Desaparición del trigo y muerte a los cachitos
Desaparición del trigo y muerte a los cachitos

Paola Martínez | @mpaolams

Sabrina D’Amore | @Sabridamore

“PASE QUE HAY PAN”, se escucha decir desde la calle a un hombre con camisa de la Sundde. Adentro, unas 50 personas hacen cola para recibir tres canillas. Los ojos de Chávez siguen el proceso desde la gorra del hombre detrás del mostrador, quien empaqueta los panes y mira con desconfianza a los panaderos. También observan desde la franela de una mujer que ordena la cola para acelerar el proceso de pago. A pesar de sus intentos, la fila de clientes continúa creciendo hasta que el fiscal de la Sundde anuncia que se acabó el pan.

En 35 minutos, 720 pan canilla son vendidos y dentro de poco se repetirá el mismo proceso. Este es el ciclo de una panadería del centro de Caracas tras la implementación del Plan 700, que pone a la Superintendencia de Precios Justos (Sundde) como los vigilantes de la harina. Pero es un caso atípico, pues no todas las panaderías de la ciudad han sido fiscalizadas y no todas cuentan con suficiente harina para mantener una producción estable.

Con la intención de frenar a las supuestas mafias que originan la “Guerra del Pan” y la “Guerra Económica”, el Gobierno Nacional inició el 14 de marzo el despliegue de inspectores asesorados por la Sundde, junto con representantes de la juventud bolivariana y de los Clap, en las 709 panaderías de Caracas para supervisar la elaboración y venta del producto. De acuerdo a el superintendente William Contreras, en cuatro días las ventas aumentaron más de 1500%.

¿Muerte a los cachitos?

Las largas filas continúan formándose rápidamente en las panaderías cuando sacan bandejas de pan a la venta, a pesar de todos los intentos por parte del Gobierno y sus organismos para acabar con ellas.

El día a día de los panaderos tuvo que cambiar por esos intentos, obligándoles a usar 90% de cada saco de harina en la elaboración de pan canilla y francés, mientras el restante queda a libre disposición de la panadería para preparar lo que desee. La política parte de la tesis del Ejecutivo de que algunas usan la materia prima para producir “dulces y cachitos y nada de pan para el pueblo”, que entre otras razones, pesaron para detener a los encargados de La Condesa.

“Ayer me regañaron por hacer cachitos”, contó un panadero a Runrun.es, cuyo establecimiento, ubicado en el centro de Caracas, está bajo la fiscalización. Él explicó que allí elaboran la cantidad suficiente de pan canilla y francés, pero estos vuelan de las vitrinas, a diferencia de los cachitos, galletas y tortas que no salen con tal rapidez.

La decisión del Sundde afecta igualmente a aquellos establecimientos famosos por hornear cierto tipo de pan o preparar un dulce especial, como la panadería Torbes ubicada en la avenida Baralt, con antigua tradición en la elaboración de pan andino.

El diario El Nacional reseña que los clientes de la Torbes «sin falta, antes de salir se detienen ante el mostrador y preguntan si no va a salir en algún momento del día el pan aliñado o el camaleón, dos clásicos que hicieron famosa a esta tradicional panadería que lleva 68 años horneando el mejor pan dulce andino de Caracas. Los trabajadores se encogen de hombros y dicen que no, y señalan el cartel con los precios de los tres tipos de panes que están obligados a vender a partir de la medida de intervención de la Superintendencia de Precios Justos en varias panaderías de la ciudad».

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La verdadera guerra económica: falta de importación de trigo

Venezuela es uno de los países más consumidores de trigo y, dadas nuestras condiciones ambientales, el 100% debe importarse y la actividad importadora depende directamente y en su totalidad del Gobierno. Una fuente de la industria del trigo, que prefirió no identificarse, explica que el problema empieza a darse cuando este sector se queda sin divisas suficientes para garantizar el flujo de mercancía necesario para satisfacer la demanda nacional.

