El bochinche del siglo XXI por Víctor Maldonado
Víctor Maldonado C. May 29, 2015 | Actualizado hace 1 semana
El bochinche del siglo XXI

VenezuelaFlag

 

Ya conocemos las palabras con las que se despidió el precursor. Aludía al desorden, improvisación, y falta de disciplina que fueron características de la primera república y su estruendosa caída. El 31 de julio de 1812, hace 203 años, se despidió de su proyecto de país y se embarcó a ese viaje sin retorno que terminó en el Arsenal de La Carraca. ¡Bochinche, bochinche!

La decepción y la perplejidad hicieron mella rápidamente. El mal moral y la cárcel hicieron lo suyo. “Hondas arrugas surcaban su frente en todas direcciones, tenía la barba y los cabellos completamente canos, las sienes deprimidas, los pómulos salientes, la mirada indecisa y sin brillo, los labios apretados como los de una herida cuyo daño es todo interior; el paso difícil y tardío y su cuerpo mismo, antes tan erecto y arrogante, principiaba a inclinarse hacia la tierra”. Manuel Saurí, peruano, compañero de prisión, fue testigo del deterioro.

Las decisiones políticas nunca son unívocas. Sobre el Generalísimo pesaba una capitulación realista que, sin embargo, no era aceptaba por las mentes calenturientas del resto, militares recién cocinados, jugadores amateurs de una guerra que no llegaban a entender, pero que igualmente protestaban. Don José de Austria y Reyna, notable militar e historiador venezolano señaló en su Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela que “bien pocos eran los amigos que para entonces conservaba el general Miranda y muy frecuentes las contradicciones y menosprecio de su autoridad. También es cierto que nadie concebía cuáles fueran sus esperanzas, cuáles sus combinaciones, cuál, por último, su resolución para disipar aquélla acumulación de males que pesaba sobre la mísera Venezuela. Todo era incierto y problemático; el peligro era grande e inminente, y un oscuro e impenetrable misterio nada dejaba percibir”. Pretendían, por lo visto, hacer una dirección tumultuaria, una especie de sala situacional anacrónica, donde las decisiones se tomaran luego de largos debates, ampulosos y llenos de citas jacobinas. El problema era que mientras tanto las tropas de Monteverde avanzaban y ganaban territorio.

El bochinche se acumulaba. Monteverde nunca tuvo intención de respetar la capitulación. Miranda huye hacia La Guaira, esperando salvarse de la mano feroz de su adversario. Y mientras tanto, Simón Bolívar, Manuel Peña y José María de las Casas, planificaron su arresto, boicotearon su salida y finalmente lo canjearon por un salvoconducto que permitiría a Bolívar resguardarse en Curazao mientras se perdía definitivamente la primera intentona libertaria. Por cierto, nunca explicó por qué lo hizo. Nunca argumentó lo que probablemente no podía justificar. Insubordinación y traición de un coronel que entregó a su superior sin que haya mediado juicio o argumento. Ya para la época los delirios se habían apoderado del país. Pedro Briceño Méndez, secretario privado de Bolívar dirá que sus motivos,  además de «vengar a la patria», eran el «vengarse él mismo del mal que se le hacía deteniéndole en el país para que fuese víctima de los enemigos,» al no poder embarcarse. Pedro Gual asumió que todo había sido un malentendido que se habría resuelto con más comunicación. Pero nadie puede tomar en serio una interpretación tan llena de serenidad. Todo fue el resultado de ese bochinche que luego impugnó el Precursor. La realidad era que los conjurados quisieron linchar a Miranda para lavar sus culpas. Y que para la época no eran capaces de asumir con sensatez la realidad: Que Monteverde estaba ganando. Que se había perdido la República. Que nadie garantizaba la gobernabilidad. Que no era imaginable  una paz civil duradera, y que Bolívar había perdido el parque de armas de la República solo un mes antes, al entregar Puerto Cabello. El bochinche se lleva mal con el realismo.

Comienza un encierro que solamente terminará con su muerte. En Venezuela, cadenas y grillos fueron sus compañeros. Realmente duras fueron las condiciones que le impusieron. En La Guaira sufrió por meses una reclusión en una celda donde se respira «un aire mefítico que, extinguiendo la luz artificial, inficionaba la sangre». Miranda también fue de los precursores de ese encono contra los adversarios políticos, a los que no se les ahorra ni penuria ni indiferencia.

Pero han pasado dos siglos y la pregunta es si en algo hemos cambiado. Si en todo este tiempo nos hemos inmunizado del alboroto y la confusión. Si ahora somos capaces de mantener la atención y la tensión en lo que es realmente valioso, dejando de lado toda esa energía perdida en personalismos desencontrados y feroces practicantes del odio. Si han bastado 2400 meses para comprender que los proyectos son más importantes que las personas, pero que no hay proyecto que se pueda llevar adelante sin gente. Si 72 dos mil días son suficiente tiempo para haber superado la trama infernal de los caudillismos que abusan del poder y resienten a cualquiera que se atreva siquiera a perturbar sus espacios de usufructo.

