El peso de la Historia por Gabriel Reyes - Runrun
Luisana Solano Jun 24, 2014 | Actualizado hace 10 años

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“Luchamos por una democracia decente, distinta de esta democracia a ultranza de hoy, donde actúa como elemento dirigente el individuo más ‘guapo’, el más hábil en el manejo de la macana, y no el más capacitado ética e intelectualmente para esta función; luchamos porque nuestra política interior de peculado y monopolio sea substituida por otra de honradez y libre concurrencia; y porque nuestra actuación de pueblo dentro de la comunidad internacional se despoje de esas babosidades indecorosas para con la primera gentualla elevada a gobierno en cualquier país del mundo; luchamos porque elementos civiles sustituyan en el manejo de la cosa pública a los sargentones analfabetos que han venido monopolizando la política y la administración; luchamos porque hombres nuevos, sin cuentas insolventes con la justicia histórica, asuman papel dirigente; luchamos, en síntesis, por la conquista de un estado social equilibrado y armónico, propicio al libre desenvolvimiento de las aspiraciones colectivas”.

Si el fragmento anterior hubiese sido escrito ayer, tal vez, linguistas de oficio estarían persiguiendo al escritor de los mismos por desestabilizador e instigador, tal vez una nueva campaña se generaría contra los autores de esta gran verdad que no es otra cosa que una cita recogida de la estupenda obra «EN LAS HUELLAS DE LA PEZUÑA» (1929) de Rómulo Betancourt y Miguel Otero Silva, de quienes sobran las presentaciones.

Ya en un momento hombres preclaros como Maquiavelo se refería en su obra “Discursos a Tito Livio” sobre la Historia como un fenómeno cíclico, y el debate no se ha detenido hasta nuestros días cuando ilustres pensadores como Peter Turchin debaten sobre esa idea en su obra “Dinámica Histórica” o como Andrey Korotayev en su “Introducción a la Macrodinámica Social”.

Por eso, con el apoyo del Dr. Édixon Ochoa, hemos querido recoger algunas citas que nos deja nuestro acervo cultural que estamos trabajando para entender la vigencia del discurso y la naturaleza cíclica de nuestra historia.

Sacar las frases del contexto pudiese entenderse como un error de estos investigadores, pero el único propósito válido de este trabajo es recordar cómo se expresaron ilustres venezolanos que en su momento pidieron un país con libertades, una democracia con progreso, una vida con esperanzas.

“Querer ser feliz sin ser independientes y libres: querer independencia y libertad sin rectitud, actividad, valor y constancia: querer parecer rectos, activos, valientes y constantes sin sacrificarse de veras a la patria es querer un imposible, y es implicarse en los términos. No se alcanzan grandes bienes sin grandes fatigas: los hombres dignos de este nombre sufren éstas por consecuencia de aquéllas, y de este modo intimidan y espantan al enemigo de la libertad”.

Esto no lo escribió Leopoldo López desde su reducido calabozo. Esto es obra de Miguel José Sanz (1756–1814), ilustre prócer de la Independencia venezolana (jurista, escritor, político y periodista). Y es que realmente con la desesperanza que nos amarra a una silla a revisar por redes sociales lo que ocurre en Venezuela no avanzaremos en el rescate de nuestros derechos, hoy cuestionados por la represión absurda de quienes no entienden que la democracia está fundamentada en el pluralismo y esto significa que el disenso es una consecuencia natural que debe ser respetado bajo el amparo de la libertad de expresión, derecho sustantivo de todos los venezolanos.

“El gran principio que constituye la vida de los venezolanos es el principio liberal democrático, que ha costado a los pueblos esfuerzos heroicos e ilustres sacrificios, y éste es el que se pretende arrebatarnos para sustituirlo por ese viejo espíritu de gobierno inmovilizado en una clase privilegiada, que profesa los principios de la autoridad absoluta y el derecho político autoritario. En una palabra, se pretende sustituir la democracia por la aristocracia, el progreso por la inmovilidad, la libertad por la opresión y el derecho autonómico de la Federación por el vetusto y fatal centralismo”.

Seguramente esa tarde de Marzo de 1869, el militar, político, empresario y diplomático zuliano, Venancio Pulgar (1837-1897) nunca se imaginó que sus palabras tendrían vigencia casi 150 años después en una Venezuela que es gobernada por una élite que ha desmantelado el progreso de la descentralización y ha manejado al país con principios de autoritarismo de manera intolerable.

