¡Al borde del abismo! - Runrun
Sendai Zea Sep 01, 2013 | Actualizado hace 11 años

abismo

Encontrarse con la realidad sin ser apartado por la propaganda, por el surrealismo mágico de las agendas fabricadas con fines distractivos, a veces alucinantes, constituye un reto para el venezolano de a pie en estos aciagos momentos.

Nuestro signo monetario, más golpeado que nunca, se diluye en el pandemonium de un control de cambio ineficiente y corrupto, que antepone alcabalas reales y ficticias para permitir, dentro de la prohibición, que un mercado paralelo, negro pero necesario y urgente para algunos sectores, comercialice la divisa imperial a un 650% de su valor «oficial».

Por supuesto, en el dilema de quién vino primero, el huevo o la gallina, he preferido comenzar por el sainete cambiario, porque la conjugación casi perfecta de este bodrio cleptocrático con el no menos ineficiente Control de Precios, mantiene al aparato productivo nacional en estado de emergencia, eso sin tomar en cuenta el temor natural del empresario por el déficit de garantías legales y procedimentales con las que cuenta quien arriesga para que todos comamos.

Inflación galopante con control de precios y devaluación meteórica con control de divisas revela en la escasez y carestía la ineptitud de los trasnochados arquitectos de esta crisis que es «adornada» con la guinda del retraso en los puertos marítimos y aéreos, únicas parcelas fértiles de donde el gobierno obtiene más del 75% de lo que consumimos los venezolanos hoy en día.

Y es que la crisis que va por dentro, cual procesión silente pero creciente, es la económica, la que ya ha erosionado el barniz ideológico de un régimen populista y donde el apoyo que consiguen los gobierneros se escurre en la sangre, sudor y lágrimas de quienes cambiaron el vivir con necesidad por la necesidad de sobrevivir.

No hace falta ser un sociólogo con doctorado para entender que la crisis económica golpea las estructuras de empleo y colapsa los esquemas convencionales del modus vivendi del venezolano, trayendo consigo las endemias sociales más comunes de los países con miseria, la droga, el crimen y el desespero por hacerse del dinero fácil.

Con esta combinación de factores, la crisis comienza a ser una crisis social, orgánica y en franco proceso de metástasis, origen de procesos naturales de naturaleza entrópica, caldo de cultivo para el caos que reordena, según algunas teorías, el sistema. ¡Esto no puede ser posible en un país que se sienta en un pozo petrolero con el precio del barril en 105$!

Pero es que nuestra agenda hoy es condimentada con el desenlace a 100 días de un proceso electoral, amañado a priori, que se anuncia con la furia de un carnaval carioca a unos electores que todavía no saben lo que sucedió en el último sainete del 14Abr. Esta fiesta, auspiciada por el oficialismo, pero con vistosas carrozas de una oposición que tapa su complicidad con el pretexto de «no dejar los espacios» pretende que en medio del cuadro descrito nos abstraigamos y construyamos, de la nada, la esperanza del cambio en liderazgos subalternos de estructuras amenazadas de desaparecer de la «geografía del poder» por la arremetida «comunera».

Un presidente que, con intención o sin ella, hace que todos comentemos sus ya innumerables frases, que dejan como un púber a quien satanizaron como el «filósofo maracucho». Un gobierno que se apoya en sus poderes públicos para perseguir y condenar a quienes disienten y que desde cualquier instancia generan la polémica necesaria para destruir la esencia de la democracia: el pluralismo. Y el infaltable ingrediente del magnicidio, que sin haber sucedido es denunciado como si fuese un hecho y que en 64 oportunidades en los últimos 14 años ha decorado las primeras páginas de nuestros diarios y noticieros.

Ahora es Siria, nación castigada con más de 100.000 muertes por una represión irracional, pero que llama nuestra solidaridad automática con el flamante receptor de dos réplicas de la espada del Libertador. Si los Estados Unidos interviene, entonces el discurso nacionalista efervescente de los patrioteros locales apunta como «manager de tribuna» al «apoyo irrestricto» al tirano, recordando viejas películas antiyankis del baúl de los recuerdos. Claro que nos debe doler Siria, sobre todo con la gran cantidad de venezolanos que provienen de esa hermosa nación, pero en Venezuela ha muerto una cantidad mayor de ciudadanos en los últimos 14 años en manos del hampa, flagelo incontrolable que diezma nuestra juventud, que castiga sin misericordia a nuestras familias y que es enfrentada con espasmódicos operativos efectistas que no atacan las causas y que no logran desdibujar las dolorosas consecuencias.

Guyana, otro trapo rojo. Desde hace muchos años esa zona está en reclamación solo en los mapas escolares. Los guyaneses han dispuesto de ese territorio y de sus recursos ante la mirada complaciente de los gobierneros y pretores que ven lejana la disputa enérgica por nuestro territorio. A quién van a engañar con un discurso nacionalista que genere esperanzas en recuperar esa inmensa porción de nuestro territorio entregado bajo la mesa y sin recibir nada a cambio? Esto sonará unos días y luego volverá al mapa escolar de donde pareciera que nunca salió para nada. Solo para ser otro tema que sortee la crisis interna de un país que se desvanece ante la inoperancia cleptocrática de un gobierno sin legitimidad de origen ni de desempeño.

Entonces, ¿realmente dónde estamos? Estamos frente al abismo de una crisis económica que no puede desmontarse discursivamente y que no será «refrescada» por un conflicto en el Medio Oriente que aumente el precio de nuestro único producto de exportación segura. El tiempo, inexorable e inflexible, no detendrá su marcha en el ciclo de vida de un sistema político decadente e injusto, donde todos los venezolanos, incluyendo sus partidarios, observamos la impunidad que rodea a quienes oprobiosamente exhiben las riquezas mal habidas de una gestión personalista, donde la única ideología que subsiste es la práctica salvaje del esquema que justificó su llegada al poder.

Venezuela necesita una causa, una razón para unirnos todos en torno a ella, una motivación colectiva. La idea del cambio ya está generalizada. Solo nos queda el acuerdo de la forma más idónea para lograrlo…

Amanecerá y veremos…

@greyesg