 

¿Vivimos el bochinche del siglo XXI? Hagamos un diagnóstico diferencial sobre la base de las siguientes interrogantes:

 

  1. ¿Tenemos claro qué es lo que estamos viviendo? ¿Vivimos en democracia o en dictadura? ¿Con cuáles reglas jugamos? ¿Jugamos a la democracia representativa viviendo una dictadura totalitaria?
  2. La Mesa de la Unidad Democrática está constituida por 28 partidos políticos. ¿Tenemos 28 partidos políticos en Venezuela? ¿No será que muchos partidos políticos son franquicias vacías propias del clientelismo mental y de la tentación rentista del poder? ¿Un líder solitario es un partido político? ¿No hay exceso de partidos y ausencia de reconocimiento e integración de otras formas de participación política?
  3. ¿Vamos o nos llevan? ¿Tenemos agenda propia o somos víctimas de las tramas autoritarias del régimen? ¿Lo electoral es suficiente? ¿Podemos hacer política sin calle? ¿Podemos salir a la calle sin significación política? ¿Hay espacio para la discusión sobre la estrategia? ¿Por qué siempre los que dicen tener razón son los mismos que después ni siquiera se excusan cuando se equivocan?
  4. ¿Son válidas las encuestas o todas son parte del fraude calculado? ¿Por qué las encuestas que se equivocaron antes ahora son creíbles? ¿Cuál es la razón para que un encuestador cualquiera, que tiene clientes quienes les pagan –y que nosotros no conocemos-, se comporte como una pitonisa, opinando sobre todas las cosas, y exigiendo aceptación inapelable a sus opiniones?  ¿No se parece esto a una celebración chamánica, lejos de la ciencia y sin compromiso con la verdad? ¿Por qué no tenemos una validación alternativa e institucionalizada del momento político?
  5. ¿Cuál es el talante emocional de los líderes? ¿Se odian o no se odian los líderes de la oposición? ¿Pueden convivir, aceptarse y reconocerse como complementos insustituibles de una estrategia unitaria? ¿Pueden construir una unidad política más allá de las alianzas electorales perfectas? ¿Pueden construir una relación de confianza? ¿Aceptan mediación en caso de conflictos?
  6. Respecto de los hechos políticos de 2014. ¿Existe la posibilidad de tener una versión consensuada y serena sobre ganancias y pérdidas acumuladas? ¿Tenemos que soportar necesariamente las dos visiones excluyentes e interesadas que se exhiben al respecto? ¿Tiene sentido seguir pasándose facturas mutuas por lo ocurrido?
  7. ¿Cuál es la oferta alternativa? ¿Más socialismo? ¿Más populismo? ¿Por qué al momento de las campañas se siente tanta ambigüedad escondida detrás de palabras como “progresismo”? ¿Qué significa eso a la hora de construir una política económica? ¿Cuáles son los compromisos? ¿Por qué esa invocación pseudo-mística del pueblo pobre? ¿Cuál es el plan para generar prosperidad?
  8. Respecto a los presos políticos ¿Esos presos políticos son parte de las preocupaciones medulares de la Mesa de la Unidad Democrática? ¿Merecen respeto, acompañamiento y consideración? ¿Hay alguno que crea que esos presos “están bien presos”? ¿Más allá de las meras declaraciones, hay alguna estrategia consistente que asuma la MUD para su liberación? ¿La MUD ha acompañado consistentemente la labor internacional de las esposas de los presos políticos?
  9. Respecto a los venezolanos en el exilio. ¿Hay comunicación con ellos? ¿Se han establecido nexos y mecanismos de integración política con ellos?
  10. Respecto a las regiones ¿La estrategia es realmente descentralizada? ¿Se fomentan y respetan los liderazgos regionales? ¿Los líderes regionales respetan a la dirigencia de base? ¿Hay algún indicador de la calidad de la gestión política que sirva para medir su eficacia?
  11. El financiamiento ¿Por proyectos unitarios, por partidos políticos o para liderazgos unilaterales? ¿Presupuesto de campaña o “así como va viviendo vamos pidiendo”? ¿Por qué nunca alcanzan los recursos para el día de las elecciones?
  12. Al margen de lo electoral ¿Cuál es el plan? ¿Qué pasa si se pierden las elecciones? ¿Qué pasa si se retardan las elecciones? ¿Qué pasa si no hay elecciones? ¿Cómo administrar el ventajismo electoral? ¿Cuál es el equipo? ¿Quién garantiza que los conflictos internos no van a seguir saboteando la calidad de los resultados?
  13. Y por último ¿Cuándo vamos a legitimar la dirigencia que está al frente? ¿Cuáles van a ser los mecanismos propuestos para esa legitimación? ¿Quién o quiénes van a garantizar la unidad política?

 

 

 

 @vjmc