Resulta lamentable que siendo venezolanos, viviendo en Venezuela no nos percatemos de la tragedia que nos embarga. Analizar nuestro presente no es tarea sencilla. Pareciera una extraña figura que asoma muchas aristas y no proyecta sombra alguna, ya que se encuentra inmersa en la oscuridad de quienes no les interesa que aflore el entendimiento.
Con una inflación galopante, la más alta del mundo, cuando el año pasado registramos una medición impresionante, hoy la alcanzamos a mitad de año, lo que supone que duplicaremos la escandalosa referencia anterior, y esto sin tomar en cuenta que la tasa de inflación es calculada por un organismo oficial (BCV) y se hace a partir de una cesta de bienes en su mayoría «regulados» por un absurdo «Control de Precios» que regula el precio de oferta sin entender que la escasez genera déficit en la demanda.
Escasez que se deriva del aparato productivo paralizado, confiscado en gran parte, politizado improductivamente en gran parte y amenazado en su ámbito privado bajo el estigma de un nefasto «Control de Divisas» que ha propiciado la devaluación más oprobiosa que recuerde nuestra historia, en ejercicios cleptocráticos de bandas y alcabalas, dólares a varias cotizaciones que solo traen consigo más caos y por supuesto mayor beneficio personal en los intereses poco socialistas de los cercanos a la medida.
Todo esto que hoy he descrito es adornado con la persecución a profesionales del periodismo, quienes han cometido el pecado de informar verazmente a un pueblo que recibe mentiras adornadas y que son víctima de las patrañas más inverosímiles para condenar y silenciar a la verdad, esa que todavía encuentra un resquicio de luz donde colarse para ilustrarnos de nuestra verdadera situación. Estos hechos de cobardía frente a los valientes y decididos periodistas contrastan con la defensa a ultranza de los derechos de un espía que traiciona a su país, en desafío a las relaciones diplomáticas de Venezuela con el único cliente que compra nuestro único producto importante de exportación pagando de contado.
Esta es Venezuela hoy, tal vez vista con el sesgo considerado de quien no se ha ido de ella porque no pierde las esperanzas del resurgir de los valores de un pueblo que pareciera indiferente al dantesco cuadro que vivimos. Hoy más que nunca retomemos nuestras banderas de dignidad y trabajemos en formar nuestro criterio para recuperar la libertad perdida y para vivir en un país donde quepamos todos remando en el sentido de la corriente universal del progreso y el bienestar.