¡La última ventana a la verdad! por Gabriel Reyes - Runrun
¡La última ventana a la verdad! por Gabriel Reyes

El caso de Globovisión ya resulta un bizarro ejercicio de injusticia absoluta. !Dos millones de dólares por informar! Esto representa en términos concretos el cierre técnico de la última ventana que nos queda a la verdad en Venezuela. Dedicarse a informar con veracidad y con oportunidad contrasta con la línea editorial del latifundio radioeléctrico oficialista, quienes con evidente sesgo adulador y con oportunismo exagerado han tratado de vendernos los espejitos de una Revolución en decadencia como nuestra única salida.

Son trece años de persecución, de sistemático estrangulamiento, de incapacidad del gobierno de digerir con el aceite del agradecimiento el poder descubrir sus propios entuertos a través de un medio de comunicación. El hostigamiento que sufre el canal de televisión y sus trabajadores representa un atentado contra los derechos individuales y colectivos concentrados en el derecho a la información de todos los ciudadanos y a la libertad de expresión.

Cada vez que en un espacio de Globovisión se evidencia la cleptocracia en la que vivimos, la reacción automática es generar una salida «legal» para amenazar su funcionamiento. ¡Esto no puede ser democracia! ¡El disenso debe ser permitido y respetado!

Quienes con juicio de leguleyos panfletarios critican que Globovisión «intervenga» en la política de Venezuela seguramente ignoran que la Política es la «cosa pública», esa que nos debe interesar a todos, y que recordando al sabio Aristóteles: «O eres político o eres idiota». Y es que este gobierno pretende que los medios de comunicación sean idiotas al igual que sus habitantes, aislados de la problemática nacional y ajenos a la tragedia que vivimos a diario.

La construcción de la agenda política de un país no puede ser el resultado de la señal encadenada de numerosas estaciones de radio y televisión, las cuales en poder del Gobierno se convierten en «repetidoras» del mensaje del régimen. Y si otra señal osa esgrimir la verdad para denunciar un hecho irregular, entonces debe ser callada de inmediato por el terrorismo físico, fiscal o judicial.

Este es un año electoral, pero también es un año donde el secretismo, hermética figura de referencia totalitaria, ha generado incertidumbre en todos los rincones del país, provocando en especialistas la duda entre la ausencia de política de información o la política oficialista de la desinformación, donde prefiero pensar en una suerte de ineptitud contagiosa antes de la perversión del silencio forzado. Cerrar al único canal disidente, de cobertura y alcance muy limitado, representaría la mayor demostración de cobardía de un gobierno poderoso, y el aterrador pánico de quienes se saben perdidos, y tratan de sacar el agua del barco que se hunde con las manos.

Hoy más que nunca, quienes aspiramos un país con democracia, debemos velar por el funcionamiento de Globovisión, porque en un portafolio donde sobreviven algunos sumisos competidores que apelan a la autocensura para seguir facturando, ¡el canal de La Florida es nuestra última ventana a la verdad! No permitamos que la barbarie prive sobre la razón y sobre nuestros derechos. Este espacio ha sido el escenario del protagonismo de una clase política que, por lo menos, en su discurso, plantea la lucha por nuestros derechos. Ahora, le toca a esa clase política defender el espacio que les ha permitido ser protagonistas de la esperanza de más de la mitad de los venezolanos.

Adoptar la sumisión como acción equivale a la renuncia misma de nuestros derechos, y a la aceptación de una sola fuente sesgada de información. Cerrar Globovisión marcaría un hito en esta lamentable historia reciente que convertiría inexorablemente a la oposición en una especie clandestina, hecho que se remonta a oprobiosas dictaduras, cuyo recuerdo enlutó a muchos hogares venezolanos.

Defender a Globovisión es una buena causa para calibrar esa UNIDAD, que en las gargantas de quienes aspiran llevar nuestros destinos a un futuro próximo suena muy bonita. Veamos si en la práctica, ese grito se convierte en una expresión de democracia verdadera. No defendemos a una empresa. Defendamos nuestro derecho de estar informados con la verdad y a expresarnos libremente.