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OPINIÓN

Edmundo González: consideraciones sobre la politicofobia
Este artículo no es un panegírico a nuestros políticos, ni pretende obviar errores. Solo recordar momentos cruciales en los que han defendido la democracia

 

Quienes ejercen el poder político o aspiran a alcanzarlo son vilipendiados en medios de comunicación, en programas humorísticos y en conversaciones. Además, son ofendidos en las redes sociales. A veces, las actuaciones de algunos políticos justifican esta fobia, pero en otros casos se debe a ignorancia, apasionamiento o que todos queremos actuar como managers de tribuna. Aunque también hay cierta dosis de mala fe.

Este artículo no es un panegírico a nuestros políticos, ni pretende obviar errores, sino recordar algunos momentos cruciales en los que han defendido la democracia. Aspiramos a que la candidatura de Edmundo González Urrutia, decidida por unanimidad de la oposición democrática, contribuya a que reflexionemos sobre las contribuciones y carencias de los políticos y de los partidos que apoyan a este distinguido compatriota.

Así como los muchachos hacen bullying o burlas a compañeros que tienen características diferentes a la del grupo, los adultos cometemos el abuso de someter al escarnio a nuestros políticos, sin diferenciar. Procedemos como quien riega con manguera. Nos cuesta aceptar que entre quienes tienen los mismos principios y valores debe haber diferentes puntos de vista. Frecuentemente, aplicamos aquello de quien no está conmigo, está contra mí. También ocultamos delitos, sosteniendo que, con los nuestros, con razón o sin ella.

Cabe recordar algunos hechos de nuestra historia reciente. A Rómulo Betancourt lo tildamos de comunista porque lo fue en su juventud, pero olvidamos que se percató del error y su política fue un freno a esa doctrina. A Rafael Caldera le pusimos el mote de falangista porque en su juventud tuvo ideas de extrema derecha, pero obviamos su pensamiento socialcristiano. Después del 24 de noviembre de 1948, Jóvito Villalba y Rafael Caldera expresaron cierto voto de confianza a la Junta militar que derrocó a Gallegos. Por ello los descalificamos sin tomar en cuenta la crisis política del trienio anterior, y que la junta prometió nuevas elecciones.

Por cierto, el mismo Betancourt reconoció el fanatismo de algunos compañeritos de partido. Afortunadamente, al final, Caldera, Jóvito y Betancourt se pusieron de acuerdo, lo cual fue un factor en el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez. En la década de los años sesenta, cuando la guerrilla castro-comunista se convirtió en una amenaza, el sector político democrático cerro filas alrededor de Betancourt y de Leoni.

Recientemente, los políticos se unieron para enfrentar a Hugo Chávez, por lo que en diferentes elecciones apoyaron a Salas Römer, a Manuel Rosales y a Capriles. En el 2005, también unidos, decidieron abstenerse para presionar por el respeto a la Constitución y en el 2015 la unidad democrática logró la mayoría en la Asamblea Nacional. Fueron años difíciles porque no logramos el objetivo y gradualmente el régimen de Chávez-Maduro arreció la represión. Sin embargo, la mayoría de nuestros políticos siguieron en la lucha, corriendo riesgos. Varios fueron encarcelados o tuvieron que exiliarse.

Mientras tanto, se desató una feroz campaña de descalificación en contra de Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional 2015, porque no cumplió su promesa de sacar a Chávez en seis meses y no nombrar nuevos CNE y TSJ, olvidándose de que el régimen le quitó poderes a esa Asamblea. A Capriles lo atacamos por no llamar a la gente a la calle para defender su triunfo, olvidando que no pudo demostrarlo por la parcialidad del CNE y por no tener todas las actas de votación. A Rosales lo tildamos de colaboracionista del régimen por reunirse con Maduro, lo cual es obligatorio en un gobernador porque, caso contrario, le cortan el situado constitucional y le quitan atribuciones; también por negociar su libertad, lo cual debe comprenderse. Por otro lado, no valoramos suficientemente sus triunfos electorales frente al régimen.

A Leopoldo López lo ensalzamos, pero después que estuvo preso, que logró fugarse y participar en un complot fallido, su popularidad decayó. A Guaidó lo pusimos por las nubes, pero cuando no pudo concretar su promesa de poner fin a la usurpación, lo tiramos al foso en las encuestas. En todos estos años nos hemos hecho eco de que había una oposición colaboracionista o falsa oposición, señalando concretamente a Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y a Un Nuevo Tiempo de ser la falsa oposición. Nadie ha presentado pruebas, solo percepciones.

¡Cuidado con desbocarnos!

¡Cuidado con desbocarnos!

Nos permitimos recordar que hemos señalado cuando no han estado a la altura, como en el caso de la injustificada defenestración de Guaidó, cuando han dado declaraciones inconvenientes o han permitido que en sus filas haya alacranes. No simpatizamos con algunos, ni militamos en partidos, pero hay que reconocer sus contribuciones en momentos cruciales. Desde luego los partidos deben depurarse y no caer en el clientelismo. Por otra parte, el próximo gobierno tiene que permitir el financiamiento de los partidos para evitar malas prácticas

Ahora tenemos una gran oportunidad de poner fin a este régimen fascista, corrupto e inepto.

