LA LECCIÓN QUE NOS DIÓ ARMANDO - Runrun
Redacción Runrun.es Jun 04, 2010 | Actualizado hace 14 años

ARMANDO GALARRAGACuando Miguel Cabrera fildeó el roletazo de Jason Donald  y tiró a primera, al lanzador Armando Galarraga, parecía que la hazaña era un hecho.

Le faltaba medio paso a Donald, así que debía ser automática la sentencia del umpire de primera, cuyo nombre, hasta ese momento, muchos ignorábamos.

Jim Joyce, ahora célebre, extendió sus brazos hacia los lados en clara señal de que el bateador-corredor había llegado quieto.

¿Quééééé?

De inmediato la repetición nos confirmó lo que todos habíamos visto segundos antes, fue out y aquel hombre con bigotes de morsa había arruinado la valiosa joya, un juego perfecto.

Si revisan la reseña que publicamos en esta página el lunes, la crónica del juego perfecto de Roy Halladay, encontrarán el dato de cómo el juego que tuvo lugar el sábado en Miami, siendo el segundo de esta temporada después de que Dallas Braden lo lograra el 9 de mayo, hacía ya que este 2010 fuera histórico para el beisbol de Grandes Ligas.

Puse el dato de cómo dos joyas perfectas no se dan desde 1880 y me preguntaba al final, tomando en cuenta que aun falta más de la mitad, si era posible que ocurriera otro. ¿Se imaginan?, me pregunté.

Lo que nunca imaginé. era que dos dias después de formulada la ilusa pregunta, el lanzador venezolano Armando Galarraga lograría hilvanar 27 outs. Bueno, 28.

Estaba viendo el juego de Santana, sobreponiéndose a cada dificultad y sacando ceros, cuando en la transmisión de ese juego Mets-Padres, dijeron que el cumanés estaba lanzando un juego perfecto/.

Por el twitter los periodistas de la fuente comenzaban a hacer comentarios, lleva 19 en fila.,

La transmisión de ESPN2, que estaba con el juego de Cincinnati hacía pases al Comerica Park de Detroit y a todos quienes seguimos con pasión este deporte en Venezuela se nos vinieron a la mente todas la oraciones.

Así fue sacando uno tras otro y llegó el noveno inning.

Ante batazo de Mark Grudzielanek, el jardinero central Austin Jackson, hace una atrapada de feria, de esas que siempre se dan en juego perfecto.

Mike Redmond fue puesto out con facilidad y vino Donald. Ocurrió con su batazo la inolvidable sentencia.

El propio Donald se llevó las manos a la cabeza, si alguien sabía que había sido out era él, pero Joyce sentenció.

Qué rabia para todos.

Algunos, como yo, incluso dijimos frases horrorosas, horribles como la sentencia en contra del umpire.

Es que en el beisbol, un deporte de tantos códigos no escritos, sabemos que una joya como la que estaba confeccionando Galarraga y sus Tigres, si iba a terminar, debió ser con el batazo que ameritó el jugadón de Jackson, no así, con un error del árbitro.

Cuando un umpire “no se siente” es que hizo bien su trabajo. A los minutos Joyce era uno de los temas más comentados en el twitter, en facebook se creó una cuenta para aborrecerlo y en todos los confines del mundo donde se sigue el beisbol la condena fue unánime.

Sin embargo había un hombre, quien más derecho tenía de enfrentar esa equivocada sentencia, que sólo s concentró en terminar el inning, de sacar el out 28.

Armando Galarraga dijo desde el club house que perdonaba a Joyce, que errar es de humanos  y que no esperaba que se cambiara la sentencia, que algún día le diría a su hijo que el lanzó un juego perfecto aunque no aparezca en los libros y le pondrá el video.

Después de la errónea sentencia que destruyó un juego perfecto, apareció Armando Galarraga, ya no el pitcher, sino el buen hombre, para enseñarnos a todos el verdadero concepto de la humildad, la hidalguía, la decencia, el respeto por el otro, el valor de cumplir las reglas y el amor por el prójimo.

Bud Selig estuvo un rato reunido pensando si era posible pasarle por encima a la regla y revertir la decisión y a media tarde se supo que no.

Se va a revisar la posibilidad de echar mano de la repetición en casos como este, pero este juego de Armando Galarraga se queda como está.

Yo no tengo el corazón tan grande como Armando Galarraga y me acosté a dormir furiosa con Joyce, pero cuando lo vi hoy al medio día, llorando, con tanta vergüenza, con el dolor de saber que su error no sólo le quitó un juego perfecto a un muchacho llamado Armando Galarraga, sino a la historia del juego, me dije: “Nadie quiere pasar a la historia como un villano inepto, ese hombre apreció el quieto y punto, se equivocó y si Galarraga lo perdonó ¿por qué no los demás?”