Entre la bulla y el silencio por Miguel Weil Di Miele - Runrun
Entre la bulla y el silencio por Miguel Weil Di Miele

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Somos un sánduche, o  un sándwich, para los más exquisitos. Panini si le parece. El caso es que estamos en el medio de la bulla y del silencio. Entre redoblantes de batalla contra los corruptos que no mandan y el mutismo frente al llanto atrapado en la garganta por madres en funerales y entierros. Resuena el grito oficial de poner fin a la violencia mientras el corrupto más grande de nuestra historia sigue apostado en el curul más alto del Palacio Federal Legislativo, como si acabar con el crimen fuese posible dónde mandan criminales. Ahí los demás, aplastados entre el ruido atronador del anti-imperialismo y el mutismo que vende petróleo al mismo imperio, contra el que gritan “asesinos y guerreristas” mientras le ponemos full de 95 sin plomo (porque aquí somos ecologistas) a todos sus portaviones, en silencio. Ensordecidos por la onda expansiva de refinerías que vuelan en pedazos y las denuncias de sabotaje cuyas pruebas y culpables permanecen calladitas, no se vaya a despertar la verdad que no necesita gritar para que la vean. Y la culpa es de Zeus o de un rabipelao.

Atrapados entre bramadas estridentes a favor de la dignidad y los derechos humanos, sólo de algunos, de ellos y no de aquellos, apoderados de todo el aparataje de la legalidad, para hacerla silente, en un taciturno Estado de Derecho. Clamando a viva voz la unidad continental mientras mandamos a callar a la Comisión y Corte que defienden los derechos de los ciudadanos de la pretendida unión, y en el medio Franklin Brito, víctima de la sevicia y la vileza que se adueñó del sándwich y lo que lleva dentro. Ellos, vociferando con megáfono la catástrofe del pasado y callando al crítico del presente; pregonando a alaridos la hegemonía comunicacional opositora de una tele, que entre compras y clausuras, está siempre en mute, mientras los únicos que gritan alguna verdad son el Twitter y las rotativas, que tampoco se escuchan porque se leen.

Ahí, en el medio (pongámonos autóctonos) de relleno de una arepa, entre el lado colombiano y el guyanés, somos reina pepeada a merced de la estolidez. Entre la bulla de las denuncias efervescentes de planes magnicidas fraguados en la hermana República en esa repetida ficción agobiante, por una parte, y por la otra, una afonía sobre el Esequibo, que lo entrega después de tantas veces vernos obligados a pintarlo con rayitas diagonales por la profe que nos enseñó que aquello era nuestro. Porque cuando se calla un reclamo se concede la usurpación, se abandona lo fraguado y se cede la tierra. Un silencio cómplice e indignante que admite la realidad perdida, mientras que la bulla se usa sólo para ficciones. Ruidos del perro que ladra y el silencio del que no muerde.  Y en el medio de todo aquello, de relleno de la arepa, del sándwich, sánduche o de la media canilla, la carne, esperando el bocado que acabe con su aplastada existencia.

 

Miguel E. Weil Di Miele

Twitter: @weilmiguel