María Corina logró llegar a las clases populares. Ante su avance arrollador, el cobarde Maduro no aceptó medirse con ella. Por eso la vetó, como también lo hizo con Corina Yoris. En contra de muchos pronósticos, ella, Rosales y los partidos de la Plataforma Unitaria eligieron como candidato de los demócratas al distinguido internacionalista Edmundo González Urrutia, a quien debemos agradecer haber aceptado corriendo el riesgo de la reacción del régimen.

María Corina se creció como política al lograr el consenso, y seguirá siendo la líder de la oposición. Llegará a ser presidenta. Rosales cumplió su palabra, renunció y apoyó a Edmundo. También agradecemos a Omar Barboza, César Pérez Vivas, Andrés Velásquez, Delsa Solórzano, Roberto Henríquez, Caleca y a todos los dirigentes de los partidos de la Plataforma Democrática Unitaria y de Vente Venezuela ¡Edmundo para todo el mundo!

Como (había) en botica

  • Detuvieron al periodista y luchador social Carlos Julio Rojas, acusándolo del centésimo invento de planificar un magnicidio. Siguiendo la norma del régimen, no se le permitió tener defensor privado
  • ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Carolina Jaimes Branger Abr 22, 2024 | Actualizado hace 2 días
El camino del infierno
Yo pienso que la Fiscalía de la CPI debería llamar como testigos a Petro y a Lula para que declaren sus motivos de un plebiscito “para resguardar la vida del perdedor de las elecciones”

 

@cjaimesb

El pasado miércoles 17 de abril, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, sorprendió a muchos con las declaraciones sobre la posibilidad de un plebiscito “para llegar a un “pacto democrático” entre el gobierno y la oposición en Venezuela”, en conjunto con el presidente Lula Da Silva, de Brasil. Sobre todo, porque añadió al final de su propuesta que “Maduro estaba al tanto”.

“Le transmití al presidente Lula una propuesta que fue transmitida al presidente (Nicolás) Maduro. Tiene que ver con una posibilidad de un plebiscito en las elecciones que se avecinan en Venezuela”, dijo.

El plebiscito se haría en simultáneo a las elecciones presidenciales del 28 de julio, en los que Maduro se presenta a un tercer mandato. Según Petro, buscaría “un pacto democrático” donde “el perdedor de las elecciones tenga certeza y seguridad sobre su vida y garantías políticas”. Lula evitó comentar al respecto. Y es que tanto él como Petro han criticado la inhabilitación política de María Corina Machado y el veto a la candidatura de Corina Yoris Villasana.

Yo pienso que la Fiscalía de la CPI debería llamar como testigos a Petro y a Lula para que declaren lo que saben y sus motivos para proponer semejante plebiscito “para resguardar la vida del perdedor de las elecciones”. Y que hagan especial énfasis durante el interrogatorio sobre sus conocimientos y motivos para tamaña propuesta, tomando en cuenta que la Constitución venezolana ya prevé el derecho a la vida. Y cómo es que resulta entonces necesario un plebiscito, en este caso concreto para “especificar y singularizar detalladamente el derecho a la vida del perdedor de una contienda electoral” que también está prevista en la Constitución.

Pareciera, más que una propuesta, una confesión de que saben que uno va a matar a otro. ¿Acaso conocen el nivel de fraude montado por el régimen, que las elecciones –como han sido planificadas– no serán ni libres, ni transparentes, ni competitivas? (fíjense que hablan de un único ganador y de un único perdedor), y la posibilidad de que uno asesine al otro. ¡Esto no es un circo romano donde un gladiador gana y el otro muere!

Otro punto sería quiénes votarían en el fulano plebiscito. ¿Todos los que tienen derecho a inscribirse y no los dejan, los venezolanos en el exterior…? ¿De verdad se llevaría a cabo el mismo día de las elecciones, o se pospondrán? ¿Qué pretenden que votemos?  ¿Que sí favorecemos un homicidio o que no estamos de acuerdo con que uno mate a otro? ¿Quién determinaría el resultado del plebiscito, dado que implícitamente están deslegitimando al CNE?

Ciertamente es angustioso de que alguien cercano al poder en Venezuela hable de un “asesinato previsible y concebible”. ¿Acaso pueden detectar en otros los pasos para preparar el golpe de gracia? ¿Quién será el perdedor? ¿El que llegue de segundo, o todos los que no ganen?

Honestamente, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones…

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Humano Derecho con Juan Carlos Barreto, director del Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV
Juan Carlos Barreto, director del Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV nos hablará sobre la Ley contra el Fascismo, aprobada en primera discusión por la Asamblea Nacional

 

@_humanoderecho

¿Existen similitudes entre el fascismo histórico y la situación actual en Venezuela? ¿Cómo afecta la reciente ley contra el fascismo a la libertad de expresión y la democracia en Venezuela? ¿Qué impacto tiene esta ley en los opositores y en el periodismo? Conversamos de estos y otros temas con Juan Carlos Barreto, director del Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV, quien nos hablará sobre la Ley contra el Fascismo, aprobada en primera discusión por la Asamblea Nacional.

