sea, como si lo fuera. Contribuyó a hacerla pedagoga y a desarrollar carácter con los muchachos del barrio, sin tratarlos como “pobrecitos”.

—Y ahora busco recursos para el programa del comedor porque si los chamos no comen no tienen ganas de estudiar y no asisten. No es un empleo, es un compromiso de vida, y un compromiso moral y sentimental con Isabel.

Desde que llegó a Caracas en 1970 ha vivido toda la vida con Isnarda, su hermana mayor. Aun cuando no pernocte en la parroquia, La Vega ha sido su casa y su escuela: el lugar donde se incorporó a Utopía y se formó en la práctica pedagógica pues ella, en verdad, iba para administradora. En La Vega están sus querencias, sus logros y esa familia inmensa que no es su familia en realidad pero actúa como tal.

—La Vega tiene cualquier cantidad de gente maravillosa —dice—, no tienes idea de la cantidad de gente buena que tenemos allá. Es, además, una parroquia muy organizada de la cual han salido grupos de trabajo, organizaciones sociales, juveniles … Por San Juan compartíamos en la calle, íbamos a misa a las once de la noche en el barrio El Carmen. No tenía miedo. La situación del barrio sabemos, ahora, que no es fácil, sin embargo siempre creo que son más las cosas buenas que se viven allá que las negativas.

Y ahora, Fe y Alegría

Fue hace pocos meses cuando la llamaron de Fe y Alegría, la red de enseñanza nacional, privada y de vocación católica que se ha extendido a otros países en tres continentes porque su prestigio se pierde de vista.  Fe y Alegría ha comenzado a procesar ayuda para dar directamente alimentación a sus alumnos. Sus directivos se alarmaron cuando vieron que, en muchos casos, por la hambruna, hasta 50% del alumnado estaba dejando de asistir a clases. ¿Y a quién se han buscado para la organización de los comedores? Pues a Sixta. Como ella salió jubilada y los jesuitas conocen los logros del comedor escolar de la Canaima, le pidieron apoyo para gerenciarles su proyecto. Está en eso desde febrero. Hay 32 escuelas sumadas al programa. Ella está en estos momentos motivando y formando a madres procesadoras pues la idea es que los representantes de los muchachos colaboren. Así se hizo en la Canaima, donde los padres han asumido el compromiso de pasar una vez a la semana por la escuela, y meterle el pecho al asunto en la cocina y en otras cosas. Dice Sixta:

—Mi misión es acompañar a los coordinadores del proyecto a nivel regional y a los directores de las escuelas pues no resulta fácil decirles a un director, a un equipo directivo, “miren, a partir de ahora van a dar comida”. Más todavía en la situación de ahorita, que cuesta tanto conseguir cualquier cosa.—

Alfredo Infante, párroco de San Alberto Hurtado de La Vega, dio la idea de contratar a Sixta para este trabajo. La conoce; la conocen muchos, a ella y su trayectoria, y saben de la buena marcha del comedor de la Canaima. Es, además, directora de la zona oeste de la AVEC (Asociación Venezolana de Educación Católica) y se conoce como nadie la red de escuelas, incluyendo las de Fe y Alegría en La Vega: la Luis María Olaso (en La Estrella, una zona bastante fuerte), Alianza La Vega (fue creada por una organización norteamericana pero se la dejaron a los jesuitas al marcharse del país) y la Andy Aparicio.

Sixta trabaja de la mano con Juan Carlos Escalona, quien dirige los proyectos de Fe y Alegría.

—Sixta, si tuvieras el poder de un ministro, o influencia en las políticas públicas y un gobierno que te escuchara, ¿qué  harías en materia educativa?

—Uy, ¡esa pregunta!

Parece dudar pero enseguida suelta de carretilla:

