"Pasan y no pasa nada" por Carolina Jaimes Branger @cjaimesb - Runrun

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El jueves pasado bajando de Caracas a Maiquetía me encontré atrapada dentro de una de esas interminables colas, causada por una gandola accidentada horas antes, -según dijeron por el Twitter-, y que a las autoridades incompetentes les tomó un tiempero remolcar, tiempero que utilicé para observar a mis compañeros de cola, resignados, mansos, conformes… hasta sumisos, diría yo. La costumbre de que nada funciona, de que todo es un problema. Para qué quejarse, para qué ir contra la corriente si lo mejor que nos puede pasar es que nos arrastre su cauce desenfrenado.

«A veces pienso que todo el pueblo es un muchacho que va corriendo tras la esperanza que se le va», recordé las palabras de Alí Primera en su «Canción mansa para un pueblo bravo». Y sentí una profundísima tristeza. Esa mezcla de resignación y cinismo es patética. Cada vez que escucho a alguien decir que «estamos al borde de un cataclismo social» y veo la pasividad con la que aceptamos la falta de servicios públicos, el desorden, los desmanes, la inseguridad, la escasez, la corrupción, las mentiras, la manipulación y pare usted de contar, me pregunto ¿quién se va a rebelar? Pareciera que no será este manso pueblo.

Sorprende que nada nos sorprenda. Circula un audio en el que supuestamente Chávez se dirige en un mensaje de voz a su hermano Adán diciéndole que está vivo. No sé quién lo haya montado, pero encima de que a nadie favorece tamaña atrocidad, pienso en el grado de deterioro que hemos llegado para que haya gente que crea que el asunto pueda ser verdad.