La reciente ley, aprobada en primera discusión por la AN, no solo afecta a los medios de comunicación, actores políticos y organizaciones de derechos humanos, sino también al ciudadano común. Cualquier persona que exprese críticas al gobierno actual podría considerarse como enemiga y sancionada.

Cuando se aprobó la Ley contra el Odio, muchas personas argumentaban que la clave para no caer en ella era no hablar desde el odio y tratar de generar un nuevo lenguaje. Sin embargo, con la aprobación de esta nueva ley, no está claro qué forma de comunicación o expresión podría evitar la sanción.

Además, la ley contiene varios artículos preocupantes. El artículo 9 impone una autocensura sobre la función de los medios de comunicación, mientras que el artículo 10 se refiere a la cultura del odio y la intolerancia. El artículo 12 prohíbe las reuniones públicas y las manifestaciones convocadas que puedan ser consideradas como apología al fascismo.

“Entonces… si hacer este tipo de protestas puede ser percibidas, de acuerdo con este artículo como fascista, ¿qué mecanismo de reclamo, de exigencia, de exigibilidad de derechos nos va a quedar a los venezolanos?”, advirtió Barreto.

Presentado por Génesis Zambrano (@medicenmouzo) y Luis Serrano (@akaLuisSerrano). Somos el radio web show semanal que mezcla la buena música con gente que ayuda a gente. Transmitido por diferentes plataformas del país, es producido por RedesAyuda y Provea.

Más contenido en humanoderecho.com

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Juan E. Fernández Abr 21, 2024 | Actualizado hace 4 días
Perfect days: ahora es ahora
La frutilla del postre de Perfect days es la escena final, cuyo fotograma, sin duda, se volverá objeto de culto por generaciones

 

@SoyJuanette

Wim Wenders nunca se imaginó que aceptar la invitación de Koji Yanai, para que visitara su proyecto de renovación de retretes en Tokio, inspiraría una de las cintas más hermosas de su filmografía. Hablo de Perfect days.

Yanai invitó al cineasta alemán para que hiciera una serie de cortos de no ficción. El fin era promocionar los baños públicos de última generación diseñados por arquitectos de renombre. Pero, en lugar de eso, Wenders tomó la decisión de hacer una película y, a través de ella, logró crear una atmosfera de tranquilidad y simpleza que invita a disfrutar de los tesoros de la cotidianidad.

Sin ánimo de hacer spoilers, la nueva cinta de Wim Wenders es ideal para verla cuando estés triste, cuando estés en una disyuntiva o en esos momentos en los que quieres bajarte del mundo. Es una película que transmite mucha paz.

Perfect days nos cuenta la historia de Hirayama (personificado por Kōji Yakusho), un empleado del gobierno de Tokio que se encarga de mantener aseados los baños públicos de la ciudad. A simple vista, la vida del protagonista podría resultar aburrida y monótona.

Despertarse con el ruido de su vecina barriendo la calle, doblar la colchoneta donde duerme, ponerse el uniforme, tomar un café de la máquina expendedora dispuesta en el garaje de su edificio, subirse a su camioneta, poner un casete en el estéreo del auto y comenzar su jornada. Hasta acá, es sin duda la rutina de cualquier persona.

Pero todo cambia cuando Hirayama enciende el motor de su Daihatsu color azul y comienza su trayecto por las calles de Tokio. Pues no es simplemente un auto desplazándose por el asfalto, también es un viaje musical por grandes canciones que marcaron una época y, en mi opinión, seguirán marcando esta, pues la banda sonora de Perfect days en una joya en sí misma.

Piezas como Perfect day (Lou Reed), House of the rising sun (The Animals), Sleepy city (The Rolling Stone), Redondo beach (Patti Smith) y Feeling God (Nina Simone) son solo algunas de las canciones que ambientan esta cinta carente de diálogos entre sus personajes.

La literatura también se hace presente en esta carta de amor de Wenders a Japón. Obras como Once (Patricia Highsmith), Las palmeras salvajes (William Faulkner) y Árbol (Aya Kōda) son lecturas que acompañan al protagonista cada noche antes de dormir, o mientras espera en la lavandería.

Otra de las artes presentes en Perfect days es la fotografía, pero no hablo solamente del manejo de la luz y la atmosfera creada por Franz Lustig. Sino de los sueños de Hirayama, recreados magistralmente por Donata Wenders (esposa de Wim) a través de maravillosos collages de fotos en blanco y negro tomadas desde la cámara analógica del protagonista del filme, donde se hace un recuento de lo que vivió Hirayama durante el día. 

Sin lugar a dudas, el gran tesoro de Perfect days es cómo nos hace reflexionar acerca de las relaciones humanas con la naturaleza. Por ejemplo, cada mañana, cuando Hirayama sale de su casa levanta la mirada, se toma unos minutos para ver al cielo y, tras hacerlo, siempre se dibuja en su rostro una sonrisa. Por las noches, tras terminar su jornada, riega con dedicación cada una de sus plantas.