—Todos los cambios que hemos tenido en el país, los nuevos lineamientos, han sido mal llevados. Hemos perdido los niveles de exigencia. Hay que rescatar y valorar la calidad académica. No sé, creo que tenemos que dar un vuelco. Los maestros debemos cambiar la forma de dar las clases. Que haya una justa evaluación del desempeño docente. Nuestro desempeño ha disminuido, hay que incentivar al personal docente, administrativo y obrero. Si nosotros nos sentimos entusiasmados, el cambio se va a notar de inmediato en el cariño que le ponemos al trabajo. Hemos visto eso en las actividades con la comunidad y en la propia escuela: cuando hay entusiasmo, se nota.  Me gustaría que el Ministerio de Educación planificara. Lo digo porque por ejemplo el otro día me llamaron de la Zona Educativa. Viernes en la tarde para una actividad el lunes a las 8:00 de la mañana, y no se habían enterado de que ya no soy directora de la Canaima. ¡Son tantas cosas que uno quisiera…! Entusiasmar a los estudiantes por estudiar. Hay quienes no quieren ir a la escuela. No sería fácil hacer todos estos cambios porque hemos tenido un franco deterioro. Hace poco estaba hablando con una profesora de la Universidad Simón Bolívar y, bueno, tendríamos que hacer cosas para que los estudiantes, cuando lleguen a la universidad, no se sientan tan perdidos. Y deberían tener opciones. Están hasta tercer año en la Canaima, por ejemplo, y el año que viene, si la situación del transporte sigue igual, no van a poder estudiar cuarto y quinto años porque los liceos les quedan demasiado lejos y no hay transporte. Debería ser política de Estado, garantizar eso. Allá arriba, en el sector Las Casitas, el Estado no les facilita un liceo.

—¿Una situación triste que te haya conmovido particularmente?

—Fíjate, muchachos que han dejado de asistir porque simplemente su papá no quiere. Otra: hace cinco o seis años, en una actividad, se le preguntó a un alumno “qué quieres ser tú cuando seas grande”, y respondió: “Maestra, yo voy a ser malandro”. “¿Y por qué quieres ser malandro?” “Porque así uno se muere rápido”. Lo recuerdo y se me vuelve a encoger el alma. El muchacho era muy violento en la Escuela y vivía, también, una situación de violencia en su casa. Y estaba la mayor parte del tiempo solo. Sin embargo, tenía grandes sentimientos. También ha vivido y vive grandes momentos, como cuando cierta vez fue a una empresa aseguradora a que le revisaran el carro y alguien le dijo: “¿Usted no es la profesora Sixta? Usted me dio clase, y gracias a usted soy bachiller”.

Vuelta al caserío de enseñanzas

Cuando era directora en la Canaima, lunes y jueves por la mañana les dedicaba una hora a padres y representantes. Los escuchaba. “Gracias por ese consejo, profe”, le decían. Es de los momentos que ella extraña ahora pues era la oportunidad para acercarse a la familia de los estudiantes. En junio hacía el día del buen representante, una manera de celebrar a quienes respondían a los llamados a una actividad deportiva con el respectivo hijo, y a los que hacían caso de buen grado cuando se les pedía que llevaran al niño donde un psicólogo. Inventaba un brindis, una bailoterapia, una sesión de yoga, una misa. Después también llamaba a los que no habían cumplido durante el año y les hacía entrevistas individuales. “Descubría situaciones allí, a veces eran cosas que, con un simple consejo, uno podía ayudar a mejorar. Mi experiencia como docente fue maravillosa”.

Y eso que jamás dijo, en su infancia, que iba a ser maestra, pero la vida la llevó por ahí y se lo agradece a Dios.

Lo de Fe y Alegría es tremendo reto. Por supuesto que en la Canaima las cosas tampoco han sido fáciles durante los últimos tiempos: en algún momento tuvieron que suspender el servicio de comedor porque simplemente no tenían recursos. No, las cosas no son nada fáciles. La Canaima era un sitio tranquilo, pero eso cambió de un tiempo para acá. Y faltan profesores sobre todo en las materias como matemáticas, física, biología. Ella ha convencido a sus maestras y maestros, los que quedan, a que hagan diplomados en la UCAB, gratuitos, para luego dar las clases en las troneras dejadas por la falta de personal. Ella misma tomó el diplomado de matemáticas.

Y vuelve sobre su madre Pura, y le da las gracias a las hermanas salesianas y a las monjas de la Presentación que les prestaban sus espacios, a ellas y a otros compañeros, para dar la materia deportiva a los niños que carecían de ella, y para ayudarlos con sus tareas, y asistirlos durante las vacaciones cuando habían raspado materias y las tenían pendientes para septiembre. Lo hacía de buena gana, era feliz, se entregaba a la muchachada. Lo sigue haciendo, solo que ahora las cosas se han puesto muy serias.

Ella recuerda que Pura, arrastrando su pierna, jamás dejó de hacer cosas. Hay bajones, es verdad, pero Señor, muéstrame el camino.

Así dice Sixta.

@sdelanuez