Los opositores del mundo versus la franquicia del mal
Los opositores del mundo versus la franquicia del mal

Los relatos del autoritarismo contemporáneo corren el riesgo de extraviarse. Son muchos, son particulares y, a la vez, iguales.

En Oslo Freedom Forum se reunieron líderes de la resistencia de países que corren el riesgo de ser condenados por mandatarios poco democráticos

El 17 de septiembre comienza la segunda edición de 2018 en Nueva York

 

@laurahcastillo

Oslo, Noruega

 

Aquí hay gente que tuvo mucho miedo y no se detuvo. Que fue amenazada, golpeada, imputada sin pruebas, encarcelada o denigrada públicamente por las fuerzas de seguridad de sus países. Este es el lugar de los opositores.

Varios -muchos- de los que están en las tarimas, en el público o en el coffee break comiendo manzanas y galletas, alguna vez fueron acosados y perseguidos, alejados de sus familias. Aplastados. Ahora, libres y marcados, viven para narrarlo.  

Ellos han sido invitados a la la décima edición del Oslo Freedom Forum para hablar de lo que hicieron y hacen a pesar del miedo. Para hablar de lo que no debe repetirse, pero se repite. Y, también, para comer manzanas y galletas en los coffee breaks.

Vienen de Azerbaiyán, Sudán del Sur, Nicaragua, Rusia, China, Cuba, Hungría, Irán, Filipinas, Ucrania, Yemen, Togo o Venezuela. Son cineastas, activistas políticos, líderes anticorrupción, ministros, exfuncionarios, líderes estudiantiles, comediantes o actores. También hay un hombre que fue un niño soldado que empieza su presentación con una pregunta inquietante, de la que no se puede escapar: “¿A quién pertenece tu mente?”.

El Oslo Freedom Forum es una red de activistas por los Derechos Humanos creada en 2009 que cada año reúne a líderes o personas influyentes con trayectoria en la defensa de la democracia y la libertad.

Thor Halvorssen, venezolano y presidente de la Human Right Foundation, es uno de los voceros del Foro. Camina mucho y muy rápido por el centro de Oslo, donde hay alrededor de 1.000 personas que asisten al Foro y van de una locación a otra sin que se altere la cotidianidad del comienzo del verano escandinavo.

“Existen tres tipos de gobiernos en el mundo: los democráticos, en los que el gobierno tiene límites a su poder; las dictaduras completas y el autoritarismo competitivo.  En las dictaduras completas no existe la libertad ni las elecciones verdaderas, como en Cuba, Rusia, Corea del Norte y, recientemente, Venezuela; en el autoritarismo competitivo sí hay elecciones, pero la libertad es una fachada. Venezuela pasó a ser un autoritarismo competitivo en 2004 y 2005 y, después, pasó a ser una dictadura. Es un proceso paulatino que requiere asfixiar a la sociedad civil, a los medios, a las industrias y a cualquiera que pueda financiar a la oposición”, dice Halvorssen.

De las presentaciones del Oslo Freedom Forum quedan varias  ideas enmarcadas: las democracias son frágiles, no se dan por sentado, vienen sin garantía y requieren mantenimiento. También que los autoritarismos funcionan como una franquicia fácilmente replicable: al igual que en un diplomado del mal, los gobernantes y sus aliados siguen patrones similares en Hungría y en Venezuela; en Rusia y en Nicaragua. Las coincidencias entre las narraciones de los panelistas van generando un ambiente angustioso, casi irrespirable, a pesar del buen sol noruego. La fórmula, con variaciones locales, parece funcionar sin pausa.

“El Foro se fundó con la idea de que todos los seres humanos tienen un derecho natural a vivir libres de la opresión política. Pero ese derecho no se defiende a sí mismo. El Oslo Freedom Forum ofrece un espacio para que los defensores aprendan métodos para amplificar la disidencia, usando tecnología de punta para desafiar a los tiranos e impulsar la reforma”. Así explican en la web oslofreedomforum.com una de las misiones del evento que tendrá su segunda emisión del año a partir del 17 de septiembre en Nueva York y luego, el 10 de noviembre se realizará en Taipei (Taiwán), y el año que viene en Johannesburg.

“Más de la mitad de la población del mundo no vive en democracias. Y muchos de los que viven en democracia no se dan cuenta de que la libertad y los principios liberales no son aire, por ellos se lucha y, cuando se consiguen, hay que protegerlos con una vigilancia eterna, que necesariamente depende de que la sociedad civil se asegure de que el Estado tenga separación de poderes y libertad de expresión. Esto último es quizá lo más importante.

Mucha gente dice que en Venezuela hay medios de comunicación, pero la libertad de expresión no es que una persona la tenga, sino que no haya ninguna a la que se la estén quitando”, precisa Halvorssen.