Durante su descanso para almorzar, se sienta en el banco de una plaza para disfrutar de las frondosas ramas de un árbol, que va fotografiando con su cámara de rollos buscando capturar uno de esos regalos que brinda la naturaleza solo a quienes son dignos de disfrutarla. Se trata del “komorebi”, una palabra japonesa que describe la luz del sol que se filtra entre las hojas.

Y la frutilla del postre de Perfect days es la escena final. Su fotograma, sin duda, se volverá objeto de culto por generaciones.

Gracias Wenders, por recordarnos el valor de las cosas simples de la vida y la importancia de vivir a plenitud cada minuto de la vida porque: “La próxima vez será la próxima vez, pero ahora es ahora”.

Puedes ver Perfect days en la plataforma de streaming MUBI. 

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Asdrúbal Aguiar Abr 20, 2024 | Actualizado hace 2 días
La derrota democrática de Maduro
La Unidad, con rostro distinto y esperanzador, ha de hacerse por sí misma su otra oportunidad. Y se la ganará en buena lid si logra regresar al corazón de los venezolanos. Maria Corina se lo ganó y no lo puede transferir si no se lo acepta el propio pueblo

 

@asdrubalaguiar

Si aún se acepta en el siglo XXI que la democracia es soberanía del pueblo, que elige y no solo vota, puede afirmarse que María Corina Machado ha derrotado democráticamente al despotismo de Nicolás Maduro Moros. Cuenta hoy con suficiente legitimidad de origen, luego de su abrumadora victoria en las primarias y tal como palmariamente lo demuestran las encuestas no hipotecadas a éste y a la cohorte política de franquicias que le ha sido funcional para su estabilidad. La inhabilitación inconstitucional de Machado, solo posible bajo el señalado despotismo que desmaterializo a la república como a su orden constitucional y ha pulverizado a la nación venezolana, es prueba cabal de esa derrota, por “walkover”..

El desbordante apoyo popular con el que cuenta Machado, tal como lo veo, es la causa del pánico de Maduro Moros, quien a la sazón se niega a medirse electoralmente con ella; pero todavía más desesperó al eje central de ese artificio de «franquicias partidarias» opositoras que no frisa siquiera el 7 % del apoyo popular: “Nombremos a Manuel Rosales y luego vemos como atajar a la señora”, decía el anfitrión de estas, en reunión convocada, para mi tristeza, en el alma mater a la que me he entregado durante casi medio siglo. Y ese conciliábulo de marras, entre rostros que clonaban a los gamonales de nuestro siglo XIX y a sus pulperos endomingados, ante mi vista no hizo sino recrear el trágico desenlace venezolano de 1998. Pero Machado les quebró la ecuación. De allí la subsiguiente elección unitaria de Edmundo González Urrutia, para que llegue «hasta el final».

No se olvide que, desestructurado el país dado el «quiebre epocal» de 1989, cuando “las gentes dejan sus casas para irse a las calles sin querer regresar” (Ramón J. Velásquez dixit) y negándose esos mismos franquiciados a la reinstitucionalización por opuestos a la reforma constitucional y a las reformas económicas, optaron –lo recordaba el fallecido Jorge Olavarría– por validar nuestro regreso al pasado con su “gendarme necesario” a cuestas. Creyeron que asegurarían, así, sus privilegios a cambio de facilitarle a Hugo Chávez la ruta hacia la presidencia y el desmontaje de la Constitución civil de 1961, cuando este ocupaba el último lugar en las encuestas de enero de 1998.

Con el apoyo de USA, al igual que ahora, dejaron en la estacada al Henrique Salas Römer, al que la opinión verificada situaba como opción victoriosa. Sacaron del foso, con dineros y medios, a un habilidoso traficante de ilusiones ¡Y es que Salas no era complaciente con los cogollos de los partidos declinantes y tenía visión propia, y el pueblo le acompañaba! Era una amenaza para las logias políticas que se formaban en Venezuela a raíz del Caracazo. Un militar que llegaba por los votos y no más con los tanques podía ser influenciable, les daría espacios para medrar y subsistir en zonas cómodas, y a la luz de la tradición, sería un modernizador. La miopía y la avaricia se los engulló.

La cuestión es que «el efecto Machado» y la designación de González Urrutia –hombre de consensos, de escuela diplomática y que cuenta con una sólida visión de Estado– ahora habrá de significar el cierre de ese ciclo o proceso que, otra vez y como experiencia (1830, 1935) retrasó el ingreso de la nación al siglo subsiguiente, el actual; siendo que debimos concluir el nuestro, el siglo XX, como excepción posible y con serena madurez, a partir de 1989, coincidiendo con el final de la república civil de partidos y el ingreso de Occidente a las tercera y cuarta revoluciones industriales: la digital y la de inteligencia artificial.

Al haberse modernizado Venezuela durante los treinta años precedentes a 1989, de los que ninguna memoria conservan las generaciones adánicas contemporáneas y en modo alguno defienden las franquicias partidarias en cuestión, menos los exdirigentes empresariales y bonistas que las usan y presionan en un país sin empresas como el nuestro, bien pudimos adelantar los tiempos rompiendo todos con la fatalidad del mito de Sísifo. No lo hicimos. Es lo pasado..