El consumo histórico en Venezuela es de 360 mil toneladas de trigo mensuales, sin embargo actualmente solo está llegando al país entre 30 mil y 60 mil toneladas cada 45 días, apenas el 16%. “Lo ideal es lo que ocurría cuando el gobierno entregaba los dólares a la empresa privada. Eso permitía que mientras hay 120 mil toneladas en el país, ya 120 mil estén en tránsito y 120 mil en proceso de compra. Así se garantiza que el inventario de seguridad tendrá un reemplazo a medida que se vaya acabando”, argumenta la fuente experta.

A esto se suma que lo poco que está llegando se está quedando en Caracas, y la situación es aún más aguda en otros estados del país. Juan Crespo, presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Harina (Sintraharina), confirma la situación y explica que otro factor que influye actualmente es que las compañías exportadoras de trigo no están otorgando créditos a Venezuela debido a la coyuntura económica que atraviesa el país.

Esto ha ocasionado, según la fuente experta en la industria, que varios buques contenedores de trigo se hayan quedado varados por meses en aguas internacionales cercanas, como Aruba, Curazao y Bonaire, esperando que se cierre el ciclo de pago para arribar a puerto venezolano. También hay que resaltar que el producto que llega a las panaderías es un producto terminado, es decir, este trigo debe desembarcar e iniciar su proceso de conversión en harina en los distintos molinos, que actualmente son 15 en todo el territorio, según Crespo.

El presidente de Sintraharina explica que luego de que el trigo llega al país, es trasladado en gandolas hasta los molinos, donde reposan dos días para limpiar la mercancía y hacer exámenes de salubridad. Posteriormente se realiza el proceso de molienda y luego la harina resultante va a los centros de distribución, también manejados por el Estado, donde se empaquetan y se distribuyen.

Por su parte, José Sánchez, presidente de la Asociación de Panaderos en Caroní La Espiga Dorada (Asopacedo), enfatiza que desde el gobierno se anunció que cada panadería recibiría 300 sacos de harina de forma mensual, lo cual en efecto sí sería suficiente para una panadería promedio; sin embargo, lo que está llegando es un 15% de esa cantidad. Además, destaca que “de llegar esos 300 sacos, no serviría de nada si no se garantiza la reposición mensual de ese inventario”.

Mucho es preocupante, poco también lo es

Una panadería del centro, de las más grandes, vendió 3.900 pan canilla durante el primer día con fiscales en sus puertas, entre 10 y 15 por ciento más que su producción normal. “Es que yo vendo mucho pan, porque no me conviene tener tanta harina”, dice el dueño del establecimiento, quien pidió que no se publicara su nombre, por temor a represalias. Es suerte –tener excedentes de harina– no la tienen las demás panaderías de la ciudad.

Afirma que en su depósito tiene más de 400 sacos de harina que la Superintendencia Nacional de Gestión Agroalimentaria (Sunagro) le ha asignado a través de los molinos encargados de la distribución. Tener tal cantidad le preocupa. “Me ven tanta harina y me meten preso”, dice y agrega que el hecho de que un organismo gubernamental le de tal cantidad de materia prima no detiene su preocupación.

En el caso contrario, una panadería que cuenta con charcutería y almuerzos ejecutivos, ubicada en Los Palos Grandes, necesita 30 sacos de harina diarios para poder llenar sus anaqueles. Sin embargo, solo recibe 17 cada dos semanas, afirma su gerente. Una panadería más pequeña de la misma zona requiere 10 sacos para poder atender a su clientela, pero la encargada afirma que tiene buena suerte si consigue 15 al mes. Ambos negocios deben recurrir al bachaqueo. El Plan 700 y la Sundde no los han visitado, ni para fiscalizar, ni para ofrecerle insumos.

Una panadería cerca de la avenida Fuerzas Armadas que sí está fiscalizada, recibió solo ocho sacos de harina la semana pasada. Estos podrían haberle alcanzado para producir pocas cantidades de pan durante varios días, pero los fiscales de la Sundde que vigilan el lugar lo obligaron a hornearlos todos. “Mañana verás como consigues más harina”, dijeron al panadero.