Diez plegarias para un niño de 9 años, por Víctor Maldonado C.
Diez plegarias para un niño de 9 años

Rezar

 

Cada edad tiene sus adquisiciones y sus superaciones. Has adquirido un poco más de serenidad y has superado en buena parte la época donde todo lucía problemático, angustioso e insuperable. Estás más seguro de ti mismo y de tu potencial y por eso mismo eres un niño más alegre. Vas conociendo mejor a Dios y lo sabes buen compañero de ruta. En eso consiste el camino de la santidad. En ser todos los días una mejor persona y en tener conciencia de que en el esfuerzo de ser mejores nunca estarás solo. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: “Alma de Cristo, santifícame”.

Cada edad tiene sus riesgos. Tus nueve años no son la excepción. Por eso mismo hay que aprender a cuidarse. Evitar las malas obras, que son las que nos hacen sentir mal y molestos; evitar las malas palabras, que nos hacen sentir incómodos y apenados. Evitar malos pensamientos y deseos contra los demás. Aprender a cuidar nuestro cuerpo y nuestra alma. Apreciar nuestros bienes y nuestros afectos. Cuidar nuestra bondad para no caer en la maldad. Querernos y querer a nuestros padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y amigos. Dejarnos querer y ser amables. En este esfuerzo de todos los días tampoco estas solo. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: “Cuerpo de Cristo, sálvame”. 

Cada edad tiene sus formas de relacionarse íntimamente con Dios. Dios es ese compañero que te susurra y te desea el bien. Que te advierte de los peligros y evita que tengas miedo. Que te hace sentir puro, digno, capaz y libre. Que te invita a ser amable con los demás. Que te salva de caer en la malcriadez y el enojo. Dios es el que te tiende la mano cuando te sientes triste y amargado. Es el frescor de corazón cuando las cosas que haces las haces bien. Es la sonrisa que compartes cuando te despiertas sabiendo que eres un niño afortunado. Dios es alegría, serenidad y protección. Dios es llenura.  Te invito a rezar esta pequeña plegaria: “Sangre de Cristo, embriágame”.

Cada edad tiene sus malos momentos. A veces sentimos que debemos rehacer el juego porque estamos perdiendo la partida. Hay momentos en que todo nos resulta más duro. Ese es el momento de las malas caras, las incomodidades, las desobediencias, las palabras gritadas, las frases que son demasiado duras. Todas esas situaciones incómodas no te deben hacer olvidar que Jesús es misericordia. Que por mal que lo hagamos, siempre hay un momento siguiente en que podemos comenzar de nuevo. La clave es sonreír, respirar profundo y pedirle a Dios que no nos suelte, que no nos deje solos. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: Agua del costado de Cristo, lávame.

Cada edad tiene sus cansancios, sus agotamientos y sus aburrimientos. Pero no olvides que Dios está a tu lado dándote fuerza para que cumplas tus deberes de niño de nueve años. A veces nos levantamos demasiado temprano. Otras veces nos aburre comer. Otras muchas son las tareas que no nos gustan. O nos perturba que nuestro hermano no nos atienda. Pero recuerda que Jesús está contigo en esa fuerza de ánimo y disposición que al final tienes para cumplir con todas las exigencias del día. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: Pasión de Cristo, confórtame. 

Cada edad tiene sus dudas. Hay cosas que no te explicas. Hay otras que no te dicen. Hay sueños que te asustan. Y situaciones que te aterran. A veces te sientes solo, poco escuchado y no considerado. Así son los nueve años y el proceso de descubrir tu papel en el mundo. Pero en todas esas novedades hay cosas que no cambian. La primera de ellas que Dios escucha y concede. La segunda, que tus padres y tu hermano siempre estarán a tu lado y serán tu refuerzo. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: ¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Todos sentimos miedo alguna vez. Es normal, porque todos tenemos aprecios y valores que no queremos perder. Pero una cosa es sentir miedo y otra muy diferente el que el miedo nos gobierne. El valiente siente miedo, pero no deja que ese miedo se imponga y lo paralice. Cada vez que sientas miedo, piensa en que Dios es tu compañero, que está allí, a tu lado, para librarte de todo mal, para que confíes en su bondad. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: Jesús, dentro de tus llagas, escóndeme. 

En cada edad sentimos dudas. Habrá más de uno que te desafiará y te dirá que Dios no existe. A veces nos sentimos sobrados y por lo tanto capaces de prescindir de Jesús. Muchas veces nos olvidamos de Él. Recuerda que con Dios hay una promesa de amor, por sobre todas las cosas. Y que a cambio Dios nos concede la bondad, el bien, la salud y la alegría. Dios es el mejor compañero en las buenas y en las malas. Solo pide que lo amemos y que amemos a los que nos rodean. Nos pide que hagamos el bien y demos testimonio de su presencia en el servicio y en el amor que prodigamos a los que están cerca de nosotros. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: Dios, ¡no permitas que me aparte de Ti!

El mal existe. Jesús mismo fue objeto de la tentación del poder que corrompe, la riqueza que envilece, y la soberbia que pervierte. A cada tentación del mal Cristo fue capaz de rechazarla desde la pureza de sus actos y la confianza infinita en su Padre. Todos somos objeto de la tentación de la soberbia, el odio, la avaricia, la violencia, el falso orgullo, la envidia. Yo espero que ante cada tentación seas capaz de pedirle a Dios fortaleza para que siempre triunfe el bien en ti. Te invito a rezar esta pequeña plegaria: Señor, ¡del maligno enemigo, defiéndeme!

Querido hijo. Tienes nueve años. Juntos hemos estado por muchos días. Tres mil cuatrocientos cinco días de intensa convivencia. Estamos inmensamente felices de tu época. Tu sonrisa, tu buen humor, tus logros, y esa inmensa capacidad que tienes para mejorar constantemente, para superarte constantemente, para reponerte de tus malos momentos, y para no dejar de compartir tu felicidad, nos llenan de alegría y de esperanza. Queremos que vivas muchos años. Y que los vivas con buen corazón y muchos buenos resultados. Te bendecimos y te amamos. Y te acompañaremos por un largo trecho. Deseamos que llegues a la vejez y que en toda tu vida sea Dios tu signo, tu marca, tu enseña. Y que al final, cuando seas muy viejito, puedas decirle a Jesús que habiendo sido feliz y bueno en la tierra en la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén”.

@vjmc