Lo cierto, también, es que sin que otra aporía ni el rubor les inhibiese, los franquiciados de finales de la IV República, falsificaciones de nuestros partidos históricos, como las élites que se beneficiaban de aquéllos – los mismos de ahora y sus causahabientes en la V República –optaron por tener como candidato a un compañero de Chávez en su hornada golpista, al comandante Francisco Arias Cárdenas. Nada les arredró el que llegaban a la
política con el único cometido de borrarle al país sus recuerdos, como si nuestra modernidad hubiese sido el diluvio universal. Solo les importaba revalidar las tarjetas de sus franquicias, de tanto en tanto. Tanto como luego aparecerá en la escena Manuel Rosales, en 2006, para servir sin serlo en propiedad como candidato presidencial “tapa”. Lo necesitaba Chávez y hubo lugar al reseñado entendimiento de este a través del mismo personaje –José Vicente Rangel– que le permitiese regresar luego a Venezuela, en 2015, tras su enjuiciamiento por enriquecimiento ilícito.

Los venezolanos, generosos, aceptando el símbolo de la Unidad y empeñados en ponerle fin al despotismo iletrado que nos ha maltratado con vesania y maldad absoluta, le dimos –como símbolo– su oportunidad, en 2015, sin endosar a quienes se ocultaban bajo sus banderas y que la destruyeron con el deslucido final del Interinato; pero, ahora, la Unidad, con rostro distinto y esperanzador, ha de hacerse por sí misma su otra oportunidad. Y se la ganará en buena lid si logra regresar al corazón de los venezolanos. Maria Corina se lo ganó y no lo puede transferir si no se lo acepta el propio pueblo. De no lograrlo la Unidad, sería sumada –es la lógica fatal de la historia, siempre caprichosa– al bloque de quienes serán recordados como responsables de la aniquilación de nuestra modernidad a partir de 1999.

correoaustral@gmail.com

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Antonio José Monagas Abr 20, 2024 | Actualizado hace 4 días
Bueno para nada
No debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas

 

@ajmonagas

Las ciencias sociales, en su afán de determinar la movilidad del ser humano en el contexto de la diversidad ideológica, cultural y social, busca respuestas a los enredos desprendidos de paradigmas cuyas esencias teóricas parecieran estar divorciadas de las realidades ante las cuales presume su fuerza narrativa y conceptual.

Han emergido distintas teorías que ahondan en el análisis de las presunciones del ser humano en su intento por posicionar sus arrogancias. Esconder sus flaquezas, o disimular sus inmodestias. Una de ellas la resume la teoría del derrame o teoría de las causas finales. Esta, en lo particular, intenta explicar las restricciones de la causalidad al momento de definir lo que la naturaleza dispone en función de su incidencia en el individuo y sus ostentaciones.

Más allá de la formalidad teórica

Al lado de estas circunstancias, la filosofía plantea razones para despejar las incógnitas que emanan de la materia y del movimiento. Todo lo cual contribuye a diferenciar actitudes desplegadas por el ser humano al momento de demostrar o fingir cualidades en la sociedad a la cual presta sus capacidades.

Es ahí cuando la sociología política, valiéndose de dicha coyuntura, se arroga la capacidad conceptual para estudiar las relaciones humanas y los cambios que se suscitan a consecuencia de los paradigmas que calan en el orden humano. Aunque algunos intentan manipular al hombre con el propósito declarado de medir su fortalezas y debilidades. Particularmente, ante los cambios sociales, económicos y políticos.

La intervención del vulgo

De esa manera, el vulgo, valiéndose de su sabiduría creadora, produce y propaga cuantos aforismos, refranes o frases sean de posible reflejo del comportamiento del ser humano. Es un tanto el procedimiento del cual se fijan las ciencias blandas o inexactas utilizando la palabra como variable independiente.

En consecuencia, surgen locuciones que hablan del hombre toda vez que su oralidad apuesta a validar las libertades de las cuales pende la vida (en democracia).

La frase que abre esta esta disertación: “bueno para nada”, como todas las provenientes del léxico popular, tiene la fuerza narrativa para romper pretensiones reduccionistas propias de la sociología mecanicista, la cual fundamenta criterios que explican acciones sociales afianzadas en lo empírico. Pero que suelen confirmar lo que sus hipótesis apuestan.

Del lenguaje político

Así que, con base en lo aducido por la teoría de las causas finales, el lenguaje político se inflama del ímpetu necesario y suficiente para pregonar a los cuatro vientos lo que el pensamiento político es capaz de construir. Siempre, apegado a cualquier paradigma que exalte las libertades humanas.

Por tanto, no debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas “(…) de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión (…)” (Del artículo 57 constitucional venezolano) y la poética que, a dicho respecto, brota del espíritu humano.

Sobre todo, cuando contingencias de toda índole tienden a estrangular las necesidades e intereses del ser humano. Es el caso en que adquiere sentido cualquier aforismo que retrate el carácter social, político, cultural o económico de la conducta de la persona en sociedad.

