Corrupción y política autoritaria por Juan Martín Echeverría - Runrun

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Los seres humanos responden a la metodología de recompensas y sanciones, por eso la corrupción es omnipresente, vertical y horizontal, permea, llega de la cúspide a la base de la pirámide social y comprende el enriquecimiento desmedido, el uso arbitrario e ilegítimo del poder en beneficio privado, y el derroche. En el fondo de todo, la pasividad o actividad del gobierno se manifiesta en la impunidad o una escalada de sanciones; la corrupción es una conducta que destruye la gobernabilidad y erosiona la legitimidad del régimen y de sus integrantes. ¿Tenemos en Venezuela una cultura de la corrupción?

Todo lo anterior explica la reacción del Ejecutivo y la detención de algunos funcionarios menores, porque las encuestas cuando había abundancia, misiones a todo vapor, Mercal surtido de productos, reparto de línea blanca, y otras prebendas, veían la corrupción muy lejos en el horizonte, porque en definitiva a nadie le importaba si un porcentaje significativo de los ingresos llegaban a la población. Ahora la impresión de los ciudadanos es distinta, ya que se está afectando su estómago, ha disminuido la regaladera y empiezan a responsabilizar al Poder Ejecutivo, cuando en contraste figuras vinculadas al oficialismo muestran de manera abierta la riqueza mal habida, que es tan difícil de ocultar como la A1N1.

Todo esto ocurre porque no hay división de poderes y los organismos de supervisión y castigo están en manos de militantes, que no pueden exigir rendiciones de cuentas ya que priva lo ideológico y el delincuente cercano a las autoridades es protegido y el adversario político es perseguido haya o no indicios para hacerlo. La lucha contra la corrupción facilita tácticas políticas de acorralamiento de la oposición, sobre todo en un sistema personalista de gobierno y el mito de la revolución esconde en la práctica mucha triangulación, comisiones, Mercales, industria pesada de Guayana destruida y una evidente descomposición que afecta a la estabilidad, cuando la democracia debe funcionar con un gobierno a la sombra, con supervisiones y castigos ejemplarizantes.

Cada cien bolívares que se lleve la corrupción se le restan a las comunidades, por ello el poder presidencial y el centralismo tendrían que demostrar con sanciones al máximo nivel, a los personajes que evidentemente se han enriquecido hasta la saciedad y lo muestran con descaro, o sea que hay un estilo de gobierno de dos caras, donde se pretende que el corrupto sea el enemigo político y sin embargo se asignan obras civiles sin licitación, incluida la alternativa de la autopista Caracas-La Guaira a un grupo empresarial europeo.

Hay una profunda asimetría entre una revolución enriquecida y una clase media en exilio y reducida a su mínima expresión, mientras el régimen minimiza las denuncias de corrupción y criminaliza las movilizaciones de calle. En fin, son decenas de decenas las alcabalas burocráticas creadas en los últimos años, constituyéndose en una tentación para los funcionarios: el resultado es que se ha impuesto la cultura de la corrupción.

Juan.martin@cantv.net