¡La Venezuela que nos tocó vivir! por Gabriel Reyes - Runrun
¡La Venezuela que nos tocó vivir! por Gabriel Reyes

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Resulta lamentable que siendo venezolanos, viviendo en Venezuela no nos percatemos de la tragedia que nos embarga. Analizar nuestro presente no es tarea sencilla. Pareciera una extraña figura que asoma muchas aristas y no proyecta sombra alguna, ya que se encuentra inmersa en la oscuridad de quienes no les interesa que aflore el entendimiento.

Con una inflación galopante, la más alta del mundo, cuando el año pasado registramos una medición impresionante, hoy la alcanzamos a mitad de año, lo que supone que duplicaremos la escandalosa referencia anterior, y esto sin tomar en cuenta que la tasa de inflación es calculada por un organismo oficial (BCV) y se hace a partir de una cesta de bienes en su mayoría «regulados» por un absurdo «Control de Precios» que regula el precio de oferta sin entender que la escasez genera déficit en la demanda.

Escasez que se deriva del aparato productivo paralizado, confiscado en gran parte, politizado improductivamente en gran parte y amenazado en su ámbito privado bajo el estigma de un nefasto «Control de Divisas» que ha propiciado la devaluación más oprobiosa que recuerde nuestra historia, en ejercicios cleptocráticos de bandas y alcabalas, dólares a varias cotizaciones que solo traen consigo más caos y por supuesto mayor beneficio personal en los intereses poco socialistas de los cercanos a la medida.

Estos problemas son aderezados con la crisis social de un pueblo que se autosecuestra para resguardarse de la delincuencia desbordada y de los púberes uniformados en armas que pudieran atentar contra nuestras vidas en nombre de la Ley y el Orden. Cifras alarmantes de criminalidad dan por perdida la lucha contra el vicio y el mal vivir, dejando siempre al descubierto el intencional manejo politiquero de un hecho social.
A la tan cuestionada ilegitimidad de origen de quien nunca demostró de manera transparente su rendición de cuentas electorales, y que lleva en su haber una razzia contra la disidencia política con la violación sistémica y sistemática de los derechos elementales individuales y colectivos, se le une la deformación de la verdad sobre las bases del crecimiento desproporcionado del latifundio radioeléctrico, en maniobras de alto calibre capitalista de «take over» hostiles desde las riquezas mal habidas de un régimen complaciente que ha llevado y seguirá llevando a los pocos medios privados al rincón de los obligados a vender su línea editorial a los intereses de quien espera que en Venezuela no se construya una agenda pública que refleje la realidad que vivimos.
Pero, la ilegitimidad de desempeño de quien no atina a descifrar las claves para resolver una crisis estructural rotando las mismas fichas desgastadas del gobierno anterior esperando resultados diferentes se complica gradualmente con las medidas que apuntan al sacrificio de los más necesitados, que ya casi somos todos, de austeridad hacia adentro, en contraste con la práctica no olvidada de la generosidad hacia afuera, en ese esquema perverso de «diplomacia» que nos lleva siempre a mantener las luces de nuestros vecinos en medio de nuestras tinieblas locales.
Cómo podemos olvidar la realidad universitaria? Profesores mal pagados, humillados en su noble intento de formar generaciones de profesionales útiles a la Patria, y que hoy se enfrentan con el recurso del conflicto una salida digna para llevar la comida a sus hogares. Estudiantes, quienes sacrifican su integridad física en huelgas de hambre que son ignoradas por burócratas que trajinan con la esperanza de nuestro futuro.

 

Todo esto que hoy he descrito es adornado con la persecución a profesionales del periodismo, quienes han cometido el pecado de informar verazmente a un pueblo que recibe mentiras adornadas y que son víctima de las patrañas más inverosímiles para condenar y silenciar a la verdad, esa que todavía encuentra un resquicio de luz donde colarse para ilustrarnos de nuestra verdadera situación. Estos hechos de cobardía frente a los valientes y decididos periodistas contrastan con la defensa a ultranza de los derechos de un espía que traiciona a su país, en desafío a las relaciones diplomáticas de Venezuela con el único cliente que compra nuestro único producto importante de exportación pagando de contado.

 

Esta es Venezuela hoy, tal vez vista con el sesgo considerado de quien no se ha ido de ella porque no pierde las esperanzas del resurgir de los valores de un pueblo que pareciera indiferente al dantesco cuadro que vivimos. Hoy más que nunca retomemos nuestras banderas de dignidad y trabajemos en formar nuestro criterio para recuperar la libertad perdida y para vivir en un país donde quepamos todos remando en el sentido de la corriente universal del progreso y el bienestar.