El valor de la palabra

Solo la palabra testimonia el discurrir del ser humano. De esa forma, la palabra destaca la identidad y la disposición que determinan la condición humana. Aunque la palabra no deja de ser la mejor herramienta que luce la comunicación sociopolítica para conciliar o diferenciar condiciones y consideraciones que caracterizan la vida del hombre.

Así que la frase que intitula esta disertación vale a propósito de incitar una reflexión que potencie la capacidad de estimar, explorar o descubrir lo que hace laudatorio o denigrante al hombre en términos de sus actos. Por eso, ante la necesidad de dar cuenta lo que cada quien es capaz de mostrar, de cara a los problemas de la realidad, cabe pensar en el aforismo que tantea sentimientos, emociones y actitudes: bueno para nada.

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Nuestra decadente introspección colectiva
Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas

 

@AAAD25

Esta es la segunda de dos entregas de esta columna en las que me propongo comparar la Venezuela contemporánea con la antigua Atenas en dos de sus etapas, ninguna de las cuales es la democrática que le dio tanto renombre histórico. Esta vez debemos imaginarnos en la polis ática que ya había dejado atrás sus tiempos de mayor esplendor, luego de ser humillada por los lacedemonios en la Guerra del Peloponeso y de haber hecho frente, junto con el antiguo enemigo espartano, a la amenaza común de una Tebas liderada por el brillante general Epaminondas. Como se ve, esos griegos, acaso queriendo emular a sus héroes mitológicos, no eran capaces de una paz duradera que no fuera la de los cementerios. Entre tanto luchar entre ellos, quedaron vulnerables a la espada de invasores foráneos. Primero sus primos etnolingüísticos, los antiguos macedonios, y luego Roma.

Quedémonos con los primeros: Filipo II, Alejandro Magno y sus sucesores, los reyes diádocos. Aunque la intensidad del dominio de estos sobre Atenas, sobre todo tras la muerte de Alejandro y el reparto de su imperio, haya sido intermitente, Atenas perdió su condición de Estado independiente en buena medida, sino es que del todo. Si bien la ciudad siguió teniendo una vida cultural muy rica, no pudo seguir siendo el faro de discusión libre y plural de ideas políticas que fue antes.

Un argumento que he leído varias veces en los artículos del profesor Mariano Nava Contreras, uno de los mayores eruditos en estudios grecolatinos que hay hoy en Venezuela, es que este giro tuvo implicaciones importantes en el debate y la enseñanza filosóficos. Se hizo difícil el desarrollo de una filosofía específicamente política, como aquella de la que tanto escribieron Platón y Aristóteles, entre otros.

Dice Nava Contreras que las escuelas de pensamiento surgidas en este período, el helenístico, si bien no desatendieron del todo los asuntos públicos y colectivos, se enfocaron mucho más en la introspección: el estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo, el neoplatonismo (este último no tan ligado a Atenas pero originado en la época a la que me refiero), etc. Se concentraban en la armonía del propio ser, en lo que Epicuro llamó ataraxía. Nótese que el neoplatonismo de Plotino, pese a la influencia de Platón que el propio nombre deja claro, no tiene un corpus de ideas políticas notable. En todo caso, renegaba de la experiencia terrenal, incluyendo la política, para así buscar el regreso a una sustancia divina inmaterial que todo lo trasciende, lo cual influyó en cierta teología cristiana temprana, sobre todo Agustín de Hipona y su Ciudad de Dios.

Regresemos nosotros ahora, no a ese “Uno” neoplatónico, sino a nuestro mundo profano contemporáneo, más triste que el de la Atenas helenística, como veremos a continuación. Como la polis coronada por el Partenón y las Cariátides, somos un Estado que perdió su democracia. A medida que el orden autoritario se consolida, se da en la sociedad un fenómeno del que tengo tiempo hablando: la despolitización de las masas. La combinación del miedo a que una acción o hasta una palabra moleste a los poderosos y acarree consecuencias draconianas (tema del artículo inmediatamente anterior a este), por un lado, y la poca o nula expectativa de un giro hacia tiempos mejores en el corto y largo plazo, por el otro, han hecho que cada vez más gente quiera saber cada vez menos de política.

Dracón llegó a Caracas

Dracón llegó a Caracas

El advenimiento de las “elecciones” presidenciales de julio parece que, al menos provisionalmente, frenó y hasta redujo la tendencia. Sobre todo, luego del éxito de la primaria opositora de octubre y el entusiasmo masivo que desató. Pero en los meses siguientes, nuevos desengaños pudieran fortalecerla otra vez: la inhabilitación confirmada de María Corina Machado, ganadora de la primaria; el bloqueo sin explicación oficial alguna a la candidatura de la profesora Corina Yoris, escogida por Machado para representarla; la insistencia de esta y su entorno en que pese a todo registrarán una nominación representativa, pero sin dar a entender cómo lograrán tal cosa; y la inscripción de una docena de otras candidaturas alternativas a la de Nicolás Maduro, ninguna de las cuales parece contar con respaldo significativo, incluyendo la más prominente, la de Manuel Rosales.