 

[iconbox title=»“Aquí está Ledezma”» title_align=»left» content_align=»left» layout=»boxed» bg=»#ffffff» border=»#2506ad» title_color=»#2506ad» content_color=»#000000″ align=»center» type=»vector» icon=»undefined» icon_align_to=»box» size=»32″ ]Resultó el más aplaudido del día. El video de “¡Se están llevando a Ledezma!” que en Venezuela convirtieron en meme, en Oslo fue la apertura de la exposición del excalcalde Metropolitano y preso político -aunque escapado- Antonio Ledezma. Al terminar la proyección -un relato bien narrado sobre su situación y la del país- Ledezma salió a la tarima con estudiada postura: “¡Aquí está Ledezma!”, dijo, y el público reaccionó con aplausos. Ledezma, como quien viene del futuro, dejó una advertencia: las dictaduras contemporáneas no destruyen las instituciones de entrada. Al contrario, se aprovechan de los canales democráticos para penetrarlos y debilitarlos desde adentro. Fuera del teatro, en las cenas o en el lobby del hotel, Ledezma es un hombre silencioso, distinto al político de tiempos más adecos. Dos cubanos se acercan a decirle que el día que se escapó de la cárcel ellos celebraron en sus casas de La Habana. Pero para el político venezolano -siempre acompañado de su esposa Mitzy- no parece haber motivo de orgullo: los mira y ensaya algo que no merece ser llamado una sonrisa. Al grupo se suma Edipcia Dubón, Coordinadora del Diálogo de Mujeres por la Democracia de Nicaragua. Mientras está aquí, las protestas en su país van dejando decenas de muertos. “Cada noche me acuesto esperando el mensaje de a quién mataron o encarcelaron”, dice. Venezolanos y cubanos saben de lo que habla. [/iconbox]

 

[iconbox title=»El Chigüire interrupted» title_align=»left» content_align=»left» layout=»boxed» bg=»#ffffff» border=»#2506ad» title_color=»#2506ad» content_color=»#000000″ align=»center» type=»vector» icon=»undefined» icon_align_to=»box» size=»32″ ]En el hall de un centro de convenciones de varios pisos y diseño industrial están las exposiciones de El Chigüire Bipolar medio venezolano ganador del premio Václav Havel a la disidencia política otorgado en el Oslo Freedom Forum 2017- y de Xabier “Bonil” Bonilla, ilustrador ecuatoriano. A Juan Andrés Ravell, uno de los fundadores de El Chigüire, Nicolás Maduro lo ha acusado varias veces de ser “quien tiene las llaves de Twitter en Venezuela” y de formar parte de una “conspiración mayamera”. A Bonil el expresidente Rafael Correa lo llamó «sicario de tinta y enfermo” después de la publicación de una caricatura en El Universo. Ambos stand se encuentran uno frente al otro. Ambos reciben visitantes de buena parte del mundo para conocer sus casos. Bonil muestra enormes caricaturas de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, a quien no es usual ver ilustrado. El Chigüire muestra un video llamado Democracy, interrupted, hecho especialmente para el Foro. Dos historias de la libertad de prensa atacada por el poder se narran en Oslo. [/iconbox]

 

[iconbox title=»Gerardo is using Whatsapp» title_align=»left» content_align=»left» layout=»boxed» bg=»#ffffff» border=»#2506ad» title_color=»#2506ad» content_color=»#000000″ align=»center» type=»vector» icon=»undefined» icon_align_to=»box» size=»32″ ]Gerardo Páez está aprendiendo a usar Whatsapp. Aún no sabe cómo hacer grupos ni mandar mensajes a todos sus contactos, pero lo está aprendiendo en la terraza del Grand Hotel de Oslo gracias a las clases improvisadas de un reportero venezolano. Es el networking de la resistencia. Gerardo hace periodismo y vive en Cuba. Él y otro compañero pudieron salir de La Habana al Foro, mientras otros dos opositores fueron detenidos por el gobierno cubano. De Oslo le asombra todo. “En Oslo conocí personas de varias regiones con experiencias de lucha diversas, historias realmente conmovedoras que me permitieron ampliar mi horizonte político y que me transmitieron mucha fuerza y esperanza ya que, según mi impresión, muchos de ellos, han sufrido más que nosotros los cubanos y sin embargo continúan luchando”, dice Gerardo, vía Whatsapp, desde Cuba. Gerardo edita el boletín La Nueva República, órgano informativo del Partido Cuba Independiente y Democrática. El partido opositor a la dictadura de los hermanos Castro fue fundado en Venezuela en 1980 y comenzó a trabajar en la isla en 2012. Ese mismo año se fundó el boletín que distribuyen con precaución. “Tenemos casas de impresión donde sacamos dos tiradas semanales. La distribución se realiza a lectores fijos mayormente pero también se reparte a lectores ocasionales en lugares públicos, aunque esta estrategia suele ser más riesgosa por ser más confrontacional”, explica Gerardo. Aunque trabajaba con “relativa tranquilidad”, después de que fue al Foro ha sido detenido arbitrariamente dos veces: “La última el mes pasado cuando permanecí encerrado en un calabozo por 24 horas solo para evitar que me desplazara hacia la provincia de Matanza donde debía fundar una nueva delegación de mi partido”, dice. Gerardo confía en que la apertura del wifi en Cuba, aunque sea un servicio caro, favorezca su trabajo de informar: “Gracias a la wifi hemos creado algunos grupos de trabajo utilizando otras vías, como el Whatsapp, que consideramos una herramienta mucho más segura. Para nosotros es una herramienta muy útil que antes no teníamos y para el régimen es un mal necesario que terminará pasándole factura”. [/iconbox]