2014: ¡Hagamos Política! por Gabriel Reyes - Runrun
Sendai Zea Ene 21, 2014 | Actualizado hace 10 años

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Todos los análisis objetivos deben conducir a que, independientemente del sesgo denunciado del árbitro electoral, el latifundio radioeléctrico del régimen y la utilización vergonzosa de los recursos del Estado para el proselitismo político, luego de 15 años, la oposición venezolana no concreta una estrategia victoriosa que conecte realmente con una mayoría importante del país, ni permita que la idea de un país alternativo permee en las clases más necesitadas, que hoy claman más que nunca por las expectativas incumplidas de materialización de tantas promesas vacías de la demagogia gubernamental, pero que no ven del otro lado de la calle una opción que los mueva a sacudir contundentemente las urnas electorales con la decisión irrevocable de lograr un cambio en el derrotero nacional.

Año tras año, todos electorales, con la excepción del 2007, que fue estéril por la imposición posterior de las medidas rechazadas en acto soberano, nos acostumbramos a manejar con estilo de trapecista las cifras que se desprenden de cada proceso, y en cada uno se ha ido acumulando el sabor amargo de una victoria robada que es dibujada como “el vaso medio lleno” y el juego sigue año tras año con el pretexto de que “no podemos dejar los espacios vacíos”. En esta historia repetida siempre hay anécdotas, muy a lo venezolano, que añaden dramatismo y el infaltable humor negro que nutre las cada vez más numerosas cuentas de redes sociales, de quienes a través de ellas drenamos nuestra frustración y plasmamos, unos su desesperanza, otros su creciente molestia que nos lleva a escribir lo que sea para sentir el alivio de que alguien lea lo que no podemos gritar en una plaza pública.

Mientras tanto, comienza un nuevo año sin que se perfile el reconocimiento, por sus actores, de la necesidad urgente de cambiar el esquema opositor por otro más efectivo, al menos intentar con otros protagonistas una nueva historia, porque el desgaste de los actores actuales ha llevado a muchos de despertar euforia a ser ignorados por quienes disentimos del régimen. El Dr. Aveledo tiene razón, él no se puso, a él lo pusieron, y como a él a quienes han transfigurado sin la misma humildad un espacio de convergencia de la oposición venezolana con arreglo a fines muy específicos, como lo fueron organizar elecciones primarias y convocar talentos para la confección de un Plan de Gobierno para el ganador de ese proceso,  en una entelequia referida por la Rectora Lucena, sin ápice de inocencia o ingenuidad como “el partido político MUD”. Es que acaso, ¿esta coyuntura tomó estructura y es un partido político? Ojalá lo fuera, pero con verdadera unidad y con una ideología sólida que represente la opción válida para que los venezolanos despierten de esta pesadilla.

Resulta infantil que cada vez que alguien critica a la oposición sea tildado de “radical” o de “chavista”, porque los extremos de la cuerda son unidos como argumentos falaces de quien prefiere, cual avestruz, esconder su cabeza bajo la tierra para no escuchar el clamor de quienes solo son tomados en cuenta a la hora de las elecciones, para que con su voto conviertan a los mismos actores de siempre en funcionarios públicos, con las implicaciones personales que esto representa.

Los pilares fundamentales de la democracia son los partidos políticos, pero estas organizaciones deben predicar con el ejemplo, y entre otros elementos no decorativos, contar con generación de relevo en un ejercicio sano de alternancia, definir una ideología robusta y un compromiso verdadero de “hacer política” en todos los rincones del país, con entrega y con credibilidad, con argumentos diferentes a la negación del presente, y con la esperanza puesta en el cambio de realidad y no de protagonistas de la misma historia con otro nombre. Creo que no hace falta que mencione a ninguno de los partidos políticos, pero la reflexión, la introspección de los responsables es una tarea urgente y necesaria.

Y es que tenemos por delante dos largos años sin elecciones. Si todo transcurre en la normalidad desacostumbrada, será hasta diciembre del 2015 cuando nos volvamos a contar, y esta es la oportunidad para calibrar los elementos, para construir los argumentos sólidos, para recorrer el país. No en balde el Oficialismo ha planteado un discurso de diálogo y un acercamiento empalagoso para compartir proyectos en las diferentes regiones del país. Tal vez no escuchemos tantos insultos en los próximos meses en los que el rédito político del rencor no será muy significativo y la necesidad de legitimar un panfleto hecho ley es su prioridad. Mientras tanto, los lazos afectivos y comerciales, siempre existentes, entre “opositores” y “enchufados” se fortalecerán, porque al final del día, “si no lo hago yo, otro lo va a hacer”. Como el lector puede percatarse, toda esta trama se desarrolla de espalda al país de carne y hueso que es ridiculizado internacionalmente en cualquier estudio serio global de cualquier aspecto medible entre gobiernos, transparencia, tasa de homicidios, libertades económicas, Estado de Derecho, inflación, etc.

¿Qué nos queda? ¡Realmente nos queda mucho! Más allá de la realidad de una oposición visiblemente desgastada hay un pueblo que no pierde sus esperanzas, con deseos de recuperar las libertades perdidas y profundamente asqueado por la entrega sistemática y sistémica de nuestra soberanía. “Hacer política” es una tarea plural que se nutre del compromiso singular de formar criterio, hablar con la gente, entender que no son los chavistas los culpables de que haya existido el chavismo, que no podemos seguir restando porque nos dividimos, que debemos sumarnos para multiplicar el efecto de quienes ya están convencidos de que lo que tienen no sirve pero que no ven en el horizonte un país posible y terminan cediendo al clientelismo con el pretexto, muchas veces genuino, de no “saltar al vacío”. Analizar el pensamiento colectivo es tarea de los numerosos expertos del área que deben salir de los cómodos salones de los hoteles capitalinos para regresar al trabajo de campo y acabar con la “encuestitis” que entumeció a muchos en los años electorales.

Si sabemos que las Fuerzas Armadas no desaparecerán con un nuevo gobierno, por qué no les llevamos un mensaje de esperanza de un país donde no sientan la vergüenza del repudio colectivo al uniforme, donde no tengan que comprometer sus conciencias en penosas exhibiciones de proselitismo adulante que violentan los preceptos constitucionales que juraron cumplir y defender, por qué no los invitamos a que conozcan un país sin pretores ni tutores, sin la diferencia abismal entre el “militante enchufado” y el “militar institucional”, que los hay y son silentes ante una realidad dantesca y poco constructiva. ¿O es que acaso los militares son marcianos? Son venezolanos cuyos familiares y seres queridos sufren las mismas penurias que el resto del país, los estigmas de la delincuencia, la inflación, la escasez, la falta de asistencia médica, el deterioro progresivo de los servicios públicos, y muchos otros que no piden credencial ni rango para acusar su castigo.

Si nos olvidamos de seguir en la búsqueda desesperada del caudillo perdido tal vez nos recordemos que cada uno de nosotros es un líder, porque somos agentes de cambio que al organizarnos podemos demostrar que nuestra historia no se construyó con otra especie humana diferente. Nuestro gentilicio obliga al trabajo serio, al debate constructivo y a la revisión de la historia reciente, para no repetir los errores cometidos y cimentar las bases de un futuro diferente, donde nuestra bandera ondee sin otra que la acompañe, en un país donde cabemos todos, una hermosa Patria que se llama Venezuela…

Amanecerá y veremos….

@GReyesG