Ya que la despolitización de las masas pudiera seguir siendo un rasgo mayúsculo de nuestra sociedad en tiempos por venir, creo que no está de más examinarla en relación con la Atenas helenística. ¿Cabe esperar que los venezolanos también se refugien en formas de pensamiento más introspectivas y ajenas a la política? Yo pienso que eso ya está ocurriendo. Pero, para hacerlo todo más lamentable, el menú de opciones no tiene la riqueza de las escuelas filosóficas de hace más de dos milenios. Más bien es un conjunto diverso de manifestaciones derivadas de lo que Bauman llamó “los descontentos de la posmodernidad”, a menudo con un matiz fuerte de subdesarrollo. Especies de cultos New Age y filosofías pop. En el mejor de los casos, son inocuos pero superficiales. En el peor, nocivos.

 

Tenemos para empezar el primitivismo que rechaza los productos industrializados para el consumo alimenticio e higiénico, sin ninguna evidencia científica que lo respalde. Pura charlatanería que si acaso contará marginalmente con el beneplácito de alguna persona versada en la materia. Ello va de la mano con unas ínfulas de hipermasculinidad en supuesta sintonía con la naturaleza, que ignoran hasta los hallazgos más básicos de la antropología y que tienen visos de misoginia y homofobia por una pretendida obligación a que las personas de sexo biológico masculino tengan estrictamente conductas de animal macho, incluyendo un papel exclusivo de proveedor de recursos para la familia (como si las mujeres no pudieran aportar). Una respuesta que muchos hombres, sobre todo jóvenes, han hallado a las inseguridades sobre su identidad masculina en una era revolucionaria para los roles de género.

 

Luego está el hedonismo plástico que limita todo modus vivendi a la búsqueda de placeres sensuales y materiales. Se desentiende de cualquier ética que trascienda los deseos del cuerpo y la reputación social. Su única aspiración es a una vida colmada de comodidades y lujos: habitar una mansión o un penthouse en alguna de las mejores zonas de Caracas, con el mobiliario más cómodo posible y una estética agradable a la vista; comer en los mejores restaurantes, beber los licores más finos, vestir ropa de diseñador, manejar carros deportivos o camionetas gigantes último modelo, visitar los destinos turísticos más exclusivos y practicar el coito frecuente con una o varias parejas muy codiciadas por los demás.

La hipocresía de Occidente

La hipocresía de Occidente

Aunque apeste a frivolidad y a muerte intelectual, nada de esto tiene por qué ser moralmente inaceptable en sí mismo. No pretendo invocar el “ser rico es malo” de Hugo Chávez ni ninguna otra monserga de extrema izquierda. Querer bienes y servicios costosos es normal y no veo nada de malo en ello. El problema es la concepción del resto de los mortales como seres cuyo bienestar no importa en absoluto o, peor, cuya explotación y opresión es necesaria para los objetivos propios. Nada sintetiza más esta mentalidad que una frase horrenda que se me cruzó hace poco en redes sociales: “Todos quisiéramos ser hijos de un enchufado”. Una mentalidad muy cómoda en un país con tanto sufrimiento y miseria, pero al mismo tiempo muy difícil de satisfacer, habida cuenta de que, por la exclusión inherente al sistema, los cupos para “enchufado” o vástago o pareja de “enchufado” son pocos.

 

Por último, está la autoayuda de manual para la “superación personal” y el emprendimiento. No me refiero a los miles de pequeños negocios abiertos por venezolanos hartos de ganar sueldos paupérrimos. A esos les deseo todo el éxito del mundo. Lo que tengo en mente es el discurso de influencer que, a cambio de una tarifa, te enseña que siempre “querer es poder”. Esta máxima, extendida y retorcida de mil maneras distintas en forma de libros de cientos de páginas o conferencias de varias horas de manera tal que los autores en cada caso puedan cobrar por su “pensamiento innovador”, tiene algo de sentido en sociedades mayormente libres. En caso contrario, es un sofisma.

De manera que, en Venezuela, no todo el que quiere puede. El statu quo es demasiado injusto y depredador como para permitirlo. No hay ninguna igualdad de oportunidades, pues los recursos necesarios para tal igualdad están concentrados de manera ilegítima en muy pocas manos. De ahí que haya tanta gente trabajadora y ambiciosa pero pobre. Solo unos pocos lo consiguen de forma honesta. Negarlo es cosa de mercachifles del pensamiento.

Las fortunas del socialismo

Las fortunas del socialismo

Quise describir estas tres expresiones de introspección despolitizada porque, entre las conspicuas, me parecen las menos escrutadas. Hay otras, por supuesto, como el budismo o el esoterismo cabalístico o astrológico. Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas. Cuenten también con el agudizamiento y popularización de todos los fenómenos descritos en este artículo. ¿Y Atenas? Bueno, ojalá lo que representa la diosa que da nombre a la ciudad nos guíe: sabiduría.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Migración, sanciones y democratización en Venezuela
Quienes afirman que las sanciones son responsables del éxodo de millones de venezolanos no solo mienten, sino que tratan de exculpar de responsabilidad a los verdaderos responsables del desastre

 

@BrianFincheltub

De acuerdo con cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los últimos años, más de 7,7 millones de personas han huido de Venezuela buscando protección y una mejor vida. Se trata del mayor éxodo registrado en nuestra región en la época moderna y uno de los más grandes del mundo, superando incluso a los masivos desplazamientos de Siria y Ucrania, ambos ocasionados por la guerra.