«El Estado fuerte no significa gobierno tiránico o arbitrario, que nunca aseguró la continuidad de ningún esfuerzo social ni la concordia, y no justifica a caudillos voraces e indecentes. Al contrario, en América el interés nacionalista no podrá menos que aconsejar el progreso de nuestra democracia infantil y una política social avanzada y generosa». 

Estas fueron las palabras que en 1930 el economista, diplomático, escritor, pensador, orador, sociólogo y estadista venezolano Alberto Adriani (1898–1930) compartió con sus contemporáneos y que hoy mantiene una vigencia impresionante en una país donde la división y el odio se han convertido en herramientas de manipulación de quienes se oponen al progreso y creen que polarizando al venezolano se logra el nefasto continuismo que nos lleva por el camino del desastre.

“Tal es la fuerza que los principios nacionalistas han cobrado en esta hora crucial de nuestro proceso histórico, que los mismos que entregan el país se sienten obligados a construir sofismas que les permitan exhibirse ante el pueblo como inspirados en programas de finalidad patriótica. No pasa día sin que se invoque la austera memoria de Bolívar para esta vergonzosa comedia de ribetear de pseudopatriotismo la vestimenta con que se pretende cubrir la entrega dolorosa del país a intereses contrarios a la venezolanidad”.

El gran Mario Briceño-Irragory (1897-19958), historiador, escritor y político venezolano no pudo decirlo de forma más clara a quienes utilizando la imagen de nuestros libertadores plantean discursos populistas preñados de la demagogia que esclaviza a los pueblos que no asimilan sus propias tragedias. Como me gustaría escuchar de nuestros “líderes” actuales frases de tal contundencia y que las mismas retumben en los pasillos de las instancias del poder cleptocrático de quienes cabalgan sobre una historia patria descontextualizada aderezada con personajes de vergonzosa trayectoria como tiranos en sus países de origen.

Para finalizar este escrito, quisiera dejar cuatro frases, que por su contundencia se explican por sí mismas con tal suficiencia que deben producir una relfexión activa en quienes las digieran y las transformen en esperanza por un cambio que le devuelve el rostro democrático a nuestra querida Venezuela y se construyan a partir de ellas sendas victoriosas para el rescate del camino al progreso, único sendero al que merecemos los nacidos en esta tierra de gracia.

“La burla grosera y el irrespeto de que son víctimas la Ley y el Derecho, el individuo y la propiedad, acusan un deplorable desgobierno. Vivimos en un estado de emergencia y estamos al borde de la anarquía y del terrorismo. Salvemos a Venezuela y que Dios nos ayude. Hace falta volver los ojos y el corazón al pensamiento del Libertador. Pueblo de Venezuela, Soldados de la República, decidme: ¿Dónde se esconde maliciosamente plegada la bandera de Miranda?”.

Eleazar López Contreras (1883–1973). Militar y expresidente de Venezuela (extracto de su manifiesto de 1957 contra la dictadura militar).

“El golpe contra la Constitución Nacional que se ha realizado con brutal insolencia no tiene más apoyo que el que le presta la audacia del grupo que lo realiza y su creencia de que ha logrado amedrentar a los venezolanos. La Nación unida ha de derrotarlo y hacer triunfar la Constitución para que la familia venezolana pueda disfrutar de paz y progreso en un clima de respeto a la libertad y dignidad humanas”.

Extracto del Manifiesto de la Junta Patriótica a las mujeres venezolanas (noviembre de 1957), en el marco de la lucha contra la dictadura militar.

“Una revolución debe hacerse con la mayoría del país: unir la inteligencia, la cultura, la acción del empresario renovador, del rico progresista; al empleado, a la clase media, a los marginados. Si no vamos todos, la parte que no lo hace queda en acecho para caerle encima con la fuerza de la devastación. Y entonces se registran esos estancamientos que no dan salida al progreso ni empuje suficiente”.

Wolfgang Larrazábal (1911–2003), Presidente de la Junta de Gobierno de 1958 y copartícipe en la restauración de la democracia venezolana.

Cuando la opinión pública extraviada honra lo que es despreciable, desprecia lo que es honrable, castiga a la virtud y recompensa al vicio, alienta lo que daña y desalienta lo que es útil, aplaude la mentira y ahoga la verdad en la indiferencia o el insulto, esa nación vuelve la espalda al progreso y no puede ser traída a él sino por las terribles lecciones de las catástrofes”.

Rafael Villavicencio (1838 – 1920), pensador y científico venezolano. Discurso de 1869.

Amanecerá y veremos…

 

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