La Economía: ¿es una ciencia? por Maxim Ross - Runrun

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Dejamos por un momento el debate sobre el tema petrolero para entrar en otro aspecto digno de considerar en estos días de tanta intervención en los mercados con el fin de convencernos que esos instrumentos administrativos, puntuales y casuísticos son más efectivos que la teoría y la política económica para resolver los problemas de crecimiento, inflación y bienestar, en cuyo caso viene a la mente el debate que sostuvimos en el Centro de Estudios de la Economía Venezolana de la Universidad Monteávila sobre la pertinencia de esta disciplina como ciencia. Tres versiones se presentaron. Una defendió la tesis de la Economía como ciencia, otra que ésta dejaba mucho que desear para serlo y otra entendiéndola como política económica estrictamente, dada la influencia del intervencionismo estatal en nuestros días. Como me inclino a pensar en dirección de la primera tesis, que la Economía es una ciencia presento mis argumentos a favor no solo para que mis lectores juzguen, sino con la intención de demostrar que es más eficaz en la solución de los graves problemas que confrontan la economía y la sociedad venezolanas.

Los orígenes: precios y valor absoluto

La pregunta principal que se hicieron los economistas clásicos, Ricardo,  Marx, Malthus y Adam Smith, es porqué las cosas, los bienes, tenían valor en los mercados, lo que, por consecuencia daba lugar a la formulación de una ley de los precios, una ley económica que  le daba rango científico y que permitía postular una teoría del nivel de los salarios. Ricardo y Marx, especialmente, se centraron en la tesis de que el valor de las cosas lo determinaba el trabajo incorporado a ellas y creyeron haber construido una teoría del valor absoluto, ajustada a sus tiempos. No percibieron el concepto valor relativo, añadido en la versión de Adam Smith.

La «mano invisible» y el precio de mercado

Los autores anteriores no colocaron en la ecuación de los precios la influencia de la demanda  y daban por sentado que la oferta de bienes era infinita, por lo que le dieron un rol preeminente y único al trabajo para explicar el valor de las mercancías. Smith, Stuart Mill y Malthus van mucho más allá en formular una ley más general y atemporal, tomando en cuenta la «otra cara de la moneda», esto es la influencia de los compradores, los demandantes o consumidores en la formación de los precios. Si algo tiene de ciencia la Economía es su capacidad para hacer predictible el precio de una mercancía, bien o servicio. La idea de la «mano invisible» de Smith, mal entendida y maltratada por la ignorancia en nuestros tiempos, entendía que al final de millares o millones de transacciones, el o los precios, serían determinados por la conducta de los actores que participaron en el mercado. Esta es la verdadera contextura de la «mano invisible», con la cual Smith colocó una auténtica fundación para la Economía como ciencia, derogando toda creencia sobre las virtudes del trabajo en la creación y determinación del valor de las cosas. Hay que decir, para rendirle tributo al filósofo–economista que no se quedó allí, pues puso en la mesa dos ideas adicionales y básicas para entender la Economía: la de la división del trabajo (la especialización) y la de las ventajas comparativas, naturales y creadas para cerrar un círculo que todavía explica bastante el comercio internacional. Sin embargo, todavía haría falta un aporte adicional para armar la Economía como ciencia.

Lionel Robbins y la idea de escasez

170 años después el inglés lanza dos postulados que van a cambiar el curso de la Economía dice: «La naturaleza es mezquina, la vida es corta», con lo cual pone al ser humano frente a dos grandes limitantes: la oferta y la producción, ni son infinitas, ni vienen de la nada, los recursos son escasos y por más que se quiera, con todo y tecnología, no pueden aumentar indefinidamente. Costos, inversiones, costos de oportunidad, economías de escala, etc., pasan a formar parte del lenguaje económico y de cómo se forman los precios. La otra idea, a mi juicio de mayor potencia, es incorporar el concepto del tiempo entre los factores que definen los precios y de allí a la rentabilidad intertemporal y lo del valor presente explican porqué una cosa vale algo hoy y no mañana. Los temas de la inflación y del dinero entran en las formulaciones económicas y allanan el camino de la política económica. Tema que discutiremos en próximas entregas. Lo cierto es que, hasta ahora, con todo y errores y traspiés, propios de cualquier indagación científica, la experiencia nos dice que la Economía es mucho, pero mucho más eficaz en definir leyes generales para resolver los problemas del crecimiento, de la inflación y del bienestar que cualquier método administrativo de «cuenta gotas», como esta triste historia de los Sitme, los Sicad, las regulaciones, los controles y la fiscalización de precios y los tipos de cambio. La experiencia económica de un sinnúmero de países así lo indica.

maximross@cantv.net