Pero ¿cómo se explica que un país sin conflicto armado declarado se haya quedado sin el 27 % de su población en menos de diez años? Aunque hay quienes intentan instalar una falsa narrativa tratando de convencer a la comunidad internacional, y fundamentalmente a los Estados Unidos, de que la migración venezolana es consecuencia de las sanciones, la verdad es que nuestro éxodo tiene sus raíces en los propios orígenes del proyecto chavista y en ese modelo económico de ruina, devastación y saqueo que significó el llamado «socialismo del siglo XXI».

El socialismo salvaje

El socialismo salvaje

La economía venezolana estaba muy enferma antes de comenzar a manifestar sus primeros síntomas en 2014. El autoritarismo de Chávez tuvo su expresión más clara en la economía, donde imperaban las soluciones rápidas, muchas veces tomadas en vivo en su programa Aló, presidente, bajo el calor de la permanente campaña electoral en la que vivió Venezuela de 1998 a 2013.

A pesar de registrar el ingreso petrolero más grande de nuestra historia republicana, Chávez endeudó el país, devaluó la moneda en innumerables ocasiones y destruyó el sistema productivo nacional sosteniendo un tipo de cambio artificial que propiciaba la corrupción y desestimulaba la producción nacional, expropió tierras y empresas privadas productivas para convertirlas en cascarones vacíos y tomó decisiones de alto impacto en la inflación, como aumentar el gasto público a niveles estratosféricos, edificando una poderosa maquinaria de control social.

Fue precisamente Chávez quien también destruyó nuestra principal industria petrolera, despidiendo al 40 % del personal calificado y poniendo a Petróleos de Venezuela (PDVSA), una empresa modelo hasta ese momento, al servicio de su partido y su proyecto hegemónico. De hecho, el colapso de nuestra industria petrolera no comenzó ni con Maduro ni a partir de las sanciones, sino desde el momento en que Chávez decidió que los inmensos recursos que PDVSA generaba no los invertiría más en aumentar la producción, sino en financiar su modelo clientelar.

Así fue cómo en nuestra época de mayor bonanza, no hubo grandes obras de infraestructura, solo vestigios de una inmensa corrupción, hoy visibles en los pilares inconclusos del Metro hacia Guarenas-Guatire o el sistema ferroviario Este-Oeste, obras millonarias que son el retrato de una época robada.

¿Qué era lo peor que le podía pasar a Venezuela con esta tormenta perfecta? Caer en manos de unos incompetentes y de eso también es responsable Chávez. Designando a Maduro como sucesor, Chávez sabía a lo que se enfrentaría, frente a la previsibilidad de bajos precios de petróleo, los síntomas de una economía gravemente enferma comenzarían a hacerse visibles.

Para desdicha de todo un país, la escasez y la hiperinflación pasaron a formar parte del paisaje nacional. Con sueldos que no alcanzaban para nada, la migración, tan temprano como en 2014, se convirtió en un proyecto de vida para muchas familias que podían planificar un poco más su partida al contar con ahorros y propiedades. Pero esto cambió radicalmente entre 2016 y 2019, cuando millones de venezolanos, de todos los sectores sociales y estratos socioeconómicos, vieron en la migración no una elección, sino una obligación de supervivencia. Todo esto, mucho antes de las primeras sanciones contra el régimen de Maduro.

Quienes afirman, erradamente o confundidos por poderosos lobbys, que las sanciones son responsables del éxodo de millones de venezolanos no solo mienten, sino que tratan de exculpar de responsabilidad a los verdaderos responsables del desastre en el que se convirtió Venezuela hace más de veinticinco años. Más grave aun es que sostengan que el camino para detener la migración no es el cambio político en Venezuela, sino el fin de las sanciones. Un absurdo que no soporta análisis lógico.

Desde aquí no somos defensores a ultranza de las sanciones, pero consideramos que este tipo de acciones coercitivas, sobre todo cuando están dirigidas a individualidades cuya responsabilidad en la crisis venezolana está demostrada, son de los pocos incentivos que tiene la dictadura para negociar. De hecho, fue a partir de las primeras sanciones que el régimen de Maduro cedió a la dolarización, desreguló las importaciones y los anaqueles de las farmacias y los supermercados comenzaron a llenarse de nuevo.

Solo la democratización de Venezuela, a través de un proceso electoral creíble, donde se respeta la voluntad de la gente y el compromiso de aceptar una transición pacífica del poder, detendrá la migración de los venezolanos. Cualquier escenario que implique que Maduro continúe en Miraflores tendrá el efecto contrario; toda América, desde Tierra del Fuego hasta Canadá, sufrirá las consecuencias de seis años más de madurismo en el poder.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

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