¿Realidad o Percepción? - Runrun
Luisana Solano May 06, 2014 | Actualizado hace 10 años

Realidad

El estudio de la Opinión Pública representa un reto para quienes manejan las paradojas de lo plural. Es una energía positiva que es capaz de producir profundos cambios en la realidad de nuestros países, pero se fundamenta en el producto de visiones particulares, todas ellas subjetivas, todas ellas fundamentadas en puntos de vista, todas ellas percepciones de la realidad a través del cristal de cada entorno particular.

Y esto es lo que hace de los Estudios de Opinión una imagen, un reflejo, una fotografía de un momento específico de una sociedad, de una nación, siempre y cuando se garanticen las condiciones robustas y poco flexibles del Método Científico a las que quienes decidieron ganarse la vida o su reputación con esta profesión, jamás pueden ni deben olvidar: el apego a principios éticos cuya distorsión en menor o mayor grado vulnerarían la percepción colectiva de esa realidad, transmitida por los medios de comunicación como la realidad existente. Por eso, esto es una paradoja fascinante, y por eso cuando se presentan resultados de estudios de opinión muy disímiles en tiempos casi síncronos y en espacios comunes vale la pena reflexionar.
Los últimos años me he apartado del trabajo de campo y me he dedicado a lo que los teóricos llaman el metanálisis, que no es más que tratar de inferir sobre las inferencias del investigador primario para complementar algún rasgo, profundizar el análisis de alguna variable o sencillamente descubrir nuevas aristas a partir de la publicación de los resultados de un estudio que constituya en sí mismo un valor agregado a la Opinion Pública.
En Venezuela, los últimos tiempos han sido marcados por años electorales consecutivos y los estudios de opinión, llamados para muchos «encuestas», han sido profanados convirtiéndolos en vulgares instrumentos de propaganda que tratan de reforzar en la cultura de «ir al ganador» toda la carga emotiva de triunfalismo y euforia posible. Eso ha sido criticado, denunciado y comprobado en varias oportunidades durante estos 15 años.
Pero hoy Venezuela no tiene elecciones a la vista, al menos este año, y de nuevo aparecen estudios de opinión en el difícil reto de construir una agenda política, de convertirse en elementos de propaganda, de convencer mediante cifras y gráficos seguramente amañados,  de que los venezolanos vivimos en una realidad inexistente.
No puedo hacerme eco de estudios que desvirtúan pruebas suficientes de una pobreza que crece exponencialmente a merced de la mayor inflación del hemisferio, de una escasez paralizante y de la ineptitud de un gobierno que a través de los controles ha demostrado los últimos años el fracaso de un modelo anacrónico y vetusto. Control de divisas para un signo despiadadamente disminuido entre las fauces voraces de la cleptocracia gobernante y control de precios en un país cuyo paralizado aparato económico no es capaz de producir lo que consumimos reduciendo la pírrica oferta a las manos de mercaderes intermediarios que contribuyen con precios especulativos que castigan más a un pueblo desprovisto de armas naturales y racionales para defenderse de tal afrenta.
Contrastar dos estudios de opinión que buscan hacer de ellos instrumentos sesgados a través de la polarización política reinante es un dislate de un gobierno que no es capaz de comprender que la realidad es una sola, lo que es diverso son los puntos de vista de quienes en él tratamos de garantizar derechos sustantivos hoy perdidos o seriamente amenazados, como el derecho a la vida, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a estar informados o el derecho a la protesta cívica y pacífica.
Pretender sostenerse en el poder a través de la represión sin escuchar las necesidades de todos los sectores de la sociedad, tratar de construir una realidad inexistente a través de la propaganda política es un ejercicio ya conocido de quienes durante mediados del siglo pasado, convirtieron sus naciones en el escenario de monstruosos crímenes y vergonzosos escenarios de pobreza, miseria y dolor.
La realidad de Venezuela es que la ingobernabilidad se transpira a través de los poros de la violencia callejera, que no distingue a sus víctimas, incluyendo a personajes importantes del «proceso», la infamia de la represión como herramienta de disuasión produce inevitables y costosos episodios de violación flagrante de DDHH, y la prohibición judicial del ejercicio de derechos consagrados implica profundas contradicciones entre quienes gastan millones en mostrarnos como una vitrina democrática.
Por todo esto, es imposible pensar que una encuestadora seria origine cifras tan ilógicas de un pueblo que se deshace entre la anarquía y la imposición autoritaria de un modelo infactible. ¿Seremos capaces de creer que la aprobación a esta gestión es mayoritaria? Mientras quienes no pensemos así nos mantengamos en silencio, esa matriz será la que el latifundio radioeléctrico de este mamotreto se encargará de divulgar.
Amanecerá y veremos…

 


Gabriel Reyes

@greyesg