¿Somos o no somos? - Runrun
Sendai Zea Feb 01, 2013 | Actualizado hace 11 años
¿Somos o no somos?

Desde hace muchos años en la Cultura Política del Venezolano se escucha el término «oposición» como una suerte de fuerza antagónica que ejerce un contrapeso a la acción del gobierno de turno. Mucho se criticó la figura de la oposición en la época de la «guanábana», cuando blancos y verdes constituían la mayoría en las simpatías políticas de los venezolanos y en la alternancia se configuraba una suerte de indolencia y permisividad extrema a los abusos cometidos por unos y otros. Con este discurso llegó quien amenazó con «freír la cabeza de los adecos» y le sobraron cabezas o le faltó aceite como diría un político contemporáneo.

Sin embargo en tiempos de Hugo Chávez, la oposición quedó dividida en dos etapas, por ahora. Una en la cual todos los que no pensamos como el gobierno salimos a la calle a defender nuestros derechos con entusiasmo y alegría, tal vez demasiada alegría para lo que se debía y preocuparon a un gobierno que sentía los rigores del descontento en gran parte de Venezuela. Esa «oposición» fue arrinconada por las huestes impunes del salvajismo oficialista. Todavía están vivos muchos recuerdos del tiroteo en la Plaza Altamira o de las agresiones en las marchas hacia el CNE o el mismo 11 de abril donde la historia es distorsionada para someter y execrar a quienes estaban del lado de los manifestantes y no del lado de pistoleros cobardes, quienes tratados como héroes por una revolución trasnochada fueron exonerados de cualquier responsabilidad material de esos disparos públicos y notorios, pero donde, sin consideración de ningún tipo condenaron a 30 años a un grupo de venezolanos. Episodios como estos asustaron a gran parte de los alegres manifestantes de la oposición venezolana y los redujeron a las cacerolas tras las rejas de su casa.

En esta etapa tenemos varios grupos de «opositores». Una parte de ese entusiasmo de otrora quedó en estado de shock ante el manejo poco apropiado y desgraciadamente estéril del paso de Pedro Carmona Estanga en su muy breve gobierno, que dejó un malestar no tan breve, que todavía compartimos muchos venezolanos, demócratas por convicción que sentimos que ese día fuimos burlados por una mala jugada de un grupo de irresponsables que no entendieron en ese momento lo que tenían entre sus manos. De estas páginas célebres de oposición al gobierno de Hugo Chávez no podemos olvidar las que escribimos millones de venezolanos que con estoicismo soportamos un paro, que nos autosecuestramos con unas «guarimbas» desubicadas en el tiempo y en el espacio, y que después de todo esto decidimos que «ya no valía la pena protestar».

Aquí comienza el gobierno a acelerar su proceso de anomia generalizada que desintegra las instituciones públicas, que subordina los contrapesos de un Estado democrático y clienteliza a millones de venezolanos reforzando su pobreza pero dándole migajas a quienes merecían realidades y futuro. Aquí comenzamos a flotar como sapos en una inmensa olla de agua tibia a sufrir los rigores de un gobierno excluyente y exclusivo, sistémica y sistemáticamente alienante, depredador de libertades y derechos económicos, políticos, individuales y colectivos, siempre bajo la mirada sorprendida de quienes desde la olla de agua tibia esperan que sus «líderes de oposición» hagan algo por ellos, porque sencillamente, la ecuación de vida de quienes no pensamos como Hugo Chávez cambió drásticamente.

Un grupo se entregó a las mieles de una cleptocracia galopante y son los famosos «opositores sociales», quienes de jueves a domingo despotrican contra el régimen, pero con es escosés en la mano dedicando su tiempo y esfuerzo en planificar la compra del nuevo carro o el viaje a exóticos parajes. Siempre con la patética excusa de que «si no le vendo al gobierno lo hace otro, y yo tengo familia». Estos personajes, a quienes llamo los «chambistas» ya fueron domesticados. Regalan franelas rojas por obligación y de otros colores por conveniencia social. Pero hace rato perdieron la brújula ciudadana de quien con identidad y pertenencia sentimos y sufrimos la tragedia en la que vive nuestra Venezuela.

Otro grupo se mantiene participando. Somos cada vez menos, por aquello de que «algo te puede pasar», pero seguimos activos en los medios, en las redes sociales, en las organizaciones gremiales, en eso que yo llamo los «focos de resistencia», donde los estudiantes juegan un rol primordial de idealismo casi virginal y valentía infinita colocándose al frente de una asimétrica lucha de ideas contra represión.

Pero hoy deseo hablar de una gran mayoría de quienes dicen que no están con Hugo Chávez, pero consideran que su única obligación es ir a votar por quien esté contra Chávez para luego consolarse en un ejercicio de sadomasoquismo culpando a todo el mundo, desde al candidato opositor hasta al clima, pero olvidándose que no fuimos suficientes porque no trabajamos para eso. Sobre esto deseo extenderme un poco más.

Oposición (del latín oppositio) es la acción o efecto de oponerse y oponerse significa «manifestar desacuerdo». Por lo tanto, «oposición pasiva» no existe. Es un oximorón, algo así como «Bolivarianismo Marxista». Es algo que atenta contra los principios elementales de su esencia. Oposición es una acción y debe reflejarse en la calle, en los medios, en los barrios, urbanizaciones, en cualquier rincón del país donde la Constitución Nacional respalda el derecho político de la protesta cívica, porque para eso es la democracia, para disentir, para albergar el pluralismo de ideas y pensamientos, para exigir rendición de cuentas y transparencia a nuestros empleados, presidente y ministros, electos por el pueblo pero no para construir una realidad paralela de opulencia y lujo frente a las necesidades y desasistencia de la mayoría.

Si no estás dispuesto a ejercer tus derechos constitucionales de disentir activamente y de construir un futuro diferente por medio de la protesta pacífica, del ejercicio democrático, no te identifiques como «de oposición», ya que con tu desesperanza, desidia o apatía contribuyes a que todos los días vivamos nuevos desmanes, siempre esperando que otro solucione nuestros problemas. Debemos creer en los partidos políticos como pilares de la democracia, pero si sus dirigentes no son líderes y no nos llevan al camino correcto, es hora de que la promesa de la MUD de abrirle el camino a todos en la lucha por el rescate de la democracia se materialice. Merecemos un país mejor para todos y solo lo alcanzaremos si despertamos y nos organizamos para decirle a Venezuela y al Mundo que nadie votó por la entrega sistemática de nuestra soberanía a Cuba ni por el remate de nuestras reservas en oro, ni por «leyes socialistas», ni tampoco nadie votó por Nicolás Maduro.

Dejemos de un lado el pesimismo, la flojera, el confort acomodaticio de la resignación y la adaptación, la desidia, la desesperanza, la decepción, y enfrentemos nuestro futuro con el optimismo de quienes trabajaremos para oxigenar la democracia y regenerar el tejido social de un país cuyo pueblo nunca debió desgarrarse ante las iniquidades del odio y el resentimiento. ¡Claro que tenemos futuro, si todos trabajamos para ello!

Amanecerá y veremos…

 @greyesg