Así se vivió el discurso antiimperialista de Maduro desde afuera de la Asamblea
Así se vivió el discurso antiimperialista de Maduro desde afuera de la Asamblea
El 10 de marzo de 2015, el presidente Nicolás Maduro pronunció un discurso antiimperialista ante la Asamblea Nacional, como respuesta a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a siete funcionarios del gobierno venezolano. Un grupo de sus seguidores escuchó sus palabras, minuto a minuto, desde las afueras del Parlamento

 

@AdrianitaN

UN PEQUEÑO TELEVISOR, PLANO, está sobre la mesa blanca de plástico, una de esas que se usan en las fiestas infantiles para poner los pepitos y el refresco. La base del aparato está fijada con bastante tirro como si, en un descuido, fuese a escapar corriendo de su lugar en la “Esquina Caliente”, lugar de reunión fijo, en el Centro de Caracas, para los seguidores más fervientes del chavismo.

La imagen de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, chisporrotea en la pantalla.

“Arregla la antena, un poquito para la izquierda. Ajá, ajá. Ahí”, ordena uno de los espectadores, quien parece conocerse de memoria el viejo truco.

Maduro advierte sobre la petición de una Asamblea Nacional Constituyente, en caso de que los “hijos de Chávez” resulten ser una mayoría en las elecciones parlamentarias pautadas para finales de 2015 y sobre sucesos que podrían “conmover al país”.

El desconcierto en los rostros de los diputados de la bancada opositora es transmitido al país en Cadena Nacional de radio y televisión. “¡No joda, pero hagan algo!”, grita a los adversarios de Maduro el experto en reparación de antenas de televisión.

Unos treinta hombres y mujeres permanecen inmóviles en sus sillas, con el corazón en la boca, casi sin respirar, con los ojos fijos esperando el gran anuncio. Lo bueno es que las cadenas no tienen comerciales.

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Dos indigentes duermen en la acera. Uno está acurrucado a unos pocos metros del Teatro Ayacucho, el otro a los pies de uno de los guardias nacionales que resguardan la cerca de la Asamblea Nacional. Desde allí los importantes anuncios de Maduro no son más que un eco.

Un poco más abajo, en la esquina que une la avenida Universidad con la Sur 4, también están reunidas unas 250 personas esperando la gran noticia, el “cómo, cuándo y dónde”, el dibujito, el esquema, la estrategia para hacer frente a la última ofensa del Imperio estadounidense en contra de la tierra de Bolívar.

Maduro habla de guerras y un diputado opositor se lleva las manos a la cabeza.  “¿Tú te has llevado las manos a la cabeza? ¡Uno se agarra así la cabeza cuando tiene tremendo peo!”, cuestiona un potencial experto en psicología popular a un camarada.

Maduro habla de las sanciones contra siete “funcionarios ejemplares” de su gobierno, impuestas por el de Barack Obama. “¿Y por qué mejor no van a joder a la madre de ellos?”, se pregunta una mujer. El presidente dice que Estados Unidos no puede aprobar una Ley que se aplique en otros países, dice el mandatario venezolano. “Es que eso no es problema de ellos”, defiende otra revolucionaria.

Maduro dice que viene el Imperio, que viene ya, que viene por nuestro tesoro, por nuestro petróleo, que Obama, personalmente, va imponer un bloqueo económico como el de Cuba. “Es que ve esa vaina. ¡Por eso es que nos tienen que decir las cosas, lo que viene, clarito!”, explica angustiado un televidente.

La cámara de la Televisora de la Asamblea Nacional capta a “Rubén” gritando consignas desde uno de los balcones del Parlamento. “Carmen” y su amiga, muertas de la risa, cuentan que “ese gordito siempre anda robando cámara”.

El lente indiscreto captura a un diputado opositor retirándose del Hemiciclo. “Va pal’ baño, déjenlo, eso es más importante que oír esto”, dice Maduro desde la tribuna de oradores. “Mira como huyen las ratas esas, mira como huye ese coñoesumadre”, replica lo que parece ser una seguidora del “Método Chaderton”, el cual detalla cómo suena un cráneo opositor cuando recibe un impacto de bala.

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Llega Humberto López, mejor conocido como el “Ché venezolano, a “ver cómo está la vaina por aquí”. Llega a bordo de su moto “La Poderosa II”, con un tabaco en la boca y las botas puestas. Da un recorrido pequeño, con la confianza de quien va de su cocina a la sala o de su cuarto al balcón. “El ‘Ché’ se vacila una y todo”, se escucha desde la acera.

Cuando Maduro menciona la “emergencia nacional” la audiencia se alborota, pero se “espicha” cuando cae en cuenta que se trata de la medida decretada por Estados Unidos. “No, no ha declarado la emergencia aquí todavía”, tranquiliza un hombre a su esposa.

Maduro habla de un inimaginable peligro que está a punto de posarse sobre Venezuela y nadie habla. Los más valientes se atreven a comprar un café y beberlo, los demás tienen los brazos cruzados, escuchan con atención, asienten, se ponen las manos en la cabeza. Explica un espectador que lo que pasa es que “en verdad estamos ante una gran amenaza” o, como diría un reconocido experto en psicología popular, en “tremendo peo”.

Un borrachito, botella de aguardiente en mano, le robó el protagonismo a Maduro por unos instantes. Narraba, representando todos los personajes de la historia, cómo iba a robarle las “tremendas cámaras” a los “gringos” que vinieran a la Plaza Bolívar:

-“Aaaay, io soy un gringou, vamosh a tomaur una fotou”

-”Mira, gringo, pégate y dame esa cámara”

-”Oh, nou, perou esa es mi cámara. Oh, nou, mi cámara, mi cámara, buaaaaa”.

 

Y lloraba en “gringo”.

A “Carmen” la “pilló” otra compatriota tratando de escaparse, sin mucho escándalo, a su casa. Cerca de las 9:15 de la noche no se cuentan más de cien personas en la esquinita de la Asamblea.  “Epa Carmen, ¿te vas?”. “Sí, sí, es que ya tengo todo el día parada”.

Y por fin llega el gran anuncio: el sábado 15 de marzo de 2015, Maduro, personalmente, comandará unos ejercicios militares que formarán parte de la preparación ante los inevitables ataques de Estados Unidos a Venezuela.

Vítores, aplausos y “así es”. Un hombre con una bata azul, como de mecánico, hace saludos militares a la imagen de Maduro en la gran pantalla.